Cinetiketas: entrevista con la actriz Assira Abbate
El 'live action' perfecto sí existe: bienvenidos al universo de One Piece
Samanta Galán Villa |
One Piece es un manga que tiene más de veintiséis años dentro del mercado y ha logrado conseguir una audiencia fiel, entregada y exigente. Era de esperarse que una temporada de ocho capítulos, cada uno de cuarenta y tantos minutos, tuviera algunos cambios y tomara lo esencial desde el arco Romance Dawn hasta Parque Arlong.
Cada actor parece haber nacido para interpretar el papel. Tanto aliados como antagonistas abrazaron la esencia de los personajes del manga para entregarnos una serie pulida, sin perder el sabor original.
Hablemos de «Daisy Jones & The Six»
Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |
Quiero creer que mis niveles de intensidad ante
las cosas y la vida son más un aspecto positivo que una red flag. Y es
que, desde niña, si algo llama mi atención, me O B S E S I O N O de inmediato hasta
que esa obsesión se diluye a causa de otra obsesión y así on and on. Pues
resulta que, a inicios del pasado mes de febrero, comencé a ver en Instagram y en
Twitter, un tremendo “buzz” por una serie llamada “Daisy Jones & The
Six” que se estrenaría a inicios de marzo en Prime y que está basada en el
libro homónimo de la autora estadounidense Taylor Jenkins Reid. Todo tweet o
post que hablaba de “Daisy Jones & The Six” estaba inevitablemente ligado a
Fleetwood Mac (una de mis bandas favoritas) y, como soy re curiosa (por
no decir chismosa) y re intensa, comencé a indagar al respecto y como era de
esperarse, ya estoy en plena etapa de obsesión a pesar de las múltiples
críticas que tengo de la serie.
Resulta que “Daisy Jones & The Six” es el primero de los libros de Taylor Jenkins Reid en adaptarse a la pantalla chica y al parecer, no será el último. El muy sonado “The Seven Husbands of Evelyn Hugo” (que, si alguien de por aquí ya lo leyó, díganme qué les pareció porque ya me lo recomendaron varias veces) de 2017, se convertirá en una película de Netflix, mientras que “Malibu Rising” de 2021, se adaptará para Hulu. Pero para esta adaptación inicial de Daisy Jones, Reid sabiamente se asoció con la actriz y productora Reese Witherspoon cuya casa productora “Hello Sunshine” ha perfeccionado a lo largo de seis añitos la ciencia de adaptar bestsellers tan adictivos de ver como de leer. Parte de la estrategia es una especie de integración vertical: Witherspoon seleccionó “Daisy Jones & The Six” para su club de lectura mensual, lo que ayudó desde un inicio a construir y consolidar una fanbase que indiscutiblemente, apoyaría el lanzamiento de dicha novela a la televisión. Antes de continuar, aclaro un detallito bien importante: yo no he tenido la oportunidad de leer el libro y les prometo que algún día lo haré, pero mientras tanto, ya me estuve informando un poco acerca de su estilo narrativo, de cómo lograron plasmarlo y adaptarlo a lo audiovisual y las grandes diferencias entre ambos.
A sus tiernos 13 años, Taylor Jenkins Reid veía fascinada el especial de televisión de 1997 de una banda setentera llamada Fleetwood Mac, que celebraba veinte años del lanzamiento de su icónico álbum “Rumours” y como era de esperarse, le llamó muchísimo la atención la feroz versión del himno de rupturas amorosas por excelencia “Silver Springs” y la electrizante química que había entre dos miembros de la banda: Stevie Nicks y Lindsey Buckingham. De ahí le llegó la inspiración para escribir “Daisy Jones & The Six” años después, cuyo estilo narrativo, toma la forma de una historia oral acerca del ascenso de Daisy Jones y el grupo The Six al estrellato y su infame separación. Se cuenta en su totalidad a través de entrevistas con la banda, otros personajes clave y testigos. Las entrevistas se realizan de 30 a 40 años después de la separación de la banda, mientras los miembros reflexionan con distancia y (algo) de madurez todo lo que vivieron. Cada miembro recuerda cómo sucedió todo de manera ligeramente diferente (como acontece en la vida real), dejando lo que realmente sucedió elusivo y sujeto a interpretación del lector. La escritora dice: "[…] también se debe tener en cuenta que, en asuntos grandes como pequeños, a veces los relatos del mismo evento difieren. La verdad a menudo se encuentra, sin reclamar, en el medio".
Por lo tanto, un estilo documental encaja naturalmente para una adaptación televisiva y los episodios cobran vida al estructurar sus historias en torno a eventos o periodos de tiempo específicos con esas mismas entrevistas. Al dar el salto de la página a la pantalla, “Daisy Jones & The Six”, en su mayor parte, ha tratado de recrear la experiencia de lectura del libro (o al menos eso es lo que dicen sus fans menos exigentes y flexibles). Pero como con cualquier adaptación, ciertos detalles no pasan el corte y tanto los personajes como algunos eventos, son inevitablemente alterados de manera significativa, para bien o para mal.
La historia (tanto del libro como de la serie) básicamente trata del recorrido de una banda de soft rock al estrellato y nosotros somos testigos de cómo navegan el mundo de la fama, las drogas, los excesos, los dramas personales, los triángulos (rectángulos) amorosos, la creatividad e innovación musical, las rencillas y celos profesionales. La banda es una especie de supernova que arde brillante y efímera, disolviéndose definitivamente después de un show en Chicago a finales de la década de los 70s, tras un exitoso y único álbum titulado “Aurora”. Daisy Jones, nuestra protagonista, es el huracán en el centro de esta historia. Es una hermosa, carismática, errática, inmadura y talentosa cantautora que irrumpe sorpresivamente a los integrantes de la banda “The Six” y, por ende, cambia drásticamente la vida del grupo, en especial la de Billy Dunne. Líder y vocalista de “The Six”, Billy es un tipo desagradable, autoritario, perspicaz y terriblemente talentoso que no disfraza los celos hacia su nueva vocalista, quien no tiene reparos en robarle protagonismo y al mismo tiempo, generan una conexión profunda y natural a partir de sus vivencias y traumas del pasado que obviamente, será el meollo de las crisis de la banda.
Adentrándome ahora sí en la serie (que es con lo que estoy realmente familiarizada), hay un montón de cosas que me gustan y un montón que no. Voy a ir por partes para no mezclar demasiado mis propias contradicciones. Creo que toda la cuestión de producción, es decir, ambientación, vestuarios, fotografía, etc. etc. etc. me parecen maravillosos. Realmente reflejan un presupuesto nivel Jeff Bezos (el modestito dueño de Amazon) y nos sumergen en la década que se encargó de “moldear” mucho del soft rock, folk y pop que tanto me gusta con muchísimo estilo y autenticidad. Todas las escenas de los conciertos nocturnos son espectaculares: cuentan con una iluminación increíble, innovadora, con movimientos de cámara que nos adentran al escenario y, por ende, directamente a las emociones de la banda.
Otra cosa que aplaudo muchísimo, son las actuaciones a pesar de algunos diálogos cursis y storylines comunes. Todo el elenco, encabezado por Riley Keough y Sam Claflin, me parece extraordinario y sirve muchísimo que la química, sobrepasa la pantalla. Los he visto en un sinfín de entrevistas y realmente hay mucho amor entre ellos y parece que auténticamente disfrutaron muchísimo trabajar en este proyecto. La modelo inglesa Suki Waterhouse, Will Harrison, Josh Whitehouse y Sebastián Chacón, quienes interpretan a Karen, Graham, Eddie y Warren (miembros de la banda), tenían ya ciertos conocimientos musicales ya que, desde niños tocaban la guitarra, cantaban y así. De todos modos, tuvieron que aprender a tocar sus respectivos instrumentos y son ellos quienes realmente tocan e interpretan las canciones en vivo en las escenas de los conciertos, lo cual francamente hizo que me estallara la cabeza. Peeero… Riley (a pesar de ser la mismísima nieta de Elvis Presley y de que todo mundo dé por sentado que tiene la capacidad vocal y el talento de su familia, lo cual me parece una tremenda estupidez, pero bueno) y Sam, quienes interpretan a Daisy y Billy, no. Han comentado ya en varias entrevistas, que a pesar de lo horrible que fue la pandemia, para ellos fue benéfico el año y medio que estuvo detenida la producción de la serie para aprender, tanto a cantar, como a tocar la guitarra y ambos tuvieron intensas lecciones para lograrlo. Los integrantes estuvieron meses en una especia de “band camp” donde aprendieron realmente a convertirse en estrellas de rock y francamente la química entre Riley y Sam es sublime. No me da pena admitir que soy una hopeless romantic y que me fascinan esas tramas que van del amor al odio o al revés.
Actualmente, la banda ficticia tiene un álbum en los primeros números de las listas de Billboard y once canciones que cuentan ya con millones de reproducciones diarias en las plataformas musicales como Spotify y Apple Music.
“Aurora” es un álbum atemporal y logra capturar el drama de esta banda en sus puntos más altos y bajos, ya que muchas de las canciones están vinculadas directamente con la narrativa de la serie y al menos el concepto o la intención de cada letra, fueron creadas por la misma Taylor Jenkins Reid, pero obviamente perfeccionadas y modificadas para hacerlas sonar más auténticas; somos testigos de cómo nace “Aurora” y su impacto a lo largo de los diez episodios. Phoebe Bridgers, Madison Cunningham, Marcus Mumford y Jackson Browne son algunos de los artistas y músicos de la vida real que ayudaron a escribir y producir las canciones de “Aurora”, por eso también el éxito del álbum. Éste, lucha por aprehender la audacia de Fleetwood Mac, combinando un poco de ese rock tan característico de los 70s, con baladas fáciles de escuchar. En particular, me agradó bastante cómo estructuraron y enlazaron las canciones durante el episodio final. Yo les recomiendo muchísimo el álbum y no solo porque llevo semanas escuchándolo y enamorándome de él. Además, la serie en sí tiene una banda sonora buenísima, con canciones de Carole King, Toto, Patti Smith, The Beach Boys, Barry Manilow, etc. que refuerzan con mucho detalle e intensión, determinadas escenas.
Y bien, ahora va el montón de cosas que NO me gustaron de la serie y creo que básicamente se reduce a la historia en sí, a la forma en cómo fue escrita, desarrollada y modificada para la televisión. Prometo no hacer ningún spoiler significativo, aunque me den hartas ganas jajaja. Pues bien, por lo poco o mucho que he investigado, tengo ya claras las diferencias más tajantes entre el libro y la serie y, a pesar de que la novela raya en muchísimos clichés y lugares comunes, por momentos la serie los sobrepasa y termina encarnando los estereotipos superficiales que dice aborrecer. Si bien se presenta de manera convincente en ciertas escenas, en general es una dicotomía que hemos visto muchas veces antes. Incluso creo yo que el título hace alusión a algo que claramente no existe en esos diez episodios: la verdadera unión entre Daisy y la banda. Siempre es Daisy por aparte y The Six por aparte. No existe esa relación de familiaridad entre la cantante y la banda que tanto insisten en mencionar y los escritores, prefieren enfocarse en el “romance” tormentoso entre Daisy y Billy. Se supone que Daisy llega para revolucionar a la banda desde lo más profundo, pero son muy pocos los momentos de interacción entre ella y los demás (haciendo a un lado las escenas de los conciertos) y, por lo tanto, jamás se siente esa cohesión y cuesta mucho trabajo creer o asimilar ciertas escenas. Incluso Daisy, en sus entrevistas actuales, jamás J A M Á S habla de la banda, de sus integrantes, de sus talentos o carencias. Solo se dedica a hablar de sí misma y, por supuesto, de su dupla caótica con Billy y, por lo tanto, es difícil conectar con ella.
En ese sentido, otra cosa que me molesta muchísimo (ya sé, sueno a meme del fascista ese), es la construcción de los personajes femeninos. Dichos personajes, divagan entre ser mujeres auténticamente empoderadas, inteligentes, audaces, dueñas de sus propias vidas, dispuestas a labrarse un camino profesional serio pese al mundo recontra machista donde están inmersas y terminan cayendo en los clichés absurdos que tanto aborrecemos. Mi mayor problema, es con Daisy quien obviamente encarna el estereotipo de la chica rota que hace estupidez tras estupidez al pedo. Disculpen si no encuentro otra forma más formal de expresarlo, pero es la verdad; nunca se siente lo suficientemente propia y no sé qué tanto esté bien darle el peso de una heroína cuyos impulsos, están siempre fuera de control. Las muchas escenas de Daisy inhalando cocaína, tomando pastillas o garabateando letras, podrían tomarse de cualquier cantidad de biopics, y en lugar de entenderla, más bien te provocan ganas de cachetearla. Encima, la relación entre ella y los otros personajes femeninos como Karen, Simone y en especial con la bellísima Camila (protagonizada por la argentina Camila Morrone), deja muchísimo que desear, a pesar de ciertos destellos de sororidad que se agradecen. Y luego, esta insistencia patriarcal de poner a dos mujeres a “competir” por un hombre, de bancarle sus machiruladas, o de representar a la mujer como una especie de ancla divina para rescatar y beneficiar únicamente a un hombre sumamente roto, YA NO VA y desespera.
División Palermo: la irreverencia de lo “políticamente correcto”
“División Palermo” se estrenó el pasado 17 de febrero en Netflix y rápidamente, ha escalado al Top 10 de series más vistas en Sudamérica. Ocho capítulos irreverentes, de aproximadamente media hora cada uno, perfectamente escritos y bien desarrollados. La serie es creada, codirigida, coescrita y protagonizada por Santiago Korovsky, un compi neurótico millennial (digo compi porque ya estuve leyendo su biografía y también es de esos desafortunados individuos que decidieron estudiar Comunicación) con un peculiar sentido del humor y que me parece sabe con exactitud quirúrgica lo que funciona actualmente en pantalla y lo que las nuevas audiencias realmente buscamos para entretenernos y maratonear a gusto sin sentir que se nos va la vida en ello.
La serie trata acerca de un grupo de personas (civiles) que, de manera muy inusual e incluso forzada, se enlistan en la Guardia Urbana argentina denominada ante todo “inclusiva” y cuyo objetivo, es brindar un servicio a la comunidad ayudándolos en su día a día y así, mejorar la convivencia ciudadana. La ministra de seguridad de Buenos Aires, con el fin de proyectar una imagen más humana e incluyente del municipio y al mismo tiempo, una narrativa políticamente correcta, insiste en que la Guardia Urbana esté conformada por elementos que formen parte de minorías que usualmente experimentan los vaivenes de sus respectivas condiciones. Y a pesar de que dicha Guardia Urbana fue creada precisamente para solventar esta idea de inclusión y diversidad, lo cierto es que solamente revela la discriminación que habita en muchas personas y que siempre queda falsamente aplacada por ese discurso políticamente correcto. La serie insta a la audiencia a reflexionar (a través de cientos de chistes incómodos) si esta mezcla de falsa compasión y diversidad no es más que una dupla engañosa y riesgosa.
La apuesta total en “División Palermo” es por un humor increíblemente ácido, que no se anda con rodeos al momento de mostrar lo que viven cotidianamente estas minorías, sin faltarles el respeto y en ocasiones, rebasando los límites de lo que uno consideraría como correcto o no. “[…] nosotres nos reímos con ustedes y no los demás se ríen de nosotres”, explica Valeria Licciardi, actriz que interpreta a Vivianne Figueroa, la única mujer trans del grupo (y mujer trans en la vida real). Es una de las tantas cosas que me fascinan de la serie, el que no se victimiza a nadie al crear personajes reales y complejos sin este cliché absurdo que tenemos de las personas con discapacidad. Hay, además, un timming P E R F E C T O para cada chiste, para cada línea, para cada toque de comedia física, mezclados con momentos inesperados y plot twists violentos que hacen que veintitantos minutos se vayan rapidísimo y queramos ver más y más. El elenco, muy bien casteado, es una chulada.
He de confesar que en muchos momentos de la serie, me estaba riendo a carcajadas (de esas escandalosas horrorosas) y dentro de mí había una pequeña vocecita que me cuestionaba si estaba bien reírme de lo que acaba de ver o no. Y me parece una genialidad que eso provoque una simple comedia como “División Palermo”, que te empuje a lo incómodo y te cuestione qué tanto de esas narrativas reproduces nada más porque sí o qué tan ¿discriminatorio, discriminativo? eres para las cosas más sencillas.
Leí una reseña por ahí que hablaba acerca de que hoy en día ese tipo de humor y de chistes “pueden verse sometidos a una cultura de cancelación, pero que acá forman parte de una reconciliación con sentimientos más verosímiles” y, por lo tanto, la serie da mucho de qué hablar.
Quiero creer que quienes somos fans de “Brooklyn Nine-Nine” (otra serie policiaca de comedia) disfrutaremos aún más de “División Palermo” porque además hay —según yo— un “nod” a la serie. Por favor, véanla, cáguense de risa, disfruten el soundtrack (que además está súper cool) y pidamos… no, no pidamos, EXIJAMOS una segunda temporada al ya incómodo tío Netflix.
Andy Zuno, entre el éxito de "Todo por Lucy" y su "Radioretropop"
"Creo que es una escapada muy saludable en el entretenimiento", expresó.
"Quería que tuviera eso, que fuera un personaje que no tiene miedo, que no tiene restricciones y que no cae en el cliché tradicional", dijo.
"Estoy muy emocionado de finalmente lanzar este EP que he trabajado con tanto amor y dedicación. Es un álbum que en sus canciones cuenta la historia de un año maravilloso para mi como lo ha sido este 2022", declaró.
"Dale gas", adrenalina y traiciones al límite
Aunque "Dale gas" tiene como principal finalidad brindar altas dosis de adrenalina a los espectadores, su argumento también ofrece interesantes apuntes sociales, porque cuestiona el sistema de clases y el fanatismo religioso.
Doom Patrol: marginados contra lo establecido
Desde este día celebraremos el absurdo total de la vida, el birlibirloque gigante de la existencia. ¡Desde hoy que reine la sinrazón!”
-Mr. Nobody
En 1963, las
dos grandes casas editoriales de comics books en los Estados Unidos publicaron
un par de series que tenían superhéroes similares y con las que comenzaban a
crear una nueva clase de héroes; una que no era ni admirada, ni respetada sino
que por el contrario eran marginados, rechazados, perseguidos.
Distintos al
resto de los seres humanos y por supuesto a los demás protagonistas que en ese
momento estaban en la edad de oro del comic. Eran odiados, atacados por más
veces que salvaran al mundo. Eran los marginados que ni siquiera llegaban a la
categoría de antihéroes que tenían otros personajes.
Marvel publicó el primer numero de los X-Men, que aunque costó que los fans los aceptaran, el
resultado con el paso del tiempo ya todos los conocemos. Una de las series más
exitosa de la Casa de las Ideas, que ha contribuido hacer grande todo el
Universo Gráfico de esta editorial, creando a otros equipos (X-Force,
X-Factor, Excalibur, New Mutants, Deadpool, entre otros) además de haber entrado con éxito a las series
live-action, películas y muchas series animadas. Marvel consiguió
convertir a su grupo de marginados en un grupo que si bien en las historias se
mantienen con el rechazo, en el mundo real lograron avanzar más allá. Y es que
no es lo mismo, un Niño Bestia que Wolverine.
Hay una enorme diferencia.
DC por otro lado toma un camino mucho más arriesgado.
Con Bob Haney como escritor y Arnold Drake dibujando, apuestan por formar un
grupo mucho más extraño que los mutantes de Marvel, por lo que su grupo
de marginados es mucho más atípico; las historias se convierten en una suerte
de viñetas de lo más bizarro e ilógicas que se han publicado hasta la fecha.
La rareza de
sus personajes -protagonistas y antagonistas por igual- ha convertido a Doom
Patrol -el nombre que le dieron a
este equipo- en un grupo atípico, que a la par se convirtió en una serie de
culto. Sin el éxito de los X-Men pero con mucha mayor libertad creativa para sus creadores y los que
siguieron explorando hasta donde podían llegar con este equipo.
La época más
larga de publicación fue entre la década de los 80s y 90s cuando de la mano de
un joven Grant Morrison que después de saltar al éxito gracias a su novela
gráfica Arkham Asylum
comienza una nueva época con estos marginados llevándolos a tope de sus
comportamientos que no tenían nada que ver con lo que se esperaba ni de un
grupo de superhéroes, ni de personas “normales” para la sociedad.
Con Morrison
al mando, Doom Patrol
comienza a perfilarse en lo que se convertiría en esos años: un espacio para
que desde lo políticamente incorrecto se pusieran en la mesa de discusión, al
menos en el ámbito del arte gráfico, comics y novelas, temas como la homofobia,
la transfobia, el racismo, la salud mental. Todos ellos visto desde una
verdadera corrección política, es decir, sin caer en la burla o el cliché, pero
sin dejar de ser políticamente incorrectos.
En los cinco
años que Morrison estuvo como escritor, la serie exploro temas que difícilmente
se abordaban en otras series. El Joker puede estar loco, pero nunca se habla de por qué o el
problema de la salud mental que lo lleva a ser lo que es, Morrison lo hizo,
desde este comic denuncio al sistema de salud, al sistema patriarcal, a la
falta de apertura con los diferentes. Fue justo aquí donde inicio su crítica a
la hegemonía de los héroes en mallas.
En Doom Patrol, la característica de todos los personajes que aquí aparecen es que de una forma u otra son marginados, viven en la frontera de la normalidad, sobreviven desde el rechazo de la sociedad, no encajan en las normas establecidas por el sistema. Sus poderes, que no son tan grandiosos como los de otros son los causantes directos de sus problemas tanto personales, como colectivo y con la sociedad.
Ellos no
pretenden cambiar al mundo. Su lucha no es por hacer de este un lugar mejor. No
están buscando ser aceptados, responden ante villanos que los atacan ya sea
directa o indirectamente. Y estos, los villanos, tampoco están tratando de
dominar al mundo. Solo quieren -tanto los primeros como los segundos- ser
aceptados, ser felices, que parafraseando a los X-Men podríamos decir que quieren serlo en un mundo que
les teme, los odia y los rechaza.
Los
personajes sobreviven más allá de sus poderes y no siempre gracias a ellos. Hay
una enorme diferencia -por citar un ejemplo- entre Mr Fantastic de los Fantastic Four, que gran parte de quien es se lo debe a su poder y Rita
Farr (Elastic Girl) que perdió todo lo que tenia y quien era cuando
obtuvo su poder, del que se avergüenza, lo que hace además que le sea imposible
controlarlo, viviendo entonces en una ansiedad que la lleva casi a la locura, a
pesar de su instinto maternal de proteger al equipo. O entre Vision y toda su seriedad, sobriedad que implica ser robot,
y la ira, la violencia, el enojo, la desesperación de RobotMan que no le permite “alcanzar su potencial como héroe”.
Doom Patrol poco a poco se fue ganando un espacio entre los más
freaks de los freaks y fue así como se fueron convirtiendo en un símbolo de
ciertas luchas, al menos de ciertos grupos en algunos movimientos de
resistencia. Los personajes, incluso los villanos se prestan para eso; para
convertirse en voceros de luchas. Claro, siempre hasta donde la editorial lo
permite. La serie también ha sido una marginada, por lo que quienes pasan por
ella saben que tienen que lidiar con esto, sabiendo que tienen el apoyo de
muchos.
Los personajes secundarios mantienen estas
rarezas. Una calle que es un ser vivo que se esconde moviéndose de un lugar a
otro, pero que además se identifica como un ser No Binario y que sirve de
refugio a seres como él; ya sean transexuales, género fluido, homosexuales,
cualquiera que sea atacado por sus preferencias tiene un espacio con Danny
The Street. Flex Mentallo que su superpoder radica en con solo flexionar sus
músculos logra orgasmos colectivos en cualquier espacio en el que se encuentre.
Esta es una
serie que incluso en estos tiempos y el significado que tiene para algunos,
esta condenada a ser de pocas ventas, por lo que su duración es limitada. Sus personajes
aunque entrañables, son demasiado cercanos y nos recuerdan mucho del mundo
actual. No son esos grandes superhéroes como Thor, Superman, que nos recuerdan la grandeza, o antihéroes como Batman,
Punisher que nos recuerdan ese
lado oscuro que tenemos. Aquí vemos personajes que aunque más extraños son más
reales, por lo menos sus problemas y la forma de lidiar con ellos en el día a
día.
En el 2019, HBO
junto a DC decidieron filmar un live action apostando por el boom
actual de estas series y películas con resultados que ni ellos esperaban. Retomando
la idea primaria de Grant Morrison, esta serie acomoda a los personajes en un
mundo que con toda la corrección política que en teoría existe, los marginados
siguen luchando por su vida; sin dejar de ser políticamente incorrecta y
especialmente sin la necesidad de caer en panfletos sin sentido, van haciendo
referencias a muchas de las resistencias actuales. La vida de los live action
es corta, pero ya vemos en los medios que al menos Doom Patrol pasó a la historia por atreverse hablar de lo que no
todos hablan y lo hace de forma correcta. Sin ofender, pero sin caer en
paternalismos absurdos.
Contradiciendo
a Alan Moore y sus a veces acertadas criticas a los live action de hombres en
mallas -¿podemos clasificar a Doom Patrol en este lógica? No lo sé, juzguen ustedes- el acierto
de esta serie es que no infantiliza, no vende grandeza inexistente, irreal, al
contrario, nos invita a reflexionar sobre las luchas individuales y colectivas
que todos llevamos en el día a día, a sentir empatía hacia todos aquellos que
reciben/recibimos el rechazo continuo. Lo hacen sin caer en la falsa corrección
política actual y sin dejar fuera el humor políticamente incorrecto tan
necesario en estos tiempos.
Desde el exilio en Ankh-Morpork
Jorge Tadeo Vargas: Escritor, ensayista, activista, anarquista pero sobre todo, panadero casero.
Fran Fine, diosa millennial
Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |
Después de seis años, ciento cuarenta y seis episodios y un sinfín de atuendos espectaculares, el 23 de junio de 1999, mi hermana Elo y yo nos despedíamos con muchísima tristeza de una de nuestras series favoritas y que cambió el rumbo de nuestras vidas (sin exagerar) para siempre. Por supuesto, estoy hablando de “The Nanny” o “La Niñera”. Este emblemático programa de televisión creado, protagonizado y producido por la maravillosa Fran Drescher, a pesar de no haber sido tan exitoso en Estados Unidos, en Latinoamérica vaya que la queremos y la queremos un buen, tanto así que tuvo adaptación chilena, argentina, ecuatoriana, mexicana y ¡hasta rusa! haciéndola una de esas series emblemáticas y que muchos guardamos en el corazón y recordamos con harto cariño. Por ejemplo, en mi caso, la considero junto a “Friends” como mi gran maestra particular de inglés; modificó la forma en que Elo y yo jugábamos de niñas porque díganme, ¿qué niñas de 8 y 10 años juegan a hacer y adaptar guiones de televisión, armar talk shows junto a su prima Laura, grabar una película con sus amigos tomando ideas y diálogos de la serie y pensar y repensar sus atuendos de los Emmys dentro de quince años? (Porque Elo y yo jurábamos que armaríamos una revolución en la televisión gringa con nuestro toque latino). Pues sí… ese efecto tuvo “La Niñera” en este par de ñoñas que terminaron estudiando comunicación, producto supongo de todas estas cosas (o al menos prefiero aferrarme a esa idea medio infantil y súper ingenua ja-ja). Pero, más allá del efecto que nos produjo en sí esta magnífica serie, esta ñoña se está preguntando ¿cuál es el verdadero legado de Fran Fine y que, ahora a mis treinta, puedo reflexionar y resignificar con mucha más precisión?
1. La voz de Fran
No es ningún secreto que en sí la voz de Fran
Drescher es… digamos… escandalosamente peculiar. En varias entrevistas, la
actriz ha manifestado lo difícil que solían ser las audiciones y, por ende,
conseguir buenos papeles en televisión y cine debido a que los productores y
directores de audición, siempre le ponían “peros” a su voz. Incluso, el New York
Times llegó a comparar su voz con “el sonido de un Buick con un tanque de
gasolina vacío, girando en frío en una mañana de invierno”. Auch. Pero eso
no detuvo a Fran quien, en 1992, pitcheó la idea de una serie al entonces
presidente de la CBS durante un vuelo; un año más tarde, “The Nanny” se
estrenaría con altos ratings de audiencia. Obviamente, durante el rodaje de la
serie, Fran exageraría mucho más su voz, digamos, la pondría a actuar,
haciéndola más ruidosa y nasal, haciendo que inmediatamente se impregnara en
nuestros cerebros y nos pareciera harto divertida. Pero, más allá de parecernos
divertida, me parece que la voz de Fran es irreverente, audaz, sin tapujos; ruidosa
en el mejor de los sentidos. Y aunque en algunas ocasiones (o muchas más bien),
su voz le trajo problemas a ella y a los Sheffield -como cuando supuestamente
arruinó un partido de tenis del gran Elton John-, el tener voz y el
deliberadamente no quedarse callada nunca, son rasgos característicos de Fran y
que indiscutiblemente se agradecen hoy en día porque, ¿qué mejor lección para
una mujer que alzar la voz, gritar y hacerse escuchar? Y aunque no siempre
encajara en los ambientes en los que se codeaba, la fuerza de la voz de Fran
hacía que eso no importara, ella siempre iba a destacar. Como bien leí por ahí,
“LOUD IS HER ONLY VOLUME” y que bello poder resignificarlo así. La voz de Fran
es una voz que no puede ser ignorada, olvidada y qué mejor ejemplo que ese.
2. Sus atuendos
¿Por dónde empezar con los miles de atuendos
fabulosos de Fran Fine? Siempre destacó por su buen estilo, sus impecables
outfits, su destello de color a donde quiera que fuera. Incluso la canción del
intro de la serie lo dice: “She's the lady in red when everybody else is
wearing tan”. Imposible no ver a Fran a kilómetros de distancia, con ese
cabello frondoso, esas faldas y vestidos súper cortitos, esos tacones altísimos
y esos atuendos nada monocromáticos. ¡Fran, jamás en un atuendo monocromático,
eh! Aunque, seamos honestos: es sumamente improbable que una niñera que ganaba
seis dólares la hora en los 90, pudiera tener en su armario prendas de
Moschino, Christian Lacroix, Todd Oldham, Vivienne Westwood o John Galliano peeeero,
si algo nos enseñó Fran y nos lo reiteró muchísimas ocasiones, es a siempre
comprar en rebajas. Así que dejemos que nuestra imaginación viaje y divague un
poco y nos haga creer que las niñeras como Fran, derrochan estilo. Brenda
Cooper, diseñadora y estilista, fue la encargada de diseñar el vestuario en la
serie, así que a ella le debemos mucho del destello colorido de Fran y el
estilo muy marcado de cada personaje, ¿o me van a decir que C.C Babcock no era
súper chic?
Quiero creer que mi Fran, más allá de vestirse para impresionar al Señor Sheffield (sorry, mi niña interna está más acostumbrada a decir “Señor Sheffield” que “Mr. Sheffield”), en realidad siempre se vistió para ella misma; esa es otra lección importantísima para nosotras y lo cual me lleva al siguiente punto…
3. El Feminismo de Fran
Aquí entramos tal vez en disputa, pero lean
primero mis argumentos y después los debatimos sin problema. A pesar de que
Fran siempre escondía su verdadera edad y de que su único sueño era casarse y
tener hijos, eran decisiones propias que venían de ella y que, en realidad,
jamás escondió o pretendió tener otro tipo de aspiraciones mientras encubría su
verdadero objetivo de vida. Jamás. Fran no ingresó a la casa de los Sheffield
con el afán de casarse o “amarrar” al jefe; la relación entre ambos fue
construyéndose poco a poco (en términos de la nana Fine, vaya que cinco años sí
es poco a poco) y aunque Fran siempre… digamos… la cagaba monumentalmente,
siempre sabía resolver la situación sola o con ayuda de los confidentes de
siempre y salir victoriosa. Y ahora que lo pienso, qué complicado debía ser
vivir en la misma casa que tu crush, coquetarse todo el tiempo, besarse de vez
en cuando, ser muy amigos y que nada serio o formal ocurriera porque el “dude”
le tenía miedo al compromiso (¡momento!… ¿acaso estamos hablando de mí?
Jajaja). Y bueno sí, admito que está el factor Sylvia (la mamá) y su constante
presión para casar a su hija, pero entendamos que también tiene que ver mucho
el factor religión judía que, dentro de sus múltiples preceptos, está el
matrimonio y la reproducción de facto. Entonces, era inevitable que les entrara
cierta angustia al ver a una Fran de 34 años sin ningún prospecto, aunado a la
constante comparación con otras mujeres, por lo que no es de sorprendernos que,
a pesar de que esta serie tiene veintiocho años, el patriarcado y sus mandatos
sigan muy vigentes.
Aun así, creo que Fran realmente era una mujer libre y auténtica; hacía las cosas que quería, a su modo, nunca tuvo miedo de hacer el ridículo, tenía claro qué quería de su vida, tomaba sus propias decisiones, era determinada, le gustaban (y mucho) los chicos, le gustaba el sexo, era inteligente, daba todo por la gente que quería y, sobre todo, amaba A-MA-BA comer. Jamás tuvo miedo de expresar lo mucho que adoraba la comida y sobre todo, la comida chatarra. ¿Cuándo vimos a Fran matándose, haciendo dietas o haciendo ejercicio? ¡JA-MÁS! Y por más estúpido que suene, qué genial es ver a una mujer en televisión teniendo una relación auténtica con la comida. Ella comía cuando estaba feliz, triste, preocupada, enojada… o sea, era un ser humano normal. Claro, ves el cuerpo de Fran Drescher y te preguntas a dónde iba toda esa comida, pero al menos la actitud ahí estaba. En pocas palabras, está bien no encajar, ser demasiado femenina, ser demasiado judía, ser demasiado irreverente, ser demasiado escandalosa siempre y cuando seas auténticamente tú.
Vikingos de la cultura pop
Por Fernando Juárez
No sé si se hayan dado cuenta,
pero en estas últimas fechas todo lo relacionado a la cultura vikinga y pueblos
nórdicos ha tenido una creciente popularidad, que fue un poco detenida por el
confinamiento (que nada más iba a durar 15 días y que ya lleva más de un año)
lo anterior se ha visto reflejado en todos los medios de entretenimiento y
ámbitos sociales y para muestra, un botón.
Espero que algunos de ustedes
recuerden el auge de festivales medievales y nórdicos que cada 15 días eran
celebrados en las inmediaciones de la CDMX, o aún más notorio el clásico corte
de pelo que alguno de sus amigos llegó a portar o los anuncios en redes
sociales y páginas de compra de hidromiel o cervezas artesanales, dicha
popularidad también apareció en videojuegos como Assassin's Creed Valhalla y
como era de esperarse en películas y series.
Actualmente en la plataforma Netflix encuentran tres series cuya trama gira en torno a los vikingos; la primera y más popular es Vikings, que nos narra el ascenso al poder de Ragnar Lothbrok en una especie de drama histórico donde se cuenta de una manera un poco idealizada y hasta en ciertas ocasiones romántica los logros militares y políticos, por desgracia y para aumentar la depresión crónica de algunos de ustedes, no existen pruebas claras de que dicho personaje haya existido en realidad, algunos aseguran que se trata de una mezcla de leyendas y mitos de diversos reyes nórdicos atribuidos a un solo individuo.
La segunda y que a mi parecer es la
más rescatable es The Last Kingdom, en ella tenemos que acompañar a
Uhtred Ragnason en sus aventuras por intentar recuperar sus dominios y luchas
por hacerse de un nombre mientras se desarrolla la unificación de lo que
actualmente se conoce como Inglaterra, la particularidad de esta serie es que
está basada en los libros de Bernard Cornwell, quien se caracteriza por
presentar personajes muy desarrollados y con detalles históricos curiosos. Lo
malo es que como todas las adaptaciones es mejor leer el libro.
La última serie es Norsemen, una especie de SitCom donde tenemos que ver el día a día de Arvid, un jefe guerrero quien de un momento a otro debe asumir responsabilidades y decisiones que jamás imagino, muy amena si se le da la oportunidad, no la vean si esperan la clásica comedia del pastelazo, pues las bromas son sutiles y tiene ciertos gags recurrentes.
Por cierto, y como dato inútil para su alacena mental, la idea errónea que tenemos de que lo vikingos eran guerreros con cuernos en los cascos se la debemos a dos personas; primero a Richard Wagner quien al momento de estrenar las obras de El anillo del Niblungo decidió que las Valkirias y Sigfrido usaran yelmos con cuernos y alas respectivamente; y en segundo lugar al pintor sueco Gustav Malmström, quien se dedicó a ilustrar la Saga de Frithiof, representando a los guerreros con cuernos en los yelmos para demostrar la tan temible crueldad y fiereza que se narraba en dicha epopeya.
‘Pretend It’s a City’: la legendaria Fran Lebowitz en acción
Call me old fashioned… please! | Por Mónica Castro Lara |
Recuerdo haber visto una entrevista de Fran
Lebowitz hace un par de años en donde hablaba sobre lo mucho que detesta subirse
a un avión, pero en especial, el único vuelo que ha hecho a Australia. “Es
el vuelo más largo en toda mi vida y, por lo tanto, el mayor tiempo que he
pasado sin fumar. Fue horrible, parecía una niña preguntándole a cada rato a la
aeromoza si ya habíamos llegado y me miraba con cara de ‘estás loca, apenas
llevamos 4 horas’. Deduzco que las únicas personas que viven en Australia son
aquellas que no tuvieron el valor de enfrentar el vuelo de regreso”. Ese
fue mi primer acercamiento consciente con Fran y automáticamente, me pareció
una mujer en extremo genial, cruda, divertidísima y sin miedo a decir
exactamente lo que piensa. Por eso, cuando andaba navegando por Netflix el mes
pasado y apareció el tráiler de ‘Pretend It’s A City’, inmediatamente me
impacienté a que se estrenara.
Si no conocen quién es Fran Lebowitz, lo harán (y muy bien) a través de la serie documental de siete fabulosos episodios llamada ‘Pretend It’s A City’, dirigida por el buen Martin Scorsese, amigo de toda la vida de Fran. La amistad entre el cineasta y la autora tiene una muy peculiar y fabulosa dinámica que traspasa la pantalla y de inmediato lo contagian a uno con sus divertidas interacciones (Martin simplemente no puede parar de reírse como histérico en cada intervención que hace Fran). La serie es una especie de tributo a Nueva York desde el punto de vista de este par de neoyorquinos setenteros; un pequeño recorrido por la Gran Manzana acompañada de la perspectiva humorística sarcástica y oscura de Lebowitz quien discute temas diversos como el trabajo, el transporte, el arte, la literatura, el sexismo etc. El título de la serie por supuesto es de la autoría de Fran, cuya relación amor-odio de más de cincuenta años con Nueva York, la ha llevado a ser una de las autoras estadounidenses más reconocidas y una oradora pública altamente solicitada. “Es lo que quise mi vida entera: que la gente preguntara mi opinión sobre las cosas y no tuvieran derecho a interrumpir”.
Antes de trabajar en la revista de Warhol, con el que nunca se llevó bien, trabajó en la revista ‘Changes’, cuyos contenidos eran básicamente políticos y culturales en tono chic; dicha revista fue fundada por Susan Graham Ungaro, la cuarta esposa del jazzista Charles Mingus. ¿Se imaginan? Después de otros trabajos en revistas, publica su primer libro titulado ‘Metropolitan Life’ en 1978 y luego le sigue ‘Social Studies’ en el 81; ambos son una colección de ensayos sarcásticos en donde narra las constantes irritaciones y frustraciones de vivir en el Nueva York de los años 70s. Acto seguido, Fran se convierte en una celebridad local, frecuentando el famoso Studio 54, constantemente asistiendo a fiestas, conociendo y codeándose con la crème de la crème del medio artístico y cultural. Y así es como básicamente, Fran se convierte en leyenda y en un fashion icon, le pese a quien le pese. *suspiros bonitos*
“Quería que se sintiera como una especie de irrupción de Fran a nuestros hogares y que nos ‘vomitara’ sus pensamientos sin tapujos”.Martin Scorsese