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"A plena luz: El caso Narvarte", cine contra la desmemoria y la impunidad



Cinetiketas | Jaime López |


A finales del año pasado, Alberto Arnaut estrenó su nuevo largometraje titulado "A plena luz: El caso Narvarte", que continúa con su interés por sacar a la luz crímenes que las autoridades mexicanas han tratado de mandar al olvido, porque evidencian su negligencia y corrupción.

La propuesta en cuestión también muestra nuevamente el nivel de impunidad que sigue presente en la sociedad nacional.

Cuatro años después de desenmarañar el asesinato de Javier y Jorge, estudiantes del Tecnológico de Monterrey que fueron ultimados por elementos del ejército mexicano, el cineasta ahora se adentra en el multihomicidio de la colonia Narvarte, en donde fueron ejecutadas cinco personas, entre ellas, la activista Nadia Vera y el fotoperiodista Rubén Espinosa.

El ilícito en cuestión tuvo lugar el 31 de julio de 2015, entre las 14 y 15 horas, es decir, en un lapso del día en el cual se supondría habría mayor vigilancia policiaca y seguridad para la ciudadanía.

Contada como un reportaje a profundidad, con un gran rigor periodístico, "A plena luz: El caso Narvarte" tiene como una de sus primeras virtudes humanizar a cada una de las víctimas.

Lo anterior significa que evita citarlas solamente como cifras, como otros daños sin rostro de la delincuencia que impera en el territorio mexicano, actitud que regularmente no se ve en las noticias exprés que abundan en el país.

En ese sentido, para Arnaut es imprescindible platicar con los familiares de Mile Virginia Martín, Yesenia Quiroz y Olivia Alejandra Negrete, a fin de ahondar en las personalidades y sueños de quienes, al parecer, únicamente se encontraban en el lugar equivocado.



Ello contribuye a contrarrestar la imagen negativa y omisa que las autoridades encargadas del caso quisieron difundir en su momento respecto a ellas, en una era donde la capital del país era comandada por Miguel Ángel Mancera y el estado de Veracruz, por Javier Duarte. Este último acusado por algunas voces de orquestar el multihomicidio en comento, debido a que en su gestión recibió enérgicas críticas por parte del ya referido Rubén Espinosa.

Aunque en la realidad nunca pudo comprobarse la relación de Duarte con el asesinato registrado en la colonia Narvarte, el documental de Arnaut sugiere que uno de sus exfuncionarios fue la mente siniestra del incidente: Arturo Bermúdez Zurita alias "el capitán tormenta".

Cabe resaltar que el realizador recurre a testimonios de abogados y especialistas para sustentar su discurso, el cual tiene como uno de sus principales objetivos combatir la desmemoria y la falta de justicia.

Como un plus, Arnaut no necesita manipular su relato para mostrar el cinismo de la clase política nacional, ya que basta con las declaraciones vertidas por uno de sus entrevistados, Javier Duarte, para que la audiencia emita sus propias conclusiones al respecto.

Producido por el prestigiado periodista Diego Enrique Osorno, "A plena luz El caso Narvarte" es una pieza necesaria de ver en una época donde pululan las notas amarillistas, sin contenido social y carentes de profesionalismo.


‘El Chapo’ de Netflix retrata las tropelías de Peña y Calderón

Cinema Coyote | Por Alex Carrillo 


Hace unos días Netflix liberó los trece capítulos de lo que será la tercera y última temporada de El Chapo, serie que narra el camino que siguió Joaquín Guzmán Loera para convertirse en el narcotraficante más poderoso del continente.

Más allá del entretenimiento que pudiera brindar la producción al adentrarnos en el submundo criminal del narco mexicano, como ya lo han hecho infinidad de series, telenovelas y películas; la verdadera aportación de El Chapo se encuentra precisamente en la radiografía que hace del poder político y de ciertos episodios de la vida pública del país.

Si no has visto la serie y piensas hacerlo, deberías dejar de leer aquí.




¿Política-ficción?

Aunque en la segunda temporada de El Chapo se revela de manera un tanto superficial que la campaña de Felipe Calderón fue financiada en parte por el Cartel de Sinaloa para evitar que ya sabes quién llegara a la presidencia; en esta última entrega se hacen más que evidentes los nexos del crimen organizado con el gobierno federal.

Si bien es cierto que la serie hace especial hincapié en que muchos de los sucesos y personajes han sido creados de manera ficticia para crear un efecto de mayor dramatismo, no hay que ser un genio para reconocer el contexto real de diversas situaciones.

Para empezar una de las principales hipótesis de la serie es el pacto tácito entre EPN y El Chapo para llegar a la presidencia a cambio de inmunidad. El día de la elección el Cartel de Sinaloa operó a favor del PRI (PTI en la serie) para que su candidato Enrique Peña (Esteban Prieto en la serie) ganara de forma masiva en la zona del triángulo dorado (Chihuahua-Durango-Sinaloa).

Ante el escenario de la derrota, la figura de Felipe Calderón habría llegado a un acuerdo con el PRI para evitar nuevamente la llegada de la izquierda y con ello evitar también un posible juicio político por las miles de víctimas de su guerra contra el narco.

Hay referencias directas al uso de tarjetas Monex que repartió el PRI durante la elección y se alude a personajes como "La Gaviota" ("La Paloma" en la serie) y al innombrable Carlos Salinas de Gortari, personaje omnipresente a lo largo de las tres temporadas, orquestador de todo espectro político de la trama.

La serie toca puntos de las diversas crisis del gobierno de Peña Nieto, como el escándalo de la Casa Blanca y la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, hasta llegar al descenlace situado en la última gran fuga de Joaquín Guzmán Loera, suceso que desembocaría en su recaptura y final extradición a los Estados Unidos.

En términos generales El Chapo vale la pena como producto de entretenimiento y cuenta con actuaciones destacadas de histriones con larga carrera en el medio. También ayuda a comprender un poco de la vida pública -y criminal- de México en las últimas décadas, desde los zapatos de los carteles y los grandes capos de la droga en México.

¿Política-ficción?

9 libros para -intentar- entender la política en México


El proceso electoral en nuestro país ha polarizado a la sociedad como nunca antes. Mucha información, memes, dimes y diretes por doquier pero poca sustancia para tomar una decisión que podría cambiar el futuro de la república y de América Latina.

A pocos días de la jornada electoral conviene darle una revisada a la historia política de México para entender un poco qué es lo que nos ha pasado como país y quiénes son los responsables que nos han llevado hasta donde nos encontramos -y a qué precio-.

El equipo de Bookmate nos ha facilitado una serie de libros para consultar y -tratar de- entender cómo funciona nuestro sistema político -si es que funciona-. Todos estos textos los puedes leer directamente desde su plataforma.

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1. La pendejísima historia de las elecciones en México

Antonio Garci nos deleita con una crónica delirante de cómo hemos elegido a nuestros gobernantes en México a lo largo de los años. Nada queda fuera: desde el triunfo de Guadalupe Victoria hasta la caída del sistema en 1988, desde el agandalle de Santa Anna hasta la bienamada Foxilandia, Garci nos ofrece una guía inteligente y ácida para entender cómo se hace política a la mexicana y concluir que, al final, eso de la democracia no es lo nuestro.  Leer...

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2. Política y corrupción

Desde la privilegiada visión de un ex funcionario público, Macedonio Tamez Guajardo ofrece un testimonio de la situación que vive México en materia de seguridad e impartición de justicia. En este contexto, el autor destaca que los grandes problemas del país se deben a la falta de una sólida cultura de la legalidad, la corrupción, la indolencia y la pérdida colectiva de la moral. Leer...


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3. Operación Los Pinos

En un mitin en el Ángel de la Independencia, y de frente a la Embajada Americana, el candidato a la presidencia de México, doctor Jordi Román —quien va adelante en las encuestas—, resucita el nacionalismo mexicano: en carta al presidente de Estados Unidos le advierte que, al asumir la presidencia de la República, lo primero que hará será retirar al Ejército de la guerra contra el narco y permitirá el libre paso de las drogas por el territorio nacional; siempre y cuando “los señores” que se dedican a este “comercio” no cometan actos delictivos, porque “ya nos cansamos de poner los muertos para que los americanos se llenen de dólares los bolsillos”.

En esta novela de ficción política, en el año 2006 se crea un nuevo partido “ciudadano” que dirige la llamada Operación Los Pinos, que consiste en una estrategia para que el Partido Acción Nacional deje la presidencia de la República.

Para que su candidato triunfe no sólo intimidan y chantajean, sino que compran encuestas, intelectuales, analistas políticos, periodistas, académicos y defensores de derechos humanos. Se forma un ejército a sueldo que se apresta a tomar Los Pinos.
Su victoria es inminente. Sin embargo… Leer...


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4. Nación criminal

El Zarco y Los bandidos de Río Frío en el siglo XIX, los narcocorridos y el tortilla western de los hermanos Almada en el XX, y más recientemente la literatura, la plástica y la cinematografía de creadores como Élmer Mendoza, Luis Estrada y Teresa Margolles develan el sentido y la función social del crimen en México. A diferencia de autores como Fuentes, Revueltas y Paz, para quienes la violencia y lo terrible expresan cierta esencia de lo mexicano, Héctor Domínguez Ruvalcaba sostiene que la criminalidad ha de interpretarse a partir de la incompetencia del Estado y como forma de control social. Pone así al descubierto un México donde las leyes son irrealizables desde la invención misma del país, y donde la criminalidad constituye a la vez rebelión y contención social. He aquí un mundo donde el crimen se imprime en figuras de masculinidad, en cuerpos rotos, en muertos anónimos y excluidos de la memoria, en feminicidios y otras violencias de género. Un mundo que narrativiza la corporeidad de la violencia. Leer...


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5. México 2020

Hace casi 20 años, Rossana Fuentes Berain se preguntó por primera vez cómo llegaría México al año 2020; cuál sería su rostro económico, social y urbano en esa fecha. En este libro, la periodista y académica evalúa las cuatro opciones de futuro que propuso entonces y advierte que hoy se han reducido a dos, que estamos ante un “volado histórico”: o encontramos una manera de ejecutar las reformas estructurales y sumarnos a la revolución digital evitando la corrupción, con lo que México llegaría a 2020 convertido en un país moderno, productivo y más igualitario, o fracasamos en ese intento y lo hará sumergido en la violencia y la informalidad. La moneda está en el aire; estas páginas te ayudarán a interpretar (no adivinar) de qué cara será más probable que caiga, y a diseñar un plan de acción personal en función de ese contexto, para que te construyas el mejor futuro posible. Leer...                   

Imagen relacionada6. Pensiones en México 

México ha engendrado una bomba de tiempo por las pensiones públicas, cuya insolvencia puede poner en jaque a las finanzas de los tres niveles de gobierno esta década. El estudio, soportado en datos oficiales y valuaciones actuariales, nos recuerda que la deuda por pensiones ya rebasa el 100% del Producto Interno Bruto, lo que representa más de tres veces la deuda pública total y más de diez veces la base fiscal del país.

El autor propone detalladamente «un replanteamiento fundamental de la seguridad social hacia un sistema de derechos universales, complementado con sistemas de reparto o de contribución definida fondeados por patrones y trabajadores». Lo anterior, bajo la premisa fundamental que «los déficit pensionarios son responsabilidad de los patrones públicos y sus trabajadores, no de los contribuyentes». Vásquez Colmenares -experto en seguridad social y pensiones- habla del tema sin tapujos buscando contribuir a desactivar este enorme desequilibrio y evitar para México un desenlace trágico como el que se vive hoy en varios países de Europa. Resolver el tema de las pensiones es un reto donde, o todos ponemos… o todos perdemos. Leer...




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7. La nueva tragedia de México: la reforma energética

La madrugada del 11 de diciembre de 2013, el gobierno de Enrique Peña Nieto —con el voto de los senadores del PRI, de sus aliados del PAN y otros partidos— consumó, de manera apresurada, una reforma constitucional que se traduce en uno de los mayores despojos de los bienes de la nación.

A partir de este hecho, Dolores Padierna ofrece una radiografía del principal proyecto de Peña Nieto como presidente, al mismo tiempo que advierte que este modelo, además de incrementar los niveles de pobreza y desigualdad entre los mexicanos, ha colocado a nuestro país en una situación de vulnerabilidad, no sólo en materia energética, sino en gobernabilidad, sustentabilidad ambiental y seguridad nacional.

Sin ninguna concesión, la autora aporta elementos fundamentales para la reanudación de un debate impostergable, en el que la ciudadanía no puede quedar al margen. Leer...


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8. El libro negro de la izquierda mexicana

¿Qué define a la izquierda mexicana reciente? ¿Rosario Robles entregando las llaves de la Ciudad de México a Fidel Castro? ¿Andrés Manuel López Obrador tomando Reforma durante meses en 2006? ¿Los grotescos episodios protagonizados por personajes como Juanito, Ponce o Bejarano? ¿La derrota de la inteligencia frente a la ideología que sufren algunos furibundos militantes del gremio intelectual, al aplaudir sin matices al caudillo –léase subcomandante o candidato presidencial– en turno? Pareciera que esta corriente política –que se supone considera fundamental el pensamiento crítico y libertario– es incapaz de efectuar una revisión de conciencia profunda y comprometida. El libro que tiene entre las manos esboza una biografía de la izquierda: un retrato de familia donde sus ilustres miembros, de un modo u otro, se han esmerado por aportar algún escándalo al anecdotario familiar. En el camino dejaron sin opciones de voto a muchos ciudadanos convencidos de que una izquierda razonable puede y debe gobernar este país… pase y deprímase un poco. Si puede, diviértase también. Leer...


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9. El poder en el Trópico


Ya sabemos que el medio físico no es determinante de los procesos políticos y sociales, pero tengamos presente que en esta porción del territorio del país, lo más tropical de México, los ríos se desbordan, el cielo es proclive a la tempestad, los verdes se amotinan y el calor de la primavera o la ardiente canícula encienden las pasiones de los hombres y hacen brotar con facilidad la ruda franqueza… Leer...





Con información de Alejandra Arévalo
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Michael Moore: Les dije que ganaría Donald Trump


El cineasta estadounidense Michael Moore publicó en el periódico electrónico The Huffington Post que Donald Trump sería el próximo presidente de los Estados Unidos. El multipremiado artista, simpatizante con las políticas de izquierda, lamentó ser el portador de las malas noticias y deseó que su predicción fuera errada. Sin embargo, en el artículo publicado el pasado 28 de julio, Moore dio un análisis basado en cinco razones por las que consideraba que Trump llegaría a la Casa Blanca.


Texto íntegro publicado por Michael Moore:


Siento ser el que dé las malas noticias, pero ya les advertí el pasado verano cuando dije que Donald Trump sería el candidato republicano a la presidencia. Y ahora traigo unas noticias aún peores y más deprimentes: Donald J. Trump va a ganar las elecciones en noviembre. Este ignorante, peligroso y miserable payaso a tiempo parcial y sociópata a tiempo completo será el próximo presidente de Estados Unidos. Presidente Trump. Vamos, vayan practicando, porque será así como nos tendremos que dirigir a él durante los próximos cuatro años.

En mi vida he deseado tanto estar equivocado como ahora.

Me imagino lo que estén haciendo ahora mismo. Están negando con la cabeza y mientras piensan: “No, Mike, no va a ganar”. Por desgracia, viven en una burbuja con una cámara de resonancia acoplada en la que tanto ustedes como nuestros amigos están convencidos de que los estadounidenses no van a elegir como presidente a un idiota. Van alternando entre la sorpresa y la mofa por su último comentario o por su actitud narcisista ante todo, porque todo gira a su alrededor. Y después escuchan a Hillary y ven a la que sería la primera mujer en un cargo así en Estados Unidos, una persona respetada, inteligente y que se preocupa por los niños, que continuará con el legado de Obama porque eso es claramente lo que quieren los estadounidenses, cuatro años más de esto.

Tienen que salir de esa burbuja inmediatamente. Tienen que dejar de negar lo evidente y enfrentarse a la verdad que en el fondo saben que es muy real. Intenten permanecer tranquilos con datos –el 77% del electorado son mujeres, personas de otras razas y jóvenes de menos de 35 años, ¡y Trump no puede ganar por mayoría en ninguno de esos sectores!– o con lógica –¡la gente no va a votar a un bufón ni en contra de sus intereses!– es la manera que tiene el cerebro de protegerse de una situación traumática.

Como cuando oyes un ruido extraño en la calle y piensas: “Ah, es que habrá reventado una rueda”, o “¿quién anda tirando petardos?” porque no quieres pensar que lo que acabas de oír es un disparo. Es la misma razón por la que todas las noticias iniciales y testigos del 11 de septiembre decían en los primeros momentos que “un pequeño avión se había estrellado por accidente contra el World Trade Center”.

Queremos -necesitamos- tener esperanza porque, francamente, la vida ya es lo suficientemente dura y bastante hay que luchar entre sueldo y sueldo. No podemos con muchas más malas noticias. Por lo tanto, nuestro estado mental vuelve al estado predeterminado cuando se hace realidad algo aterrador. Las primeras personas arrolladas por el camión en el atentado de Niza pasaron sus últimos minutos de vida pensando que el conductor del camión simplemente había perdido el control del vehículo, haciéndole señas y gritándole que tuviera cuidado y que había gente en la acera.

Queridos amigos, esto no es un accidente. Es la realidad. Y si creen que Hillary Clinton va a ganar a Trump con datos, inteligencia y lógica, es que no saben nada de las 56 primarias en las que 16 candidatos republicanos probaron con todo, sacaron todos sus ases de la manga y no pudieron hacer nada para detener al gigante de Trump. A día de hoy, tal y como están las cosas, creo que va a ganar; y, para lidiar con ello, necesito que primero lo reconozcan y quizá después podamos encontrar una manera de salir de este embrollo en el que nos hemos metido.

No me malinterpreten. Tengo muchas esperanzas puestas en el país en el que vivo. Las cosas están mejor. La izquierda ha ganado las guerras culturales. Los homosexuales pueden casarse. La mayoría de los estadounidenses adoptan la postura liberal en las encuestas: en el sueldo igualitario para hombres y mujeres, en que el aborto debería ser legal, en la imposición de unas leyes medioambientales más severas, en un mayor control de las armas, en la legalización de la marihuana. Se ha producido un gran cambio: que les pregunten a los socialistas que han ganado en 22 estados este año. Y no me cabe duda de que si la gente pudiera votar desde el sofá en su casa a través de la Xbox o de la PlayStation Hillary ganaría por goleada.

Pero en Estados Unidos las cosas no funcionan así. La gente tiene que salir de casa y esperar una cola para votar. Y, si viven en barrios pobres, con mayoría de negros o de hispanos, no solo tendrán que hacer una cola más larga, sino que se hará todo lo posible para evitar que vayan a votar.

Así que en la mayoría de las elecciones es difícil que el porcentaje de participación llegue siquiera al 50%. Y ahí yace el problema de noviembre: ¿quién va a conseguir que los votantes más motivados acudan a las urnas? Saben la respuesta a esa pregunta. ¿Quién es el candidato con los simpatizantes más furibundos? ¿Quién tiene unos fans capaces de levantarse a las cinco de la mañana el día de las elecciones y de ir molestando todo el día hasta que cierren las urnas para asegurarse de que todo hijo de vecino vote? Efectivamente. Ese es el nivel de peligro en el que nos encontramos. Y no se engañen: ni los persuasivos anuncios de televisión de Hillary ni el hecho de que se le desenmascare en los debates ni que los libertarios le quiten votos van a servir para detener a Trump.


Estas son las cinco razones por las que Trump va a ganar:


1. El Brexit del medio oeste de Estados Unidos. Creo que Trump va a centrar gran parte de su atención en los cuatro estados azules de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Cuatro estados tradicionalmente demócratas, pero que han elegido a gobernadores republicanos desde 2010 (Pensilvania es el único que finalmente ha elegido a un demócrata ahora).

En las primarias de Michigan de marzo, 1,32 millones de habitantes votaron a los republicanos frente a los 1,19 millones que votaron a los demócratas. Según las últimas encuestas de Pensilvania, Trump va por delante de Hillary; y en Ohio están empatados. ¿Empatados? ¿Cómo es posible que esta carrera esté tan reñida después de todo lo que ha dicho y hecho Trump? Quizá se deba a que este ha dicho (y ha dicho bien) que el apoyo de los Clinton al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha ayudado a destruir a los estados industriales de la zona norte del medio oeste de Estados Unidos.

Trump va a machacar a Clinton con este tema y con el hecho de que haya apoyado el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y otras políticas de comercio que han perjudicado a los habitantes de esos cuatro estados. Durante las primarias de Michigan, Trump amenazó a la empresa Ford Motor con que si seguían adelante con el cierre de la fábrica que tenían previsto y se trasladaban a México, pondría un impuesto del 35% a todos los coches construidos en México que se enviaran a Estados Unidos. Música para los oídos de la clase trabajadora de Michigan. Y cuando lanzó otra amenaza a Apple y dijo que les obligaría a dejar de fabricar iPhones en China y a fabricarlos en Estados Unidos todos quedaron embelesados y Trump se llevó una gran victoria que debería haber sido para el gobernador, John Kasich.

La zona que abarca desde la ciudad de Green Bay (Wisconsin) hasta Pittsburgh (Pensilvania) recuerda a la mitad de Inglaterra: rotas, deprimidas y en las últimas funcionan las chimeneas esparcidas por el campo en el esqueleto de lo que antes llamábamos clase media.

Trabajadores amargados y enfadados a los que Reagan engañó y a los que los demócratas -que siguen intentando persuadir de forma deshonesta pero solo quieren aprovecharse de la situación codeándose con banqueros que les puedan extender cheques- abandonaron. Lo que ha pasado con el Brexit en Reino Unido también va a pasar aquí.



Elmer Gantry aparece como Boris Johnson y se limita a inventar para convencer a la gente de que ¡esta es su oportunidad! De acabar con todos, con todos los que hicieron añicos su Sueño Americano. Y ahora Donald Trump, el forastero, ha llegado para limpiarlo todo. ¡No hace falta que estén de acuerdo con él! ¡Es su cóctel molotov personal, el que pueden lanzar a los malnacidos que les hicieron esto!

Y aquí es donde entran en juego los cálculos. En 2012, Mitt Romney perdió por 64 votos electorales. Sumemos los votos electorales de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Son 64. Lo único que Trump necesita para ganar es mantenerse, tal y como se espera, en la franja de estados tradicionalmente republicanos de Idaho a Georgia (estados en los que nunca ganará Hillary Clinton), y ganar en Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. No necesita ganar en Florida, ni en Colorado ni en Virginia. Solo en los cuatro anteriores. Y eso le colocará en la cima. Y eso es lo que va a pasar en noviembre.



2. El último bastión de los hombres blancos enfadados. El gobierno de Estados Unidos que lleva 240 años dominado por hombres llega a su fin. ¡Una mujer está a punto de llegar al poder! ¿Cómo ha podido suceder? Había señales de peligro, pero las ignoramos. Nixon -el traidor del género- impuso la ley por la que, en el colegio, las alumnas deberían tener las mismas oportunidades a la hora de practicar deporte. Y luego les dejaron pilotar aviones comerciales. Y antes de que nos diéramos cuenta, Beyoncé revolucionó el Super Bowl (¡nuestro partido!) con un ejército de mujeres negras que, con el puño en alto, dejaron claro que nuestra dominación había terminado. ¡Dónde hemos ido a parar!


Ese es el pequeño resumen de la mente del hombre blanco en peligro de extinción. Tienen la sensación de que se les escapa el poder de las manos, de que su manera de hacer las cosas ya no es la manera en la que se hacen las cosas. La “feminazi”, ese monstruo que, como dice Trump, “sangra por los ojos o por donde sea”, nos ha conquistado y ahora, después de haber tenido que pasar por ocho años en los que un hombre negro nos ha dicho qué hacer, ¿se supone que tenemos que aguantar ocho años en los que una mujer nos mangonee? ¡Después de eso serán ocho años de un homosexual dirigiendo la Casa Blanca! ¡Y luego transexuales! Ya ven por dónde van las cosas. Para entonces, se les habrán concedido derechos humanos a los animales y el presidente del país será un hámster. ¡Esto tiene que acabar! Así piensan los xenófobos, homófobos y machistas de EE.UU.


3. El problema de Hillary. Seamos sinceros, ahora que estamos entre amigos. Ante todo, déjenme que les diga que me gusta -mucho- Hillary y que creo que le han creado una reputación que no se merece. Pero el hecho de que votara a favor de la guerra de Irak hizo que yo me prometiera que no volvería a votarla. Hasta la fecha, no he roto esa promesa. Por intentar evitar que un protofascista se convierta en nuestro presidente, voy a romper esa promesa. Me entristece pensar que Clinton encontrará la manera de meternos en un conflicto militar. Es un halcón a la derecha de Obama. Pero el dedo psicópata de Trump estará listo para pulsar El Botón, así son las cosas.



Asumámoslo: Trump no es el mayor de nuestros problemas, es Hillary. Es muy impopular: el 70% de los votantes piensan que no transmite confianza ni honestidad.

Representa a la política tradicional y no cree en nada que no sea lo que le haga ganar las elecciones. Por eso estuvo en contra del matrimonio homosexual en su momento y ahora lo defiende. Entre sus mayores detractores se encuentran las mujeres jóvenes, cosa que tiene que dolerle considerando los sacrificios que ha hecho -tanto Hillary como otras mujeres de su generación- y lo que ha luchado para que las generaciones más jóvenes no tengan que aguantar que las Barbaras Bushes del mundo les manden callar y a hacer galletas.

Pero no gusta a los jóvenes, y no hay día que no oiga a un millennial decir que no la va a votar. Ningún demócrata, ni ninguna persona que no apoye a alguno de los dos partidos mayoritarios, se va a levantar emocionado el 8 de noviembre por ir a votar a Hillary como pasó cuando Obama ganó las elecciones o cuando Bernie Sanders era candidato en las primarias. No hay entusiasmo. Y, como estas elecciones solo van a depender de una cosa -de quién atraiga a más gente a las urnas-, Trump lleva las de ganar.


4. El voto deprimido a Bernie Sanders. Dejen de preocuparse por que los simpatizantes de Bernie no votemos a Clinton, porque la vamos a votar. Según las encuestas, el número de seguidores de Sanders que voten a Hillary este año será mayor que el número de simpatizantes de Clinton que votaron a Obama en 2008.

Ese no es el problema. Lo que debería alarmarnos es que cuando el simpatizante promedio de Bernie se arrastre a las urnas el día de las elecciones para votar a Hillary a regañadientes, a eso se le llamará “voto deprimido” (lo que significa que el votante no se lleva a cinco personas con él para que voten también, que no se ha presentado como voluntario para hacer campaña 10 horas al mes de cara a las elecciones y que no contesta con emoción cuando le preguntan por qué va a votar a Hillary: un votante deprimido). Porque, cuando se es joven, se tiene tolerancia cero ante los farsantes y las mentiras. Para la gente joven, volver a la era de Clinton/Bush es como tener que pagar de repente por escuchar música, o volver a usar MySpace o a llevar un teléfono móvil como una maleta de grande.



No van a votar a Trump; algunos votarán a un tercer partido, pero muchos se limitarán a quedarse en casa. Hillary Clinton va a tener que hacer algo para dar a los jóvenes una razón para que la apoyen; y elegir a un señor blanco, viejo, insulso y moderado como candidato a vicepresidente no es el tipo de decisión atrevida que pueda transmitir a los millennials que su voto es importante para Hillary. Que hubiera dos mujeres al frente era una idea interesante. Pero Hillary se ha asustado y ha decidido ir a lo seguro. Otro ejemplo más de cómo Clinton está matando poco a poco al voto joven.

5. El efecto Jesse Ventura. Por último, no descontemos la capacidad del electorado para hacer el mal o para subestimar cuántos millones de ciudadanos se conciben a sí mismos como anarquistas encubiertos una vez que echen la cortina y se dispongan a ejercer su derecho al voto.

Es uno de los pocos sitios que quedan en esta sociedad en el que no hay ni cámaras de seguridad, ni dispositivos de escucha, ni parejas, ni hijos, ni jefes, ni policías, ni siquiera límite de tiempo. Puedes pasarte ahí dentro el tiempo que te apetezca y nadie puede obligarte a hacer nada. Puedes votar al partido que quieras o a Mickey Mouse y al Pato Donald. No hay reglas. Y precisamente por eso y por la ira que tienen algunos contra un sistema político inservible, millones de estadounidenses van a votar a Trump, y no porque estén de acuerdo con él ni porque les gusten la intolerancia y el ego que le caracterizan, sino porque pueden, simplemente.

Para ver el mundo arder y hacer enfadar a papá y a mamá. E igual que cuando estás al borde de las cataratas del Niágara te preguntas por un instante cómo sería tirarse por ahí, habrá muchos a los que les encante sentir que son los que mueven los hilos y que pueden votar a Trump solo para ver qué pasa. Recordemos cuando, en los noventa, los ciudadanos de Minnesota eligieron como gobernador a un ex luchador profesional. No lo hicieron porque fueran estúpidos o porque pensaran que Jesse Ventura era un político célebre o intelectual. Lo hicieron porque podían. Minnesota es uno de los estados más inteligentes del país. Y también está lleno de ciudadanos con gusto por el humor negro, así que para ellos votar a Jesse Ventura fue como hacer un chiste práctico en un sistema político enfermo. Y es lo que va a volver a pasar con Trump.



Cuando me disponía a volver a mi hotel después de participar en el programa especial de Bill Maher sobre la Convención del Partido Republicano en la cadena HBO, un hombre me paró por la calle. “Mike”, me dijo, “tenemos que votar a Trump. Tenemos que cambiar las cosas”. Eso fue todo. Para él, era suficiente. “Cambiar las cosas”. De hecho, es lo que Trump haría, y a gran parte del electorado le gustaría ser espectador de ese reality show.
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