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Las reseñas innecesarias | Por Juan Jesús Jiménez |
Imperfecto extraño: retratos de la muerte
Noviembre es un mes particular para los mexicanos. Vemos tumbas, hablamos de muertos y los llamamos durante las noches del primer y segundo día del mes. La música que se produce aquí tampoco queda exenta de llenarse de temáticas tan rigurosas como lo es la muerte. Enjambre, una banda zacatecana de rock alternativo, presenta en su disco Imperfecto extraño, el ejemplo más contundente de cómo es que la mexicanidad afronta este tipo de temas entre letras melancólicas y memorias cinematográficas que se apilan en la música que escuchamos.
Lanzado en 2017 por Universal Music México, es el sexto álbum de la banda con una duración de 40 minutos en doce canciones, todas con líneas melódicas muy similares entre sí, brincando entre lo rock y lo electrónico de una canción a otra, pero todo seguido de la temática circundante; la memoria y la muerte.
El disco puede parecer lento, e incluso no es considerado el mejor de la banda, pero su riqueza recae en la forma en que podemos disfrutar del disco desde dos vistas, la lírica y la musical. Además de reconocer aspectos que bien podrían encajar en álbumes anteriores como lo sería Daltónico o El segundo es felino, lo que hace del disco una continuación lejana de los primeros trabajos de la banda, asignando este tono narrativo presente en soundtracks de películas.
Una gran elección si uno decide entrar en el género del rock alternativo, y mucho más para esta época del año, donde si la estación no nos desata lo nostálgico, lo hará la música que escuchamos al recobrar los recuerdos que el paso del tiempo deja sobre nosotros, dejando entre el principio y final de año, la imagen de un Imperfecto extraño que se mira una y otra vez con las canciones de este disco de fondo.
Happier than ever: el registro de cambios
Pasaron tres años desde el lanzamiento de When we all fall asleep, where do we go?, un gran álbum introductorio para la carrera de cantante de Billie Eilish y para su hermano Finneas O’Connell. Éxitos como Bury a friend o Bad Guy, dejaron expectativas altas para el resto de su obra musical; Happier than ever, como un álbum que retoma algunos elementos de su predecesor y le suma muchos otros más personales, es una buena continuación a lo logrado con su primer disco, pero que causa un extraño efecto en su primera impresión.
Lanzado el 30 de julio de este año, en medio de una pandemia global y sin la posibilidad de tener una gira mundial, hizo uso de uno de los servicios de distribución de plataformas como Spotify, y si bien este tipo de formas de distribución no es nueva, es curioso ver cómo la producción de contenido se amolda a las nuevas realidades. Respecto a si es la mejor forma de distribución o no, no es un tema que nos compete tratar aquí.
Dentro del lanzamiento en Spotify, podíamos disfrutar de tres versiones -no muy distintas una de la otra- del mismo disco. Uno con las anotaciones de Billie Eilish en algunas canciones, otro organizado de distinta forma al disco base -por llamarlo de alguna forma-, y el disco tal cual podemos encontrarlo en el formato físico.
Además, a inicios de septiembre, el disco contó con una película -semianimada- distribuida por la plataforma de Disney +; Happier than ever: a love letter to Los Angeles, es un concierto inmersivo muy parecido a lo que podría ser un MTV Unplugged de la artista, acompañada de la filarmónica de Los Angeles -que hacen un trabajo magnífico al interpretar música que aparentemente no tendría nada que ver con lo que hacen habitualmente.
Hablando sobre el contenido del disco, las primeras ocho canciones sirven como una recapitulación de ritmos y estilos de lo que ya conocíamos de Billie Eilish, tanteando con un espléndido trabajo de producción y melodías muy silenciosas pero cautivadoras tanto en letra como en compás rítmico. Canciones como Oxytocin, Billie Bossanova, I didn’t change my number o GOLDWING, tanto en el concierto acompañado como por sí solas, juegan con el sonido estéreo, el volumen y los bajos que contrastan con la voz de Billie. Además, la mayoría de estas canciones hablan del crecimiento que ha tenido la artista desde aquel lejano 2016 cuando lanzaba Ocean Eyes. Habla un poco del cómo se siente desde la fama tan acelerada que obtuvo y se abre a temáticas más generales como la atracción y su propia experiencia en ello.
Las ocho canciones restantes podrían funcionar como otro álbum, desde una catarsis en el interludio de Not my responsability y Overheated, siguiendo por pensamientos sueltos que llevan a su conclusión en Male fantasy. Temas un poco más pesados como el acoso social, la muerte, la superación personal y la asimilación van dejando su huella entre ritmos más pop y pocas experimentaciones como las de las primeras ocho canciones.
En general, un disco que representa algo de lo que se puede lograr con artistas con libertad creativa y de distribución, tal vez un precedente para que cada vez más discos sean presentados por entero de forma digital antes que física. En lo personal, recomendaría el concierto de Disney +, pues muchas de las canciones adquieren una profundidad armoniosa mucho más grande siendo interpretadas por la filarmónica, como el caso de mi favorita personal: Billie Bossanova. En resumen, si bien, la segunda parte del disco puede parecer extraña, vale la pena darle una oportunidad de brillar por separado a lo que ya conocíamos en When we all fall to asleep, where do we go? Y si es que solo buscamos algo ya conocido, el disco también cumple con ello, y de una gran forma.
Amor(es) en Norma
Clasificar el álbum en un solo género podría
significar la reducción al absurdo de un contenido basto de 36 minutos. Norma,
el quinto álbum de la artista homónima,
Norma Monserrat Bustamante Laferte -que todos conocemos como Mon
Laferte- resulta en una de esas experimentaciones discográficas que se
agradecen y vienen como un viento fresco de vez en cuando. Lanzado en noviembre
de 2018 por Universal Music, consta de 10 canciones tan variadas en ritmos como
para intercalar un bolero con un mambo o hasta una cumbia; la línea conceptual
es clara desde los primeros versos, el amor.
A
veces trágico, otras veces con un toque pasional y humorístico; la extensión
del concepto del amor se hace tierno con cada canción que de forma desordenada,
describen las etapas del enamoramiento, dejando entrever una historia que a
propósito o no, hace del disco un conjunto de perspectivas bastante reales de
las dudas más comunes al estar enamorado. Pero creo que para disfrutar del
disco por completo, hay que organizarlo en tres etapas: atracción,
inseguridades y despedidas.
La
primera parte -la más rítmica- la conforman Ronroneo,
El beso, Caderas blancas y No te me
quites de acá. Su contenido es directo, dos personas que coquetean y
comparten entre ellos un sabor a frutas secas y la sensación de peces en la
boca -como diría el cíclope de Cortázar. En estas cuatro canciones
encontraremos el sonido de percusiones constantes y varías líneas de
instrumentos de viento acompañando la melodía que muchas veces será dirigida
por la voz de Mon Laferte, dando un efecto maravilloso de inmersión acústica
como si en verdad estuviéramos viviendo lo que estos dos amantes musicales se
dicen al estar frente a frente, tanto la letra como los sonidos dulces afianzan
esa sensación.
La
segunda parte con Quédate esta noche, El
mambo y ¿Por qué me fui a enamorar de
ti?, habla de las dudas que vienen con el tiempo, no solo de las personas
por sí solas, si no de la relación en sí, tomando entre sonidos más cálidos y
ritmos más sencillos -a excepción de El
mambo- tópicos como los celos, la infidelidad y el crecimiento que una
persona espera tener dentro de una relación. Para ser específicos, Quédate esta noche, es la canción que a
mí opinión, logra desatar más sensibilidad al escuchar a detenimiento la letra,
y sobre todo, prestar atención a el cómo los instrumentos acompañan cada frase
como una orquesta. Desde cuerdas hasta percusiones, voces y bajos, claros y
oscuros coinciden en la súplica de un ser que reconoce en la otra persona, la
única seguridad de su deseo. Quédate
conmigo, por favor.
La
última parte, y también la más triste, abarca Cumbia para olvidar, Funeral y Si
alguna vez. En ese orden, todo parece degradarse, como si estuviéramos a
punto de despertar de un sueño, pues incluso en la cumbia, podemos notar
sonidos más graves y hasta obstruidos de la batería y de los instrumentos de
viento. Las letras también denotan este sentimiento apagado, sobre todo Funeral, que como su nombre apunta, deja
ver el final de la relación presos de la monotonía y el hartazgo. Una vez más,
a mí opinión, siento que el disco podría dejarlo de escuchar ahí mismo, dejar
en nuestra boca el sabor amargo pero suave de un adiós advertido por el
agotamiento; afortunadamente para la gente que le gustan los finales felices, Si alguna vez funciona como esa promesa
que se dan dos amantes al saber que lo mejor es partir, con brillos musicales
bailando entre un bolero y una bachata, notas más altas pero con la calidez que
una despedida requiere.
Norma,
como dije, es una experimentación de ritmos que a veces no terminan de ser y
ese aspecto que en otros discos podrían ser reprochables, este lo sabe
aprovechar para tejer un muy buen álbum conceptual al que lo único que se le
podría reclamar, es la duración.
Rosa Venus: pequeñas miradas para grandes vacíos
Las reseñas innecesarias | Por Juan Jesús Jiménez
Imaginemos por un instante que estamos incrustados en un cuento de José Emilio Pacheco. Es sábado por la tarde, tras una semana abrumadora de experiencias pandémicas, descansamos bajo el techo de nuestra habitación preparándonos para dormir; sea porque nuestra ansiedad nos grita al oído o porque padecemos un episodio de insomnio, nos quedamos despiertos en el silencio, pensando en mucho de lo que no hicimos antes. Si este tipo de arrepentimientos y cuestionamientos misceláneos tuvieran un soundtrack, estoy seguro que para muchas de las personas nacidas entre 1980 y el 2000 en México, al menos una canción de Fobia estaría ahí.
Rosa Venus de Fobia es un disco que
refleja mucho de lo que podríamos pensar en estos episodios de insomnio.
Lanzado en abril de 2005 por Sony BMG y producido por Gordon Raphael, productor
de otras bandas de rock como The Strokes y Sol Flamingo -de los cuales prometo
reseñar algo de su trabajo-, fue el
regreso de la banda tras su breve separación en 1997. Siendo su quinto
disco, podemos notar letras mucho más profundas e incluso, acordes y tónicas
mucho más claras que en sus primeros trabajos discográficos como en Mundo Feliz de 1993, donde las canciones
eran más irreverentes e inconexas.
Dentro
de las primeras canciones que abren el disco; Rosa Venus, 200 sábados y
No eres yo, podemos encontrar una
carta general del qué podremos encontrar en el resto del álbum, teniendo pocas
variaciones de ritmos o temáticas entre cada canción, pero aunque pueda sonar
cansado, es esta peculiar continuidad involuntaria la que llena de interés a la
persona que escuche el disco. La razón parece ser que la mayoría del disco fue
compuesto por Francisco Huidobro, y podemos notar esa parte expresiva y tan
característica que en otras ocasiones nos habían presentado canciones como Más caliente que el sol, parte del
soundtrack de Matando cabos en 2004.
Guitarras eléctricas, golpes constantes a la caja de la batería, sintetizadores como línea melódica base y rasgueos rápidos con el bajo forman parte de la composición general, dando una primera impresión de ser un álbum de rock, jugando a veces con ritmos del pop entre los puentes de estrofa a estrofa.
Rosa Venus es uno de los trabajos más reconocidos de la banda y uno
al que le tengo un especial afecto, pues canciones como Muy maniaco de mi parte, o incluso Hoy tengo miedo, pueden adaptarse a mucho de lo que como
adolescentes -quizás hasta adultos- vivimos de forma cotidiana, lo que hace que
cuando uno se detiene a escuchar las letras, pueda identificarse y hasta sentir
nostalgia de algo que nunca nos pasó -efecto parecido a leer un cuento de
Pacheco-. Sin duda, un álbum de pequeñas miradas para grandes vacíos cuando no
podemos dormir.
In Rainbows: cómo narrar una ruptura con rock
Las reseñas innecesarias | Por Juan Jesús Jiménez
Hablar de Radiohead es remitirnos directamente a “Creep”. Canción que puso en el mapa a la banda en 1992 junto a su disco Pablo Honey; desde entonces que con ocho discos, la historia de la banda se ha visto inmerso en distintas experimentaciones musicales que nos hacen dudar de nuestra perspectiva sobre el rock. Ritmos marcados por sintetizadores, líneas melódicas de un piano, percusiones agudas y distorsiones vocales son parte de lo que caracterizó a Radiohead como parte de la cultura popular de las últimas dos décadas.
Y aunque se puede argumentar que la banda no hace música rock, y que se evoca más a lo electrónico, dentro de su discografía podemos encontrar dos discos que por entero pueden ser considerados como rock alternativo, el primero siendo Pablo Honey de 1993, y el segundo -que además es mi favorito personal- In Rainbows de 2007.
Este último, lanzado por XL Recordings y TBD Records (en el continente americano), que desde la forma de su distribución resultó completamente novedoso y toda una bocanada de aire fresco para la industria musical. Pues, desde la página (hoy extinta) de Radiohead, adjunto a un mensaje de agradecimiento, el álbum estaba disponible para su descarga digital de forma gratuita y en caso de sus presentaciones físicas como el formato CD o vinil, el precio lo fijaba el comprador pagando el gasto de envío. Esta peculiar forma de distribución sería ocupada después por bandas como Smashing Pumpkins.
Con nominaciones en los premios Mercury y un Grammy a mejor álbum de música alternativa en 2009, In Rainbows se volvió toda una sensación con canciones como Jigsaw falling into place, 15 step y Nude debutando con esta última en el Billboard Hot 100. ¿Pero qué hace tan especial a este disco?
15 step, como la primera canción del disco, es un buen ejemplo de lo que podremos encontrar a lo largo de los 42 minutos en los que se extiende a nosotros, una historia extraña de lo cotidiano en un romance de viernes por la noche. Teniendo así una estructura de dos partes, la primera como una introducción frenética y la segunda como un desenlace paulatino.
Las
canciones que forman el primer tanto, comparten entre ellas sonidos predominantes
en las percusiones y el sonido natural de los instrumentos, pero mientras
avanzamos, las distorsiones de sintetizadores van cambiando nuestro panorama
musical, haciendo que el disco sea dinámico en su forma de avanzar en su propia
narrativa. Este tipo de contraste podemos observar mejor al comparar Bodysnatchers con Jigsaw falling into place, donde aunque ambas parecen compartir un
ritmo rápido, en la primera, su estructura musical es plana mientras que en la
segunda, tanto la melodía como la tensión de instrumentos aumenta mientras nos
acercamos al final de la canción.
O podemos ver Weird fishes en comparación a Reckoner, siendo que ambas llevan un ritmo lento pero en el caso de la segunda, podemos notar más percusiones y posiciones auditivas cuando usamos audífonos, haciendo de ambas canciones una experiencia distinta del cómo escuchar un disco de Radiohead, siempre tambaleando entre canciones que podemos bailar en silencio y las que nos hacen llorar al ver las letras. Pues como ya dije, el disco narra un poco de una historia sin orden cronológico sobre una ruptura, empezando por -mi favorita del álbum- Jigsaw falling into place, haciendo que hilar puntos sea una tarea placentera mientras vamos devorando el disco.
En general Radiohead es una de esas bandas que además de expandir sus propios horizontes, lo hace de una muy buena forma y nos entrega discos tan significativos como lo es In Rainbows, así que si quiere experimentar una forma diferente de escuchar un disco de rock, este es una buena opción.
Black Marble: cosas inmateriales
Las reseñas innecesarias | Por Juan Jesús Jiménez
No sé si lo ha notado, pero la música parece tener más
volumen con el paso del tiempo, casi como un grito intencional de los discos
que ruegan ser escuchados. Y después está Black Marble, con un disco que
pareciera estar diseñado para perderse entre lo rápido de nuestro día, como un
respiro a todo el estrés que nos aguarda al cerrar los ojos. It´s immaterial, es el segundo disco
producido por Chris Stewart, y lanzado
por Ghostly International; es este
respiro de todo, con tracks envueltos entre sonidos tan extraños como
nostálgicos.
Lanzado en 2016, tomando inspiración del post-punk; Black Marble usa el reciente género del synth-pop como un medio para crear imágenes con la melodía de una guitarra, un bajo y una variedad amplia de efectos electrónicos que asignan profundidad a las letras, que si bien, parecen solo mantener un ritmo oral y no el de un significado, son una de las partes más disfrutables del disco.
A lo largo de los 11 tracks que lo componen, al traducir las letras podemos encontrar una historia extraña separada en dos partes, la amorosa y personal, que al igual que las melodías, parecen tener una regresión constante entre recuerdos difusos por la distorsión temporal y en algunos casos, la musicalidad en cada verso. Con ejemplos claros del trabajo sonoro como en Frisk y de la difuminación musical en Collene.
Para
aquellos que estén relacionados con el género o incluso, sepan de algunos
álbumes post-punk, encontrarán
agradables el juego del bajo y el sintetizador alternando el papel activo en cada
canción, resultando excelente para cerrar los ojos e intentar adivinar cada uno
de los instrumentos de la grabación, sintiendo cada golpe de batería en el
efecto estéreo, cada voz a la distancia y el bajo justo detrás de nosotros.
It’s immaterial, es una de esas joyas silenciosas que aparecen de vez en cuando entre las playlist derivadas del rock. Un álbum que desde que lo descubrí, me logró enganchar por la tranquilidad que puede transmitir entre cada canción, cada uno de los juegos entre la tristeza inducida por mirar el techo y pensar cosas que uno no debería tocar antes de dormir.
Es increíble que la música, y sobre todo un álbum, tenga ese poder sobre nosotros, y sin temor a equivocarme, diría que Black Marble es ejemplo de ello. De que mucho de lo que somos parte de las experiencias sensibles que podemos experimentar al escuchar un disco lleno de sintetizadores e instrumentos casi psicodélicos.
En general, creo que es una muy buena forma de entrarle a los nuevos géneros que se han desarrollado en los últimos años, y sobre todo, una experimentación con nosotros mismos para conversar en el silencio, mirando el techo solos o junto con alguien, esperando que la música redescubra las partes que ignoramos entre el ruido constante de la vida postmoderna.
Volumen 1, Caifanes: los espacios entre el abismo y un bilongo
Las reseñas innecesarias | Por Juan Jesús Jiménez
Calificado como el álbum número 69 de los 250 mejores en la historia del rock en español por la revista Alborde, Volumen 1, Caifanes o también llamado El disco negro, es un vaivén entre las experimentaciones de un disco de rock-punk junto a una cantidad enorme de ritmos que no esperaríamos que estuvieran incluidos en un álbum así.
Canciones icónicas como Perdí mi ojo de venado, La negra Tomasa, Viento y Mátenme porque me muero, son ejemplo de estas experimentaciones musicales que se encarnan entre sonidos desconocidos y dilataciones subterráneas de temáticas inconexas.
Interpretado por el cuarteto original de Saúl Hernández, Alfonso André, Diego Herrera y Sabo Romo, el Volumen 1 es uno de los álbumes más icónicos para las generaciones de los 90’s y que trazó el camino de Caifanes por la historia de la música en español.
En
principio, como una recopilación de canciones que la banda ya tenía un tiempo
tocando de forma independiente, durante este periodo donde el rock se daba
entre toquines clandestinos y reuniones que cualquier adulto de ese entonces
hubiera dicho: ¡Esos son lugares de mala
muerte!
Cuéntame tu vida, el cuarto track del
disco, podría ser otro ejemplo de lo que lo hace tan especial, que sin
necesidad de ser conceptual, aborda temáticas que para la música podrían ser
ajenas. En el seguimiento de una persona que nos habla desde su desesperación,
aspecto que desde la literatura podría parecerse a una narración de Cortázar,
podemos ser incluidos en la música y no solo como un ente que escucha las
canciones, sino uno que participa de forma activa en él al darle un sentido a
las letras.
Ahora, si
bien escuchamos el álbum solo en su calidad musical, sin buscar significados
profundos y dar una revisión a su composición, muchas de las canciones pueden
cumplir con esas expectativas, de sonar bien por sí solas. Gritar por dentro en
un camión mientras cantamos “¡PERDÍ MI
OJO DE VENADO!” es uno de esos
pequeños placeres que la música como cualquier forma de arte, puede traernos en
el día, en este caso, en medio del ritmo rock y combinaciones de sonidos
sintéticos que le dan al disco el aura tan oscura y atrayente que lo
caracteriza, justamente, como una maldición de escuchar el álbum muchas veces
sin que pierda esa sensación, maldición que se renueva con un cierre magistral
con Nada, una pieza que parece
combinar todos los aspectos mencionados en esta reseña.
En
definitiva, un disco bastante completo y que en lo personal considero el
segundo mejor de la banda. Recomendado para cantar a todo pulmón, para mirar el
techo después de un día largo, pero sobre todo, para bailar con una escoba al
gritar “ESTOY TAN ENAMORADO DE MI NEGRA
PRECIOSA”.
Todas partes al final del tiempo: un viaje musical sin retorno
Las reseñas innecesarias | Por Juan Jesús Jiménez
¿Qué tienen en común un álbum tremendamente largo y la demencia? The Caretaker, productor y músico, es uno de los muchos nombres que James Leyland Kirby ha asumido para sus experimentaciones y que, en su álbum Everywhere at the end of time, crea una atmósfera viva que nos absorbe con cada track y regresión acústica que podemos identificar.
Desde
ahora le digo que uno debe estar dispuesto a pasar seis horas para disfrutar el
álbum completo, pero, creo que podría darle una vista por partes ya que hay una
subdivisión entre cada track para agruparlos en fases -algo que trataré en unos
instantes. Y no es algo que parezca atractivo cuando empezamos, gran parte del
disco es la repetición de varias canciones con distintos tonos y formas de
jugar con ellos, así que, si no tiene paciencia o no conoce el contexto en el
que el álbum se cuenta a sí, definitivamente no le gustará.
El
ritmo es lento, bastante relajante y podría escucharlo incluso, al trabajar en
su computadora -como yo, justo ahora. La razón es que se presta a ello y tal
vez recomendaría que se escuchará de esa forma, con audífonos y haciendo alguna
otra actividad donde podamos enfocarnos y dejar que corran las canciones. Pero
a ver, ¿qué clase de álbum es este?, ¿qué clase de álbum demanda tanto tiempo?
Siendo sinceros, no podría clasificarlo en una categoría pero podría nombrarlo como un género experimental, en la forma en que canciones de la década de los treintas, pueden cambiar completamente con un par de efectos. Ahora, el trasfondo y la temática refiere a los padecimientos mentales que alteran la memoria y los traslada a un efecto musical que nos hace darle vueltas a la misma canción una y otra vez pero cada vez más distorsionada.
Sé que seis horas parecen ridículas para lo que comento, y es una fortuna que esté diseñado en varias partes que podemos digerir en distintos momentos del día. De forma que es casi como si se comentaran seis álbumes conceptuales, convirtiendo de poco a poco al público, en otra parte de la memoria que se distorsiona con cada minuto.
En
la primera fase, aunque con un poco de estática de por medio, podemos escuchar
versiones acústicas de canciones como “Heartaches”,
“Say it isn't so” y “Alabamy bound” en bucles que varian muy
poco realmente, por lo que recomendaría solo escuchar los primeros tres tracks
y el último para resumir esta fase.
Dentro
de la segunda, podremos notar más variaciones cruzando por nuestros audífonos y
el deterioro se hará más evidente, de la misma forma, solo basta con escuchar
los primeros tres y el último para que no sea tan largo el álbum.
La
tercera y cuarta parte podrían ser una sola, pues tienen aspectos muy similares
al retratar un recuerdo, pero se debe escuchar con mucha atención para darse
cuenta de los mínimos detalles, cuando a mitad de una canción cambia a otra
completamente diferente y parece casi como un dejá vú. Aquí no hay un orden a
seguir y podría ser completamente aleatorio cómo quiera seguir con unas dos o
cuatro canciones de ambas fases.
Partiendo
de la quinta y sexta parte, llegamos a un punto de no retorno, con momentos
lúcidos sí, pero con un sonido completamente manchado y opaco, es muy difícil
poder identificar una voz o el origen de los sonidos que se internan en la
estática y podría decir que, de forma muy inquietante, se asemejan a una banda
sonora de suspenso, donde, de poco, el sonido se disipa hasta dejarnos sin nada
qué recordar.
Descender
a todas estas partes del álbum, leyendo además las descripciones que da el
autor, es una experiencia completa en sensaciones y una que recomendaría
ampliamente como una introducción a los álbumes conceptuales. Everywhere
at the end of time podría ser la banda sonora al miedo de ser olvidados, de
terminar como el último track, en medio de la lucidez y ruidos incomprensibles
de una marcha fúnebre, y si un álbum puede lograr ese efecto, entonces vale la
pena darle una oportunidad.
Porfiado: baladas rock sobre las contrariedades de crecer
Como adolescentes lo sabemos: muchas de las cosas que vemos,
no nos agradan. Situaciones como la indecisión, el miedo a crecer, el odio y la
soledad son cosas que son inherentes al crecimiento humano, resulta curioso que
exista un álbum que aborde estos temas de forma tan ligera y los lleve a un
punto por demás gracioso y reflexivo al mismo tiempo.
Porfiado, el decimotercer álbum de la
banda uruguaya del Cuarteto de Nos, se vuelve en cada pista, una balada rock
sobre las contrariedades de crecer. Lanzado en Abril de 2012, ganador a mejor
álbum Pop/Rock y mejor canción rock de los Grammy Latinos en ese mismo año, ha
sido uno de los mejores trabajos de la banda dirigida por Roberto Musso.
Posterior a
discos como Raro, Bipolar y Cortamambo, el Cuarteto de Nos logró retomar los mejores puntos de
su trabajo para traernos -el que para mí es- el mejor álbum de la banda. De
mano de la sátira a situaciones comunes o humor parecido al de la canción de Mamá, el bajista me está pegando,
bailando siempre entre el pop y el rock alternativo, es posible que Porfiado prolongue aún más el legado de
la banda en la historia del rock latino.
Desde canciones como Buen día Benito y Lo malo de ser bueno, podemos encontrar la tónica de las letras y el ritmo tan dinámico que caracteriza el disco; siempre con cierto humor y teatralidad que dan un estilo único a las expresiones que impulsan el hilo principal, ser un necio que se resiste a crecer.
Si no supiéramos que Roberto -quien compuso gran parte de las canciones- tiene 59 años, sería fácil creer que las letras salieron de una pluma adolescente.
Ahora,
fuera de lo reflexivo que puede resultar, hay canciones que sirven de cierta
forma como un alivio cómico, caso de El
balcón de Paul, que con sus bromas y referencias constantes, dan la
sensación de realmente estar en una fiesta tremenda que se desparrama en la
propia canción y en la melodía de la guitarra como los gritos de la gente. No te invité a mi cumpleaños, podría ser
otro ejemplo, con una letra que cualquiera podría dedicar a su ex y con un
sentido de catarsis como forma de vivir. Y aunque estas dos canciones son las
más evidentes en su intención, todas las canciones siempre llevan ese doble
filo para identificarse e identificar a otros en las canciones.
Pero no es
solo la forma en que se adoptan estos temas lo que hace tan atractivo el disco,
sino la experimentación de la combinación del rock con otros géneros que
parecerían muy lejanos como la cumbia. El final de Vida ingrata y la canción de Enamorado
tuyo parecerían una broma para un fanático de Iron Maiden, pues, aunque
podemos escuchar las guitarras y las baterías como base de la canción, son los
cencerros y los güiros quienes llevan el ritmo propio de un sonidero.
El
resultado tan bizarro y atrayente que resulta, hace que Porfiado sea un álbum que se puede escuchar mirando el techo,
causando destrozos en nuestra habitación o bailando con nuestros amigos en el
pasillo de la escuela. El hecho de ser tan abierto y reconocible para el
público, hace que ponerle atención a la lírica sea un acto inconsciente que al
término de cada canción, nos haga ser más cercanos a la siguiente hasta acabar
el disco.