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Andrea Pizarro y su 'Manual del nuevo hidrocálido': instrucciones para sobrevivir al progreso inmobiliario

 

Reyes Rojas


Aguascalientes es la tierra de la gente buena, o al menos eso se dice desde que los alientos de la Guerra Fría, en 1949, llevaron a la administración en turno a que incluso un estado que no aportaba más del 1 por ciento del PIB nacional, tomara partido frente a la “amenaza comunista”. “Gente Buena” en ese entonces significaba ser católico y admirador del libre mercado.

¿Qué tan vigente será, hoy en día, dicha expresión? Esta pregunta es la que se hace la artista visual y escritora Andrea Pizarro. A partir de esta pregunta surge su Manual para el nuevo hidrocálido.

Pizarro no redacta un folleto turístico. Levanta un manual de supervivencia urbana con tipografías retro y consignas que invitan a “dirigirse a las torres”, expresión que hace alusión al crecimiento o boom vertical que tanto se vende como parte del supuesto y exitoso desarrollo del llamado Gigante de México.

Su Manual observa el centro de Aguascalientes, retrata la vivienda abandonada y parodia el lenguaje que promete plusvalía garantizada. El resultado no sermonea. Instruye con ironía.

Me pregunté qué tanta vivienda abandonada existía”, dice Pizarro durante la entrevista.

La pregunta guía el proyecto y sostiene el humor negro de los afiches, que exhortan a identificar al enemigo en los jóvenes con pensamiento crítico y sin posibilidad real de adquirir una vivienda digna. El enemigo no llega del exterior. Habita las políticas que celebran nuevas torres mientras calles rotas y multifamiliares cumplen cuarenta años en deterioro.

¿De dónde sale este manual?

Andrea Pizarro camina su ciudad, la estudia, recorre el primer cuadro y reconoce dos detonantes. Primero, la memoria ferroviaria y un pasado que imaginó progreso a toda máquina. Segundo, el dato duro: el INEGI reporta que, en 2020, había 70 mil viviendas deshabitadas en Aguascalientes. Ella añade un cálculo que circula en la conversación pública tras el caso La Pona:

Creo que al menos hay 100 mil viviendas abandonadas”.

Pizarro no presume certezas. Confirma en fuentes oficiales y levanta alertas visuales. El INEGI aparece como brújula.

La artista planea una siguiente entrega centrada en datos y cartografías. Por ahora articula señales: anuncios que prohíben estacionarse “ni por un minuto”, puertas selladas, fachadas que exigen atención. Los fantasmas urbanos no nacen del mito. Nacen de una red de servicios que se deteriora.

El manual no demoniza la altura.

Andrea lo aclara: Apoyo la vivienda vertical bien pensada”.

Su crítica apunta a torres que funcionan como oasis privados y separan barrios con muros y amenidades encapsuladas. Ese modelo densifica sin tejido y multiplica inseguridad, plagas y focos de infección en el entorno inmediato.

El lenguaje gráfico desarma esa promesa. En una lámina aparece un caballero con sombrero que apunta al lector:  “¡Hidrocálido! Es hora de salir a construir”.

En otra, dos jóvenes reciben la etiqueta de “promotores del reuso” por querer habitar lo existente. Con humor muestra la lógica del mercado: construir, vender, mantener vacía la propiedad para que la demanda nunca muera.

 

Esa lógica gana eco en discursos empresariales y académicos que hoy dominan la conversación regional. Hablan de eficiencia del suelo, densificación inteligente y ciudades de 15 minutos. Prometen plusvalía, liquidez y preventa como vehículo. Señalan que la gente ya no quiere vivir lejos y enfatizan que la verticalidad acerca servicios, oficinas y parques. Plantean tasas y seguridad como variables decisivas. El manual no discute los conceptos. Los interroga desde los vacíos que deja el entusiasmo.


Lo que dicen los números y lo que muestran las calles

El auge inmobiliario local no se entiende sin migración y empleo industrial. Distintas fuentes del sector insisten en una demanda creciente de vivienda; algunas incluso calculan más de 200 mil llegadas anuales a la entidad y proyectan una proporción 70/30 entre vivienda horizontal y vertical dentro del Tercer Anillo. El relato inmobiliario añade cinco argumentos recurrentes:

      Crecimiento del PIB de la construcción

      Protección contra la inflación

      Tasas en descenso

      Inversión extranjera al alza

      Estabilidad frente a la incertidumbre.

El Manual del nuevo hidrocálido coloca estos mensajes junto a escenas del centro histórico. En una página, la leyenda “Atención, ciudadano obediente” se sobrepone a la imagen de un inmueble sostenido con puntales, donde “hogares huecos” y “vagabundos en modo decorativo” conforman el panorama.

En otra página, un cuestionario pregunta: “¿Permanece encadenado al glorioso pasado que lo hunde?”. Andrea rehúye el choque frontal. Yuxtapone la promesa con la otra ciudad con preguntas que podría hacerse cualquier aguascalentense el día que el cura lo manda a rezar un padre nuestro:

El manual adopta el lenguaje comercial típico del curso express que ofrecen supervivencia y plusvalía garantizada mientras invitan a mantenerse alerta y evitar el mal gusto. La artista escribe con afiches, sellos falsos y logos de constructoras fantasma. La ironía funciona como antídoto contra la normalización.


Verticalidad sin burbuja: la propuesta detrás de la sátira

La propuesta de Pizarro no cancela la vivienda en altura. Redirige la conversación. Andrea es una aficionada, una experta autodidacta en cuestiones de urbanismo y arquitectura, y como tal propone usar primero lo construido, rehabilitar multifamiliares y casas del primer anillo, y después densificar con criterios claros: conectividad, movilidad activa, agua suficiente y mezcla de usos.

Ella pide espacios que integren colonias, no moles cerradas que bloqueen el barrio contiguo. El manual exhibe costos de no actuar. El abandono trae inseguridad, adicciones y trámites olvidados.

El manual recurre al detalle mínimo para mostrar esos costos: un letrero que amenaza con “se ponchan llantas”, una puerta con la marca “ni por 1 minuto”, un asiento público con el escudo local frente a un edificio descascarado. La composición sugiere una ciudad que mira hacia arriba y no mira sus cimientos.

Además, Pizarro recuerda la dimensión comunitaria.

Perdimos rituales”, explica. “Ya no organizamos posadas, rosarios ni redes vecinales”.

Ella admite que vive en un complejo y no conoce a todos sus vecinos. Esa confesión no moraliza. Dibuja un déficit relacional que la verticalidad podría agravar o reparar, según el diseño y la gestión.


Datos, archivo y ciudad vivida: el manual que viene

La autora no deja el manual como pieza única.

Quiero dividirlo en varias partes”, anticipa.

La próxima entrega exploraría bases de datos, mapas y series históricas. También quisiera construir un archivo urbano que hable de ex haciendas demolidas, cines cerrados o edificios públicos con arquitectura prehispánica reinterpretada. Ella valora ese patrimonio moderno y propone una lectura sin nostalgia.

El proyecto crece como diario de campo. Cada casa descubierta suma una página. Cada historia barrial abre un pie de foto.

“Me parece agradable hacer de mi vida aquí un proyecto”, dice.

La frase resume la metodología: caminar, escuchar, fotografiar y cruzar esas observaciones con estadística pública.


Entre el eslogan y la política del suelo

La conversación local impulsa la verticalización como solución a la escasez de tierra. Los manuales corporativos promueven preventa, amenidades y rentas institucionales. Las escuelas privadas actualizan programas para formar a la nueva mano de obra que construye en altura. La narrativa enfatiza eficiencia y sostenibilidad.

El Manual para el nuevo hidrocálido no invalida esa agenda. La complementa con una condición previa: habitar lo existente. Rehabilitar lo vacío reduce demoliciones, rescate de arbolado y huella hídrica. Y, sobre todo, teje comunidad donde hoy predomina la puerta cerrada.

Quiero entender mejor la ciudad”, insiste Andrea.

En el Manual el lector no recibe órdenes. Encuentra instrucciones que dudan. La ciudad ofrece promesas de velocidad y torres con vista. El centro reclama mantenimiento, política de vivienda y cuidado básico. Entre ambos extremos, la ironía de Pizarro abre espacio para una agenda mínima: contar las viviendas vacías, priorizar su rescate y diseñar verticalidad con barrio.

Andrea Pizarro elige la risa incómoda para reencuadrar la conversación. El manual, entonces, funciona como espejo portátil. Quien lo abre lee consignas y, al mismo tiempo, mira las calles que esas consignas ordenan olvidar.

El Manual para el nuevo hidrocálido puede consultarse en las redes de Andrea Pìzarro y de Neo Nada Estudio, un taller de producción arquitectónica arte y diseño con sede en Guanajuato.

 


 

Andrea Arellano Pizarro (Durango, 1998) es escritora y artista visual. Reside en Aguascalientes desde 2022, año en que publicó su primer poemario es posible amueblar una infancia, presentado en espacios como el CIELA y el Museo de Arte Contemporáneo de Durango. Su escritura dialoga constantemente con la arquitectura y las artes visuales, campos en los que también se ha formado.

Rosario de casas: la apuesta por la jardinería del Museo Escárcega


Por Reyes Rojas | Fotos: Diego Ramírez


“¿Hay algún otro goce, salvo la jardinería, que pida tanto y dé tanto? No conozco otro excepto, quizá, la escritura de un poema. Son muy parecidos, incluso en la cantidad de desperdicio que hay que aceptar en aras a un casual y raro goce, en el caso de que se consiga. [...] La jardinería es una de las recompensas de la madurez, cuando la persona está preparada para una pasión impersonal, una pasión que exige paciencia, una aguda conciencia del mundo fuera de uno mismo y el poder para seguir creciendo a pesar de la sequía o la cruda nevada, hacia esos momentos de puro goce en que todos los fracasos se olvidan y florece el ciruelo.

May  Sarton


Museo Escárcega es un laberinto gozoso. Caminarlo por primera vez es casi un sueño lyncheano de portezuelas y pasillos insospechados. Único en su arquitectura, en su colección y los en motivos de su creación, su sola existencia es una prueba viviente (porque es verdad que este museo respira) de la paciencia y la pasión impersonal que menciona Sarton al comparar la jardinería con la hechura de un poema. 

El museo, se encuentra en Ezequiel A. Chávez 311, en el histórico Barrio de la Purísima. Este espacio cultural independiente, fundado y sostenido por el ingeniero Eduardo Escárcega, alberga una destacada colección de arte gráfico mexicano que el ingeniero y empresario Eduardo Escárcega, ha reunido por más de cuarenta años.  El edificio ha funcionado también como taller, foro y punto de encuentro para la creación y la memoria.

Todo empezó cuando Escárcega, su fundador, era estudiante de ingeniería en la UNAM. Ahí, por obligación, cursó una materia humanística en la Facultad de Filosofía que lo introdujo al mundo del arte, la literatura y algo más profundo: una manera de vivir.

“En la UNAM me tocó arte y literatura. Me sobrecogió todo lo relacionado con la creación, la palabra, el lenguaje. Ahí entendí que el arte toca el alma.”

A la par, ya trabajaba. Con sus primeros sueldos, se iba a la Zona Rosa de los años 70, visitaba galerías y preguntaba si podía comprar obras en abonos. Algunas veces le decían que sí. Las iba guardando en un cuartito de azotea que usaba como bodega. No pensaba en colgarlas en su sala. Su plan era mostrarlas algún día.

“Jamás pensé en tenerlas sólo para mí. Siempre imaginé compartirlas. Quería que tocaran el corazón de otros.”


Lo que crece despacio echa raíz

Hoy, el museo tiene 18 salas y más de dos mil piezas de arte mexicano, sobre todo gráfica. Muchas obras son de artistas cercanos al propio Escárcega, como Rafael Zepeda, Gabriel Macotela, Luis Filcer y Octavio Bajonero. Otras forman parte de una colección de hidrocálidos e hidrocálidas que celebra el arte local.

“Me interesa que los jóvenes reconozcan a quienes dieron todo por Aguascalientes. Que sepan quién fue Paloma Müller, por ejemplo, que conozcan su esencia y la de sus padres.”

El museo se construyó poco a poco. Primero compró una casa vieja. Luego otra justo a un lado, y así continuó durante los años, hasta armar el rosario de casas que lo conforma.

“Muchos me preguntaban cómo hice todo desde la nada. Y les digo lo mismo que decía Ernesto Sábato: unos creen que fue suerte, otros chiripada. ¿Tú crees en milagros? Yo sí.”

A diferencia de muchos proyectos culturales que buscan financiamiento institucional desde el inicio, Escárcega decidió levantar el museo de manera completamente independiente. No por falta de confianza en las instituciones, sino por una apuesta clara por la autonomía creativa. Según cuenta, ese camino permitió tomar decisiones sin presiones externas y mantener una visión personal del proyecto, cuidando cada detalle desde la restauración de las casas hasta la curaduría de cada sala. Aun así, no se aisló: colabora con museos públicos, presta obra y está totalmente abierto a convenios. Pero el control, como en un jardín cuidado a mano, nunca lo abandona.


Un taller, un foro y un camioncito

Además de las salas de exhibición, el museo tiene un taller gráfico con prensas y litografía. Antes de la pandemia, Escárcega invitaba a un artista al año para crear ahí durante 15 días o más.

También hizo un pequeño foro escénico pensado para obras teatro, música y performance.

“Hoy está en pausa, pero pronto volverá a la actividad”, comenta el ingeniero.

Una de las iniciativas más queridas del museo ha sido el camioncito, que servía para traer niños de colonias lejanas al centro de la ciudad. En el museo, los recibían recitales, charlas y actividades sobre arte.

Escárcega no mide su trabajo por el impacto inmediato. Prefiere seguir sembrando sin esperar. Dice que el museo es como un sembrador: reparte semillas y no mira atrás. Algunas no germinan. Otras florecen.

“Queríamos que vieran que ellos también podían tocar un instrumento, que podían hacer arte. Era todo. Esa semilla basta.”


Del trabajo técnico a la acción cultural

Aunque pueda parecer extraño, para Eduardo Escárcega dirigir una empresa y construir un museo tienen más en común de lo que uno pensaría. En ambos casos se requiere visión de largo plazo, atención al detalle, cuidado de los recursos y, sobre todo, una ética de trabajo basada en la responsabilidad con los otros. Su empresa, SIICA, dedicada a la seguridad industrial, fue fundada con los mismos principios con los que levantó el museo: servicio, compromiso y búsqueda constante de calidad.

Escárcega no ve al arte como algo ajeno a su formación técnica, sino como un componente esencial para desarrollar sensibilidad, incluso en los contextos más duros o estructurados. Para él, un ingeniero que escucha buena música, que ha leído poesía o que ha contemplado una buena obra, tomará decisiones con mayor conciencia, no sólo técnica sino también humana.

Con el museo, ha demostrado que el trabajo empresarial también puede traducirse en una acción cultural, si está guiado por valores claros. La gestión, la planeación y la administración —habitualmente vistas como herramientas secas— pueden volverse aliadas del arte cuando se aplican con inteligencia y sensibilidad. En este caso, no solamente para producir utilidades, sino para proteger y compartir belleza, historia y memoria.

En tiempos donde la administración pública parece mirar con total indiferencia a la cultura local —dejando museos sin presupuesto o en total abandono, bibliotecas vacías, artistas sin espacios y acceso sesgado a centros culturales—, iniciativas como el Museo Escárcega demuestran que aún es posible cultivar sin esperar a que el Estado riegue. Que la cultura florezca en la iniciativa privada, en lo íntimo, en lo afectivo, no exime a los gobiernos de su responsabilidad, pero sí señala con claridad que, incluso ante la aridez más rígida, diríamos volviendo a May Sarton, hay quienes siguen haciendo jardinería.

 


“Morir poquito”: ritual, placer y metamorfosis

Por Reyes Rojas | Fotos @ingravido88

“Ya no quiero buscarte,

ya no quiero gustarte.

Gracias por venir.

Aviento mis manos al placer”.


Con estas palabras arrojó ANAN su espectáculo hacia el público. Morir poquito es una ceremonia escénica donde los cuerpos, la luz y la música se entrelazan para habitar lo liminal: ¿qué hay entre la pérdida y el deseo, entre el yo que fue y el que está por venir, entre el miedo y la osadía; y, por supuesto, entre la vida y la muerte?

En este performance se amalgaman tres de mis cosas favoritas en el mundo: la danza, la música y la palabra. Las ejecutantes (Natalia Gómez y Daniela Jerez) se mueven por el recinto donde se lleva a cabo el rito (porque es más ritual que espectáculo), y juegan con luces de mano y otras herramientas de iluminación más bien limitadas y minimalistas. El espacio y el público son un personaje más, pues ningún lugar expondrá los mismos recovecos, los mismos muros y columnas; por otro lado, la afluencia y la inmersión de la gente siempre serán, también, un elemento diferenciador: Nadie es el la misma persona frente a distintos cuerpos y rostros.

Morir poquito nació como un poema sonoro, pero luego se convirtió en una experiencia sensorial íntima y viva, en una invitación al público a transitar sin mapas, a imaginar desde la penumbra, a desdoblarse suavemente mientras un personaje femenino (presumiblemente ANAN) se desdobla también en diferentes cuerpos que se alargan sobre una retahíla de melodías envolventes, oscuras y jubilosas.

En cada gesto de las bailarinas, en cada nota musical como un vapor, se sugiere una transformación, radical a veces, como la que ocurre con la muerte instantánea provocada por una bala entre la cien; o paulatina como la erosión de un bosque. Analogías tristes, ya lo sé, pero lo mismo daría si me atuviera al polo opuesto de estas metáforas: Morir poquito también es un cubetazo de felicidad fría sobre el cuerpo, una fiesta de sensualidad.

 

Al platicar con Natalia, me reveló que ella compone con el cuerpo.

“Siempre compongo como pensando en mi cuerpo, ¿como qué me hace sentir?, ¿me hace querer bailar o querer acostarme en posición fetal y que nadie me hable? ¿Me hace querer salir corriendo? Le hago caso a esos impulsos y desde ahí corren las imágenes sonoras y  poéticas”

No es para menos. Es verdad que la experiencia completa de Morir poquito se siente como entrar a una alberca. La música de ANAN, sus propuestas escénicas, son sensuales en el sentido más literal de la palabra, es decir, que invitan a saciar las demandas de los sentidos.

Luego de asistir a la puesta en escena, salí hacia la noche saboreando unas palabras de Paul Valery sobre la danza que bien valen para describir mi experiencia como espectador:

“en el Universo de la Danza el reposo no tiene sitio; la inmovilidad es algo obligado y forzado, un estado pasajero y casi una violencia, mientras que los saltos, los pasos contados, las puntas… son formas completamente naturales de estar y de comportarse”.


¿Qué escucho?

Las canciones de ANAN en Morir poquito, son al mismo tiempo un canto a lo pequeño (Cosas inútiles), una oda a lo invisible (In), a la ternura como posibilidad (I like you), y al mismo tiempo una invitación a la fortaleza (Abrir la piel) y a la rebeldía (Soy un animal). La pieza musical que da nombre al rito entero funciona como una declaración de principios: “todo cambia y yo voy primero en la fila de las metamorfosis”.

Conozco a Natalia desde hace años y tengo una idea breve de los gustos que compartimos, pero en un ejercicio de influencias no pedidas ni confirmadas, detrás de ANAN escuchó propuestas tan variadas como la Laurie Anderson de Songs from the Bardo y Big Science; a la Bjork de Homogenic; a Descartes a Kant; a Coco Rosie y a Radiohead, sólo por mencionar algunas.


¿Dónde estoy?

En esta ocasión, Morir poquito se presentó el 10 de abril en Pop Lolita, un espacio alternativo y cavernoso del centro de Aguascalientes, usualmente invadido por el perreo, la pose, la inventadez y la farandulería artística. En Pop Lolita hay exposiciones independientes, puestas en escena inter y multidisciplinarias, tragos coquetos y sobre todo, ociosa juventud.

Morir poquito es puesto en escena con participación de Natalia Gómez (ANAN) y Daniela Jerez, ambas artistas escénicas maravillosas; y con la colaboración de Remi Barrios (Hombre Árbol) en las percusiones.

Morir poquito no busca respuestas, sino espacios para sentir. Es una experiencia que abraza la incertidumbre con ternura, que convierte el tránsito en arte y la vulnerabilidad en fuerza. ANAN nos recuerda que hay belleza en el desdoblamiento y placer en lo efímero. Morir, aquí, es también volver a nacer.


Iván García y Los Yonkis lanzan “Baladas Tristes”, su octava y más ambiciosa producción discográfica



· El álbum doble de 30 canciones explora géneros como el folk, el rock, el country e incluso el regional mexicano.

La banda poblana Iván García y Los Yonkis estrenan este 2025 su octavo material de estudio titulado “Baladas Tristes”, trabajo que contiene 30 tracks conformadas por composiciones de Iván García y arreglos musicales de Los Yonkis. Esta nueva placa producida por Carlos Iván Carrillo y grabada en Casa Yonki, explora géneros como el folk, el rock, el country e incluso llega a experimentar con el regional mexicano.

Baladas Tristes es un álbum de larga duración que se ha cocinado durante tres años y en donde la madurez de la banda es notoria. Recientemente fue lanzado en plataformas “De vez en cuando”, el primer single del disco, junto con el video oficial de la canción, de la cual el periodista musical Juan Carlos Hidalgo expresó: “Uno de los mejores letristas del rock mexicano adelantó el primer sencillo de lo que será un álbum doble en donde conecta con el tipo de canción que ha engrandecido a Nacho Vegas”.

La presentación oficial del disco será el próximo 9 de mayo de 2025 en el foro Gato Calavera de CDMX y contará con la presencia sobre el escenario de importantes figuras del rock nacional y la canción de autor que serán revelados días antes de este concierto que promete ser especial e irrepetible. El cartel de la presentación fue obra del artista visual Roberto Iván González, creador de las populares ilustraciones “Los Románticos Pendejos”. Los boletos de acceso ya están disponibles en taquilla de Gato Calavera y en la plataforma Passline con un costo de 350 pesos.


Previamente al concierto se llevará a cabo una primera etapa de la publicación del disco a través de
Bandcamp, plataforma que ha optado por acordar una retribución más justa con los artistas independientes. Además de ser una alternativa idónea para que los fans irredentos adquieran el álbum antes que cualquier persona y de su eventual llegada al resto de plataformas.

El lanzamiento en Bandcamp está programado para el 1 de mayo del 2025 a las 22:30 horas mediante una "Listening Party" que se llevará a cabo en un foro emblemático de la ciudad de Aguascalientes, pero donde los seguidores desde cualquier parte del mundo podrán conectarse y escuchar todo el disco en una sesión exclusiva en línea donde podremos charlar en vivo con el artista sobre las canciones y comprar el álbum digital.


*En exclusiva para la tripulación de Revista Sputnik: en este LINK puedes precomprar el álbum "Baladas Tristes" de Iván García y Los Yonkis y obtienes 2 pistas ahora (streaming desde la aplicación gratuita de Bandcamp y también disponibles para descargar en alta calidad en formato MP3, FLAC y otros) y el álbum completo cuando sea su lanzamiento.


Los hijos de los hijos de Adán

Ahí te void | Reyes Rojas


Los hijos de Adán | Abel Amador

Esta es la historia del primer asesinato. Al menos eso nos cuenta la Biblia. El relato de Caín y Abel, abundantemente conocido, ha sido objeto de varias interpretaciones sobre las razones del primero para matar a su hermano y, por lo tanto, de las intenciones aleccionadoras del texto, propias de todo aparato religioso. 

Entre las explicaciones más populares y simplistas del pasaje bíblico, se atribuye el motivo a la envidia y a las malas intenciones de Caín. Sin embargo, el texto original, de sólo 25 versículos, apenas abunda en la profundidad de los personajes y no da pistas concluyentes sobre esta problemática. 

Caso contrario es la reelaboración del relato que lleva a cabo Abel Amador en su nuevo cortometraje “Los hijos de Adán”. En este, Abel y Caín viven en un pueblo pequeño con su madre, una mujer autoritaria y tradicional. El padre, como el dios católico, ¡vaya sorpresa!, está ausente. Abel, el más pequeño de los hermanos, es todavía un niño de apariencia inocente e ingenua; por otro lado, Caín roza la adolescencia y se muestra más cercano a pasiones como la lujuria, la avaricia y la mentira.

El corto de Abel parece poner el dedo sobre uno de los puntos más discutidos del relato bíblico: la inclinación de la naturaleza humana hacia el bien o hacia el mal. Amador no da una respuesta sencilla.

En la Biblia se cuenta que, para evitar que Caín evada con la muerte la condena debida al fratricidio, Yahvé le imprime una marca que, paradójicamente, lo protege: 

“14. Hoy me has arrojado de la superficie de la tierra, y de Tu presencia me esconderé, y seré vagabundo y errante en la tierra. Y sucederá que cualquiera que me halle me matará. 15 Entonces el SEÑOR le dijo: ‘No será así, pues cualquiera que mate a Caín, siete veces sufrirá venganza.’ Y el SEÑOR puso una señal sobre Caín, para que cualquiera que lo hallara no lo matara.”  (Génesis, 4).

Los personajes principales de “Los hijos de Adán” son arquetípicos. En este sentido, es fácil adivinar los perfiles morales, al menos en  apariencia, de Abel y Caín. Sin embargo, las maldiciones de Dios son antiguas, al igual que los hábitos que arrastran. Abel, el director, explota el privilegio de la costumbre y, haciendo eco del poema de Baudelaire sobre la tragedia fratricida, se pegunta junto con el poeta francés “Raza de Caín, tu suplicio / ¿Tendrá un final alguna vez?”.


El resto es silencio | Verónica Marín

El efecto Trevi: un hombre abusa de un grupo de jovencitas aprovechando su rol de productor y sus presuntos contactos con los grandes del espectáculo en los ochenta y noventa… ¿Qué pasa que al comenzar este texto en lugar de pensar el nombre de Sergio Andrade, mis manos recurrieron a la gloria del pelo suelto y del psiquiatra que le mira las piernas? 

Mi cultura popular y el mainstream en general, condenamos pública y continuamente a Gloria. De Sergio, ni nos acordamos. Esto no quiere decir que Trevi no haya tenido responsabilidad, pero el punto ahora es señalar el foco de atención o, su contraparte, el silencio que ha quedado. 

Este es el tema que trata el nuevo corto de Verónica Marín: “El resto es silencio”. El film acude a una familia “tradicional” mexicana que comienza su día. El esposo, profesor universitario, es una tremenda figura autoritaria con su hijo, su hija y su esposa. 

Esa mañana, el padre impone su decisión al organizar una salida al cine. El mismo día se viraliza una denuncia de acoso sexual contra el dictador. A partir de entonces comenzamos a esperar: esperamos a que la hija del dictador, la primera en enterarse, reaccione; esperamos a que la esposa del dictador, también profesora universitaria, reaccione. Esperamos a que algo pase, pero siempre con el foco puesto en las mujeres que rodean al acusado. 

En la trama hay por lo menos dos víctimas: la madre y la chica que denuncia el acoso, sin embargo, como espectador yo no pude dejar de exigirles que hagan algo, que griten, que se desmoronen, que enfrenten al marido y no permitan que el silencio continúe. 

En el trabajo de Marín no sobra la tensión. Con tomas ligeramente claustrofóbicas y encuadres insistentes en los rostros, la directora establece un juego entre miradas en el que nos hace partícipes como espectadores. Justo como sucede cuando en nuestras cercanías sucede lo mismo (¿a quién no le ha pasado hoy en día?).

 

Los hijos de Jubal

Entre la descendencia de Caín, el relato bíblico menciona a tres de sus tataranietos: Jabel, padre de los que habitan en cabañas y cuidan rebaños; Jubal, padre de los que tocan la cítara y la flauta; y Tubal-Caín, quien forja toda clase de herramientas en cobre y hierro. Cada hijo es una clara referencia a actividades fundamentales de la civilización.

La sangre de Jubal, quien representa a los artistas, camina sobre la tierra y se manifiesta aún en la obra de Verónica y Abel. Ambos cortometrajes, “El resto es silencio” y “Los hijos de Adán” se proyectaron, por primera vez, el martes 18 de febrero en Sala Alternativa. A la proyección asistieron las y los realizadores, el cast, el crew y algunos patrocinadores. 

Felicidades a Verónica Marín y a Abel Amador por su gran trabajo creativo y de difusión del cine local, incluyendo el propio. Esperemos que sus nuevas criaturas encuentren el mejor camino.


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