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"Wicked: por siempre", secuela entretenida, pero sin números musicales sublimes



Cinetiketas | Jaime López



Aunque no tiene la misma fuerza visual y musical que su antecesora, "Wicked: por siempre" es una propuesta que complacerá a las y los fanáticos de la obra creada hace más de 20 años por Stephen Schwartz.

Ello debido a que se trata de una adaptación lo más fiel posible al segundo acto que conforma la exitosísima obra de Broadway, que a su vez reimagina la historia de "El mago de Oz" desde la perspectiva de las antagonistas, es decir, de las brujas.

En ese sentido, "Wicked: por siempre" sigue destacándose por su crítica contra quienes controlan los medios de producción en una sociedad y, por tanto, contra quienes manipulan las narrativas para influir en el comportamiento de la gente.

Asimismo, la exitosa saga sigue retratando los momentos de luz y oscuridad entre dos amigas opuestas en personalidades, pero que tienen la similitud de luchar contra sus propios dolores o demonios internos.

Rechazo, aceptación, egos lastimados, enojo y autocompasión, son algunos de los sentimientos por los que transitan "Elphaba", la Bruja Mala, y "Glinda", la Bruja Buena, protagonistas de la historia.

Ambas nuevamente son interpretadas por Cinthya Erivo y Ariana Grande, respectivamente, pero es la segunda la que posee un mejor desarrollo en la secuela fílmica, porque en el guión se explican parte de sus frustraciones y temores, lo que genera una mayor empatía hacia ella.

Además, la también cantante sigue transmitiendo un halo de inocencia y valentía a su rol, que aparentemente incurre en algunos estereotipos, pero en el fondo representa a un amplio sector de la población que solo busca aceptación.

En cuanto a la historia, continúa el señalamiento contra el personaje de "El mago de Oz", que es una metáfora de aquellos seres siniestros que simulan tener una conducta intachable con el propósito de alimentar su ego o intereses mezquinos y egoístas.

Eso último se agradece infinitamente debido al mundo de falsos profetas en el que actualmente estamos inmersos, que ha llevado a la decadencia a varios países o naciones.

Ahora bien, uno de los principales problemas de "Wicked: por siempre" es que no tiene canciones sublimes como "Desafiar la gravedad", la cual se pudo escuchar al final de la primera película.

Ese tipo de himno o secuencia escénica hace falta en la continuación fílmica, lo que le resta puntos a la nueva producción comandada o dirigida por Jon M. Chu.

Por otro lado, hay situaciones o ideas que se van resolviendo apresuradamente para hacer avanzar la historia, lo que provoca una narrativa no tan orgánica como la primera parte.

Por lo que respecta al diseño de producción, los vestuarios y los efectos visuales, no hay realmente problemas en esos rubros, pero tampoco existen elementos inéditos que los hagan memorables.

Al final, "Wicked: por siempre" es disfrutable, sobre todo, para las y los seguidores del musical, pero se queda corta en ejecución y desarrollo de su historia. Dominguera, ni más ni menos.




El diablo en el camino: la penitencia como viaje y la culpa como territorio

Úrsula Márquez |


Con El diablo en el camino, Carlos Armella vuelve a esa zona áspera donde lo humano y lo sobrenatural se contaminan mutuamente. Su nuevo largometraje —que llega a salas mexicanas el 11 de diciembre— es, ante todo, una inmersión en la conciencia fracturada de un hombre que intenta cargar con lo que ya no puede soltar: el cuerpo de su hijo, su memoria, su culpa.

Armella, conocido por una mirada visual que convierte el paisaje en un estado mental, plantea aquí un relato que cruza lo místico con lo terrenal sin subrayados. La película sigue a Juan (interpretado con una fuerza contenida por Luis Alberti), un desertor del ejército federal marcado por la Guerra Cristera y perseguido por un diablo que parece más interno que externo. La premisa es brutal en su sencillez: caminar, literalmente, con el ataúd de su hijo a cuestas, rumbo a El Porvenir, su lugar de origen. Pero cada paso abre una grieta. Cada kilómetro revela el peso espiritual de un país desolado y de un pasado que no deja de morder.

La fotografía de Mateo Guzmán Sánchez convierte esa travesía en un espacio simbólico, donde el polvo, la noche y el silencio funcionan como adversarios. Nada es accesorio: la luz y la sombra dialogan con la angustia persistente del protagonista, mientras el relato se tensa entre el suspenso y la alucinación.

El diablo en el camino no busca el susto fácil ni el misticismo decorativo. Lo que propone Armella es un descenso íntimo hacia los fantasmas personales, a través de una narrativa que combina precisión formal con un pulso emocional que nunca se desvía hacia el melodrama. La cinta explora la culpa como herida abierta, el destino como condena y la redención como una posibilidad tan remota como necesaria.

Sinopsis:
Tras desertar del ejército federal al final de la Guerra Cristera, Juan es asediado por una figura diabólica que puede ser tanto una presencia real como la manifestación de su trauma. Con el cadáver de su hijo recién muerto a la espalda, inicia una caminata hacia El Porvenir. En un México devastado, su viaje se convierte en un enfrentamiento con los espectros de su pasado, una espiral de horror íntimo donde cada decisión revela el precio de sobrevivir.

Armella entrega una obra inquietante, profundamente atmosférica, donde el camino no solo se recorre: se paga. Mira aquí el tráiler.


Título: El diablo en el camino
Género: Ficción
Duración: 108 min.
País: México
Dirección: Carlos Armella
Producción: Yadira Aedo
Compañía Productora: CIMA, B Positivo Producciones, Tita B
Productions, Zensky Cine, The42Films, Pierrot Films, Godius, DVision
Fotografía: Mateo Guzmán Sánchez
Reparto: Luis Alberti, Ricardo Uscanga, Aketzaly Verástegui, Mayra Batalla, Roberto Oropeza y Osvaldo Sánchez

"Mátate, amor", una experiencia visceral no apta para espectadores ávidos de protagonistas perfectos


Cinetiketas | Jaime López


La nueva película dirigida por Lynne Ramsay, "Mátate, amor", no es recomendable para mentalidades conservadoras o repletas de prejuicios, que siguen romantizando temas como la maternidad.

Tampoco es apta para espectadores ávidos de protagonistas cuasi perfectos o discursos digeridos, que solo desean pasar un buen rato en la sala sin incomodarse.

Basada en la novela de la escritora argentina Ariana Harwicz, "Mátate, amor" se adentra en la mente de "Grace", quien acaba de convertirse en mamá y que padece un colapso emocional en la casa de campo en la que vive con su pareja.

A partir de esa premisa aparentemente sencilla, la cineasta de origen escocés plantea un retrato sin concesiones acerca de la depresión, los micro machismos, la salud mental y la falta de comprensión para las mujeres que no se apegan al rol de madres abnegadas.

Es ahí en donde la interpretación de Jennifer Lawrence se siente como un viaje feroz y sublime por distintas emociones que habitualmente la sociedad occidental busca reprimir.

La actriz ganadora del Oscar aborda a su "Grace" con una empatía salvaje, que sorprende, incomoda, pero también conmueve.

Ramsay propone una concatenación de imágenes no lineales, las cuales no buscan complacer a las grandes audiencias, sino retarlas a vivir una experiencia fílmica distinta, instintiva.

Ello con base en situaciones alejadas de lugares comunes, que causan escozor como lo que logró en sus anteriores producciones, "Tenemos que hablar de Kevin" o "Nunca estarás a salvo".

Para la cineasta, la condición humana no está sujeta a retratos edulcorantes sobre temas tabúes, siendo un ejemplo de esto las madres primerizas que sienten rechazo respecto a sus vástagos.

En "Mátate, amor", la realizadora no tiene temor en mostrar a una mamá que está más enfocada en satisfacer su sexualidad, que en dedicarse de lleno a labores domésticas.

Por otro lado, erige una extraordinaria crítica social contra los hombres rancios, que todavía siguen buscando en sus parejas a las madres perfectas, que supuestamente deben ser capaces de hacer muchas cosas al mismo tiempo.

Así, "Mátate, amor" es una experiencia visceral, pero imperdible, que se siente como una bocanada de aire fresco en medio de las propuestas superfluas que invaden las salas comerciales.



"Good boy", un gran protagonista y buenos enplazamientos de cámara, pero con algunos lugares comunes


Cinetiketas | Jaime López


"Good boy" es una película de bajo presupuesto que ha llamado la atención de las y los cinéfilos por contar una historia de terror desde la perspectiva de un lomito de carne y hueso, es decir, un perro que no está generado con efectos visuales ni con Inteligencia Artificial (IA).

Lo anterior es de destacarse, sobre todo, en el marco de las leyes actuales que rigen la industria fílmica, las cuales prohiben maltratar animales reales en sus producciones.

En ese sentido, el autor de "Good boy" y dueño del estelar, Ben Leonberg, ha explicado que solo filmaba tres horas al día y en sets controlados, lo que hace suponer que su objetivo era no estresar a su mascota.

Con menos de un millón de dólares de presupuesto, la principal fortaleza de la historia radica justamente en las reacciones de su peludo protagonista.

Ello debido a que dichas reacciones dotan a la película de una gran autenticidad y porque, obviamente, causan una empatía a flor de piel en la audiencia.

El filme comienza con el dueño de "Indy" mudándose a una granja familiar supuestamente embrujada y en donde el ser sintiente comienza a percibir energías extrañas.

Lo que sigue es una serie de emplazamientos de cámara bien resueltos para percibir las reacciones del lomito, que indudablemente son la mayor atracción de la película.

Así, sus miradas, ladridos y llantos elevan la premisa del argumento, uno que tiene el defecto de caer en algunos lugares comunes del género como incluir varios "jumpscare".

Un "jumpscare" es la aparición abrupta de un rostro o figura tétrica, así como la utilización de un sonido fuerte, que tienen la finalidad de causar mayor tensión en los espectadores.

En el caso de "Good boy" se puede identificar un constante uso de ese tipo de recursos, que desafortunadamente le restan profundidad a la premisa.

Además, la película apenas dura 75 minutos, pero por momentos se siente como una historia larga y pesada, lo que evidencia su irregular ejecución.

No obstante, "Good boy" es dueña de una cuidada paleta fotográfica, en donde se trata de evitar darle foco a los rostros de los seres humanos que aparecen en el relato.

Eso último se agradece infinitamente, porque logran que la propuesta se sienta profesional y bien planeada. También resulta admirable que el filme trata de ser lo más artesanal posible.

En cuanto a su discurso, es plausible que el terror solo es un pretexto para hablar sobre los duelos o la pérdida de un ser querido. Ojo a la última secuencia de la película, que también es otra de las grandes virtudes de la misma.

Al final, "Good boy" es recomendable en términos generales, que sí pone nerviosa a la audiencia por varios momentos, pero tampoco es la propuesta más sublime de este año.



Con "Frankenstein", Guillermo de Toro echa mano del monstruo para reflexionar sobre la condición humana


Cinetiketas | Jaime López


Las dos ocasiones en que un servidor ha podido ver en pantalla grande "Frankestein", la nueva película dirigida por Guillermo del Toro, hubo espectadores que terminaron llorando después de leer la cita textual con la que el realizador tapatío cierra su propuesta.

Se trata de un fragmento de la poesía de Lord Byron, quien fue el que desafió a la prestigiado Mary Shelley, dramaturga británica y creadora de "Frankestein", a escribir un texto de terror.

La cita habla sobre los corazones rotos y su supervivencia en un mundo hostil, que justamente captura la esencia de lo que quiso transmitir Mary Shelley y Del Toro.

Con su característico estilo visual gótico, el "Frankenstein" del creador mexicano plantea una historia acerca del perdón y de tomar la decisión de continuar existiendo a pesar de nuestras heridas personales o familiares.

Para quienes no conocen la sinopsis, el protagonista de la historia, "Víctor Frankenstein", decide rebasar los límites de la ciencia y crear vida como si fuera un Dios moderno, debido a un episodio doloroso que tuvo en su infancia.

Dicho episodio fue provocado por el yugo de su padre, un médico extremadamente frío que estaba más preocupado por su imagen y el legado de su apellido, que por el bienestar de su vástago.

A partir de ese argumento, y capturando el espíritu de la novela de Mary Shelley, Del Toro propone un discurso sobre el rechazo, pero también sobre la capacidad de las personas para seguir teniendo esperanza y amor, a pesar de la violencia que hay a su alrededor.

Todo esto sin apartarse de su estilo lleno de fantasía, así como sin prescindir de sus escenografía y musicalización góticas.

Además, el cineasta no tiene temor en mostrar secuencias sangrientas, que contrastan con la elegancia de sus decoraciones, pero que visualmente hacen más atractiva su paleta fotográfica.

En cuanto a las actuaciones, Jacob Elordi logra rebasar las limitaciones del maquillaje para entregar una actuación llena de una sensibilidad epidérmica con su "Criatura", mientras que Mia Goth interpreta majestuosamente a "Elizabeth", metáfora de la inteligencia emocional o de la compasión en la historia.

Acerca de Oscar Isaac he leído opiniones encontradas, pero cumple con su personaje, aunque no resulta memorable, algo que se lamenta, porque es el que tiene la mayor parte de la historia en sus hombros.

No obstante, el "Frankestein" de Del Toro es una de las mejores propuestas fílmicas que se ha estrenado este año, la cual evidencia que, pese al paso de los siglos, las heridas y dolores personales siguen definiendo la condición humana.


"Camina o muere", crudo retrato sobre la explotación a los jóvenes y la gente de a pie



#Cinetiketas | Jaime López


La competencia encarnizada y el control de las juventudes por parte del Estado son dos de las ideas que forman parte de "Camina o muere", la adaptación fílmica del texto escrito por Stephen King, "The long walk" o "La larga marcha", por su traducción al español.

Se trata de una propuesta discreta y efectiva, que con poca publicidad, ha sido bien recibida entre la crítica mundial y la audiencia debido a su cruda representación del capitalismo y la desigualdad social.

Ello debido a que cuenta la historia de 50 adolescentes que deben caminar a una velocidad constante a lo largo de varios días y sin ninguna meta específica de kilómetros.

Quien baje su promedio de recorrido es amonestado y quien sume tres advertencias es ejecutado por los elementos del ejército que vigilan a los concursantes.

Muy al estilo de "El juego del calamar" y la saga de "Los juegos del hambre", el premio para quien se mantenga como la última persona viva es un apoyo económico.

Esa es la línea argumental que utilizan los creadores del filme para erigir una crítica contra el abuso de los poderosos hacia la población de a pie, pues se aprovechan de su necesidad financiera para controlarla a su antojo.

Junto con ello, el director de la película, Francis Lawrence, se encarga de representar a la clase dominante como un ente insensible y deshumanizado, que supervisa el concurso desde la comodidad de sus tanques.

Y además se las ingenia para transmitir oportunamente el cansancio, agonía y ansiedad de los participantes, que en su momento Stephen King plasmó de manera grandiosa en su novela.

En la obra audiovisual estrenada en septiembre pasado, Lawrence demuestra su oficio para los dramas distópicos, un estilo que consolidó en "Los juegos del hambre".

Asimismo, respetó la petición del aclamado escritor de obras de terror, quien puso como condición que solo daría luz verde a la adaptación cinematográfica de su historia sino matizaban la violencia de la misma.

Y así sucedió, porque en "Camina o muere" Lawrence exhibe las ejecuciones de los participantes de manera explícita, con la sangre salpicando la cámara.

Asimismo, no tiene temor de mostrar el excremento que sale de los traseros de los jóvenes, quienes no pueden detenerse a hacer del baño, porque eso podría costarles la vida.

Por otra parte, el también responsable de "Constantine" y "Soy Leyenda" logra construir un retrato acerca de la amistad masculina y la pérdida de la inocencia, apoyado por un elenco de rostros frescos, en donde destacan los protagonistas, Cooper Hoffman y David Jonsson.

Ambos transmiten una hermandad a flor de piel, que se ve acentuada por las condiciones extremas en las que se encuentran inmersos y, además, logran dar a los espectadores un aire de esperanza.



"Una batalla tras otra", contestaria e imperdible


Cinetiketas | Jaime López



Una contundente e ingeniosa declaración de guerra contra la élite conservadora estadounidense. Así es cómo puede definirse "Una batalla tras otra", la más reciente película de Paul Thomas Anderson, considerado como uno de los realizadores más iconicos del séptimo arte contemporáneo.

Centrada en los supuestos pecados que persiguen al exintegrante de un grupo radical revolucionario, interpretado por Leonardo DiCaprio, "Una batalla tras otra" es una obra que destaca tanto en su forma como en su contenido.

Es decir, alcanza un nivel de virtuosismo tanto en su ejecución técnica como en su discurso, el cual está inspirado por la novela "Vineland", de Thomas Pynchon.

Sin embargo, el propio director y guionista del filme (Anderson) ha declarado que su propuesta no es una adaptación como tal del texto aludido, sino que toma prestado varios de sus elementos clave para hacer una versión actualizada.

Dicha versión resuena fuertemente en el presente por la coyuntura política que se vive en Estados Unidos bajo el mandato de Donald Trump y sus políticas anti-migratorias.

En ese sentido, "Una batalla tras otra" tiene una clara postura a favor de la diversidad racial y se va a la yugular contra los fascistas, defensores de la mal llamada "supremacía blanca".

Eso último se puede constarar en la mofa que el cineasta hace de los antagonistas, exhibiéndolos como seres de doble moral, que recurren a argumentos ridículos para justificar sus yerros o atropellos contra la sociedad.

Ojo a esa secuencia en la que el personaje de Sean Penn asegura que fue "violado a la inversa", porque su presunta agresora, una mujer negra, quería despojarlo de su "poder".

Es justamente ese tipo de detalles, llenos de ironía o sarcasmo, los que convierten el guión de "Una batalla tras otra" en una elegante radiografía de los blancos privilegiados.

Además, Paul Thomas Anderson demuestra su oficio para llenar los espacios en los que filma, es decir, para darle significado a todos los escenarios en los que transcurren sus acciones: guettos de migrantes, azoteas, carreteras y hasta las instalaciones de sectas racistas.

En cuanto a su elenco, todos tienen fuertes posibilidades de nominaciones por su labor, tanto los intérpretes ya consagrados como DiCaprio, Sean Penn y Benicio del Toro como las caras más frescas o novedosas, es decir, Teyana Taylor y Chase Infiniti.

La primera de ellas da vida a una mujer que desea fervientemente cambiar el mundo, pero que debe tomar una decisión que afecta su personalidad, convicciones y su relación de pareja.

Además, está lleno de matices y simbolismos, que permiten reflexionar sobre temas actuales como la maternidad elegida y la autonomía personal.

En cuanto a Chase Infiniti, se trata probablemente de la mayor revelación actoral en lo que va del 2025, pues a pesar de que "Una batalla tras otra" es su primer filme, su interpretación tiene una solvencia espectacular, que desborda inteligencia, valentía y hasta sentimientos encontrados.

Obviamente, hay un grupo de hombres rancios que no ven con buenos ojos la reciente película de Paul Thomas Anderson, quien nuevamente graba escenas únicas, memorables y con un gran estilo fotográfico.

Dichos rancios han calificado su obra como "un panfleto izquierdista", lo que evidencia que su supuesta crítica o reseña se basa más en una postura política, que en un análisis de los méritos técnicos, artísticos y discursivos del filme.

Lo mejor es que el respetable tome su propia decisión y la vea en pantalla grande para disfrutar la nueva hazaña visual del creador de "Magnolia" y "Petróleo Sangriento".



"El gran viaje de tu vida", decepcionante, forzada y nada grandiosa



Cinetiketas | Jaime López



Decir que lo mejor de una película es el cover de una canción que comienza a escucharse de fondo en la última secuencia es muestra de que la producción por la que se pagó un boleto resultó fallida casi en su totalidad, en especial, en el desarrollo de su historia.

Es el caso de "El gran viaje de tu vida", el nuevo largometraje estelarizado por Margot Robbie y Colin Farrell, que no tiene nada de grandioso y que ni siquiera se siente como una propuesta entretenida o palomera.

Y es que aunque los intérpretes referidos son carismáticos y se esfuerzan en cada una de sus interacciones, la historia se va desinflando poco a poco hasta convertirse en una odisea plana y aburrida.

Dirigida por Kogonada, artista de origen surcoreano con un buen prestigio en el circuito independiente, "El gran viaje de tu vida" sigue a dos extraños que se conocen en la boda de unas amistades que tienen en común.

Tras un par de conversaciones, aceptan realizar un viaje que les propone el GPS del vehículo que les rentó una extraña agencia de automóviles.

En ese sentido, la premisa sonaba sumamente interesante y tentativa en los avances promocionales, sobre todo, para quienes disfrutan de propuestas aparentemente atípicas y que invitan a la audiencia a autoevaluarse.

Si a eso se le agrega la combinación de dos estrellas de Hollywood, con una innegable fuerza mediática e interpretativa, las expectativas eran demasiado elevadas.

Sin embargo, algo no cuaja en la ejecución del guion, pues la película termina generando bostezos en distintos niveles y una escasa conexión con la historia de amor proyectada en la pantalla grande.

De hecho, algunos analistas califican a la obra con los adjetivos de "fría y distante", algo en lo que no se equivocan debido a que varias escenas se sienten metidas a la fuerza para tratar de conmover a la gente.

Ese quizá es el mayor defecto de "El gran viaje de tu vida", que su premisa aparentemente mágica se ve diluida con motivo de las distintas escenas impostadas a lo largo del metraje.

Una de ellas ocurre cuando en el guion escrito por Seth Reiss se ponen a los protagonistas a pelearse bajo la justificación de sus inseguridades y traumas personales.

Pero dicho momento es predecible y acortonado, además de que tiene una resolución insípida. Así también se siente la reflexión sobre el duelo que se pretende hacer a través del rol de Margot Robbie.

Al final, es el cover del éxito musical escrito hace 45 años por Pete Townshend, "Let my love open the door", el que produce una ligera sonrisa en las personas que esperaban una cinta inolvidable y epidérmica, pero que resultó todo lo contrario. Tan decepcionante es que ni siquiera se agradece el cameo de Kevin Kline, que en 1989 ganó una estatuilla dorada como mejor actor secundario.

"Haz que regrese": un retrato perturbador y cautivador de la condición humana



Cinetiketas | Jaime López


Si pudiera describir en tan solo dos palabras la nueva película de Danny y Michael Philippou, "Haz que regrese", dichas palabras serían perturbadora y conmovedora, un par de vocablos que aparentemente son contradictorios, pero en este caso se relacionan profundamente.

Los gemelos australianos que, en 2022 sorprendieron a propios y extraños con su ópera prima "Háblame", vuelven a echar mano del género de terror y suspenso para contar una historia sobre la naturaleza humana.

Cabe recordar que habitualmente las películas más memorables de ese tipo de géneros son las que incluyen una crítica social en su argumento.

En el caso de "Haz que regrese", los autores recurren nuevamente a escenas sumamente impactantes a nivel visual, que algunos estómagos no acostumbrados a dicho tipo de secuencias podrían resentir fácilmente.

Sin embargo, detrás de ese nivel de intensidad se esconde un retrato doloroso sobre la incapacidad de algunas personas de superar un momento difícil de sus existencias.

Básicamente, el guion sigue a un par de hermanos que, tras un evento traumático, son enviados a una casa aislada de la civilización, en donde los espera su nueva madre adoptiva, quien también tiene bajo su cargo a un adolescente con un presunto mutismo selectivo.

Como una buena cinta de suspenso y terror, poco a poco se van revelando las verdaderas intenciones de la tutora en cuestión, quien muestra una evidente preferencia hacia uno de sus recién llegados habitantes, una joven con debilidad visual, interpretada oportunamente por la debutante Sora Wong.

Ahí se encuentra una de las virtudes más fuertes de "Haz que regrese", pues la actriz tiene realmente una discapacidad en la vida real, lo que aporta una innegable autenticidal al relato y a las situaciones plasmadas en el mismo.

Igualmente, los realizadores apuestan por un montaje sumamente sólido, que pone a la audiencia en los zapatos de la chica, quien tiene otra percepción del mundo.

Sumado a lo anterior, "Haz que regrese" cuenta con la magistral actuación de Sally Hawkins, quien se ha ganado el corazón de distintos sectores con sus personajes dulces y carismáticos en obras como "La forma del agua", "Paddington" o "Un cuento sobre la felicidad".

En el segundo largometraje de los hermanos Philippou, la actriz de origen inglés muestra una nueva faceta, una que dejará perturbados a muchos espectadores.

Pero su personaje evita la superficialidad y se convierte en una antagonista de lujo, que tiene uno de los cierres más cautivadores en la historia del séptimo arte contemporáneo.

Por otro lado, los realizadores que se hicieron populares en el universo de los youtubers, demuestran una madurez con su nueva propuesta, tanto en edición, fotografía y diseño de arte.

Y nuevamente abordan en su guión el tema de la pérdida de un ser querido, pero ahora planteado desde la perspectiva de una mujer madura, no de una joven.

Lo anterior lleva a pensar que los cineastas probablemente alisten una película similar para completar una trilogía o, al contrario, en su siguiente producción apuesten por algo distinto a lo que han logrado con sus dos primeras pelucas.

Lo cierto es que "Haz que regrese" es una recomendable cinta, no solo de género, que evita los sustos fáciles, sino también es una obra impecable e inolvidable en todos los sentidos.



El secreto de sus ojos: pasión, justicia y futbol en un clásico argentino que nunca pasa de moda


Plano Secuencia | Nico Ledezma


En el vasto universo del cine argentino, pocas películas han logrado el estatus de culto y reconocimiento internacional como El secreto de sus ojos (2009). Dirigida por Juan José Campanella y protagonizada por el imponente Ricardo Darín, esta obra maestra se convirtió no sólo en un hito para la cinematografía nacional, sino en un fenómeno que traspasa fronteras y géneros. ¿Por qué sigue siendo tan relevante 15 años después? La respuesta tiene mucho que ver con su combinación perfecta entre thriller judicial, drama humano y, sobre todo, pasión en estado puro.


Más que un thriller: una historia que cala hondo

Basada en la novela La pregunta de sus ojos de Eduardo Sacheri, la película nos sumerge en la historia de Benjamín Espósito (Darín), un empleado judicial retirado que decide escribir una novela sobre un caso que marcó su vida: el brutal asesinato de una joven en Buenos Aires durante los años 70. A medida que se desgrana el caso, la película nos invita a explorar no sólo la búsqueda de justicia, sino también las emociones más profundas de sus personajes, sus amores, sus frustraciones y la implacable memoria de un país que lucha por recordar y reparar.

No es casualidad que El secreto de sus ojos haya ganado el Oscar a Mejor Película Extranjera en 2010. La mezcla de suspenso, política, historia y romance está construida con un guion inteligente, diálogos memorables y una dirección que sabe cuándo acelerar el pulso y cuándo dejar que el silencio hable por sí mismo.


La pasión como motor: el guiño futbolero que conecta generaciones

Uno de los momentos más emblemáticos y celebrados por la audiencia argentina (y por quienes entienden la cultura del país) es el diálogo sobre la pasión. En una conversación que parece casual pero es profundamente simbólica, los personajes discuten cómo la pasión —ese sentimiento que mueve masas en las tribunas y en las calles— es algo que no se explica, sino que se siente.

Este pasaje es oro puro para los amantes del futbol, pero también para cualquiera que haya sentido que algo en la vida lo mueve sin lógica aparente. En Argentina, el futbol no es sólo un deporte; es una religión, un fenómeno social y un espejo donde se refleja la identidad nacional. Y esa misma pasión desbordada está presente en la película, en sus personajes y en la forma en que enfrentan sus dilemas.

Este guiño futbolero no sólo sirve para conectar con el público local, sino que también universaliza el mensaje: la vida está llena de pasiones intensas, muchas veces irracionales, que definen quiénes somos y cómo enfrentamos la justicia, el amor y el destino.


Un elenco y una dirección que hacen magia

Ricardo Darín, uno de los actores más emblemáticos de Argentina, entrega una actuación sobria, intensa y conmovedora. A su lado, Soledad Villamil y Guillermo Francella aportan personajes que quedan grabados en la memoria, lejos de los estereotipos, con matices que humanizan incluso a los más conflictivos.

La dirección de Campanella es otro de los grandes aciertos. Su capacidad para equilibrar el ritmo, la tensión y el drama humano evita que la historia se convierta en un mero policial. En lugar de eso, construye un universo donde la política y la historia reciente de Argentina se entrelazan con las emociones más íntimas de los personajes.

La escena de la famosa toma en el estadio, donde la cámara sigue a Espósito corriendo por las gradas, es un claro ejemplo de cómo la técnica se pone al servicio de la emoción y la narrativa, convirtiéndose en un momento icónico que muchos recuerdan con admiración.


Vigencia y legado: por qué verla hoy

Si bien la película está ambientada en un contexto específico de la Argentina de los años 70 y 80, sus temas son universales y siguen resonando hoy. La búsqueda de justicia frente a la impunidad, la memoria como un acto necesario para no repetir errores, el amor que se mantiene a pesar del tiempo y la pasión que nos mueve son elementos que trascienden épocas y geografías.

Ahora que El secreto de sus ojos está disponible en Netflix, es una oportunidad perfecta para redescubrirla, para dejarse atrapar por su intensidad y para entender por qué se ha ganado un lugar sagrado en la historia del cine argentino.

No es sólo una película para amantes del cine de autor o del thriller; es una historia para quienes creen en la fuerza de la pasión, en la importancia de la memoria y en el poder de la justicia, incluso cuando parece inalcanzable.




La hora de la desaparición: suspense, estructura perfecta y una antagonista memorable



Cinetiketas | Jaime López



El segundo largometraje de Zachary Michael Cregger, "La hora de la desaparición" (por su título en Latinoamérica), ha resultado la gran sorpresa fílmica del mes de agosto por distintas razones.

Una de ellas es la estructura de su narrativa, que recuerda los relatos entrecruzados de "Amores perros", dirigida por Alejandro González Iñárritu; "Magnolia", de Paul Thomas Anderson; o "Pulp Fiction", de Quentin Tarantino.

Si bien es cierto que la edición de "La hora de la desaparición" no descubre el hilo negro ni tampoco reinventa el séptimo arte contemporáneo, se agradece que su realizador haya llevado ese tipo de narrativa al género de suspenso y terror.

Eso sí, como en algunas de las cintas ya aludidas, hay alguna historia o subtrama que se siente dispareja en comparación con las demás.

En "La hora de la desaparición", son seis los episodios que van desenmarañando el misterio central referente al extravío de 17 niñas y niños de una pequeña comunidad, que se esfuman masivamente una madrugada.

El argumento en turno da pie a otra de las principales virtudes del filme: retratar los prejuicios o fanatismos de la gente que cae en señalamientos o acusaciones sin pruebas de sus dichos.

Es oportuno recordar que las mejores películas de terror son aquellas que usan de pretexto una situación fuera de lo explicable o de lo ordinario para erigir una crítica social.

Acá, el también guionista logra exhibir la doble moral de un grupo de personas que se la agarran contra la docente que tenía bajo su tutela a los menores desaparecidos.

Es en ese punto en el que existe otra virtud de "La hora de la desaparición", pues se hace un análisis de la doble moral de una comunidad que se ensaña con una mujer solitaria, que ha superado distintos baches personales, pero que no le perdonan ser imperfecta o haber tenido algunos tropiezos en su vida.

Mención honorífica a la protagonista Julia Garner, que personifica justamente a la docente enjuiciada por los progenitores de los infantes desaparecidos, la cual transita por una amalgama de emociones, tejidas de forma sutil y poderosa.

Eso es otra hazaña del guion de "La hora de la desaparición", que la mayoría de los relatos entrelazados están encabezados por seres ni buenos ni malos, no idealizados, lo que ayuda a identificarse con varios de ellos.

Por último, la cinta en cuestión ha logrado generar una gran antagonista en la historia moderna del género del terror, que seguramente inspirará uno de los principales disfraces de las fiestas de Halloween de este año.

Sí (alerta de spoiler), se trata de la "tía Gladys", la cual tendrá una precuela con motivo del éxito taquillero del actual filme de Cregger, que con un presupuesto moderado ya ha tenido ganancias en menos de dos semanas de exhibición. Estamos frente al surgimiento de una nueva franquicia terrorífica.



"Concierto para otras manos", un documental con gran final y sin ninguna condescendencia


Cinetiketas | Jaime López



La ópera prima de Ernesto González Díaz, "Concierto para otras manos", no solamente compite como Mejor Largometraje Documental dentro de la edición 2025 del premio Ariel, sino también es un retrato fílmico inspirador sobre la relación entre David González Ladrón de Guevara, un pianista joven, y José Luis González, padre y maestro musical de dicho joven.

Dicha relación no es endulcorada por el realizador, ni tampoco abordada desde una perspectiva maniqueísta que recurra a la denominada "pornografía emocional".

Al contrario, González Díaz muestra a David y su padre en los momentos cotidianos de su interacción, lo que incluye aquellos en los que no hay coincidencias entre ambos o en donde salen a relucir sus enojos.

Eso último se agradece, porque el director, guionista y editor evita la condescendencia al hablar respecto a su protagonista, un músico que nació con el Síndrome de Miller, cuyos síntomas son alteraciones en los sentidos, así como en las extremidades.

En el caso de David, cada uno de sus pies y manos tienen solamente cuatro dedos; su brazo derecho es menos largo que el izquierdo, y además padece sordera.

Narrativamente, el director/escritor divide su documental en cinco partes basadas en los nombres de distintos movimientos musicales, que anticipan el ritmo lento o frenético que tendrán sus secuencias.

Eso es un plus para su historia, en donde también se permite a la audiencia conocer a David como un ser humano con virtudes y defectos, que está madurando a la par de la relación con su padre y que, en sus momentos de ocio, le gusta oír reguetón o entretenerse con videojuegos.

Asimismo, hay que resaltar la oportuna fotografía de Rafa Ramírez y Daniel Gama, quienes no se sienten como dos intrusos en el día a dia del joven músico, captando sus rutinas sin condescendencias, pues plasman sin manipulaciones los distintos hábitos de David, al que le dan un tratamiento visual idéntico al que le otorgarían a una persona sin alguna discapacidad.

Por otro lado, los cinefotógrafos filmaron distintos ángulos de las prácticas o ensayos de David y su padre, tanto cuando están juntos como cuando se preparan de manera individual. Esto ayuda a que el relato no se sienta monótono.

Y qué decir de la secuencia final en donde la audiencia puede disfrutar del "Himno de la esperanza", la partitura compuesta por el joven en su etapa más adulta y que también muestra la consolidación de su arte, así como su independencia creativa y emocional. Un momento sublime de cine, con un estupendo sonido directo cortesía de Edith San.



"Exterminio: la evolución", la madurez de Boyle-Garland y una reflexión sobre la pérdida de la inocencia


Cinetiketas | Jaime López


A casi 23 años de haber revitalizado el subgénero de muertos vivientes o zombies, el realizador británico Danny Boyle retoma la saga de "28 días después" o "Exterminio" como director vía "28 años después" o "Exterminio: la evolución".

Y lo hace de la mano de Alex Garland, el guionista o creador de la obra original que, desde 2015, combina su habilidad para la escritura con la realización.

Tener nuevamente a los dos juntos no solamente era un gran atractivo para sus seguidores, sino también para las y los amantes del género. Si a esto se añade que "Exterminio: la evolución" es una de las películas de 2025 con los mejores avances promocionales, la expectativa sobre el resultado final era bastante alta.

En resumen, la cinta es cumplidora en términos visuales y mantiene la edición frenética que ha caracterizado la filmografía de Boyle, sobre todo, en propuestas como "Trainspotting", "Millions" y "Slumdog millonarie".

Sin embargo, se percibe una preocupación más filosófica y madura de Boyle por un tema universal: la muerte. Quizá esto se deba a la actual edad del prestigiado director, que ya rebasa los 68 años.

Así, "Exterminio: la evolución" es dueña de múltiples secuencias pausadas, que contrastan con el acelerado ritmo del filme de 2002, en donde la novedad radicaba en la gran velocidad otorgada a los muertos vivientes.

Ahora, Boyle y Garland le dan varios respiros al público para meditar sobre la finitud de la existencia y los distintos tipos de decesos que puede tener el ser humano.

De hecho, en un momento de la historia, un personaje inesperado, interpretado por un reciente actor nominado al premio Oscar, le dice al joven protagonista que hay muertes pacíficas, en las que la gente se despide con amor.

Ese momento del guion no es solamente uno de los más sublimes de la secuela de "Exterminio", sino también es la que resume la hipótesis de esta reseña.

Eso sí, algunos espectadores que esperaban más persecuciones o derramamiento de sangre, saldrán desencantados, incluso, considerarán demasiado sentimental la reflexión planteada por la dupla Boyle-Garland.

Pero ojo, "Exterminio: la evolución" también es un filme sobre la pérdida de la inocencia, pues su estelar es un niño de 12 años que es obligado por su padre a aprender a matar muertos vivientes y que tiene a una madre moribunda, la cual padece alteraciones de ánimo y fuertes dolores de cabeza.

A la par de ello, Boyle y Garland tejen otra historia secundaria que anticipa una nueva obra de zombies, probablemente más sanguinaria y vertiginosa, pero también con una carga social más evidente.


De hecho, la distribuidora ya confirmó que la continuación llegará 28 semanas después del estreno de "Exterminio: la evolución", es decir, en enero de 2026.

En cuanto a las novedades visuales, los creadores británicos presentan una gama de muertos vivientes, desde lentos y rastreros hasta alfas, que son más altos y similares a los pobladores "no infectados".

Al final, la película es sumamente profesional, bien contada, con un paisaje sonoro inquietante y una edición que atrapa a distintas generaciones de espectadores. Recomendable.



Misión imposible, sentencia final: entretenida, pero le faltó espectacularidad


Cinetiketas | Jaime López


La última entrega fílmica de "Misión Imposible" es un producto entretenido y bien hecho para las y los seguidores de la saga, sin embargo, resulta un tanto tediosa para quienes no estén familiarizados con los personajes.

Igualmente, quienes amen desenfrenadamente el género de acción y esperan altas dosis de peleas o persecuciones, encontrarán una propuesta contenida, sin tantas coreografías como sus antecesoras.

Respecto al primer conjunto de ideas, "Misión Imposible: Sentencia final" (el título completo de la película) da continuidad al último desafío del agente "Ethan Hunt", interpretado por Tom Cruise, que busca atrapar a una inteligencia artificial, la cual amenaza con destruir el ciberespacio y apropiarse de los sistemas nucleares de los países más poderosos del mundo.

Eso incluye a Estados Unidos, cuya presidenta "Erika Sloane", personificada sobriamente por Angela Bassett, ve en "Hunt" su última esperanza para evitar el apocalipsis digital.

Así, el guion se enfoca en cerrar todos los cabos que se dejaron sueltos en la séptima entrega y, de paso, recupera a personajes con poca participación en la saga, que ahora tienen más foco o mayor relevancia.

Igualmente, se recurre a la nostalgia para rememorar algunos de los antagonistas más destacados de "Misión imposible", aunque las referencias pueden resultar agotadoras para ciertos espectadores.

Por otro lado, hay un cierre definitivo para uno de los personajes más queridos del universo de "Ethan Hunt", que probablemente conmueva a la faniticada.

Acerca de las secuencias de acción, se reconoce un gran nivel de producción en la mayoría de ellas, pero carecen de la emoción de anteriores entregas.

La trama tiene más énfasis en el ámbito político, lo que recuerda propuestas como "El caballero de la noche", en donde se cuestionan ciertas decisiones morales del gobierno estadounidense.
Finalmente, el elenco cumple, pero las mujeres son las que tienen el desempeño más espectacular de la película, por su aplomo y compromiso. Aplausos para Hayley Atwell y Pom Klementieff, que bien pueden ser consideradas para un spin-off.



"Mamá reinventada": forzada, con fallas en su edición y con poco corazón


Cinetiketas | Jaime López


El nuevo estreno fílmico de Videocine, "Mamá reinventada", se siente como una producción forzada, hecha al vapor, con evidentes errores de continuidad y actuaciones sumamente acartonadas de la mayoría del elenco.

Además, la musicalización es una mala mezcla de covers de éxitos poperos, que no se conectan oportunamente con los estados de ánimo de los personajes.

Ojo con el tema "Contigo aprendí", de Armando Manzanaro, que supuestamente tiene un significado importante para las estelares, pero que no logra ser parte de secuencias memorables por su mal acomodo en el metraje.

Por otro lado, la historia de "Mamá reinventada" es presentada como una comedia, pero son pocos los momentos que provocan una auténtica sonrisa en la audiencia, en especial, porque la mayoría de sus buenos chistes o "gags" ya fueron mostrados en el avance promocional.

Solamente se salva el carisma de su protagonista, Erika Buenfil, quien actualmente es una figura muy popular en Tik Tok, en donde supera los 18 millones de seguidores.

Ella y Nicolasa Ortíz Monasterio, que en el filme da vida a la mejor amiga y la "roomie" de la hija de la estelar, son las que hacen la historia más llevadera, pues se nota su experiencia frente a cámaras.

En cuanto a Michelle Renaud, la otra protagonista de "Mamá reinventada", no se siente creíble que interprete a un espíritu disruptivo, que no se sujeta a los convencionalismos sociales y que es diametralmente opuesta a su progenitora.

Mientras que las actuaciones de su jefa odiosa y gandalla en la empresa que trabaja, el amigovio o "fuck boy" y el sacerdote-confidente de su madre, son sumamente insoportables.

Acerca del guion, se agradecen las buenas intenciones de los creativos por tratar de mostrar las nuevas dinámicas entre las madres e hijas mexicanas, pero la manera en que va transitando la historia es poco orgánica y desangelada.

También plantea dos visiones de enfrentar un duelo, siendo una de ellas el huir de los recuerdos y la otra quedándose estancados en la nostalgia o la rutina, pero los temas no están suficientemente desarrollados en el libreto.

Obviamente, la gente que actualmente tenga una mala relación con su mamá o figuras maternas, se sentirá conmovida en alguna parte de la historia por la necesidad humana de querer reconciliar dicha relación.

Sin embargo, "Mamá reinventada" carece de profundidad en la mayoría de su ejecución y termina siendo una propuesta olvidable en cuanto se encienden las luces de la sala y el respetable regresa a su cotidianidad.



"Loco por ella", remake mexicano que funciona por su elenco y respeto a la salud mental



Cinetiketas | Jaime López |


El remake mexicano de la cinta homónima de 2021, "Loco por ella", prácticamente respeta el guion escrito por Natalia Durán y Eric Navarro, por lo que la salud mental se mantiene como su temática principal.

En ese sentido, la principal virtud de la historia es justamente ahondar en el asunto referido, que para muchas personas continua siendo un tabú, a partir de una comedia romántica.

Para quienes no han leído la sinopsis o visto el avance promocional, "Loco por ella" sigue a "Álvaro", un reportero de notas amarillistas, que se enamora de "Carla" luego de que ambos comparten una noche fuera de lo común.

Sin ningún dato sobre ella, comienza a buscarle desesperadamente hasta que un día descubre que está internada en una clínica psiquiátrica y padece trastorno bipolar.

A diferencia de la obra original, "Loco por ella" le da mayor protagonismo a la amiga de "Álvaro", una aspirante a actriz interpretada en la versión de 2025 por Cassandra Sánchez Navarro.

Eso último es de agradecerse, porque la otrora estelar de "Cindy la regia" y "Mesa de regalos" demuestra su sencillez al brinda el mismo profesionalismo y carisma a un rol secundario, pese a venir de estelarizar obras sumamente exitosas en taquilla.

En cuanto al resto del elenco, en un principio el espectador podría pensar que está frente a un episodio extendido de la serie "Backdoor" por la presencia de Luz Aldán, Daniel Haddad y Miguel Burra.

Sin embargo, los primeros dos tienen un desempeño superior a sus homólogos españoles dando interpretaciones divertidas y conmovedoras por partes iguales.

Obviamente, sus personajes representan el síndrome de Tourette y el trastorno paranoide en un tono de comedia fársica, pero es epidémica su entrega y amor a los mismos.

Por otro lado, Jesús Zavala también supera a su contraparte española en el papel de un tipo obsesionado con la limpieza, aunque algunas voces podrían pensar que mantiene su estilo de hombre cuasi deprimido y discreto con sus emociones que ya ha exhibido en otras producciones.

Acerca de los estelares, Minnie West transita por una gama de sentimientos que confirman su crecimiento histriónico desde "Me gusta, pero me asusta", una de sus primeras cintas, a la fecha. Su "Carla" seduce desde la secuencia uno en la que aparece a cuadro y después experimenta distintas emociones, tales como egoísmo, cerradez, desdén, amistad, solidaridad, dulzura y depresión.

Al final, "Loco por ella" funciona por su narrativa, ya que se siente como una propuesta sumamente equilibrada y que no quiere ser irrespetuosa con el tratamiento de la salud mental, pues si bien señala que el amor puede ser un gran aliciente para personas con depresión o trastornos, también indica que la supervisión de un profesional es imprescindible en muchos casos.



"Rescate implacable", una película de acción olvidable y sin identidad



Cinetiketas | Por Jaime López


Al hablar sobre "Rescate implacable" o "A working man", la nueva película protagonizada por Jason Statham, es imprescindible señalar que se trata de una propuesta convencional, que evita tomar riesgos creativos con la finalidad de satisfacer a la audiencia a la que está dirigida.

Coescrita por Silvester Stallone y basada en la novela de Chuck Dixon, la historia se centra en un trabajador de la construcción, que se ve obligado a recordar su pasado militar tras enterarse que la hija de sus jefes ha sido secuestrada por un grupo de tratantes de personas.

Como es de esperarse, el protagonista es presentado como un héroe implacable, que tiene pocos matices en su personalidad. Esto último impide ver a Statham en un registro distinto a otros de sus filmes, por ejemplo, "Snatch" o "Spy".

Así, la obra está repleta de un sinfín de secuencias de acción, en las que el estelar pelea cuerpo a cuerpo con decenas de adversarios sumamente estereotipados y casi siempre sale ileso.

Aunado a lo anterior, el filme de casi dos horas de duración no ofrece algo diferente al avance de dos minutos que fue exhibido en salas o plataformas digitales meses previos.

Ello convierte a "Rescate implacable" es una producción poco novedosa, aburrida y que sólo sirve para hacer lucir a Statham, así como para matar el tiempo si es que el público no tiene nada más importante que hacer.

En cuanto al tema del tráfico de personas, la postura es muy similar a la de la saga estelarizada por Liam Neesom, "Venganza implacable", es decir, superficial y sin darle foco a las víctimas de dicho delito.

Lo importante es ver a Statham repartiendo chingadazos a diestra y siniestra hasta que logre su objetivo de salvar a la hija de sus jefes, interpretada por Arianna Rivas.

Ella es probablemente lo más destacable del filme debido a su frescura y a que se muestra como un ser valiente que, por momentos, logra rescatarse a sí misma. Lástima que su rol quedó a medio gas, sin mayor desarrollo.

En cuanto a David Harbour, el amigo ciego del protagonista, es innegable el carisma del histrión en pantalla grande, pero tiene pocas escenas y su figura solo está de complemento.

Resulta peor el caso de Michael Peña, que da vida al jefe del estelar, pero que luce desangelado y hasta impreciso en sus participaciones. Un desperdicio total.

Finalmente, el realizador, David Ayer, fracasa en consolidar a un nuevo ídolo del género de acción, pues su propuesta parece un reciclaje sin identidad propia, en donde ni siquiera hay secuencias o coreografías inolvidables.
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