Gatsby: el fin o el comienzo del “sueño americano”

Escrito en 1925 por F. Scott Fitzgerald, uno de los máximos representantes de la literatura estadounidense.
Call me old fashioned… please! | Por Mónica Castro Lara |

Con toda esta locura pandémica, algunos nos hemos dado la oportunidad de reencontrarnos con algunos libros y películas que creemos imprescindibles en nuestras vidas y que cada que los releemos y/o volvemos a ver y escuchar, adquieren significados o simbolismos diferentes. O simplemente afirmamos por qué nos gustan tanto, ¿cierto?

No es ningún secreto (y más bien, a estas alturas me parece una obviedad) que mi libro favorito sea ‘El Gran Gatsby’. Escrito en 1925 por F. Scott Fitzgerald, uno de los máximos representantes de la literatura estadounidense de inicios de Siglo XX –y que formó parte de la ‘Lost Generation’-, aquel que apadrinó el término ‘jazz age’. Les cuento que en semanas recientes, he andado en modo muy ‘serendipity’ con el buen Fitz, releyendo Gatsby (por quinta ocasión) y ‘A Este Lado Del Paraíso’; terminando la recopilación de ensayos post mortem titulado ‘The Crack-Up’; terminando también ‘Flappers and Philosophers’ y, por qué no, viendo una vez más ‘Midnight In Paris’ del controversial Woody Allen, como especie de cereza en el pastel. Es francamente una delicia poder reconectarse con todo aquello que a uno verdaderamente le apasiona y sobre todo, dejar que dicho arte ‘nos hable’ y continúe inspirándonos.  

Seguía yo en mi ‘mood roaring twenties’, cuando me apareció en Facebook (sí, literal me apareció) la página de un documental llamado ‘Gatsby in Connecticut; The Untold Story’, escrito y dirigido por Robert Steven Williams y Richard Webb, quienes se propusieron ‘sacar’ a la literatura a la calle y descubrir por qué la comunidad académica estadounidense se ha empeñado en negar que las ‘semillas’ de ‘El Gran Gatsby’, surgen en realidad en el puerto de Westport en Connecticut y no en Long Island como siempre se ha creído, inspirados en el artículo de 1996 de Barbara Probst en ‘The New Yorker’. Y, mientras miraba y buscaba toda esta información en la página de Facebook, me aparece a la vez una invitación al webinar titulado ‘Reimagining Gatsby’ que tendría, entre otros ponentes, a Blake Hazard ¡la mismísima bisnieta de Scott y Zelda!


Imagínense cómo me sentí. Era evidente que me inscribiría cuanto antes y que esperaría con ansias un viernes de mayo a las tres de la tarde. Pues bien, llegó el tan esperado día y créanme que valió mucho la pena. Para empezar, el panel estuvo compuesto de cuatro interesantísimas personas (además de Robert, el director del documental): Blake, la nieta de Fitz y Zelda que es cantante, artista, escritora, etc; la doctora Maureen Corrigan, autora del libro ‘So We Read On: How The Great Gatsby Came To Be And Why It Endures’; Michael Cotey, escritor y director de teatro quien montó la versión de 2016 de ‘El Gran Gatsby’ para la Universidad Northwestern; y finalmente, el profesor Kirk Curnutt, director ejecutivo de la fundación/asociación Fitzgerald y docente en la Universidad Troy, en el campus Montgomery (además de poseer el afro canoso más awesome que he visto). 

El webinar comenzó con un cachito del documental de Robert y vaya que ayudó a ponernos en un estado de ánimo ad hoc para lo que se avecinaba. El video es el final del documental, la última página de ‘El Gran Gatsby’ leída por Sam Waterston, actor que interpretó a Nick Carraway en la versión fílmica de Gatsby de 1974 (donde también la protagonizaron Robert Redford, Mia Farrow y Bruce Dern). El videíto, es una mezcla entre ilustraciones animadas, la melancólica voz de Sam y la también melancólica música, aunado a las bellas y poéticas palabras de mi querido Fitz. Admito que, como buena chillona que soy, lloré un poquitín nada más por la pura emoción que transmiten esas últimas líneas del libro.



Después del video, y de mencionar que gracias a la pandemia el documental no pudo ser estrenado en estas fechas (te odio un poquitín más COVID-19), inició una plática –muy amena- acerca del legado de ‘El Gran Gatsby’; se abordaron una rica variedad de temas como la producción y adaptación de la novela al teatro, de cómo Gatsby es el maravilloso ejemplo para entender la visión del mundo a través de los ojos de Fitzgerald, del fracaso tan rotundo que tuvo la novela la primera vez que fue publicada, de los personajes, etc. etc. etc. Pero hubo tres tópicos que llamaron más mi atención en toda la hora y media de plática y que me gustaría compartirlos a continuación:

Michael Cotey, quien dirigiera la versión teatral universitaria de Gatsby, habló sobre el reto tan grande que implicó hacer el ‘casting’ para el papel de Jay Gatsby, ya que si bien tenía (tenemos todos, de hecho) una idea/ constructo de cómo es físicamente el personaje gracias a las pocas descripciones que hay en el libro y a actores como Leonardo DiCaprio y Robert Redford, deseaba hacer algo no tan convencional. Tenía ya seleccionados a dos actores: uno, que de alguna manera perpetuaba con dichos convencionalismos físicos, y otro que no. Este último, es un actor de ascendencia mexicana llamado Eddie Sánchez que, en una de las últimas facetas de preproducción (previo a ser seleccionado), le platicó a modo de confidencia a Michael que entendía realmente a Gatsby en el sentido que durante toda su preparatoria, había intentado ser quien no era al negar de dónde venía, al negar su historia personal al tener papás inmigrantes y donde básicamente no se sentía nada cómodo siendo fiel a su esencia o como dirían los gringos, ‘in his own skin’. Así que Eddie tuvo que ‘blanquearse’ de muchas formas para tratar de encajar con sus demás compañeros. Y esa es básicamente una de las tantas esencias del libro: ninguno de los personajes se siente cómodo siendo quien realmente es y en el caso específico de Gatsby, tratar de borrar por completo su pasado para construirse una vida supuestamente mejor mediante apariencias. Una de las tantas razones de por qué adoro el libro, es gracias a lo atemporal que es.

‘The american dream is beautiful but maybe not achievable’.

En un momento de la plática, Kirk Curnutt lanza una pregunta un tanto controversial que me pareció de lo más interesante y muy digna de ser reflexionada y debatida: ¿es moral que nosotros como lectores ‘celebremos’ o ‘ensalcemos’ el glamour de Gatsby cuando esta novela critica en cierto sentido el materialismo estadounidense y lo repele? Wow. Es un tanto complicado para mí responder de manera parcial a dicho cuestionamiento, cuando para mi cumpleaños 30, organicé una fiesta con temática de los años 20; cuando he escrito decenas de artículos sobre la ‘Era del Jazz’; cuando escribí un artículo sobre cómo influyeron las flappers en el feminismo a través de la moda. Menos mal, la doctora Maureen y Blake tuvieron respuestas bastante atinadas y que les plagiaré si algún día alguien me la pregunta (sorry Maureen, sorry Blake):


“La novela tiene que mostrar de alguna manera, lo atractivo que es el materialismo estadounidense con el fin de demostrar y hacernos ver lo tramposos y vacíos que suelen ser todos estos 'objetos’ huecos y brillantes que ultimadamente, nos conducen a la nada”, a lo que Blake añade: “[…] creo que la luz y la oscuridad coexisten de manera perfecta en el libro; hay un balance que nos enseña cual maligno y trágico puede ser el sueño americano de no alcanzarse”. Qué mujeres tan chingonas, qué bonito caray.

Blake Hazard platicó acerca de la novela gráfica oficial de ‘El Gran Gatsby’: su proceso creativo, las colaboraciones con la ilustradora Aya Morton y el escritor Fred Fordham, entre muchas otras cosas. Hazard también charló acerca de que en realidad ella nunca estuvo muy conectada a sus bisabuelos porque en casa, tanto su mamá como su abuela (Scotty, hija del clan Fitzgerald), nunca hablaban sobre el tema; decidieron vivir una vida muy diferente a la de sus predecesores y no fue hasta bien entrada la universidad, que Blake comienza a interesarse por las obras de Scott y Zelda (en las preparatorias estadounidenses, ‘El Gran Gatsby’ es literatura obligada y a Blake, en su colegio, ni siquiera se la mencionaron). Pues bien, aquí es donde platica que a partir del próximo año, es decir el 2021, los derechos (el copyright) de la novela expirarán, lo que significa que cualquiera podrá publicar el libro, adaptarlo a una película, convertirlo en una ópera o representar un musical de Broadway sin pagar por dichos derechos.  "Estamos muy agradecidos de haber tenido el libro bajo derechos de autor, no solo por los beneficios bastante obvios, sino por tratar de salvaguardar el texto, guiar ciertos proyectos y tratar de evitar los desafortunados", dice Blake. "No sabemos con exactitud qué es lo que vaya a pasar en el futuro; estamos vislumbrando un nuevo período y tratando de verlo con entusiasmo, sabiendo que algunas cosas emocionantes pueden venir". Si bien hemos sentido que Gatsby ha sido parte de nosotros de alguna manera, ahora podremos hacerlo aún más nuestro, y aquí es donde me imagino a un Gatsby negro, o a una Daisy en silla de ruedas, o a un Nick bisexual, o a una Jordan inmigrante y West Egg ubicado en algún barrio mexicano del Bronx. Un sinfín de posibilidades existen para la considerada ‘gran novela americana’ y eso emociona bastante.

Scott Fitzgerald murió a los 40 años solo y olvidado; sumido en el alcohol, en la depresión y rodeado de todos y cada uno de sus demonios y traumas, sin haber alcanzado la gloria que tanto aspiró, sin haber cumplido su ‘american dream’, recurrente en la mayoría de su trabajo. Me he imaginado muchas veces a Fitz viajando por el tiempo (muy al estilo del ‘Ministerio del Tiempo’) y siendo testigo del impacto que tuvieron sus textos en tantísima gente y en diferentes tipos de arte. Me lo imagino pero, nunca he logrado concretar su reacción. Pues bien, toca esperar a ver qué otras maravillas nos aguarda mi Gran Gatsby.

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