El brit rock de Wishbone Ash vuelve a escena

Prog'n'roll jazz y más... | Por Carlos Progduck | 


La banda inglesa Wishbone Ash goza de una buena reputación, así como de una larga discografía que comenzó en 1970 y recorre géneros como el folk, el hard, el blues y el progresivo. Este año han publicado su vigésimo octavo álbum de estudio: Coat Of Arms en el que nos muestran sus facetas estilísticas con un tono de aire refrescante donde se aprecian una sección rítmica intuitiva e ingeniosa, riffs altamente técnicos de guitarras gemelas y una vocalización acorde a las canciones.

Definitivamente un álbum de más de 61 minutos equilibrados, estilísticamente diversos y con un logro técnicamente elegante que fortalece la tradición de esta banda.

Consideremos que será uno de esos álbumes que este año llegará al gusto de las mayorías por el cúmulo de cualidades en el invertidas.

Descubramos dichas cualidades y que la música sea y permanezca entre nosotros.





Alineación:
- Andy Powell / voz, guitarra
- Mark Abrahams / guitarra
- Bob Skeat / bajo
- Joe Crabtree / batería

 

Los mensajes de las montañas


Timelapse México lleva un rato compartiendo hermosas vistas de nuestra orografía. Entre sus múltiples exploraciones montañosas, han trabajado en una nueva e imperdible entrega, se trata de una mini serie en la que el equipo entabla conversaciones y acompaña al joven corredor de montaña Santiago Carsolio en sus expediciones por las más entrañables elevaciones y sinuosos terrenos. 

Santiago decidió recorrer los mismos espacios que sus padres y hermanos, pero a gran velocidad. Su profundo respeto por la naturaleza es el origen de su disciplina. Cree firmemente que compartir esta visión con otras personas, es la mejor manera de conservar lo que ama. 

Atendiendo a un llamado que sintió de manera muy personal, Santiago corre y a su paso escucha los sonidos de esas colosales formas que cobra la tierra. Cada capítulo conduce a los espectadores por los mensajes que tres montañas han compartido en sus diversos recorridos a este hijo de las montañas. 

El equipo de Timelapse México cuenta que “la expedición nos llevó al Iztacíhuatl, Chicnauhtécatl y Citlaltépetl. Cada uno incomparable en paisaje y atmósfera, o como a Santiago le gusta verlo, en personalidad. Descubriríamos cuán distintas experiencias nos legaría cada volcán”. Y por si fuera poco, el motivo que da origen a este esfuerzo en el que se encuentran el deporte y lo ritual, es la relación que Santiago sostenía con su hermano y que parece prolongarse, aún con su ausencia, a través de sus exploraciones escarpadas. 

Esa necesidad de compartir viene de los aprendizajes obtenidos en sus recorridos compartidos y en solitario, “antes pensaba que uno tenía que ser adulto ya con canas y muy maduro para compartir, pero uno de los mejores maestros de vida fue mi hermano y era más joven que yo”, dice. 

Así, con una pasión muy profunda por compartir las enseñanzas de los volcanes más allá de sus alturas, ha sido un punto de partida en la realización de este proyecto del que podrás seguir cada episodio en el canal de Vimeo de Timelapse México y en el que, ante las inclemencias de clima, se dio, como relatan “compartiendo amaneceres, noches de frío, cimas y gomitas”.


Santiago Carsolio - Capítulo 1: Iztaccíhuatl from Timelapse Mexico on Vimeo.
Santiago Carsolio - Capítulo 2: Xinantécatl from Timelapse Mexico on Vimeo.
Santiago Carsolio - Capítulo 3: Citlaltépetl from Timelapse Mexico on Vimeo.

Día del libro en México, ¿el país que no lee?

Por Sergio Martínez


La lectura en nuestros días es un hábito mal valorado, incluso despreciado por la mayoría de los estudiantes y la sociedad. En general en la educación escolar en todos sus niveles, la lectura se ve como una carga, y no como una herramienta para adquirir conocimiento o como ejercicio de esparcimiento. Gómez (citada en Gutiérrez & Montes de Oca s/f) define la lectura “como un proceso interactivo de comunicación en el que se establece una relación entre el texto y el lector, quien al procesarlo como lenguaje e interiorizarlo, construye su propio significado. En este ámbito, la lectura se constituye en un proceso constructivo al reconocerse que el significado no es una propiedad del texto, sino que el lector lo construye mediante un proceso de transacción flexible en el que conforme va leyendo, le va otorgando sentido particular al texto según sus conocimientos y experiencias en un determinado contexto”.

Según estadísticas publicadas por la UNESCO en el año 2000, en México se leían en promedio 2.8 libros al año por habitante, lo que colocaba al país en el penúltimo lugar de una lista de 108 naciones,[1] cifra sumamente alejada de los 25 libros que recomienda leer este organismo, y del promedio de lectura de países como Canadá, Finlandia o Noruega, que ocupan los primeros lugares de lectura per cápita con 47 libros leídos al año.  En el 2012 la Encuesta Nacional de Lectura (ENL) ilustró que una década después, los hábitos no habían cambiado; los mexicanos leían al año un promedio de 2.9 libros por habitante. Esta misma encuesta demostraba que en comparación con 2006, el índice de lectura en el país había disminuido diez por ciento; cifra que coincidía con los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que establecen que de 2000 a 2009 el índice de lectura referente al segmento de alumnos de 15 años y más que leen por placer, descendió diez puntos porcentuales. La ENL señala que las principales causas para no leer son la falta de tiempo, las actividades recreativas y la falta de gusto. Los datos del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE 2018 (PISA, por sus siglas en inglés), establecen que los estudiantes mexicanos obtuvieron un puntaje bajo el promedio OCDE en lectura, matemáticas y ciencias. En México, solo el 1% de los estudiantes obtuvo un desempeño en los niveles de competencia más altos (nivel 5 o 6) en al menos un área (Promedio OCDE: 16%), y el 35% de los estudiantes no obtuvo un nivel mínimo de competencia (Nivel 2) en las 3 áreas (promedio OCDE:13%). Según datos del INEGI, referentes al Módulo sobre lectura (MOLEC) 2019, en los últimos cinco años, el porcentaje de población que leyó algún material considerado por el MOLEC presentó un decremento cercano a los 10 puntos porcentuales: 84.2% en 2015 contra 74.8% en 2019.

Diversos estudios, señalan que casi el 50 por ciento de los estudiantes mexicanos de educación media superior y superior dedican entre una y cinco horas a la semana a la lectura de textos escolares, y casi el 22 por ciento dedican entre cinco y diez horas a la semana a la misma actividad. En este mismo sentido, Lomelí señala que “la generalidad de los estudiantes lee. Pero lee sólo lo que le es obligatorio por la institución educativa misma. Es decir, el aliciente a la lectura rara vez va más allá del que impulsa la coerción de los sistemas de enseñanza: si no lees, te repruebo. Esto, por descontado, es un fracaso estrepitoso de la enseñanza en México”. Infiriendo estas cifras podemos establecer que el 28 por ciento de los estudiantes antes referenciados no lee, o lee lo mínimo para realizar sus trabajos escolares.

Vargas (2012) apunta que “los bajos índices de comprensión lectora que padecemos en México, y por tanto la pobreza de vocabulario, tienen su origen en la infancia. Por eso es necesario promover un mejor acercamiento a la lectura desde los primeros años. Hay una riqueza enorme de la lengua que no se está utilizando, y un medio fundamental para mejorarla es la lectura”. Lomelí (s/f) establece que en México no se lee “porque, aunque todos dicen que es bueno leer, parece inútil”. Las causas de la poca lectura en el país son multifactoriales, Zaid (citado por Argüelles s/f) da un poco de luz al respecto: “Hay millones de personas con estudios universitarios. Por mal que estén económicamente, pertenecen a la capa superior de la población. Pues bien, estos millones de personas superiores en educación y en ingresos, no dan mercado para más de dos o tres mil ejemplares por título, o mucho menos. Y si las masas universitarias compran pocos libros, ¿para qué hablar de masas pobres, analfabetismo, poco poder adquisitivo, precios excesivos? El problema del libro no está en los millones de pobres que no saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir. Publicar es parte de los trámites normales en una carrera académica o burocrática. Es como redactar expedientes y formularios debidamente llenados para concursar. Nada tiene que ver con leer y escribir. Leer es difícil, quita tiempo a la carrera y no permite ganar puntos más que en la bibliografía citable. Publicar sirve para hacer méritos. Leer no sirve para nada: es un vicio, una felicidad”. Argüelles (s/f) expone, “Existe un analfabetismo cultural (que es algo mucho más que funcional) representado por las personas que aun sabiendo decodificar una palabra, una frase, una oración, un párrafo, una página, al mismo tiempo no sólo carecen del hábito de leer sino que, además, no creen que la lectura cotidiana de libros constituya una experiencia digna de disfrutarse. Leer no es un ejercicio muy popular en el mundo, y leer buenos libros es todavía más impopular lo mismo en México que en otros países, con la única diferencia de que en los países ricos la población culta es más amplia, el tiempo del ocio más prolongado y mejor invertido y la tradición editorial y literaria más respetada y estimada”. Otra arista del problema es la poca o nula alimentación del habito de la lectura desde la niñez, los padres no les leen a sus vástagos; esto sumado a los precios actuales de los libros nos podría explicar los bajos niveles de lectura en el país.

Este problema de falta de interés en la lectura se ha convertido en un lastre para la sociedad mexicana, ya que no tener el hábito de la lectura genera atraso educacional, de formación académica y humana, lo que afecta  directamente en el individuo; “ya que sin una capacidad lectora plenamente desarrollada, los individuos y estudiantes no alcanzan un nivel básico de eficiencia, pues fallan en demostrar rutinariamente habilidades y conocimientos que les permitan afrontar retos del futuro, así como en analizar, razonar y comunicar ideas de manera efectiva y en su capacidad para seguir aprendiendo a lo largo de su vida”.[2]

Ante este panorama se pudiera pensar que en México no existe un orden jurídico que norme y estimule el ejercicio de la lectura, sin embargo existe la Ley de fomento a la lectura y el libro; en 27 apartados articula, cómo y quiénes son los encargados de fomentar la lectura. También existen (y han existido por lo menos en los últimos veinte años) diferentes programas e iniciativas públicas y privadas para fomentar la lectura: Hacía un País de Lectores, México Lee, Plan Nacional para la Educación Básica, Salas de Lectura, Diviértete leyendo, A leer, entre otras. Sin embargo, todo esto no ha servido en lo absoluto para sembrar en la niñez, estudiantes y ciudadanía el hábito de la lectura.

A pesar de que existen los diversos talleres de lectura antes mencionados a nivel institucional en el sector privado y público, y teniendo una cobertura nacional, estos esfuerzos no han acercado a la población al placer y práctica de la lectura. Castillo (2012) alude el fracaso de estos programas y talles a diferentes causas; poca efectividad por burocracia, falta de diseño de acuerdo a las necesidades específicas del público receptor, cambio de régimen político, falta de promoción, poco o nulo presupuesto, desvirtuación de los objetivos y/o metas de los programas, falta de profesionalismo o preparación de los impartidores; pero principalmente una cadena de falencias en la organización estratégica, operatividad, implantación y evaluación de los proyectos, además de una completa desarticulación entre todos los esfuerzos de la promoción de la lectura. Por la misma no sólo se llega al conocimiento y dominio de la teoría y la técnica, sino se estimula el desarrollo, la conciencia, la crítica, alimenta las habilidades cognitivas, mejora la comunicación oral y escrita; además al leer, el lector se apropia del conocimiento, lo hace suyo para edificarse a sí mismo. Es un punto de reflexión y diversión a la vez. 

Vargas (2010) dice sobre la lectura: “gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas.

Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola. Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.

La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectivo, el alma, el sentido”.




Bibliografía
Argüelles, J. (s/f) Los usos de la lectura en México. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.uaemex.mx/plin/colmena/Colmena35-36/Aguijon/Arguelles.html
Avilés, K. (2012) México, uno de los países de la OCDE donde más bajó la lectura por placer. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.jornada.unam.mx/2012/02/16/sociedad/047n2soc
Camacho, F. (2011) Los bajos índices de lectura generan pobreza de vocabulario: especialista. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.jornada.unam.mx/2011/11/14/sociedad/041n2soc 
Castillo, L. (2012) De los programas de Fomento a la lectura en México. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.gestioncultural.org.mx/revista/04/A2-N4-Castillo.pdf  
Felipe, L. (s/f) ¿Por qué no leen, los que no leen? Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.fundacionpreciado.org.mx/biencomun/bc162/L_Lomeli.pdf   
Fundación Mexicana para el Fomento de la Lectura (2012) Encuesta Nacional de Lectura 2012. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://observatorio.librosmexico.mx/files/enc-nac-lec-2012.pdf
Gutiérrez, A.; Montes de Oca R. (s/f) La importancia de la lectura y su problemática en el contexto educativo universitario. El caso de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (México). Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://rieoei.org/RIE/article/view/3265
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2019) Población lectora en México con tendencia decreciente en los últimos cinco años. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2019/EstSociodemo/MOLEC2018_04.pdf
Ley de fomento a la lectura y el libro (2008) Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LFLL_190118.pdf
Montaño, E. (2012) Decrece en México el número de lectores, según encuesta. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.jornada.unam.mx/2012/11/28/cultura/a05n1cul
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (2018) El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.oecd.org/pisa/publications/PISA2018_CN_MEX_Spanish.pdf
UNESCO. World Education report 2000: The right to education: towars education forall throughout life. París: UNESCO Publishing, 2000. 178 p.
Vargas, M. (2010) Elogio de la lectura y la ficción. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160304/asocfile/20160304095428/rev120_MVargasLlosa.pdf
Yunes, E. (2005) Políticas públicas de lectura: modos de hacerlas. Consultado en línea (23 de abril de 2020): www.oei.es › politicas_publicas_lectura_yunes




[1] UNESCO. World Education report 2000: The right to education: towars education forall throughout life. París: UNESCO Publishing, 2000. 178 p.

[2] Gutiérrez, R.; Montes de Oca R (s/f) La importancia de la lectura y su problemática en el contexto educativo universitario. El caso de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (México).

Letrinas: Introspectiva de un concierto lejano

Por Christian Sainos


Eran las 7:30 cuando subí al microbús; tuve que soportar durante el largo viaje (vivo bastante alejada de lo que llaman civilización) el delicado perfume de mi vecino de asiento, el cual podría jurar era mecánico, ¿por qué?, no sé, corazonadas… (aunque creo que el ácido hedor que emanaba de sus poros, la playera roída del PRI con manchas de grasa, salsa verde, frijoles y diesel me predispuso). Juro que trataba de no prestarle atención; ni a él, ni al par de señoritas sesentonas que venían comentando muy “disimuladamente” lo puta que me veía… que si “las medias de red” que si “en sus tiempos las muchachitas eran decentes”, que “si mi madre me viera…”

¿Si mi madre me viera?… me pregunto cómo hubiera sido. A veces, en mis fantasías, llego a casa y ella me espera feliz, me mira detenidamente, sugiere retocar mi maquillaje.

- El lipstick negro cuando comienza a desvanecerse ¡se ve fatal!

Y me presume el nuevo corset de vinil que una amigo suyo del Chopo le consiguió ¡baratísimo!

Sí, creo que así hubiera sido mi madre… ¡habría sido la cuarentona mas sexy de la colonia!, habría ido conmigo al concierto de Goethes Erben, y seguramente hubiera gritado como una loca al ver a Sean Brennan destrozar el circo volador con su Sacrifice… Sí, definitivamente doña Alicia está mal, esa anciana no sabe nada de mi madre; mucho menos de mí.

Ya no quiero escuchar tanta incoherencia, me pongo los audífonos y dejo que Indovina haga lo suyo: I bleed for youu… Sí, creo que es lo mínimo que podría hacer por ti.

Súbitamente: impacto con otro microbús.

El efecto resorte que sufren todos los cuerpos de la unidad sesenta y seis me obliga a volver a la realidad. Ahí sigue el presunto mecánico, aún no se bajan doña Alicia y su comadre, el escuincle de la señora de adelante no ha dejado de chillar…

Por salud mental bajo del micro, además el Instituto Cultural Poblano queda a sólo cuatro calles de aquí.

¿Por qué todas las tocadas serán en el ICP? No se, pero de cualquier forma ese lugar me gusta.

Por fin llego a mi destino. Cruzo el lobby.

Algunos contemplan la exposición pictórica de algún desconocido. Miro a mi alrededor, ¿en qué punto de la historia ser dark se convirtió en moda?…

A ese vieja yo la conozco, iba conmigo en la prepa y afortunadamente nunca me habló, obvio porque su “selecto” grupo de amigas fresas no se lo permitirían. Tan sólo la semana pasada la vi en Angelópolis ligando… Pero, por lo que veo ahora es toda una “bruja”.

Es desagradable ver a tanta gente vestida de negro reunida en el edificio que alguna vez fuera penitenciaría del estado… años después estos también son presos, pero de su propia necesidad de aceptación.

- Ahora soy un número, un número “oscuro”, pero finalmente, parte de la maldita estadística -.

Ya no importa, me trago mi complejo de “uniformidad” y concentro mis pensamientos en la banda que tocará; son buenos, a mí realmente me late su concepto aunque digan que es medio fresón, lo más chido es que son una banda local consagrada.

Supongo que mamá se estaría quejando en este momento, diría que en sus tiempos la oscuridad era un compromiso, no una moda, que era una verdadera forma de vida…

Suspiro.

- Mamá siempre fue una aferrada -.

Prendo un cigarro.
- En estos tiempos es más fácil conseguir mota que un cigarro que no sea pirata-.

Alboroto, gritos desaforados. El vocalista de la banda estelar sale al patio a dar autógrafos…

Gran número de brujas y vampiresas de no más de dieciséis años corren hacia él.

Sacan fotos, piden el autógrafo obligado y una de ellas temerariamente propina senda mordida en el nada poco codiciado trasero del ídolo. Su manager (que también es la fotógrafa oficial y esposa) ¡casi mata a la intrépida grupi! Seguridad interviene y la audaz caníbal es expulsada del concierto. Sus amigas protestan por la agresiva reacción de la “manager”.
– Si yo fuera ella supongo que habría hecho lo mismo –.

A pesar de los cuarenta y tantos que se carga ese güey aun levanta pasiones…

¿Cómo habrá estado hace veinte años?

Mi madre estaría divertidísima con la situación; ella los conoció en ese entonces, de hecho creo que hasta la fecha les debe un cartón de chelas… Sólo espero que las deudas no sean hereditarias.

Por fin comienza el concierto, la banda telonera: Endless Grief, creo que son de Monterrey.

Sí, aún recuerdo que mamá vestía de negro; se ve chida en esa foto que le sacaron con Pilar, la vocalista de Endless…

Cuarenta y cinco minutos después el escenario se llena con la elegancia y fuerza de Excecror Vecordia, ¡esa banda me encanta! Suenan pocamadre en vivo; mejor que en el demo que tenía mamá.

Dicen los que saben que yo fui procreada después de un concierto de Excecror. Papá no quería ir, el prefería el ska…

Toca el turno a Erzebeth.

Canceló.

El intento de ser humano parado en el escenario argumenta que fue por causas de fuerza mayor. Rechiflas y botellazos al escenario.

Algunos comentan molestos: seguramente uno de los clásicos aires de diva de la vocalista. Aunque de buena fuente sé que se le atoró una espina de pescado en la garganta y fue llevada de urgencia al hospital.

Quizá muera.

Cuando mi padre decidió volverse “oscuro” se volvió fan también de Erzebeth. Mamá los detestaba eso explica porqué nunca escuche nada de ellos...

La cancelada actuación da paso a la banda estelar.

Los ánimos se encienden, la gente grita cuando el bajista con su aire peculiar, como escapado de alguna película de Tim Burton, saluda al público que impaciente espera.

Mamá era especial, amaba el arte, tocaba el violín, gustaba de la literatura, los hombres y el buen whisky…

El reflector ilumina el demacrado semblante de la tecladista.

Chiflidos y vulgares piropos masculinos llenan el patio poligonal, a los que ella contesta sin mayor emoción con una seña obscena. Esto prende aún más al público que ansioso clama que comience el show.

Mi primer concierto fue en noviembre del dos mil dos, Ataraxia vino a Puebla, mamá estaba embarazada de mí…

Una larga cabellera negra es el marco perfecto para pálido rostro que hace acto de presencia en el escenario, sus delgadas blancas y largas manos aprisionan el micrófono, su belleza etérea hechiza el lugar.

La gente enloquece…

Mamá tenía una linda sonrisa de foto, un día ella se durmió. Yo quería jugar…

Las miradas ahora se concentran en una andrógina y esbelta silueta. Los gritos femeninos recuerdan el último concierto de aquel famoso cantante pop…

A mami le gustaba el cine gore, vimos la serie completa de Trauma juntas… no sé por qué pero, creí que sería divertido…

¡Es “L4 Pet1t M0rt3” y están de vuelta en el lugar que los vio debutar hace tantos años atrás! Un orgasmo masivo se siente en el aire. Los cuerpos se mecen al compás del synth-pop-goth-glam hecho en Puebla.

No cabe duda que por algo son una de las mejores bandas a nivel internacional.

Cuando corté su cuello la sangre brotó a chorros ¡como en las películas!

Era muy roja... ¡ y caliente!
Pero mamá no reía…

La música envuelve los centenares de almas reunidas en ese viejo edificio cultural. Luces de colores bañan la silueta femenina que con etéreos sonidos hechiza a la multitud…

El concierto terminó.

Todos se dispersan.

Ataraxia los reunió en el marco del Festival Internacional de Puebla, emisión dos mil dos.

Seres oscuros ahora deambulan por la Puebla de noche; instantes atrás comulgaban con esas delirantes notas, ahora vuelven a sus rutinas mortales.

Ella camina pensativa. Se sabe parte de una escena incipiente; quizá inexistente.

Viste en terciopelo negro. Está embarazada y no sospecha lo que el futuro traerá…


Chrys Sainos *2004


Letrinas: El pretérito

Por Adriana Fabian Galicia
Foto: CordonPress



Que si es perfecto o imperfecto, perfecto compuesto,  anterior o quién sabe qué más. El pretérito es... dos puntos y redoble de tambores:
    
- Los recuerdos-

Con tantos tipos, con un nombre diferente, parece tornarse complicado. Cuando simplemente hablamos del pasado.  (Empero, no soy lingüista). A mí me complica pero no precisamente la conjugación.

He pensado en el pasado, en el pasado llamado hace unos meses, hace una semana, hace apenas unos cuantos días. No es que me encasillen en el pasado o me niegue a vivir el presente. Es más bien, una especie de confusión, asombro, admiración; básicamente estoy perpleja. Todo en las noticias es sobre un virus, sobre este y sus efectos, pero no sólo en el cuerpo sino en el mundo. Ante nuestros ojos se  ejemplifica el efecto mariposa, acompañado de su buen amigo el efecto dominó y todos los demás que están por venir.

Las circunstancias para todos los que nos rodean son completamente un desajuste para la vida diaria. Los planes y proyectos son tan maleables como un pedazo de papel, pues, aunque no literal, si parecen ser tomados por la mano de [algún ente supra terrenal o el ser que cada quien quiera suponer] para hacerlo bolita y aventarlo muy muy lejos.

¿Qué hacemos? ¿Comer papitas y ver Netflix? ¿Limpiar desenfrenadamente y ver noticias todo el día? ¿O salir a la calle porque no hay otra alternativa? Lo cierto es que no  debemos ser tan duros con nosotros mismos o con los demás, cada quien hará con estos días  lo que le convenga o disconvenga.

Afortunadamente, no todo es una tragedia. La vida va a seguir (spoiler seguro cosas peores sucederán). Pero la experiencia de cuarentena, los lunes que parecen domingo, los rincones de la casa que has redescubierto, la convivencia aunque no voluntaria con tu familia, incluyendo mascotas o al menos la educación sobre el correcto lavado de manos nadie nos lo va a quitar.

Si, hace un mes estaba en una plaza comercial, estaba viendo una película, hace un mes abrazaba, tocaba, besaba con total normalidad. Hace un mes las calles estaban repletas de personas, todos iban al trabajo, a la escuela y existía el viernes social.

Definitivamente hoy también será pasado, un recuerdo, la lección que todos necesitábamos. Concentrémonos en convivir con la incertidumbre, nuestro compañero desde que amanece hasta que anochece. Algún día despertaremos, todo será un recuerdo narrado en los libros de texto.

Letrinas: Signos de un tiempo mudo

Por Gema Mateo


Caminé de manera pausada hasta la puerta, como suele ser costumbre por las mañanas; a pesar de que logré desayunar había un vacío en mi estómago que no lograba explicar. 

La calle me recibió inmensa, solitaria, pero con la melodía de algunas aves que intenté buscar sin éxito en las copas de los árboles. Estaba el azul abierto de compañero, esperé encontrar a la señora Juanita, quien se coloca de manera estratégica afuera de la tienda para vender sus deliciosos tamales de dulce, mole y rajas. Pero no la vi, tampoco al señor repartidor de gas que conduce justo a esa hora su vehículo, ni a los infantes que van de la mano con sus padres hacia el colegio. 

Aquello era un cuadro marchito, una afonía que no alcanzaba a pronunciar su rescate; llegué hasta el inicio del metro y nuevamente me recibía el vacío. De repente, haber deseado que por un día todas las personas desaparecieran no era buena idea. Es que no dejaban de contaminar, no se detenían a admirar la marea invisible que traza el viento cuando mueve las flores de las jacarandas. 

Al no haber persona alguna decidí caminar para llegar a mi destino, después de todo nadie me iba a mirar con desagrado por la forma en que vestía, cierta liberación se instaló en mi mente, no tenía por qué sentirme mal; seguro aprenderían después de esta lección, cuando por la noche volviera a desear que regresaran. 

Me detuve en frío cuando pensé en mi madre, ¿acaso también se habría eclipsado en esta dimensión? Saqué el celular de inmediato y la llamé, pero no había señal, miré alrededor y ahí estaba, el silencio acosador, la nada que me envolvía en un mundo de cosas materiales que ya no tenían sentido. 

Corrí con desespero hacia la casa de mi familia, la entrada abierta, como si la última persona no hubiera logrado cerrar la puerta, adentro sólo encontré ecos, crujidos de madera y el ruido de la vieja plomería. Quise dormir, grité en voz alta que ellos regresaran, pero no lo conseguí. 

Así transcurrió la tarde muda, el rayo de luz color naranja que reposaba en mi piel pero que no llegaba a mi corazón agitado y frío. Había sido mi desesperación la que desvaneció toda la población, ella y yo nos habíamos quedado al final, sin poder reconstruir con paciencia todo lo que no funcionaba.

«Alza la Vista» y la introspección de Daniel Dennis

Por Erick Araujo
TW @iamaraujo10

Un sector de la música independiente mexicana ha venido a la alza gracias a propuestas que han dado de qué hablar en todo el país (Ed MaverickBrattyDRIMS); con sonidos, letras y fórmulas muy específicas que les han permitido sobresalir en la nueva industria musical. 

Entre esas propuestas encontramos el folk rock de Daniel Dennis, originario de Tijuana, con dos LP’s en su baraja: “Corre el Tiempo” y “Alza la Vista”. Éste último le ha permitido encontrarse a sí mismo en un viaje lleno de paisajes armónicos, melódicos y reflexivos.

“Alza la Vista” es un álbum donde encontramos que el inicio de este viaje es “Al Horizonte” para hacernos saber que no estaremos perdidos mientras mantengamos la vista hacia el lugar donde queremos llegar. Al Horizonte no sólo representa el inicio del viaje, sino el camino por el cual nos llevarán los acordes de Daniel Dennis.

El segundo track “Lo que tenga que pasar” destaca mucho en principio con percusiones que a lo largo de la canción nos llevan a un punto de algarabía musical y que pase lo que tenga que pasar. El tema concepto “Alza la Vista” es una oda a la vida, muchas guitarras, rock y una lírica que alude a la esperanza en tiempos desoladores, uno de los mejores paisajes de un álbum lleno de vaivenes, pues inmediatamente viene “Ciclo”, que deja atrás la electricidad y con cuerdas más acústicas nos recuerda que es en los ciclos lo natural es volver a empezar.

La introspección es una virtud que está presente en cada una de las letras para el oyente, en lo que fuimos y somos, encontrando “Reflejo de mi Ser” y “Pensando en Hoy”, dos canciones intermedias que mantienen esa elegía intuitiva.

Hace unas semanas, Daniel Dennis estrenó el video oficial de “Otra Noche Sin Dormir”, quizá la canción más destacada del disco y que es imposible dejar pasar por alto.




El final del viaje sólo es el comienzo de algo nuevo… Daniel Dennis cierra este material con un “Día Nuevo” tras haber recorrido paisajes armónicos y otros llenos de contrastes, la historia se renueva al empezar el día con una taza de café y una guitarra acústica, o en nuestro caso, con una buena playlist.

Sin duda alguna esta producción tiene el potencial para situarse como una propuesta fresca en el espectro musical de nuestros días con un estilo folk rock que, entre tanto ruido comercial, siempre se agradece escuchar. Daniel Dennis nos regala “Alza la Vista” no sólo como su viaje en solitario de introspección, sino también nos invita a ser pasajeros de una travesía con caminos que seguramente nos parecerán familiares o cruciales en nuestra vida; ideal para tomarnos un tiempo, pensar y serenar nuestras emociones y, comenzar una nueva historia.

«El huésped», un cuento de Amparo Dávila

Recordamos a la escritora Amparo Dávila con uno de sus extraordinarios relatos. Tremenda cuentista y una de las grandes plumas de la literatura fantástica y de terror que ha dado México.

“Que no muera un día nublado ni frío de invierno” pidió durante la celebración de sus 90 años y, al parecer, su deseo se cumplió: murió en primavera.



El huésped

Nunca olvidaré el día en que vino a vivir con nosotros. Mi marido lo trajo al regreso de un viaje.

Llevábamos entonces cerca de tres años de matrimonio, teníamos dos niños y yo no era feliz. Representaba para mi marido algo así como un mueble, que se acostumbra uno a ver en determinado sitio, pero que no causa la menor impresión. Vivíamos en un pueblo pequeño, incomunicado y distante de la ciudad. Un pueblo casi muerto o a punto de desaparecer.

No pude reprimir un grito de horror, cuando lo vi por primera vez. Era lúgubre, siniestro. Con grandes ojos amarillentos, casi redondos y sin parpadeo, que parecían penetrar a través de las cosas y de las personas.

Mi vida desdichada se convirtió en un infierno. La misma noche de su llegada supliqué a mi marido que no me condenara a la tortura de su compañía. No podía resistirlo; me inspiraba desconfianza y horror. “Es completamente inofensivo” —dijo mi marido mirándome con marcada indiferencia. “Te acostumbrarás a su compañía y, si no lo consigues...” No hubo manera de convencerlo de que se lo llevara. Se quedó en nuestra casa.

No fui la única en sufrir con su presencia. Todos los de la casa —mis niños, la mujer que me ayudaba en los quehaceres, su hijito— sentíamos pavor de él. Sólo mi marido gozaba teniéndolo allí.

Desde el primer día mi marido le asignó el cuarto de la esquina. Era ésta una pieza grande, pero húmeda y oscura. Por esos inconvenientes yo nunca la ocupaba. Sin embargo él pareció sentirse contento con la habita­ción. Como era bastante oscura, se acomodaba a sus necesidades. Dormía hasta el oscurecer y nunca supe a qué hora se acostaba.

Perdí la poca paz de que gozaba en la casona. Durante el día, todo marchaba con aparente normalidad. Yo me levantaba siempre muy temprano, vestía a los niños que ya estaban despiertos, les daba el desayuno y los entretenía mientras Guadalupe arreglaba la casa y salía a comprar el mandado.

La casa era muy grande, con un jardín en el centro y los cuartos distribuidos a su alrededor. Entre las piezas y el jardín había corredores que protegían las habitaciones del rigor de las lluvias y del viento que eran frecuentes. Tener arreglada una casa tan grande y cuidado el jardín, mi diaria ocupación de la mañana, era tarea dura. Pero yo amaba mi jardín. Los corredores estaban cubiertos por enredaderas que floreaban casi todo el año. Recuerdo cuánto me gustaba, por las tardes, sentarme en uno de aquellos corredores a coser la ropa de los niños, entre el perfume de las madreselvas y de las buganvilias.

En el jardín cultivaba crisantemos, pensamientos, violetas de los Alpes, begonias y heliotropos. Mientras yo regaba las plantas, los niños se entretenían buscando gusanos entre las hojas. A veces pasaban horas, callados y muy atentos, tratando de coger las gotas de agua que se escapaban de la vieja manguera.

Yo no podía dejar de mirar, de vez en cuando, hacia el cuarto de la esquina. Aunque pasaba todo el día dur­miendo no podía confiarme. Hubo veces que, cuando estaba preparando la comida, veía de pronto su sombra proyectándose sobre la estufa de leña. Lo sentía detrás de mí... yo arrojaba al suelo lo que tenía en las manos y salía de la cocina corriendo y gritando como una loca. Él volvía nuevamente a su cuarto, como si nada hubiera pasado.

Creo que ignoraba por completo a Guadalupe, nunca se acercaba a ella ni la perseguía. No así a los niños y a mí. A ellos los odiaba y a mí me acechaba siempre.

Cuando salía de su cuarto comenzaba la más terrible pesadilla que alguien pueda vivir. Se situaba siempre en un pequeño cenador, enfrente de la puerta de mi cuarto. Yo no salía más. Algunas veces, pensando que aún dormía, yo iba hacia la cocina por la merienda de los niños, de pronto lo descubría en algún oscuro rincón del corredor, bajo las enredaderas. “¡Allí está ya, Guadalupe!”, gritaba desesperada.

Guadalupe y yo nunca lo nombrábamos, nos parecía que al hacerlo cobraba realidad aquel ser tenebroso. Siempre decíamos: —allí está, ya salió, está durmiendo, él, él, él...

Solamente hacía dos comidas, una cuando se levantaba al anochecer y otra, tal vez, en la madrugada antes de acostarse. Guadalupe era la encargada de llevarle la bandeja, puedo asegurar que la arrojaba dentro del cuarto pues la pobre mujer sufría el mismo terror que yo. Toda su alimentación se reducía a carne, no probaba nada más.

Cuando los niños se dormían, Guadalupe me llevaba la cena al cuarto. Yo no podía dejarlos solos, sabiendo que se había levantado o estaba por hacerlo. Una vez terminadas sus tareas, Guadalupe se iba con su pequeño a dormir y yo me quedaba sola, contemplando el sueño de mis hijos. Como la puerta de mi cuarto quedaba siempre abierta, no me atrevía a acostarme, temiendo que en cualquier momento pudiera entrar y atacarnos. Y no era posible cerrarla; mi marido llegaba siempre tarde y al no encontrarla abierta habría pensado… Y llegaba bien tarde. Que tenía mucho trabajo, dijo alguna vez. Pienso que otras cosas también lo entretenían...


Una noche estuve despierta hasta cerca de las dos de la mañana, oyéndolo afuera... Cuando desperté, lo vi junto a mi cama, mirándome con su mirada fija, penetrante... Salté de la cama y le arrojé la lámpara de gasolina que dejaba encendida toda la noche. No había luz eléctrica en aquel pueblo y no hubiera soportado quedarme a oscuras, sabiendo que en cualquier momento... Él se libró del golpe y salió de la pieza. La lámpara se estrelló en el piso de ladrillo y la gasolina se inflamó rápidamente. De no haber sido por Guadalupe que acudió a mis gritos, habría ardido toda la casa.

Mi marido no tenía tiempo para escucharme ni le importaba lo que sucediera en la casa. Sólo hablábamos lo indispensable. Entre nosotros, desde hacía tiempo el afecto y las palabras se habían agotado.

Vuelvo a sentirme enferma cuando recuerdo... Gua­dalupe había salido a la compra y dejó al pequeño Martín dormido en un cajón donde lo acostaba durante el día. Fui a verlo varias veces, dormía tranquilo. Era cerca del mediodía. Estaba peinando a mis niños cuando oí el llanto del pequeño mezclado con extraños gritos. Cuando llegué al cuarto lo encontré golpeando cruelmente al niño. Aún no sabría explicar cómo le quité al pequeño y cómo me lancé contra él con una tranca que encontré a la mano, y lo ataqué con toda la furia contenida por tanto tiempo. No sé si llegué a causarle mucho daño, pues caí sin sentido. Cuando Guadalupe volvió del mandado, me encontró desmayada y a su pequeño lleno de golpes y de araños que sangraban. El dolor y el coraje que sintió fueron terribles. Afortunadamente el niño no murió y se recuperó pronto.

Temí que Guadalupe se fuera y me dejara sola. Si no lo hizo, fue porque era una mujer noble y valiente que sentía gran afecto por los niños y por mí. Pero ese día nació en ella un odio que clamaba venganza.

Cuando conté lo que había pasado a mi marido, le exigí que se lo llevara, alegando que podía matar a nuestros niños como trató de hacerlo con el pequeño Martín. “Cada día estás más histérica, es realmente doloroso y deprimente contemplarte así... te he explicado mil veces que es un ser inofensivo.”

Pensé entonces en huir de aquella casa, de mi marido, de él... Pero no tenía dinero y los medios de comunicación eran difíciles. Sin amigos ni parientes a quienes recurrir, me sentía tan sola como un huérfano.

Mis niños estaban atemorizados, ya no querían jugar en el jardín y no se separaban de mi lado. Cuando Guadalupe salía al mercado, me encerraba con ellos en mi cuarto.

—Esta situación no puede continuar —le dije un día a Guadalupe.

—Tendremos que hacer algo y pronto —me contestó.

—¿Pero qué podemos hacer las dos solas?

—Solas, es verdad, pero con un odio...

Sus ojos tenían un brillo extraño. Sentí miedo y alegría.

La oportunidad llegó cuando menos la esperábamos. Mi marido partió para la ciudad a arreglar unos negocios. Tardaría en regresar, según me dijo, unos veinte días.

No sé si él se enteró de que mi marido se había mar­chado, pero ese día despertó antes de lo acostumbrado y se situó frente a mi cuarto. Guadalupe y su niño dur­mieron en mi cuarto y por primera vez pude cerrar la puerta.

Guadalupe y yo pasamos casi toda la noche haciendo planes. Los niños dormían tranquilamente. De cuando en cuando oíamos que llegaba hasta la puerta del cuarto y la golpeaba con furia...

Al día siguiente dimos de desayunar a los tres niños y, para estar tranquilas y que no nos estorbaran en nuestros planes, los encerramos en mi cuarto. Guadalupe y yo teníamos muchas cosas por hacer y tanta prisa en realizarlas que no podíamos perder tiempo ni en comer.

Guadalupe cortó varias tablas, grandes y resistentes, mientras yo buscaba martillo y clavos. Cuando todo estuvo listo, llegamos sin hacer ruido hasta el cuarto de la esquina. Las hojas de la puerta estaban entornadas. Conteniendo la respiración, bajamos los pasadores, después cerramos la puerta con llave y comenzamos a clavar las tablas hasta clausurarla totalmente. Mientras trabajábamos, gruesas gotas de sudor nos corrían por la frente. No hizo entonces ruido, parecía que estaba durmiendo profundamente. Cuando todo estuvo terminado, Guadalupe y yo nos abrazamos llorando.

Los días que siguieron fueron espantosos. Vivió mu­chos días sin aire, sin luz, sin alimento... Al principio golpeaba la puerta, tirándose contra ella, gritaba deses­perado, arañaba... Ni Guadalupe ni yo podíamos comer ni dormir, ¡eran terribles los gritos...! A veces pensábamos que mi marido regresaría antes de que hubiera muerto. ¡Si lo encontrara así...! Su resistencia fue mucha, creo que vivió cerca de dos semanas...

Un día ya no se oyó ningún ruido. Ni un lamento... Sin embargo, esperamos dos días más, antes de abrir el cuarto.

Cuando mi marido regresó, lo recibimos con la noticia de su muerte repentina y desconcertante.
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