E-commerce pandémico, remate de libros y mensajería tóxica

Cortejando la ruina | Por Juan Mendoza


Cuando cursaba la universidad un profe nos dio un consejo de vida: “No se casen con alguien hasta que lo vean borracho o dormido, sólo en esos estados es cuando el subconsciente no tiene filtros.” No recuerdo gran cosa en materia didáctica de mi profesor, ¡vaya! ¡no tengo en la memoria siquiera la materia que impartía, pero tengo muy presente esa frase y esos son los verdaderos aportes de las aulas escolapias. Vuelve a mí en los tiempos que vivimos y la tomo como pretexto para escribir un artículo, incluso me atrevo a un anexo:

“No puedes decir que conoces las manías de nadie hasta que lo veas enfrentar una crisis.”

He observado que la más reciente pandemia y, sobre todo, las medidas de seguridad para evitar el contagio masivo (distanciamiento social, encierro, clases virtuales, trabajos desde casa) han hecho evidente cómo se van atenuando las manías en las personas. En mi caso, volvió a mí una actividad que quizá para todo mundo es normal, pero para mí es más como una obsesión. La había dejado almacenada por años en algún lugar de mi cerebro sin permitir que saliera. La creía superada, pero con las librerías cerradas, tuve que echar mano a ella: las compras de libros en línea.  

Comenzó como un “apoyo” a editoriales y escritores independientes amigos del Facebook que noté vendían sus respectivas creaciones literarias. Después, la editorial Rhytm & Books ofrecía libros al dos por uno y, además, a mitad de precio en su página web. Más adelante Gandhi On Line puso al 50% una buena cantidad de ejemplares, Educal en línea rebajó a 10 pesos los libros del Fondo Editorial Tierra Adentro, Paraíso Perdido rebajó su catálogo a 50 y 80 pesos durante el tiempo que duró la Feria del Libro de Guadalajara en faceta virtual. Y así, casi sin darme cuenta he castigado la tarjeta de crédito con ese tipo de ofertas que no puedo rechazar.

Pertenezco a esa ridícula minoría de lectores que se ha reservado a utilizar Kindle o un servicio similar. Por muchas razones, una más mamadora que la anterior. Pero la de más peso es que aún me cuesta trabajo leer un libro en una pantalla. Lo he intentado y lo padezco. Y esto no es por mamador; puedo leer post del Facebook por horas pero a la segunda pagina en Kindle o PDF ya me está doliendo la cabeza. Ni modo. Por eso, cuando digo “compras masivas de libros” me refiero únicamente a formato físico. Lo que conlleva a que inicies otra relación tóxica de amor/odio que no puedes dejar aunque lo intentes con Correos de México. Mi primer compra con Rythm & Books tardó dos meses y medio en llegar, aun cuando lo enviaron desde la misma CDMX. A partir de la semana 3 comencé a mandar mensajes a la página de la editorial que me contestaban con toda la paciencia del mundo, supongo Elena Santibañez, directora de la editorial y escritora. Me dieron una página para conocer el status de los envíos, que visitaba de dos a tres veces al día. Llamaba al número de atención a clientes y lo dejaba sonando hasta que cortaba y volvió a marcar. 40 o 50 minutos después me contestaba una empleada seguro malencarada y fastidiada para decirme de mal modo lo mismo que me estaba diciendo la página. Después de cierto tiempo los di por perdidos y los visualicé siendo rematados en el suelo de un tianguis junto a Best Sellers piratas y revistas viejas almidonadas. Cuando por fin llegaron fue una algarabía que celebré incluso poniéndome una pedita.

Libros de Educal a 10 varitos.

Algo similar pasó cuando mandé a Baja California un par de mis libros a una potencial lectora de Tijuana. Estuvieron viajando cerca de cinco meses hasta que me los regresaron “porque no encontraron la dirección.” Este año no viajé a una de las ciudades que más amo pero gracias a correos de México mis libros sí se fueron a dar un paseo. Mi pedido de Educal tardó dos meses porque estaban recolectando los libros de todas las librerías. Por fortuna. Lola Ancira me contó que una de sus amigas realizó una sola compra de 20 libros y le cobraron 20 diferentes envíos. Yo había decidido pagar mensajería, la opción más rápida y segura, pero también la más cara. De haber tenido que pagar por cada libro me hubiera salida más caro el caldo que blablablá. Brisa, mi hija de 4 años, estuvo presente en la entrega del paquete de Gandhi, donde venía un libro suyo de Sirenas para Colorear con Pegatinas. Y ahora cada que suena el timbre está segura que un mensajero le trae otro libro. Por eso decidí comprarle la colección de cuatro ejemplares. El último lo encontré en El Sótano sin descuento. Para que el envío corriera a cargo de la librería sin cargo al lector, la compra tendría que ser un mínimo de 450 pesos. Me entretuve un buen rato buscando y haciendo cuentas. Escogí 15 libros que sumaban $420 más el de Brisa de $50. Después de tres semanas me avisaron por correo que no tenían todos los títulos disponibles y me harían el reembolso dentro los siguientes 30 días. Me llegaron dos libros, y no venía el de Brisa. Aún no he encontrado las agallas para darle la mala nueva y sigo en la afanosa búsqueda de “Hadas para colorear con Pegatinas” de editorial Panamericana que me está costando más trabajo encontrar que Aborto en la Escuela de Caty Acker o La Última Salida Para Brooklyn de Huberth Selby Jr.

Otra relación tóxica será con la página de pago. Pero esta es coercitiva. Una de las razones por las que deje de comprar en línea fue por culpa de Kchink. Hace unos años me hice de unos 12 libros de colección “En la Mira” de la editorial Artificios comprando desde su página en línea. Nunca me llegaron. No encontré donde carajos preguntar, ni un número de referencia, ni un correo, a la editorial no se lo reportaron y al final Kchink se llevó al baile a un chingo de librerías y editoriales. Antes que tronara, y en otra compra, el departamento de logística de Kchink me mandó un mensaje para decir que no encontraban la dirección de una compra que hice de Paraíso Perdido, por lo tanto no harían siquiera el envío y sí me quedé sin mi ejemplar de “Confesiones desde el Piso de Ventas” de Iván Farías y Guadalajara Caníbal de Alfredo Padilla. Cuando quise comprar “Encore Trasatlántico” cuentos inspirados en rock reunidos por Pedro Escobar para editorial Resonancia, y me di cuenta que en la ficha de envío no coincidía el código postal con la colonia y mejor me eché para atrás. En misma Paraíso Perdido, pero en esta época de pandemia, hice dos compras en días diferentes. De una de ellas me mandaban status por mail, de la otra no recibía nada. Mandé un correo a la editorial, pensando lo peor. Conozco un poco al director y lo tengo amigado en el Facebook, pero me daba penita contactarlo por esa situación, sobre todo porque rara vez contesta mis mensajes y porque algún día quiero ofrecerle una novela para publicar y no quiero quemar los pocos Messenger que me pueda contestar. Él mismo fue quien me envío un whats explicando que mi pedido no se había realizado porque la compra fue rechazada. Le mandé pantallas donde me están haciendo el cobro, con los números de referencia necesarios para hacer el rastreo. Bien chido el direc, porque al otro día envió el paquete por mensajería de las caras y con un librito de pilón. Aunque no había recibido el pago. Gracias a la chidez del Antonio Marts, fue que me quité el ansia de leer “Esto no es una canción de Amor” de Abril Posas. Quería leer esta novela más como un acercamiento morboso por la expectativa que acarreaba alrededor, que por ser seguidor de la escritora, a quien conocí en un videíto de la misma editorial y que nunca aceptó mi solicitud de amistad ni por los más de 350 amigos que tenemos en común.

Y de ésta novela, hablaremos después.


El autor tiene 4 libros publicados, ha colaborado en 10 antologías y ha publicado en Generación, Moho, Playboy, Erizo, Letras Explícitas. Es locutor de la estación de radio por internet NoMuyPunx.

Dilo con sangre: Lars von Trier y su violenta crítica al falogocentrismo

Por Augusto Pérez Peña


El cine de Lars von Trier ha recibido en numerosas ocasiones los calificativos "misógino" y "machista", por la forma en la que (re)trata a la mujer en los personajes que crea para sus relatos cinematográficos. A lo largo de toda su filmografía explora la retroalimentación que hay entre el contexto social de la Era Moderna y los individuos que viven en dicho contexto; en su cine vemos constantemente a sujetos pertenecientes a comunidades pequeñas, donde aparentemente todo mundo se conoce, tal es el caso de Dogville, su filme más experimental hasta ahora, por haberse filmado en el interior de un hangar y delimitando las casas de los personajes y otros lugares, solo con líneas blancas pintadas sobre el piso. Resulta interesante que al principio del filme vemos al personaje de Nicole Kidman ser esclavizada por prácticamente todo el pueblo al que llega, forzándola a realizar trabajos duros o domésticos, e incluso es abusada sexualmente por un integrante del pueblo; al final del relato, esa sumisión se invierte y termina en un rabioso acto de violencia, ya que, motivada por la rabia e inconformidad acumulada en contra de sus opresores, con fuego destruye al pueblo entero; un final como los de Quentin Tarantino, director en cuyas películas, la violencia tiene una función discursiva; justo como al final de Django Unchainded, en el cual, el asesinato a la familia blanca, estadounidense, cristiana y capitalista que esclavizó a su esposa, es en realidad una forma de representar y expresar el resentimiento reprimido del hombre de color para con la sociedad racista, es decir, un resentimiento universalizado se ve representado en el personaje que interpretó Jamie Foxx. Su refinada violencia heredada del spaghetti western de los setentas, sirve para crear una oración de protesta, si bien primero desarticulada, precisamente por la violenta naturaleza enunciándola; con el uso de la violencia, Quentin Tarantino es capaz de expresar, en este caso, la inconformidad que siente respecto al racismo en Estados Unidos

Lars von Trier encuentra en la violencia un lenguaje con el que se queja del machismo; con el uso de imágenes violentas, articula un discurso filosóficamente poderoso para criticar a la sociedad y a la humanidad que la conforma.

Que Nicole Kidman queme al pueblo que la esclavizó es una forma de decir que para que la emancipación femenina sea posible, prácticamente habrá que destruir todo en lo que está fundado actualmente nuestra sociedad, todo lo que hemos erigido hasta ahora, lo cual, de hecho, no sería nada que lamentar, sino todo lo contrario puesto que sería algo histórico y sin antecedentes que nuestra sociedad dejase de basarse en la religión cristiana y sus valores conservadores y machistas para establecer las normas jurídicas y morales en las que se funda.

En Dogville una mujer, alegóricamente, destruye el contexto del que fue víctima y a los cómplices de su esclavización. La violencia entonces, es utilizada para hablar en contra de una sociedad cuyos valores y costumbres implican la arbitraria esclavización física y sexual de una mujer; von Trier, especialmente habla en contra del falogocentrismo, por lo que su cine no es machista ni misógino, pero tiene que representar ambas cosas en sus excesos, con personajes de arraigada misoginia, para poder criticar tanto al hombre opresor de la mujer, como a los valores subyacentes de la sociedad en la que se reproduce generacionalmente una educación machista. Intenta (re)presentar y criticar a una cultura que se erige en torno a la idea del matrimonio monógamo, valorado esencialmente en el sistema religioso católico y en el sistema económico e ideológico del capitalismo.

En Nymph()maniac, uno de sus más controversiales filmes, Joe, interpretada por la musa predilecta del danés, Charlotte Gainsbourg, es una mujer que a través de su sexualidad desbocada desafía y transgrede la autoridad patriarcal en la sociedad, su sexualidad no ortodoxa tiene la función de establecer un sistema ético personal y subjetivo que va en contra del propio del catolicismo presente en su escuela, que le exigiría ser virgen hasta el matrimonio, sin embargo, vemos que Joe es objeto de sus impulsos sexuales desde su infancia, y como lo propone la teoría freudiana, las primeras experiencias sexuales y anímicas determinan las de la vida adulta; en efecto, a lo largo de sus casi seis horas, la película explora tanto el contexto de Joe, como su vida infante y su psique, cosas que definen su vida sexual. Es realmente poderoso lo que nos dice von Trier en un solo fotograma, aquel en el que Shia Leboeuf está de pie pensando frustrado con las manos en la cintura y respirando agitadamente por su enojo, es decir por saber que Joe, quien es su esposa, tiene necesidades sexuales que debe complacer con otras personas, en ese momento él sabe que Joe está con alguien más, y de fondo se puede apreciar un árbol de navidad, festividad católica, insistamos, pues también este director insiste en criticar dicha religión, sobre todo al ser él escandinavo, una cultura en la que prácticamente no existe el cristianismo como parte del pensamiento religioso de sus pueblos originarios.

En la imagen referida de la película Nymph()maniac, vemos básicamente a un hombre casado, exitoso de acuerdo con el capitalismo, pero frustrado porque sabe que no le pertenece la sexualidad de su esposa, ella tiene una vida sexual fuera del matrimonio y es algo que ambos acordaron desde el principio; vemos entonces un escenario aburguesado, pero decadente, en el que festividades, costumbres y valores cristianos han quedado en desuso para fines progresistas, entre ellos la libertad sexual de la mujer universal, representada en el personaje de Charlotte Gainsbourg, quien abandona el papel ortodoxo de esposa en nombre de ejercer libremente su vida sexual.  Si bien, no impera la violencia en esta obra cinematográfica, el uso de imágenes sexuales gráficas tiene una función equivalente, impactar al espectador.


Un ejemplo muy claro de cómo Lars von Trier utiliza la violencia como recurso discursivo está en su más reciente película, The House That Jack Built, que va de la vida de un feminicida, pero antes de eso, ya lo había hecho en Antichrist, película en la cual una mujer que pierde a su hijo se muda por una temporada a una cabaña con su esposo, que es un psicólogo que se plantea ayudarla a superar su duelo. Poco a poco la mujer se vuelve incontrolable como sus emociones, en ataques de histeria se llega a convulsionar y se aprieta el vientre llorando exasperada y gritando, llena de impotencia, representando así su angustia de castración, una vez más Charlotte Gainsbourg entrega una actuación excepcional por extrema. Que se corte el clítoris con unas tijeras y dé un golpe al pene en erección de su esposo, es probablemente una alegoría de la emancipación femenina, tanto de su propio papel otorgado por el hombre, de objeto sexual hecho para su goce, como del hombre que la esclavizó en primera instancia, prácticamente desde que la especie existe.

Resulta poético el uso de un árbol seco para representar que el falogocentrismo está muerto. En Dancer in the Dark, Björk interpreta a una mujer obrera que termina siendo robada, ultrajada, violentada, humillada e incluso colgada por su sociedad. De nuevo, la violencia se vuelve un mensaje que nos exhorta a cuestionar en qué medida somos cómplices de que a la mujer se le obligue a llevar una vida llena de indignidad, y esclavización física y sexual. En las películas del danés siempre vemos a mujeres sufriendo por el papel que desarrollan en la vida moderna, como esposas, y como empleadas.

En el bestiario de Lars von Trier, se explora constantemente el papel que delega arbitrariamente la sociedad falogocentrista a las mujeres, condenadas a una vida de ser subestimadas intelectualmente por hombres que buscan poseerlas, estudiarlas, gobernarlas, e incluso matarlas, como vemos en su filmografía, pero quizá de una manera más incisiva en las películas que conforman su titulada trilogía de la depresión, en la cual el tema del machismo insertado en una sociedad burguesa, o cuando menos, snob es recurrente. Lo vemos también en Melancholia, donde Kirsten Dunst, y Charlotte Gainsbourg tienen actuaciones memorables y cada una representa dos versiones de la misma mujer, cuya libertad es sacrificada en nombre de conservar valores fundamentalmente capitalistas, machistas, cristianos y, en suma, en desuso para la teoría feminista. Una sociedad que se basa en la idea capitalista de que la vida tiene por objetivo la acumulación de riquezas y posesiones, entre dichas posesiones, la mujer, su sexualidad, su fuerza de trabajo y sus pensamientos. Reitero, ambas mujeres son usadas en sacrificio con el fin de conservar en pie a la sociedad moderna y a su ideología caduca.

Por otro lado, puesto que todo organismo reacciona a su medio, lo más lógico es pensar, al igual que Rousseau, que la maldad se inscribe en el ser humano gracias a que la absorbe de la sociedad. La disertación que hace Lars von Trier respecto a la relación entre la mentalidad de sus personajes y la sociedad moderna y sus valores, intenta abarcar aspectos tanto socioeconómicos, como intrapsíquicos, y filosóficos. El director danés posee un carácter abiertamente pesimista que gobierna el mensaje de fondo en sus obras cinematográficas; su cine articula un discurso crítico hacia lo intrínsecamente absurdo de buscar un sentido a la existencia, retrata la oscuridad en la condición humana, especialmente en su más reciente entrega, The House That Jack Built, de la cual ha comentado para la prensa que es una película que "celebra la idea de que la vida es cruel por naturaleza".

En la película, ambientada en los años setenta, muestra de manera fragmentaria y no lineal, la vida de Jack, un arquitecto frustrado que paulatinamente se convierte en "Mr. Sophistication", un feminicida buscado por la policía de California, por sus casi setenta víctimas y cuya marca personal es hacer fotografías de sus víctimas, o como él dice, de la materia prima para su arte, hace que aparezcan retratadas en diferentes posiciones y crea esculturas con sus cuerpos por medio de la taxidermia.

¿Cómo una película acerca de la vida de un feminicida se vuelve de hecho una crítica al falogocentrismo? Por medio de mostrar en qué valores se cimenta y se edifica la mente perversa que comete el crimen de feminicidio.

El feminicidio es un problema que caracteriza a América Latina, y en su ideología religiosa impera el catolicismo, lo mismo se podría decir actualmente de Italia, donde se estima que una mujer es asesinada cada tres días. Jack, en el fondo, busca vincularse con los otros, lo demuestra de una manera perversa, pero básicamente ama a la humanidad, solo que con un amor tan posesivo que requiere de la sensación de poder sobre los demás, llevada a cabo, por medio de poseer las vidas de sus víctimas, siempre mujeres, con sus contadas excepciones. Luego de los tres dramas que conforman la trilogía de la depresión, von Trier lanzó una sátira para coronar el tema central del que habló en estas obras, el falogocentrismo, pero en The House Thaht Jack Built, parte de la perspectiva de un feminicida, un hombre que demuestra lo que Foucault dice en su Historia de la locura, "locura es falta de obra", un hombre frustrado que desea sentirse realizado a pesar de ser un fracasado buscará otros medios para satisfacer su necesidad de sentirse dueño de un logro. El feminicida mata porque es psicológicamente una forma de poseer a la víctima, por medio de lo que Freud denomina integración yoica, algo que pasará en todo narcisista. Por eso algunos feminicidas ingieren a sus víctimas, para volverlas parte de sí, otros, como Buffalo Bill, visten la piel de sus víctimas, pasan por un proceso de identificación con la víctima, la desean porque les representa algo de lo que se sienten carentes, muchas veces, de la posibilidad de satisfacer impulsos sexuales, ola de sentir su virilidad realizada por medio de la posesión sexual del otro, acto que además va asociado a la sensación de poder sobre terceros.

En The House That Jack Built, se nos dice que es absurdo tanto buscarle un sentido a la existencia, como otorgarle una serie de valores éticos, el nihilismo presente en dicho mensaje busca ser objetivista. Jack nunca logró construir la casa de sus sueños, nunca pudo llevar a cabo el asesinato que sería su obra maestra, y tampoco logró convertirse en arquitecto, su cabeza está hecha de sueños rotos, frustraciones, narcisismo, y perversión. El constante uso de cruces al fondo de varias escenas, es un mensaje sutil con el que se nos dice que el cristianismo es la raíz de la moral que alberga la mente de un feminicida. Es el cristianismo el que dice que una mujer debe casarse virgen y llevar su vida sexual con un solo hombre, quien se tome en serio esta orden eclesiástica llegará fácilmente a la conclusión de que toda mujer con vida sexual fuera del matrimonio es una "puta", algo aberrante, que se debe extirpar del mundo como si se tratara de un tumor cancerígeno para la moral colectiva. Cuando Jack asesina, lo hace motivado con el fin de perfeccionar su crimen, de sentirse con poder sobre alguien más, pero sobre todo con el fin de vincularse con los otros, en el fondo Jack buscaba una familia, es un feminicida, pero esencialmente es un hombre que fue educado con valores católicos que tiene tan arraigados que no se percata de que en ellos se basa tanto su vida, como su ideología. La segunda mujer que Jack asesina fácilmente pudo haber sido su madre, y es que quizás, todos los asesinatos que cometió fueron ensayos del que siempre quiso realizar y nunca pudo, el de su madre, ya que fundamentalmente el odio y el resentimiento que Jack siente hacia las mujeres lo sintió en primera por su madre, quien tras haberlo hecho sentir rechazado, y obligado a aprender, o mejor dicho, absorber su moral, añadido a la presión que siente por ser incapaz de satisfacer las expectativas que sabe su madre vertió en él, a su vez motivada por la inconformidad que siente respecto a su vida en el campo, esa madre católica, ignorante y autoritaria es la razón de que Jack odie a las mujeres y en última instancia de que él se convirtiera en un feminicida.

Lars von Trier se dio el tiempo de redondear su mensaje en contra del falogocentrismo, mostró mujeres condenadas a vivir bajo el yugo de esposos, ciencias que pretenden describirlas como si fueran más bien un objeto de estudio, de artes que las fetichizan, y de hombres que las odian por "putas", cuando en Nymph()maniac vemos que Joe en realidad padece su sexualidad y rara vez la disfruta, esa búsqueda por el falo paterno que siempre se verá frustrada porque no existe más que en firmas sustitutivas, es lo que lleva a la locura a Joe, y a Jack, ambos buscan compulsivamente tener una satisfacción tan plena que ya no sea necesario buscar a nadie más para sentirse en plenitud, completos. La trilogía de la depresión y esa cuarta entrega que ironiza destructoramente incluso el intento del propio director de hacer una obra maestra, es un ensayo en contra de la vida moderna en el que se examinan injusticias y formas de violencia a las que son sometidas las mujeres. La casa que construyó Jack, en realidad, podría ser la casa que todos estamos destinados a construir, ya que es vacía, no está cimentada en ninguna moral universal, y representa solamente el absurdo y autocomplaciente intento del hombre de erigir una obra que no verá absolutamente nadie. La vida simplemente es cruel y cualquier intento de instaurar un sistema ético universal, vacío pues no hay valor indestructible, ni derecho intocable, von Trier muestra por un lado que es capaz de ver el falogocentrismo presente en la sociedad, y lo crítica con sus características imágenes gráficas, pero también nos dice que no ve razones para pensar que esto pueda cambiar. Las mujeres del cine de von Trier son (re)tratadas con la misoginia inscrita en sus respectivos contextos, en ocasiones se vengan de sus victimarios, en otras ocasiones son sacrificadas en nombre de completar el mensaje de fondo, la violencia contra la mujer tiene muchas caras y es la misma sociedad la encargada de que esa violencia sea posible, incluso condonada. Quizás, igual que los personajes de Lars von Trier, aunque alegóricamente, claro está, deberíamos volver cenizas al pueblo entero y erigir uno nuevo. No matar a las mujeres sino a nuestra educación falogocentrista, "el macho" debe ser aniquilado, descuartizado, y luego hecho polvo.

Letrinas: Dos y media


Dos y media
Por Ana Nicholson

Pasó lo mismo del diario. Despierto a las seis AM, con todo. Jalé la muleta. Me preparé una taza y otro tercio de avena, mis seis claras y un huevo entero. Sin azúcar, sin sal. Pongo a hervir el pollo, el brócoli y la proteína. El galón de agua. Después el primer duchazo del día, agua hirviendo y luego fría, para el tono muscular. Me lubriqué y me acomodé la prótesis. Eché todo en la maleta. Antes de salir Axe Cuero, me acomodo el pants para que no se note nada.

            El metro a esa hora va casi vacío, me tocó ir sentado. Llegué tempranito, seis cuarenta y cinco, con la pasión y la actitud. Antes de entrar me como un plátano, para el potasio por nada más 100 calorías.

            Saludé a la Fani que siempre se hace la mamona, pero le cerré el ojo y se puso roja, la muy pícara. Estaba casi vacío, solo habían llegado Yorch que estaba sentado en una de las bicicletas fijas, ya que me vio le empezó a pedalear. También estaba el Chino dándole a la barra.

           ¿Qué tranza mi Kevin? –me saludó el Chino.

           ¿Qué tranza mi exótico? –me dice el Yorch como siempre con sus bromas.

           Hasta que nos haces el honor mi Yorch –le contesto.

           Cámara mi Dos y media, no todos podemos estar iguales de princesos que tú.

           La cábula de siempre. Pero es entre camaradas, nunca se ha pasado. Ese fue día de pierna, bueno de glúteo, cuadrícep y de la pierna buena. Descansé la prótesis, saqué la muleta.

            Le corregí la rutina al Chino. Ese güey cuando recién llegó tenía cuerpo de perro parado y dándole juntos ya está más grande.

            Luego de un rato acompañamos al Yorch a desayunarse una guajolota. Ese güey no se toma en serio nada, ni el gym, ni su cuerpo, cuando es su templo. Le digo:

“Ira Yorch todo lo que quemaste nada más con ese atole ya lo perdiste.” Pero nada más le da risa y se soba la panza. Me contesta sin hacerme caso:

            Oye y te llegan viejas buenas ¿o pura mamá luchona?

           Llega de todo y he ido a despedidas con viejas bien buenas, pero es nomás el baile, carnal, la seducción, la danza. Y le meneo la cadera.

            ¿Y te contratan más porque como estás cojo y así te las coges?

            Ira güey me verás cojo, pero tengo esta piernota que le encanta a tu mamá –y me agarro los huevos.

            Cuando acaba los dos se van cada quien a su trabajo.

Regresé al gym por mi segundo shower y a tomarme mi proteína. Guarde mis cosas, me puse la prótesis, me eché más Axe y me peiné.

            Me fui al turno de la mañana. El letrero de Semental Erotic Gentleman’s Club a esa hora está apagado y la puerta también, pero la gente sabe que ya abrimos.

         Las de la mañana son las que más sueltan lana. En parte es porque algunas todavía vienen tomadas del día anterior.

        En la mañana me toca una coreo con un argentino, se llama Gastón. Dicen que es muy renombrado por allá. Es un mamón. Se quejó de que le pusieran rutina conmigo. Yo sé que le doy asco. Apenas si me voltea a ver a los ojos. Me la pela el puto. Me echo aceite bronceador, tantita base en la cara, me maquillo lo mínimo para verme natural. Gastón como muchos se la jala y se la amarra con una liga para que se le vea más grande cuando baila. Y aún así se hace el digno. La mía ni me cabe bien en la tanga, sin trucos. Adrede me la sacudí fuerte para que me la viera.

            Llegué hasta el club por dos famas: por tenerla de mandingo y por estar carita. Bueno y por la prótesis. No puedo mentir, algunas señoras se espantan cuando me ven. Se portan groseras. Algunas se han llegado hasta a enojar y han ido a reclamar. Pero yo me mantengo positivo, mi filosofía de vida es que todo es cuestión de actitud. Si es necesario darle al doble, trabajarle al doble o hasta al triple para sacar el día, pues lo hago con una sonrisa.

           Nos presentan Jean Pierre El Sencillito y El carita de niño, mejor conocido como El Dos y media. Gastón es mamón pero le da con todo, baila bien. Tenemos una rutina con sillas. Él sale primero, le da una vuelta a la silla, se quita el pantalón, se sienta con la piernas abiertas. Luego salgo yo le doy la vuelta a la silla, me pongo de espaldas, me bajo el pantalón hasta por debajo de la tanga, me empino y me arranco el pantalón. Siempre se escucha un suspiro del susto cuando ven que nomás tengo media pierna, pero casi enseguida se escucha un guau y un grito de emoción.  Seguimos la coreo. Gastón subió a una señora medio mayor al escenario. La sentó en una silla y el Gastón se le sube encima, le rempuja la cabeza hasta su desta, tras tras con la cabeza. La señora gritaba de la risa mientras se lo torteaba, luego la acostó y llegué yo. Hice mi rutina de hacer lagartijas y rejuntársela. La señora olía a que andaba como placa de tráiler y era bien mano larga. Pum pum, le bailé el baile del gusanito sensualón. Cuando se acabó el remix, nos llovieron los billetes.

           Cuando acabamos unos viejitos jotos le pidieron un privado a Gastón. Yo a esas casi no le hago. Lo he llegado a hacer, pero de a mínimo le dobleteo el precio. Si algo he aprendido es que las clientas vienen más por mi personalidad, reconocen bien quién es bueno por su arte que por la reata. Los putos seguido nomás vienen a ver a quién persuaden para mamársela.

           Poco después de eso fue cuando me habló Genoveva llorando a gritos. Ya me imaginaba qué iba a hacer.

        Le pegué al chingado carro, Kevin, y me quieren llevar al Torito. –Sonaba a que ya estaba tomada.

          Y luego está diciendo que el carro está sin verificar y que hoy no circulo. Y dicen, bueno eso ellos dicen, que ya vengo algo tomada pero no me han hecho la prueba ¿así cómo van a saber?

            Sonaba bastante tomada, le dije:

            Geno, respira, respira por la nariz. ¿No te aceptan una de a perro?

         Sí, me aceptaron lo que tenía, pero eso nada más para ganar tiempo. Me están diciendo que puede salirme hasta en veinte mil pesos, Kevin. Yo no tengo nada y lo sabes. No tengo nada y si se entera Óscar me va a matar.

            Le pedí que respirara un poco porque estaba histérica. Genoveva me ha ayudado en todo a pesar de sus problemas. Le gusta mucho la copa y venir al club. Ella antes era secretaria en el Senado, le iba a muy bien, ganaba bien. Cuando venía al club siempre pedía privados conmigo, inclusive cuando estaba bien flaco y todos me trataron de apestado. A veces nos veíamos afuera nada más para platicar o me llevaba de compras. Pero luego el pinche Óscar, un poliquitillo famoso se obsesionó con ella, él igual es más joven, la sacó de trabajar y se casaron. Pero Geno es pura fiesta, no dejó de venir, ni de tomar, pero el cabrón está loco de celos y cuando la descubre se la madrea.

             ¿Pero como veinte mil, Geno? ¿Por qué tanto?

         Sí, veinte mil. Yo ya no sé si están inventando pero dicen que la tarjeta de circulación no es la misma que el folio del coche, me están acusando hasta de que me robé el carro. Ya se lo llevaron a un pinche corralón hasta casi el Estado de México.

            Se soltó a llorar.

            Y luego dicen dañé propiedad de la ciudad con el carro.

            Genoveva, respira ¿Dónde estás?

            Aquí por Metro Allende.

           Deja, ahorita voy, estoy cercas aquí en Zona Rosa. Hay un grupo de clientas, a ver si quieren un show y con lo que tenga te ajusto. Respira, no les digas ya nada. No les grites. Nada más diles que te aguanten una hora. Diles el nombre del Óscar.

            Yo te amo, mi amor.

            Te amo Geno, respira, diles lo que te dije a los oficiales. Ahorita llego.

         Cuando recién llegué al club tenía una prótesis muy sencilla y fue Geno quien me consiguió un financiamiento para esta que es más ligera.

           Pues con una hora encima me puse a chingarle. Le ofrecí a la señora que había subido Gastón un baile y una bebida de cortesía. Pero ya estaba casi dormida porque siguió tomando y sus amigas ya se habían ido. Entonces le pedí a Martita un préstamo de caja chica, me ofreció tres mil. Hice mis cuentas y yo tenía seis mil. Todo lo que he ahorrado lo invertí en el equipo para el gym que voy a  poner. Inclusive Geno me había prestado para comprar equipo. Por eso yo casi ando al día. En eso un joto se me acercó. Era gringo.

            ¿Cuánto cuesta date? –Luego, luego me vio el paquete.

            ¿Es real o sock? ¿Medias? ¿Me da cita?

            No es casa de citas, caballero. –Sentí que se iba a ir, así que le sonreí.

            Me gustan tus dimples. –Me tocó la cara.

           En ese momento con la adrenalina dije chingue su madre. Me la han mamado señoras más feas.

            ¿Quiere un baile y una bebida de cortesía?

            Vamos amigo.

            Desde un inicio en el privado el señor empezó a pasarse de la mano.

            ¿Cuánto por un date, sweetheart? ¿Quince minutos? Solo quince.

            Y me la saqué para que me la mamara.

            Amazing.

            Ya habían pasado unos 15 minutos y le dije.

            A veinte mil.

            ¡¿Veinte mil?!

            Veinte mil o retírese. Me la empecé a esconder, pero luego luego me la empezó a sobar.

          Ok, veinte mil pero you fuck me se bajó el pantalón para que yo se la viera él, la tenía de bebé, rojísima y en forma de huevo.

            Fuck me hard y veinte mil.

            De Metro Insurgentes al centro no se hace tanto, como en 20 minutos llegaba. Más rápido que ir en un taxi. Mi miedo era que Geno se pusiera agresiva con los oficiales o hiciera una imprudencia y llegara Óscar.

            Primero el dinero le dije.

            Tengo cinco mil ahorita.

            ¿Y en el banco?

            Ahorita vamos al ATM. –El cabrón casi me babeaba como perro de lo antojado que estaba. Se la arrimé, se la jalé, le soplé en la oreja. Olía a talco de bebé y tenía mal aliento. Luego él se volteó para hincarse enfrente de mí y mamármela. Cuando vio mi prótesis como que se quiso hacer para atrás. Cerré los ojos y pensé en las chichotas de Geno para que se me parara. En corto lo volteé y se la ensarté. Dio un gritito y empezó a decir.

            Fuck me daddy, fuck me –con una voz de niño chiquito.

            Se vino en cuestión de segundos. Luego me la manoseo y yo le dije.

            Si quieres otra, el dinero primero.

            Le dije al Mike el de la entrada que no dejara que se fuera. Rápido me perfumé y me arreglé lo mejor que pude y ya me salí con el viejito.

            Me dio la mano como si fuera mi novio, pero luego luego le dije:

            Ahorita mismo me das lo que falta del varo o te reviento toda tu puta madre, pinche maricón.

           Se puso tan pálido que me dio miedo que se desmayara. Fuimos a dos cajeros para que pudiera dar los veinte mil. Cuando me los dio le dije que si volvía al club, yo y todos mis camaradas nos lo íbamos a chingar. Decidí mejor irme en taxi y llegué rayando la hora con Geno. Se me echó a los brazos a llorar y le dije:

               Yo me encargo de todo, mi amor.

           Ella se encarga de mí más que mi madre. Y me encargué de todo. Entre amparos, multas, fianzas, el putazo del carro y mordidas se fueron casi quince mil pesos. Se nos hicieron las ocho de la noche. Invité a Geno al club a que se relajara. Mientras ella platicaba con el Mike y los otros compañeros, yo saqué del locker mis alimentos. Malpasarse y no tener disciplina es malo para el metabolismo, lo alenta. Me di el tercer shower del día, me arreglé y le dije a Geno que este baile era nada más para ella.

            Esta coreografía era solo. El DJ me puso una música de circo para que saliera antes de empezar a bailar. Me presentó y salí dando un mortal y caí en la pura de pirata. El público gritó de emoción o de sorpresa. Pedí al DJ que pusiera el remix de canciones latinas sexys porque en esa viene una de reggaetón que le encanta a Geno, la Me enamoré de ti del Aspirante. Lo di todo en el escenario, me encueré hasta más lento, que vieran que no solo es la música del circo, que soy cuerpo, cara y corazón. Y cuando empezó la canción, subí a la Geno.

            No hay mal que dure cien años

            ni tu amor que hace daño

            impedirá que yo tenga un nuevo amor

           Me le juntaba a la entrepierna, le hacía el paso de la víbora, la Geno me veía romántica. Le di un beso apasionado. Las señoras se prendieron y corrieron a meterme billetes a la tanga.

         Cuando se hicieron las once la acompañé a su casa. Quién sabe hasta cuándo la podría volver a ver o cómo la iba a dejar Óscar. Me regresé a mi casa. Llegué a comerme algo de carbohidrato saludable, un camote y una gelatina light. Hice mi rutina de estiramientos, me hinqué a rezar y fui a dormir.

Disparos, libros y goles: entrevista con Daniel Salinas Basave

“A veces la literatura es simple pretexto. Es decir: presentaciones de libros donde hay vino pero no hay libros, donde hay libro pero no hay gente, ediciones que son pésimamente hechas, se malgastan fondos públicos.”

Daniel Salinas Basave. Mayo de 2019.


Por Óscar Alarcón

En octubre de 2017 se dio a conocer que un mexicano se encontraba entre los 5 finalistas de la cuarta edición del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez. Días de whisky malo es el título del libro con el que Daniel Salinas Basave (Monterrey, Nuevo León, 1974) fue seleccionado al lado de Liliana Colanzi de Bolivia, Federico Falco de Argentina, Alejandro Morellón Mariano y Soledad Puértolas de España.

Con un sólido oficio de periodista, Salinas Basave ha logrado tender un puente entre la creación y la vida en las mesas de redacción. Una parte de esta charla se llevó a cabo mientras Daniel Salinas Basave viajaba en carretera de California hacia México, al tiempo que se anunciaba que Donald Trump había ganado la presidencia norteamericana.

Daniel Salinas Basave también se hizo acreedor al Premio Literario Anual en Argentina, por su libro Juglares del bordo, reconocimiento que hizo muy poco eco entre la gente de cultura que ha centralizado la forma en la que se administra ese rubro en nuestro país. Pareciera ser que por ser un escritor norteño no tuvo trascendencia. Sin embargo, la calidad de Salinas Basave no se pone en tela de duda, aunque muy pocas veces se le reconozca en nuestro país. La paradoja mexicana continúa.

“Su nombre trascendió en las portadas de los periódicos a raíz de una balacera con saldo de cuatro muertos durante una fiesta privada en un rancho por el rumbo del Ejido Primo Tapia, donde Natalio estaba cantando. Con una sonrisita socarrona, declaró que a él lo contrataban a través de su manager y que no tenía idea de quién era el anfitrión de la fiesta. Las visitas a sus videos de YouTube se multiplicaron esa misma semana y su Facebook llegó a los 18 mil amigos. Natalio tenía argumentos de sobra para considerarse a sí mismo un triunfador” (fragmento del libro de cuentos Dispárenme como a Blancornelas, publicado por Nitro Press, página 17).

 

Óscar Alarcón. Sabemos que también tienes un trabajo periodístico que llama la atención, y en el libro Dispárenme como a Blancornelas, aparecen como protagonistas varios periodistas, ¿crees que el periodismo le está ganando terreno a la literatura?

Daniel Salinas Basave. En el caso de Dispárenme como a Blancornelas es un six pack de cuentos en donde todas son historias de reporteros fronterizos, pero vistos desde una perspectiva bastante picaresca, bastante irreverente, bastante socarrona.

Son historias en donde lo que se impone es el humor negro, la capacidad de burlarnos de una manera muy ácida del quehacer del reportero, que finalmente mucho de lo que aquí se narra –en las seis historias– tiene muchísimos elementos de la realidad. Son cosas que me tocaron vivir a lo largo de década y media de reportear en las calles de Tijuana.

Hace unos minutos leías el pasaje de Natalio, que es un fotógrafo que sueña con ser cantante de narcocorridos, y que canta con un estilo muy similar a Chalino Sánchez. Déjame comentarte que ese fotógrafo existe en la realidad y trabaja en el periódico Frontera y su forma de cantar realmente es muy parecida a la de los cantantes de la sierra sinaloense. No le pide nada a la voz de Chalino Sánchez.

En el cuento, Natalio triunfa como cantante de narcocorridos, en la realidad todavía no ha triunfado pero creo que podría hacerlo.


ÓA. Ahora que mencionas que sí existe este fotógrafo, también existe Blancornelas, este periodista que fue asesinado a balazos.

DSB. Blancornelas fue víctima de un atentado al que sobrevivió en noviembre de 1997. Sobrevive, queda gravemente herido de bala, pero logra sobrevivir todavía 9 años.

El caso de Blancornelas es una referencia. Hay quienes me han preguntado si es un libro sobre Jesús Blancornelas o si es una biografía. No, nada que ver. Simplemente es el título de un cuento que decidí que le diera título a todo el libro, al sexteto de historias. Y en el caso específico del cuento que abre el volumen, que se llama “Dispárenme como a Blancornelas”, se trata de un reportero de la frontera que sueña con convertirse en una especie de narco best seller, en un súper ventas de libros de narcotráfico, de revelaciones escandalosas, que nunca consigue su cometido porque finalmente sus historias parecen no interesar a nadie.

Cuando llega al colmo de la decepción, cuando se da cuenta que no va a trascender como reportero, llega el momento en que decide pagar por su propia ejecución: pagarle a unos sicarios para que lo ejecuten de manera espectacular y lo conviertan en un mártir del periodismo.

Es una sátira, es un cuento con muchísimo humor negro, que se burla de esta obsesión de muchos colegas de convertirse en narco best sellers.


ÓA. Otro de los cuentos que llamó mi atención, sobre todo por el día de hoy que es la elección presidencial de Estados Unidos: “Belén Arazaluz sueña que mata a George Bush”, el personaje podría considerarse como perdedora pero sueña salir a la luz para encontrar algo de significado en su ser, ¿por qué te llama la atención este tipo de personajes?

DSB. Siempre me llaman la atención el tipo de personajes que quieren trascender su condición a costa de lo que sea. En este caso, quizá todos estos personajes parecen tener un encuentro pero son personajes que aún en las situaciones más absurdas siguen levantando una bandera.

Te pongo un ejemplo en el cuento “Belén Arazaluz sueña que mata a George Bush”, se basa en una cobertura que efectivamente viví y que efectivamente hice en octubre de 2002, cuando se celebró la cumbre de la APEC de Asia-Pacífico en Los Cabos, Baja California Sur.

Eran los meses previos a la Guerra de Irak, George Bush estaba cabildeando apoyo para la guerra de Irak y Los Cabos estaba convertido en un bunker de guerra surcado por barcos, por helicópteros, por agentes del servicio secreto en los hoteles.

Aquello era un ambiente muy tenso y estando yo en como reportero de pronto me imaginé: “caray, qué pasaría si en este momento de pronto en Los Cabos, Baja California Sur, saliera un Lee Harvey Oswald, un conspirador solitario y atentara contra Bush. Se armaría la guerra y de pronto todos los ojos del mundo estarían en Los Cabos y se convertiría en la nota de nuestra vida”.

El cuento es un poco onírico porque trata sobre una reportera que se llama Belén Arazaluz, que cubre para un diario en Ensenada, y confunde por momentos el sueño con la realidad y de pronto se sueña a sí misma como una magnicida.

 

ÓA. El cuento “Península Jano”, tiene un corte más íntimo a diferencia de lo que ocurre con los demás, donde sí se nota al reportero. En “Península Jano”, vemos a un escritor que va a presentar un libro prácticamente delante de nadie, ¿te ha ocurrido en alguna ocasión que pase esto?

DSB. Pasa todo el tiempo. Tienes un gran ojo como lector, porque efectivamente es el cuento más íntimo, digamos más interior de todo el sexteto y que tiene que ver con la angustia que representa el saltar del periodismo a la literatura, que por momentos lo viví como salto al vacío sin paracaídas.

Mi personaje –he de decir– lleva una vida mucho más trágica. Yo te he decir que tuve mucha fortuna en los últimos tres años y ¡caray! la literatura me ha recibido con los brazos abiertos. Finalmente es la angustia de dejar un oficio para pasar a un quehacer que por momentos puede parecer absurdo.

Es también un homenaje a la obra de Federico Campbell, concretamente a la novela Transpeninsular, que escribe cuando deja la revista Proceso. Lo que significa dejar de ser un reportero de tiempo completo para convertirte en escritor.

Y claro, reflexiona sobre todo esto y de cómo a veces la literatura es simple pretexto. Es decir: presentaciones de libros donde hay vino pero no hay libros, donde hay libro pero no hay gente, ediciones que son pésimamente hechas, se malgastan fondos públicos. También es una burla con mucho humor negro al mundo de las instituciones culturales.

Qué te puedo decir, particularmente en el último mes me la he pasado presentando mis libros en todas partes. En este momento venimos regresando de Los Ángeles, estamos todavía en carretera rumbo a Tijuana y estuvimos ahí presentando el libro como parte de la gira del Festival de Literatura del Noroeste Itinerante (FELINO) con algunos colegas escritores.

Estuvimos en Los Ángeles y San Diego ¡bueno! En las últimas cuatro semanas hemos estado en 9 diferentes ciudades.

 

ÓA. Y en FELINO vas a estar con Carlos René Padilla.

DSB. Sí. De hecho esta actividad que hicimos en San Diego y Los Ángeles forma parte del FELINO. De un FELINO binacional, externo pero efectivamente, pasado mañana voy a estar con mis colegas Hilario Peña, Iván Farías, presentando los nuevos títulos de la colección de Nitro Press: Amorcito Corazón, Págale al Diablo, la antología México Noir, que presentamos la semana pasada en Monterrey, y Dispárenme como a Blancornelas.

 

ÓA. Hemos visto cómo en los últimos años el periodismo le ha ganado terreno de lectores y como generador de historias a la literatura. Después de haber escrito libros cercanos a la experiencia periodística, con tu experiencia como novelista y cuentista, ¿consideras que hay una división entre la literatura y el periodismo o se pueden considerar una sola disciplina?

DSB. Periodismo y literatura pueden llegar a mimetizarse, a fundirse y confundirse en las formas, pero no son ni deben aspirar a ser una misma disciplina. Un ornitorrinco puede tener pico de pato pero no por ello se convierte en ave. Sigue siendo, pese a las apariencias, un monotrema.

Nunca debemos perder de vista que el periodista busca a priori la verdad, o por lo menos acercarse a ella. Si nos olvidamos de eso entonces estamos jodidos. Si hablamos de cuento o novela yo admiro al narrador capaz de engañarme con maestría, al divino mentiroso que tiene la capacidad de sumergirme en su mundo imaginario y hacer que un personaje nacido en la profundidad de su cabeza pueda generarme empatía o repudio.

Lo que sucede es que hay una interesante cofradía de cronistas latinoamericanos que están narrando historias fascinantes. Todos esos pupilos ávidos de comerse el mundo salidos de los talleres de Leila Guerriero y Martín Caparrós suelen sorprendernos con relatos endiabladamente buenos que nos parecen más vivos y con más sangre en las venas que la mayoría de las novelas actuales.

Tampoco es que haya nada nuevo bajo el sol. Esto ya lo había hecho en su momento Rodolfo Walsh con Operación masacre y lo hizo en el Siglo XVIII mi tocayo Daniel Defoe con el Diario del año de la peste, por no reiterar la obviedad del machacadísimo new journalism americano de Capote, Thompson y compañía.

A mí me gusta mucho jugar al filo de la navaja, pero intento en lo posible no confundir el cilantro con el perejil. Por ejemplo, “Infortunios del Centinela”, un relato incluido en Juglares del Bordo, puede perfectamente leerse como una crónica periodística. Narro un hecho real usando los verdaderos nombres de los personajes involucrados. Todo es fiel a lo sucedido. El lugar, la fecha y la trama corresponden con lo narrado en los medios de comunicación. Vaya, tan es una historia real, que su desenlace fue grabado por un colega reportero y ha sido visto por casi un millón de personas en YouTube.

¿Por qué entonces “Infortunios del Centinela” es un cuento y no un reportaje? Por la simple y sencilla razón de que usurpo los pensamientos y el diálogo interno de cinco personas que van a morir y a las que ya no puedo preguntarles qué pensaban en esos momentos. Un reportero que se respete, no puede poner en su nota las cavilaciones internas, las dudas y los miedos de una persona minutos antes de su muerte. Un cuentista sí.

Tan me gusta jugar al filo de la navaja, que hice la chapuza de auto-plagiarme y jugar a hacer un pequeño guiño entre dos libros de géneros distintos. El asesinato del Gato Félix está narrado con las mismas palabras en La liturgia del tigre blanco y en Vientos de Santa Ana. Son tres o cuatro párrafos idénticos. La diferencia es que La Liturgia… es periodismo y me apego a un código de ética, mientras que Vientos… es una novela donde tengo licencia para mentir. Es como si periodismo y literatura se lanzaran un cierre de ojo, una señal cómplice. Esos dos libros son como las caras de Jano, los mórbidos siameses del Bonded by Blood de Exodus.



ÓA. Se ha dicho que ejercer el periodismo en México es una de las profesiones más arriesgadas en el mundo, y desafortunadamente los números de periodistas asesinados lo comprueban, ¿alguna vez sentiste que tu vida estaba en peligro?

DSB. El mayor riesgo que corre un reportero en México es el de morir de hambre. Su primera trinchera de combate, sus primeros enemigos suelen estar en su sala de redacción y en la oficina de recursos humanos, si es que trabaja para una empresa. El primero en censurarlo es el departamento comercial del medio de comunicación para el que labora.

El oficio en sí mismo es un asesino en serie. Miles de reporteros y editores de mi generación han quedado damnificados, condenados al subempleo después de pasar décadas explotados –mis colegas quedan, tiraos por el camino, y cuántos más van a quedar, canta La Polla Records.

Como modelo de negocio el periodismo en México es un gran fracaso, porque la inmensa mayoría de los medios –éticos y antiéticos, dignos y chayoteros, combativos y oficialistas por igual– han sobrevivido gracias a los contratos de publicidad del gobierno. Les quitas la teta del dinero público y la mayoría se mueren. Si a ello le sumas que cualquier narco- alcalde o cualquier narco-gobernador puede asesinar a un periodista incómodo en el momento en que se le dé la gana, entonces esto ya toma tintes infernales.

Lo aterrador es que la muerte de un periodista ya no sea noticia, que no indigne, que no genere reacción o seguimiento, que sea vil ritual de lo habitual. Más de un centenar de periodistas asesinados en las últimas dos décadas en gobiernos panistas, priistas u obradorista. Esta masacre no la detiene nadie y no veo un compromiso firme del actual gobierno.

Por lo que a mí respecta, sí estuve en peligro. Un reportaje sobre gasolina adulterada me costó amenazas y más de una vez estuve en medio de fuegos cruzados, pero más cornadas da el hambre.

 

ÓA. ¿Tenías una especie de manual o guía para ejercer el periodismo?, es decir, algo que siempre verificabas antes de salir a cubrir una nota, algo que nunca olvidaras.

DSB. Bueno, tanto en El Norte como en Frontera tuve un código de ética y un manual de estilo y redacción bastante estrictos. Por ejemplo, a tu fuente o a tu entrevistado no podías aceptarle ni un vaso de agua o un café, debías vestir con corbata, cabecear siempre con verbo y no exceder las 30 palabras por párrafo. Claro, yo tenía también mis propias reglas y mis propias cábalas. Siempre escribir en libreta aunque la grabadora esté prendida –mis apuntes me han salvado más de una vez–, siempre tomar mis propias fotos aunque me acompañe un fotógrafo; si estoy ante un entrevistado difícil o escurridizo y tengo tiempo, empezar con preguntas suaves y a modo, y asestar como latigazo la pregunta más dura e incómoda cuando el entrevistado empieza a relajarse y a sentirse a sus anchas.

Caminar mucho por mi ciudad. Caminar es clave para cualquier contador de historias, subirme al transporte público hacia lugares desconocidos, no tener miedo de hacer preguntas en apariencia demasiado obvias o simples, pues ahí suele esconderse el meollo.

 

ÓA. ¿Cuál consideras que es el sentimiento más ruin que tiene el ser humano?

DSB. Todos somos un amasijo de sentimientos ruines, nobles, absurdos, ilusos. De hecho un sentimiento puede ser tan ruin como noble al mismo tiempo. Esos dobleces, esos quiebres, esas paradojas y contradicciones son los andamiajes de un buen personaje literario.

Cuando alguien presume ser de una pieza suelo dudar de él. Tu sentimiento más noble o sublime puede ser al mismo tiempo el más bajo o abyecto. Por ejemplo, un reportero puede ser una suerte de Quijote que desafía a un sistema corrupto y arriesga su vida por esclarecer la verdad, pero al mismo tiempo ese mismo reportero –sin menoscabo de su gran labor como profesional– es una máquina de ego y soberbia y lo que verdaderamente le atrae de revelar esa verdad es volverse famoso y ser cubierto de elogios, no hacer justicia.

En cualquier caso, hay sentimientos ruines que no admiten relativismos. No puedo soportar, bajo ninguna circunstancia, el maltrato a los niños. Es algo que me enferma y no soporto que sea algo tan normal en nuestra cultura. En general no puedo concebir el daño o el abuso hacia un ser que no puede defenderse. Alguien que atropella intencionalmente a un perro, por ejemplo, no creo que tenga en su fuero interno nada rescatable o noble como ser humano.

 

ÓA. Has ganado, entre otros, el Premio Gilberto Owen, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, ¿consideras que los premios hacen a los escritores?

DSB. Cada quien habla como le va en la feria y a mí en la feria de los premios me ha ido bien. He ganado ocho y he sido finalista en dos. Estoy por publicar mi libro número trece y te puedo decir que diez de ellos se publicaron como consecuencia de un premio o un proceso eliminatorio. Sin premios no los hubiera publicado y no hubiera ganado dinero alguno –porque eso sí, becas no he tenido ni una, ni siquiera chiquitas; en esa feria me ha ido muy mal. Yo sé muy bien –porque cada vez con mayor frecuencia me toca ser jurado– que un premio es una ruleta, un buen chiripazo, un trago de aleatoriedad. Como juez me he quedado con manuscritos muy buenos que no ganaron y también he visto ganar al libro menos malo, libros mediocres que ganaron porque alguien tenía que ganar y no se podía dejar desierto.

Hay mucho de fortuna, pero en cualquier caso los premios –y la confianza de mi esposa Carolina– me han ayudado a sobrevivir en los últimos cinco o seis años. Es una forma de ganarse la vida y yo salgo a cazar lo mismo liebres que mastodontes. A veces cuesta trabajo creer que una locura nacida en tu cabeza de pronto se convierta en dinero y te permita liquidar la hipoteca de tu casa o comprar un carro.

En cualquier caso, con el sueldo de reportero no lo hubiera logrado de un trancazo. Lo mejor es que gracias a los premios he podido publicar y compartir mi trabajo y, lo que es más difícil, apostar a vivir de esto sin tener que desempeñar un trabajo de oficina.

 

ÓA. ¿Qué significa para ti haber ganado el Premio Literario Anual en Argentina, un premio internacional?

DSB. Ganar el Premio de la Fundación El Libro, otorgado por la Feria del Libro de Buenos Aires, fue un umbral en mi carrera, cruzar una frontera. Máxime tomando en cuenta quiénes fueron los jueces: Mempo Giardinelli, alguien a quien admiro desde hace décadas; Carlos Gamerro, Jorge Lafforgue, Ana María Shua, Eduardo Lalo. Soy y he sido siempre un aferrado a la literatura y la cultura argentina. Culturalmente es posiblemente el país que más me ha influido como narrador.

Poder ir a recibir un premio de cuento en una tierra de extraordinarios cuentistas y un mes después presentar Juglares del Bordo en la Feria del Libro de Buenos Aires se parece mucho a soñar despierto. Vaya paradoja: mi libro más radicalmente tijuanense, publicado en la orilla austral del continente. No veo de qué otra manera habría yo podido publicar un libro en Argentina con distribución en todo el país.

Además, este premio lo gané en Argentina apenas tres meses después de haber ido a Colombia como finalista del Premio Hispanoamericano Gabriel García Márquez, –el mayor premio de cuento en el mundo de habla hispana– con Días de whisky malo. Gracias a que llegué a esa final, se pudo distribuir en todas las bibliotecas de todo el territorio colombiano, algo que en México nunca me ha pasado.

De pronto, en cuestión de meses tenía ya un libro editado en Colombia y otro libro editado en Argentina, países que como lector han sido una influencia radical para mí.

 

ÓA. ¿En cuál género te sientes más cómodo, en la novela o en el cuento?

DSB. En el cuento, por mucho y también en el ensayo. La novela no es lo mío ni me gusta demasiado para ser sincero. Estamos infestados de novelas mediocres y prescindibles que tienen apenas unas páginas salvables pero que estructuralmente son fallidas.

En la novela puedes nadar de muertito como autor, pachorrear con páginas sosas, mientras que el cuento es una jugada de precisión. Una sola falla te cuesta todo el engranaje narrativo. En tu apertura tienes que plantear el conflicto esencial, el desafío o el nudo que conformará el centro neurálgico del relato. Nada puede sobrar y cada párrafo abona y cumple una función.

Por lo que al ensayo respecta, es el género que me parece más libre y honesto –siempre y cuando no lo contamines de academicismo, me refiero aquí al ensayo libre a lo Montaigne. Cuando escribo ensayo soy yo pensando en voz alta y charlando contigo en un café o una cantina, haciéndome preguntas, cavilando, barajando posibilidades.


ÓA. ¿Podrías platicarnos un poco qué significa para ti el futbol y específicamente irle a los Tigres?

DSB. El futbol es un vicio confeso, es mi absurdo favorito, mi idioma universal, el esperanto que me permite platicar apasionadamente con personas radicalmente distintas a mí con las que no comparto absolutamente ninguna otra afinidad.

A cualquier país o ciudad del mundo que voy trato de ir al estadio y convivir con su afición. He ido a ver futbol en ocho diferentes países del mundo. El futbol es también una gran metáfora de la vida. A menudo explico e interpreto mi vida en términos futbolísticos, como si yo fuera el director técnico de mi camino existencial. Muy a menudo juegas precavido, cuidando el resultado, administrando la ventaja, pero a veces te tiras a matar y te juegas todo por el todo mandando al arquero a rematar.

Lo de mi afición Tigre es predestinación. Nací en el Año chino del Tigre y cuando yo tenía unas semanas de nacido, Tigres subió a primera división. Además, Tigres y yo llevamos vidas paralelas y hasta vamos más o menos parejos en campeonatos y premios literarios. La diferencia es que Tigres no pudo levantar una copa en Buenos Aires y yo sí. Me identifico mucho con Tigres porque en esta década ganamos y ganamos una y otra vez, pero aun así para la crítica nacional no existimos y siempre nos verán como provincianos, huéspedes no invitados, colados a la fiesta de los “grandes”, aunque levantemos más copas que ellos. Cuando ganó Chivas –que desde entonces no ha vuelto ni siquiera a calificar a la liguilla–, la prensa deportiva nacional hizo un pedo mayúsculo, pero gana Tigres y lo minimizan.

En la literatura pasa lo mismo. Si uno de los escritores vedettes de México hubiera llegado a la final del García Márquez o ganaba un premio en Buenos Aires, aquí se cae el cantón y ya veo a todos cacareando en coro, pero como se trata del huésped norteño no invitado, pues simplemente miran para otra parte y hacen como que no existes. Ya estoy acostumbrado.

 

ÓA. ¿Qué es el amor?

DSB. Vaya pregunta. Pues no lo sé. Intuyo que el amor es ver dormir en paz a mi hijo Iker y a mi esposa Carolina y sentir a nuestro alrededor la inabarcable inmensidad del caos universal, del tiempo, del absoluto, y saber que dentro de todo ese Aleph, la razón que hace girar mi engranaje está ahí, en esa cama e intuir que aunque dentro de un siglo seremos polvo de noche, esa ráfaga de viento que fuimos tuvo sentido solo por el amor.

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