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Aunque tú no lo sepas: una charla con Karina Galicia

 

Un episodio más de 'Aunque tú no lo sepas' con la talentosa cantante, compositora y arreglista poblana Karina Galicia

Charlamos sobre sus procesos de composición, influencias, estilo y nuevos lanzamientos para este 2024.



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La única versión de “Silent Night” que necesitas escuchar



Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |


“Silent Night” no es una buena canción navideña. Es una GRAN canción navideña. Es casi casi el epítome de las canciones navideñas (siento que ya escribí mucho “canciones navideñas” pero entienden el punto). Es lo suficientemente sencilla y delicada y cuya letra, es un tierno y amoroso relato del nacimiento del hijo de Dios y la paz y la alegría que vinieron con su llegada (dejemos tantito a un lado nuestra afiliación espiritual/religiosa).

Parte del problema del que no nos percatemos realmente de lo bella que es esta canción (compuesta en 1818 por el maestro Franz Xaver Gruber y escrita por el sacerdote católico Joseph Mohr), es porque actualmente, la época navideña es todo menos taciturna. Una vez que termina Halloween y los gringos descongelan a Mariah Carey desde el 1 de noviembre, resulta difícil evitar los villancicos y las canciones de navidad en los centros comerciales, en las tiendas, en la televisión, etc. y no es queja, eh. Ustedes ya saben de mi amor y mi fanatismo por la música navideña. Pero claro, para algunas personas que quieren hacérsela de Grinch, se ha convertido en un pasatiempo de temporada el quejarse amargamente del leitmotiv decembrino, de lo horrible e intrusivo que es y de que, en realidad, son las mismas canciones solo que en géneros musicales variados dependiendo del artista que las interprete (en esto último, estoy de acuerdo). En ese sentido, parece que todos los que hacen su propia versión de “Silent Night”, tienen la obligación de agregar más cosas: más voces, más cuerdas, un gran crescendo, un tempo más lento o rápido. A diferencia de la clásica “White Christmas”, que se beneficia de una grabación original espléndida de Bing Crosby, “Silent Night” se ha convertido en un lienzo en blanco sobre el que los productores musicales hacen un dripping a la Jackson Pollock.

Hace un año, a modo de cierre del 2022, les compartí una canción que recién había descubierto gracias a una estación de radio irlandesa de Navidad (bien random mi historia ¡já!). Dicha canción, era nada más y nada menos que el mashup de “Peace On Earth / Little Drummer Boy” de Bing Crosby y David Bowie y que, en definitiva, forma parte de mis ya de por sí ñoñísimas playlists navideñas. En esta ocasión, estuve pensando y repensando (lo cual se me da muy bien) qué canción o álbum navideño podía recomendarles. Estuve a nada de escribir este artículo sobre la muy alegre “That Holiday Feeling!” de Eydie Gormé y Steve Lawrence (que les juro, la primera vez que la escuché, pensé que era el mismísimo Frank Sinatra por el tremendo vozarrón) y que relanzaron Seth MacFarlane y Liz Gillies en su nuevo y sensacional álbum “We Wish You The Merriest” (ya ven que de por sí Seth es mi súper crush, pero de verdad se los recomiendo muchísimo, sus álbumes navideños siempre le quedan relindos). Pero, la verdad es que hay otra canción que se adueña de mi corazón en estas significativas fechas y supongo que, por mis larguísimos párrafos introductorios, ya se habrán dado cuenta de cuál es.

Desafortunadamente, este 2023 perdimos a la maravillosa y contestataria cantante irlandesa Sinead O’Connor, la mezzosoprano de la generación X. El medio deliberadamente decidió opacar su excepcional voz y talento y poner los reflectores durante décadas en sus “escándalos” y controversias, como su famoso “FIGHT THE REAL ENEMY” en Saturday Night Live, mientras rompía la fotografía del papa Juan Pablo II. Podría escribir y escribir sobre la vida de O’Connor, pero hoy quisiera enfocarme en la que yo considero es la mejor versión de “Silent Night” que existe.

Acá entre nos, me da un poco de cringe platicarles cómo es que descubrí la interpretación de “Silent Night” de Sinead, pero a veces las cosas más random nos llevan a acontecimientos extraordinarios y por eso voy a contarles: hace cuatro años, justo antes de que el mundo se paralizara por la pandemia, mi curruñis Hugo compró en súper oferta una de esas películas navideñas gringas sinsentido para pasar el rato. El nombre de la peli es “Fred Claus” y la protagonizan Vince Vaughn, Paul Giamatti y Rachel Weisz. Aunque yo estaba reacia al principio, tras un poquito de insistencia decidí verla y ¡oh sorpresa! Nunca imaginé llorar tanto en una película de ese tipo; la escena donde aparece la canción es el clímax del film y es B E L L Í S I M A. Sientes que descubres y entiendes casi casi el verdadero significado de la Navidad y todas esas ñoñeces. Honestamente, no recuerdo casi nada de la película excepto esa inolvidable escena. Y bueno, como era de esperarse, agregué “Silent Night” de inmediato a mi Spotify y es un must desde entonces.

No hay mucha información acerca de “Silent Night” de O’Connor para serles franca y ahora que lo pienso, creo que es mejor así. Tras mucho buscar, encontré 3 datos en total: 1. que la grabó en 1991, 2. que la produjo su on and off Peter Gabriel y 3. que él mismo toca el teclado. No más. No se necesitó nada más que un teclado y la voz casi angelical de Sinead para hacer la mejor versión de “Silent Night” que existe hasta ahora y no doy pie a debate. Un verdadero orgasmo auditivo; jamás una canción navideña me había transmitido semejante e inexplicable paz. Y me encanta. Para algunos, es curioso o hasta contradictorio el hecho de que Sinead haya grabado una canción prácticamente religiosa tras sus constantes encontronazos con la iglesia católica y, en palabras de Mariana Enriquez (sí, sí, LA Mariana Enriquez): “[…] ella no era antirreligiosa. Al contrario. Siempre buscó la trascendencia, Dios, la fe. Por eso también su rabia con una Iglesia que no daba amor. La gente diciendo todo el tiempo que se contradecía y era controvertida – claro que se contradecía es NORMAL. Y no, la controversia la inventan los demás cuando tratan de disciplinar a la gente y decirle cómo vivir”.

El video de la canción, una cosa ahí medio bizarra, nos muestra a Sinead vestida de la época victoriana y a un hombre que la persigue atraído por su voz (o bueno, al menos así lo interpreto yo). Es raro verla en esos close ups maquillada y con peluca, pero ella divina siempre.

 

Existe también una versión larga de “Silent Night” inspirada en la historia real del ceasefire que tuvo lugar en la víspera de Navidad de 1914 durante la Primera Guerra Mundial. Los soldados alemanes e ingleses bajaron las armas y llevaron a cabo una tregua temporal, celebrando la Navidad juntos en donde se dice, compartieron canciones, algunos regalos y uno que otro partido de fútbol. Sinead también grabó esa versión extendida de la canción, la cual tiene uno que otro párrafo extra.

Con el mundo hecho una mierda, espero que por escasos cuatro minutos y acompañados de la legendaria Sinead, tengamos y sintamos una auténtica “Noche de Paz” en este cierre del 2023. Les quiero.

Aunque tú no lo sepas: una charla con Chetes



Charlamos con el gran Luis Gerardo Garza Cisneros, mejor conocido mundialmente como Chetes. Leyenda de la avanzada regia y pieza fundamental del rock nacional, nos platica sobre los adelantos de su nuevo material discográfico, de la mano de la banda norteamericana Calexico.


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Aunque tú no lo sepas: una charla con Santiago Tavella del Cuarteto de Nos


Nueva entrega de 'Aunque tú no lo sepas' con el bajista, cantante y fundador del Cuarteto de Nos. Charlamos con Santiago Tavella sobre la gira de la banda por México, su participación en el Tecate Comuna y de su proyecto paralelo 'Otro Tavella & Los embajadores del buen gusto' que también se presentará en Puebla en Beat 803.


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Now and Then: The Beatles forever



Por Adrián Rivera | 


Hasta el 3 de noviembre de 2023, mantuve la esperanza de ver algún tipo de anuncio espectacular acerca de ver a los Beatles tocando juntos nuevamente. Cuando me enteré que Peter Jackson estaba trabajando en material de las filmaciones del documental ‘Let it Be’, pensé que era cuestión de tiempo para ver algún tipo de experimento con inteligencia artificial, algo como un deepfake de altísima calidad mejor que el video de Paul McCartney de 2021, ‘Find My Way’, donde aparece rejuvenecido en el cuerpo de Beck.

A fines de noviembre de ese año, finalmente se lanzó una nueva versión del documental, ahora titulado 'Get Back', con una duración mayor y una calidad de imagen y sonido sorprendente. Se reveló que se utilizaron diversas técnicas de restauración, incluyendo la separación de voces e instrumentos mediante inteligencia artificial. Aunque la edición de Jackson aportó un enfoque más optimista a las penúltimas sesiones de los Beatles, no introdujo material radicalmente nuevo.

¿Qué tal si se emplearan esas innumerables horas de material de las sesiones de grabación para entrenar una inteligencia artificial que nos brinde nuevas interpretaciones de los Fab Four? Sin duda, Peter Jackson sería el candidato ideal para llevar a cabo este proyecto, ya que cuenta con todas las herramientas necesarias en su compañía de efectos especiales, Weta Digital. Incluso podría considerar la participación de Andy Serkis para llevar a cabo la captura de movimiento de los cuatro músicos.

En cambio, para el video de la supuesta última canción del cuarteto de Liverpool, 'Now and Then', tenemos una versión refinada de un nuevo collage nostálgico como a los que nos han acostumbrado desde que lanzaron 'Free as a Bird', pasando por 'Real Love', 'Glass Onion', 'Here Comes the Sun', etc. Algunos de esos acompañamientos visuales han sido mejores que otros. En lo personal, me gusta mucho cómo animaron el póster del Álbum Blanco para crear el video de 'Glass Onion'.

Los Beatles fueron pioneros en la adopción de muchas tecnologías para crear su música. Sin embargo, en sus últimas creaciones, tuvieron que mantenerse dentro de ciertos límites para garantizar el éxito comercial. En mi opinión, una de las innovaciones más notables en mucho tiempo fueron los remixes realizados por Giles Martin para el espectáculo de Cirque du Soleil, 'Love'.



Y no es de extrañar que así sea, desde que Paul y Ringo estaban trabajando en una nueva canción, se especuló que podrían estar usando inteligencia artificial para crear una versión sintética de la voz de John Lennon y los más puristas se alarmaron. Aun así, otras personas han explorado por su cuenta esta posibilidad con resultados nada desdeñables. Parece que la alternativa más viable para satisfacer mi curiosidad por la 'nueva' música de los Beatles es explorar más de estos lanzamientos no oficiales.

'Now and Then' es solo la última de las versiones avaladas por los Beatles y sus familias. Podríamos decir que es el nuevo cierre canónico, sustituyendo a lo que nos dejaron en 'The End', de Abbey Road, con el solo de batería de Ringo y el duelo de requintos de John, Paul y George, narrado magistralmente por Geoff Emerick, su ingeniero de grabación, en su libro 'Here, There and Everywhere: My Life Recording the Music of the Beatles'.

El video del nuevo sencillo nos va llevando hacia atrás en el tiempo, y al final de la canción, en las plataformas de música disponibles, regresamos al origen con 'Love Me Do', el primer sencillo de los Beatles. Tenemos un cierre circular, un Uróboros, el anhelado regreso al origen, Get Back, ahora sí.

“Nunca hubo un tiempo en el que Yo no existiera, ni tú, ni todos estos reyes; y en el futuro, ninguno de nosotros dejará de existir.”

― Anónimo, Bhagavad Gita

Aunque tú no lo sepas: una charla con Charly Benavente



En este capítulo de 'Aunque tú no lo sepas' les presentamos una charla especial Charly Benavente, músico chileno y una de las voces más destacadas de la nueva ola del indie latinoamericano.

Platicamos con él sobre su participacion en The Voice Chile, la génesis de su carrera musical, sus colaboraciones y sus próximos lanzamientos. 



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Fui al Eras Tour de Taylor Swift en CDMX… ¡Y SOBREVIVÍ!

 



Por Mónica Castro Lara |

Ya sé, ya sé. Ya pasaron días de los conciertos de la güera en CDMX, pero acá esta millennial geriátrica se enfermó de gripa (mi garganta lo resintió bastante y me puse de imprudente días después creyendo que estaba como si nada) y comprenderán que no estaba al cien para escribir y compartirles un poquito de mi *inolvidable* experiencia. Además, aprovecho que hace unos días anunciaron el Eras Tour Film en cines y otra vez la euforia regresó a nuestros cuerpos cansados y gastados. Como era de esperarse, esos boletos también se agotaron en cuestión de minutos a pesar de que Cinépolis se tiró al suelo, hizo berrinche y salió con diez mil jaladas, pero bueno. Nuevamente iremos a ver el concierto, pero ahora desde la comodidad de un asiento acojinado (y no la porquería de grada del Foro Sol al cual siempre odiaré) y a tan solo minutos de casa. Como podrán comprobar, el impacto del Eras Tour de Taylor Swift en 2023 es bestial y llegó para quedarse un bueeen rato en nuestro país.

*(Tantito imaginen que es la madrugada del 26 de agosto) *. Escribo estas líneas mientras regreso de lo que es, sin duda alguna, el concierto de mi vida. Digo… tampoco es que haya ido a muchos conciertos en mi vida, pero en definitiva, éste llegó para ocupar cada rincón de mi gélido corazoncito y créanme cuando les digo que, lo que acabo de vivir el día de hoy, dudo que pueda revivirlo con algún otro artista. No sé qué tan simple sea mi historia con el concierto, pero de todos modos la voy a contar. Así como millones de personas, me registré en el Verified Fan en Ticketmaster (que también odio, por cierto) sin recibir una respuesta positiva. Mi amiga Mary fue la suertuda que recibió el muy codiciado “código” (que en realidad era un link privado) y gracias a ello pudimos comprar los boletos sin mayor problema y, sobre todo, sin la intervención de ningún revendedor horroroso o tener que buscar los boletos por otros medios (cosa que, en definitiva, no estábamos dispuestas a hacer). Escogimos una zona bastante razonable económicamente hablando (porque a pesar de la euforia, hay que medio ubicarse) y afortunadamente no tuvimos ningún otro contratiempo (tipo que se cayera la página, que no nos aceptara el pago o esas cosas nefastas que suelen pasar con Ticketmaster). Como verán, efectivamente suena muy simple (porque debería serlo), pero en verdad fuimos de las pocas afortunadas en lograr una compra exitosa y sin percances. Ese era apenas el inicio de una larga y muy emocionante travesía; como buenas poblanas, necesitábamos transporte, planear el viaje en sí, pensar, comprar o incluso diseñar nuestros outfits, hacer las famosas friendship bracelets, ahorrar lo más que se pudiera y un largo etcétera. No les miento: fue una experiencia muy, muy linda pero también de mucho derroche económico. Prefiero no entrar en ese tipo de detalles porque si me pongo a indagar, a hacer cuentas y a reflexionar un poco más, entra una en un círculo capitalista vicioso e infinito y creo que es mejor disfrutar digamos… la esencia del por qué estamos haciendo y gastando todo esto, que es a grandes rasgos, ir a ver a una de nuestras artistas favoritas en sus primeros shows en nuestro país y pasarla muy, muy bien. Y por fortuna, así fue. 

Un factor estresante (no solo para mí, sino para miles de personas) era el saber que lo más probable es que se cayera el cielo en la Ciudad de México en las cuatro fechas del concierto (porque sabemos que en agosto llueve, eh Taylor) y que lo usual en dicha ciudad y en especial, en el muy mal construido Foro Sol (sí, lo odio) es que se inunden. No sé si recuerdan, pero en 2020, justo días antes de que cerraran TO-DO por la pandemia de COVID y cuando el virus ya estaba bien instalado en nuestro país, estuve en el concierto de Billy Joel en el Foro Sol y a partir de esa muy mala experiencia, juré no volver a ir a ningún otro concierto o a algún evento en dicho lugar. Lo que no sabía es que tres años después, me iba a terminar mordiendo la lengua hasta sangrarme y que estaría asistiendo al mismo recinto que tanto me choca y al que tanto le echamos caca los mexicanos. “¿¡POR QUÉ NO LO HICIERON EN EL ESTADIO AZTECA!?” nos preguntamos varixs. ¿Será muy costoso gestionar un concierto en el Azteca? ¿O de plano los dueños del Foro Sol son más perros? Quién sabe. Lo importante aquí es que, Tláloc, al parecer íntimo amigo de Taylor Swift, nos dio tregua los cuatro días del concierto a pesar del cielo cerradísimo y nubladísimo que había. Sí nos llovió muy poquito cuando apareció la telonera Sabrina Carpenter, pero hasta ahí. Yo, como buena millennial geriátrica (sí, se los reitero), me fui muy preparada para un 25 de agosto lluvioso, es decir con botas de camping, dos impermeables (sí dos, pero solo usé uno) y la verdad es que, por cuestiones de comodidad, no planee más allá de lo que otrxs planearon, pero qué pinche bonito fue ver a un montón de gente vestida de su era favorita de Taylor Swift o de algún video musical en específico o de la letra de alguna canción. No me queda la menor duda de que la gente (y en especial lxs mexicanxs) es muy creativa, súper animada, arriesgada y que una lluvia o posible mal clima no iban a impedir que se expresaran a través de sus outfits, de sus espectaculares peinados y de las toneladas de glitter que iban a usar en sus impecables maquillajes. Así que todo mi respeto, todo mi amor y toda mi admiración a todas y cada una de esas personas que decidieron ir en contra del pronóstico del clima y del de por sí cansancio que implica el asistir a un concierto así (a la chica que vi con botas de tacón de aguja mientras caminábamos kilómetros rumbo a la entrada, quería darle un abrazo o un sape, francamente).

Estoy segura de que a estas alturas ya saben cuál es el significado o más bien el origen de las friendship bracelets que muchas hicimos y compartimos antes del concierto, así que me parece medio redundante repetirlo, pero sí quiero platicarles (porque soy una ñoñísima y se aguantan) que para mí fue relindo y de lo que más disfruté previo al evento; hacerlas junto a mi hermana Elo, con Bunny a un ladito, escuchando las canciones de Swift y estar totalmente concentrada en lo que estaba haciendo, fue inesperadamente terapéutico (¿mindfulness? ¿eres tú?). Lo que sí es que reafirmo mi nula capacidad para hacer cosas manuales y ni modo. Si a estas alturas ya se reventaron las pulseras que intercambié, pido disculpas. 

Tras llegar con tiempo récord al Foro Sol, recorrer casi todos los puestos ambulantes de merch porque somos medio indecisas, mirar desconfiadas al cielo cada cierto tiempo y encontrar nuestros lugares, por fin inició el segundo concierto de Taylor Swift en México tras 17 largos años de espera. Empecé a gritar como desquiciada cuando apareció nuestra querida güera debajo de los pétalos gigantes que la escondían y ahí supe que me iba a desbordar de la emoción. A M É con locura las maratónicas tres horas y media que duró el concierto y que, además de ser increíblemente puntuales, fueron en todo momento electrizantes y francamente maravillosas. Sabemos que Taylor Swift tiene un equipo de altísima calidad y me dio muchísimo gusto que, a pesar de haber estado en gradas, vimos perfecto todo el espectáculo cuyas pantallas la dejan a una sin habla (Taylor y su equipo mandaron a quitar la cochinada de escenario que tiene el Foro Sol y nos dieron por fin, equipo de calidad). Los visuales del show son geniales, muy ad hoc a cada canción o era; el sonido brutal a pesar de la mala acústica del recinto (porque no, no la tiene) y el fueguito en “Bad Blood” nos calentó a todos bien entradas las diez de la noche. Les confieso que estoy muy, muy orgullosa de mí misma porque pude cantar (más bien gritar jejeje) las 43 canciones que se avienta la Taylor (yo sé que son 44 canciones en total, pero la canción sorpresa que me tocó –“Tell Me Why”– la he escuchado, pero no me la sé). Había visto videos en donde la gente afirmaba que, del shock, se les olvidaban las letras de las canciones, pero no fue el caso de esta ñoña que la verdad, ni es taaaan swiftie. Pero eso sí, bailé, canté, grité, lloré, berreé como nunca y me di cuenta de que justo esa era la terapia que necesitaba y que estaba ansiosa de vivir desde hace varios meses, porque si bien veía partecitas de los conciertos a través de Instagram o de YouTube, la experiencia de estar presente en el Eras Tour México es completamente distinta a lo que vemos en pantalla y mucho se debió al público mexicano. Agradezco que pude estar rodeada de personas que estaban igual de emocionadas y desbordadas que yo. O bueno, unas dos que tres no ¡já!. Obviamente en “Cruel Summer” que es LA canción del verano y la segunda que interpreta, yo ya no tenía voz. Y a la señora o chica de cubrebocas que estaba a mi izquierda adelante de mí a unos tres o cuatro lugares de distancia y que me miraba súper sacada de onda cuando estaba B E R R E A N DO durante “august”, le digo que sí, que estoy bien y que mejor deje de juzgar a la gente o andar de mirona. Aun así, no me inhibió en lo absoluto. Muchxs me han preguntado cuál fue la canción o el momento que más me gustó del concierto y he de confesarles que creo que no es uno muy habitual o que hayan mencionado mucho en publicaciones previas y así, pero yo Mónica Castro Lara sentí que el Foro Sol se desbordaba durante los 10 minutos de “All Too Well”. Es una canción compleja, larguísima, pero en verdad se me enchinó la piel de inicio a fin. Y por lo que viví, creo que a la mayoría le pega cañón.


“No sabía que te gustara tanto Taylor Swift”. Lo escuché y lo leí muchas veces antes del concierto. Resulta que hace quince años, cuando iba en la universidad, mis amigxs y yo recreábamos a modo de burla el video de “Teardrops In My Guitar” y de ahí, decidí descargar algunas canciones de Swift en mi iPod. Siento que ahí empezó todo. Pero como a la gente le encaaanta juzgar los gustos musicales ajenos y Taylor Swift es lo más blanco, lo más ñoño, lo más pop, lo más mainstream que existe, pues confieso que nunca me sentí cómoda gritándolo a los cuatro vientos. Hasta hace unos años que leí sobre lo que Dave Grohl dice de los guilty pleasures y pues… resulta que no me gusta Taylor Swift… ¡M E E N C A N T A! “I don’t believe in guilty pleasures. If you fucking like something, like it. That’s what’s wrong with our generation: that residual punk rock guilt, like, “You’re not supposed to like that. That’s not fucking cool.” Why the fuck not? Fuck you! That’s who I am, goddamn it! That whole guilty pleasure thing is full of fucking shit.” Yo sí creo en lo poderoso de sus letras; como muchxs siento que he crecido con ella y he constatado la evolución de sus canciones, la complejidad de muchas de ellas, lo bien que sabe contar una historia (porque es una extraordinaria storyteller), lo mucho que me interpela su música y lo bien que está rompiéndola en la industria musical.

Por último, Taylor es una titán en lo que hace. No solo en su carrera musical (que ha tenido miles de altas y bajas), sino en el concierto en sí. Cientos de videos hablando de qué dieta llevará, qué tipo de ejercicio debe estar haciendo para mantenerse en forma, que rinde más que los atletas más disciplinados, de cómo debe estar cuidando su voz, qué drogas debe estar inhalando/fumando/inyectándose para resistir y dar lo mejor de sí durante tres horas y media con intermedios y cambios de vestuario de menos de cinco minutos. David Harbour, nuestro Jim Hopper de “Stranger Things” no se explica cómo va al baño la Taylor o en qué momento toma agua. Así todxs, David, así todxs. Estoy muy orgullosa de la perseverancia de nuestra güera favorita, de su tour y de saber que tendremos Taylor para rato. Tú siguele facturando, mami. Factura todo lo que puedas.

Mi agradecimiento por siempre a Andy, por hacer T O D O el viaje una realidad. A Mary, por no quejarte de mis gritos horrendos mal entonados durante el concierto y vivirlo juntas. Y a mi Elo,
siempre.


Sobre el libro «200 discos chingones del rocanrol mexicano»




Por Sergio Martínez |


Diversas investigaciones rastrean el origen de la palabra chingar del dialecto védico, al sanscrito aterrizando al caló romaní; el diccionario gitano de 1867 define: chinga y chingari como disputar y pelea. Además, define al verbo chingarar, para describir: una disputa, una riña o una acción de guerra. Fue en la conquista que chingar se introduce en el nuevo mundo como palabra para describir las acepciones citadas. Hoy chingar es un mexicanismo verbal que tiene una gran polisemia, depende del contexto y la emocionalidad con que se dice, su significado; sirve para ofender o alabar a alguien o algo. Según la RAE, chingón es: Dicho de una persona: Competente en una actividad o rama del saber.

¿El rock mexicano está documentado?, ¿Cuántos libros hay sobre el tema?


200 discos chingones del rocanrol mexicano es un libro que compila lo que a los oídos de David Cortés y Alejandro González Castillo, son las mejores placas que han escuchado en los últimos años; “Aquí se recogen doscientos discos que consideramos chingones para entender la música […] chingones en la forma clásica en la cual los mexicanos definimos aquello que posee un carácter superlativo y deseamos presumir en una palabra”. “Este libro no aborda estrictamente la historia del rock en México, pero reúne importantes fragmentos de ella” nos dicen en la presentación del volumen.

En sus más de cuatrocientas páginas podemos encontrar 200 propuestas musicales que se han editado en los últimos 60 años, y que de alguna manera convergen en el rock en sus diferentes vetas. Escritas por músicos, melómanos y periodistas, las diferentes reseñas abordan algunos datos de grabación, los músicos participantes, anécdotas, algún dato curioso, así como el contexto social, musical e histórico del momento en que fue publicado el disco.

De fácil y ágil lectura, este prontuario sónico documenta y nos brinda un pulso del panorama actual del rock mexicano, tal vez faltan y sobran algunos, solo el tiempo nos dirá cuantos de estos discos pasan la prueba del añejo.



 

Canto 105, un paseo existencial con Ay Gregorio!




Muchas veces el último refugio para nuestra salud mental es una caminata por el mar, un lugar donde siempre se puede reflexionar sobre lo que nos impide tener descanso. Canto 105, el nuevo sencillo de Ay Gregorio, es una canción ideal para acompañar esos andares existenciales.

Con una lírica que nos va compartiendo ciertos pasajes del compositor sobre las altas y bajas de la vida, esta “balada bohemia” nos hace entrar en un estado contemplativo-reflexivo gracias a su formato acústico, mismo que te hace imaginar que tienes al autor junto a ti interpretando el tema.

Si bien la primera parte de la canción nos cuenta una historia de dolores y nostalgia —emoción que Gregorio ha compartido en composiciones previas—, Canto 105 cierra transportándonos a una noche de fiesta bohemia donde el tiempo deja de importar y el baile, los tragos y los amigos nos hacen sentir que los límites se han evaporado.

De acuerdo al músico ensenadense, esta es la primera canción que graba de forma autónoma en formato casero, si bien la mezcla y máster estuvieron a cargo del músico paceño Paulo Piña, “un gran compositor y productor de géneros que integran folk, rock y pop, quien tiene toda nuestra admiración y con el que nos sentimos muy honrados de poder trabajar en este sencillo”, en palabras de Gregorio.

Ponte tus audífonos, prepara tu próximo destino y date una vuelta por el nuevo canto gregoriano de Ay Gregorio!




Iván García y Los Yonkis: componiendo la vida desde el underground poblano


Iván Gutiérrez | Foto: Gema Moreno |


Si uno deambula por el centro de Puebla y tiene la suerte de llegar a la cantina correcta, es probable que entre letras, callejones y mezcales se encuentre a Iván García, músico poblano que tras varios años de practicar el arte de crear canciones ha logrado perfeccionar la composición de relatos de folk, hermanando la poesía y la música en una decena de canciones que hablan de todo un poco: el amor, la muerte, los amigos, la ciudad, la música, el underground, la soledad. Prepárese un buen trago y adéntrese con nosotros por los recovecos de este gran compositor y su full band Los Yonkis.

 

¿Si tuvieras que tomarte un último trago, éste sería de mezcal, whisky, ron, tequila o cerveza?

Difícil decisión… yo creo que me tomaría un vodka tonic.

Hacemos esta entrevista desde Baja California. Si tuvieras que presentarte con la banda de por acá, ¿cómo lo harías? ¿Quién es Iván García, qué hace, a qué se dedica?

Les diría que soy un cantautor con casi 15 años de trabajo. Me identifico como un cantautor alternativo, en el sentido de que he ahondado en muchos estilos del lado de la música alternativa, abarcando desde el rock clásico hasta psychobilly, new-wave, post-punk. Tenemos tres discos con grabaciones que se han concentrado más en el folk, que es el género que más me gusta. Yo empecé haciendo rolas por Bob Dylan, ya después me entró lo más oscuro.

¿Cómo empezaste en el arte de hacer canciones?

Tenía una guitarra… y aprendí a tocar con cancioneros. A pesar de que estudié en el Conservatorio de Música de Puebla, cursé un año de guitarra, y nunca lo aprobé. Es una escuela muy ortodoxa, dirigido a entender la música académica, no hay nada de armonía moderna ni de composición. Estuve ahí, aprendí a solfear, y la guitarra la aprendí a tocar con los cancioneros que vendían en los puestos de periódicos. Entonces empecé a imitar armonías que veía eran constantes en las canciones populares, y les empecé a poner letra.

También me adentré en la canción de autor, con Luis Eduardo Aute o Serrat, pero nunca me encantó este lado de la trova, me caía muy gordo. Entonces conocí al cantautor Carlos Arellano, de aquí de Puebla, nos hicimos amigos por nuestro gusto común por Dylan, y empecé a experimentar más con este tipo de letras que hablaran más de la cotidianidad, de la calle, sin caer en lo urbano, que es más crónica. Más bien una cuestión intimista, inspirado por músicos como Tom Waits, Leonard Cohen.  

¿Cómo surgió la idea del álbum de X?

Es un disco que festeja los diez años de la banda, pero llegó pandemia y se retrasó su lanzamiento. La idea nació porque amigos, colegas, me decían “me hubiera gustado componer esta rola o grabar una versión”, y dije bueno para el festejo vamos a hacer eso: que cada quien se aviente su versión. Es una selección en su mayoría poblana, pero también hay otros amigos foráneos como Gerardo Peña, Lázaro Cristóbal, Paulo Piña y otros más.

Me parece fantástico que hayan reunido a diferentes intérpretes y bandas y que cada uno logré ponerle su sello característico a cada canción. ¿Tenías en mente eso?

Creo que este álbum habla de la versatilidad que tienen mis canciones. Hay composiciones que muchas suceden en mi cabeza, y a la hora de materializarlas, no suenan como uno cree. Por eso es muy importante esta onda de la producción, que igual como artistas independientes muchas veces carecemos de recursos para lograrlo, tenemos que ingeniárnosla. En el caso de X, hay canciones que son más parecidas a lo que tenía en mi mente que lo que salió en algún momento, y otras que le dieron completamente la vuelta a la canción. Esa es la belleza de la canción, que puede ir para muchos lados.

Me parece que todas las grabaciones en ese álbum lograron ponerle ese toque de inspiración para querer cantar las canciones, ¿desde que escribiste estas rolas tenías ese efecto en mente, o fue algo que se dio, digamos, por sí solo?

Es parte de mi sello, mis canciones tienen una estructura popular, muy pop. Hace poco toqué en Ciudad de México, y me fue a visitar un querido amigo, Perasalolmo (Andy Mountains), y me dice “tú no haces rolas, haces himnos”. Y no lo digo exaltándome, es algo que me han dicho mucho, porque la gente los hace suyos, y hago coros para cantarse, que hace que los conciertos sean tan lúdicos.

La melodía de 'Panteón' me parece genial, como que te adentra en esa sensación de melancolía desde los primeros segundos de la canción. La letra a su vez es increíble, tiene sus momentos de vida y muerte, ¿cómo y cuándo nace 'Panteón'?

Hasta hace unos años componía solo con resaca, me daba una lucidez maravillosa, entre botellas, hambriento, sediento, ceniceros llenos. Panteón nace de esas vivencias, habla de un estilo de vida hedonista y destructivo.

La muerte es algo muy presente en tus canciones, me imagino por tu coincidencia con autores de literatura y filosofía existencial, ¿qué es lo que más te llama la atención de este tema?


Son los tópicos más comunes de la literatura. Toda la vida me ha gustado leer, y nunca lo he hecho por lampareo, es un gusto que tengo, y en la literatura esos son los tópicos que más he encontrado, el amor, la muerte… los aspectos sociales, aunque ese lado siempre me ha fallado. Esto no quiere decir que no tenga una postura política, pero siempre he pensado que es complicadísimo escribir canciones sociales, muy complicado no caer en lo panfletario.

A pesar de no meterte mucho en lo social, tienes esta canción de “La Resistencia”…

Es una canción inédita, nunca la he grabado, sólo existe en X. Los compas de Rockercoatl, mitad tlaxcaltecas y mitad poblanos, tienen una banda de metal en náhuatl. El acordeonista toca conmigo y cuando escuchó esta canción me dijo, “oye, por qué no nos das esa rola…” y le dije va, claro, y quedó en este disco.

Tengo otra social que se llama “En algún lugar del cielo”, en el Sal Paraíso, dedicada a los desaparecidos. Pero sí me cuesta mucho, admiro a gente que lo hace maravillosamente, como León Chávez Teixeiro, o por ahí Israel Belafonte me parece que tiene rolas muy chingonas.

Hablemos de Ciudad Soledad, esta contradicción urbana, ¿para quién fue compuesta esta canción, para quién es esta invitación?

Para mí es un tema muy común hablar de mi ciudad, porque estoy muy enamorado de ella. Entonces es una frase que digo mucho, porque mis amigos se enamoran de su tranquilidad, su gastronomía, su clima, y siempre me dicen “me gustaría vivir en Puebla”… y les digo “ven a vivir en Puebla”, es un cliché mío, invitarlos.

Esta canción sale a media pandemia, salía a ver a una amiga, me iba en mi moto cruzando la ciudad y era maravilloso, espeluznante y poético, no había nadie en el centro… era hermoso, y se me ocurrió esa frase.

¿La frase “por el amor de mi parvada he terminado enjaulado” es ficción o no ficción?

Todos hemos tenido ese lado oscuro… pasaron varias veces por diferentes situaciones, es parte de lo emocionante que es vivir, de romper las reglas… Nunca me imagino haber sido una persona muy en el “statu quo”, siempre fui un tipo raro, como dice la rola, me he metido y me sigo metiendo en problemas, la vida contracultural.

¿Qué opinas del fenómeno contracultural en los tiempos posmodernos?

Es muy complejo, nos daría para un debate. Ahorita con todo este rollo del reguetón y los corridos tumbados, es complicado saber qué es la contracultura, porque si bien es cierto que estos géneros hablan de temas que eran tabú, como el sexo, la violencia, y que ellos los están sacando de donde estaban escondidos, también es verdad que es música de establishment.

Tú pasas por una construcción y los albañiles están oyendo a Peso Pluma, pero también los chavos fresas de Angelópolis lo escuchan, es la música que se oye en todos lados. Entonces no sé si eso sea contracultural, porque está establecido, está de moda, su nivel de masificación es devastador… pero en cuanto a temas puede que sí guiñen con lo contracultural. Es complicado, como te digo, un tema que hay que platicarlo con unos tragos.

¿Hubo un tema que fuera tu favorito de este álbum?

Hay varios, para mí todos tienen una aportación magnífica. Hay unos que me llegan ahorita de rápido, diría que Panteón la versión de Sinuhé García, me parece propositiva, porque habla de esa otra parte de la canción, porque la rola habla de los excesos del lado festivo, cuando en realidad también hay una cruda moral, que es como esa parte que versionó Sinuhé. La de Grito, en versión ska de Los Marginados, me parece sensacional, está chido porque están dando la canción a conocer. Obviamente todas las canciones me gustan, son mis hijos, pocas mamás dicen que sus hijos son feos; en mi caso igual, todas las veo hermosas. 


¿Por qué la frase “si un día pretendes escribir, entre lobos tendrás que vivir”, en la canción de Ajedrez?

Creo poco en los escritores de escritorio, creo más en los escritores vivenciales. Alguna vez pensaba en un cuento de Vargas Llosa, “Los Cachorros”, que habla sobre la onda de los rebeldes sin causa, los 50s, y nunca se la creí.

Creo que es importante eso, que las canciones tengan óxido, víscera, por lo menos hacerle como Solá, que se iba a las cantinas a escuchar de qué hablaba la gente. De eso trata ese verso, de que hay que vivir para escribir.

¿Qué viene para Iván García?

Estoy pasando por una situación de análisis… ya tengo escrito todo el próximo álbum, tengo ya los músicos… estoy en la parte de entender cómo lo vamos a producir, de qué manera le vamos a dar ese sonido que traigo en la cabeza. Es un disco complicado para estos nuevos estándares comerciales, pero me parece que, como te digo, siempre me ha gustado ser propositivo en este lado de hacer lo incorrecto: soy un necio y lo voy a publicar así como lo tengo en la cabeza.

Estoy en esa parte, donde ya estoy dando últimas pinceladas, de a diario lo toco, de a diario me gusta, es una lista muy larga donde tengo que hacer la selección. Espero que ahora que vea a todos mis carnales en el Festival Resistencia, puedan ayudarme a elegir y a resolver un poco esto que tengo en la cabeza. Creo que siempre, siempre hay que ayudarnos con los amigos, sobre todo gente con la que te sientes identificado musicalmente.

Dos cosas que te gusten y que no te gusten de Puebla

Me encanta el centro, arquitectónicamente es bellísimo, he andado en muchos centros borracho de noche, y ninguno tan maravilloso como el de Puebla. Otra cosa que me gusta son los tacos árabes, es mi comida favorita, es un taco delicioso y aparte es el papá de los tacos al pastor.  

No me gusta todavía este apego tan grande que tiene el poblano a la religión, son ultra católicos, son de derecha, conservadores. Otra es… esto del público poblano, es complicado, no es como el público de otras ciudades que se parten la madre por su escena contracultural, aquí está muy segmentado y aparte no son tan apasionados. Sí hay banda, hay público acérrimo, pero, por ejemplo, en Ciudad de México hay una pasión por la música de otro tenor. Aquí en Puebla la hay, pero no a esas magnitudes, somos más parcos, tibios…

Si Iván García fuera una película, ¿cuál crees que sería el género y de qué trataría la trama?

Me gusta mucho el terror, pero por lo cursi y romántico que soy, me gustaría ser una película de Jim Jarmusch, algo en blanco y negro, que tenga tragos, taxis, ciudad, y algo terrorífico por ahí, algo de novela negra.


Crónica: Más allá del agua se encuentra Durango




Por Iván Gutiérrez

Esta crónica musical tiene como hilo conductor la exploración de la ciudad de Durango, guiada por la curiosidad de saber si este lugar es, como canta Lázaro Cristóbal Comala, un destino triste donde los suicidios son una constante. En el camino el lector encontrará una entrevista con este compositor en el Bar Belmont, una cobertura narrativa de su concierto en el Teatro Victoria y un recorrido por otros rincones de la ciudad que son parte del universo lírico de Lázaro.


POR EL BOULEVARD FRANCISCO VILLA. “CUANDO ME VINE DE PUEBLA”

“De Durango salió Guadalupe Victoria, el primer presidente de México, y también Pancho Villa; ahora que andes por acá lo vas a ver por toda la ciudad”. Así el conductor del taxi colectivo que va del aeropuerto a la capital de Durango. Los alacranes, el mezcal, la infraestructura colonial y los suicidios son algunos de los distintivos más populares de este lado de la república, un estado con aires del viejo oeste que mezcla lo mejor (¿y lo peor?) del centro y el norte del país.

El motivo que nos trae hasta acá lleva por nombre Lázaro Cristóbal Comala, compositor que desmiente a Jaime López al cantar que No es cierto que nadie va a Durango. Quienes ya conocen a este músico duranguense saben que no requiere mucha introducción: sus letras son la total transparencia de su persona. Para quienes no lo conocen, les comento que se trata de un compositor de la estirpe de Johnny Cash, Bob Dylan, Nick Cave, Chavela Vargas y Tom Waits, asiduo lector de Bolaño, Pessoa, Borges y Castellanos.

En junio de 2022 Lázaro partió el año en dos cuando publicó su más reciente álbum “Belmont”, un disco doble de 20 canciones donde ha plasmado las emociones e historias que lo habitan en una desgarradora crónica musical sobre un momento fundamental de su vida. Ahora, tras cuatro años de no tocar en su ciudad natal (y afirmar que lo quieren más afuera que en su propia ciudad), está por presentar este disco en formato de banda completa en el Teatro Victoria, un lugar que se dice, es de los escenarios más importantes de Durango, sino el que más. Para documentarlo tenemos cámara y pluma listas.

Durango no es un estado que haga mucho ruido en el contexto nacional por atraer gran turismo. Al contrario, es más común escuchar a la gente preguntarse “¿Qué hay en Durango? ¿Dónde queda”. En el camino a este rancho me invaden algunas reflexiones al respecto, pues Lázaro ha construido toda una mitología personal de su estado a través personajes y espacios que menciona en sus canciones: la Catedral, el Casablanca Hotel, el Café Madrid, el Paseo del Viejo Oeste y, por supuesto, el Bar Belmont, por no decir que los contenidos visuales de sus obras —portadas, videoclips, live-sessions— también aportan a la creación de una visión lazaraina de la ciudad de Durango.

A partir de este campo semántico de tintes geográficos asoman algunas preguntas: ¿cuál es el aura y los detalles que distinguen a esta ciudad, y que forman parte de la inspiración de este compositor? ¿Qué tanto ha influido este lugar en la obra del autor? Y, sobre todo, ¿es este un estado tan triste, desolado y abandonado como afirma Lázaro en el subtexto de sus canciones, o será que más bien la angustia, melancolía y soledad habitan dentro del compositor?

Este viaje es emocionante no sólo por responder éstas y otras preguntas en entrevista directa con Lázaro Cristóbal, sino porque implica visitar el lugar donde se viven las historias que este músico nos comparte en sus canciones: uno se imagina que hay destinos y gente extraordinaria en este pueblo olvidado por Dios. Nosotros, claro, estamos listos para comprobarlo.



POR LA 20 DE NOVIEMBRE. “FAISANES”.

27 grados marca el termostato. “No se ha sentido el frío todavía, ha estado calientito”, dice el chofer. “Tacos de barbacoa, de asada, al pastor”, comenta ya entrada la plática de las recomendaciones culinarias.

Por la carretera que te lleva al centro de Durango se divisan parcelas amarillas que seguramente en primavera resplandecen de verdor. Al aproximarnos a la mancha urbana aparecen varias agencias automovilísticas, también muchos puestos de gorditas, y se siente una vibra que me recuerda a mi natal Ensenada, muy de esas ciudades que conservan ciertos gestos de pueblo, con sus plazas, sus walmart, hombres con sombreros en la terminal de autobuses, misceláneas y tiendas pequeñitas, hoteles viejos, canciones de José Alfredo Jiménez en la estación de La Lupe. El contraste me viene más bien de las colonias habitacionales hechas de calles angostas de un solo sentido. El cielo es sorprendente y las nubes parecen de pintura.

Caminando por las avenidas se siente el espíritu popular. La gente se ve sencilla. En el Mercado Gómez Palacios hay lo que uno busca en todo tianguis: alacranes dentro de botellas de mezcal, llaveros de objetos referentes a Durango y comedores mexicanos de precios accesibles. Me detengo en el “Comedor La Popis y los Iguales” (iguales son los hijos de La Popis) y pido un Caldo de Pollo, que sirven muy bien reportado con guarnición de arroz y abundantes tortillas de maíz: el platillo es increíble, sin mucha grasa, pero sí mucho sabor.

De vuelta a las calles sigo observando cada rincón de la ciudad. El aspecto de los edificios es totalmente colonial. Las tiendas de curious, librerías, taquerías y demás están integradas a los edificios de otra época, como en muchas ciudades del centro de México. Por la cantidad de rosticerías diría que también les fascinan los pollos. La palabra “fascinar” me recuerda a “Faisán”, que en plural es una canción del Belmont que retoma la melodía y un sample de Monomanía, tema grandioso de Nacho Vegas.

La tecnología hace lo suyo y esta canción empieza a reproducirse al retomar la calle 20 de noviembre, una de las principales de la ciudad. El match es perfecto, no solo por las escenas que nos canta Lázaro y que pueden imaginarse manifestándose en estas calles (“salimos del Juan, y fuimos al Belmont”), sino porque la misma melodía conecta bien con el bullicio urbano del centro. Los siguientes temas tendrán el mismo efecto de sincronía.

Avanzadas unas cuadras con los temas belmontianos de Manhattan, Cioran, Cristóbal y Líbano, llega la potencia acústica de Te Dije Cilantro, a mi parecer uno de los mejores temas de todo el álbum, mismo que empieza mientras atravieso el parque frente a Catedral (aquí debió nacer el verso de “y este blunt que armaste frente a catedral”), y en medio de los adornos navideños y las familias tomándose fotos empiezo a entender (o a creer entender) el rechazo de Lázaro a Dios y la iglesia, pues como la mayoría de los estados en el centro de la república, se respira un aire muy... como decirlo... muy “guadalupano”, muy de los santos, muy de que las culturas alternativas no son tan bien recibidas por estas bellas familias católicas.

Pienso esto porque en el breve trayecto que llevo a pie se han presentado ya un aproximado de cinco iglesias gigantescas y muy bien iluminadas, concordando con lo que había encontrado en internet, sobre que Durango llega a ser un estado muy atractivo para el turismo religioso. Horas más tarde, al encontrarme con Lázaro en el Belmont para nuestra entrevista, comprenderé que este rechazo de “lo cristiano” posee un origen más bien familiar que citadino.


POR LAS PUERTAS DEL CASABLANCA HOTEL. “QUIÉN TE HA MANDADO A INTENTAR SER FELIZ”.

Unas cuadras más enfrente de Catedral se presenta el Casablanca Hotel, que se mira viejo, gastado, pero que transmite esa sensación de tener mucha historia detrás. De diseño Art déco (un diseño que prendió mucho en Durango por allá de los 50), fundado por Don Eugenio Durán Vázquez, estas habitaciones alojaron en su momento a Lázaro Cristóbal para la producción de su EP en vivo “Cinco años con sed”.

Dentro del lugar, a unos pasos de la puerta, hay una foto del hotel tomada en 1945; el edificio luce casi igual, solo la pintura ha perdido algo de brillo. En otra pared hay retratos de artistas que se han hospedado en el Casablanca: Aleks Syntek, Gonzalo Vega, Damián Alcázar, Alfonso Arau (“para el Hotel Casablanca, tan bueno como la película”). Al fondo se oyen canciones navideñas tipo Sinatra.

Leyendo un periódico de 2001 colgado en la pared del hotel descubro que aquí fue donde se inventó el “Caldillo Duranguense” —uno de los platillos típicos de Durango—, por la cocinera María Ríos, además de ser el primer lugar de primera categoría que tuvo el estado, después del desaparecido Hotel Richeliu.

Estoy a punto de irme del hotel cuando la música de fondo se para y un detalle que me había pasado desapercibido se manifiesta: un señor de unos 60 años se ha sentado en un piano al lado de las escaleras y empieza a tocar una armonía por la que va improvisando, hasta llegar a la melodía de Blanca Navidad, misma que interpreta con maestría y mucho sentimiento. Lleva guardados un par de lentes oscuros en uno de los bolsillos de su camiseta y una cajetilla de cigarros Pall Mall azules en el otro. Cuando me acerco a tomarle una foto voltea y sonríe, después regresa a tocar con total atención las teclas de su piano, mismo que lleva tres años haciendo suyo. “Antes del Señor Chavita estuvo el Señor Rocha, quien tocó durante 30 años esas teclas, hasta que falleció”, me comparte la recepcionista. Pienso que en realidad así pasa con todos los instrumentos: van pasando de mano en mano, de corazón en corazón, viajando entre las almas del mundo, tal como lo hacen las canciones.

El Señor Chavita empieza a tocar “Quizás, quizás, quizás”, mientras sigo leyendo la entrevista del periódico hecha a Panchito Durán Alba, nieto del fundador, quien comenta que el Hotel Casablanca también fue la sede de muchas noches bohemias. Empieza una versión melancólica de “Cuando calienta el sol” y decido que es momento de partir; ya mero toca encontrarse con Lázaro en el Belmont.



POR EL BAR BELMONT. “CIORAN”

“Esta tristeza camina y va a un bar...”, canta Lázaro en Cioran. Lo imagino caminando justo como hago en este momento por las calles de Durango, envuelto por una bruma espesa que hay dentro de su cabeza. Al llegar al Belmont, Lázaro está sentado con su soledad en una mesa junto a la pared. Lleva unas ojeras enormes y bebe una cerveza junto con su mezcal. Va todo de negro: camiseta, chamarra, pantalón y botas negras empolvadas.

“Me la paso drogado todo el día… en cierto punto de embriaguez… es la única forma de soportar todo esto”, compartirá más adelante ya con la entrevista en marcha.

Aquí también habita un Chavita, se trata del músico invidente que ha salido en varias de las canciones y videos de Cristóbal. Para la ocasión toca una canción de los Cadetes de Linares. El Belmont tiene ese aire nostálgico y bohemio que uno siempre busca en las cantinas: hay fotos de personajes viejos en las paredes, una barra donde borrachos comparten historias, y claro, muchas botellas de licor.

Me siento con Lázaro y pido un mezcal. Empezamos a conversar sobre Roberto Bolaño, de su reciente presentación en Xalapa en el Serendipia Fest (donde también estuvieron bandas como Diles que no me maten), y de cierto documental biográfico que actualmente Carlos Sosa está preparando sobre su vida. Tras unos minutos de hablar de esto y aquello empezamos una entrevista que se prolongará por una hora y media. Pueden leerla completa aquí, de momento les comparto un fragmento:

—¿Qué es para ti Dios?

—No sé… la mayor parte de mi vida como cristiano creí que era real, pero desde hace una década pienso que no existe: nada, cero. Como dice Nick Cave, “no creo en un Dios intervencionista”. Lo que pasa con Dios es que, si no es intervencionista, no es nada, porque, ¿de qué sirve un Dios que no interviene? Digamos que sí existe, pero no interviene, ¿entonces para qué existe? Creo que Dios es una consolación: al final te da cáncer y sabes que te vas a morir, y acudes a él. Por eso mi Dios es el de Líbano, no es “el Dios”, sino el Dios de mis padres, con el que te educan.

—¿Qué piensas del suicidio?

—Es parte de… desde Canciones del Ancla lo traigo… lo he intentado algunas veces. Pero ahora tengo un hijo, si no lo tuviera seguramente ya no estaría vivo. Pero ahora no puedo. Admiro a la gente que se suicida con hijos; yo no puedo, no lo puedo dejar, aunque también he pensado que ahora es cuando, ya que mi hijo no tiene conciencia… quizás tendría alguna especie de memoria de su padre, pero… no, no puedo, ya lo hubiera hecho pero con mi hijo no, porque no soy irresponsable.

—¿Cómo y cuándo descubriste el Bar Belmont?

—No tiene mucho, yo creo que fue en el 2017 o 2018, por mi hermano Toño, él venía al Belmont, no mucho, pero me empezó a invitar y me gustó. Es un ambiente muy tranquilo. No me gusta venir de noche, porque hay mucho ruido, mucho relajo, mucho borracho, a mí me gusta más ir por la mañana o la tarde, más calmado. Es muy distinto el Belmont de la mañana y el de la noche. Yo siento que la gente que llega al Belmont a esas horas lo hace para tristear, no tanto a convivir ni a divertirse. No hay diversión a esas horas, es gente solitaria, mucho señor solo, mucho wey bronqueado: se les ve en los ojos, que están lidiando con algo.

—¿Por qué decidiste ponerle así al álbum?

—Lo que pasa es que en el Belmont se vive mucha camaradería, empatizas mucho con la gente que va. Pareciera que viene más que nada gente solitaria,viene va más gente sola que acompañada. Muchos llegan solos y se quedan bebiendo solos, otros llegan solos y ahí se encuentran. Ponle que el 80% de los que van se conocen, pero no es como que queden para verse, solo se encuentran. Y muchos de ellos son personas muy solitarias, entonces creo que por eso empatizas: se vuelve una especie de complicidad. En el Belmont me siento en casa.

—¿Dirías que Durango es un estado triste?

—Sí, total, porque es un estado… que se siente separado, todos nos sentimos así, como aislados, y eso lleva a la depresión, y a su naturalidad con el suicidio. Durango es un estado triste.

—En varias de tus canciones de Belmont se asoma una visión medio nihilista de la vida… incluso tienes una canción titulada Cioran…

—Sí, es necesario hablarlo. Durango es de los estados donde más suicidios hay en todo el país, es enfermizo la cantidad de personas que se suicidan aquí, es un tabú… y es dolorosísimo. Y una de las cosas más tristes que se me hacen es que… una vez, en el trabajo que tenía, una de las chambas era revisar notas del periódico, y en una ocasión uno de mis compañeros que era diseñador, que casi nunca se expresaba para nada, me dijo sobre una nota, “lo que tiene que pasar por la cabeza y la vida un niño de 10 años para tomar la decisión de suicidarse…”.

El hecho de yo escribir sobre clase de temas… no es ni siquiera por una cuestión pasajera, sino que es un tema del estado, como hay músicos o compositores de Colombia que hablan sobre lo que pasa en sus entidades con el narco… o una persona como Nacho Vegas que escribe sobre el contexto en el que vive, en su caso sobre cómo expulsan a la gente de sus casas.

Entonces ya el pedo de No me da la gana ser feliz, no viene tanto de una cuestión punk o una persona depresiva, tiene más que ver con el entorno, y el mío es el suicidio. No tiene nada que ver conmigo, sino el estado en el que vive el estado. Y ya no estamos hablando solo de adolescencia o juventud, sino que llega un punto tan mierda en el que estamos hablando de infancia.

Este tema de No me da la gana ser feliz era una burla al lema de cierto alcalde, que decía “Durango te quiero feliz”, siendo que es de los estados con más suicidios. Entonces esta canción ya no es un tema emo, es un tema social. Una de las razones por la que más me deprimí hace años fue cuando saqué Niños tristes de Durango, que salió cuando un amigo se suicidó: se quitó la vida, se hizo parte de la estadística.

[...]


—Estás por dar un concierto en la ciudad que te ha visto crecer. Sin embargo, en Belmont, tu último álbum, dices que “te quieren más afuera que en tu propia ciudad”, ¿sigues pensando eso?

—Bueno, es el primer concierto que doy en Durango tras casi cuatro años. El último que di acá fue también en el Teatro Victoria, cuando presenté al álbum de Samuel, en marzo de 2019. Este concierto es muy importante para mí, además del tiempo, porque siempre es más difícil jalar gente en tu propia ciudad, al menos así ha sido para mí. Lo que pasa es que a mí me tocó… un tiempo muy difícil para empezar, no por falta de espacios, sino por ataques que tuve hacia mi persona.

Lázaro salió en un tiempo en que todo era punk y todo mundo escribía en inglés: toda la escena andaba en modo anglosajón. Y pues de repente un wey empieza a hacer canciones con guitarra y cantar en español… yo era el extraño, el raro. Además de eso era un tiempo en el que había mucha competencia, mucha mala vibra, y tocaba un género que no le gustaba a las bandas; a la gente le empezó a gustar, pero a las bandas no… entonces llegó un momento en el que llegué a recibir amenazas de muerte; de hecho la canción de Préndanle fuego viene de eso.

—¿En qué sentido?

A mitad del paseo Constitución (una calle peatonal) hay una placa que le dedicaron a un payaso de camiones, muy popular en la ciudad. Se llamaba Bogar, se subía a los camiones y contaba chistes. Se volvió noticia porque se metía sus drogas, y en una madrugada tuvo un pedo con uno de sus amigos, creo por pedos de droga, entonces le arrojó gasolina y le prendió fuego (ambos eran escupe-fuegos).

Entonces, en una de esas que los músicos de bandas locales me andaban tirando mierda en una publicación de Facebook, alguien comentó “deberían prenderle fuego, como a Bogar”; por el estado emocional y mental en el que yo estaba, me afectó mucho que me dijeran eso, y me llevó a querer cerrar mis redes y dejar ya todo el proyecto musical. Por suerte, en ese momento el manager de Nacho Vegas me contactó, dijo que había escuchado mis canciones y que quería que le abriera un concierto en Guadalajara. Y eso me salvó. Entonces Préndanle fuego viene de eso, de que no me querían en la escena musical de Durango, no tanto de la gente.

Todos los inicios de Lázaro fueron eso: mucha crítica, mucha mierda, y una persona como yo, sensible a ese pedo, pues te llega más. Siempre me he sentido como un exiliado, soy una persona a la que le cuesta mucho tocar aquí, porque de estar, estoy: aquí vivo y trabajo. Siento que este concierto va a ser para sanar. Lo que pasa es que cuando uno lidia con estas depresiones, angustias y ansiedades, es el estado natural el enfocarse en todo lo malo. El mejor ejemplo es que si hay diez personas, y ocho te quieren, pero dos te tiran mierda, tú te enfocas en esas dos, en lugar de escuchar a las que te quieren.

Y ese ha sido mi error en todos estos años en Durango, que siempre me he enfocado en esos que me tiran mierda, en vez de los que me quieren y les gusta mi música. Es una lucha con tu mente, porque tu mente se enfoca siempre en lo malo. No significa que nadie me quiera o me sienta perseguido, sino que es mi cabeza. Pero ahora, después de cuatro años de no tocar aquí, va a estar precioso, porque el Teatro Victoria es increíble, o sea, no es un bar donde la gente anda cotorreando, sino que ahí van al silencio y a escucharte. Va a estar muy chingón.




POR EL TEATRO VICTORIA. “TE DIJE CILANTRO”

8:05 pm del jueves 8 de diciembre. Llego al teatro justo a la hora precisa. Como dijo Lázaro, el Teatro Victoria es sorprendente desde su entrada. Tiene esa arquitectura que dota a todo lo que ocurre en su interior con un aura de gloria y elegancia, muy adhoc al concierto de hoy. En ambos lados del escenario hay columnas dóricas gigantes y los barandales y butacas te transportan a la época de mediados de siglo.

Accedo al backstage justo cuando los músicos van entrando al escenario acompañados por el equipo que está grabando el documental de Lázaro. Tomo un vaso de whisky que dejaron por ahí y me lo bebo de un trago mientras preparo mi cámara. La banda se abraza al centro del lugar, se dicen lo que se tienen que decir, se van a sus puestos y se abren las cortinas para que empiece la función.

Lázaro nos sorprende iniciando con Cuando te canses de mí, una obra maestra de Nacho Vegas, ídolo de ídolos para quienes amamos las tormentas musicales (del vínculo de Lázaro con este compositor español también hablamos en la entrevista en el Belmont). La versión de Lázaro es precisa y preciosa. Al lado de sí tiene tres vasos de whisky, combustible para hígado y garganta.

Al concluir el primer tema, Lázaro deja guitarra de lado y de inmediato arranca la experiencia Gin con full band, con ese sonido shoegaze y el coro poderoso que es inevitable no cantar. “¡Gracias por lo dado, por el gallo, el gin y este error de vivir sin ti!”. Termina y viene un “Gracias a todos por estar aquí, les voy a cantar unas canciones y pues nada, un abrazo”, dice Lázaro antes de arrancar el swing de Cuando te hagan mierda. El sonido del full band es impresionante, dotan a Lázaro de un fondo increíble que llevan su música a otro nivel. Si a eso le agregamos las notas altas inesperadas de Lázaro en ciertas partes de la canción tenemos como resultado una experiencia folk-rock fantástica.

Cristóbal nos dice entonces que admira mucho a las personas que hacen canciones con buenas letras, pues logran plasmar lo que la gente siente de una manera extraordinaria, y arranca La inundación de 1905, tema que cita a los grandes de la canción: desde Sixto Rodríguez a Nick Cave, pasando por Tom Waits, Roberto Carlos, Bob Dylan, Palito Ortega, Jorge Drexler y demás.

A esta canción le sigue un solo magnífico del guitarrista “Güero”, primo de Daniel, y de ahí arrancan Todas las aguas, una dedicatoria a esa felicidad contradictoria que puede representar un amor terrible. Los gritos que hace la tecladista Gabi Garza en la parte del coro me hacen vibrar con intensidad.

“Vamos con una canción que nunca hemos tocado en Durango… me da miedo jaja, ahí les va, esto es Manhattan”, y empieza una dedicatoria furiosa hacia una ciudad que se ama y se odia: “estoy hecho, de todo lo que mi padre no pudo lograr, de todo lo que mi madre nos juró que estuvo mal, estoy hecho… de cristianos pendejos”.

Concluye el trago clásico sonorizado y Lázaro pasa a formato acústico. Como si estuviera aferrado a sorprendernos una y otra vez esta noche, el músico empieza a cantar un tema que mi generación entera conoce desde su infancia: “Por galaxias navegar, más allá del sol / En barco de plata, el sueño terminó / Y por fin ya comprendí / Quien soy y lo que hago aquí…”.



El homenaje tremendo a este tema de Toy Story hace entonces una transición que parece creada por Pixar, aterrizando en Te Dije Cilantro, con ese primer acorde que ya es tan clásico como la intro de Cuando te canses de mí. Se abre el paso a ese ritmo de vals con el que te dan ganas de llorar mientras Lázaro grita “este año me voy a matar”, haciendo un pequeño ajuste de lírica para sentir todo el dolor y dejar que caiga una o varias lágrimas, porque para eso es la música de Lázaro Cristóbal.

Acaba y se escucha el arpegio de Estar sobrio. Avanzados unos segundos Lázaro detiene la armonía y con una sonrisa (la primera que le he visto por estos días) dice “por aquí está mi mamá”, y retoma el tema con esa lírica donde canta sobre cómo “su psiquiatra engulle su quincena” y como éste cree vanamente que de aquí a abril le darán ganas de ser feliz, y bang, corta la rola de forma inesperada en un acorde y se va con el ritmo folk de No me da la ganas ser feliz, una canción inspirada en la cantidad terrible de suicidios que ocurren en Durango.

Me salgo del backstage y me lanzo a las escaleras para tomar fotos desde un ángulo superior justo cuando empieza La Sed (Nos volvimos laberintos), un himno para muchos seguidores del músico duranguense. Lázaro le imprime fuego a su interpretación y desde el público muchos nos subimos a la ola y empezamos a desgarrar la garganta en el coro que dice “y en mi vida esto ha ocurrido, nos volvimos laberintos. Porque te tengo, pero yo no a mí”. Lázaro se nota en trance, le dan algunos espasmos a ratos, como si la emoción quisiera sobrepasarlo, pero la amarra, la domina; es justo lo que, en palabras de un amigo de Mexicali, este poeta maldito ha logrado en su nuevo álbum: domar y llevar a su máxima expresión las emociones de angustia y desdicha.

Minutos después, al interpretar Reynaldo Arenas, Lázaro se desgarra al gritar la parte final del tema: “Pienso lo mismo en ti, que en araaaaaar”. Al concluir el músico nos comenta: “Esta canción que sigue también viene en el nuevo álbum”, y empiezan los arpegios de Cuanto abismo nos ha unido, un relato huracanado cuyos versos son para fumarse un cigarro: “Hace 100 gin tonics que no estás / haces bien en cogerte a alguien más / fue un ciclón y varios ciclos de terror / fue el mezcal que lo jodió para variar”.

Le sigue ese canto country sobre la historia de un hombre llamado Sue, un homenaje a Johnny Cash, mismo que cuenta la historia de un sujeto al que su padre lo bautizó como Sue. El público se sabe la letra completa y cuando llega el momento del encuentro del padre con el hijo dicen a coro “¡Yo soy Sue, buenas tardes, vengo a matarte!”, y letra por letra van acompañando a Lázaro en este relato cómico.

“Me siento muy contento de estar aquí... No iba a tocar ésta, pero como aquí está mi mamá, ahí les va… no sé bien dónde está porque no veo nada, pero sé que ahí anda”, dice el duranguense para introducir el folk de Martha Huracán, una rola compuesta para su jefita. Se prenden las luces del lugar como para que Lázaro busque a su jefa, pero momentos después éste deja de tocar y dice “¿para qué las prendieron?”; la raza se ríe, da unas palabras de agradecimiento y retoma.

Llegada la segunda mitad de la canción mete un fragmento de Quiero que sepas, de los Cardenales de Nuevo León: “Quiero que sepas que yo reconozco que tuve la culpa al perder tus amores, quiero también escuchar de tus labios que si no hay cariño que no haya rencores” y de ahí se avienta sobre el último coro en el que parece que va a romperse, se encierra sobre su guitarra y saca lo mejor de sí. Aparece un estruendoso aplauso del público y empieza una versión lenta de Silo y Pararrayos, que de nuevo es acompañada por el público: “esto es igual que sufrir para después cantar”. Se siente un ambiente muy chido, como que los que estamos aquí sabemos a lo que venimos: a escuchar y cantar estas historias nihilistas, suicidas, existenciales y reales.

“Esta canción no es mía… me hubiera gustado escribirla, pero bueno ahí les va”, nos cuenta Lázaro antes de empezar a tocar Estertor, una composición increíble de Iván García, un lamento del vacío que se queda cuando llega el abandono: “Dejaste lo nuestro por la paz y a mí atrincherado en un rincón. Dejaste un libro a la mitad y a la mitad el cadáver de una flor”.

Lázaro concluye el cover conectándolo con The Ballad of Bono Coronado, otro himno lazariano, una oda a esas ganas de desaparecer cuando los ansiolíticos no bastan y los domingos duran demasiado y apenas el licor ayuda un poco a paliar el dolor; eso y unas rolas del Lázaro, para ir acompañado la soledad. Previo al coro el músico sube la intensidad con que golpea su guitarra, como dando unos últimos latidos desde su corazón deshecho y de ahí todos a cantar lo que ya es un coro emblemático del músico: “¿Quién decide el derrumbe? ¿Quién decide quien puede dormir y quien no? Un domingo aburrido que huele a suicidio / Una oportunidad para no ser tú mismo”.


Recuerdo entonces lo que dijo una amiga que conocí anoche, sobre cómo tuvo depresión durante varios años y cada día pensaba en quitarse la vida. Luego de llevar tratamiento logró salir de ahí, y desde entonces ha procurado no volver.

Músicos entran de nuevo a escena y toman instrumentos. “Esta canción se la compuse a un wey que quiero mucho. Me hubiera gustado que estuviera aquí, pero de seguro andaría corriendo, gritando y eso; ahí les va”, comenta Lázaro para darle fuego al tema de Cristóbal, escrito para su hijo. “Meteorito, tu padre no sabe bailar, es un niño que solo va a trabajar, es muy frío vivir en un Durango sin Dios”.

Tras un par de risas tímidas el duranguense dice “Esta canción que sigue se la compuse a la bandita de Durango”, a lo que la raza responde con aplausos, pero luego agrega “no, pero en mal plan jajaja”, y arranca el estruendo de Préndanle Fuego: “Me quieren más afuera / que en mi propia ciudad”.

Lo peor de mí, otro tema clásico que el compositor grabó con el músico michoacano Walter Esaú, empieza a tronar con la banda acompañando y se disfruta a lo grande cantar ese primer y último verso: “Cuando al fin todo esto acabe, y te dé por hablar mal de mí…”.

“A ver si me sale ésta”, comparte Daniel antes de empezar a cantar en acústico el clásico de Elvis Presley Can't Help Falling in Love, y de ahí a darle con todo al rocanrol de Faisanes (tributo a Monomanía de Nacho Vegas), lo que me lleva a pensar lo grandioso de que para este concierto Lázaro haya integrado composiciones de tantos de sus autores predilectos. Casi como si leyera mi pensamiento, Lázaro concluye Faisanes tocando en acústico el principio de Monomanía: “necesito andar... en movimiento...”.

El show está por concluir, pero no sin antes disfrutar de Mira si no es un buen día para naufragar, ese tema en dueto con Pablo Perro que me trae a la mente imágenes de un videoclip de un par de amantes sangrantes entre los árboles. El coro revienta con todo: ¡Y aaaaaahoraaa, siento que estoy a deshoras, y aaaaaahoraaaa, vivo para naufragar!".

“¡Gracias a todos por venir!”, cierra Lázaro mientras los músicos se retiran y va de nuevo solo contra el mundo a cantarnos un último Adiós, que abras más ventanas. Mientras ocurre esto pienso en Lázaro tomándose un mezcal en la mesa del Belmont, en el tramo que nos aventamos caminando por la noche fría a tomar el taxi en la 20 de noviembre, en los terribles momentos de mi vida en que esta voz ha estado a mi lado, en Daniel sentado en la barra del Club Verde bebiéndose una cheve para calmar la ansiedad (“y si aún sigo en pie / es porque abrigo un poder no mío, me hice un laberinto y una sed / que nunca sacié...”), en las risas con los compas en El Pirata Bar, en un cigarro a medianoche acompañando el parpadeo de las luces de la ciudad, en un abrazo y otro y otro más y en la gente que llega y la gente que se va y en que al final la vida es esto: una canción de despedida, una voz rota que nos comparte un último canto.

Lázaro se despide, pero la gente clama por otra. Detrás del escenario Lázaro dice a sus compas “sí pero es que no sé cuál”, le da un trago a su whisky y en el camino encuentra la respuesta: “esta canción se la compuse a un hermano”, dice Lázaro antes de iniciar He visto demasiadas casas vacías en mi vida, el canto más limpio de Belmont, también uno de los más crudos, o mejor dicho, la voz de un alma que “nunca de los nuncas fue feliz”.



POR EL PASEO CONSTITUCIÓN Y EL CAFÉ MADRID. “NO ME DA LA GANA SER FELIZ”.

El centro de Durango es increíble. En sus museos hay pinturas de creadoras jóvenes con gran dominio conceptual y técnico; en sus calles encuentras librerías con joyitas a precios increíbles; en sus esquinas ves mujeres saxofonistas tocando improvisaciones. Pasan tantas cosas en lugares como éste los viernes por la tarde: una banda de música sube a un autobús hacia Zacatecas mientras un chico de 11 años le dice a su amigo “7 datos curiosos sobre Zacatecas: aquí matan gente”; un hombre que vende elotes pide un encendedor y luego le regala un vaso a quien se lo prestó; un guitarrista trata de parar un taxi para llevar una bocina a quien sabe dónde; un par de señores viejos platican en una banca sobre alguien que les hace falta; un señor repleto de collares y Tonayán lanza profecías; chicas con tatuajes en las piernas secretan algo al pasar frente a Catedral. ¡Es la vida manifestándose en su perpetuo caos!

Como bien me comentaron algunos de los nuevos amigos, el Café Madrid es un lugar muy curioso por el hecho de que no venden café, sino cerveza. El lugar tiene pinturas muy chidas en sus muros, un escenario bastante alto, rayones punks y un letrero parpadeante de Tecate. En el escenario un músico solista empieza a tocar temas clásicos de Los Beatles, The Who y de repente aparece The Man Who Sold The World en una versión impresionante por el parentesco de la voz que renace la canción del músico británico.

Pienso entonces en cómo Lázaro seguramente ha encontrado mucha inspiración en este bar, que ubicado en el centro del Paseo Constitución (una calle peatonal llena de vida y movimiento), permite sentir el pulso del centro de Durango. O quizás todo eso le viene en madres y solo le gusta venir a echarse un trago en soledad y pensar sus cosas: el suicidio, la muerte, su hijo, la música, la angustia, la nada.

Mientras bebo mi Corona y escucho al intérprete en el escenario vuelvo a las reflexiones con las que inicié este viaje. Tras varios días de navegar por esta ciudad, de conocer a algunos de sus actores culturales, rincones gastronómicos, músicos, museos y demás, me voy con la impresión de que Durango es una ciudad tranquila, plana, en apariencia sencilla, pero en el fondo compleja, que contiene esa contradicción de ser un lugar donde a la vez se puede tener mucho movimiento y mucha calma. Su ubicación geográfica lo hace a la par una ciudad “asilada” pero también un estado interseccional, con varias entidades de la república alrededor; punto para Lázaro cuando dice “No es cierto que una ciudad se ha alejado de otra tanto…”.

La realidad es que mi experiencia como foráneo-turista hasta ahora, si bien efímera, ha sido muy grata. Siento como si se tratase de una ciudad que te recibe con los brazos abiertos, donde puedes caminar a las dos de la mañana por las calles del centro borrachísimo sin ningún problema, comer rico en cada esquina, echarte un par de mezcales a precios increíbles y escuchar bandas independientes en varios bares locales. Cotorreando con la gente he escuchado todo tipo de historias; una que se me viene a la mente es la que me comentó Samuel Herrera anoche, sobre los rancheros haciendo disparos al aire en las quinceañeras y bautizos.

En la entidad parece haber una creciente escena musical, festivales de cine y pueblitos en los alrededores para visitar (por ejemplo, Nombre de Dios). Y bueno, también se dice por ahí que el crecimiento de la ciudad proviene del financiamiento del narco, que hay mucha raza loca que le pega al crico, que la cultura buchona está cada vez más presente, que el gobierno no apoya como debería a la cultura y al arte, que esto y aquello.

Como muchas ciudades con décadas detrás, Durango tiene la nostálgica integrada en varios lugares comunes como taxis, restaurantes, cantinas, parques y edificios viejos. También es verdad que es uno de los estados con mayor índice de suicidios. Tan solo en 2022 fueron más de 140, lo que equivaldría a por lo menos 10 suicidios por mes, la mayoría de jóvenes entre los 18 y 29 años. Según Lázaro, esto tiene que ver con una grave crisis de salud mental entre las juventudes, que desde temprana edad caen en vicios como el cristal.

Otros datos que rondan por el dicho popular es que el aislamiento no permite que entren tan fácilmente nuevas corrientes ideológicas, identidades y formas de ser, lo que mantiene una fuerte presencia de costumbres y estructuras conservadoras-tradicionales (por no decir cultos religiosos) que facilitan los abusos y represiones de todo tipo, abonando con ella a la crisis que atraviesan las juventudes. En fin, puede que las razones de tanto suicidio no las tengamos del todo claras, pero lo dicho por Lázaro en nuestra entrevista se sostiene: el entorno duranguense tiene a los suicidios como parte del ecosistema diario.

Traigo de vuelta las reflexiones con las que empecé esta crónica. ¿Qué tanto ha influido este lugar en la obra del autor? ¿Es este un estado tan triste, desolado y abandonado como Lázaro manifiesta, o más bien la angustia, melancolía y soledad habitan dentro del compositor? La verdad es que me voy con más dudas que respuestas, pero igual me atrevo a dejar por escrito algunas ideas.

Lo que sí podemos notar es que Durango tiene varios aspectos que fácilmente le pueden dar la categoría de ser un estado triste, una entidad donde se llegan a manifestar con gran profundidad los estados depresivos que llevan al suicidio. Sin embargo, también pienso que los sentimientos de soledad, aislamiento, melancolía, vacío y angustia existencial, tan presentes en la música de Lázaro, van más allá de este lugar, y son más bien el resultado de la propia biografía del autor, sumado a un modus existencial que los compositores de folk desarrollan tras mirar tan frecuentemente en el abismo.

La influencia recíproca entre Lázaro y Durango es clara, es un escenario de aires western que los vinculan de inmediato con autores como Johnny Cash, un lugar donde el suicidio está igual de presente en las noticias diarias como en la vida del compositor.

Sin embargo, pienso que Lázaro pudo haber nacido en algún otro rincón de México y seguiría manteniendo la esencia melancólica de su música: de una u otra manera habría encontrado su Belmont, ese destino donde las soledades se reúnen para beber y matar el tiempo. O quizás no, quizás, de haber nacido en Mérida o en Los Cabos, el autor nunca se habría enfrentado por tanto tiempo al abismo, y ahora no tendríamos tan buenas canciones para hacernos compañía en el día a día.

A Daniel Azdar, conocido como Lázaro Cristóbal Comala, le tocó nacer y forjarse aquí, en el triste estado de Durango. Ahora, queriéndolo o no, su música es una excusa perfecta para que los foráneos visitemos su ciudad que, al menos vista desde fuera, nos ha resultado un lugar no tan triste, sino lleno de vida, movimiento, fraternidad. Entiendo que “el pedo no es quien viene, sino quienes vamos”, pero bueno, mi estimado Lázaro, por aquí andamos dando un último trago de mezcal en tu rancho, para confirmar que No es cierto que nadie va a Durango.


PD: si usted quiere descubrir de primera mano cómo es este estado mexicano y formar su opinión al respecto, dese una vuelta cuando pueda por este bello destino mexicano; si no sabe por dónde empezar, pues empiece escuchando a Lázaro Cristobal.

PD2: Un agradecimiento especial a César Reséndiz, sin él este trabajo no habría sido posible. Gracias por darnos la oportunidad de hacer periodismo musical de calidad.
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