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«Love You», la vida es buena



Por Gato Arrabalero |

En enero de 1977, Brian Wilson, antiguo líder de los Beach Boys, pasaba el día recostado en cama, tenía la barba enredada, el cabello grasoso y obesidad en aumento, sólo se levantaba para sacar algo del refrigerador o traer una botella del mejor vino que tuviera dentro de su tienda de licores; aspirar cocaína o fumar sus ocho cajetillas diarias de cigarros podía hacerlo desde la comodidad de su amplio colchón mientras veía el programa de entrevistas de Johnny Carson. De vez en cuando prendía la radio, pero le habían dejado de interesar las estaciones que compartían música; ningún artista usaba armonías vocales, el mundo estaba interesado en la experimentación a través del uso de los novedosos sintetizadores o en las guitarras estruendosas.

Los Beach Boys marcaban al teléfono de Brian para pedirle ayuda con nuevo material para publicar, necesitaban cumplir con el contrato de su disquera. No ayudaba la mala racha que traían en ventas y en crítica, pero el mayor de los hermanos Wilson estaba harto de la música: desde 1966, la presión por componer decenas de canciones, así como la competencia contra sus contemporáneos, hacían más fuertes a sus problemas mentales. Por ello, desde mediados de los setenta, se propuso apagar su cerebro. Valía la pena ignorar las llamadas de sus preocupados hermanos, la noticia del fallecimiento de su abusivo padre, incluso el abandono de su esposa e hijas por la indecencia de Brian: ofrecer un cuadro de LSD como entretenimiento a una de las niñas de ocho años.

Para ayudarse a ignorar las situaciones de su vida, Brian prendía la radio y cambiaba de frecuencia, esperando encontrar algo medianamente interesante. Un día dio con un programa que transmitía canciones que para ese año ya eran consideradas como clásicas, le sorprendió escuchar Be My Baby de las Ronettes, ese grupo mítico de su juventud. Brian desempolvó algunos vinilos y se puso a escuchar clásicos del rock 'n' roll y del doo wop: Chuck Berry y The Four Freshmen. De pronto, sintió una fuerte necesidad de contactar a sus antiguos compañeros de la secundaria. Encontró los nuevos números de algunos y les pidió que salieran «como si fuera 1959», que se arreglaran con trajes o chamarras negras de piel para los chicos y vestidos largos para las chicas. Algunas personas nunca respondieron al contacto, otras sí, una de ellas fue Carol Mountain, su más grande amor de la adolescencia. A partir de ese día se pusieron al corriente de lo que había sido de ellos durante conversaciones muy largas, hubo ocasiones en que Brian marcaba a Carol a las tres de la mañana sólo para platicar. A Carol no le molestaba la situación, pero sí le parecía extraño. Después de unos días, esos viejos amigos y conocidos, incluyendo a Carol, dejaron de atender las insistencias telefónicas del beach boy retirado; a diferencia de él, todos tenían cosas que hacer en su vida. Brian olvidó la idea de salir con ellos, pero algo había despertado dentro suyo. Volvió a su piano que estaba sobre una enorme caja de arena, sintió las diminutas piedras entre los pies y, con sus recuerdos adolescentes en la cabeza, empezó a componer como lo hacía a los quince años; estructuras sencillas de cuatro acordes, melodías repetitivas y letras que evocan al amor idealizado y fantasioso de la juventud.

Así como Frank Zappa hizo en Cruising with Ruben & the Jets o como los Beatles en Let It Be, Brian decidió volver a sus raíces y en ellas encontró la inspiración. Compuso un puñado de canciones olvidándose de cualquier presión, sólo siendo él mismo. Su banda volvió a comunicarse y en esta ocasión tenía nuevo material. Ellos quedaron fascinados cuando lo oyeron, en parte por la necesidad de un nuevo disco y en parte porque, de manera genuina, les gustó ese compilado creativo que decidieron titular Love You. El disco salió al mercado en abril del 77 y no causó algún impacto en la música del momento. Las ventas volvieron a ser bajas, pero las críticas fueron, en lo general, positivas. Sin embargo, el pequeño éxito no fue significativo para ningún integrante de la banda. Brian volvió a su rutina de la cama y pasaron al menos quince años antes de que su salud física y mental mejoraran. Entonces se le preguntó cuál consideraba que era el mejor trabajo de los Beach Boys; en vez de contestar con su aclamada obra maestra, Pet Sounds, dio una respuesta concisa: «Love You». Brian ve en Love You a un tímido adolescente alto, delgado y rapado que no es bueno en la escuela, pero es capaz de memorizar el más mínimo detalle de algunas materias con tal de que Carol le pida ayuda y lo invite a su casa a estudiar; ve a un adolescente que sólo conoce los acordes de Re, Do, Sol y Si7 y trata de sorprender a la chica con eso; ve a un adolescente al que nunca le importó que esa porrista del equipo de fútbol supiera sus sentimientos, lo único que le importaba era encontrar un pretexto para estar cerca de ella y disfrutar su compañía.

Love You es la nostalgia de un hombre de casi cuarenta años, nostalgia que suele estar idealizada, pero Love You sostiene que de vez en cuando es bueno escapar del presente hacia un pasado donde la chica de nuestros sueños está viendo una película con nosotros en un autocinema, junto con otros amigos, tomando una malteada y recordándonos que debe regresar a las nueve a su casa, mientras la radio anuncia que estamos en 1959 y pone el más reciente éxito de las Ronettes. Love You nos dice que tenemos quince años, que la vida es buena.




Cristopher Yael Esquivel Muñoz. Egresado del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM, se ha desarrollado principalmente en medios audiovisuales como escritor y director. Ha recibido el apoyo de la convocatoria “Colectivos Culturales Comunitarios 2023”, en su primera emisión para el desarrollo de un documental. Recientemente, su guion cinematográfico “Estrellas” fue beneficiario de uno de los apoyos de R7D para su producción dentro de la convocatoria “Haz + Cine 2023”.

Cantos Gregorianos Renacidos: indie-folk-punk para conectar vidas alternativas


La música, ese bello arte que nos lleva a expresar las emociones que a veces nos ahogan. Es en las canciones donde muchos encontramos la libertad para darle salida a nuestros sentires. No pocas veces las letras que acompañan a un instrumento se funden con nuestra identidad, pues narran historias que nos identifican, ya sea de romances que terminan, amores que nos vuelven locos, martirios existenciales que nos angustian o problemas que la vida cotidiana nos arroja.

Si de letras finas se trata, los compositores de folk siempre han tenido la pluma bien afilada. Así lo demuestra el músico ensenadense Ay Gregorio!, quien en días recientes ha publicado su nuevo álbum “Cantos Gregorianos Renacidos”, un total de siete canciones que describen historias de influencia beatnik inspiradas en un estilo de vida alternativo que busca la poesía en lo cotidiano.

Con influencias diversas como Johnny Cash, Chavela Vargas, Juan Cirerol, Leonard Cohen y Nacho Vegas, este músico bajacaliforniano toma inspiración de géneros tan diversos como la balada romántica, la música ranchera, el indierock, el bolero y la tradición rupestre, dando como resultado una fusión contemporánea de country-folk alternativo.

Ya sea para celebrar que la pandemia no pudo con nosotros, para prenderse un gallo que nos haga olvidar lo abrumador de la existencia o para sentir la melancolía de un amor que termina, los Cantos Gregorianos Renacidos brillan por su sencillez y autenticidad, pues con tan solo guitarra y voz Gregorio nos va llevando por relatos llenos de nostalgia, locura, euforia, amor y mucha, mucha sinceridad.  

Bueno, ¿pero por qué estos cantos llevan el adjetivo de “Renacidos”? De acuerdo al autor, esto se debe a que las composiciones del álbum ya habían sido grabadas previamente en una “sesión casera amateur” que en su momento llegó a compartir en plataformas. A tres años de esta primera publicación, y siguiendo el consejo de su amiga Andrea Razo (quien participa en dos temas de este álbum), decidió “renacer” estas composiciones para retratarlas con mejor calidad, trabajando para la ocasión con Jesús Guerrero, productor tijuanense y vocalista de la agrupación Ramona.


El músico porteño agrega que por igual le ha gustó la idea de jugar con referencias de la literatura religiosa, empezando por el término cantos gregorianos —un estilo de canto de origen católico—: 

“Siempre me han dicho que por el pelo largo parezco Jesucristo. Entonces se me ocurrió que, al igual que el mismo Jesús, estas canciones están teniendo su propia resurrección, su renacimiento. Y si bien es un juego, también dice mucho de mí y de mis raíces familiares (al igual que el nombre del proyecto), incluso la foto de portada la hicimos basándonos en una cruz arriba de una montaña cerca del barrio donde crecí, entonces hay simbolismos por ahí que son parte quien soy”.

Gregorio comparte que el lanzamiento de su álbum viene acompañado de varias presentaciones en Ciudad de México en lo que ha denominado el “Renacido Tour”, gira promocional que inició en marzo —visitando entidades como Sonora, Guadalajara, Veracruz y Puebla— y que se extenderá hasta septiembre, con miras a visitar estados como Hidalgo, Guanajuato, Morelos y el Estado de México.

“La idea es conectar con la mayor gente posible, porque eso es lo que más disfrutamos de este proyecto: el poder que tiene la música para conectar con la gente. Podemos ser completos extraños y de repente una canción nos hermana, y esa sensación me parece extraordinaria, porque nos lleva a empatizar, a conectar, a crecer y aprender a través del otro”.

Seas o no escucha frecuente del folk, la nueva entrega de Ay Gregorio! por seguro se pondrá entre tus estrenos favoritos de este verano, pues sus cantos gregorianos son la compañía perfecta para un viaje lleno de buenas vibras, emociones intensas y sobre todo, historias que sentirás como tuyas.


«De ida y vuelta» de Iván Farías




La entrevista... ese género | Por Óscar Alarcón

@metaoscar

 


Se puede pensar que por ser uno de los estados más pequeños de nuestro país, Tlaxcala no cuenta con una tradición artística. No sólo escritores como Yassir Zárate, Dania Corona Muñoz, Jaklin Parada Cuatecontzi o Gabriela Conde Moreno tienen su lugar de nacimiento en el estado vecino a Puebla, sino una pléyade de pintores, fotógrafos, artistas plásticos y promotores culturales viven ahí.


Iván Farías, quien en algún momento dijo que había nacido en Tlaxcala, pero después dijo que no, que su lugar de nacimiento era la Ciudad de México –o quizá sólo fue un rumor y ahora no sabemos en donde haya nacido, pero sabemos que por el momento vive en Francia– hizo una serie de entrevistas a artistas tlaxcaltecas contemporáneos. O si no son tlaxcaltecas, por lo menos que tengan un arraigo con el estado.


Los creadores a los que Iván Farías les da voz pertenecen a una generación de artistas mexicanos que se ha encargado de revitalizar el arte en nuestro país, sus trabajos van desde el grabado y la pintura –artes canónicas– hasta lo experimental –gráfica digital y videoarte–, considerando que el libro se publicó hace 15 años.


En el libro aparecen las entrevistas a Jorge Barrios, Samuel Ahuactzin, Abel Benítez, Malena Díaz, Enrique Pérez, Gonzalo Pérez y Polo Praxedis, quienes con su tono particular comentan cómo crecieron en el arte y cómo viven Tlaxcala desde su disciplina.


Uno de los raseros que Farías empleó para entrevistar a estos creadores fue que su obra se hubiese expuesto en el extranjero.


El pintor Jorge Barrios nació en Tlaxiaco, Oaxaca y obtuvo el Primer Lugar del Tercer Concurso de Pintura Tlaxcala-México.


Samuel Ahuactzin, oriundo de Chiautempan, escultor y docente, ha cincelado el mármol, pero también conoce el barro, la cera y los metales.


Abel Benítez, artista plástico, músico, docente y artista multimedia, es coordinador de La Colmena, espacio en donde se imparten talleres de cultura digital.


Malena Díaz, nacida en Tlaxcala, Tlaxcala, es fotógrafa y artista plástica ha realizado más de 150 exposiciones, en donde el maíz o las muñecas fueron sus temas. Además, es directora del Festival Internacional de Fotografía Foto 13, que se realiza en Tlaxcala.


Enrique Pérez Martínez, coordina Titegrafías, un portafolio que se realiza de manera anual en grabado. Participan diversos artistas gráficos de México y el mundo. Ha realizado más de 90 exposiciones en donde prioriza la técnica del grabado.


Gonzalo Pérez es fotógrafo y ha realizado más de 20 exposiciones en México, Canadá, Indonesia, Estados Unidos y Francia. Obtuvo el Premio Estatal de Periodismo; fue fotógrafo para la agencia de noticias EFE.


Polo Praxedis, grabador, ha montado diversas exposiciones y su trabajo lo ha llevado a realizar una carpeta conmemorativa sobre el poeta Ernesto Cardenal titulada “23 cantos para quien le canta a México”.


La voz de Farías es sólida, le da paso a las historias que los pintores, fotógrafos y grabadores tienen que contarnos. Las preguntas son puntuales. Es un libro de entrevistas en donde regularmente todas las pláticas comienzan como deben comenzarse las grandes amistades: con comida y unos tragos de por medio.


Farías platicó con siete artistas importantes de Tlaxcala –número cabalístico para el autor– pues, aunque quería desmarcarse del número, las circunstancias lo obligaron a cerrarlo el libro sobre él.


La curiosidad es grande y se refleja en lo anecdótico y la libertad de las entrevistas, en donde cada uno de los protagonistas expone su poética particular y cotidiana, su incursión en el arte, viajes y andanzas y sus contemporáneos.


Veracruz, Tlaxcala, París, Barcelona, la Ciudad de México y sus zonas populares son los escenarios que los artistas describen, además de cómo fueron sus años de formación, lo cual se traduce en un trabajo creativo diario.


Iván Farías salió bien librado del reto que se impuso y de manera excelente nos ofrece un libro de indudable valor. Después de este libro vendrían más obras narrativas para el autor y un libro de crónicas en donde el librero juega el papel protagónico. Sin embargo, no se le volvió a ver a Farías en los caminos de la entrevista.


Sobre el trabajo que se realizó en aquella época en Tlaxcala, Iván Farías apuntó:

 

“En Tlaxcala hacen falta estudios sobre el arte que diversos artistas han producido en la entidad […] si un investigador externo viniera a buscar bibliografía sobre la actividad artística en Tlaxcala, se encontraría con un gran vacío”.


El trabajo periodístico de este libro nos arroja luz sobre el momento en el que estaban trabajando y se vuelve un documento histórico ya que, después de 15 años de su publicación, podemos comparar y hacer crítica sobre lo que ha ocurrido en la plástica tlaxcalteca durante ese tiempo. ¿En dónde está el trabajo de otros autores? ¿Cuál es la salud creativa de Tlaxcala en materia plástica?


De ida y vuelta, puede ser un libro de arranque para los estudios actuales sobre el arte realizado en la región de Tlaxcala, o más: para cualquier lector interesado en la fotografía, pintura y grabado en México, que de estas disciplinas, tenemos gran tradición en el país.

 


*De ida y vuelta de Iván Farías. CONACULTA/Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, México, 2010.

“Rezo por vos”: un canto a la introspección y a la universalidad



Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |


Y sí, tras una laaaarga ausencia de escritos en mi columna de Sputnik, ¡he vuelto! Y caigo en la cuenta de que, en definitiva, me siento mucho más cómoda escribiendo que entrevistando gente. No sé si tenga algo que ver con sentirme media expuesta o el hecho de tener el síndrome de la impostora aunado al de Sir. Fitzwilliam Darcy, pero nada se compara con la comodidad y seguridad de escribir un texto sin tanta presión (siempre autoimpuesta, por supuesto). Pero bueno, haciendo a un lado mis propias inseguridades, claro que lo disfruté un montón y aprendí muchas cosas en el proceso. Acá esto me suena a sesión de terapia, así que mejor corto, pero no quería desaprovechar el espacio y agradecer de corazón las lindas palabras que me hicieron llegar en estos meses a raíz de las entrevistas en “Cinetiketas” (¡incluso unas re lindas desde Australia!).

 

Pues bien, como en otras ocasiones en que me ausento y regreso de manera intermitente, anduve pensando y repensando (algo que se me da muy bien, obvi) sobre qué quería abordar en este legendario retorno a las letras (legendario para mí, déjenme soñar) y como siempre, cada momento de mi vida pareciera tener un leitmotiv bien específico y justo ahora, suena a puro rock argentino (¿tendrá algo que ver que mis entrevistados hayan sido argentinos? ¿o con la bella conexión que siempre hemos tenido con la Argentina?). Anyway. Me dispongo a contarles un poco acerca de la canción que en estos momentos, invade cada espacio de mi cabeza: “Rezo por vos”, compuesta e interpretada por dos de los músicos más influyentes de la historia del rock argentino, los maravillosos Charly García y Luis Alberto Spinetta. Y no sé bien si es por la letra, la música, la interpretación o el hecho de que es una extensión directa de la mente de este icónico dúo, pero algo hermoso tienen estos más de cuatro minutos que me gustaría compartir con ustedes, ya sea que estén familiarizados con el tremendo temazo o no mucho.




La canción nace en 1985, en un momento clave de la trayectoria, tanto de Charly como de Spinetta. Ambos ya eran figuras reconsolidadas del rock argentino, con una extensa y hermosa discografía a sus espaldas. Charly García, por un lado, ya había conocido y saboreado las mieles del éxito masivo con las bandas “Sui Géneris”, “La Máquina de Hacer Pájaros” y “Serú Girán” en la década de los 70s y continuaba explorando nuevos sonidos, tanto en solitario como en distintas colaboraciones. Por su parte, “El Flaco” era considerado uno de los compositores más talentosos y visionarios del llamado rock nacional, habiendo liderado bandas icónicas como “Almendra” y “Pescado Rabioso”. Es en este contexto que “Rezo por vos” surge como la gran colaboración entre dos artistas que, si bien ya compartían una amistad y admiración mutua, provenían de trayectorias y estilos musicales bastante diferentes. Mientras García se destacaba por su música más directa y vanguardista, Spinetta era conocido por su propuesta más introspectiva y poética.

 

La canción se enmarca digamos que en un momento especial de transición y búsqueda espiritual para ambos artistas; tanto Charly como Spinetta, se encontraban explorando nuevos caminos creativos, lo cual se refleja en la temática y en el tono bastante melancólico, reflexivo y hasta existencialista de “Rezo por vos”.

 

Antes de empezar a analizar un poquito la canción en sí, cabe mencionar que hay tres versiones de ella: la de Charly que aparece en el álbum “Parte de la religión” del ‘87, la del Flaco que encontramos en el álbum “Privé” del ‘86 y la que presentaron juntos en un par de ocasiones, como por ejemplo en el 2009 en el Estadio Vélez Sarsfield. Voy a centrarme más en la primera y en la tercera versión, porque es mucho más fiel al demo que sacaron en un inicio y porque la de Spinetta es MUY Spinetta (siento que hasta merece un artículo aparte). Pero bueno. La canción inicia con un delicado y evocador riff de guitarra eléctrica acompañada de unos golpeteos de batería (probablemente generados en una caja de ritmos), que de inmediato enganchan y nos marcan el ritmo de los siguientes cuatro minutos y cachito. Luego, los teclados y sintetizadores junto con la voz de Charly (por momentos abrumadoramente desgarradora, sobre todo en el puente) se hacen presentes, acompañando y entonando esas letras profundas y emotivas que, en todo momento, transmiten una sensación de vulnerabilidad y espiritualidad (no en vano escogieron ese título, ¿verdad?). De acuerdo con el sitio Letras.com (sí, me pareció una buena fuente y se callan) la letra “[…] refleja un viaje espiritual y emocional, donde la transformación es el tema central en la canción; en su conjunto, es un himno a la resiliencia y la esperanza, a pesar de las adversidades y la soledad”. Y si bien la lírica aborda temas personales y existenciales, creo que la canción trasciende lo individual y se convierte en una reflexión sobre la condición humana en su conjunto, logrando combinar la introspección y a su vez, la universalidad. A lo largo de la canción y hablando en específico de la versión que interpretan ambos, la voz de Spinetta se fusiona con la de Charly, creando una armonía conmovedora que refuerza la intimidad y la conexión entre ambos artistas llegando incluso a generar confusión sobre quién está cantando qué estrofa, lo cual me parece que es una sensación instaurada a propósito. A mí lo que verdaderamente me mata, es el puente, con su: “…y curé mis heridas y me encendí de amor, de amor sagrado”. Uff. Pienso que ahí es donde se abre la canción y florece para entregárnoslo todo y así poder llorar en unísono.

 

“Rezo por vos” se convirtió rápidamente en una de las canciones más emblemáticas del rock argentino. Su profundidad lírica y la colaboración entre dos de los artistas más respetados del género, la convirtieron en un hito de la música nacional argentina.


Y así como yo, seguramente ustedes también se preguntarán por qué no existen más colaboraciones entre Charly y Spinetta siendo justo eso, el gran Charly García y el maravilloso Luis Alberto Spinetta, que pudieron regalarnos discografías enteras de genialidad, irreverencia y argentinidad pura. Pues bien, resulta que durante la grabación y presentación de la canción en el programa de televisión “Cable a Tierra” conducido por Pepe Eliaschev, ocurrió un incidente curioso y contundente. Mientras ambos, hermosamente vestidos (el Flaco tiene unas botitas amarillas sensacionales), estaban al aire presentando el tema, García recibió una llamada informándole que su departamento se estaba incendiando. Para empeorar las cosas, el incendio había sido causado o por un cortocircuito de la videograbadora, que según se dice, casualmente estaba grabando el programa en ese momento o también está la versión de que dejaron todo conectado (amplificadores, cajas de sonido, etc.) previo al programa y se generó un cortocircuito fulminante. Después del incidente, García y Spinetta tuvieron una fuerte discusión, con García molesto por la “actitud paranoica” de Spinetta y es que el Flaco tomaba como presagio la letra “y quemé las cortinas y me encendí de amor” (que incluso decide eliminar en su versión) y al parecer se culpabilizó por el incendio. En un momento de tensión, García llegó a tirarle un cenicero a Spinetta, algo ya clásico en Charly, pero fue la gota que derramó el vaso. Ambos artistas reconocieron que el incidente los había “quemado” y asustado mucho y decidieron no continuar con el álbum que tenían pensado hacer y que tenía varios demos ya medio elaborados.  Además de eso, sus personalidades eran dimensionalmente distintas; Charly siendo Charly, no tenía limitaciones en sus horarios y le hablaba a Luis Alberto descaradamente a las dos de la mañana con ideas y casi con la exigencia de grabar en ese momento. Y Spinetta, por otro lado, padre de familia y con rutinas de trabajo más disciplinadas, básicamente lo mandaba al diablo. El álbum iba a llamarse “Cómo conseguir chicas” y García usaría dicho nombre para un álbum propio un par de años después.

 

Háganse un favor y escuchen todas las versiones, disfrútenlas, llórenlas, compárenlas y satúrense de ellas como ya lo hice yo. Les dejo el videíto de la presentación porque es relindo e interesante ver cómo creaban música emblemática juntos.

Él da vida al chófer de Paco Stanley en la serie "¿Quién lo mató?"




Cinetiketas | Jaime López |


Desde el pasado 24 de mayo, la plataforma de streaming Prime Video exhibe la serie semibiográfica "¿Quién lo mató?", dirigida por Humberto Hinojosa, la cual se ha convertido en un éxito no solamente por su premisa y sus famosos protagonistas, sino también por su sólido elenco secundario.

En ese último grupo se encuentra Alex Guerrero, quien da vida a "Jorge García", el chófer del popular conductor de televisión asesinado el 7 de junio de 1999.

En entrevista para Sputnik, el intérprete se dijo emocionado por estar compartiendo escena con Luis Gerardo Méndez, Diego Boneta, Roberto Duarte y Belinda.

"A mí me toca hacer el chófer de Paco, entonces, el nombre del personaje como tal es Jorge García y pues le toca estar en el mero momento del atentado, entonces, tuve que hacer todas las escenas de recreación de ese momento", relató.

Guerrero platicó que la serie se destaca por su alto nivel de profesionalismo, algo que, añadió, se puede percibir en la recreación del restaurante en el que fue ultimado Stanley.

Agregó que la escena del ilícito fue abordada con respeto, pues en su momento significó una experiencia sumamente perturbadora para la sociedad mexicana.

"Estábamos conscientes que estábamos recreando un evento que es doloroso para muchas personas de recordar", manifestó.

Celebró que la serie tiene como una de sus principales virtudes plantear cómo eran las cosas en ese entonces para ver qué tanto hemos avanzado como sociedad.

En ese sentido, dijo que continúa el amarillismo en algunos medios de comunicación, pero actualmente ya se hablan de temas que en los noventa eran considerados tabúes.

"La relevancia de retomar la serie hoy creo que es un caso polémico, que la gente quiere seguir sabiendo y es una gran oportunidad para observarlo, primero, desde el punto de vista actoral, el trabajo que se hace de investigación, de creación de personajes, con muy buena satura; está muy bien hecha", expresó.

Acerca de dónde estaba él cuando ocurrió la ejecución del conductor de "Pacatelas", señaló que era demasiado pequeño, aunque se acuerda de la zozobra de sus padres.

Guerrero explicó que es la primera colaboración que tuvo con Humberto Hinojosa, de quien destacó su pericia en el uso de la cámara y en la dirección de actores.

Reveló que hubo pocas entrevistas para su personaje, el cual obtuvo a través de una convocatoria de casting.



Próximos proyectos


En cuanto a sus próximos trabajos, el joven actor comunicó su participación en la serie "Las Azules", que retrata el surgimiento del primer grupo policial femenino en México.

"Mi personaje se involucra ahí con una de estas chicas policías, es una historia muy bonita, de las producciones más grandes que yo he visto en mi vida", declaró.

Se dijo afortunado por estar en la producción en cuestión, que transportará a la audiencia a la década de los setenta gracias a su acertado trabajo de vestuario, maquillaje y producción.

Aseguró que está en uno de los mejores momentos de su carrera, sobre todo, desde que comenzó a tener a Ingrid Morales como su manager.

"Las Azules" tendrán su estreno mundial con dos primeros episodios el miércoles 31 de julio a través de Apple TV+. Posteriormente, se transmitirá un episodio semanal hasta el 25 de septiembre.

 

Apuntes sobre “Lo que resta es silencio” de Óscar Alarcón




David Marín | 

 

1.- ¿Por dónde empezar? Aquí se quiere comentar, reseñar, ensayar un libro de entrevistas. ¿Los autores? ¿El autor? ¿La temática? ¿La unidad? ¿La diversidad ideológica? ¿Es acaso literatura? ¿Es acaso periodismo? ¿Es acaso un perfil psicológico-literario? Preguntas. ¿Es acaso crónica? ¿Es acaso una biografía crítica o una autobiografía involuntaria? ¿Es acaso todo lo previamente enumerado y al mismo tiempo otra cosa? Quizá. Quizá no…

2.- Según Ricardo Piglia, sus textos sobre crítica literaria son más autobiográficos que su propio diario. ¿A qué se refiere? Según Beatriz Sarlo, el crítico, a diferencia del escritor, no puede escribir sin tener una biblioteca al lado. El dato. La minucia. El concepto que modifica la lectura. ¿A qué se refiere? No siempre se lee de la misma manera. No siempre se leen los mismos libros. Cambian los gustos. Cambia la recepción. Cambia el modo en que interpretamos los textos. Para Piglia, así como para Nabokov, lo más importante de la vida del escritor no es su peripecia en carne y hueso, sino su peripecia en libro y pluma. La historia del estilo. La historia de la mirada…

3.- Según Alan Pauls, el escritor nunca puede dejar de ser escritor. Según Alan Pauls, a el escritor, cuando lo entrevistan, se convierte en una suerte de Doctor Jekyll y Mr. Hyde. No sabe a dónde jalar. Dejarse llevar por el frenesí de la ficción o dejarse llevar por el frenesí de la realidad. Según Alan Pauls, las únicas entrevistas a escritores que le gustan es cuando el escritor contesta como escritor, no como persona de carne y hueso.

4.- Nabokov, a diferencia de Sócrates, teme el poder espurio de la palabra hablada. Nabokov, a diferencia de Sócrates, piensa que el poder del lenguaje escrito por encima del lenguaje hablado está mucho más cerca de su ser. Nabokov, según su declaración en Opiniones Contundentes, permitió en alguna ocasión que lo grabaran en una entrevista. Tiempo después, al escuchar cómo su voz salía de las entrañas del magnetófono, se horrorizó.

5.- ¿Qué busca el entrevistador? Malabareando los malabares de Derrida, ¿el entrevistador se considera el anfitrión o se considera el huésped? Según Derrida, un anfitrión sólo puede ser anfitrión en la medida que tenga un huésped. Según Hegel, un amo sólo puede ser amo en la medida que tenga un esclavo. ¿Quién controla a quién? Según nosotros, ¿un entrevistador sólo puede ser entrevistador en la medida que tenga un escritor? O, según nosotros, ¿qué es un escritor-entrevistador? Rara avis. Un espécimen cuyo territorio en el zoológico literario no es ni ortodoxo ni heterodoxo, no es ni central ni periférico…

6.- Malabareando los malabares de Derrida, nos preguntamos: ¿cuál es la esencia de la entrevista? El escritor-entrevistador al preguntar, a quién le pregunta: ¿A el escritor de carne y hueso o al escritor que está encerrado en el libro? ¿Ambas manifestaciones son lo mismo? ¿Acaso no están peleadas entre sí? Quizá ahí, en esa indeterminación, en esa contradicción, en ese juego de espejos donde se reflejan pero al mismo tiempo se anulan, está focalizada la relevancia de la entrevista-literaria. Sólo ahí, en la pregunta precisa, en la fina estocada retórica, el escritor de carne y hueso habla del escritor encerrado en el libro y, a su vez, el escritor encerrado en el libro habla del escritor de carne y hueso. O, mejor aún. La entrevista los conjunta. La entrevista (cual brebaje alquímico) posibilita que los límites entre Doctor Jekyll y Mr. Hyde se anulen…

7.- ¿Qué tenemos en las manos? Lo que resta es silencio (BUAP, 2024) Óscar Alarcón. Libro de entrevistas. Libro donde un escritor pregunta a otros escritores. Diálogo. Conversación. Charla. Desvarío organizado. Chismorreo refinado. Así como hay una historia de la lectura, una biografía del modo en que el crítico lee-interpreta, ¿también hay una historia-biografía del preguntar? ¿El entrevistador siempre pregunta lo mismo? ¿Se mimetiza? ¿Es capaz de mantener la distancia? O, por el contrario, ¿busca fundirse? ¿Busca conjuntar su poética con la poética del otro?

8.- ¿Quién es Óscar Alarcón? Escritor poblano. Otrora perteneciente al movimiento literario ultra-costumbrismo. La búsqueda de una estética fresca, oral, desenfadada, urbana, ajena a los rituales mohosos del centralismo cultural. Autor del libro de cuentos Polimastia (BUAP,2008). Pero el giro, el extrañamiento, el devenir inclasificable, acontece en 2012. En una poética acorde a lo que expresa su ficha biográfica, su “eclecticismo” se ve reflejado en su primer libro de entrevistas VEINTIUNO: “Charla con veinte escritores” (NITRO/PRESS). Un mosaico de voces donde se encuentran desde escritores canónicos (Carlos Fuentes y Fernando Del Paso), escritores extraños (Mario Bellatin, Luigi Amara) y jóvenes escritores poblanos (Rodrigo Durana, Jaime Mesa). Por supuesto, con los ojos de aumento de la contemporaneidad, salta un detalle: la ausencia femenina. Atento a esta vicisitud, en 2018 publica VEINTITRÉS Y UNO: “Charlas con 23 escritoras”. Al igual que el anterior, un mosaico ecléctico. Sin embargo, como lo apunta en la introducción, el libro no busca ser una réplica mecánica del otro, un afán reduccionista, una tentativa inocua por seguir la corriente y posicionarse en el mainstream, statu quo, etc., sino, por el contrario, el ímpetu por cartografiar y radiografiar los reductos (tanto ya transitados como no transitados) de la zoología literaria nacional.


9.- Lo que resta es silencio (2024), a diferencia de Laberintos (2022), Miradas oblicuas (2021, co-escrito con Luis J. L. Chigo) y los libros ya previamente mencionados, es la focalización. Si en Laberintos accedemos a una radiografía nacional y plural de la “nueva literatura mexicana”, una nueva literatura mexicana tanto “fonqueta” como “no-fonqueta” (véase, aquel escritor que recibe o no recibe una beca FONCA), entonces en Lo que resta es silencio accedemos a una triada no precisamente bendita, una triada que no precisamente simboliza el Padre, el Hijo y El espíritu Santo de la retórica judeo-cristiana. Más allá de que en Laberintos se pueden encontrar ciertas afinidades, cierta preocupación notoria por el escritor como un agente comercial que debe jugar un papel público ante un escenario que ignora (mayoritariamente) la literatura; no está atravesado por un hilo único.

10.- Mas, el hilo único, el cordón umbilical que atraviesa la triada de entrevistas-literarias que constituyen Lo que resta es silencio, no apela a la homogeneidad, sino a la pluralidad a partir de una base común: la diferencia, lo extraño, lo incorrecto, lo ominoso, la pulsión sexual ajena al espectro heteropatriarcal.

11.- Freud, más allá de su incomprensión clínica y conceptual por la homosexualidad, por las pulsiones del “desviado” o el “invertido” que mancillan el progreso darwiniano; nos legó su especulación de lo “ominoso”. Lo extraño, lo terrible, lo incómodo, lo familiar que de súbito se muestra ajeno. Más allá del excesivo manoseo que se ha hecho de la correspondencia antinómica heimlich-unheimlich, lo que aquí quiero sacar a colación es la cita que Freud retoma de Friedrich Schelling: “Nos dice que unheimlich es todo lo que, estando destinado a permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz”. ¿Aquí qué sale a luz? Aquí, en las entrevistas, sale a la luz una biografía-proceso creativo que va más allá de las dicotomías usuales del zoológico nacional: Arreola-Rulfo, Paz-Fuentes, Paz-Garro, Elizondo-Revueltas, Novelista-Cuentista, Criollo-Mestizo, D.F-Provincia, Fonqueto-No-Fonqueto. Aquí, en la triada, sale a la luz un ejercicio literario que recrudece la noción de lo periférico. Si ser “provinciano” en México y tener afán literario es una suerte de castigo, qué clase de martirio es aquél donde además de provinciano, mestizo, pobre, eres homosexual, eres bisexual, eres lesbiana, eres trans.

12.-Pero, más allá de la biografía, más allá de la puesta en abismo ininterrumpido que implica ser marginal en México, las entrevistas revelan a tres escritores (Joaquín Hurtado, Odette Alonso y Frida Cartas) preocupados por la literatura: la forma, el lenguaje, la súbita expresividad de ciertas palabras. Parafraseando el libro de Luis Felipe Fabre sobre Salvador Novo, ¿cómo se escribe con caca? De sobra, sabemos cómo se escribe con falo y ahora, poco a poco, sabemos (o intuimos) cómo se escribe con vagina. Surge aquí una pregunta esencial. ¿El cuerpo determina la escritura? ¿Hay una literatura exclusivamente masculina y una exclusivamente femenina? ¿Acaso el lenguaje se puede domar con tal presteza taxonómica? ¿Dónde entra lo trans? ¿Dónde refulge el haz ominoso? ¿Dónde está aquello que no es ni femenino ni masculino?

13.-Sabemos, por supuesto, que el lenguaje estructura y organiza nuestra percepción del mundo, el espacio, el tiempo y el cuerpo. No somos incapaces de salirnos de él. En realidad, lo ominoso, lo familiar, lo nombrable, lo conocido que de súbito se revela extraño, es el lenguaje. Nunca estamos cómodos en él. Persiste lo adánico o, mejor aún, persiste lo animal. De ahí que la literatura no se limite a contar, a narrar, a comunicar un suceso “real”, sino que la literatura busca encontrar una súbita correspondencia entre la palabra y la cosa que no devenga síntesis, que no devenga clarificación marcial, sino desquiciamiento alegre, vértigo soterrado que embriague el alma de los lectores.

De ahí que los autores (Joaquín Hurtado, Odette Alonso y Frida Cartas) por un lado, sí reconozcan en la libido no patriarcal un espectro perceptivo-vivencial-estético. El escritor escribe sobre lo que conoce, lo que ha visto, lo que ha soñado, lo que anhela, lo que repudia, lo que desea y no puede confesar. Lo gay. Lo lésbico. Lo trans. Lo ominoso. Aquello que desborda. Al leer el libro, revolotean estas impresiones: ¿Cómo soportar no ser heterosexual bajo el régimen mexicano-patriarcal, bajo el régimen comunista-cubano-patriarcal? Y también, ¿qué papel desempeña la literatura no masculina/femenina en el panorama mexicano? ¿Se lee? ¿Se respeta? ¿Es simplemente una nueva mercancía? Pero, al mismo tiempo, la triada de autores (más allá de sus diferencias) coinciden en un punto: también escriben otra cosa. Su tensión sexual no es una camisa de fuerza expresiva. Su literatura no es un “yo” mecánico de pretensión pedagógica.

14.- Óscar Alarcón, en su nuevo libro de entrevistas literarias, persiste en su afán de cartografiar y radiografiar las entrañas del zoológico literario. Persiste en fracturar ese bloque monolítico que algunos llaman (pomposamente) “literatura mexicana”. Gracias a su trabajo de investigación, a su tacto, a su olfato, la entrevista es capaz de mutar y convertirse en cuento, crónica y ensayo. La entrevista, de esencia proteica, siempre dispuesta a irse por las ramas y regresar para encontrar un nuevo fruto, permite que nos adentremos en el taller de escritores singulares, de autores que valen la pena ser leídos.

"Observados", tramposa y predecible, pero entretenida


Cinetiketas | Jaime López


La ópera prima de Ishana Night Shyamalan, hija del afamado director de "El sexto sentido" y "Glass", se basa en una leyenda irlandesa para abordar el autoperdón y los claroscuros del ser humano. Lo anterior echando mano de los géneros del terror y la fantasía, recurriendo a un impecable diseño de producción que recrea un bosque laberíntico en medio de la nada.

Lo malo es que la historia coescrita por la cineasta debutante no tiene la solidez necesaria para generar una atmósfera inquietante y verosímil a lo largo de todo el metraje. De hecho, tras el preámbulo o escena inicial, "The Watchers" comienza a mostrar debilidades en el guion al introducir a su protagonista, Dakota Fanning, con elementos predecibles.

Y es que su personaje de una reservada trabajadora de una tienda de mascotas, que lidia con la pérdida de su mamá, se ve envuelta rápidamente en la entrega de un loro supuestamente muy importante, lo cual solo es una excusa para que acuda al bosque antes mencionado, perdiéndose casi de inmediato al adentrarse en el mismo.

Sin ser expertos en guionismo, se puede anticipar que el ave jugará una tarea clave en un momento de la historia, pero la manera cómo llega dicho momento da pie a una secuencia de humor involuntario.

En cuanto al resto de la trama, basada en la novela homónima de A. M. Shine, hay ecos del estilo fílmico de M. Night Shyamalan, pero no son lo suficientemente fuertes como para convertir a "The Watchers" en un clásico contemporáneo.

Eso sí, la obra es entretenida, quizá por la atractiva premisa de ver juntos a un grupo de personajes extraños y perturbados en medio de la nada, los cuales son observados por unas criaturas misteriosas.

Así, la audiencia se mantiene atenta tratando de descubrir la verdad sobre esos seres extraños, que parecen de otro mundo, sin embargo, el final de la trama se siente forzado, causando un sentimiento de insatisfacción.



Rosas: renovando la trova desde la experimentación sonora



Por Iván Gutiérrez |


Escaparse al bosque, caminar al lado del río, ver el sol filtrarse entre las hojas de los árboles, deslizarse por la quietud del ahora y adentrarse en las ramas profundas de uno mismo. Este viaje introspectivo hacia nuestro propio bosque interior se manifiesta cuando Víctor Rosas toma la guitarra y empieza a cantar. Actor, autor y músico, Rosas es un cancionista de neo-trova, trip-hope, o simplemente pop experimental, cuya propuesta nace a partir del juego y la experimentación dentro del teatro, el performance y las artes escénicas, áreas en las que se había venido desarrollando desde muy joven en Culiacán.

Inspirado por el fado, la bossa nova, el folk, el trip hop y la música experimental en general, así como por la nueva poesía mexicana, este artista sinaloense acaba de liberar su nuevo material “Santo o Remedio”, una mezcla de emociones y géneros musicales que van desde el trip hop, la neo trova y el folk, pasando por la cumbia down beat, el r&b, soul, techno, y la música electrónica, pero sin dejar de lado lo experimental y la búsqueda incesante de su propio estilo en cada propuesta.

Con amplias ganas de conocer más a fondo la propuesta musical de este músico mexicana desarrollamos la siguiente conversación con él acerca de su nuevo álbum.

***


¿Cómo describirías los sonidos de lo que llamas Neo-Trova?

Viene de un género que yo me inventé al momento de tener que ponerle género a mis primeras canciones, que ha ido evolucionando a lo que llamo pop experimental. El trip de la neo-trova viene mucho del movimiento de cantautor, del trovador contemporáneo, hubo un punto en el que hubo un movimiento de “la nueva canción latinoamericana”, por ahí de los 80s, con exponentes como Atahualpa Yupanqui, Amparo Ochoa, que conectaban con músicos como Violeta Parra, Víctor Jara, Gustavo Pena, había un montón de cantautores.

Mi trip está inspirado en ese viaje de la tradición de autor, y de la trova contemporánea. Esta trova que empecé a hacer, tiene que ver con la canción de autor, pero desde una perspectiva más contemporánea, viene de ahí, es una fusión, también le puse trip-hope, porque contiene disidencia y esperanza. Podría resumirlo en que es una trova nueva, con sonidos de otros géneros que he ido incorporando.


Platícanos de tu nuevo álbum “Santo o Remedio”, ¿por qué este nombre?

Es un álbum en el que he estado trabajando tres años. En el camino trabajé con otros artistas, co-escribiendo temas. En ese periodo también estuve haciendo música para teatro con una compañía de Guadalajara: Arrogante Albino; con ellos hicimos una memoria de la disidencia sexual. Originalmente el disco iba a ser un EP, pero terminó siendo un álbum completo, porque superó la duración. Son un total de diez temas, con algunos que fueron saliendo como sencillos.

El álbum es un juego con la música, porque para mí, aunque me preocupo mucho las letras de las canciones, sigue siendo un juego, experimentar con mi persona y con la música, sigue siendo algo muy personal, que parte de vivencias mías y procesos personales.

Santo o Remedio es un viaje entre la trova, la milonga, pero también toques de regional mexicano, tiene trip-hop, R&B, downtempo, es un viaje donde se puede apreciar lo que llamo pop experimental.


Mencionas que este nuevo álbum integra diversos géneros, ¿de dónde sale esta inquietud por hacer un álbum ecléctico?

Viene de ser consecuente. Aunque me siento heredero de lo moderno-trovador, también soy de esta época, en la que se consume todo en chinga y donde hay muchos cruces de géneros. Para mí era importante desprenderse y explorar otros sonidos, no tanto por pertenecer a algún nicho, sino para jugar con mi forma de cantar y escribir. Siempre hago las cosas con la idea de que me terminen de gustar a mí, y que la gente pueda escucharme en los diferentes moods que hay en un espíritu humano.


¿Qué fue lo que más trabajo te costó en este álbum?

Cuando eres independiente y autogestivo, muchas veces no es tan fácil liberar todo de una. Hay que pagar másters, el productor, etcétera; entonces pasó algo de tiempo antes de lanzarlo, porque quería que saliera acompañado de videoclips, y juntar equipos de trabajo para eso es tardado y costoso. Esa es la barrera con la que de repente me topo, hay que hacer shows para juntar varo y seguir produciendo música, pagar renta, etc., la autogestión siempre implica esa barrera. No se me hizo difícil, pero hace que los procesos sean un poco más lentos, pero igual lo disfruté muchísimo.


Cuéntanos de tu nuevo videoclip “Temporal”

Esta canción es el epicentro del álbum, es como volver a la raíz de lo que siempre he hecho, con otras influencias. Es muy especial porque esta idea la imaginé desde que estaba haciendo la canción, un roadtrip con amigos para ir a enterrar un libro en un bosque. Está inspirado en el cine de Michel Gondry, de vibras oníricas, también es un guiño a un videoclip de Björk (varios de sus videos los ha hecho Gondry), que termina con ella encontrando un libro en el bosque.



¿Cuál ha sido tu mayor reto como músico independiente?

Seguir produciendo, creer en mí a través de los años, ha sido un proceso de maduración como persona y como artista, son muy diferente los procesos en cada etapa, el trip de salir a tocar, de valorar lo que hago. El reto ha sido seguir siéndome fiel y buscar espacios para compartir lo que hago sin necesidad de estar peleando un lugar en la escena independiente mexicana, que es basta pero también especial; ha sido eso, seguir haciendo lo que hago con fidelidad.


¿Por qué decides mudarte de Guadalajara a Ciudad de México?

Lo hago en busca de nuevas posibilidades para el proyecto, para conectar con más artistas del indie y del arte en general, tanto artistas visuales, ilustradores, gente de producciones audiovisuales, y tocar en nuevos espacios. Amo Guadalajara y podría vivir toda mi vida allá, pero sentía que ya era una necesidad el migrar para crecer, para seguir conociendo gente, tocar con nuevas personas, y claro buscar acercamientos a nuevos productores, nuevos estudios, grabar nuevas canciones. Hay muchas oportunidades con medios digitales, radio, revistas internacionales, hay mucha movida acá. Vengo con el impulso de crecer.


Planes que nos quieras compartir...

Me voy dentro de unos días al sur de Latinoamérica, a Argentina voy un mes, a realizar un mini-tour y grabar algunas cosas, a inspirarme con los músicos de allá, me gusta mucho la música argentina. Al volver seguiré tocando en México, con el plan de visitar estados de la república desde la autogestión, entre ellos Michoacán, Colima, Chihuahua, Jalisco, Querétaro; con el tour de “Santo o Remedio”, y al final del año espero poder tourear con músicos, estoy tratando de armar un ensamble de músicos para que toquen conmigo en escenario. Toda la información la iremos compartiendo en estos meses.



Harold Torres y "Desaparecer por completo": vivir sin la posibilidad de los placeres



Cinetiketas | Jaime López


A propósito de las recientes nominaciones al premio Ariel 2024, es oportuno destacar el papel de Harold Torres en la cinta "Desaparecer por completo", de Luis Javier Henaine, pues da vida a un fotógrafo de nota roja que, por azar, empieza a perder los sentidos.

En ese contexto, el intérprete mexicano reveló a esta casa editorial lo complejo que le resultó la construcción de su rol, que tiene un par de referencias a Enrique Metinides, el artista visual que hacía belleza con accidentes vehiculares y otro de tipo de escenas no aptas para todos los estómagos.

En entrevista, el nominado para Mejor Actor explicó que una de sus principales inspiraciones para "Desaparecer por completo" fue un documental sobre el vocalista de INXS, el cual entró en una fuerte depresión.

Igualmente, leyó material de neurología escrito por Oliver Sacks y averiguó sobre rituales y casos de brujería, que forman parte de la trama:

"Lo más difícil fue investigar sobre la pérdida de los sentidos", dijo.

El también protagonista de "González: falsos profetas" mencionó que "Desaparecer por completo" tiene como propósito central reflexionar sobre cómo sería vivir sin la posibilidad de los placeres.

Abundó que se abordan distintos tópicos tales como la ética de los fotógrafos al momento de capturar una imagen escandalosa o sangrienta y compartirla sin pudor alguno.

Al respecto, Torres dijo que no se debe de tratar como niños a la audiencia, sino que se le debe de mostrar la realidad de las cosas.

El intérprete recordó que en una de las locaciones donde tenía contacto con una cocina, su olfato se agudizó y percibió el olor de una fuga de gas, algo que en su momento la gente a su alrededor no captaba o no lo tomaba en serio.

"Desaparecer por completo" está disponible en la plataforma de Netflix y obtuvo un total de 8 nominaciones al Ariel, que son mejor actor, mejor sonido, mejores efectos especiales, mejor fotografía, mejor música, mejor maquillaje, mejores efectos visuales y mejor dirección de arte.

Letrinas: «Pico de gallo con guayaba»



Pico de gallo con guayaba

Haydé Sicardi


La gruesa cobija de tigre pesaba sobre las piernas y el torso de Tania. Pesaba tanto que en la modorra, se sentía atrapada. Soñaba que la perseguían, que un ente alto y oscuro la correteaba y que, aunque ella intentara correr, no podía porque sus piernas se atrofiaban mientras algo denso y oscuro la consumía toda por dentro, amenazando con derribarla como si se estuviera convirtiendo en piedra mientras pretendía huir. A lo lejos, justo antes de que la oscuridad la engullera por completo, la Tania piedra alcanzó a ver a sus compañeros de la escuela, correteando y jugando, bailando una extraña música como poseídos. Los quería alcanzar pero ella no se movía, el peso era demasiado, lo era todo. El ritmo se intensificó, aumentó de volumen y Tania logró distinguirlo. Son las seis de la mañana en punto, anunció sobre el intro del programa de radio la voz del locutor, las seis de la mañana en punto en San Quintín, Baja California.

Cuando abrió los ojos, ya había sol. Durante la primavera, amanecía temprano en esa parte de la península y no entendía porqué su papá tenía el afán de tapar a sus hijos con las cobijas más calientes cuando llegaba y los encontraba dormidos, que en realidad era siempre, pues salía de la planta de empaque tarde y solía llegar a casa en la madrugada. La mamá de Tania trabajaba en la misma empresa y cubría el turno contrario de su padre, ella salía de casa temprano en la mañana, antes de que ellos partieran a la escuela y regresaba a tiempo para hacer el relevo y la cena.

—¿Qué dejó ahora? —le preguntó su hermano al tiempo que levantó la tapa de una olla de aluminio que se calentaba a fuego bajo sobre la estufa. —Deja ahí, Diego —advirtió Tania, —mi mami quedó de llevar el guisado a la reunión en casa de mi abuelita. —¿Y qué vamos a desayunar? —Diego ya traía puesto el uniforme completo. Era un año mayor que Tania, así que cursaba la prepa. Tania se había puesto la falda y la camisa de botones, aunque no se alcanzó a fajar ni a poner las calcetas, los zapatos Mickey y el suéter escolar, porque sus dos hermanitos despertaron. —Sírvele a los cuates del desayuno que dejó mi mami en ese sartén y pues de una vez sírvete tú. —Mientras decía esto, Tania peinaba a la cuata, que tenía seis años y el pelo hasta media espalda. Sus tripas rugieron cuando habló sobre la comida. Diego dividió el huevo con chorizo en tres platos, tomó tres tenedores y los puso sobre los trastes, después los colocó frente a sus hermanitos y comió del suyo.

—Ya me voy —dijo Diego al terminar, limpiándose los restos de comida y jugo de naranja con la manga del suéter del uniforme. —¿Tú los llevas, verdad? —Tania miró alrededor al tiempo que terminó de dar la tercera vuelta a la liga con la que sujetaba la cola de caballo en la parte trasera de la cabeza de su hermana. —¿Quién más? —preguntó sin esperar respuesta, luego soltó la cabeza de la niña y comenzó a fajarse la camisa a prisa, manchando sin querer la parte donde sus dedos la tocaron, de gel con brillantina. —Órale, flaca —le dijo Diego mientras raspó los restos de huevo del sartén sobre un cuarto plato, porción que completó con un poco que quedaba de la suya, para después sacar otro tenedor del cajón, clavarlo en el huevo tieso y ponerlo sobre la mesa frente a ella. —Te miro al rato —le dijo, seguido de un beso en la coronilla.

Tania apuró a los cuates para salir temprano. Sabía que caminar con ellos era lento, que necesitaba tener cuidado, llevarlos de la mano. El kínder le quedaba en camino a la secundaria, pero no podía nada más dejarlos, necesitaba entregarlos con su miss, esperar a que entraran y decirles adiós cuando voltearan a buscarla, sino lloraban y el asunto se volvía eterno. Después de eso inevitablemente corría, tenía que correr, sino no alcanzaba a llegar dentro del plazo de tolerancia y ya llevaba tres retardos; el siguiente ameritaba suspensión. Eventualmente logró que sus hermanitos hicieran pipí, se lavaran las manos y agarraran su lonchera, pero en camino a la puerta, se tropezó con las botas de su papá, que dormía boca abajo sobre el sillón, aún usando el uniforme de la empresa. El ruido lo despertó. —¡Eh! ¿Verónica? —preguntó sorprendido, levantando levemente la cabeza, aún con los ojos cerrados. —No papi, soy yo, Tania, vuélvete a dormir. —Tania, —abrió un ojo —¿ya se van? —Sí, me llevo a los cuates y el Diego salió hace rato. —Mmm —murmuró y volvió a recargar la cabeza sobre el cojín, —¿hay comida? —Sí, recalentado de ayer. —Ah, ok —cuando parecía que se había vuelto a dormir y Tania se disponía a abrir la puerta, lo escuchó decir detrás de ella —mija, no seas malita, ¿me tapas? 

         Logró entrar a la escuela antes de que cerraran la reja. Esperaba alcanzar a pasar al mercadito de la esquina para comprar las guayabas que le encargó su mamá antes de irse, pero no pudo y si no las llevaba, sabía que no se lo perdonaría. El pico de gallo era la especialidad de su madre, lo hacía con cualquier fruta que estuviera de temporada. A veces era pico de gallo de mango, otras de naranja o incluso de fresa, cuando había sobreproducción del producto de exportación en los invernaderos del pueblo y los gerentes le regalaban cajas a los empleados. Pero esta vez tocaba de guayaba y ese era el favorito de su familia. —Si no hay postre, no me reclamen a mí —escuchó que le dijo por teléfono a su tía la noche anterior, —es responsabilidad de esta chamaca.

En la entrada se encontró con su mejor amiga, Bety, que también llegaba tarde pero por razones distintas. Bety la agarró del brazo y enganchó el suyo con el de ella. —No mames, me desperté tardísimo —le dijo acercándose a su oído como si tuviera un sucio secreto, —anoche me dormí a las doce viendo la de la Bruja de Blair. —¿Y no te dio miedo? —preguntó Tania, su amiga se las daba de muy valiente pero al chile, era reculona. —No, claro que no. La vi toda y después me quedé dormida. Me tuve que levantar en chinga porque ya se iba mi raite, apenas alcancé a agarrar mi burrito. —La mamá de Bety vendía burritos. Realmente no tenían la necesidad, pues sus papás eran dueños de una farmacia, pero la señora pensó que sería buena idea poner una canasta de burritos en la entrada. Los preparaba ella misma temprano en la mañana mientras su hija se alistaba para la escuela y su esposo para el trabajo. Los hacía de huevo con jamón, de machaca, de bistec ranchero y los que más le gustaban a Tania, los de frijol con queso. Eso sí, las tortillas no las amasaba ella misma, se las compraba a una vecina por docena. Así fue que a las amigas se les ocurrió vender burritos en la escuela.

—Vas a ver que vamos a hacer un dineral —le dijo Bety hacía ya varias semanas para intentar convencerla, —mi mamá es muy buena paga. —Un día antes habían escuchado en la radio que su banda favorita daría un concierto en Tijuana. —Tijuana está relejos, Bety —había argumentado Tania. —Hay un camión que sale de aquí y te deja en la línea, no es nada. —Bety estaba acostumbrada a viajar con su mamá para visitar a sus parientes que vivían en el otro lado, así que sabía sobre eso, al menos más que Tania, que fuera de los viajes a Durango para ver a la familia y el ocasional paseo a Ensenada para hacer compras o para ir a la playa, nunca había salido del pueblo. Al final la convenció y ahora, diario llegaban con variedad de burritos envueltos en trapos dentro de la hielera portable que su amiga traía de casa. —El acuerdo había sido este: la mamá de Bety, quien no dejaba pasar una oportunidad para enseñar a la juventud sobre el emprendimiento y el valor del dinero, pondría los burritos y ellas los venderían a cambio de una comisión. Eso sí, no debían descuidar sus estudios, advirtió, porque eso es lo más importante. Cuando en broma, les preguntó si preferían que les pagara con un porcentaje de la venta o con burritos, Tania fue rápida en responder que en burritos, saboreándose la tortilla de harina esponjosa rellena de los frijoles cremosos y humeantes mezclados con el queso derretido. Bety le dio un codazo y su mamá se rio y dijo —no se preocupen, les voy a echar burritos extra cada día para su lonche —después volteó a ver a Bety y le guiñó un ojo, —en especial de frijolito. 

Tania estaba a cargo de las cuentas y llevaba el registro de sus ventas en un cuaderno marca Estrella que tenía la foto de un golden retriever en la portada. En pluma de tinta morada, escribía el día, en otra columna, con tinta verde, el dinero que habían cobrado, luego en las siguientes dos, con tinta azul y rosa, escribía cuánto de eso se iba para la mamá de Bety y cuánto para ellas. Un día, a la hora del recreo, anunció a su amiga que ya casi tenían lo de los boletos. Bety chupaba el borde de una bolsa de Ruffles con chamoy que apretaba y torcía para sacarle hasta el último pedacito de fritanga remojada en chile y limón. —Nos hace falta para el pasaje —se detuvo para jalar aire con la boca, —¡ay wey! —agarró su lata de coca y sorbió el líquido enchilada —ajá, digo, nos falta para el pasaje y los gastos. —Tania sabía todo esto, ya había sacado un presupuesto. —Sí, no creo que nos alcancé el tiempo vendiendo burritos. Necesitamos vender otra cosa. Y ya sabes, pedir permiso para ir. —Quedamos en que eso sería al final. Primero el dinero. —Bety no quería pedir permiso hasta que pasara la época de exámenes y encontrara una manera de ocultarle a sus papás que había sacado cuatro en matemáticas. Tania tampoco se moría de ganas de pedirlo porque sabía que lo más probable era que su mamá no la dejara, pero tenía esperanzas. —Y si no, —concluyó Bety, sus labios y la piel que los rodeaba teñidos de un rojo artificial —nos escapamos. —Decidieron que venderían quequitos de chocolate y de vainilla, y si aún así les hacía falta, recurrirían a pedir prestado.

           —¿Me prestas un peso? —Bety nunca sentía pena, era algo que Tania le envidiaba. Faltaban días para el concierto, aún les faltaban doscientos pesos y seguían sin pedir permiso. Era ahora o nunca. Los niños del equipo de fútbol siempre traían dinero para comprar lonche en la tarde, le había dicho Bety, por eso ahora estaban en las canchas pidiéndoles prestado. —Ándale —insistió al portero del equipo, —mejor cinco. —Tania caminaba detrás de ella y después de un rato, entre risas, carrilla y más de un balonazo, había perdido la pena. Al final lograron juntar el dinero que les faltaba y hasta se llevaron una invitación para el cumpleaños del capitán del equipo, que iba en prepa y que sería esa misma tarde. Quedaron en que a la salida Bety acompañaría a Tania a comprar las guayabas para el pico de gallo, después se armarían de valor y llamarían a sus papás del teléfono público que estaba afuera de la frutería para pedir el permiso e ir a comprar los boletos a la farmacia San Cristóbal, que era el punto de distribución selecto y la competencia de la familia de Bety.

El teléfono dio tono. Tania jugaba nerviosamente con el cable que conectaba el manófono con el resto del equipo, mientras Bety, ligera, pues ya le habían dicho que sí, que nomás le avisaran a sus tíos de Tijuana para que fueran por ellas a la central, platicaba con dos chicas que eran compañeras del hermano de Tania y que también querían ir al concierto. —Sí, —les decía, —nos vamos a ir en camión y allá nos van a recoger unos novios que hicimos en el chat. —Mientras alardeaba, golpeaba con sus rodillas la hielera vacía que colgaba de su hombro, enrollando la correa y volviéndola a desenrollar, haciéndola girar sobre su propio eje. Por el oído que no tenía pegado al auricular, Tania escuchaba a su mejor amiga mentir, pero en lugar de sentir envidia por su facilidad para hablar con quien fuera o fastidio por su tendencia a inventar historias, sintió cómo sus pies se pegaban al suelo y enseguida, sus piernas se paralizaban. —¿Bueno? —escuchó que respondió su mamá. Tania arrancó en un monólogo, el que tenía anotado en una hojita de la Hello Kitty que ya había hecho bolita tantas veces que las palabras se perdían entre los pliegues de la hoja. —Y juntamos el dinero, amá. Vendimos los burritos que hace la mamá de la Bety, quequitos de los que venden en la tienda de Toñita y otras cosas así —no supo porqué pero le dio pena decirle a su mamá que le habían pedido dinero a sus compañeros. —No necesitarían darme nada de dinero ni tú ni mi papi. —Esta última parte era la que la tenía orgullosa. Sus papás siempre hablaban de la falta de dinero y de lo caro que era todo, seguro se sentirían orgullosos de saber que ella podía ver por sí misma. —¡Ay, Tania! ¿Cómo se te ocurre? Tú sabes que los viernes trabajo. —Claro que sabía, lo sabía todos los días desde que habían nacido los cuates. Lo sabía cuando sus vecinos se juntaban a jugar Nintendo y ella tenía que regresar a su casa antes de que llegara su turno, para cambiarle el pañal cagado a su hermana. También lo sabía cuando no podía ir a una fiesta porque su papá era el único adulto en la casa y estaba tan cansado que dormía todo el día, y cuando su hermano sí podía ir, aunque solo se llevaran un año y aunque ella sacara mejores calificaciones, porque cómo se iba a quedar el Dieguito solo con los cuates. La parálisis ya había subido hasta su cabeza y ella era de piedra. Antes de colgar, su mamá le recordó sobre las guayabas. —No las vayas a olvidar, mija, por favor. Ayúdame tantito. —Tania inhaló en el momento que escuchó la palabra "mija" y para el "tantito", el aire ya iba de salida, pero no era fresco, era fuego y era puro, pues los vellos que recubrían la parte interna de su nariz, ya lo habían limpiado de las partículas de polvo que flotaban en su pueblo todo el tiempo, como si existiera en San Quintín una ráfaga permanente, que nunca dejaba que la tierra simplemente se quedara en el suelo, no, hacía que lo cubriera todo, un musgo seco y estéril, permanentemente contaminando las caras, los cuerpos y los planes de sus habitantes.  —Sí, mamá —respondió con la voz más dulce que logró conjurar.  Después colgó y recogió del piso la bolsa con la fruta, apretando el nudo de plástico en su puño hasta que dejó marcas rojas y palpitantes en la palma de su mano.

        Una botella de doscientos mililitros de New Mix, seis Caribe Coolers, dos paquetes de cigarros, tres empaques de papitas, tostilocos, gomitas con chile y cuatro chocolates americanos. Para todo eso les alcanzó con su parte de la venta y lo que habían pedido prestado. Y todavía les sobraba. —Al cabo no vas a ir al concierto, —le había dicho Bety para convencerla de usar el dinero y verse chingona pichando la peda —en dos semanas volvemos a juntarlo. —Claro que ella sí iría, aclaró antes, con las compañeras de su hermano, las que acababan de conocer, lo habían decidido mientras ella estaba al teléfono con su jefa. —Ay Tania, —se había quejado cuando osó pedirle que no fuera y mejor viera el concierto en la tele con ella, en solidaridad —pero si a mí sí me dieron permiso, no es justo. Te grabo un video cuando canten la de Coqueta —dijo en un intento por limpiar su conciencia, —es más  y te traigo una camiseta. —Luego su amiga sobó su hombro y buscó sus ojos con una sonrisa que a Tania le apestó a lástima.

Pero ella no dijo nada. No insistió. Así como tampoco insistió con su mamá por el permiso. Tania guardó silencio y apretó aún más la bolsa con las guayabas que tenía ya rato cargando y que a esas alturas, comenzaban a apestar.

Siguió a las otras cuando decidieron ir a la fiesta.  También las siguió, en silencio y cabizbaja, al expendio donde compraron las provisiones. Caminaron juntas cargando el botín hasta que, antes de entrar a la casa, Bety la detuvo. —¿Qué pedo wey? —le preguntó Tania, poniendo su mano sobre su brazo y notando un ligero temblor. —Te da miedo entrar, ¿verdad? —inquirió sinceramente. —Bety resopló, se soltó del agarre de Tania y refutó —Claro que no. Tú estás agüitada por lo del concierto, me cae que quieres irte a tu casa, ¿no? —aunque nunca habían estado en una fiesta de prepa, Tania no sentía miedo, y a pesar de eso, con todos los dientes, mintió. —Sí, amiga, mejor entra tú, yo le tengo que llevar las guayabas a mi mami. —¿Van a venir o qué? —cuestionó una de sus acompañantes que ya estaba adentro repartiendo la mercancía. Tania la miró, luego vio a Bety, parada ahí con la bolsa de fruta pachichi colgando de la mano, con los zapatos Micky enterregados y el suéter manchado de brillantina. —Bueno, —contestó —pero si mi mamá pregunta, estoy contigo, ¿ok? —diciendo esto y sin esperar respuesta, Bety corrió adentro hacia sus nuevas amigas.

        El teléfono dio tono. La señora de la casa respondió. Después Tania preguntó por su amiga. —¿En serio no está? Pero si me dijo que iba en camino a su casa —dijo en un tono de voz preocupado, el que mejor logró conjurar —a lo mejor tiene miedo de llegar por lo del examen de matemáticas. —La mamá de Bety preguntó qué sobre el examen de matemáticas. —Sí, pues con eso de que reprobó. —Hablaron unos segundos más, en los que Tania expresó su interés por su amiga. —Ya sabe, es que a mí no me gusta juntarme con los de prepa, son remalandros. —La mamá le agradeció la llamada y por ser tan buena amiga para su hija, luego Tania la escuchó tomar las llaves de su carro y por último, despedirse. Cuando colgó, notó cómo la tensión en sus músculos aminoraba, pudo mover sus extremidades con soltura y dio un brinquito para bajar de la banqueta. Antes de cruzar la calle, giró y recogió del piso, junto al teléfono, la bolsa de plástico con fruta mosqueada que había dejado hacía unos instantes, justo debajo de un rayo de sol.

Uno, dos, tres, uno, dos, tres, contaba Tania cada vez que sus rodillas cachaban el rebote de la bolsa en camino a casa de su nana. Uno, dos, tres contaba, luego soltaba la bolsa sin guardar cuidado y se tallaba los ojos irritados por el polvo. Cuando finalmente llegó a la casa, abrió la bolsa y metió la mano dentro. Sacó una guayaba que aún estaba inmadura, verde, joven, arrancada del árbol antes de tiempo y haciendo fuerza con su puño, la aplastó hasta que la pulpa y las semillas se desparramaron por las fisuras entre sus dedos. —Guácala —se dijo a sí misma. —Tiró la plasta en el zacate de su nana, se limpió la mano en el muslo desnudo y contó de nuevo, antes de tocar la puerta —uno, dos, tres. Tres años para poder largarme de aquí.




Haydé Sicardi (Ensenada, 1987) es Abogada por la UABC y se ha desarrollado principalmente en el ramo corporativo. Ha tomado talleres de crónica, ensayo, perfil y cuento.
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