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«¿Qué comen lxs poetas?» | Ep. #03 Elisa de Gortari


Host: Jorge Sosa

“¿Qué comen lxs poetas?” es un podcast que nace de la idea de que los poetas se mueren de hambre, el propósito del programa es invitar a un poeta en cada episodio para que hable de algo que le guste comer y algo más que consuma diferente a los alimentos. 

El tercer episodio de “¿Qué comen lxs poetas?” recibió a Elisa de Gortari, la poeta de Veracruz que compartió su afición por el Chow Mein y los superhéroes de cómics, además de leer un fragmento de su nueva novela.

Éste es un fragmento de la entrevista con Elisa que puede escucharse completa en Spotify o Apple Music.


***


¿Cuál sería tu aproximación a la idea de que los poetas se mueren de hambre?


Me encantaría, de entrada, que los poetas no murieran de hambre pero es completamente cierto. Hace no mucho, escuchaba a un divulgador de la filosofía alegar que en un mundo muy ideal no existirían las becas del FONCA, ni ningún subsidio de ningún tipo que existen también en los países muy desarrollados y todo, porque eso significaría que, en ese mundo ideal, la gente compraría nuestros libros y podríamos vivir de ellos. Pero yo creo a veces que nos estamos acercando a ese extraño mundo ideal. Porque si hay algo que pasa ahora que nunca había ocurrido, al menos es muy claro en la música, es que no necesitas más de mil fans de hueso colorado para poder vivir de lo que haces. Con los músicos sí es muy evidente eso ahora. La manera en que se organiza la música independiente ha cambiado radicalmente en la última década y media. Y una banda, por más oscura que sea, mientras tenga de verdad mil fans de huesos colorados que compren los viniles, que vayan a los conciertos, la banda no puede vivir de eso. Y yo diría a veces, ¿no podríamos tener mil lectores? No pido más, mil lectores, tal vez nos acerquemos a eso aunque sea porque somos mucha gente.



La primera parte del programa está dedicada a que nuestra poeta invitada nos cuente un poco acerca de algo que le guste comer. En tu caso, nos propusiste el Chow Mein, que es un platillo muy popular y me gustaría primero que nos contaras un poquito acerca de por qué el Chow Mein es importante para ti.


A mí lo que me encanta del Chow Mein es que lo puedo hacer. Creo que eso es lo que más me gusta de todo. Cuando me fui a vivir con mi ex pareja, con Marcela, nos nació la idea de ampliar nuestros menús. Yo decía, ¿es que qué tiene la comida china que es tan especial? El misterio no se puede reducir al glutamato monosódico, algo más tiene que haber. Tiempo después se cruzó la pandemia y fue la oportunidad perfecta para poder aprender eso. Yo sé que todo el mundo se puso a hacer pan durante la pandemia, mucha gente se enamoró de hacer panqué de plátano. Yo me metí de lleno en la comida china y lo primero que aprendimos a hacer Marcela y yo en ese momento fue arroz frito y Chow Mein porque en realidad las versiones que aprendimos son muy parecidas y con ingredientes muy semejantes. Entonces descubrimos que realmente con la misma nube de ingredientes, podíamos comer tan bien como en los restaurantes chinos que nos encantaban antes de que cerraran todo a cal y canto.  



Estaba pensando, hay una cosa acerca de estos platillos de comida china, que es que justo parecen muy replicables. Aunque así como no hay una traducción exacta de una lengua a otra, seguramente no hay una traducción gastronómica por decirlo así, del Chow Mein original al nuestro, sí producen este resultado muy agradable y muy armonioso.


A mí me parece muy loable nuestra comida china y me parece muy auténtica. Hace no mucho, yo era reportera. Digo, sigo siendo periodista pero antes salía mucho a campo y me tocó conocer más lugares de los que habría podido imaginar, metiéndome en problemas, y a mí lo que siempre más me fascinó era la comida que deberíamos tener en común todos. Yo sé que está mal pero yo a donde me paraba, no importaba el país, yo probaba las hamburguesas. Y cuando había, probaba la comida china. Porque para empezar, no en todos lados hay como la conocemos nosotros. Creo que nuestra comida china es muy auténtica a su manera. Tiene una historia que a mí me parece tan fascinante como dolorosa. Porque al final del día es el producto de una migración que tuvo bemoles desastrosos para los que cruzaron el Pacífico en algunos momentos. Todos sabemos de la terrible historia de la xenofobia en Norteamérica porque ni siquiera es algo sólo de México, es algo que cruza todo el subcontinente. Pero la verdad es que descubrí que me gustaba mucho el Chow Mein y la comida china en general de acá. Pero además descubrí que era algo que sí nos puede salir muy bien. Yo siento que aunque es como un silabario muy distinto de ingredientes, sí hay como una gramática semejante con la comida mexicana. Es decir, los ingredientes son como de esferas muy distintas. El Chow Mein, por ejemplo, a mí lo que más me impresionó aprender era que incluyera, al menos en la versión que yo aprendí a hacer en casa, la salsa de calamar. Eso a mí me sorprendió muchísimo porque era una clase de sabores que yo siempre había visto, particularmente en la costa que es de donde yo vengo, de Veracruz, pero nunca los había visto de esa forma. Es algo que nunca mezclaríamos con maíz necesariamente pero, a la hora de que te lo pones a hacer, dices esta comida es tan rápida de hacerse como hacer cualquier platillo mexicano. Yo no creo que nunca me haya tardado más de quince minutos haciendo Chow Mein. Ahora, eso sí, al menos a mí lo que me quedó claro es que tienes que tener todos los ingredientes a la mano desde el principio. Algo que no siempre pasa en la comida mexicana, que puedes postergar los pasos indefinidamente. Aquí no. Aquí si no tienes todo listo de antemano, va a ser un desastre y te vas a arrepentir de hacerlo todo a destiempo. Eso sí, tiene un ritmo muy particular, pero la constelación de cómo se hace a mí me recuerda mucho a la comida mexicana. Y no siempre me pasa con platillos de otras latitudes.  



Le pedimos a nuestra invitada que nos hablara un poquito acerca de otra cosa que le guste consumir. Elisa eligió cómics de superhéroes que es un tema muy bonito y muy vasto. ¿Nos quieres hablar de tu acercamiento a los cómics, si tienes algunos superhéroes de cómics favoritos? 


Lo primero que quiero mencionar es que es completamente accidental que yo hoy traiga una playera de Hulk, de verdad fue un accidente. A mí me encantan los cómics por la sencilla razón de que eran un magnífico entretenimiento para la gente que no teníamos cable en los noventa y que era relativamente barato. En ese entonces el papel era asquerosísimo y a diferencia de hoy en día, se encontraban en todos los puestos de periódicos que eran mucho más abundantes. Entonces me queda claro que era como un entretenimiento que marcó una época muy específica, tal vez de la humanidad. Digo, seguramente el entretenimiento gráfico narrativo va a continuar muchos siglos, ojalá tanto como continúe la humanidad, pero la verdad es que los cómics se han vuelto con las décadas un nicho mucho más cerrado de lo que quisiéramos. Yo cuando tenía doce años, sí podía ir de vez en cuando al puesto de revistas y comprar un cómic. No quería comprar muchos, podía comprar uno. Por lo general, tenía que dividirme entre Spider-Man o Dragon Ball, el que estuviera disponible. Al menos para mí, no había diferencia entre el manga y el cómic. Pero me queda claro que hoy es mucho más difícil que a un niño o una niña de doce se le prenda el foco y diga: voy a comprar un cómic, pese a que nunca en la vida los superhéroes habían sido tan populares. Eso para mí es lo más extraño del mundo, que los superhéroes han conseguido el nivel de fama más absurdo que podrían haber imaginado sus creadores hace cincuenta o setenta años y es en cambio la época en la que probablemente menos cómics se están leyendo y con la fruición con la que nosotros leíamos en los noventa. Y la gente de antes todavía más. Es un fenómeno extraño pero no quiere decir que yo dejé de querer a los cómics como antes. 



Tocas un punto bien importante porque generalmente cuando hablamos de cómics de superhéroes, estamos hablando específicamente de los cómics gringos. Algo que me llama mucho la atención y de lo que decidí leer un ratito al respecto antes de nuestra llamada, es esta transición que se llama la época de plata, en la que a partir de la creación de la Comics Book Authority se autorregulan respondiendo a una preocupación por temas de violencia, sexo y horror, y no sé si esto habrá funcionado un poquito como las máquinas de escribir de los surrealistas que decían: bueno, es más fácil escribir si no puedes utilizar una una vocal. ¿Tú qué piensas de este fenómeno, en particular de cómo funcionó la restricción para los creadores de cómics? 


Me parece magnífico que lo hayas mencionado. Porque yo creo que es una de las cosas más brillantes que ocurrieron en el cómic, no como tal el ánimo de autocensura, pero sí lo constreñido que es el género y que era en ese entonces. La gente tiende a despreciar mucho a Stan Lee. Más allá de sus apariciones en las películas y cómo se convirtió en un personaje muy notable en sus últimas décadas, la gente a veces no recuerda que, por muchas décadas, Stan Lee no fue precisamente el tipo más querido en la industria. Y que tenía mucho que ver con que él fue, en buena medida, quien propició que fuese de verdad una industria. Y una industria en los aspectos más absurdos. Fue el que inventó el cómic como una fábrica a la Ford en el que cada quién hacía una parte específica y diseñó un sistema en el que ni siquiera tenían que ponerse de acuerdo el dibujante y el escritor para que coincidieran los diálogos. Era como: pues mira, el número va a tratar tal vez de esto y entonces el dibujante se iba por un lado y dibujaba. Y al final llegaba el escritor que ponía los diálogos en los globos que ya estaban dispuestos. Pero eso me parece que sí despertó mucha creatividad en esa generación, porque además tenían que cumplir reglas muy específicas.


A Stan Lee le gustaba decir que cada cómic era el primer cómic de alguien y la verdad es que a mí me avergüenza un poco que los escritores rara vez nos pongamos a pensar en eso. Nuestro librito de poemas va a ser el primer libro de poemas de alguien, nos guste o no.


Yo sé que a muchos poetas les gusta mucho la idea de ser algo que requiere un proceso, una iniciación, un proceso educativo en el que aprendes a leer. Y entonces a muchos poetas les gusta imaginar que van a estar como al final de ese proceso, como: a mí nada más me va a leer la gente que ya lee bien chingón.


Y en los cómics era completamente lo opuesto. Había que pensar desde el principio en esa persona que iba a caer por accidente en tu cómic, que seguramente iba a ser un niño o un adolescente. Por eso, Stan Lee dispuso que siempre los cómics de Marvel incluyeran un brevísimo resumen de qué estabas leyendo. Y de hecho, incluso se mencionara el origen del personaje. Entonces tú abres Daredevil y siempre decía: después de haber sufrido un accidente con un camión adquirió poderes, bla bla bla, y ahora es Daredevil, bla bla bla, y ahorita está luchando contra Bullseye en tal circunstancia. Esa costumbre que ahora tengo entendido que ya no se respeta, y digo tengo entendido porque yo ya casi no compro cómics individuales, compro los TPBs porque descubrí que era carísimo en estos días, esa costumbre permitió a mucha gente, permitía a los niños, abrir cualquier número y decir: ah, mira, éste es el personaje, de esto se trata, y disfrutarlo. Podías tener un solo ejemplar y lo podías disfrutar, no necesitabas lo demás. Era un entretenimiento rápido y creo que era muy eficiente. A veces tenemos una idea un poco caricaturizada de esa época porque las épocas que siguieron se volvieron mucho más complejas y la forma en que narraban era mucho más compleja. Pero si tú revisas los primeros números de Spider-Man por ejemplo o de Daredevil, sí llegaban a hacer cosas realmente eficientes y realmente admirables. El primer número de Spider-Man es una gran obra literaria y todas las cosas que siempre nos han gustado de Spider-Man ya estaban en ese número a un grado brutal. Hay otros personajes que tal vez requirieron un mayor desarrollo a lo largo de las décadas, que dependieron de varios autores para volverse icónicos. Pero en el caso de Spider-Man es muy notable, desde el primer número como cada película que sale es solamente una reelaboración de ese específico número. Ya ni siquiera de ese personaje en general, de ese específico número. Algo que tal vez se repita con Hulk y tal vez con cierto Superman que paradójicamente yo creo que es mi superhéroe favorito actualmente, porque ahora Spider-Man me parece demasiado adolescente para mí



Como última parte lo que le pedimos a nuestros invitados es que nos compartan algo de lo que escriben. En este caso, Elisa, en un gran regalo para el podcast, nos va a leer un fragmento de su nueva novela y estoy muy emocionado por escucharla. De repente, va a romper un poquito la estructura del podcast en el que seguramente va a haber más poemas pero me hiciste pensar en algo muy al principio de la conversación. Me hiciste recordar un meme con el estilo de este meme del infame de Drake “esto muy mal/esto muy bien” y que decía “el poema del narrador muy mal/la novela del poeta muy bien”.


Mira, es muy chistoso porque yo no sé porque siempre me sucede eso. Me recuerda un poema de Ángel González en donde dice “yo no sé por qué mi familia me dice que vivo en las nubes si en cambio todos los críticos me dicen que soy el poeta más parco de España”. Justo creo que eso es lo que nos pasa a todos los que además de escribir poemas, eventualmente escribimos narrativa. Esta novela se llama “Todo lo que amamos y dejamos atrás”, la edita Alfaguara, es mi segunda novela. La primera fue “Los suburbios” que salió en Chile en 2015, ya hace casi 10 años y que curiosamente nunca fue editada en México. Yo creo que ya es improbable que ocurra. No tanto porque yo no quisiese sino porque luego es difícil recuperar las obras a través de los países, es algo que he aprendido con los años.


“Todo lo que amamos y dejamos atrás” es una novela de ciencia ficción donde la tierra tiene anillos, como los de Saturno y narra las búsquedas de una periodista, que se llama Grijalva, y que debe viajar a Veracruz para atender un caso que ha llegado hasta ella, es un mundo en donde no hay luz eléctrica.


A mí me sirvió esa novela, uno para destruir Veracruz que era como un sueño de infancia, al fin voy a destruir Veracruz, no va a quedar nada, nada va a sobrevivir. Y pude aprender mucho sobre cocina en el fin del mundo, sobre hacer jabón en el fin del mundo. Parece broma pero sí tuve que aprender a hacer jabón. Yo ya sabía programar porque era una afición de adolescencia pero tuve que desempolvar muchos conocimientos para esta novela. Y descubrí que las novelas y la narrativa en general es un espacio que me permite aprender cosas. Seguramente a muchos poetas les pasará en sus poemas, pero a mí esa sensación de “cómo se hace el jabón” me ha pasado nada más con las novelas y he tenido que aprender a hacer jabón. Ahí un día estaba aquí en el patio juntando grasa y ceniza. Y sorprenderme que sí se ponía caliente la chingada mezcla y que ya después se solidificaba en este proceso que se llama saponificación. Al final del día a mí lo que me gusta mucho es escribir. Parece una jalada, pero tú lo has de saber bien, hay muchos escritores que no disfrutan escribir, hay muchos escritores que sufren escribir, hay algunos que ni siquiera quieren escribir y hay otros que lo sufren, y yo me siento en otro equipo completamente. Yo me siento en el equipo de los que disfrutan escribir, a mí me mama escribir, me encanta, y aprender esas cosas para después escribir para mí fue un proceso muy, muy divertido. Y además un proceso en el que pude hacer muchas cosas que nunca había hecho antes en un libro. Entonces fue realmente un proceso que extraño. Voy a leerles unos cuantos párrafos de la primera página y bueno, ya me dirán ustedes si es poético, yo espero que no pero también si ustedes lo opinan, pues ni modo.


***


Aún recuerdas cuando las noches eran oscuras. Las noches anteriores a que un azar cósmico plantara una cicatriz luminosa en el cielo. Los anillos: pedazos de roca y metal que reflejan la luz del sol, polvo que orbitará la Tierra por eones antes de precipitarse hacia la atmósfera en meteoritos. La noche ya nunca se cierra por completo, la tarde se detiene en el último suspiro y se queda así hasta el amanecer.

Escuchas tu nombre, Grijalva, por encima del ruido del tren y respondes con un simple “dime” sin quitar la vista de la ventana.

“¿Qué pensaste cuando aparecieron los anillos? ¿Te daban miedo?”, pregunta Indiana desde su asiento. Se encuentran en el punto más alto del recorrido y la locomotora ruge a toda marcha antes de iniciar el descenso por las faldas de la sierra, entre pinos cubiertos de nieve.

“Al principio me daban vértigo. Sentía que en cualquier momento podían caerse”, respondes.

“Pero van a caerse”.

“En millones de años. Para ese entonces, quien domine el planeta no sabrá que estuvimos aquí”, agregas casi con placer, pues ese olvido futuro te vuelve contemporánea de este chico alto y desgarbado, aunque ahora mismo parezcan salidos de galaxias distantes. Él no conoció las cajas de cristal donde la luz invisible que llenaba el aire se transformaba en pixeles —celulares, móviles, teléfonos: todas esas palabras cada día parecen más lejanas—, en una época donde cada objeto sabía tu nombre.

“Era como cargar contigo una ventana que daba hacia donde tú quisieras”, explicas cuando Indiana pregunta con desconfianza y asombro parejos, como si fuera un cuento de fantasmas, sobre las máquinas inmateriales que te diste el lujo de despreciar toda una vida y que en efecto perdiste hace veinte años. La división entre las dos eras que has vivido es tan clara como esa brillante rajadura que cubre el flanco sur del horizonte, mientras el tren se dirige cuesta abajo por la montaña, hacia las costas de Córdoba, Veracruz.


***

El resto de la conversación con Elisa de Gortari lo puedes escuchar en Spotify o Apple Music.

Si quieres saber cuándo sale el próximo episodio, sigue a @jorge_kfgc en Instagram.

«Hvppy» de Gerardo Szae


Por Samanta Galán Villa | 

 

Hace algunas semanas vi una publicación en Facebook donde se rifaban cinco ejemplares de Hvppy, un poemario publicado en la editorial Niño Down del poeta guanajuatense Gerardo Szae. Dicen que la suerte no es más que la manifestación de un capricho de Tique, y en este caso yo salí favorecida.

La experiencia misma del poemario comienza con el libro objeto. El material, las hojas con brillitos, las imágenes, los colores. Te da la bienvenida un payaso. Hvppy puede ser su nombre, como puede ser el mío, el tuyo o el de Gerardo Szae. La imagen arquetipal del payaso, las risas, las lágrimas, la resignación, la rebeldía de reírse a carcajadas y de darle así una bofetada a esa imagen difusa y aplastante del mundo son algunos de los hilos conductores del poemario.

Entre más avanzaba en la lectura, fue más evidente para mí que Gerardo Szae habla el llamado “lenguaje verde”. La lengua de los pájaros y que a su vez es el lenguaje de la música. La lengua que puede distorsionar cualquier imagen establecida para crearla de nuevo, con otros tonos, otros colores y otra utilidad (DESTINO).

La música está en todas las cosas. En las palabras, en los paréntesis y en los versos rayados que también son silencio. Estamos frente una ópera de varios actos, cada uno un poema. La cadencia de los versos nos va llevando de la mano en una carrera. Es veloz, ágil. Sin embargo, al termina la página, es preciso regresar al comienzo para ver qué pasó. En dónde fuimos perdiendo algo de nosotros mismos y nos apropiamos de un color fluorescente, de una lágrima o de una sensación que antes pertenecía a un personaje aplastado por las circunstancias y que aun así sonríe y aplaude porque el show debe continuar.

(…) “cada acto es un acto de magia” dice el poema titulado LIL’XTV$Y (ft. Dosmg) y para mí, es una excelente manera de resumir el poemario. Es un acto de magia, una ilusión. Muchas veces me sentí en un escenario distópico que se siente viejo y gastado. Bien podría abrirse este libro en una cantina de Cowboy Bebop o verlo de la mano de Rick Deckard. Pero esto es sólo un acto de magia.

En el siguiente poema estamos ya en otro escenario, con un amigo, fumando, riendo, recordando que la creación es un acto de amor y de resistencia. Los payasos vienen de aquí o de allá, de ti, lector, que también repites un acto cada día y que no lo ves hasta que uno de los versos de Szae se para frente a ti, como un espejo.

Al final, cuando llegamos al último poema “TOVLLIYVSZ” (ft. Zauriel) ya hemos encontrado un hilo invisible que se va tejiendo con nuestra cotidianidad. Con un escenario político, cultural y social que puede ser mejor, sólo por el hecho de levantarse y seguir bailando al ritmo de la música de las esferas.  

Hvppy es la última parte de una trilogía compuesta por Think Pink y Surtra Blues, leídas en ese orden. El mismo Gerardo le da el nombre de “Trilogía Resplandeciente”. Cada una explora distintos aspectos de la naturaleza humana. Cómo lo oculto y lo oscuro nos habla también desde las luces y la refulgencia.

Think Pink (LIBRE DESCARGA AQUÍ) está compuesta por poemas automáticos y puede descargarse de manera gratuita en el link que se encuentra al final de esta reseña, publicada bajo el sello de la editorial independiente Awita de chale. Sutra blues con la editorial Granuja y aunque Hvppy tuvo un número limitado de ejemplares, es seguro que volverá a encontrar la forma de multiplicarse, como los aplausos después de un espectáculo circense.

También vale la pena mencionar que Hvppy comienza con la voz de un solo autor y termina floreciendo con la colaboración de varios poetas talentosos, como Iván Mata, Phomopsis, Vraiux Dorós, Dosmg y Zauriel.

Conocer a Gerardo Szae (Silao, 1997) es también abrirse a aprender con todos los sentidos y experimentar recuerdos que nunca estuvieron ahí, hacer amigos donde hay un espacio en blanco y reírse de todo, porque la vida misma es una bruma absurda donde cada uno es el show principal.


***


GONG

Para mi

siguiente truco se me chispotea la carne sobre un charco de tarot con la cara atorada entre los dientes como adlibs de Westside Gunn

            chapoteo payazo en la bañera contemplando heavy metal

chapoteo payazo en el armario aguardando a que

me encuentren

            esto no es un simulacro

mis colmillos son de plástico   me cuelgan

para mi siguiente truco necesito un

voluntario & con mi

hacha de legos lo saco del espejo

en mis manos hay un tatemado corazón que chilla que

irradia desde dentro

en mis oídos country blues de Willie Nelson & un poni salvaje en el ardiente llano de humo que mana de su cuete   hasta relinchar

hasta lamerse todo el pasto verde &

relinchar   colisionar con el espanto

            con los momentos holográmicos de los últimos días

tengo cara de emoji triste que frikea

la furia de un piquete de mosquito & de po e sí a

& aun así sonrío vislumbrando hacia delante porque ya estuvimos adelante

estuvimos pa’ allá so

            muy lejos de aquí a punta de

            arañazo lo que

me hace llorar me hace reír

& el gong mi bolsa de boxeo

& mis labios escurriendo

tiernamente de los pulques una que otra carcajada

            uno que otro post-punk w/ Damara Lvn a las orillas de South Park visitando un

western mexicano en chanclas

& una que otra bienvenida bipolar trinchera dentro de mi jeta sin frenos montado en monociclo resorteando

mis chiflidos

            & el horror pellizcando

lo que

no es tu corazón   sino una caja de ritmos

            es decir   no seas poeta mejor payazo en overol de pana o de mezclilla & de ficción texteando a Randy Marsh

por la ubicación de sus Tegridy Farms un viernes 13

con la más jugosa intención

                                   de pasarla bomba

quiero decir   puedes burlarte conmigo o

de mí   o puedes burlarte conmigo

de mí

un chiste vulgar & de fe

un mal chiste de Eugenio Derbez con suficiente albur

para censurar                                                 sexenios después

soy   como cada 1 de ustedes

                                               un gorrito de cumpleaños

performance en estado etílico / depresivo / de coma

un aviso de Aquí truena la pistola

un cartel de Se Busca Vivo o Muerto se le vio por última vez afuerita del Soriana

sosteniendo un botecito de play-doh

listo para huir conmigo de mí

            listo para regresar a casa como siempre just a random face in the bus puede tener

la sonrisa de cabeza   el grito deformado   estampida interna

            loca montaña en

            loca habitación de humo de armario rarísimo

un cambio de zapatos por unos más grandes

trompetiza capaz de

            acompañar esporas por todo Jumanji al

seno de una leyenda promiscua   abrazando radiantes

jorobas de camello mascando chicle

                 & el pelo un afro de   a r c o í r i s. 


«De ida y vuelta» de Iván Farías




La entrevista... ese género | Por Óscar Alarcón

@metaoscar

 


Se puede pensar que por ser uno de los estados más pequeños de nuestro país, Tlaxcala no cuenta con una tradición artística. No sólo escritores como Yassir Zárate, Dania Corona Muñoz, Jaklin Parada Cuatecontzi o Gabriela Conde Moreno tienen su lugar de nacimiento en el estado vecino a Puebla, sino una pléyade de pintores, fotógrafos, artistas plásticos y promotores culturales viven ahí.


Iván Farías, quien en algún momento dijo que había nacido en Tlaxcala, pero después dijo que no, que su lugar de nacimiento era la Ciudad de México –o quizá sólo fue un rumor y ahora no sabemos en donde haya nacido, pero sabemos que por el momento vive en Francia– hizo una serie de entrevistas a artistas tlaxcaltecas contemporáneos. O si no son tlaxcaltecas, por lo menos que tengan un arraigo con el estado.


Los creadores a los que Iván Farías les da voz pertenecen a una generación de artistas mexicanos que se ha encargado de revitalizar el arte en nuestro país, sus trabajos van desde el grabado y la pintura –artes canónicas– hasta lo experimental –gráfica digital y videoarte–, considerando que el libro se publicó hace 15 años.


En el libro aparecen las entrevistas a Jorge Barrios, Samuel Ahuactzin, Abel Benítez, Malena Díaz, Enrique Pérez, Gonzalo Pérez y Polo Praxedis, quienes con su tono particular comentan cómo crecieron en el arte y cómo viven Tlaxcala desde su disciplina.


Uno de los raseros que Farías empleó para entrevistar a estos creadores fue que su obra se hubiese expuesto en el extranjero.


El pintor Jorge Barrios nació en Tlaxiaco, Oaxaca y obtuvo el Primer Lugar del Tercer Concurso de Pintura Tlaxcala-México.


Samuel Ahuactzin, oriundo de Chiautempan, escultor y docente, ha cincelado el mármol, pero también conoce el barro, la cera y los metales.


Abel Benítez, artista plástico, músico, docente y artista multimedia, es coordinador de La Colmena, espacio en donde se imparten talleres de cultura digital.


Malena Díaz, nacida en Tlaxcala, Tlaxcala, es fotógrafa y artista plástica ha realizado más de 150 exposiciones, en donde el maíz o las muñecas fueron sus temas. Además, es directora del Festival Internacional de Fotografía Foto 13, que se realiza en Tlaxcala.


Enrique Pérez Martínez, coordina Titegrafías, un portafolio que se realiza de manera anual en grabado. Participan diversos artistas gráficos de México y el mundo. Ha realizado más de 90 exposiciones en donde prioriza la técnica del grabado.


Gonzalo Pérez es fotógrafo y ha realizado más de 20 exposiciones en México, Canadá, Indonesia, Estados Unidos y Francia. Obtuvo el Premio Estatal de Periodismo; fue fotógrafo para la agencia de noticias EFE.


Polo Praxedis, grabador, ha montado diversas exposiciones y su trabajo lo ha llevado a realizar una carpeta conmemorativa sobre el poeta Ernesto Cardenal titulada “23 cantos para quien le canta a México”.


La voz de Farías es sólida, le da paso a las historias que los pintores, fotógrafos y grabadores tienen que contarnos. Las preguntas son puntuales. Es un libro de entrevistas en donde regularmente todas las pláticas comienzan como deben comenzarse las grandes amistades: con comida y unos tragos de por medio.


Farías platicó con siete artistas importantes de Tlaxcala –número cabalístico para el autor– pues, aunque quería desmarcarse del número, las circunstancias lo obligaron a cerrarlo el libro sobre él.


La curiosidad es grande y se refleja en lo anecdótico y la libertad de las entrevistas, en donde cada uno de los protagonistas expone su poética particular y cotidiana, su incursión en el arte, viajes y andanzas y sus contemporáneos.


Veracruz, Tlaxcala, París, Barcelona, la Ciudad de México y sus zonas populares son los escenarios que los artistas describen, además de cómo fueron sus años de formación, lo cual se traduce en un trabajo creativo diario.


Iván Farías salió bien librado del reto que se impuso y de manera excelente nos ofrece un libro de indudable valor. Después de este libro vendrían más obras narrativas para el autor y un libro de crónicas en donde el librero juega el papel protagónico. Sin embargo, no se le volvió a ver a Farías en los caminos de la entrevista.


Sobre el trabajo que se realizó en aquella época en Tlaxcala, Iván Farías apuntó:

 

“En Tlaxcala hacen falta estudios sobre el arte que diversos artistas han producido en la entidad […] si un investigador externo viniera a buscar bibliografía sobre la actividad artística en Tlaxcala, se encontraría con un gran vacío”.


El trabajo periodístico de este libro nos arroja luz sobre el momento en el que estaban trabajando y se vuelve un documento histórico ya que, después de 15 años de su publicación, podemos comparar y hacer crítica sobre lo que ha ocurrido en la plástica tlaxcalteca durante ese tiempo. ¿En dónde está el trabajo de otros autores? ¿Cuál es la salud creativa de Tlaxcala en materia plástica?


De ida y vuelta, puede ser un libro de arranque para los estudios actuales sobre el arte realizado en la región de Tlaxcala, o más: para cualquier lector interesado en la fotografía, pintura y grabado en México, que de estas disciplinas, tenemos gran tradición en el país.

 


*De ida y vuelta de Iván Farías. CONACULTA/Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, México, 2010.

Apuntes sobre “Lo que resta es silencio” de Óscar Alarcón




David Marín | 

 

1.- ¿Por dónde empezar? Aquí se quiere comentar, reseñar, ensayar un libro de entrevistas. ¿Los autores? ¿El autor? ¿La temática? ¿La unidad? ¿La diversidad ideológica? ¿Es acaso literatura? ¿Es acaso periodismo? ¿Es acaso un perfil psicológico-literario? Preguntas. ¿Es acaso crónica? ¿Es acaso una biografía crítica o una autobiografía involuntaria? ¿Es acaso todo lo previamente enumerado y al mismo tiempo otra cosa? Quizá. Quizá no…

2.- Según Ricardo Piglia, sus textos sobre crítica literaria son más autobiográficos que su propio diario. ¿A qué se refiere? Según Beatriz Sarlo, el crítico, a diferencia del escritor, no puede escribir sin tener una biblioteca al lado. El dato. La minucia. El concepto que modifica la lectura. ¿A qué se refiere? No siempre se lee de la misma manera. No siempre se leen los mismos libros. Cambian los gustos. Cambia la recepción. Cambia el modo en que interpretamos los textos. Para Piglia, así como para Nabokov, lo más importante de la vida del escritor no es su peripecia en carne y hueso, sino su peripecia en libro y pluma. La historia del estilo. La historia de la mirada…

3.- Según Alan Pauls, el escritor nunca puede dejar de ser escritor. Según Alan Pauls, a el escritor, cuando lo entrevistan, se convierte en una suerte de Doctor Jekyll y Mr. Hyde. No sabe a dónde jalar. Dejarse llevar por el frenesí de la ficción o dejarse llevar por el frenesí de la realidad. Según Alan Pauls, las únicas entrevistas a escritores que le gustan es cuando el escritor contesta como escritor, no como persona de carne y hueso.

4.- Nabokov, a diferencia de Sócrates, teme el poder espurio de la palabra hablada. Nabokov, a diferencia de Sócrates, piensa que el poder del lenguaje escrito por encima del lenguaje hablado está mucho más cerca de su ser. Nabokov, según su declaración en Opiniones Contundentes, permitió en alguna ocasión que lo grabaran en una entrevista. Tiempo después, al escuchar cómo su voz salía de las entrañas del magnetófono, se horrorizó.

5.- ¿Qué busca el entrevistador? Malabareando los malabares de Derrida, ¿el entrevistador se considera el anfitrión o se considera el huésped? Según Derrida, un anfitrión sólo puede ser anfitrión en la medida que tenga un huésped. Según Hegel, un amo sólo puede ser amo en la medida que tenga un esclavo. ¿Quién controla a quién? Según nosotros, ¿un entrevistador sólo puede ser entrevistador en la medida que tenga un escritor? O, según nosotros, ¿qué es un escritor-entrevistador? Rara avis. Un espécimen cuyo territorio en el zoológico literario no es ni ortodoxo ni heterodoxo, no es ni central ni periférico…

6.- Malabareando los malabares de Derrida, nos preguntamos: ¿cuál es la esencia de la entrevista? El escritor-entrevistador al preguntar, a quién le pregunta: ¿A el escritor de carne y hueso o al escritor que está encerrado en el libro? ¿Ambas manifestaciones son lo mismo? ¿Acaso no están peleadas entre sí? Quizá ahí, en esa indeterminación, en esa contradicción, en ese juego de espejos donde se reflejan pero al mismo tiempo se anulan, está focalizada la relevancia de la entrevista-literaria. Sólo ahí, en la pregunta precisa, en la fina estocada retórica, el escritor de carne y hueso habla del escritor encerrado en el libro y, a su vez, el escritor encerrado en el libro habla del escritor de carne y hueso. O, mejor aún. La entrevista los conjunta. La entrevista (cual brebaje alquímico) posibilita que los límites entre Doctor Jekyll y Mr. Hyde se anulen…

7.- ¿Qué tenemos en las manos? Lo que resta es silencio (BUAP, 2024) Óscar Alarcón. Libro de entrevistas. Libro donde un escritor pregunta a otros escritores. Diálogo. Conversación. Charla. Desvarío organizado. Chismorreo refinado. Así como hay una historia de la lectura, una biografía del modo en que el crítico lee-interpreta, ¿también hay una historia-biografía del preguntar? ¿El entrevistador siempre pregunta lo mismo? ¿Se mimetiza? ¿Es capaz de mantener la distancia? O, por el contrario, ¿busca fundirse? ¿Busca conjuntar su poética con la poética del otro?

8.- ¿Quién es Óscar Alarcón? Escritor poblano. Otrora perteneciente al movimiento literario ultra-costumbrismo. La búsqueda de una estética fresca, oral, desenfadada, urbana, ajena a los rituales mohosos del centralismo cultural. Autor del libro de cuentos Polimastia (BUAP,2008). Pero el giro, el extrañamiento, el devenir inclasificable, acontece en 2012. En una poética acorde a lo que expresa su ficha biográfica, su “eclecticismo” se ve reflejado en su primer libro de entrevistas VEINTIUNO: “Charla con veinte escritores” (NITRO/PRESS). Un mosaico de voces donde se encuentran desde escritores canónicos (Carlos Fuentes y Fernando Del Paso), escritores extraños (Mario Bellatin, Luigi Amara) y jóvenes escritores poblanos (Rodrigo Durana, Jaime Mesa). Por supuesto, con los ojos de aumento de la contemporaneidad, salta un detalle: la ausencia femenina. Atento a esta vicisitud, en 2018 publica VEINTITRÉS Y UNO: “Charlas con 23 escritoras”. Al igual que el anterior, un mosaico ecléctico. Sin embargo, como lo apunta en la introducción, el libro no busca ser una réplica mecánica del otro, un afán reduccionista, una tentativa inocua por seguir la corriente y posicionarse en el mainstream, statu quo, etc., sino, por el contrario, el ímpetu por cartografiar y radiografiar los reductos (tanto ya transitados como no transitados) de la zoología literaria nacional.


9.- Lo que resta es silencio (2024), a diferencia de Laberintos (2022), Miradas oblicuas (2021, co-escrito con Luis J. L. Chigo) y los libros ya previamente mencionados, es la focalización. Si en Laberintos accedemos a una radiografía nacional y plural de la “nueva literatura mexicana”, una nueva literatura mexicana tanto “fonqueta” como “no-fonqueta” (véase, aquel escritor que recibe o no recibe una beca FONCA), entonces en Lo que resta es silencio accedemos a una triada no precisamente bendita, una triada que no precisamente simboliza el Padre, el Hijo y El espíritu Santo de la retórica judeo-cristiana. Más allá de que en Laberintos se pueden encontrar ciertas afinidades, cierta preocupación notoria por el escritor como un agente comercial que debe jugar un papel público ante un escenario que ignora (mayoritariamente) la literatura; no está atravesado por un hilo único.

10.- Mas, el hilo único, el cordón umbilical que atraviesa la triada de entrevistas-literarias que constituyen Lo que resta es silencio, no apela a la homogeneidad, sino a la pluralidad a partir de una base común: la diferencia, lo extraño, lo incorrecto, lo ominoso, la pulsión sexual ajena al espectro heteropatriarcal.

11.- Freud, más allá de su incomprensión clínica y conceptual por la homosexualidad, por las pulsiones del “desviado” o el “invertido” que mancillan el progreso darwiniano; nos legó su especulación de lo “ominoso”. Lo extraño, lo terrible, lo incómodo, lo familiar que de súbito se muestra ajeno. Más allá del excesivo manoseo que se ha hecho de la correspondencia antinómica heimlich-unheimlich, lo que aquí quiero sacar a colación es la cita que Freud retoma de Friedrich Schelling: “Nos dice que unheimlich es todo lo que, estando destinado a permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz”. ¿Aquí qué sale a luz? Aquí, en las entrevistas, sale a la luz una biografía-proceso creativo que va más allá de las dicotomías usuales del zoológico nacional: Arreola-Rulfo, Paz-Fuentes, Paz-Garro, Elizondo-Revueltas, Novelista-Cuentista, Criollo-Mestizo, D.F-Provincia, Fonqueto-No-Fonqueto. Aquí, en la triada, sale a la luz un ejercicio literario que recrudece la noción de lo periférico. Si ser “provinciano” en México y tener afán literario es una suerte de castigo, qué clase de martirio es aquél donde además de provinciano, mestizo, pobre, eres homosexual, eres bisexual, eres lesbiana, eres trans.

12.-Pero, más allá de la biografía, más allá de la puesta en abismo ininterrumpido que implica ser marginal en México, las entrevistas revelan a tres escritores (Joaquín Hurtado, Odette Alonso y Frida Cartas) preocupados por la literatura: la forma, el lenguaje, la súbita expresividad de ciertas palabras. Parafraseando el libro de Luis Felipe Fabre sobre Salvador Novo, ¿cómo se escribe con caca? De sobra, sabemos cómo se escribe con falo y ahora, poco a poco, sabemos (o intuimos) cómo se escribe con vagina. Surge aquí una pregunta esencial. ¿El cuerpo determina la escritura? ¿Hay una literatura exclusivamente masculina y una exclusivamente femenina? ¿Acaso el lenguaje se puede domar con tal presteza taxonómica? ¿Dónde entra lo trans? ¿Dónde refulge el haz ominoso? ¿Dónde está aquello que no es ni femenino ni masculino?

13.-Sabemos, por supuesto, que el lenguaje estructura y organiza nuestra percepción del mundo, el espacio, el tiempo y el cuerpo. No somos incapaces de salirnos de él. En realidad, lo ominoso, lo familiar, lo nombrable, lo conocido que de súbito se revela extraño, es el lenguaje. Nunca estamos cómodos en él. Persiste lo adánico o, mejor aún, persiste lo animal. De ahí que la literatura no se limite a contar, a narrar, a comunicar un suceso “real”, sino que la literatura busca encontrar una súbita correspondencia entre la palabra y la cosa que no devenga síntesis, que no devenga clarificación marcial, sino desquiciamiento alegre, vértigo soterrado que embriague el alma de los lectores.

De ahí que los autores (Joaquín Hurtado, Odette Alonso y Frida Cartas) por un lado, sí reconozcan en la libido no patriarcal un espectro perceptivo-vivencial-estético. El escritor escribe sobre lo que conoce, lo que ha visto, lo que ha soñado, lo que anhela, lo que repudia, lo que desea y no puede confesar. Lo gay. Lo lésbico. Lo trans. Lo ominoso. Aquello que desborda. Al leer el libro, revolotean estas impresiones: ¿Cómo soportar no ser heterosexual bajo el régimen mexicano-patriarcal, bajo el régimen comunista-cubano-patriarcal? Y también, ¿qué papel desempeña la literatura no masculina/femenina en el panorama mexicano? ¿Se lee? ¿Se respeta? ¿Es simplemente una nueva mercancía? Pero, al mismo tiempo, la triada de autores (más allá de sus diferencias) coinciden en un punto: también escriben otra cosa. Su tensión sexual no es una camisa de fuerza expresiva. Su literatura no es un “yo” mecánico de pretensión pedagógica.

14.- Óscar Alarcón, en su nuevo libro de entrevistas literarias, persiste en su afán de cartografiar y radiografiar las entrañas del zoológico literario. Persiste en fracturar ese bloque monolítico que algunos llaman (pomposamente) “literatura mexicana”. Gracias a su trabajo de investigación, a su tacto, a su olfato, la entrevista es capaz de mutar y convertirse en cuento, crónica y ensayo. La entrevista, de esencia proteica, siempre dispuesta a irse por las ramas y regresar para encontrar un nuevo fruto, permite que nos adentremos en el taller de escritores singulares, de autores que valen la pena ser leídos.

«Conversaciones» de Carlos Alfieri


La entrevista... ese género | Por Óscar Alarcón

@metaoscar

Para lograr una buena entrevista hay que estar en los lugares indicados y en los momentos indicados, no hablo de una cuestión de suerte sino de buscar a los personajes con los que quisiéramos platicar para desarrollar una conversación. En pocas palabras: hacer periodismo.

Para ello, hay que seguirles la pista a los escritores, en este caso, Conversaciones de Carlos Alfieri, es un libro que contiene seis entrevistas a seis maestros contemporáneos, de distintos estilos, cada uno con profunda obra: César Aira, Guillermo Cabrera Infante, Roger Chartier, Antonio Muñoz Molina, Ricardo Piglia y Fernando Savater.

Sin lugar a dudas, la lista es variopinta y no podríamos decir que las entrevistas se desarrollaron porque los autores pertenezcan a una escuela o que compartan un estilo en común. La diversidad es lo que convierte a esta publicación en un libro valioso, inteligente y desenfadado. Por otro lado, leer a escritores que desafortunadamente han fallecido le da una vitalidad diferente a su obra.

Mientras que Aira apuesta por convertirse en una máquina de escritura; Savater continúa su trabajo pedagógico cercano a la filosofía; Cabrera Infante nos dice por qué decidió continuar escribiendo en español a pesar de vivir mucho tiempo en Inglaterra, comunicándose en inglés.

Y, por supuesto, aparecen las largas y entrañables reflexiones en torno a la literatura, al lector y al escritor que caracterizan el pensamiento de uno de los escritores-teóricos más importantes de los últimos 20 años: Ricardo Piglia.

Por su parte, Antonio Muñoz Molina, hace un recorrido histórico en el que el libre albedrío del ser humano nos sigue sorprendiendo porque, con horror o con virtud, observamos una cantidad de errores que se repiten no sólo en el siglo XX, sino que nos alcanzan hasta el XXI. Roger Chartier, desde su labor de historiador, nos habla de la importancia de la escritura para desarrollar la Historia.

Otro elemento valioso de este libro son las breves disertaciones sobre el periodismo y sobre la relación que el entrevistado y el entrevistador guardan. En apenas tres páginas, Carlos Alfieri nos dice que prefiere llamarle “Conversaciones” a “Entrevistas” a los textos que se presentan. Y con ello construye una poética personal, si se me permite el término:

 

Prefiero denominarlas conversaciones, más que entrevistas, por su tono calmo, carente del apremio que imponen a menudo los estrictos límites del tiempo concedido por el entrevistado; por la intención de abordar con la mayor extensión y profundidad posibles los temas tratados, por la voluntad de transitar con libertad por territorios no delimitados de antemano y de trascender las cuestiones más subordinadas a la actualidad periodística (p. 9)


Reflexión que, sin duda, comparto pues el periodismo actual ha perdido espacio para las entrevistas largas, de fondo. Es muy complicado encontrar en un medio impreso o electrónico entrevistas de largo aliento. Pareciera ser que éstas están destinadas exclusivamente a los libros.

Las charlas que integran el volumen fueron realizadas entre 1997 y 2007 –nótese la década de trabajo periodístico– en España, aunque publicadas tanto en nuestro continente como en el viejo.

Versiones más o menos completas aparecieron en Revista de Occidente, Cuadernos Hispanoamericanos y Claves de Razón Práctica.

Continuando con la relación entrevistado-entrevistador, Alfieri reflexiona este binomio como un trabajo arduo, de donde él sale bien librado pues es notorio el conocimiento de la obra de cada uno de sus entrevistados. Cuando Carlos apunta sobre por qué llamarle conversaciones y no entrevistas nos ofrece una respuesta sobre la relación arriba señalada:

 

Porque rehúyen apelar a algunos recursos que caracterizan una forma generalizada de practicar la entrevista: el excesivo protagonismo del entrevistador, el diálogo concebido como un combate con el entrevistado, el chisporroteo ingenioso y superficial, la réplica efectista. Habría que agregar que no pocas veces estos estilemas están acompañados por una insolente ignorancia acerca de lo que se está hablando (p.10)

 

Nuevamente comparto lo expresado por Alfieri pues si bien es cierto que debe de haber empatía con el entrevistado, no se debe de caer en fanatismos que nublen la visión de quien va a realizar las preguntas, pero tampoco considero que el entrevistado deba llegar con el cuchillo entre los dientes a refutar cada una de las respuestas de su interlocutor. Todo equilibrio nos dará una buena proporción, en donde no haya exceso de protagonismo del entrevistador, lo cual conlleva a un estudio serio de la obra de quien se sentará frente a nosotros.

Carlos Alfieri logra construir excelentes preguntas en donde logra llevar la conversación hacia temas complicados, pero que transcurren con normalidad. En ocasiones, los entrevistados se notan sorprendidos por las preguntas y eso permite que la respuesta sea más que un dato curioso.

Para mostrar el trabajo periodístico y el genio de las respuestas, dejaré tres ejemplos de cuestionamientos con lo que le dijeron. En el caso de César Aira sobre Juan Rulfo:

 

¿Y el trato gélido que le dedica a Juan Rulfo?

Aprovecharé que no estamos en México para hablar impunemente mal de Rulfo. En México no podría hacerlo: me echarían inmediatamente del país. A pesar de lo que diga mi amiga Nuria Amat, que lo ama tanto, a mí no me gusta esa actitud que ha tenido Rulfo (y que han tenido otros) de hacer una obra, pulirla hasta que les quede bien, hasta que sea perfecta, y después vivir el resto de su vida de los réditos de esa obra.

Me parece que una actitud más generosa de un escritor es seguir escribiendo hasta que no pueda más, hasta cuando empiece a chochear. Escribir hasta reventar y seguir escribiendo, ¿qué importa escribir bien o escribir mal? ¡Qué actitud mezquina es ésa de cuidar el prestigio! Quizás, o seguramente, Rulfo no lo hizo por cuidar su prestigio. Él quedó bastante mal y tal vez no pudo escribir más. Pero no sé, esos dos libritos, que he leído y admirado, quedan en una admiración un poco estéril, creo. (p. 50)

 

O el cuestionamiento a Ricado Piglia:

 

Ha escrito que “la crítica es la forma moderna de la autobiografía”. ¿Por qué?

Por lo que yo recuerdo que quería decir en ese texto, es la idea de que uno en realidad escribe sobre lo que ha leído, o mejor, cree que escribe sobre lo que ha leído y en realidad está escribiendo sobre su vida y sobre la manera en que esas lecturas lo han transformado.

Me parece que algo de eso hay ya en algunos de los grandes textos autobiográficos, como En busca del tiempo perdido, de Proust, que también es un texto donde se entrelazan los libros que él ha leído y la historia de su vida. (p. 83)

 

La mezcla entre escritura y política de Guillermo Cabrera Infante:

 

¿Cómo hace política un escritor? ¿Escribiendo, militando en un partido o en un movimiento?

Los escritores no debieran meterse en política. La única vinculación posible entre un escritor y un político es que los dos trabajan con mentiras. El problema es que la política implica una proyección pública y el escritor tiene una ventaja: que puede escribir y puede publicar, y por lo tanto sus opiniones privadas se hacen públicas con mayor o menor fuerza, lo que no indica que sean acertadas. Al contrario, creo que los políticos aciertan más que los escritores, a juzgar por los escritores de este siglo.

H. G. Wells, que era uno de los hombres más inteligentes de la literatura inglesa, dijo en 1928, hablando de un viaje a la Unión Soviética que habían hecho los esposos Webb, fundadores del Partido Laborista: “Curioso matrimonio, que fue a observar un fenómeno cuando ya no existía”. Pero en 1943 él visitó la Unión Soviética, y nada menos que para entrevistar a Stalin, y no fue nada crítico en su entrevista. Entonces este escritor tan veraz y respetable incurrió en todos los crímenes de su época. (p.150)

 

*Conversaciones de Carlos Alfieri. Katz Editores, 2008.

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