Letrinas: Brotes

Brotes

Por Salma Caristo

Estaba empezando a oscurecer y los exploradores seguían navegando por el río que poco antes fue nombrado Amazonas, llevaban haciéndolo desde muy temprano. Quizá porque era su primera expedición o porque tenían prisa en descubrir algo, sólo paraban la balsa para alimentarse, verter un poco del agua cristalina en sus cuencos y beberla para continuar remando.

No se les notaba ni un poco de cansancio; remaban con una cadencia lenta pero incesante. Se desviaron por uno de los canales del río. A medida que avanzaban, también se agrandaba el terreno verdoso; su camino poco a poco fue llenándose de un abundante follaje hasta que se transformó en un gran arco de plantas y flores. Para entonces se comenzaban a vislumbrar destellos azules en todas direcciones. En el agua se reflejaban sus rostros; uno tras otro eran alumbrados por esa bioluminiscencia. Sus ojos también empezaron a brillar, reflejaron los matices turquesa que iban iluminando su trayecto. Se miraban unos a otros como para asegurarse de estar en la realidad y reían, primero de forma sutil, luego a carcajadas.

Los exploradores se mostraban fascinados con el paisaje tan radiante en el que se estaban adentrando. Imantados por ello, siguieron remando. Avanzaban cada vez más rápido y sus esfuerzos se convertían en sonidos. Bramidos de sus cuerpos retumbaban en esa especie de cueva frondosa que se iba tejiendo con la vegetación y seguía creciendo, al mismo tiempo que el canal iba disminuyendo su tamaño hasta ser tan estrecho como la anchura de la balsa. Se detuvieron. Un pequeño silencio dio paso al siseo de la selva, que se fusionó con sus agitados jadeos.

Minutos después descendieron de la balsa y caminaron con calma para apaciguar el ritmo de su respiración; observaban hacia todas partes y se encontraban con la flora que proyectaba un turquesa intenso. Sus ojos ahora se veían más brillantes que nunca, resplandecientes como la superficie de ese lugar. Les llamó la atención la densidad de las hojas que estaban en el suelo. Se agacharon para tocarlas y hallaron una textura muy suave, similar al terciopelo. Atraídos por eso, uno a uno fueron abriéndose espacio para recostarse en ese lugar; suspiraban, y sus miradas comunicaban gestos cómplices de estar haciendo lo correcto.

Relajados, los exploradores cerraron los ojos. Inhalaban guiados por las estridulaciones de la selva y exhalaban como expulsando el cansancio acumulado a lo largo del día. Sonreían. De pronto percibieron unos brazos afelpados que brotaron del piso; se dirigían a sus pechos, rodeándolos, se sentían bien. En sus ensoñaciones tal vez pensaron que era algún ser querido brindándoles afecto, porque se encogieron hacia el centro de sus cuerpos; unos incluso devolvieron ese apacible movimiento que parecía un abrazo, apretándose con fuerza; otros ni siquiera se percataron de lo que pasaba, pues empezaron a quedarse dormidos.

Los brazos avanzaban sigilosamente, uno hacia sus cuellos y el otro hacia sus muslos; iban delineando y acariciando cada parte con paciencia. La expresión genuina de los rostros no cambiaba, tampoco lo hacía el pausado movimiento de los diafragmas. Estas ramificaciones siguieron los contornos de los cuerpos, enrollándose en cada parte, dejando su rastro luminoso. Los músculos seguían flojos, la frecuencia cardiaca se iba haciendo cada vez más lenta, un estado de estupor que abría paso a un sueño profundo.

Las ramas no dejaban de moverse. Sus hojas con sus flores se encontraban y se entrelazaban formando ramos majestuosos, habitando cada centímetro, cada orificio, cada órgano y cada fluido, hasta que todo quedó arropado con los deslumbrantes matices turquesas que emanaban de la planta trepadora, que envolvió estos cuerpos, que los tendrá por la eternidad, que los hará sentirse protegidos para siempre.


Salma Caristo. Psicóloga egresada de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), realizó una movilidad estudiantil en la Universidad de La Frontera (UFRO), en Chile. Es artista plástica y escritora, integrante de Talentos Universitarios UAEMéx, del Colectivo artístico Ameyalli, la Colectiva Mujeres en el Arte y el Taller de narrativa de Grafógrafxs UAEMéx. Participó en la Estancia literaria “Material de los sueños” en las Islas Marías. Textos suyos han sido publicados revista Grafógrafxs, Penumbria, Red Universitaria de Mujeres Escritoras y Especulativas MX. Además imparte cursos, talleres y charlas sobre la salud mental relacionada con las artes.

"Drive my car", el silencio como conductor de vida


Cinetiketas | Por Jaime López |


¿Qué tanto podemos perder en nuestras vidas cuando callamos lo que sentimos o lo que sabemos? ¿A dónde se fuga todo eso que no verbalizamos, que no dejamos ver de nuestra alma, pero que afecta nuestra cotidianidad?

Los anteriores cuestionamientos forman parte de una interpretación muy personal acerca de "Drive my car", la reciente ganadora del Oscar como mejor película internacional, dirigida por Ryûsuke Hamaguchi, basada en el relato corto del célebre escritor japonés, Haruki Murakami.

La cinta en cuestión hace énfasis en el silencio y sus diferentes connotaciones, por ejemplo, la de ser un implacable verdugo del protagonista, un actor y director teatral llamado "Yusuke Kafuku", que aún sabedor de que su esposa "Oto" tuvo relaciones sexuales con muchos hombres, jamás se lo menciona.

Su estado emocional se agrava cuando ella, otrora realizadora y contadora de historias, muere repentinamente, lo que provoca que el personaje estelar caiga en una espiral de dolor o pesadumbre.

Años después, cuando él es invitado a dirigir una obra en Hiroshima, conoce a una conductora reservada y enigmática, "Misaki", que solo habla lo necesario y que lo ayuda a trasladarse a su centro de trabajo.

Pese a la economía de sus lenguajes, ambos comienzan a revelar los traumas de sus pasados rompiendo con el mutis emocional que se han autoimpuesto.


Sumado a lo anterior, el guion de "Drive my car", que ganó un reconocimiento en el pasado Festival de Cannes, incluye a un personaje secundario mudo, una creadora que no se deja sobrepasar por su condición física para transmitir sus emociones, junto con su arte.

Ahí, el silencio juega un papel de superación personal, de un ente que desafía, reta o transforma.

"¿Qué tanto podemos perder en nuestras vidas cuando callamos lo que sentimos o lo que sabemos?", escribí al inicio del presente texto.

En el caso del personaje central, la principal pérdida que padece es su propia alma, su paz mental.

Sin embargo, la premisa de "Drive my car" implica otras vertientes, como la de función terapéutica del arte, el cual también sirve para sanar o liberarse de demonios internos.

Sumado a lo anterior, Hamaguchi plantea una reflexión que para muchos ha pasado desapercibida, que tiene que ver con la libertad sexual de uno de sus personajes femeninos, la esposa-guionista que fallece en el prólogo de la película.

Al respecto, en uno de los diálogos expresados por "Misaki" (la conductora), se lee lo siguiente:

"¿Tan difícil sería aceptar que ella simplemente era así, que te siguiera amando de todo corazón y mantuviera relaciones con otros?"

Lo anterior puede considerarse como una especie de gran reto enmarcado en la lucha por la equidad de género, misma que ya debiera consolidarse, a plenitud, en este siglo XXI.

Así, el filme de Hamaguchi invita a reflexionar en el poder de los silencios, en que si bien las palabras pueden herir mucho, igual o más pueden lastimar las palabras no expresadas, los sentimientos no exteriorizados, al grado de conducirnos por la vida sin tomar el control del volante, al borde del descarrilamiento.

Los Bitchos: psicodelia y cumbia femenina



Por Diego Vázquez | 


Los Bitchos son el combo de la cumbia femenina. Let the Festivities Begin! es una oda a la cumbia psicodélica de los setenta, navega entre el surf y la chicha peruana; es una banda sonora al pasado. Una amalgama de influencias que se conjugan para ser concretadas en once temas.

Dicho en otras palabras, es un remolino de música retro. Los Bitchos nos acercan a la música tradicional de la guaracha, gracias al talento del cuarteto femenino, proveniente de cuatro latitudes (Suecia, Australia, Turquía y Uruguay).

Este combo gestado en Londres en 2017, donde Serra Petale (guitarra), Agustina Ruiz (keytar), Josefine Jonsson (bajo) y Nic Crawshaw (batería) dan vida a este ecléctico proyecto, que además cuenta con piezas instrumentales, aquí la voz sale sobrando.

Estas mujeres retomaron la influencia de Los Mirlos, estandarte de la cumbia peruana así como de música colombiana. En esta propuesta las banderas son anecdóticas y las fronteras son traspasadas por la música. Los Bitchos hacen bailar a los ingleses y al mundo.


Este LP producido por Alex Kapranos de Franz Ferdinand en los Gallery Studios (Londres) da cuenta de los mejores temas de cumbia amazónica que se pudiera quedar estancada en la cabeza. Let The Festivities Begin!, el álbum debut del cuarteto pancontinental, es un trabajo tanto para el oyente experimentado de cumbia como para el melómano que rara vez disfruta de algo instrumental, es el disco para comenzar la fiesta. El material es editado por City Slang Records, compañía discográfica alemana que se enfoca al indie rock.

De los once cortes que están presentes en el disco debut de estas chicas destacan “Pista (Fresh Start), donde el rasgueo de cuerda de guitarra para hacer sonar al ritmo de cumbia y surf predomina; y “Tropico”, en donde la cumbia es la protagonista.

“Change of Heart” evoca a los mismísimos dioses ancestrales de la cumbia amazónica del Perú. Invocación pura. Estas son tres de las canciones que más sobresalen en dicha producción. Un álbum en el que Los Bitchos saben mezclar sonidos de otras latitudes para plasmarlos en canciones. Let The Festivities Begin! guarda once canciones o mejor dicho colecciones de música latinoamericana

Letrinas: El hombre de gris



El hombre de gris

Por José Rodolfo Espinosa

 

“Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río”. Esta frase tiene un error de traducción, lo que Heráclito dijo fue: “En los mismos ríos entramos y no entramos, somos y no somos”. ¿Qué quiere decir todo esto? Se estará preguntando el lector. Pues bien, el filósofo griego hablaba de las alteraciones que hay en el tiempo, que es como el río, que fluye y cambia. ¿O por qué se pensaría usted que existen tantos efectos Mandela? Que, por cierto, según mi informante en el siglo XXXI, ellos le llaman el efecto septiembre, ya que fue el primer cambio registrado en la línea del tiempo.

Septiembre tenía treinta y un días. El que ahora tú lo recuerdes con treinta se debe a un ataque de piratería en el tiempo, una venganza personal de cierta mujer en la que intentando borrar a su expareja de la existencia optó por eliminar el día de su nacimiento. Lo gracioso es que su expareja nació de todas formas, el primero de octubre.

Mi informante a quien llamaremos a partir de aquí “Cronos” (mis disculpas si les resulta un poco cursi, me pareció un mote ad hoc) menciona que mientras más se acerca un cambio a la línea del tiempo a el día prime (que es la fecha en que se realizó el primer viaje; 12 de diciembre de 3033) más fácil es de detectar, gracias al efecto nube, que ocurre por la globalización. Esto es porque como los seres humanos hemos globalizado el mundo desde finales del siglo XX, el conocimiento se guarda en una especie de inteligencia colectiva que comparten todos los miembros de una misma especie.

 —Aún no entendemos cómo funciona, pero los pioneros en el campo son los científicos a cargo del experimento del centésimo mono, puedes buscar sobre ello en el internet de tu época. ¿Cuántos casos de efectos septiembre pueden recordar hasta ahora? —me preguntó Cronos.

Creo que lo correcto sería contar cómo fue que le conocí. Verá usted apreciable lector (y le agradezco por continuar hasta este punto), esto ocurrió hace ocho años, en aquel entonces trabajaba como oficial de tránsito en Shenzen, China. Esa noche detuve la patrulla porque se me había ocurrido una idea para continuar mi novela policiaca. La verdad sea dicha, pocas veces le llega a uno la inspiración frente al ordenador, escribimos mientras hacemos las cosas cotidianas, es cuando nos llega la luz y uno debe atraparla, como si de una luciérnaga se tratase, para luego vaciar la idea en la hoja en blanco. Lo que hacemos sentados es más parecido a transcribir, que a escribir per se. Como le decía, orillé mi vehículo a mitad de la cuadra, bajo un poste de luz. Escuché el ruido característico de un carrito de baozis rellenos; un sonido agudo de corneta, similar al de los eloteros en mi natal México, incluso tiene la misma estructura de un triciclo que facilita el transporte. Eran tres treinta y cuatro de la madrugada, es normal ver a transitar a los vendedores desde muy temprano ya que algunos comienzan su venta desde las cinco. El ruido me hizo levantar la cabeza para verlo, apenas lo distinguí, puesto que no traía luces, iba cruzando la avenida cuando vi el camión. Es más fácil para mí narrarlo en retrospectiva, porque puedo ralentizar los hechos, lo que vi ocurrió en un instante y si hubiese parpadeado me lo habría perdido.

Por la velocidad a la que iba el camión, estaba seguro que se llevaría al triciclo; el vendedor ambulante moriría sin lugar a dudas. Entonces lo vi, parecía que salían rayos de los pies al correr. Mi primer pensamiento fue Flash (el súper héroe); el sujeto movió al hombre con todo y carrito y lo llevó a una orilla de la calle, luego le preguntó algo (después me revelaría que la pregunta fue acerca de su estado de salud y si se sentía bien). El chofer del camión frenó en seco y se bajó para ver lo ocurrido. El sujeto que salvó al vendedor ambulante se alejó caminando, como intentando no llamar más la atención, pero yo le seguí.

Cuando percibió mi presencia, lejos de escapar, se acercó a mi patrulla. Con las luces del auto pude distinguir el color de su ropa, vestía un traje gris, todo, pantalón, saco, camisa y corbata, incluso el calzado, que eran unos tenis color plata.

—¿Me puedes llevar?

—¿Cómo hiciste…?

—Te lo contaré si me llevas, necesito ir a Shatou, a la calle Shangsha.

—¿Qué hay ahí?

—Te cuento en el camino.

Mi yo oficial de tránsito no lo habría subido, pero era mi lado de escritor quien estaba al mando de mi mente en ese momento. Y un escritor siempre desea una buena historia.

Lo primero que me dijo fue que no podía revelar su nombre, luego me soltó que era viajero del tiempo. Lo dijo con tal seriedad y seguridad que me fue imposible reír, aun así, no lo creí.

—¿No me crees? No te culpo. Detén el auto.

—¿Por qué?

—Necesito que anotes algo.

Obedecí. Fuese un truco o no, me resultaba de lo más interesante.

—Este mes arrestarán y condenarán a 15 años de prisión a Wang Lijun —mientras hablaba movía los ojos, como si estuviese leyendo algo —¿te gusta el fútbol?

—Eh… sí.

—Los siguientes campeones del mundo serán: Alemania en 2014 y Francia en 2018.

—¿Me estás dando datos del futuro?

—¿Estás escribiendo? —preguntó esto último con un tono de molestia. En ese momento pensé echarlo del auto, sin embargo, escribí —En 2013 Xi Jinping asumirá la presidencia de China y la mantendrá hasta el 15 de agosto de 2020, cuando escribas sobre tu encuentro conmigo. Ese mismo año, el mundo sufrirá una pandemia, que comenzará en Wuhan y que pondrá al noventa y ocho por ciento de los países en cuarentena.

—¿Cómo estás tan seguro que escribiré sobre ti? La ciencia ficción no es mi género.

—Lo harás, cuando se cumpla todo lo que he dicho lo harás.

Sacó un reloj de bolsillo y revisó la hora en él.

—Arranca o llegaré tarde.

Mientras conducía le hice toda clase de preguntas. Me reveló que trabajaba para la policía del tiempo, que se hacían llamar los hombres de gris (en referencia los villanos de la novela Momo de Michael Ende).

—Nosotros nos encargamos de mantener el orden cronológico. Detectamos aberraciones de tiempo y les ponemos fin.

—¿Aberraciones de tiempo?

—En mi época es normal el turismo en el tiempo. Pero existen ciertas reglas que deben seguirse. Nosotros no interferimos a menos que alguien viole esas reglas. La piratería, por ejemplo, es anterior a la invención de la escritura y persiste en nuestro tiempo.

—¿Qué hacen con aquellos que rompen las reglas?

—Dejan de existir.

Me mostró un aparato que parecía la mezcla de un control de aire acondicionado del 2012 y una pistola. Era blanco y tenía una pantalla y un gatillo, Cronos lo llamó “Desvanecedor”.

—Necesito estar por lo menos a veinte metros para usarlo. Pero creo que tendremos que entrar. Acompáñame, será más fácil si vienes conmigo.

Después de mucha reflexión he concluido que dijo eso debido a que portaba uniforme en ese momento.

Entramos a un edificio con decenas de habitaciones.

—¿A cuál iremos?

—A la número 42 —dijo presionando el botón del elevador. Se escuchó un ruido y las puertas se abrieron. Subimos.

—¿Es un criminal peligroso?

—Sí y no. Es peligroso para la línea del tiempo, pero probablemente sea inofensivo para nosotros. Este tipo de delincuentes aplican la McFly.

—¿Cómo en Volver al futuro?

—Sí, viajan con almanaques deportivos o de números ganadores de lotería; esto está terminantemente prohibido, pero todos creen que pueden burlar la ley y quedarse en el pasado a vivir la gran vida.

Al llegar al apartamento, Cronos sacó una plastilina y la moldeó hasta darle forma de llave que introdujo en la cerradura. Luego abrió. Dentro del apartamento había un enorme televisor, un jacuzzi y una torre de dinero sobre la mesa.  En el sofá descubrimos la revista. Campeones de la Champions League en la primera mitad del siglo XX. Cronos la tomó y guardó en su bolsillo.

—¡Arriba las manos! —era un hombre delgado, de espeso bigote castaño y anteojos de pasta. Traía una escopeta en la mano.

—Por fin —dijo mi compañero y sacó el Desvanecedor; ambos dispararon al mismo tiempo. Sólo que el arma de Cronos no hizo ruido y la bala que debía matarlo se difuminó, como cuando soplas sobre un puñito de tierra. El criminal lanzó el peor grito que escuché en mi vida y despareció igual que la bala.

—¿Qué sucede?

—¡Vámonos! —apuró Cronos. Y mientras salíamos el televisor, el jacuzzi, el sofá y el dinero desaparecían también.

He soñado con ese hombre y todo lo que ha dicho Cronos se cumplió.

Esa noche me dijo una última cosa, sobre el criminal que liquidó. El desvanecedor busca en la base de datos al delincuente y uno de nuestros agentes lo asesina a los pocos días de nacido. El que tú lo hayas visto provocará un efecto Morfeo, y personas en el mundo a partir de ahora, soñarán con este desgraciado sin haberlo visto jamás.

—¿Cuántas personas?

—Puede que una o veinte, son las secuelas de este trabajo. Confío en que no apuestes con los resultados que te di.

—No yo…

—Si lo haces, tendré que venir por ti.

La idea me aterró, pero poco después soltó una carcajada.

—Es broma. Pero por favor, no lo hagas.

Después de eso regresó a su tiempo. Me encantaría poder narrar cómo fue, pero en esta ocasión si pestañeé. Sólo sé que el mundo está cambiando y que el tiempo es como un río.




J.R Spinoza - H. Matamoros, Tamaulipas, México (1990). Escritor y profesor mexicano. Becario del PECDA Tamaulipas, en la categoría de Jóvenes Creadores por novela. Asiste al Ateneo Literario José Arrese de Matamoros. Libros Publicados: El regreso de los dioses, la batalla de Folkvangr (Caligrama, 2019). Los deseos de Serena (Catarsis Literaria, 2021). Para destruir el final y otros cuentos fantásticos (Winged, 2022).

Letrinas: Idólatras susurradores uniformados



IDÓLATRAS SUSURRADORES UNIFORMADOS

Por Elías Rosario 
 

cifras por todos lados, acrónimos, corporaciones de esto, corporaciones del otro, insuficiencias, irregularidad, nombres de altos cargos funcionarios, grupos vandálicos, periodismo…

—Dudo lo consideren bueno si nos escuchan hablando de esto. No quiero ni que tú, ni que yo, ni que alguna otra persona se muerda la lengua. A pesar de los trece minutos que no debieron ser, estamos los que estamos.

El grupo seguía con su marcha. Llovía. El megáfono lo hacía de nuevo:

cifras por todos lados, acrónimos, corporaciones de esto, corporaciones del otro, insuficiencias, irregularidad, nombres de altos cargos funcionarios, grupos vandálicos, periodismo…

—Es un privilegio que nos llueva. ¿No crees? De donde vengo la gente se pelea por el agua.

—Deberías de juntar un poco más los labios. Hoy, como dices, es un buen día para que no nos den de periodicazos.

—Curioso. Ese es el primer recuerdo que tengo de la lluvia: las imágenes de un anciano que fumaba en un periódico mojado.





Elías Rosario (Cabo San Lucas, BCS, 2004); Joven escritor, estudiante de preparatoria. Ha sido publicado por el Instituto Cultural Iberoamericano (ICI) en la Antología Poética Mexicana “La Palabra Provocada”. Recibió el Premio Internacional Iberoamericano “El Nevado Solidario de Oro 2019”, con sede en la ciudad de San Rafael de Mendoza, Argentina. Aparece en la antología “Diamantinas” publicada por la Colección Poetazos y el colectivo La Otra Feria.

Construarte crea experiencias que alimentan el espíritu y la imaginación: Víctor Rubén


Por Jaime López |


Para las personas que residen en la capital poblana y que buscan actividades artísticas alternativas, el Centro Cultural Construarte es una oportuna opción debido a la variedad de montajes y talleres que tiene a su disposición. 
Definido por su director Víctor Rubén como un espacio que fomenta la creatividad y produce un gozo emocional, Construarte cumple más de dos décadas de existencia en una nueva sede, ubicada en la calle Citlaltépetl número 15, en la colonia La Paz. 
En ese lugar, el público encontrará distintas representaciones escénicas, además de talleres para todo tipo de edades, por ejemplo, actuación y coro infantil, o esgrima deportiva. 
En entrevista, Víctor Rubén señaló que la nueva etapa de Construarte abarca una oferta más amplia de actividades. 

"La oferta volvió a crecer, ya no son solamente obras de teatro y talleres, ahora también son obras de teatro por Internet, grabaciones cinematográficas, una sala de cine, en fin, empezamos a crecer y Herencia 911 (su anterior sede) nos quedó chiquita", expresó. 

 

Abundó que, además de La Rekámara, una nueva compañía local se ha sumado a sus filas para enriquecer el abanico de propuestas, Faramalla Teatro. 

"Somos una asociación civil que se dedica principalmente a difundir y a crear experiencias que alimenten el espíritu y la imaginación de las personas", apuntó. 

 

Subrayó que Construarte toma en cuenta la equidad de género, así como la diversidad de disciplinas artísticas, ya que se conforma por cineastas, locutores, cantantes, actores y actrices. 
En cuanto a uno de sus cursos permanentes más llamativos, destaca el referente a esgrima artística y deportiva, que incentiva la disciplina y el control corporal. 


Al respecto, el creativo explicó que el taller en turno ayuda a los histriones a no lastimarse en producciones en donde tienen que recrear escenas de peleas. 
Del mismo modo, recordó que, a principios del siglo XX, era una actividad sumamente relevante para el gremio periodístico, porque servía para resolver confrontaciones entre reporteros y políticos. 

"Por ahí de 1907, más o menos, en México era bien importante que los reporteros supieran esgrima, porque muchas veces de quienes escribían los demandaban y tenían que dirimir su querella a través de una lucha, a primera sangre, no se morían, el primero que salía herido era el que perdía. Si perdía el reportero no sacaba la nota, pero si ganaba el reportero sacaba la nota con la anuencia de la persona aunque fuera afectada", acotó. 

 

En otro orden de ideas, el protagonista de "Monogamia" señaló que ha ido en aumento la audiencia de las obras locales. Ello en virtud de que cada vez son menos los montajes foráneos que arriban a la Angelópolis. 

"Afortunadamente para nosotros, la oferta de obras de teatro de fuera está baja y entonces el público necesitado del contacto, necesitado de una experiencia, viene, se acerca. Vamos creciendo, lento, pero el público afortunadamente está buscando más teatro", declaró. 

 

No obstante, reconoció que todavía hay gente que le da miedo salir y acudir a un foro escénico en el marco de la pandemia del nuevo coronavirus. 
En ese sentido, indicó que Construarte acata todas las medidas de salud preventivas a fin de cuidar a sus espectadores. 

"Lo que le podemos ofertar al público que tiene miedo o se reserva es ser muy estrictos en lo que son las disposiciones de higiene de Covid-19, por ejemlplo, toma de temperatura, toma de oxiginación, el gel,  todas las habitaciones diariamente se sanitizan y todos los actores tienen su esquema completo de vacunación", sostuvo. 

 

Entre las obras que, actualmente, Construarte ofrece a su público se encuentran "Terapia de pareja", "Monogamia" y "Corazón delator". 
Esa última es donde el público entra con los ojos vendados a percibir una representación teatral. 
Para mayor información acerca de los montajes y talleres de Construarte los interesados deben llamar al 2222126634 ó 2224569655.

La estética grungie de Jean-Pierre Jeunet: una mirada desde 'Delicatessen' hasta 'Big Bug'


Por Jorge Tadeo Vargas |

En 1991 una dupla de directores/guionistas franceses que venían trabajando juntos desde finales de los setentas salto a la fama mundial con Delicatessen, una película que mezcla la ciencia ficción con un humor negro dentro de un futuro apocalíptico, en el cual la comida escasea por lo cual en un bloque de departamentos siempre tienen una vacante. El inquilino que lo renta termina siendo el alimento del resto de los habitantes.

Ambientada en un tiempo atemporal que bien puede ser un distopico futuro o como la estética nos sugiere una Francia en la década de la posguerra, la dupla Jeunet-Caro ya comenzaban a dibujar ese estilo que los caracterizó en sus trabajos en conjunto y que se convertiría en el sello de Jean-Pierre Jeunet con el paso de los años. Un estilo que tiene mucho de la contracultura que dominó parte de los límites del mainstream a finales del siglo XX como lo fue la llamada revolución accidental: el Grunge.


En un mundo donde la carne escasea, en un edificio de la Francia devastada llega un nuevo inquilino a vivir y trabajar en ese lugar junto al casero que también es el carnicero que se encarga de suministrar carne a todo el edificio. El inquilino comienza un amorío con la hija de este personaje que quien es la que intenta salvarlo de su horrible fin: ser convertido en proteína/alimento para todos los inquilinos de este lugar. Esto lo intenta hacer con la ayuda de un grupo de vegetarianos en resistencia llamados “los trogloditas” que se resisten al canibalismo como forma de sobrevivir. La complejidad de los personajes se va mostrando a la par de esta crítica que se mantiene en las historias de Jeunet hacia un sistema donde la solidaridad, el apoyo mutuo no tienen cabida.

En su segunda película La Cité des enfants perdus la dupla Jeunet-Caro firma en conjunto este estilo narrativo a manera de fábula que alcanza su madurez, la ciencia ficción, el humor negro se mantienen en un cuento caótico, extraño de una ciudad donde los niños y las niñas van desapareciendo de uno a uno de sus calles. Ya no es seguro estar afuera, mucho menos vivir en los callejones, el riesgo de desaparecer esta latente.

De nuevo juegan con un escenario apocalíptico atemporal con muchos residuos de un pasado que no existió pero que se siente extrañamente familiar. Aquí la tecnología es un adorno para contar la historia, un adorno que está a la vista pero que no es lo importante, a pesar del ejercito de clones, el cerebro parlante, la mujer diminuta y la maquina de almacenar sueños. Lo importante es la relación que guardan toda esta tecnología con el propósito de la desaparición de los niños y como se unen a “One” para el rescate.

En Delicatessen ya comenzaban a desarrollar una critica al capitalismo y como este no permite más libertad que la que él decide darnos dentro de nuestra esclavitud disfrazada, en La Cité des enfants perdus lo fortalece aun más dejando claro que en este sistema no tienen cabida conceptos como solidaridad, el desinterés por ayudar a los demás, la reflexión individual, la imaginación. Si alguien intenta ponerlos en marcha será sofocado de inmediato.

Aunque la estética de este filme está dentro del Steampunk incluso la narrativa cae dentro del género, tiene una gran influencia del Grunge y toda la contracultura que en esos años estaba en su apogeo, pasando de ser una simiente en los límites del mainstream, para convertirse en un producto más. Aquí la dupla ya mostraba su cercanía con toda esta cultura alternativa que iba tomando por asalto todas las formas de expresión artística en el mundo.

Para 1997, Marc Caro rompe con la dupla para dedicarse de lleno a las artes graficas, en específico al diseño, lo que hace que Jean-Pierre Jeunet acepte filmar en Hollywood para trabajar en la cuarta entrega de la franquicia de Alien la cual recibió el nombre de Resurrection.

Jeunet le aporta a la franquicia su humor negro, su estética Grunge/Steampunk, además de su crítica a la sociedad capitalista, aquí va perfilando lo que termina por cuajar en Big Bugs su más reciente película, que es la dependencia absurda a la tecnología y como ésta nos puede jugar en contra. Androides creando robots no es una buena idea, aunque te topes con algunos como el androide Call, interpretado magistralmente por Winona Ryder que intenta salvar a los humanos. Este personaje pudo haber dado más, lamentablemente después de Resurrection la franquicia comenzó a perder el rumbo sin poder recuperarlo a la fecha.

Alien: Resurrection sirvió para que Jeunet pudiera filmar un proyecto que le estaba rondando desde muchos años atrás y  que se convirtió en su película más popular. Incluso le dio entrada al selecto grupo de directores consentidos por Hollywood. Le fabuleux destin d'Amélie Poulain mejor conocida en el mundo entero simplemente como Amélie, donde de nuevo usa su estilo de fábula para contar la historia de una mujer con una visión muy particular de la justicia que se pone en marcha para hacer de este mundo un lugar mejor.

Dejando fuera la ciencia ficción, pero saturada de humor negro, de sarcasmo, manteniendo mucho de la estética Grunge que ya estaba desapareciendo de la industria y que puede parecer solo un residuo nostálgico por parte del director, Amélie, le dio a Jeunet el paso de ser un director de culto a uno más cercano a la industria cinematográfica de Hollywood, incluso llegando a tener cinco nominaciones a los Oscar.

A pesar del éxito a nivel mundial de Amélie, Jeunet decide apostar por mantenerse un tanto alejado de la industria, al menos en la toma de decisiones de no convertirse en un director por encargo de los grandes estudios y pasan dos años para filmar su siguiente película.

En el 2004 presenta Un long dimanche de fiançailles” una adaptación de la novela del mismo nombre del escritor francés Sebastian Japrisot, donde aunque mantiene su estilo narrativo, su estética, su humor, es posiblemente la película que menos muestra su sello característico. Aunque no deja de hacer una crítica al sistema capitalista y este amor del sistema por la carrera armamentista que va más allá de las guerras, afectando el día a día de muchas personas.

El tema de las armas, lo retoma cinco años después con su siguiente filme, Micmacs donde de cierta forma retoma parte de sus inicios cuando la dupla Jeunet-Caro existía, recuperando mucho de su estilo Grungie/Steampunk. Esta vez el futuro apocalíptico no se mezcla con un pasado inexistente, sino con un presente muy real, muy doloroso y significativo.

La película toma mucho de sus trabajos anteriores para hacer una fuerte crítica a la industria de las armas, al capitalismo que igual nos usa hoy, que nos desecha mañana, es posiblemente de todo su trabajo como cineasta en la que su manifiesto político es más claro y contundente.

En Micmacs los personajes recuperan la complejidad, lo bizarro de sus primeros trabajos, que si bien no tuvo la popularidad de estos, ni mucho menos llega a alcanzar el éxito de Amélie, es posiblemente una de las mejores películas de Jeunet en el siglo XXI que merece una mejor suerte.

Cinco años después regresa con L'Extravagant voyage du jeune et prodigieux T.S. Spivet  una adaptación del libro "Las obras escogidas de T.S. Pivet" que en lo personal me parece que es una de sus películas más intimas, casi autobiográfica, tomando en cuenta que de nuevo es una fábula donde nos muestra la historia de un extraordinario niño que se avergüenza de todo su alrededor y trata de esconderlo.

La única de sus películas donde los escenarios son los Estados Unidos y no la Francia o territorios ficticios, además de las pocas donde el casting estadounidense supera el francés.

Diez años después, en 2022, regresa con una película, esta vez contando con el gigante del streaming de video Netflix en la producción. Big Bug se presenta en plena pandemia, donde los países van saliendo de sus cuarentenas para recargar aun más la paranoia del encierro que vivimos y que en muchos casos seguimos viviendo.

Aquí Jeunet retoma su gusto por la ciencia ficción, el sarcasmo, ese humor negro, ácido (solo basta ver el programa de televisión que de vez en vez les aparece a los personajes de forma aleatoria para dar cuenta de ese humor) para darnos una sátira de la sociedad actual, donde el Internet de las cosas comienza a ser una realidad, al menos en lo que respecta a las “Alexas” y las “Siris” del mundo y cómo vamos dependiendo de esto.

Influenciado por Isaac Asimov y toda la ciencia ficción de la época de oro, Jeunet va mostrando un distópico mundo donde los androides deciden tomar el control. No es que lo decidan de forma consciente, sino por una falla de programación y más allá de la resistencia humana, son los robots y su intento de ser humanos quienes al final salvan a la humanidad. No deja de ser irónico y hasta absurdo este final.

Big Bug puede no ser la mejor película de Jean-Pierre Jeunet, incluso tiene varios defectos que no muestra en sus trabajos anteriores (sobrecargada visualmente, la estética aunque se mantiene en esa idea de la ultima década del siglo XX, un par de hoyos en el guion que le quitan credibilidad. La película no logra cuajar del todo) y sin embargo es mucho mejor que gran parte del cine actual, donde poco o nada de éste nos pone a pensar más allá de sus evidentes mensajes.

Aquí de nuevo esta crítica al sistema capitalista que va acabando con nuestra humanidad para convertirnos en androides, en zombis incapaces de solidarizarnos entre nosotros, su crítica antimilitarista es invaluable en estos tiempos de caos civilizatorio.

Marzo, 2022

Desde los bosques de Klatch City


*Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de X.

Letrinas: El otro lado


El otro lado

Por Vladimir Galindo

El patadura lo hizo de nuevo. Impactó el balón tan fuerte que lo mandó hacia el otro lado, unos metros más allá del cerco de púas que dividía a México de los Estados Unidos. Con ese jonrón entraron dos carreras y ganaron el partido de futbeis. Abelino, quien cubría la zona más alejada de la cancha inventada tenía la responsabilidad inherente a su posición de traer el ovoide de regreso.

Miró hacia el este, luego hacia el oeste para asegurarse de que no viniera ningún migra. En ambas direcciones sólo se apreciaba el reflejo del sol que rebotaba ardoroso sobre la arena. Se agachó para pasar por entre el alambre de en medio y el de arriba. Una púa alcanzó a aruñar su camiseta fallando con su único propósito: impedir que latinos cruzaran. 

De lan of de fri, escuchó en su cabeza una de esas voces vaqueras que a veces se percibían en la tele con la antena nueva que le habían puesto. El rastro del balón sobrepasaba un montículo de arena como a unos diez metros. Lo único que sabía del desierto era que uno tenía que pasar con cuidado por los matorrales porque ahí se escondían las víboras. Eso y que tragaba indocumentados.

Emprendió el trayecto con el corazón acelerado a pesar de que ya lo había hecho un millón de veces. Siempre sentía que era como una verdadera aventura; una especie de desafío a la autoridad del país más intimidante del mundo. Le generaba una sensación muy extraña, como si de ese lado del cerco alguna vibra más densa corriera por el aire. Incluso sentía sus pies más pesados, como en otra gravedad. Ahora era Abelino, el astronauta explorador que rondaba las dunas rojizas del planeta del terror en busca de la esfera dorada.

La base de control lo había mandado a él como supuesto castigo, por rebelde, por haber viajado a zonas prohibidas de la galaxia, pero él sabía muy bien que en realidad lo habían mandado porque era el único que podía enfrentar los riesgos que habitaban aquel planeta problemático.

Al llegar al montículo donde su traje espacial le indicaba que podría ubicar su objetivo, se percató de una figura que no encajaba con la geometría del paisaje habitual de cachanillas espaciales, rocas porosas y cachoras mutantes. Junto a la esfera que le habían mandado recuperar, del suelo se asomaba el cuerpo de lo que parecía ser un sombrerudo galáctico cualquiera.

Abelino, sin abandonar su misión, se acercó para analizarlo a detalle. El viento desértico que a veces podía ser muy agresivo y espeso debió haber enterrado las tres cuartas partes de aquella figura que se mostraba inerte. Si, sin duda estaba muerto. Lucía pálido, un verde casi blanco. Sus ojos parecían haber capturado el último segundo de su vida: horror. Tenía una herida aparatosa en un costado de su cabeza. En lugar de casco traía un sombrero tejano que estaba pegado a su pelo con grumos de sangre, lo cual le indicaba que era un terrorrícola que podía respirar en esa intemperie. También notó que le hacía falta un diente.

Estar cerca del muerto no le causaba miedo a Abelino. Incluso trató de moverle el brazo con la punta de su bota para cerciorarse de que estuviera tieso como tabla. No era raro encontrarse cadáveres por el desierto rojo de ese planeta. Además del clima, los locatarios eran bastante hostiles. Pero no sólo ellos, esa zona resultaba muy común para que se suscitaran enfrentamientos entre piratas, mercenarios, caza recompensas y la policía intergaláctica. Ese sujeto debía ser una cifra más del resultado de dichos encuentros.

Sin embargo, al seguir explorándolo con la vista, una sensación de vacío, de inexistencia, o hasta de soledad, le surcó la espalda cuando vio la cadenita de oro que el muerto portaba en el cuello. Traía un pequeño colguije circular con la imagen de Rómulo y Remo siendo amamantados por una loba. Abelino identificó a esos personajes de la mitología terrestre de inmediato porque él tenía una cadenita idéntica. 

Su hermano ya tenía más de seis años que se había cruzado para el otro lado. Se fue con un tío a la lejana ciudad de Chicago donde trabajó en varios lugares haciendo de todo hasta que pudieron meterlo en la construcción. Hubo un tiempo que hablaba muy seguido, pero poco a poco fue hablando menos. Lo que sí hacía era mandarle regalos a Abelino para su cumpleaños. Casi siempre lograba que el regalo llegara el mero día.

Usualmente le mandaba ropa, que para que se vistiera a la moda gringa y no pareciera tonto como sus otros amigos chorreados. También le enviaba uno que otro juguete porque a final de cuentas estaba muy morro aún. Ya llevaba dos cumpleaños que no mandaba nada y que no se comunicaba. Nadie sabía nada de él en el otro lado. La madre de Abelino le había marcado tantas veces a todos los conocidos que tenía de aquel lado hasta que le dejaron de contestar. Poco a poco su hermano se convirtió en una fotografía a blanco y negro.

Para el último cumpleaños que envió algo, su hermano le había regalado una cadenita de oro con la imagen de Rómulo y Remo, misma que estaba grabada con las iniciales de ambos, A y F de Fausto. En una tarjetita que vino con la caja le decía que él también usaría una igual y que nunca se la quitaría. Abelino lo imaginaba por una ciudad irreal con su cadena, construyendo puentes, casas. Desde entonces, Abelino decidió que tampoco se la quitaría nunca.

Ese de ahí sobre la arena no podía ser su hermano, porque su hermano era moreno y el muerto tieso ese frente a sus ojos era rubio. Y ahora que su pensamiento iba en ese rumbo, si había de parecerse a alguien, más bien era a él mismo, a Abelino. Este no dudó que se tratara de una coincidencia extraordinaria pero una urgencia lo colmó por saber si la cadenita del muerto también estaba grabada.

Se inclinó para coger el colguije y tumbarle la arena incrustada con sus uñas, pero sus intenciones se vieron truncadas momentáneamente al notar que debajo del brazo más enterrado, el muerto cargaba una bolsa de cuero café con la leyenda de 1st Bank Yuma de la cual se asomaban varios dólares terregosos moteados de sangre.

Ahora era Abelino, el vaquero solitario que transita por el mundo de las ánimas, forasteros y demás espejismos del desierto de fuego, una zona donde se traficaba mucha mercancía proveniente de diversas partes del mundo fuera de las rutas oficiales y lejos de los ojos de la ley.

Aquel sujeto fulminado sobre el suelo lucía como el típico bueno para nada que solo andaba de un lugar para el otro buscando problemas y encontrándolos. Un joven que no podía seguir escapándosele a la muerte. Seguro había asaltado ese banco y lo habrían herido en una persecución acalorada. Probablemente terminó huyendo a pie, pero hasta ahí le había alcanzado la fuerza. Hasta que su sangre lo abandonó con la mirada ciega de cara al sol. 

Su madre se la pasaba diciendo que si tan solo pudiera juntar algo de dinero viajaría a Chicago para averiguar qué había pasado con su hijo. Abelino no sabía cuánto había en esa bolsa, pero por diversas conjeturas que se concretaban en su cabeza, podía determinar que sería suficiente para los planes de su madre y tal vez hasta para más. Dirigió sus manos en esa dirección cuando…

¡La migra, Abel, la migra! Le gritaron sus amigos. Abelino levantó la vista. Por el este no se veía nada, pero por el oeste una estela de polvo se levantaba peligrosa. A gran velocidad y con una furia palpable, una camioneta blanca se aproximaba amenazante, hacía su recorrido cotidiano como un depredador hambriento que recién había localizado su presa.

No podía ser otro más que el viejo McQulero, un verdadero malnacido cuyo único proyecto de vida era joder a la gente honrada. Utilizaba su potente carroza blanca impulsada por sementales monstruosos para perseguir a todas esas almas que se encontraban desamparadas en el desierto de fuego. La única excusa con la que el viejo McQulero se escudaba para realizar sus improperios era que lo hacía para proteger a De lan of the fri.

El corazón de Abelino se desbocó sobre su pecho. Era hora de tomar decisiones y reconoció que lo más prudente sería seguir con el plan y culminar la misión, pues otros contaban con que así lo haría. Se lanzó por el balón y después de tomarlo corrió de regreso a tierras seguras sin antes echar más arena sobre el muerto para terminar de ocultarlo. La arena sepultó aquella expresión de horror, ingresó a sus ojos, llenó su boca, devoró el colguije y salvaguardó los dólares.

Para cuando la picap blanca con rayas verdes y amarillas llegó al área, Abelino ya estaba un metro dentro de México. Un gringo de complexión ancha tirándole a robusto, fletap pulcro y mano en la cintura se apeó con aires amenazantes. If I see you again I will fucking shoot you, kid! Gritó al aire antes de agarrar camino otra vez. El patadura, aprovechando la oportunidad, le sacó el dedo, ¡me la pelas pinche gringo! Y los demás rieron.

Ya en la tiendita de Don Ruperto todos habían olvidado quién había ganado el partido de futbeis. Sobre el suelo, cada uno con su golosina o refresco, interpretaban sus versiones de cómo Abelino, el intrépido, había incurrido en tierras enemigas para recuperar el preciado tesoro. Era un maratón de gestos y estallidos de carcajadas al fondo del pasillo de los refrigeradores, donde quizás el más serio era precisamente Abelino, quien no dejaba de darle vuelta a su colguije, con la mirada perdida, concentrado en pasar la lengua por sus dientes para ver si alguno estaba flojo.

 

*Vladimir Galindo, oriundo de San Luis Río Colorado, Sonora, dice que porta un título de Licenciado en lengua y literatura de Hispanoamérica y otro de Maestría en traducción e interpretación, pero a todo el mundo le recomienda estudiar medicina. En la actualidad se dedica a traducir documentos jurídicos y a veces se hace de algunas horas para escribir ficciones; por lo pronto, prefiere el cuento. Algo de su material ha sido publicado en revistas como Pez Banana, Diez4 y El septentrión. En abril del año de la pandemia adoptó un perro llamado Fariseo y en diciembre a una gata llamada Furio(sa). Juntos añoran la paz mundial.

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