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En tren o en avión, según Charly García

El banquete de los pordioseros | Por Rodolfo Popoca Perches |


No sé cómo empezar; déjame ver si puedo ordenar mis ideas y darles claridad y una adecuada fluidez, porque estarás de acuerdo conmigo, estimado invitado al banquete de esta semana, las ideas deben fluir libremente pero en orden, y lo que me pasa en realidad es que tengo una especie de tsunami en mi mente y las ideas corren de un lado para otro sin el más mínimo intento de un ordenado razonamiento lógico. Pero veamos, la idea es establecer un paralelismo entre dos circunstancias que a primera vista pueden parecer ajenas una a otra, pero al mismo tiempo reconciliables en este contexto, es decir, la diferencia que puede existir entre transportarse en tren o en avión, con la identidad y perfil de dos generaciones distintas. Me imagino que debes estar pensando que estoy medio loco, probablemente lo esté, pero permíteme explicarme, al menos lo intentaré, para empezar te diré algo, todo esto es culpa de Charly García, sí, el roquero argentino que en los años setentas integró un verdadero portento del rock en América Latina, un dueto con Nito Mestre llamado Sui Generis, que por ahí algunos temerarios han calificado como Los Beatles latinoamericanos, ya ves, existe una incomprensible, incomprensible al menos para quien esto escribe, tendencia de comparar todo tipo de manifestación artística destacada con Los Beatles, incluso en la literatura algunos despistados hablan de Los Beatles de las letras de América Latina y en este tópico se mencionan a Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar. No sé, puede ser divertido, aunque a mí me parece arriesgado por no ser esto más que un vulgar gancho publicitario, como suelen ser todos los ganchos publicitarios. Calificar de Beatles a todo proyecto exitoso pone en riesgo, incluso, la honestidad del concepto “Beatles”, pero en fin, permíteme volver al tema. 


Quiero decirte algo, es una confesión a manera de declaración de principios: para tu servidor, Charly García es uno de los dos o tres roqueros latinoamericanos más grandes que han existido, y no hace mucho, escuchando el disco Confesiones de Invierno, producción de 1973 de Sui Generis, por Dios qué discazo, y que cuenta con la colaboración de otros gigantes del rock argentino como León Gieco y David Lebón, me quedé pensando después de escuchar la canción “Bienvenidos al tren”, composición del señor Charly García, en una canción mucho más reciente del mismo rocanrolero argentino, se llama “No voy en tren”, este tema musical es del álbum Parte de la religión de 1987. Simplemente me llamó la atención que este mismo músico multiinstrumentista dijera a mediados de los años setentas: “Bienvenidos al tren, pueden venir cuantos quieran que serán tratados bien”, y más o menos una década después, el mismo Charly García dice: “No voy en tren, voy en avión, no necesito a nadie alrededor”, es decir, no sólo cambia de medio de transporte, se baja del tren y se sube al avión, sino que además reniega de la compañía que antes apreciaba y de la que aparentemente se sentía complacido. 


Me quedé pensando en que sin duda esto tiene que ver con el espíritu de la época en que cada una de las mencionadas canciones fue concebida en un contexto social muy diferente, y estarás de acuerdo conmigo, estimado invitado al banquete de este viernes, que la música, y en general el arte en cualquiera de sus lenguajes y expresiones, es el pulso de su realidad contextual, es como un medidor de la generación que lo vio nacer.

Así, de esta manera las dos canciones a las que me refiero en este banquete obedecen a realidades completamente diferentes, es mudarse del plural al singular, de la colectividad, del “nosotros” imperante en los sesentas y setentas, a la individualidad, del “yo” de los años ochenta. 


Charly García, más que Nito Mestre, sin ánimos de quitarle crédito a su trabajo, ha representado a por lo menos tres generaciones en el rock latinoamericano y me parece, salvo tu mejor opinión, que en diferentes momentos y de diferentes formas, e incluso desde diferentes trincheras, ha jugado el arriesgado y comprometido rol protagónico de ser el portavoz de su generación. En 1973, todavía con el dulzón sabor de las flores en el cabello, el amor y la paz, todavía con el ánimo de la colectividad, García habla con este despreocupado y nada egoísta ánimo que encontramos en Sui Generis, particularmente en el disco Confesiones de Invierno, que por cierto tiene canciones de muy fina manufactura, como “Un hada, un cisne”, de deliciosos toques de jazz, “Rasguña las piedras”, “Cuando ya me empiece a quedar solo”, “Confesiones de invierno” y a la que me estoy ahora refiriendo, “Bienvenidos al tren”, me llama la atención su discurso, allá, en 1973 era diametralmente opuesto al de la década de los ochenta, claro, nos estamos refiriendo a realidades completamente distintas; en Argentina y varios países del cono sur se vivían, se sufrían, las atrocidades de las dictaduras. Además “Bienvenidos al tren” la escribió dentro del contexto de una agrupación, aunque indiscutiblemente él es el autor de la canción. “No voy en tren”, por otro lado, ya es una producción solista, llama la atención, ¿no te parece? 


Veo esta situación desde la perspectiva de la música, particularmente del rock, finalmente este es el horizonte de esta columna, pero con toda seguridad el arte, en todas sus formas, es el espejo fiel, el pulso de nuestras generaciones.

rodolfo_popoca@hotmail.com

Zappa, el hombre de utopía

El Banquete de los Pordioseros | Por Rodolfo Popoca Perches


No es la primera ocasión que le dedico un Banquete al gran Frank Zappa, y si Dios lo permite, tampoco será ésta la última, cualquier cosa que se diga de él, cualquier estudio o análisis crítico que se haga de su música, siempre dejará un hueco que habrá que llenar posteriormente y la tinta derramada en su honor nunca será suficiente.

Decir que Frank Zappa es uno de los mejores músicos en la inagotable y siempre inconclusa historia del rock es un lugar común, es caer en el facilismo siempre injusto con los grandes creadores de cualquiera de las diferentes disciplinas del arte.

Sin embargo, no podemos ni debemos rehuir al comentario, efectivamente, él es uno de los mejores y más importantes músicos, pero no sólo del rock, sino de toda la historia de la música en el siglo XX. En realidad, para Frank Zappa la música no es el fin, sólo el medio para otros fines. La música es el vehículo ideal para la expresión de todas sus inquietudes políticas, sociales, culturales, filosóficas. La música es su pretexto, su justificación, su infalible medio de expresión y lleva ese medio de expresión hasta sus últimas y más radicales consecuencias. Y es que sí, de verdad, Zappa es un genio, no sé si lo podamos llamar virtuoso, pero sin duda es un genio, es uno de los músicos más creativos, ambiciosos e inteligentes, y uno de los críticos más punzantes y aguijoneantes que registra el rock.

Más allá de sus inconmensurables solos de guitarra impregnados de la más pura y viva esencia del blues, más allá de sus sublimes y majestuosas composiciones, ya sea para The Mothers of Invention o para sus ensambles, Moderno e Intercontemporáneo, para quienes ha creado algunas de las más exigentes obra de la música contemporánea, está su contundente e irónica visión de la sociedad, ese implacable comentario crítico ridiculizando a la sociedad en la que nació y creció. Nadie más severo que Frank Zappa para señalar con dedo acusador el “American Way of Life”. Se refugia en la creación artística, esa es su inviolable trinchera y desde ahí lanza sus dardos punzantes.

Pero aunque la crítica social y política sea el motor móvil de su propuesta, resulta exquisito concentrarnos en su música. Sus “Mothers of Invention” es una de las más sólidas escuelas de la escena internacional del rock. Sin duda junto a la Corte del Rey Carmesí de Robert Fripp y los Bluesbreakers de John Mayall, las Madres de la Invención de Zappa es una de las asociaciones musicales más solventes en el rock. 


Sus facultades como guitarrista virtuoso son incuestionables, de hecho, en alguna ocasión, la crítica musical de su país afirmó que de haberse concentrado más en la ejecución de la guitarra que en el contenido de sus composiciones, se le podría considerar definitivamente, como uno de los grandes guitarristas en el rock. Tampoco dentro de este género no acepta clasificaciones y por naturaleza renuncia a todo intento de etiquetar su música: rock progresivo, rock duro, rock ácido, ponerle un nombre resulta estéril y hasta ridículo, así que es más sano superar esta terrible tentación, la de ponerle un nombre a la obra creativa de Frank Zappa.

Dentro del terreno de la música contemporánea ha realizado verdaderas obras maestras, como su producción “The Yellow Shark” presentado en concierto con la orquesta de cámara The Modern Ensemble, o la obra The Perfect Stranger con el ensamble InterContemporain dirigido por el maestro Pierre Boulez, uno de los más reconocidos directores de orquesta especializados en la música contemporánea, pero su trabajo creativo va más allá incluso de la música, ha trabajado como director de cine y de videoclips, también es reconocido por diseñar portadas de discos y, en la producción discográfica, es responsable del trabajo realizado en los casi cien discos que grabó con sus Madres de la Invención, además de todos sus proyectos solistas, entre los que se incluye sus trabajos realizados dentro del contexto de la música clásica, contemporánea, jazz, blues, rock, e incluso se sumergió en las insondables profundidades de la música concreta. De hecho, entre algunas de sus más evidentes influencias, están, además de lo que el rock pudo ofrecerle, músicos como Edgar Varése, yo creo que este es el pilar más sólido sobre el cual Zappa desarrolló todo su trabajo creativo. Lo más sorprendente de todo este asunto, es que Frank Zappa no tiene una formación musical académica, es autodidacta y resulta incomprensible cómo es que sin el conocimiento erudito de la música pudo edificar estas estructuras musicales tan impresionantes.

Algunas de sus más representativas producciones son, entre otras -ya dijimos que en su catálogo hay casi cien grabaciones únicamente con sus Madres de la Invención, además de sus producciones solistas- “Freak Out, su primer disco y con esta extraordinaria producción inaugura su fértil y sorprendente carrera. “Chunga’s Revenge”, “Apostrophe”, “Over-Nite Sensation”, una serie de seis grabaciones en concierto llamada: “You can do that on stage anymore”, “Lumpy Gravy”, “We’re only in it for the Money”, “Just another Band from L.A.”, “Zoot Allures”, Actos I, II y III de “Joe’s Garage”, “The Man from Utopia”, “Does Humor Belong in Music?”, “Frank Zappa Meets the Mother of Prevention”, “Shut up and Play yer guitar”, en fin, estas son sólo algunas, quizás las que más me gustan, pero sin duda, tú tendrás otra lista igualmente convincente, la música de Frank Zappa es inagotable.

Frank Zappa nació el 21 de diciembre de 1940, murió el 4 de diciembre de 1993. Es el hombre que creyó en las utopías, y claro, uno de los músicos más creativos en la música del Siglo XX.



rodolfo_popoca@hotmail.com

Joe Cocker y los años maravillosos

El Banquete de los Pordioseros | Por Rodolfo Popoca Perches

Creo que yo estaba en la transición de la adolescencia a la edad adulta, no sé, tendría unos 17 o 18 años, fue entonces cuando vi por primera vez aquella serie de televisión llamada “The Wonder Years” (Los Años Maravillosos), estoy seguro que la recuerdas, se convirtió muy pronto en mi serie de televisión favorita. Es la historia de Kevin Arnold, el protagonista de la serie, y todo su entorno, su familia, su fastidioso hermano Wayne, su hermana que ya tenía edad de portar flores en el cabello y hacer el símbolo del amor y la paz, su amigo e incondicional cómplice llamado Paul, y su novia Winnie Cooper, su escuela, sus maestros, en fin, todo esto enfocado desde la perspectiva de finales de los años 60 y principios de los años 70 con todo lo que esto representa, y claro, lo que representa entre otras cosas, es que necesariamente la banda sonora de la serie en cuestión es el rock, finalmente este es el aderezo indispensable para todo lo que sucedía en el hemisferio occidental durante estas dos décadas. Si se habla de la guerra de Vietnam, de la brecha generacional, de las modas, de lo que se te ocurra, el rock es el principal ingrediente, digamos que le es connatural a este período de la historia.

Recuerdo aquel capítulo en donde el hermano mayor de Winnie muere en la guerra de Vietnam y Kevin la acompaña a los columpios en el bosque Harper, ella se recargó en su hombro y lloró, recuerdo que Kevin vestía una chamarra del equipo de foot ball americano Los Jets de Nueva York, una chamarra que solía usar con mucha frecuencia, los dos eran apenas unos niños y el fondo musical de aquella dramática pero tierna escena era la canción tradicional inglesa “Scarborough Fair” en la maravillosa versión que hacen Simon & Garfunkel. En Los Años Maravillosos escuché otras buenas canciones que sazonaban con un toque delicioso esta serie de televisión, como “Crimson & Clover” de Tommy James & the Shondells. Pero lo que verdaderamente identificaba esta serie era la canción que se usaba como rúbrica de entrada y salida, la canción era “With a little help from my friends” original de Lennon & McCartney pero en la muy convincente versión de Joe Cocker, en donde por cierto, participa el que más tarde sería el eje central de Led Zeppelin, me refiero al guitarrista Jimmy Page. La versión contiene todo ese impresionante sabor de blues que el cantante británico le supo imprimir, el mismo McCartney dijo en alguna ocasión que le gustaba más la versión de Cocker que la original de The Beatles contenida en el inconmensurable “Sgt Peppers”.

Bien, pues todo esto que te cuento es para recordar a este áspero y desaliñado cantante inglés, que por cierto, recibió la Orden del Imperio Británico en una ceremonia en el palacio de Buckingham en el año 2008 por sus servicios a la música. Yo me enteré tarde de su muerte, alguien me lo comentó y yo me quedé sorprendido, no sé si por el hecho en sí que para quienes amamos el rock y lo entendemos como una forma de vida, es una noticia impactante, o por haberme enterado dos o tres semanas después de que esto ocurrió. Joe Cocker murió el 14 de diciembre de 2014, hace casi dos meses, y claro, le debo un Banquete y no me gusta deber, así que sirvo a la mesa el menú condimentado con la acidez musical de otro de los blancos que se han ganado con toda justicia el derecho de cantar el blues.

Escuché a Joe Cocker con esa versión de la canción de The Beatles cuando se presentó con ella en el Festival de Woodstock. Vi la película cuando el festival cumplió 20 años de haberse realizado, es decir, en 1989 en un café que ya no existe, por lo que me permito mencionarlo, se llamaba La Caverna y estaba en la calle Madero. La decoración de este lugar consistía en posters colgados en las paredes con diferentes grupos de rock, recuerdo uno de Bad Company, varios de Yes, de The Beatles, los Doors, Creedence, Grateful Dead, Kiss, en fin, y era una especie de centro ceremonial para quien esto escribe y varios de mis amigos, a todos, por supuesto nos fascinaba el rock. Cuando Woodstock cumplió 20 años el café La Caverna proyecto en tres diferentes sesiones la película documental completa del Festival de Woodstock, “Tres días de música, paz y amor”. Uno de los que más me impresionaron fue Joe Cocker, parado en el escenario simulando tener entre sus manos una guitarra, retorciéndose como reptil parado con sus botas azules con estrellas blancas, el cabello descuidado que volaba caprichosamente como consecuencia del viento, sus patillas que le cubrían media mejilla. Cantaba esa canción, esa que lo hizo popular, “Con una pequeña ayuda de mis amigos”, seguramente cantó muchas más, pero en el documental sólo se registra ésta. Joe Cocker tiene buenas canciones, pero una de las mejores cosas que hizo fue hacer unos covers impresionantes de canciones principalmente de The Beatles, aunque también la música de Bob Dylan le dio buenos resultados.

La verdad es que me llegó profundo, me pegó con tubo, me impactó Joe Cocker con esa presentación ante más o menos medio millón de hippies reunidos en la granja de Bethel en el estado de Nueva York, desde entonces Joe Cocker se convirtió en uno de mis cantantes favoritos. Como ya lo comenté líneas arriba, Cocker murió el pasado 14 de diciembre de 2014 en su casa de Crawford, Colorado, en Estados Unidos víctima de un cáncer de pulmón, descanse en paz.

rodolfo_popoca@hotmail.com

B.B. King: Pagando el precio de ser el Jefe


El Banquete de los Pordioseros | Por Rodolfo Popoca Perches | 


Este año, si Dios no dispone lo contrario, B.B. King cumplirá 90 años, sí, noventa años el próximo 16 de septiembre, cualquier cosa, ¿no te parece?, se dice fácil, es como si se tratara de cualquier minucia, como si fuera cosa de todos los días. Y sí, sucede todos los días, aunque no todos lleguen, o lleguemos, no sé, a esa edad. Pero B.B. King es todo un caso, sigue trabajando, sigue regalándonos su talento, sigue entregándonos su vida, su mismo espíritu en cada blues, en cada solo que ejecuta en su inseparable guitarra Lucille.

Es una indiscutible leyenda, tampoco esto es exclusivo de su majestad, además de B.B. King ha habido y seguirá habiendo en el blues, en el rock, en el jazz, en la música clásica, grandes leyendas cuya inmortalidad está asegurada por su legado musical. Hay leyendas que han pasado de esta vida a la otra y cuya partida, en algunos casos, ha contribuido a enfatizar su esencia, a convertirlos en mito, por ejemplo, Jimmy Hendrix, el punto de convergencia entre el blues, el rock y el jazz. Muddy Waters, verdadero culpable de electrificar el blues con la única y sana intención de hacerse escuchar mejor y poder presentarse en auditorios más grandes, por eso, y sólo por eso se permitió el atrevimiento de amplificar su sonido, pero nunca buscando recursos alternativos a la naturaleza de su guitarra. Willy Dixon, uno de los mejores contrabajistas, ¿el mejor? en el blues. Frank Zappa, inagotable fuente de creatividad que se supo desarrollar con la misma solvencia, tanto en el rock como en la música de concierto con obras tan contundentes como “The Yellow Shark” y “The Perfect Stranger” en donde contó con la colaboración de una de las batutas con mayor autoridad en la música contemporánea, me refiero a Pierre Bolulez. Jim Morrison y Lou Reed, dos de los más grandes letristas que registra el rock, cuyas canciones, verdadera poesía, nos hacen con frecuencia olvidar sus argumentos musicales. El pianista Glen Gould, que me enseñó, a mí tan ortodoxo y purista en mis concepciones musicales, que sí era posible tocar a Bach en el piano y no únicamente en el clavecín. En fin, Janis Joplin, Charlie Parker, John Lennon, Louis Armstrong, John Lee Hooker, Duane Allman, Stevie Ray Vaughan, Oscar Peterson, Jaco Pastorius, … la lista sería interminable.

Para beneplácito de quienes encontramos en la música una buena razón para vivir, contamos con verdaderas leyendas que siguen vivas, y mejor aún, siguen trabajando. Ahí está Bob Dylan, Eric Clapton, Paul McCartney, Chick Corea, Stevie Winwood, los tres sobrevivientes de Led Zeppelin: Jimmy Page, John Paul Jones y Robert Plant; los eternos Rolling Stones, Claude Bolling y Keith Jarret, estos dos oscilando con una gracia incuestionable del jazz a la gran música de concierto, Jarret está parado en esa delgada línea que divide estos dos lenguajes musicales, aborda con la misma solvencia los ritmos sincopados que las delicias de Bach y Mozart, verdadera ambrosía, exquisitos manjares sonoros. Sí, las manos de Keith Jarret son las del rey Midas, transforman en oro todo lo que tocan.

Cierto es que dentro del blues quedan vivas muy pocas leyendas, la mayoría de esos íconos de las región del delta del río Mississippi han entregado su alma al creador, y es lógico, todos andarían rondando los 90 años, justamente como B.B. King.

http://sebreephoto.com/wp-content/uploads/2014/09/CLAPTONKING_WRK9.jpgRiley B. King, ese es su verdadero nombre, ha sido modelo para varias generaciones, tanto de melómanos como de músicos, ha tocado con algunos de los nombres más influyentes del rock, ha sido su gran gurú, por ejemplo, Eric Clapton como su chofer en la portada del álbum “Riding with the King” del año 2000, lo lleva sentado en la parte trasera de un cadillac convertible, como corresponde a su jerarquía de verdadero monarca. Mick Jagger y Keith Richards están dispuestos a pagarle tributo para siempre. Bono y The Edge de U2 se notan hasta nerviosos cuando tocan con él, como lo podemos ver en el film “Rattle and Hum”. Los Beatles, quizás uno de los grupos de los años 60 que tuvieron un contacto más discreto con el blues, lo mencionan en su canción “Dig it” del álbum “Let it Be”. Tocó con el jazzista Joe Sample, líder de The Crusaders y con la Royal Philharmonic de Londres. También ha compartido créditos con el bajista Stanley Clark, el guitarrista John McLaughlin y la lista de grandes músicos continúa indefinidamente.

B.B. King nos ha enseñado que el blues no es sólo tristeza o lamentos inconsolables, es eso y muchas cosas más, nos ha enseñado el rostro feliz y sonriente del blues. Definitivamente es un verdadero jefe, un incuestionable icono de la música, ha roto los límites territoriales del blues para abordar cualquier repertorio, es, me atrevo a decirlo, la leyenda viviente y viva más influyente en estos tiempos. Mucha de la música que se ha hecho en los últimos 30 o 40 años gira en torno a él, imposible poder entender no sólo el blues, sino también el rock y el jazz sin la indispensable presencia de B.B. King. Pero todo esto no es fácil, ser esa figura tiene sus consecuencias y compromisos. Lo vemos siempre sonriente en el escenario como despreocupado y ajeno a todo lo que él representa para la música, sin duda está pagando el costo de ser el jefe, como dice su célebre canción: “Payin’ the cost to be the boss”, pero parece no importarle, él sigue disfrutando del blues, sigue haciendo llorar a Lucille y sí, 90 años parece ser una buena edad para tocar el blues. ¡Larga vida al Rey!

rodolfo_popoca@hotmail.com


'John Lennon fue asesinado anoche'


El banquete de los pordioseros | Por Rodolfo Popoca Perches |

El martes 9 de diciembre de 1980 llegué a la escuela, estaba…creo que en tercer semestre de bachillerato en la Prepa de Petróleos. Iba vestido de negro, tenía 17 años y para mí era muy importante que todos se dieran cuenta que vestía de luto por la muerte de John Lennon.

Entre mis compañeros ese era el único comentario. A mis amigos y a mí nos gustaba el rock y Lennon era como una especie de gurú. Recuerdo que un amigo a quien apodábamos el Pato, Guillermo Rodríguez, que ahora vive en Las Vegas, Nevada y que se la pasa presumiéndome todos los conciertos a los que asiste, muchos de ellos gratuitos: David Gilmour, Foo Fighters, John Fogerty, Chick Corea, Dave Matthews Band y otros más; me dijo en inglés, lo recuerdo bien: John Lennon was killed last night. Nos gustaba hablar en inglés, como si ese simple hecho nos acercara más a la cultura del rock, de la que definitivamente nos sentíamos parte. Me lo dijo más por compartir lo que traía por dentro que por informarme de algo que él sabía muy bien que yo estaba enterado. “John Lennon fue asesinado anoche”, sí, todos lo sabíamos y nos había golpeado la noticia.

Verdaderamente es complicado hablar de John Lennon, sobre todo por la frecuencia con la que se suele abordar el tema. Al parecer todo mundo tiene algo que decir de este músico de la clase trabajadora nacido en 1940 en el nórdico puerto de Liverpool, en una Inglaterra bombardeada por los aviones alemanes Messerschmitt en la Segunda Guerra Mundial. No sé, posiblemente a este hecho obedece que él se postulara como un estandarte de la paz y que de alguna manera utilizó su posición como imagen pública para, a través de la música, proponer sus mensajes pacifistas. En realidad no sé si John Lennon aprovechó la música como el marco o la justificación ideal para externar su pensamiento, o fue su pensamiento el que lo llevó a hacer música de determinada manera, sobre todo después del rompimiento de los Beatles el 10 de abril de 1970.

No sé, en realidad con Lennon nunca se sabe, su vida estuvo siempre llena de cosas impredecibles, ya ves, su matrimonio con Yoko Ono, que lo sabemos bien, iba en contra de todo pronóstico, incluso en contra de la opinión de sus tres compañeros en el grupo. Había una especie de regla no escrita en la intimidad del trabajo del Cuarteto de Liverpool, no debería haber nadie en el estudio que no tuviera nada que hacer en términos laborales. En las grabaciones eran ellos cuatro, ingenieros de grabación, productor, y en su momento, Brian Epstein, su manager, pero fuera de ese núcleo celosamente cerrado, nadie más podría entrar, mucho menos entrometerse con alguna opinión respecto a cómo deberían ser las cosas en una grabación. John Lennon rompió esta regla no escrita metiendo a su esposa Yoko a las sesiones de grabación, lo que incuestionablemente tensó mucho el trabajo al interior del grupo y, que para muchos, fue la razón del rompimiento del grupo más grande en la historia del rock. Yo no lo creo así, lo veo diferente, me parece que los egos de Paul McCartney y John Lennon eran demasiado grandes para caber en el mismo lugar al mismo tiempo, y menos aún, en el mismo proyecto de trabajo. Era una situación insostenible, por otro lado, George Harrison y Ringo Starr exigían sus espacios para sus composiciones, pero el dueto de compositores más fértil del rock, no estaba dispuesto a permitir un margen mayor al ofrecido hasta ese momento. Los Beatles terminaron simplemente porque era imposible continuar, las ambiciones de los cuatro los llevaron a buscar sus opciones en el terreno solista.

Como sabemos, Lennon estuvo voluntariamente en el exilio del estudio de grabación durante cinco años, de 1975 hasta 1980, cuando regresó a la escena con su disco Double Fantasy, pero en esos primeros cinco años de trabajo en solitario editó algunos de los discos más interesantes de los años 70’s logrando verdaderos himnos generacionales, tales como Mind Games, Give Peace a Chance, Dream Number Nine, y por supuesto, Imagine, todo un ícono en la historia del rock.

Después de su regreso, cuando todo parecía retomar el camino que los melómanos deseábamos, llegó un hawaiano de nombre Mark David Chapman para jalar un gatillo en la puerta del edificio Dakota en la Isla de Manhattan, en la ciudad de Nueva York. Esos disparos se incrustaron justo en el cuerpo de John Lennon, era el lunes 8 de diciembre de 1980. Yo, con mis 17 años de edad, estaba viendo aquella serie policiaca de la que era un ferviente seguidor, lo sigo siendo en realidad, Starsky & Hutch. La programación se interrumpió para dar la noticia. Después de haber conmocionado al mundo con esta información, la serie continuó como si nada hubiera pasado. Yo apagué la televisión, no terminé de ver el programa, corrí a la recámara de mis papás, me paré en la puerta y les dije: Acaban de asesinar a John Lennon.

No recuerdo lo que sucedió después, pero sí recuerdo que durante los próximos días, no sé cuántos, me pasé escuchando todos los discos que tenía de él. Ya pasaron muchos años y la voz de Lennon sigue suplicando lo mismo, parece que su voz cobra justo ahora mayor vigencia: Give peace a chance, Dale una oportunidad a la paz.


rodolfo_popoca@hotmail.com

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