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Letrinas: Nuestro capitán sueña con ríos azules


Nuestro capitán sueña con ríos azules

Liliana López León
Ilustración: @hectormexia


Con cariño para Arià Clotet y Mr. Flow.

 

He activado la velocidad crucero. La tripulación y yo charlamos sobre cómo todos los niños desean ser astronautas alguna vez, y que según los mensajes que recibimos en el buzón, los adultos también. Durante el tiempo de ocio asignado por Tobby, nuestra amigable Inteligencia Artificial, hemos comido unas frituras de espinaca algo sosas pero que sacian bastante. Durante esta cena aprovechamos para no olvidar que somos humanos. Brindamos con un suero saborizado parecido a la champaña.

La tripulación está conformada por la doctora Gloria Isaac, el médico Julien Mer, los gemelos ingenieros Von y Tan, y nuestro perrito de terapia, Berry. Un corgi tricolor de pelo suave y barriga tibia que nos acompaña. A Tobby le han dicho frecuentemente que tiene el nombre de un perro, y él, que no puede ofenderse, escuchó y su algoritmo solo buscó un equilibrio en el equipo. Por ello, lo bautizó así. Sí una máquina es un perro; un perro puede ser una fruta. Tobby también está programado para recoger algunas funciones de marketing; no es casualidad que Berry sea el nombre de aquel famoso sustituto de alimento: las tabletas que salvaron a varios países durante la última gran sequía.

Estoy yo, Ariandt Clay. Es mi tercera misión como capitán. Recuerdo, mientras chocamos nuestras copas y decimos salud, que también fui un niño que soñaba con volar al espacio. Aunque el mar también me llamaba, el agua sigue en mis deseos. Nuestra nave fue bautizada como Frog 7: nombre elegido por una votación mundial. Entre los nombres posibles había algunos patrocinados por empresas cinematográficas. Sentimos alivio de que ganara una especie casi olvidada de la Tierra; y porque los seguidores como los de la saga Aros Circa se vuelven amantes y odiantes al mismo tiempo. Ser capitán de un Frog, es neutral; es mejor.  

Discutimos si nos conviene hibernar, o disfrutar este año que queda de regreso para aprender algún idioma. Tobby aconseja hibernar, como siempre. Está programado para reducir el consumo. Yo propongo cenar juntos antes de ello y recapitular nuestros últimos ocho años de misión. Una misión exitosa, dice Julien Mer. Entre nuestra lista de tareas estaba recoger el lnituom, algo muy parecido al litio, más limpio y potente. Generará energía más de un siglo, según cálculos de la Dra. Isaac. Ella es Gloria Isaac, cerebro de la misión, y no lo digo solo por la amistad.

Von y Tan, hablan al mismo tiempo. A Gloria le incomodaba eso los primeros tres años, y ahora los observa con ternura. Yo pensaba que Von y Tan podían ser infiltrados de otra compañía energética aeroespacial. Lo creí e incluso lo anoté en mi bitácora personal. Asunto que Tobby leyó y tomó en cuenta para observar sus signos vitales y sus emociones durante varios meses. Los resultados arrojaron que solo eran una chica y un chico muy inquietos. Así supe también que mis pensamientos más privados estaban en el ojo de todo el sistema Tobby.

Julien Mer nos ha revisado: ha analizado nuestra sangre y nos advierte que el lnituom puede ser radioactivo. Nos realiza un análisis y sin decir mucho del diagnóstico, hace que Tobby nos suministre algo que prevendrá el deterioro celular. Mer dice que mi cuerpo tiene una edad biológica menor a la cronológica. Es una broma que le gusta repetir, pues entre tantas hibernaciones; cuando lleguemos a casa festejaremos más años de los que hemos vivido.

—¿Por qué le llamamos hibernar y no estivar a la animación suspendida?

Me da un golpecito en el hombro y me dice:

—Eso. Eso mi querido capitán, no lo sé.

Mer cumplirá 82 años y yo 95. Mi pregunta le deprime: estivar le recuerda que su hija cumple años en verano y será mayor que él cuando regresemos. Pero como casi todos los bromistas, evade con elegancia el tema que él mismo partió.

Ahora vamos a dormir. Hay que desinfectar completamente nuestros trajes de hibernación, porque si hubiera una bacteria ahí dentro sería un embrollo. Para inducir el sueño Tobby nos ha inyectado un sedante con el parche que tiene en su brazo mecánico: una droga que todos los soldados apodan el birthday cake. Los primeros segundos, el efecto es casi imperceptible. Solo sabes que está funcionando, cuando el suelo, la cama, y el propio cuerpo tienen la textura de un bizcocho cuya masa tuvo buen aire. La sensación mejora cuando tienes en la nariz el aroma dulce de un betún fresco, a chocolate fino con fresas.

Al pobre Berry no se la podemos poner, por eso lo cuidamos hasta que duerme de verdad, como él cuida de nosotros. Lo ayudamos, acariciándolo, pues se desespera mucho en la cámara de animación suspendida. Ahí estamos, pasándole las manos. Parecemos niños que nunca han tenido una mascota y de repente se encuentran una por la calle. Los perros no comprenden este proceso. Eso sí: cuando despiertan suelen ser los primeros en ponerse de buen humor. Para despertar, yo necesito al menos una hora, suero volcán y algunos suplementos alimenticios que calcula Tobby al analizarme.

Con el birthday cake te recuestas, y puedes escuchar cada parte de tus músculos relajarse. Aquí es cuando escuchas la amable voz de Tobby, indicándote cómo respirar. De repente, el año que perderás, no te preocupa mucho. La cápsula se siente como un capullo al que siempre perteneciste, del que nacerás de nuevo.

Si mientras dormimos algo saliera mal, hay otra droga que los soldados llaman el coffee crack. Odio ese nombre, sobre todo por su precisión. Esta droga nos la pone Tobby en caso de emergencias. Sirve para despertarte de la hibernación si él mismo no puede manejar un problema. Solo me la han puesto una vez durante el entrenamiento, y de estar, prácticamente en coma, despiertas alerta y listo para utilizar cualquier arma o herramienta. A mí me pidieron que realizara un aterrizaje forzoso en un simulador, y la verdad no parecía que el ejercicio fuera falso. Solo reaccionas y puedes concentrarte como un poseído, no sientes miedo. El efecto de esa droga pasa, y el cuerpo queda, digamos, con una resaca de fiesta de cumpleaños multiplicada por cien. Para aliviar eso hay otras drogas, aunque la sensación nunca se olvida.

Ya puedo oler mi birthday cake. Todo es suave, mi traje es ahora terciopelo. Me duermo y sueño. En el sueño hay un río. En verdad nunca he visto uno. Bueno, en mi curso de Historia me gustaban los videos de ríos y mares que eran muy azules. Mis compañeros de la escuela decían que eso no era posible. Yo siempre pensé que fueran verdaderos o falsos, eran muy bellos. Nuestra profesora mencionó haber visto uno cuando era pequeña, y que en la antigüedad las personas hacían vida alrededor de ellos. Recuerdo el diagrama con el que explicaban por qué el agua se veía azul. Mi cerebro está recuperando esa imagen para llevarme, supongo, a un sueño relacionado con la naturaleza.

Quizá Tobby me programó algo de su repertorio; a veces se pone creativo. Veo a una mujer desnuda que medita. A su alrededor bailan unos niños y unos ancianos cantan. Ella está sentada sobre el suelo de tierra, y me dejo llevar por su canto que es como un mmm continuo. El sonido del río es un cri hipnotizante. Quien diseñó este contenido binaural merece una donación a su academia de artes. Te digo, seguro lo pusieron a propósito para que a mi regreso les dé una beca. No sería la primera vez.

Ahora, una mujer de pelo plata se posa frente a ella y le cubre la cara con las manos. Le pregunta qué ha visto, con voz amorosa y firme. Ella abre los ojos con lentitud y exhala un aire que parece retenido desde hace horas. Dice que ha visto a un hombre acostado sobre una burbuja.

—¿Qué más?

—El hombre está en un sitio que no comprendo, donde muchas cosas son del color de la nieve. A su lado, otras personas duermen también sobre burbujas que no se rompen. Además, con ellos va el extraño cachorro de un lobo, también en una burbuja. Duermen y viajan tranquilos en un cielo oscuro.

A pesar de que el birthday cake no me permite sentir miedo, estoy entrenado para identificar algo inquietante. Si planearon esto como una broma, habrá consecuencias: cualquier militar lo sabe. Es peligroso hacer este tipo de bromas, porque la meta narrativa y la auto ficción pueden volver loco hasta al más sensato. He sabido de militares que, aunque distinguían el sueño de la realidad, se quedaron con dudas. Quizá Tobby pueda identificar mis signos, no sé cuánto tiempo real ha transcurrido. La mujer sigue hablando de mi traje:

—Nunca he visto ropas así.

—Explora hija, el significado de tu visión. Parece poderosa.

—No lo sé.

—Entonces, con el tiempo lo sabrás.

Despierto. Tobby me ha puesto un cuarto de dosis de coffee crack en los pies con la aguja parche. Me levanto de prisa.

—Ariandt, durante los tres meses que has dormido, la nave ha sufrido unos desperfectos. Requiero tu autorización para despertar al menos a uno de los gemelos.

Le pido que no lo haga. A causa de la droga, tengo energía en el cuerpo que puedo aprovechar. Además, según la clave del diagnóstico, es una reparación sencilla. Cuando pequeños asteroides logran colarse en algún compartimento, rasgan la superficie. En principio son inofensivos, pero si esto continúa durante algunas semanas pueden estropear todo. Se reparan desde adentro con una G5630, una herramienta que parece una pequeña barredora que se maneja con un control y un monitor externo.

Mientras me dedico a la nave, le pregunto a Tobby si ha detectado mi preocupación por el tema del sueño. 

—No. Capitán, ¿quieres hablar de ello?

Me conoce, hemos compartido otras misiones. Posee más datos míos que de los otros. Sabe que deseo contárselo. Le hablo de la mujer desnuda y de la descripción precisa que dio sobre nuestra nave y tripulación.

—Encuentro eso muy peculiar e interesante: según el código IV del inciso A de Publicidad y Contenidos Artísticos, no es posible insertar temas que se relacionen de ningún modo con la realidad del usuario. Ariandt, ¿quieres que lo reporte? Te pondré algo más fuerte para que puedas calmarte, ¿quieres que despierte a Berry?

—No, no, estoy bien. Es que nunca me había pasado.

Necesito algunas horas para volver a dormir. Hago un poco de tenis con un holograma entusiasta que me regaló mi ex esposa. Es un buen ejercicio, pero preferiría tener el simulador de surf. Ya sé: eso voy a regalarme en mi próximo cumpleaños terrestre. Sigo jugando, y llama mi atención que, de todas las animaciones suspendidas que hemos realizado en esta misión, Tobby no me había despertado nunca. No alcanza a preocuparme, pero sigue siendo curioso.

—Voy a proporcionarte unos nutrientes y sedantes para que vuelvas a tu cápsula, ¿estás de acuerdo?

Me recuesto. Siento la mente ligera, como si mi cabeza no pesara, creo que esto no es un birthday cake. Tobby me confiesa que ahora que estoy más relajado, ha calculado que es mejor compartirme una información, y me pide permiso para ello. Me río, no puedo contener mi carcajada. Cierro los ojos, y entre balbuceos lo animo a que hable.

—Ariandt, he revisado en tu panel de control onírico y no ha sido instalada ninguna historia artificial en los últimos seis meses.

No lo culpo, alguien lo programó para que fuera sobreprotector. En general, el diseño de historias oníricas implanta contenidos productivos o historias artificiales parecidas al entretenimiento cinematográfico. Mi sueño es natural. Algunos todavía tenemos el privilegio de soñar con el subconsciente. Sé que lo recomiendan para la salud cerebral. No puedo preocuparme, solo quiero sentir algo. No resisto más y duermo. Veo a la mujer, ya no está desnuda. Bueno, casi lo está. Solo que ahora porta unos collares y una corona de flores rosas. Es de noche y le han pintado la cara y el cuerpo con signos que no comprendo. Por el tamaño de su vientre, veo que un bebé nacerá pronto. La última vez que vi a una mujer en ese estado fue hace más de cuarenta años. Ella respira profundo y vuelve a deleitarme con su canto de mmm.  Le están dando a beber algo. Ella se asusta de nuevo y en medio del ritual llama a la mujer mayor:

—Madre, puedo ver de nuevo al hombre recostado en la burbuja. Él puede verme, no puede hablar. Algo lo mantiene en un sueño muy profundo, quiere asustarse, no lo logra.

—¿Qué está pasando? Tobby, investiga qué están induciendo los patrocinadores, por favor.

No puedo moverme, ni hablar, es verdad. A la mujer le preguntan si puede ver mi rostro:

—Es un hombre blanco, su ropa es abultada y le cubre todo el cuerpo. Su cabello es muy corto. Sus manos son grandes y suaves. Creo que este hombre no ha sido tocado por el sol en mucho tiempo.

—Oma Azul, hija. Parece que Pequeño Árbol está por nacer y te quiere decir algo.

—No sé. Se siente muy real. No parece venir de mí, ni de Pequeño Árbol. Siento el dolor y el miedo que este hombre no puede sentir con su piel.

La mujer llora. No logro ver más, porque Tobby nos despierta con un coffee crack a todos. Ahora es una dosis completa. Debe ser algo grave, pero estamos listos. Los gemelos han hecho unas piruetas cerca de mí. La Dra. Isaac ya se encuentra en su sitio leyendo los parámetros. Julien Mer no despierta, Tobby se encargará, nosotros ahora mismo no podemos. En automático, pido que hagan una valoración en voz alta del cero al diez. Todos han dicho tres al unísono. La cosa no pinta bien. El diagnóstico: un escudo y cuatro motores desaparecidos. Así, sin más, no están.

Quedan cinco meses para llegar a casa. La Frog 7 no resistirá. Gloria me informa que Julien se ha esfumado. Le digo que no puede ser, y pido a Tobby que lo busque. ¡No despierten a Berry! No necesita ver este momento. Ahora activo el protocolo de emergencias. Según Tobby, un compresor también se ha ido. Observamos juntos el mapa activo de la nave, y vemos que desaparecen ante nuestros ojos, los talleres de reparación y el área de ingeniería. Las pantallas son lo único que ilumina la cabina. Ordeno a Tobby que active nuestros trajes de exploración y que ponga a Berry en una cápsula móvil de rescate.

Sé que no hay mucho que podamos hacer, pero sigo el protocolo. Si los trajes nos conceden ocho horas, una nave de rescate podría recogernos y revivir nuestros cuerpos si no hay daño neuronal. Ahora los trajes se activan. El casco automático se sella y enseguida se empaña con nuestro aliento. Luchamos por conservar la vida y la misión. Conservo mi posición de capitán, hablándoles con autoridad como si eso sirviera de algo:

—Dra. Isaac, ¿diagnóstico? 

—¡Pareciera que caímos en un hoyo negro! Pero al mismo tiempo no…

Gloria desaparece ante nuestros ojos. Entro en pánico, no distingo entre mi adrenalina natural y la reacción aumentada del coffee crack. La nave atraviesa más turbulencia. Los gemelos me miran como dos niños perdidos:

—Capitán, ¿vamos a morir?

Von y Tan, tomados de las manos, desaparecen antes de que pueda contestarles algo. He quedado solo en la cabina de mando. Una de las alarmas de emergencia cede. Solo hay silencio. Siento el latir de mi corazón. El suelo a mis pies desaparece. El traje y yo flotamos en la nada.

—Tobby, ¿sigues ahí? Mi muerte es inminente, solo intenta enviar nuestra caja negra a la central.

Suena débil y una interferencia distorsiona su confirmación.

—Tobby, ¿qué ha sucedido? No identifiqué la amenaza.

—No la hay.

—Tobby, ¡estás desconfigurado! Vuelve en ti. Es una orden.

—No ha ocurrido nada. Estás cansado, mi capitán. Vuelve a dormir. Te espera un gran día.

Cierro los ojos. Veo el río azul. El andar de su agua es música. Cerca, alguien ha hecho fuego con madera. Sudor, sangre y lágrimas de alegría: nace Pequeño Árbol. Llora con buenos pulmones y lo acercan al pecho de Oma Azul, que ha dejado de soñarme.




Liliana López León (Mexicali, 1984). Es una escritora bajacaliforniana de narrativa y poesía radicada en Barcelona. Es doctora en Medios, Comunicación y Cultura por la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha publicado en la revista Pez Banana, en la Revista Espejo Humeante y en la Revista Sputnik ha colaborado con Un camiseta de los Coquette para GabiUn año sin la Carrà y fue entrevistada por Antonio León . Forma parte de la antología Letrinas del Cosmódromo (Agujero de Gusano, 2022). Ha publicado poemas en El Septentrión y en Especulativas. Obtuvo el Premio Estatal de Literatura 2022 de Baja California en la categoría Poesía con el libro Este vientre es un conejo de carbón (2023).

 

liliana.lopez.leon@gmail.com

https://twitter.com/KittyLily1Q84

IG: @kittylily1984



Letrinas: «Secretos familiares»



Secretos familiares

Mónica Blumen



SI VOLVIERA A COMENZAR, NO CAMBIARÍA NADA. Es un pensamiento constante cada que abro los ojos. Es mi mantra. «No cambiaría nada. No cambiaría nada». Hasta que me penetra el mal aliento de Cecilia. Su cabello cano, cada vez más delgado. Sus entradas, cada vez más notorias. Sus dientes más viles con el paso de los años. Antes de casarnos le advertí que comer tanta azúcar es una pésima idea. Lleva treinta y seis años con estos hábitos. Lo sorprendente es que siga viva. Es delgada. Sí. Pero su piel es como un envoltorio flácido de su esqueleto. Tener sexo ya es solo un método de supervivencia, no es placer. No para mí. Esta es la promesa del matrimonio, es la agonía en vida, «juntos hasta que la muerte nos separe». De cualquier forma estoy agradecido por lo que hemos vivido. No me arrepiento de nada. No me arrepiento de mi vida. Nunca lo haré. No hay errores. Hay vida.

He tenido sueños húmedos los últimos días. Procuro despertarme y levantarme para que Cecilia no se dé cuenta. Es vergonzoso para mí quitarle la mano cuando quiere tocarme por la mañana. Y dar explicaciones. No hay nada que me haga sentir tan enojado como tener que dar explicaciones. Prefiero evitarlo. Así que vengo a mi baño. Observo revistas. Fantaseo con una chica intentando escapar de mí. Una chica llena de miedo, por mi amenazante virilidad. Me gusta observarme en el espejo. Necesito la soledad a momentos durante el día. Sé que los sesenta y siete, me sientan muy bien. Soy un hombre atractivo y no tengo problema en reconocerlo. Soy pulcro. Eso le gusta a las mujeres. No soy lo suficientemente delgado, pero un hombre sin panza es como un cielo sin estrellas. Esa frase era épica de mi padre. La llevo presente. Tampoco soy tan alto, pero nunca ha hecho falta. Tengo el cabello cano, pero no con la misma blancura que el de Cecilia. Mi cabello es uniforme y de manera sutil pareciera estar contaminado de color bronce. Mi ceja es casi imperceptible. Mis lentes sin aro, con tintura azul, me dan más carácter.

Soy un hombre exitoso. Da igual mi apariencia. Me respalda el dinero. Nada más poderoso que eso.

Hoy es viernes. Día de fiesta de disfraces. Dentro de poco llegarán mis empleados. El DJ. El sonido. Las bebidas. La mesa con bocadillos. Los disfrazados. No recordaba que debo ir por mi disfraz. Las sustancias. Estas fiestas son una locura. Tantos adolescentes juntos. Me siento el padre de todos. En mis tiempos no había fiestas así. Estábamos en casa, escuchando vinilos, bebiendo ron, platicábamos de responsabilidades. El carro nuevo. Los niños. Las esposas. El jefe. La casa. Esas pláticas no se parecen a las de hoy.

Cada vez viene más gente. Cada vez entra más dinero. Cada vez invierto en más producción. Qué bueno soy para los negocios.

Hoy no estará Mariel para ayudarme a cobrar en la entrada. Desde que le dieron el anillo la veo menos. Se la pasa con Luis. Tiene tres fines de semana que no los veo. Ya casi no duerme aquí. Me gusta que esté Mariel, porque se queda todo el tiempo en la entrada. Como una gárgola. No hay poder humano que le haga moverse de ahí. También es buena para manejar el dinero.

A Pamela no la puedo hacer que cobre. Ella es distinta. Un ratón de biblioteca. Me gusta que sea así. Es una preocupación menos. Suelo regalarle libros que no sé de qué tratan. Ya tuve que ponerle otro cuarto para ella sola. Una biblioteca. Me siento orgulloso. Hasta cierto punto me alegra que no haya heredado esta sangre sucia.

Fernanda tiene prohibido venir a las fiestas. También ir a fiestas. Tiene quince. Y está prohibido. Está estrictamente prohibido que esté en este tipo de ambiente. Su mamá y yo queremos evitarle un futuro difícil. Un embarazo. Alguna sobredosis. Problemas. No es difícil darse cuenta del temperamento de los hijos. Tiene potencial de ser intrépida. Sé muy bien, que en el primer momento que pruebe el alcohol y sienta el revoloteo mental, su vida será otra. No entiendo lo que la genética hizo con ella, empezando por su cuerpo. Es un cuerpo irresistible. Es voluptuosa. Muy desarrollada para su edad. Un escote y todos corren peligro. Debo estirar lo más que pueda el tiempo para que ella permanezca en esta mansión. No tiene idea de lo que los hombres deseamos hacer con las mujeres. Será difícil privarla de esa naturaleza, pero trataré de frenarlo lo más que pueda.

Compré flores nuevas para decorar el jardín. Las personas pagan por la experiencia. Mi mansión es lujosa. Bonita. Llena de luz cálida en todo el exterior. Un sueño en el atardecer. La alberca es grande y desnivelada. Limpia. Todo es funcional. Pero aun así, si no hay una buena experiencia, la gente cree que pierde su dinero. Pagar la entrada a una fiesta donde hay todo, es una buena oportunidad para quedarse hasta el amanecer. Después ellos invitan a más gente. Y esa gente, a más gente. Y así es como mi mansión se ha convertido en un lugar de fiestas cada fin de semana. Ese es mi objetivo. A decir verdad, es mi secreto. Divertir a tantas almas en un espacio así. Hacerlos sentirse fuera de sí. De ensueño. Recibir dinero. Llenarme de placer. Me hubieran gustado este tipo de fiestas en mi juventud.

Tocan a la puerta, debe ser el sonido.

—Buenas tardes. ¿Aquí vive el Señor Antonio? —me pregunta una chica de unos veinticinco—.

—Dígame, ¿en qué puedo ayudarle?

—Vengo a traerle el éter.

Volteo hacia todos lados a ver si alguien la escuchó. Salgo y la tomo por el brazo de manera abrupta. La llevo conmigo a un lado de la puerta principal.

—Señorita, ¿quién la envió? Saben que no pueden mandarme este tipo de productos así, sin avisar. Podría ser peligroso.

—Entiendo Señor Antonio. José me envió porque tuvo un viaje de emergencia y no quería quedarle mal. Yo solo podía hacerle el favor a esta hora.

Le pido un minuto. Que espere en este mismo lugar. En el punto ciego de la puerta. Debo subir por el dinero y esconder esto en mi oficina. En el pasillo viene Cecilia, como lo imaginé. Va a empezar a hacer preguntas.

—¿Amor, alguien tocó a la puerta?

—Sí, pero ya lo atendí. No es necesario que salgas. Mejor prepárame un té, hace hambre. Ya te alcanzo —le digo sin dejar de caminar—.

Escondo el éter en mi oficina. Tomo el efectivo. Voy sin hacer ruido con la misionera. Le pago y le pido que se vaya por toda la orilla del barandal. Yo distraigo a Cecilia en la cocina mientras me prepara el té. ¿Cómo se le ocurre a José enviarme a una mujer sin avisar? Necesita una advertencia de mi parte. No puede volver a pasar esto. Esa niña me vio la cara. Tiene huellas dactilares mías en su brazo. No me puedo arriesgar a nada. Absolutamente a nada.

—¿Quién era?

—Se equivocaron.

—Nadie se equivoca yendo a una mansión. Por cierto, Fernanda no quiere que vayamos hoy al hotel. Me dijo que ya está aburrida de ir a ver películas y comer pizza cada fin de semana conmigo.

—¿Y qué vas a hacer? Vete con ella a algún lado. Hoy espero una mayor cantidad de jóvenes para la fiesta. Ha ido subiendo la cantidad de gente las últimas tres semanas.

—No sé amor. No es necesario que hagas fiestas.

—No voy a dejar de hacer fiestas, Cecilia. Este es mi negocio de retiro. No voy a discutir de nuevo esto contigo.

—No necesitas el dinero. Intenta tú convencer a Fernanda. Yo nunca puedo negociar con ella.

Toco a la puerta. Fernanda está, como siempre, recostada en su cama. En calzones. Una blusa de licra de tirantes, y su laptop encima de las piernas. Escucha música con audífonos.

—¿Qué haces? —le pregunto mientras me siento junto a ella—.

—Hola papi. Estoy viendo tutoriales de maquillaje. Hoy no tengo clases.

—Muy bien. ¿Y ya sabes qué películas vas a ver hoy con tu mamá?

—No quiero ir a ver películas otra vez. ¿Por qué no puedo quedarme aquí? Te prometo que no voy a bajar.

—No es ambiente para ti. Reservaron el lugar para una fiesta de disfraces. Te vas a asustar con los que van a venir disfrazados de monstruos.

—No voy a ir hoy con mi mamá. No soy una niña chiquita. Aparte siempre se queda dormida y está bien aburrido. Vivo en una mansión. Tú has tu fiesta, no me importa —dice mientras se vuelve a poner los audífonos—.

Tocan a la puerta. Esta vez sí debe ser el sonido. Bajo y Cecilia ya los atiende. Veo que también están limpiando la piscina. Y llegaron a darle mantenimiento al jardín.

—Fernanda no quiere ir hoy.

—Te lo dije.

—Quédate con ella. Pero vas a cuidarla. No quiero que bajen durante la fiesta.

—Si amor. Como digas. Yo me encargo.

Comienza a llegar la gente. El DJ ya suena. Las luces están correctamente instaladas. El sonido distribuido de manera estratégica en el área más abierta del jardín. Las luces cálidas generan confianza. Las flores refrescan los rincones. La mesa de bebidas y bocadillos es de extensión doble en comparación a la fiesta pasada. Tengo personal suficiente este día. El cuarto oscuro está listo. Guardé un maletín con suficientes herramientas ahí. La vez pasada me quedé con ganas de explorar más cosas. Estratégicamente, están los baños enseguida. Ya se encargan del cover en la entrada. Creo que todo está por comenzar. Hoy será una buena noche. Han llegado algunas personas disfrazadas de los ochenta. Típico. También de piratas. Nada nuevo. Nunca se sabe. Me gusta que la noche me sorprenda. El DJ abre con un remix de «Lugares comunes» de Virus, los argentinos del rock elegante en los ochenta. Seguro se inspiró en los disfraces.

Voy por el disfraz a mi oficina. Nadie lo ha visto. Nadie debe saber quién soy. Antes de vestirme voy con Fernanda. No está en su cuarto. Luego voy con Cecilia. Veo que están las dos. Recargadas sobre la cama. Juegan cartas.

—Diviértanse —les digo con una sonrisa y cierro la puerta—.

Me dirijo a mi oficina. Me pongo el disfraz. Soy Scream. Sencillo. Rápido de poner y de quitar. No tan vistoso. Lo importante es mantenerme al nivel de los demás. Disfrazado, pero no con un gran disfraz.

Vengo al jardín. Una mujer se está robando las miradas. Huele a néctar. Viste un mini vestido de piel negra y brillosa. Tiene listones negros envueltos en las piernas que se desprenden de los tacones. Un antifaz y una peluca negra que llega hasta la cintura. Lo justo de su disfraz deja ver hasta el más mínimo pliegue de su piel. Es lo suficientemente hermética para imaginarla desnuda. Arrancarle de tajo ese disfraz de dominatrix. Vacío el éter solo cuando decido quién será mi dama de compañía. Ha habido ocasiones en las que no lo utilizo, porque no hay alguna que me encienda las entrañas. Pero hoy será uno de esos días ardientes en el cuarto oscuro. Nada es más emocionante que querer comerte un manjar y tener que tomarte el tiempo para quitarle la envoltura. Ella es la fruta de esta noche. Aquí es cuando voy por dos bebidas. Bastante hielo. Me alejo un poco en dirección hacia los baños. Revuelvo un poco de éter en una. Luego regreso y me acerco sutilmente a ella. Aprovecho que está en la mesa de bebidas.

—Hola. Me gusta tu disfraz —le digo modificando un poco mi voz—.

—Gracias —dice entre risas—.

Parece una joven. Voltea en diferentes direcciones. Parece que busca a alguien. Le extiendo mi mano con la bebida que contiene éter y ella la toma. La consume muy rápido. Casi de dos tragos. Pienso que es novata o que tiene mucha sed. Esto me asusta un poco. El éter le va a generar confusión y sueño en pocos minutos. Debo convencerla de movernos de aquí.

—¿Ya fuiste al cuarto secreto que tienen aquí atrás?

—Ah, sí. Sí lo conozco.

Está mintiendo. Nadie lo conoce. Me sigue el paso y vamos. Entre el andar se detiene algunas veces y se toca la cabeza. Seguro siente un mareo. Es el éter. Yo la tomo por el brazo y seguimos caminando. Entramos al cuarto. La dominatrix empieza a perder el equilibrio. Solloza casi de forma silenciosa. El sueño ha hecho de las suyas. Cierro el cuarto con llave. Escucho el bajo de fondo y el murmullo de la fiesta. Esta es mi parte favorita. Estoy tenso y eso me genera placer. Le intento quitar el vestido. Es demasiado justo. La forma más fácil es subirlo, y ya está. Tengo lubricantes que generan calor al contacto. Tengo también un par de juguetes. No serán necesarios. Está demasiado sedada. Puedo manipularla como plastilina. Así que solo la acuesto boca abajo en la mesa. Y la tomo por la cintura. Y doy todo de mí. Todo lo que tengo en mi ser. Mi ira acumulada. Mi frustración. Me desfogo entre sus piernas y pellizco con ansias su piel blanca y lisa. Sigo siendo un gran hombre a mi edad. Los ríos de sangre corren por mis venas. Por todas mis venas. Y yo me corro en ella hasta estallar. Pierdo fuerza en mis piernas y debo sentarme un momento. Luego dejar todo como estaba. Incluido el vestido de esta mujercita. Mientras tomo asiento alcanzo a ver ligeramente el perfil de su rostro. Se me quiere salir el corazón del pecho. Le quito el antifaz y es Fernanda. Es mi hija.

Le acomodo el vestido de nuevo. La siento. Guardo todo lo que tengo en el maletín y limpio con alcohol mis posibles huellas. Un nudo en la garganta comienza a incomodarme y es necesario llorar. Lleno mi vaso con éter. Lo bebo todo de un solo trago. Si volviera a comenzar lo cambiaría todo. Es lo que pienso mientras siento un frío fulminante correr por mis brazos.



Mónica Blumen (Ciudad Juárez, 1988) Egresada de la Licenciatura en Realización Cinematográfica por el Centro de Artes Audiovisuales (CAAV, 2009-2013). Actualmente, cursa la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH, 2022-2026). En el ámbito cinematográfico, se desempeña como directora de cine documental, productora, guionista, fotógrafa y montajista. Fue nominada al Premio Ariel con el cortometraje documental “13,500 Volts” (2016); seleccionada en festivales nacionales e internacionales y ganadora de diversos premios por su obra cinematográfica. En el ámbito literario, Mónica ha participado en la antología de cuentos “Raíces de obsidiana: criaturas mitológicas” y “Poemas pe(r)didos”, antología ganadora en Voces al Sol 2022. Fue asesora y editora en la escritura del guion de largometraje de ficción “La Biblia de Gaspar” (2023). Ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en 2014-15.

Letrinas: La Sociedad Rosa


La Sociedad Rosa

Jazmín Félix

 

1

Un sinfín de cuerpos aguardan a la Licenciada en la explanada de un campo deportivo. El sol abstrae las expresiones de seguidoras y militantes del grupo político en el poder desde hace ochenta años: Partido de las Mujeres Liberadas (PML). Miles de brazos se extienden al cielo, ondean la Bandera Mexicana de Ellas: verde, blanco y rosa; al centro, un águila hembra, en el pico, un hombrecito se retuerce, sangrante, el cerebro botado, volcados los ojos.

—¡Ya viene la Licenciada! —grita alguien. La multitud se embelese, ojos pelones, llorosos de fruición, miran hacia el escenario.

Una mujer está de pie en la plataforma, atisba a la muchedumbre. Cara lavada, labios rosas fucsia. Lleva puesto un traje sastre, también de color rosa. Tacones de veinte centímetros para pisotear al machito que quiera pasarse de la raya. La Licenciada Pamela saluda a sus seguidoras, avienta besos colorados, festeja las adulaciones de las voces femeninas. Sólo femeninas. Este es un partido hecho por y para mujeres, los hombres aguardan en el hogar; friegan trastes, el piso que taconearon sus señoras. Un hombre no tiene nada que hacer afuera de la cocina. Lo suyo es servirle a la Sociedad Rosa.

—Hermanas mías. Han sido ochenta años continuos desde que el PML lidera México, setenta que gobierna este Estado. Ochenta años de libertad para nosotras, ocho décadas que los hombrecitos dejaron de golpearnos, violarnos y asesinarnos. Quieren arrebatarnos el poder, hermanas, la Insurgencia de Hombres crece todos los días, ellos quieren adueñarse otra vez de nuestro destino, dominarnos. ¡No les fue suficiente hacerlo por siglos!

—¡Perra hembrista! —reclama una voz gruesa, atrás del lío de mujeres—. ¡Las hijas de puta no nos van a gobernar! ¡Ni un hombre más! ¡Ni un hombre más!

—A ver, ¡muestra tu cara, hombrecito miserable! —la Licenciada se carcajea en el micrófono.

Las guardias de seguridad escarban entre el gentío, buscan el repugnante vello facial, los brazos musculosos, cobardes, la manzana de Adán temblorosa, que se atrevió a retar a la candidata favorita. Se escucha un golpe, el filo de un arma, un grito de súplica.

—¡Lo tenemos! —avisa la líder de guaruras.

—¡Enséñame su cara! —ordena la candidata.

La uniformada levanta el brazo; en la mano, exhibe la cabeza degollada de un hombre: hilos de sangre escurren, embarran la tierra. Le sigue una sustancia grisácea, coágulos, pedacería de hombre insípido. Mujeres alrededor se apartan, asqueadas. Ninguna quiere ensuciarse con los restos del sexo débil. 

—¡Por eso, hermanas, por hombres como este, ¡tienen que votar por mí! —la candidata del PML alza el puño, decora su muñeca un pañuelo rosa. Miles de manos empuñadas forman un nudo inmenso de color, muestran con orgullo el trapo emblemático con el que hace ochenta años, otras hermanas se rebelaron contra la sociedad machista que las tiranizó.

La turba se aglomera delante de la plataforma, desean tocar la bastilla del pantalón de Pamela Rodríguez, tener entre sus dedos el tobillo de la poderosa hembra alfa que garantiza la continuación de la Sociedad Rosa.

El hombrecito es pisoteado, un tenis rosa sepulta el gesto doloroso que sobrevive en la cara saturada de bigote, cejas pobladas y sangre: era el típico machito.

“Mejor se hubiera quedado en su casa”, piensan las mujeres que empujan el cráneo contra el pavimento.

 

2

—Licenciada, ¿qué le parece este copy? —pregunta un joven que recién entró a trabajar al equipo de campaña de Pamela Rodríguez.

Sentada en el extremo de la mesa, en la sala de juntas de las instalaciones de PML, la candidata se bebe un vino para aligerar sus nervios. Suspira y de pronto azota la voz, su lengua alcanza el cuello de cualquiera que haya sugerido una mala idea.

—A ver, léelo, rápido, niño —la mesa tiembla cuando Pamela sube el pie: la pantimedia corrida, el tacón afilado, perfecto para destrozar pitos.

—“Pamela Rodríguez asegura la libertad de las mujeres, la continuación del poder en tus manos, la vulneración de los hombrecitos. Vota por la fuerza femenina, vota por Pamela, del PML”.

—Y a ti, cariño, ¿quién te contrató? —interpela la Licenciada, una sonrisa de burla se dibuja en su boca.

—Eh, este, este…

—Habla bien, que yo sepa, a los hombrecitos todavía no les hemos cortado la lengua.

—Me contrató Lorena, la jefa de campaña.

—Estás muy verde, niño, tu copy no me genera nada. Sé que las elecciones las tengo ganadas, pero tiene que parecer que me esfuerzo un poquito, aunque sea.

El joven se ruboriza, parece que va a llorar. Lorena, sentada a unas sillas de distancia, lo amenaza con la mirada. Alguien carraspea, tose, intenta evitar expulsar el estómago por la boca. Fue un error permitir que los hombres ingresaran al campo laboral, aunque haya sido para el entretenimiento femenino.

—Lo siento, señora —se disculpa el muchacho.

—Así no me pidas perdón, al rato, te vas a mi oficina —ordena la candidata—, a ver, ¿qué más? —baja la pierna, se incorpora.

—Las manifestaciones de hombrecitos no paran, Licenciada —advierte Lorena—, no dejan de llegar amenazas a las redes sociales del partido. El otro día nos llegó una bomba, por fortuna era falsa, pero me temo que la campaña en su contra, señora, vaya a reforzarse. A mí me parece que quieren ejecutar un golpe.

—Eso a mí no me corresponde todavía, no soy la Gobernadora, Lorena. Deja que esa perra inútil arregle los problemas sociales, a mí me toca, mientras tanto, venderme bien.

Pamela se levanta de la mesa. Antes de atravesar la puerta, se detiene. Levanta la pierna, se quita un zapato. Sonríe, mira hacia Lorena, sostiene la punta del stiletto y se le escapa una risita. Lorena se hace chiquita y recibe el impacto con los ojos cerrados: la Licenciada avienta el tacón hacia ella. Corta su frente, un chorro de sangre golpea la mesa. El niño nuevo la mira, recoge el zapato y persigue despavorido el taconeo inconsistente de Pamela.

—Estás bien bonito, niño. Esa carita rosita que tienes me recuerda a mi marido cuando era joven, puras promesas y amor. Ahora parece costal de papas en la cama, apestoso, siempre llorando. Nada más me voltea a ver cuando acomodo el paralizador en su cuello y pulso el botón —en su oficina, Pamela juega con el jovencito.

—Usted también es hermosa, señora.

—Gracias, pero no me interesa ser hermosa. Yo quiero poder. Ha pasado mucho, niño, desde que a las mujeres nos dejaron de cautivar los cumplidos facilones que los hombres trillados, de pocas ideas, nos tiraban disfrazados de “piropos”.

—Lo siento.

—Silencio. Mejor acércate y chúpame la vagina, que esa boquita tuya se me antoja para todo —ordena Pamela. Abre las piernas sobre el asiento, se recuesta. No lleva calzones.

De rodillas en la alfombra, el muchacho cierra los ojos. Deja de respirar antes de adentrar la cara en la falda de la mujer. La candidata goza, acalla los chillidos del hombrecito con sus gritos de placer.

 

3

Hace casi un siglo las mujeres asumieron el poder del mundo. Se hartaron del incremento de violencia doméstica, los feminicidios, exhibidos en las redes sociales los cuerpos de las víctimas, sangrantes y mutiladas. Cansadas de trabajar y luego, al llegar a casa, seguir con la limpieza del hogar, el cuidado de los hijos. La Rebelión Rosa empezó en las zonas rurales. Las manos de las obreras asfixiaron a sus maridos, les sirvieron omelette con veneno de rata. Fue como si un buen día hubieran despertado, decididas a acabar con sus opresores. Les pesaba ser mujeres, encima, pobres. Las autoridades estaban preocupadas, en las naciones europeas montaron operativos para capturar a las agrupaciones que se dedicaban a proporcionar la herramienta mortal a otras mujeres, el kit completo para acabar con el marido infiel, abusador. El hombre cuyo puño las doblegó toda la vida.

Golpes de Estado hicieron sucumbir a los gobiernos de las grandes ciudades: París, Londres, Rusia y Japón. Cuando la Rebelión Rosa hizo caer a la Casa Blanca, en México se encendieron las alarmas. Para cuando tipificaron las muertes de varones como Hombricidio, ya era tarde; las mujeres habían entrado a Los Pinos a cortar la cabeza del Presidente.

Establecido el Nuevo Orden de Mujeres en todo el mundo, en América Latina se formó la Sociedad Rosa, en México fue instaurado el PML. Las mujeres quemaron la Constitución Mexicana y redactaron una nueva. Para detener la violencia machista, el Gobierno Federal repartió tasers en todos los hogares. Se convirtió en el arma oficial para controlar hombrecitos. Si se ponía perro el bato o se le veían intenciones de atentar contra la integridad femenina, un electrochoque y se controlaba el cabrón.

Luego vinieron las campañas “Amarra a tu hombre”, “Los machos van con bozal”. Una de las propuestas más alabadas de la Licenciada Pamela, era la de castrar químicamente a los hombrecitos para que dejaran de sentir placer. ¿Para qué sentir rico? Si la misión de su órgano sexual era la procreación. El disfrute debía de ser exclusivo para las mujeres.

Así, en ochenta años, el hombre pasó de ser el sexo fuerte y dominar la sociedad, a ser eliminada su presencia de la política, la dirección de grandes empresas. Acabó reducido a limpiar mierda de bebé, lavar los calzones de su hembra alfa.

Líder de su vida y los gobiernos, la mujer blanca y rica se convirtió en la autoridad máxima. El hombre, fue borrado.

 

4

En pleno centro de la ciudad, las mujeres van y vienen del trabajo. Los hombrecitos barren las banquetas, atienden y cocinan en las cenadurías, con el mandil puesto, la cuchara de madera en la boca para probar cuánto le sobra o le falta de sal al guiso, la misma receta que sus padres y abuelos les enseñaron, con las yemas quemadas por el calor de la plancha, perdido su aliento de hombre en la masa.

Mujeres caminan por la banqueta. Al costado, a unos pasos tras ellas, las siguen sus hombrecitos. Van amarrados de muñeca o cuello con la “Correa rosa 5000: sujeta bien a tu marido o novio para que no viole a ninguna mujer”.

Un hombrecito se para en seco mientras cruza la calle junto a su señora. Admira el cielo, sus ojitos centellean. La mujer siente el peso del marido, tira fuerte de la correa para que el inútil avance. Se gira para ver lo que lo entretiene porque se sabe que cualquier nimiedad roba la atención de un hombrecito. Lo encuentra pasmado; boca entreabierta, mirada llorosa; igualita a cuando le da un billete de cien pesos para que se compre algo bonito en el tianguis.

La mujer rebusca en su bolsa el taser que pondrá al hombrecito en su lugar. El viento revuelve su pelo, helado golpea su frente, la sacude. Mira el cielo, una sombra gigante se detiene sobre ellos y el resto de las transeúntes. La mujer se arrodilla, cubre sus oídos. El ruido satura el ambiente, el estruendo veloz de las palas de la aeronave sacude la calle. Panfletos descienden, como lluvia caen sobre la avenida; manos de hombrecitos detienen los papeles, los recogen del piso.

“Planeamos la destrucción femenina, el retorno del poder en nuestras manos”, invita el volante, desbordado el exhorto en negritas. “Únete a la Insurgencia de Hombres”, debajo, la ubicación de un almacén.

 

5

La Licenciada obtuvo una victoria aplastante en las Elecciones Estatales; superó por treinta puntos a la candidata opositora, una indígena de izquierda perteneciente al Partido Humanista de las Mujeres (PHM). Recibió el cargo hace unas semanas, entre júbilo femenino y confeti rosa.

Festejó la victoria en un hotel, con su equipo de campaña, algunos sexoservidores de pezones floreados y pito joven. Para cenar, whisky y líneas de cocaína.  

En su oficina, en el Palacio de Gobierno, Pamela Rodríguez termina de revisar y aprobar unos papeles. Arriba, en el montón de hojas, firmada y sellada, aguarda la iniciativa “Castración química para los hombrecitos”, mañana será presentada ante legisladores.

Alguien toca la puerta. Es el niño bonito y verde, de cara tierna, contratado por Lorena. La Licenciada se lo quedó como secretario personal: le prepara el café y se la chupa cuando está estresada.

—Licenciada —llama el muchacho.

—Pasa.

—Llamaron del Escuadrón Contra Hombres, los hombrecitos planean algo denso, quieren manifestarse afuera de este recinto, demandar sus derechos. Parece que también buscan atacar, conseguir su cabeza, señora.

—¿Los tienen ubicados?

—Es correcto, Licenciada. Están en un almacén, a las afueras de la ciudad.

—Dile a la comandanta que los encierre y los queme vivos.

—Pero, señora.

—Tiene que ser esta noche.

—De acuerdo.

—Vas, das mi orden, y te devuelves rapidito. Estoy estresada.

La Licenciada sonríe. Sube la pierna al escritorio: reviste su pie un tacón de aguja de terciopelo negro. El hombrecito observa la pieza afilada que pronto tendrá en el cuello.





*Jazmín Félix es Comunicóloga y editora en periódico "El Vigía", tiene experiencia en comunicación institucional y divulgación científica. Escribe desde los nueve años.

Barbie libertaria, contra todo ideal rosa




Por Augusto XZ | 


El cine hollywoodense, muchas veces es pretenciosamente desdeñado con el cómodo y estéril argumento prefabricado de que es “comercial”, “superficial”, “insustancial”, “desechable”; sin embargo, puede entregar a las audiencias discursos tan relevantes como los del mal denominado por el público snob, “cine de arte”; toda película es arte, y cualquier relato cinematográfico puede hacer las veces de tribuna para emitir denuncias simbólicas contra las múltiples formas de violencia estructural presentes en nuestra sociedad; en casos como el de la Barbie de Greta Gerwig, con la audacia añadida de utilizar un tono ligero, irónico y digerible para el común denominador de la población; cual escritor que evita el uso de un lenguaje rebuscado, con la intención de hacerse entender, Barbie usa un lenguaje rosa para decir una verdad oscura.

Muchxs cineastas de esta época, más allá de cualquier intención superficial de no quedarse atrás en una tendencia o moda pseudoartística, a través de su obra, enfáticamente (re)presentan con diferentes propuestas estéticas, las manifestaciones de violencia que nuestra actualidad depara contra la mujer (violencia estética, física, verbal, psicológica, sexual, laboral, cibernética, financiera, etcétera), siempre con una denuncia adjunta para con la obsesión del hombre por el poder, el deseo de dominio sobre otrx(s), la tiranía que suele sobrecompensar las inseguridades del macho castrado, su absurda fijación anal por la acumulación de riqueza, la masculinidad tóxica, el falogocentrismo. En Barbie vemos un ensayo fílmico que, si bien abarca una perspectiva en pro de la emancipación femenina, no deja de lado la crisis de identidad por la que pasa un hombre tratando de encajar en el concepto de masculinidad propio de la modernidad.

Por otro lado, hemos visto ya en varias películas, cómo el salir de la caverna de Platón, viene acompañado de una suerte de abrupta crisis existencial; le ocurrió incluso a Buzz Lightyear, en Toy Story, al ver que solo es un juguete. En este sentido, Barbie no es una película nueva, no vemos un discurso nuevo, todo lo que pretende criticar este relato fílmico ya se había hecho pedazos en películas como Dogville, Anticristo, Fight Club, The Truman Show y Matrix; si algo hace diferente a la película de Barbie, no es su discurso anti-sistema de aspiraciones feministas, o acaso existencialistas, sino la forma en la que exuda el cinismo y la ironía característicos del cine posmoderno; el acierto de esta película es no tomarse en serio a sí misma y así algo que otrora se ha representado como una verdadera tragedia, pasa a ser una hilarante farsa; esta película presenta un desfile carnavalesco de coreografías satíricas lleno de personajes abominablemente estereotipados; Ken y Barbie, abren los ojos para descubrir que son vil indumentaria creada por una corporación; sus personas y sus estilos de vida, son parte de una falsa fantasía colectiva de felicidad supuestamente inagotable, basada en las aspiraciones consumistas del capitalista, estructuralista y paternalista sueño americano; en otras palabras, Barbie y Ken descubren a su manera que son juguetes manipulados por las manos invisibles del sistema.

El mundo rosa de Barbie, es de hecho una pesadilla en la que monstruosos imperativos sociales éticos y estéticos, tiranizan y sobajan a hombres y a mujeres por igual; quizá por eso Barbie y Ken no tienen genitales, porque independientemente de que los tengan o no, son esclavos ideológicos del mundo al que pertenecen; el vacío existencial, la crisis de identidad, la ausencia de un sentido de autorrealización, son afecciones que no saben de géneros.

En ese sentido, nuestra sociedad continúa siendo esclavista; si bien los grilletes de nuestros días son ideologías; las manos invisibles que nos doblegan, como señalaría Nietzsche, son ideas, y con suerte serán también las ideas las que nos liberen. Una idea neurótica propia de nuestros días, es la idea de que existe la perfección; la perfecta felicidad, la perfecta tranquilidad, la perfecta belleza, el enamoramiento perfecto para con la persona perfecta, la perfecta pulcritud de un alma sin pecados, etcétera; pero son solo vacuas obsesiones que pavimentan el camino hacia la perfecta insatisfacción con el mundo real. Es mejor desechar todo idilio, puesto que el mundo no es de color rosa; muchas veces resulta doloroso abrir los ojos de golpe y poner los pies en la tierra, pero de este modo es posible encontrar una felicidad que, si bien no será idílica, será auténtica; la perfección es síntoma de falsedad, y una felicidad perpetua sería insoportable; es posible encontrar una especie de martillo nietzscheano en la película de Barbie, y con el mismo, se logra esculpir a esa mujer de plástico, inhumanamente perfecta, como un personaje demasiado humano, lleno de angustia, anhelos y miedos, siendo el miedo más humano el miedo a morir; Barbie es una representación de la mujer tiranizada por la presión modernista de encajar en los conceptos de feminidad, belleza, felicidad, optimismo, moda, y todo un campo semántico enunciado por un logos masculino.

En efecto, los Ken también son parte del juego, el sistema patriarcal también esclaviza a los hombres; ser hermoso, amado, exitoso, deseado, reconocido y vivir felizmente, es una orden; quien no sea capaz de sentirse pleno en Barbieland, está jugando mal, debe tomar terapia y ajustarse al molde universal de sentido de autorrealización, porque incluso el diván se ha vuelto un aparato normalizador de la sociedad; Barbie da la impresión de llevar una vida perfectamente feliz, pero su fantasía color rosa se desvanece cuando se da cuenta de que un día va a morir, y quizás está desperdiciando su tiempo tratando de encajar en un concepto de felicidad que no proviene de su interior.

La Barbie de Greta Gerwig, resulta interesante porque toma un ícono de la cultura popular asociado a una representación hoy negativa de la mujer, y no lo pisotea con críticas precocinadas, sino que lo empodera y lo hace pasar por un viacrucis existencialista pleno de desengaño para resignificarlo; vemos a una Barbie libertaria en una aventura parecida a la de Neo en Matrix.

Tras ver que su “realidad” es falsa, y darse cuenta de que su vida carece de un sentido trascendente, ella entra en contacto, por primera vez, con el grisáceo y frío mundo real; al igual que Thomas Anderson, Barbie se vuelve en contra del sistema para el cual no era más que un eslabón autómata bailando la danza de la realidad al ritmo del autoengaño; la Barbie que vemos encarnada por Margot Robbie, busca romper con un estereotipo de feminidad, pero parte del mismo para deconstruirlo; se plantea la tesis (Barbie feliz y libre de preocupaciones), y en seguida surge la antítesis (Barbie en plena crisis existencial angustiada por saberse mortal). El dilema de Barbie, es una seria y antigua cuestión filosófica, ¿cómo vivir felizmente con la consciencia de que hay que morir? Sería insensato y reduccionista pensar que la tiranía ideológica de nuestro sistema está destinada exclusivamente para la mujer, también se tiene al hombre de rodillas y neurotizado, lleno de angustia, inseguridad y una ridícula urgencia por encajar en moldes superficiales de conducta “varonil”, y eso está retratado en el ingenuo Ken de Ryan Gosling.

Llena de referencias a otras obras fílmicas, Barbie es una película posmoderna hasta lo indecible; es un hipertexto que versa de la emancipación femenina, pero también es un recorrido por la senda del existencialismo, pasa muy cerca del rincón del postestructuralismo, y hace unas cuantas paradas en el nimio papel del hombre en su propio sistema patriarcal; en suma, esta película retrata con ciertas reminiscencias de romanticismo socialista la actual condición femenina en una sociedad estructural, hace de una desgastada crítica a los roles de género en un contexto capitalista, una fresca sátira al falogocentrismo que se encuentra en los cimientos de esa casa de muñecas que es el mundo supuestamente rosa de Barbieland; Barbie es una obra maestra porque es una película que descaradamente ríe del drama de sus personajes principales; resulta destacablemente irónico condensar en el logotipo de Mattel al capitalismo, y en Barbie y Ken, que representan al hombre y a la mujer, a dos de sus creaciones más defectuosas. Quizá sea momento de jugar con nuevas reglas.



Letrinas: «Piel»


 Piel

Nicolasa Ruiz Mendoza


Fue el primer día de clases de la preparatoria que la conocí, a Sara. Había llegado ya empezada la clase y se paró bajo el marco de la puerta con su rostro redondo e inocente pidiendo disculpas al maestro para que la dejara entrar. Y mientras estaba ahí de pie con su presencia enigmática, todos la veíamos como si se tratara de una diosa a punto de hacer un milagro esperando que se decidiera por un lugar para sentarse. Se decidió por el pupitre junto al mío. Mi corazón retumbaba con tanta fuerza dentro de mi caja torácica que por un momento pensé que podría delatarme. Cuando al fin se sentó no tuve las agallas de voltear a verla para darle la bienvenida a nuestra ahora exclusiva esquina. Unos días después de convivencia, a la hora de salida me preguntó si fumaba. Fumar siempre me pareció un vicio estúpido. Le dije que no. Entonces nos paramos fuera de una tienda de autoservicio y le pidió a un chico con cara de bobo que le comprara una cajetilla de cigarros y unas cervezas. El chico compró los cigarros y las cervezas pero le pidió su teléfono y luego le entregó su celular para que lo guardara. Yo veía cómo Sara ponía su teléfono real, pero el chico resultó no ser nada bobo y marcó al teléfono para asegurarse de que no le estaba dando uno falso. Yo veía la situación como mera espectadora, sin nada qué aportar. Al final se sonrieron y el chico con cara de bobo se fue sin haber volteado a verme una sola vez. Supongo que lo tenía bien superado, eso de ser invisible.


Aseguró que nadie estaba en su casa antes de las seis de la tarde, así que nos repartimos el seis entre las mochilas de ambas y tomamos el camión. Me cedió el único asiento disponible, ¿qué mensaje ocultaría aquel gesto? Pensé. Ella se fue de pie agarrándose del tubo metálico sobre su cabeza, y yo la veía, seguro con la cara de tonta que se me ponía cuando me disociaba, su piel sudada y brillosa con los cabellos del flequillo pegados a su frente y sus ojos grandes atentos a la calle.


En un punto cruzamos miradas, y la esquivé volteando a ver al chofer que mandaba un mensaje con una mano mientras manejaba con la otra. Sentí pánico. Regresé la mirada, y ahora ella me veía con una sonrisita que hasta la fecha no logro descifrar del todo. Acostadas en su cama en medio de moronas de papitas que me picaban la piel y sándwiches mordisqueados, veíamos “Tetsuo; The Iron Man” la escena en la que el chico persigue a su novia con su pene en forma de taladro y me imaginé yo como el chico y a Sara como la chica corriendo y gritando. Dejé salir una risita perversa. Ella también se rio y voltee a verla. Sus labios rosas brillaban con residuos de saliva y cerveza, quise besarla. Pero todo esto parecía solo una fantasía lejana cuando empezó a rozar su dedo índice sobre mi brazo y al ver la piel erizada sonrió con esa sonrisa suya que me desarmaba. Se acercó y yo me dejé llevar por el ritmo suave y lento de su boca.


El aire caliente que salía por sus fosas nasales era un indicador de que esto que tanto había deseado estaba sucediendo en verdad y no en una de mis tantas disociaciones y fantasías. Con mucha delicadeza me fue quitando la camisa escolar y pasó su lengua por mis pezones endurecidos. Así fue bajando hasta mi entrepierna y yo sentía cómo ese líquido caliente y pegajoso iba mojando mi calzón de florecitas amarillas escurriendo por mi muslo. En otro movimiento no tan delicado solo hizo el calzón a un lado y me retorcí mientras sentía su lengua tibia sobre mi sexo hinchado. Una fuerza superior a mí me obligaba a poner mis ojos en blanco y gemir y gemir, pero no como en las pornos sino algo así como un llanto ahogado, algo que duele y gusta a la vez.


Nunca había sentido todas esas cosas y ella me lanzaba una mirada salvaje con sus ojos grandes desde mi entrepierna haciendo geometría con su lengua que escurría saliva y ese líquido pegajoso y transparente. Desnudas sobre sus sábanas aún llenas de papitas picándome el culo, su celular vibró junto a ella con un mensaje y cuando lo terminó de leer dejo salir esa sonrisita maquiavélica que me provocó un espasmo en el estómago tan abrupto que tuve que poner mi mano sobre mi pecho.


De pronto la desnudez se me volvía pesada, no quería seguir con mi sexo expuesto sobre sus sábanas con moronas de comida chatarra. Me disponía a quitarme una papita clavada en la nalga cuando su mamá, una mujer bajita y amargada abrió la puerta de golpe haciéndonos brincar de la cama tapándonos la desnudez con las manos. La mujer pegó un grito y cerró la puerta. Sara y yo nos vestimos en cuestión de segundos. Al salir de su habitación, su madre estaba sentada en el comedor fumando un cigarrillo que casi se acabó de dos caladas. Hice un gesto de querer despedirme pero Sara me paró en seco, me dijo que nos veíamos en la escuela. Tomé el autobús de regreso, el rostro pulsando de tanto sonreír. Al día siguiente Sara no fue a clases ni el resto de la semana, tampoco contestaba mis mensajes ni llamadas. Ese nivel de ansiedad solo lo había sentido la primera vez que mi padre pasó por mí a casa después del divorcio. El maestro informó a la clase que Sara ya no vendría más a la escuela. Una sensación de vértigo, como cuando te despiertas en medio de un sueño en el que caes.


Durante el trayecto en autobús a casa sonaban en la radio las estrofas de esa canción: Notice me, take my hand, why are we, strangers when, our love is strong?”. Una patada invisible al estómago, otra a la cabeza y cuando la canción terminó yo berreaba como un niño en medio de gente sofocada por ese calor seco que te hace pensar en las llamas del infierno y el aire acondicionado que no daba para más. Una señora sentada enfrente con demasiado rímel y delineador negro me dijo en su voz ronca: “Eso niña, sácalo todo para que se aclare esa cabecita hermosa”.  Y mientras me limpiaba las lágrimas y los mocos con el dorso de la mano, el autobús se detuvo frente al semáforo en rojo. Miré a la calle y ahí estaba, Sara en su uniforme nuevo con el cara de bobo. Cruzamos miradas una vez más y su sonrisa se borró por completo, tomó a cara de bobo de la mano y se alejaron caminando. Como si yo fuera un fantasma que se negaba a aceptar haber visto. Como si fuera invisible.





Nicolasa Ruiz Mendoza (1991) es una cineasta, guionista y productora mexicana. Estudió Medios Audiovisuales en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Su tema principal como artista es su relación con Mexicali, una ciudad fronteriza desértica en el noroeste de México. En 2014 ganó una beca para realizar un programa de intercambio con la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) para estudiar en su escuela de cine durante un semestre en Bogotá. Sus primeros cortometrajes, JR (2019) y Obāchan (2020) ganaron fondos federales para producciones como PECDA e IMCINE. Su proyecto Lo Raro, fue seleccionado en la categoría Contenido Episódico del Gabriel Figueroa Film Fund dentro del Festival Internacional de Cine de Los Cabos 2019, ganando el premio al mejor proyecto en desarrollo por la agencia Art Kingdom, y en 2020 ganó el premio al mejor guion en el Festival de Cine ANIMASIVO. También participó en CATAPULTA, FICUNAM 2021, IFAL 2021, VENTANA SUR Punto Género 2022 y THE WRITE RETREAT 2023. Guion Guadalajara Talents (2022), ganador del premio Cine Qua Non Lab para revisión de líneas argumentales 2023. En 2022 produjo el largometraje de Omar Rodríguez López “Luna rosa” ahora en postproducción. Recibió el Fondo de Desarrollo IBERMEDIA a finales de 2023 para escribir el guion de su primer largometraje de ficción, Lo Raro.


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