“Esta canción la compuse en el campo, en una época en la que estaba harto de estar en mí mismo, en mi cabeza llena de ansiedad y pensamientos intrusivos que no me dejaban en paz. Recuerdo que salí de la ciudad con la intención de despejarme y reconectar con las montañas, el viento, la naturaleza, que siempre son una fuente de paz, y así nació la canción”, nos comparte Gregorio.
Ay Gregorio! lanza “Out Of My Head, un sencillo para escaparse de uno mismo
La importancia de llamarse Ozzy
Nicolás Salvatierra | Tripulación Sputnik
En el panteón del rock, hay nombres que se pronuncian con respeto reverencial. Luego está Ozzy Osbourne, cuyo nombre no se dice: se grita. Más que un cantante, es una figura mitológica, el tipo de artista que aparece una vez por generación y que termina moldeando a todas las que vienen después.
Nacido en Birmingham, Inglaterra, Ozzy emergió como la voz icónica de Black Sabbath, banda fundacional del heavy metal. Lo que hicieron en los años 70 no fue simplemente música pesada: fue la invención de un lenguaje nuevo. Los riffs ominosos de Tony Iommi, la batería ritual de Bill Ward, el bajo hipnótico de Geezer Butler… y la voz de Ozzy como invocación profana. Sin Sabbath, bandas como Metallica, Slayer, Iron Maiden o incluso Nirvana no existirían tal como las conocemos.
“Black Sabbath lo empezó todo. Ozzy fue nuestra puerta de entrada al infierno… y al metal.”
— James Hetfield, Metallica
Ozzy: El solista visionario
Tras su expulsión de Sabbath en 1979, Ozzy fue dado por muerto (musicalmente). Pero lo que hizo fue resucitar con aún más poder. Su primer disco solista, Blizzard of Ozz (1980), fue un golpe en la mesa: brillante, oscuro, técnico. Con la incorporación del joven guitarrista Randy Rhoads, Ozzy mezcló el metal con arreglos neoclásicos, dotando a sus canciones de una sofisticación inesperada. Canciones como "Mr. Crowley" y "Crazy Train" se convirtieron en himnos de una nueva era.
“Ozzy me enseñó que el metal puede ser teatral sin dejar de ser brutal.”
— Tobias Forge, Ghost
El árbol genealógico de Ozzy
Ozzy no solo hizo historia: es el tronco del que brotan ramas que van desde el doom hasta el metalcore. Su influencia se puede rastrear en:
-
Slipknot, cuyo concepto de banda como espectáculo aterrador tiene ecos del Ozzy más performático.
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Ghost, con una estética litúrgica satánica que bien podría ser nieta de Sabbath.
-
Avenged Sevenfold, herederos de los solos pirotécnicos y los coros grandilocuentes que Ozzy solía levantar como catedrales del caos.
-
Bring Me The Horizon, quienes fusionan metal con electrónica y pop, con la misma libertad creativa que Ozzy abrazó en su carrera.
Incluso Travis Scott ha sampleado a Black Sabbath, y Post Malone ha colaborado con Ozzy. El Príncipe de las Tinieblas no sólo ha influenciado a los que visten de negro: también ha dejado huella en quienes juegan con lo comercial y lo experimental.
“Ozzy es eterno. Estar con él en el estudio fue como grabar con una leyenda viviente, porque eso es.”
— Post Malone
Más que un personaje
Es fácil ver a Ozzy como el loco adorable de los reality shows, el tipo que mordió la cabeza de un murciélago, que hablaba entre dientes en MTV. Pero detrás de eso hay un músico que entendió algo esencial: el rock no es solo sonido, también es atmósfera, identidad, legado.
Por eso, para quienes hoy escuchan bandas como Sleep Token, Architects o Bad Omens y creen estar oyendo algo nuevo: sí lo es, pero también es un eco. Uno que comenzó hace más de 50 años con un joven tartamudo de Birmingham que encontró en el rock una forma de hablarle al mundo.
Ozzy no es pasado. Es ADN.
“Morir poquito”: ritual, placer y metamorfosis
Por Reyes Rojas | Fotos @ingravido88
“Ya no quiero buscarte,
ya no quiero gustarte.
Gracias por venir.
Aviento mis manos al placer”.
Con estas
palabras arrojó ANAN su espectáculo hacia el público. Morir poquito es una ceremonia escénica donde los cuerpos, la luz y
la música se entrelazan para habitar lo liminal: ¿qué hay entre la pérdida y el
deseo, entre el yo que fue y el que está por venir, entre el miedo y la osadía;
y, por supuesto, entre la vida y la muerte?
En este
performance se amalgaman tres de mis cosas favoritas en el mundo: la danza, la
música y la palabra. Las ejecutantes (Natalia Gómez y Daniela Jerez) se mueven
por el recinto donde se lleva a cabo el rito (porque es más ritual que
espectáculo), y juegan con luces de mano y otras herramientas de iluminación
más bien limitadas y minimalistas. El espacio y el público son un personaje
más, pues ningún lugar expondrá los mismos recovecos, los mismos muros y
columnas; por otro lado, la afluencia y la inmersión de la gente siempre serán,
también, un elemento diferenciador: Nadie es el la misma persona frente a
distintos cuerpos y rostros.
Morir poquito nació como un poema sonoro, pero luego se convirtió en una experiencia sensorial íntima y viva, en una invitación al público a transitar sin mapas, a imaginar desde la penumbra, a desdoblarse suavemente mientras un personaje femenino (presumiblemente ANAN) se desdobla también en diferentes cuerpos que se alargan sobre una retahíla de melodías envolventes, oscuras y jubilosas.
En cada gesto de las bailarinas, en cada nota musical como un vapor, se sugiere una transformación, radical a veces, como la que ocurre con la muerte instantánea provocada por una bala entre la cien; o paulatina como la erosión de un bosque. Analogías tristes, ya lo sé, pero lo mismo daría si me atuviera al polo opuesto de estas metáforas: Morir poquito también es un cubetazo de felicidad fría sobre el cuerpo, una fiesta de sensualidad.
Al platicar con Natalia, me reveló que ella compone con el cuerpo.
“Siempre compongo como pensando en mi cuerpo, ¿como qué me hace sentir?, ¿me hace querer bailar o querer acostarme en posición fetal y que nadie me hable? ¿Me hace querer salir corriendo? Le hago caso a esos impulsos y desde ahí corren las imágenes sonoras y poéticas”
No es para
menos. Es verdad que la experiencia completa de Morir poquito se siente como entrar a una alberca. La música de
ANAN, sus propuestas escénicas, son sensuales en el sentido más literal de la
palabra, es decir, que invitan a saciar las demandas de los sentidos.
Luego de
asistir a la puesta en escena, salí hacia la noche saboreando unas palabras de
Paul Valery sobre la danza que bien valen para describir mi experiencia como
espectador:
“en el Universo de la Danza el reposo no tiene sitio; la inmovilidad es algo obligado y forzado, un estado pasajero y casi una violencia, mientras que los saltos, los pasos contados, las puntas… son formas completamente naturales de estar y de comportarse”.
¿Qué
escucho?
Las canciones de ANAN
en Morir poquito, son al mismo tiempo un canto a lo
pequeño (Cosas inútiles), una oda a
lo invisible (In), a la ternura como
posibilidad (I like you), y al mismo
tiempo una invitación a la fortaleza (Abrir la piel) y a la rebeldía (Soy un animal). La pieza musical que da
nombre al rito entero funciona como una declaración de principios: “todo cambia
y yo voy primero en la fila de las metamorfosis”.
Conozco a
Natalia desde hace años y tengo una idea breve de los gustos que compartimos,
pero en un ejercicio de influencias no pedidas ni confirmadas, detrás de ANAN
escuchó propuestas tan variadas como la Laurie Anderson de Songs from the Bardo y Big Science; a la Bjork de Homogenic; a Descartes a Kant; a Coco Rosie y a Radiohead, sólo por mencionar
algunas.
En esta
ocasión, Morir poquito se presentó el
10 de abril en Pop Lolita, un espacio alternativo y cavernoso del centro de
Aguascalientes, usualmente invadido por el perreo, la pose, la inventadez y la
farandulería artística. En Pop Lolita hay exposiciones independientes, puestas
en escena inter y multidisciplinarias, tragos coquetos y sobre todo, ociosa
juventud.
Morir poquito es puesto en escena con participación de Natalia Gómez
(ANAN) y Daniela Jerez, ambas artistas escénicas maravillosas; y con la
colaboración de Remi Barrios (Hombre Árbol) en las percusiones.
Morir poquito no busca respuestas, sino espacios para sentir. Es una
experiencia que abraza la incertidumbre con ternura, que convierte el tránsito
en arte y la vulnerabilidad en fuerza. ANAN nos recuerda que hay belleza en el
desdoblamiento y placer en lo efímero. Morir, aquí, es también volver a nacer.
«Baladas tristes», un tríptico musical de Iván García y Los Yonkis
Por Sergio Martínez | Foto: FNSM
¿A dónde va?
La Organización Mundial de la
Salud (OMS) estima que al menos 322 millones de personas en el mundo padecen
tristeza o depresión, un 18 % más que hace una década. Según la ciencia, la opresión
en el pecho, dolor en el corazón, lágrimas y vacío en el estómago, son algunas
sensaciones corporales que reportan los síntomas de la tristeza en el cuerpo
humano.
Decía el poeta como premonición: “hubo una epidemia de tristeza en la ciudad”, pareciera que de ahí vienen 30 canciones que están por publicar Iván García y los Yonkis.
Su octava placa musical llamada Baladas
Tristes es un tour de canciones donde Iván García nos propone verlo
desnudo, vernos a nosotros mismos, ver lo que nos rodea y observar un mundo
donde la vorágine y la velocidad con que vivimos nos hace pasar de largo de
absolutamente todo, hasta de la tristeza que podemos encontrar en una esquina,
en un bar, en un hotel, en un concierto, llevarla de prendedor, o bajo una
noche estrellada.
Publicar un disco con 30
canciones en estos tiempos es un acto de valentía, el proyecto debe ser sólido
y desafiar todas las condiciones del mercado de la música emergente, y lo
principal, desafiar al escucha con una propuesta que no solo lo entretenga, sino
lo cuestione, lo confronte y le haga saber que la tristeza también influye en
la creatividad.
Para quien esto escribe Baladas
Tristes es un tríptico, no solo por las tres decenas de canciones que lo
conforman, sino por los lugares desde donde se sitúan las canciones:
Introspección del cantautor:
Baladas Tristes -que no solo le da nombre al álbum, sino es una declaración de
origen y principios-, La cantaleta, Cuando esté mejor, Perdido, Señor oscuridad,
Muñequitos de Japón, y Hey, bro; entre otras.
Baladas tristes: Despacio
y en silencio, De vez en cuando, Tiquete, Deberías, Mátame, Cinco estrellas, Winona,
Confieso, El sendero de las sombras, No te importó, Acodado y Veneno para
ratas.
Descripción densa: Donde
nadie puede, Baile, La ducha, Cuando la muerte, Estrella de karaoke, Mudarse,
No se irán, Luna, y Ataúd.
Mención aparte merece la rola que
cierra el disco: Mi ciudad, track de más de 8 minutos de duración
que abre con una declaración de amor: Vengo de una hermosa ciudad… con
aires dylanianos, nos describe los amores, andanzas, odios,
preocupaciones y vivencias del autor, no es fácil mantener la tensión narrativa
y que la música que la acompaña sea un mar navegable para el oído, está canción lo logra con creces, nos describe la
ciudad y nos acuna a la vez, …vengo de una triste ciudad, aunque me deprima,
no ve voy a mudar, aquí vine al mundo, aquí me van a enterrar, así que esta
noche brindo por mi ciudad,… cierra la canción.
Este álbum doble cuenta con siete colaboraciones: Cuando esté mejor (feat. Juana Castañeda), Señor Oscuridad (feat. Paulino Monroy), Baile (feat. Pascual Reyes), Estrella de karaoke (feat. Saúl Fimbres), Princesa (feat. Chinoy), Muñequitos de Japón (feat. Bluez Marentes) y Mi ciudad (feat. Niñovan), que le dan una dimensión peculiar al sonido Yonki.
Según la Secretaría de Salud, en
México hay 3.8 millones de personas con depresión o tristeza.
¿De dónde viene la tristeza?
¿A dónde va?
Deberíamos de atacar este
problema de salud, con música, no estaría nada mal que empezáramos a escuchar Baladas
Tristes, porque las canciones y la música siempre serán un tronco donde
sujetarnos, un bálsamo para el alma y un antídoto contra la tristeza.
Todas las canciones escritas por
Iván García.
Producido por Carlos Iván
Carrillo.
Grabado en Casa Yonki.
Arte por: Roberto Iván González
Vázquez
Puebla, México, 2025.
Iván García y Los Yonkis lanzan “Baladas Tristes”, su octava y más ambiciosa producción discográfica

· El álbum doble de 30 canciones explora géneros como el folk, el rock, el country e incluso el regional mexicano.
La banda poblana Iván García y
Los Yonkis estrenan este 2025 su octavo material de estudio titulado “Baladas
Tristes”, trabajo que contiene 30 tracks conformadas por composiciones de Iván
García y arreglos musicales de Los Yonkis. Esta nueva placa producida por
Carlos Iván Carrillo y grabada en Casa Yonki, explora géneros como el folk, el
rock, el country e incluso llega a experimentar con el regional mexicano.
Baladas Tristes es un álbum de larga duración que se ha cocinado durante tres años y en donde la madurez de la banda es notoria. Recientemente fue lanzado en plataformas “De vez en cuando”, el primer single del disco, junto con el video oficial de la canción, de la cual el periodista musical Juan Carlos Hidalgo expresó: “Uno de los mejores letristas del rock mexicano adelantó el primer sencillo de lo que será un álbum doble en donde conecta con el tipo de canción que ha engrandecido a Nacho Vegas”.
La presentación oficial del disco
será el próximo 9 de mayo de 2025 en el foro Gato Calavera de CDMX y contará
con la presencia sobre el escenario de importantes figuras del rock nacional y
la canción de autor que serán revelados días antes de este concierto que
promete ser especial e irrepetible. El cartel de la presentación fue obra del
artista visual Roberto Iván González, creador de las populares ilustraciones
“Los Románticos Pendejos”. Los boletos de acceso ya están disponibles en
taquilla de Gato Calavera y en la plataforma Passline con un costo de 350
pesos.
El lanzamiento en Bandcamp está
programado para el 1 de mayo del 2025 a las 22:30 horas mediante una
"Listening Party" que se llevará a cabo en un foro emblemático de la
ciudad de Aguascalientes, pero donde los seguidores desde cualquier parte del
mundo podrán conectarse y escuchar todo el disco en una sesión exclusiva en
línea donde podremos charlar en vivo con el artista sobre las canciones y
comprar el álbum digital.
El fragante aroma britpop de Jardín Verneú
Texto y Fotos: Polo Bautista
Los
compositores, productores y multiinstrumentistas oaxaqueños Robért y Danny
Van, son unos apasionados de la música desde su tierna infancia. Con The
Beatles, la poesía beat y el jazz como sus máximas referencias, los hermanos emprendieron
el arduo sendero de la autogestión y la independencia para cristalizar sus
respectivas propuestas personales en diferentes sencillos y LP’s. No obstante,
actualmente sus esfuerzos confluyen en Jardín Verneú, un flamante proyecto que revive
el aroma y la frescura del britpop con el halito clásico del rock. Su EP debut
está próximo a lanzarse y algo se habló de eso, aunque en esta entrevista también
hubo ocasión de profundizar en otros asuntos como sus primeros pasos, sus
trabajos personales, el estudio que manejan, las vicisitudes que enfrentan diariamente
y la fragancia de su sonido.
¿Cómo
fueron sus inicios en la música?
Robért
Van: Ese tema es justamente
todo un rollo, porque no tenemos familiares directos que sean músicos o se
dediquen a cualquier otro arte. Sin embargo, nuestro compromiso es con la
música. Nos gusta decir que fue algo con
lo que conectamos, algo propio, una búsqueda y principalmente un gusto personal,
el cual desarrollamos sobre el camino sin mucha influencia de otras personas. Claro
que a nuestros padres les gusta la música, pero generalmente en casa escuchábamos
tríos, rondallas, música romántica; aunque el rock lo descubrimos por nosotros
mismos. Realmente empezamos oyendo a The Beatles. Cuando tenía cinco años encontré
la película Help! (1965), y cambió todo. De pronto quise ser como
John Lennon sobre el escenario. El cuarteto de Liverpool nos condujo más tarde a
The Rolling Stones y de ahí tiramos del hilo con el cual conocimos a todas esas
bandas de los años setenta, ochenta, noventa, etcétera. Por otra parte, nuestros comienzos también fueron
un poco raros, porque arrancamos muy chicos en los coros de la iglesia, después
participamos en tunas españolas a los siete u ocho años, hasta que a los trece formamos
nuestras primeras bandas de rock, que en ese entonces la mayoría eran afines al
happy punk. Eso era lo que nos gustaba: beats ágiles, guitarras con overdrive
y demás. Años más tarde principiamos un grupo llamado Yesterday, el cual le
rinde tributo a The Beatles y justo acaba de cumplir dieciséis años este 2025.
En la ciudad de Oaxaca fue el primer grupo tributo beatle y continúa
hasta hoy como el único. Hemos tocado en Ciudad de México (CDMX), para distintos
festivales y nos ha ido bien con ese proyecto.
Danny
Van: Como empezamos
muy chicos nuestros papás pensaron que pronto se nos pasaría la inquietud, pero
fuimos creciendo y seguíamos en lo mismo, incluso más adentrados. Queríamos
hacer nuestra propia música, así que buscamos la forma de grabar ideas y
materializarlas, escribir letras y también enfocarnos en todo lo visual. No
tuvimos una guía o alguien que nos orientara para que fuéramos a un estudio o siguiéramos
los pasos indicados. Por lo que fue una búsqueda y progresivamente descubrimos
lo que se tenía que hacer. Nuestros papás vieron que la cosa iba en serio y
nosotros les decíamos que queríamos estudiar música, aprender, hacerlo bien. Desde
la ejecución, la creación y la esencia. Leímos mucho acerca de las bandas que
nos influyeron y todo eso queríamos para nuestros proyectos. Creo que lo hemos
ido logrando poco a poco. Yo soy más chico que Robért y tenía siete u ocho años
cuando formamos la primera banda. En ese entonces era el baterista. Mi hermano
fue quien me incitó a escribir mis propias canciones. Componer, crear y
experimentar en el estudio es lo que más disfruto. Además, desde chicos ambos
coincidimos mucho y pasa que la gente a veces piensa que somos gemelos. Entonces
en el estudio es muy fácil la comunicación que tenemos. Lo que pensó Robért, seguramente
yo también ya lo pensé. Considero que desde que iniciamos Jardín Verneú como un
grupo de rock, hemos sentado bien las bases y sobre eso intentamos brindarle a
la gente sensaciones, colores, experiencias y una identidad muy auténtica.
Robért
tengo entendido que cursaste tus estudios musicales en Xalapa, mientras que tu
hermano Danny permaneció en Oaxaca y se adentró en la producción musical. ¿Cómo
fue que decidiste dejar tu hogar? ¿Y de qué manera construyeron sus proyectos
estando alejados?
RV:
Nuestros papás han
tenido que aguantar algunas cosas y otras los han puesto de cabeza, pero hemos ido
descubriendo juntos este camino. A mí me tocó abandonar el bachillerato y como te
imaginas, a mis padres eso no les cayó en gracia, pero lo hice para estudiar lo
que quería. Dejé mi casa con rumbo a Xalapa e ingresé al Centro de Estudios de
Jazz (Jazzuv). Permanecí allá unos años,
pero para eso tuve prácticamente que escaparme. Cuando se dieron cuenta yo ya
estaba en Xalapa y les avisé desde un teléfono público. Un año antes mi mamá me
acompañó a la CDMX, porque yo estaba buscando escuelas. A comparación de Oaxaca
que era y continúa siendo una escena algo chica, allá conocí muchas bandas y
músicos. Entonces ir a la capital fue como una cachetada de realidad y posteriormente
en Xalapa, gracias al Festival Internacional Jazzuv que convocaba a músicos de la
escena neoyorquina y de otros países, fue que descubrí infinidad de géneros e
influencias como la música latina, africana, por supuesto el swing o el cool
jazz. Este último nos inspiró para trasladarlo al rock, en eso que llamamos “cool
rock”. Admiramos el jazz de los años cincuenta, a Miles Davis e igualmente la literatura
beat.
DV:
Mientras Robért
estaba en Xalapa, yo aún estudiaba la secundaria. Quise salir también, conocer
nuevos lugares y descubrir otras músicas, pero era muy difícil para mí y tuve
que quedarme en Oaxaca. No obstante, me enfoqué en la producción musical y empecé
a grabarme. Probé lo que podía hacer con la computadora y los sonidos nuevos o raros
que le extraía. Así compuse mi primer álbum solista y cada que Robért venía de
Xalapa por vacaciones o lo que fuera, le enseñaba mi trabajo. A su vez, yo notaba
sus progresos como músico y eso me alentaba a mejorar mis habilidades y
conocimientos. Cuando Robért regresó definitivamente a Oaxaca, hablamos más en
forma de lo que sería Jardín Verneú. Para entonces ya teníamos las condiciones establecidas:
experiencia en el estudio, idea clara de cómo hacer sonar eso que teníamos en
la cabeza, el mensaje que queríamos transmitir, los colores, los visuales,
etcétera. Salíamos a caminar por la calle o los parques y conversábamos.
Llegado el momento grabamos y armamos el espectáculo. Hasta la fecha todo ha ido
bien, porque creo que la gente conecta y se adhiere a la propuesta de Jardín
Verneú. Creemos que nuestra música es real y denota quienes somos. Cada
presentación es especial y así hemos conocido a muchas personas.
Robért,
Paisaje y geometría (2020) es tu disco debut el cual se decanta por un
estilo más acústico, con letras intimistas y matices de bossa nova. ¿En qué te
inspiraste para hacerlo?
RV:
Antes de ese disco compuse
muchos temas, pero ese periodo fue más bien una búsqueda identitaria y un
proceso. Ir a Xalapa me mostró que había gente con cosas qué decir u ofrecer y que
me nutrieron para crear mi música. En el jazz solía manejar compases
compuestos, armonías y demás, pero inevitablemente llegué a un punto de
saturación. Entre eso y otros asuntos de mi vida personal como el dejar mi
casa, la ciudad donde crecí, terminar con relaciones que no me habían hecho bien,
más mi búsqueda por saber quién era, me originaron una depresión bastante
fuerte y ese disco es prácticamente una crónica de mi sanación. Hubo un tiempo
durante mi estancia en la Jazzuv, que mis asuntos escolares marchaban bien, tocaba
estándares de jazz y música académica, pero caí en cuenta de que el camino original
que me había llevado a la música era tocar, grabar y presentar mi propia música,
la cual se estaba desviando con otras cosas. El punto de quiebre vino y decidí
regresar a Oaxaca, supuestamente solo por dos meses para después irme a CDMX e
integrarme a algún grupo y conocer más, pero terminé por quedarme nuevamente en
mi ciudad natal. Durante ese lapso compuse las canciones de Paisaje y geometría
y las grabé con Danny. En lugar de meterle compases compuestos o armonías
complejas, opté por algo más simple y que estuviera conectado al origen. Entonces
decidí hacerlo acústico. Experimenté con grabaciones de sonidos corporales, agua
de los ríos, hojas, etcétera. Me metí en un viaje medio hippie, empecé a sanar
mi depresión y cuando lo terminé era completamente otra persona. Había cambiado
y aprendido.
Los
últimos sencillos que publicaste son “Abril” (2022), “Zenit” (2023) y “Canción
de invierno” (2025). ¿Tienes planeado lanzar un nuevo disco o algún otro
sencillo este año?
RV:
Tengo compuestos
varios discos que me gustaría lanzar, pero sufrimos mucho por los tiempos. Ahora
estamos enfocados exclusivamente a la producción de Jardín Verneú, entonces
dejamos de lado momentáneamente mi proyecto. De hecho, Danny también tiene preparado
su disco para lanzarlo en cuanto sea posible. Como tenemos que trabajar en la
mezcla y las producciones de todo nos cuesta trabajo administrarnos. Quisiéramos
dividir el trabajo entre diez personas diferentes y poder centrarnos apropiadamente
en cada proyecto. Mis discos ya están compuestos, pero obviamente falta
grabarlos, producirlos, instrumentarlos y demás. A lo mejor este año lanzo algunas
canciones sueltas.
Danny,
por tu parte debutaste con los sencillos “Portal simulapsis” (2020), “Retro
romance” (2021) y el LP con matices electrónicos “Encuentros inusuales” (2021).
¿Qué me puedes decir de estos trabajos?
DV:
Mi proyecto es
totalmente distinto al de Robért. Justo lo que dices, está más tendido hacia lo
electrónico, el pop, el rock y el indie. Yo lo catalogo como música retro futurista.
Desde un principio quise darle esa esencia al álbum y a mi proyecto. Tomé
referencias de música ochentera que me gusta, pero al mismo tiempo quise darle
un toque del porvenir, con sintetizadores y guitarras que remitieran al sonido de
esa época, pero trayéndolo a la actualidad. En ese tiempo escuchaba proyectos
que tenían álbumes conceptuales: The Beatles con Sgt. Peper’s
Lonely Hearts Club Band (1967), Pink Floyd con The Dark Side of the Moon
(1973) o The Wall (1979). Entonces,
desde niño siempre quise hacer un álbum conceptual. Así concebí mi disco que
trata sobre los viajes en el tiempo. Al lanzarlo investigamos si en Oaxaca existía
algún trabajo previo de este tipo y nos llevamos la sorpresa de que el mío era
el primero. Si bien, las canciones no están estrictamente entrelazadas musicalmente
hablando, sí guardan una idéntica esencia y van sobre lo mismo. Por otra parte,
en los shows en vivo implemento aspectos teatrales en tres dimensiones que
resultan muy atractivos para el público. Hicimos unos vinilos de Encuentros
inusuales, con código descargable, portada y todo el arte en colores y efectos
RGB-3D, para que pueda apreciarse en plenitud con ayuda de unos lentes 3D, como
los que uso al tocar esas canciones. Posteriormente saqué “Nicteria” (2023),
que funciona como el puente de mi siguiente álbum “Hologramatic”, del
cual solo he lanzado la primera canción con el mismo nombre. Tengo boceteado
todo el álbum, pero como comentó mi hermano, estamos actualmente avocados en
Jardín Verneú. Ambos discos LP’s forman parte de una trilogía musical que estoy
preparando, pero que debo darme espacio y tiempo para terminarla y publicarla.
Supongo
que este año tienes pensado lanzar algunos sencillos más.
DV:
Esa es la idea. Después
de sacar el EP de Jardín Verneú, lanzaré temas de mi proyecto personal. Asimismo,
voy a programar algunas fechas, tal como hice en 2023, cuando llevamos mi
espectáculo a CDMX, Monterrey, Estado de México (Edomex) y por supuesto aquí en
Oaxaca. Observamos una muy buena respuesta hacia ese tipo de música. Ocurre que
la gente que se adhiere a alguno de nuestros proyectos generalmente termina
escuchando el resto de nuestros discos. Hay mucha música y aunque todo es
distinto, nos complace ver cómo las personas se vinculan con cada parte.
¿Cómo
y cuándo nació Jardín Verneú? ¿A qué se refiere su lema: “El nuevo aroma del
rock”?
RV: No tenemos una fecha precisa, pero creo que la idea comenzó aproximadamente desde el dos mil quince o dieciséis, cuando todavía estaba en Xalapa. Desde entonces pensábamos en algo con las características que ahora ostenta Jardín Verneú, pero sentíamos que todavía necesitábamos crecer en muchos sentidos para transmitir o plasmar lo que realmente deseábamos. Nos fuimos preparando, trabajamos, generamos conceptos y poco a poco se nutrió el proyecto. Revisamos demos y canciones que ya teníamos. Después empezamos a montarlo y la primera vez que tocamos fue en el 2023, al lado de una banda que vino de CDMX. A partir de ahí, empezamos a presentarnos en vivo y salieron oportunidades de tocar fuera de Oaxaca. Con respecto al lema de la banda, resulta que colaboramos con gente que se dedica a lo visual, el diseño gráfico, el cine y todas las artes en general.
Pero algo importante que queríamos infundirle a Jardín Verneú era una esencia aromática u olfativa. De esa forma llegamos a la conclusión de que queríamos hacer un grupo de rock que fuera similar a una fragancia.
DV:
Que oliera a éxtasis
de rock.
RV:
Me gusta plantearlo como
la experiencia de atravesar el pasillo departamental de una perfumería y
enseguida percibir ese aroma fresco, el cual incita a la libertad, el momento, el
querer comerse al mundo, el sentirse bien con uno mismo y darle sentido a la
vida. Que pese a lo que dicten las tendencias uno pueda hallar su propio ritmo
y ruido.
¿El
nombre de la banda encierra alguna connotación especial?
RV:
El nombre nació sin
un significado y se lo añadimos posteriormente. Verdaderamente queríamos un título
que fuera auténtico y propio. Sin embargo, la palabra “jardín”, más que su
acepción concreta, lo que visualmente nos gustó fue su grafía, la cual encierra
el aura de una banda de rock y de los rockstars.
DV: Es lo que la palabra te provoca. Despierta
mucho la imaginación y las percepciones.
RV: Ya teníamos “jardín”, pero quisimos
complementarla con algo más. Como siempre nos ha gustado la poesía
existencialista, la literatura beat y los poetas malditos, optamos por otra
palabra que de solo verla u oírla le añadiera un cariz francés o inglés.
“Verneú” salió de un juego de palabras. En ese sentido, también la estética que
manejamos en el grupo proviene o se inspira en esta onda beatnik.
¿Quiénes
más los acompañan en este proyecto?
RV:
Danny y yo siempre
nos hemos sentido bien trabajando como dupla, pero queríamos que esto fuera una
banda de rock, ya que consideramos que se ha perdido gran parte de esa esencia.
Por eso está con nosotros nuestro amigo David Tormenta en el bajo y Alfonso Lobera
en la batería. Este último es originario de la CDMX y anteriormente tocaba con
Los Dee-pers. Alfonso fue un hallazgo, porque nosotros lo conocimos con su
banda en la primera presentación de Jardín Verneú y posteriormente coincidimos en
otro compromiso dentro del Edomex. En ese entonces realmente no teníamos
músicos, por lo que platicamos con él y primero entró como tecladista, para
luego pasarse a la batería. David, Danny y yo vivimos en Oaxaca, pero a Alfonso
lo vemos cuando tenemos compromisos fuera, como al que acudimos recientemente a
Guadalajara.
¿Qué
dinámica de composición utilizan?
RV:
Solemos vernos como
una sola persona, porque nos complementamos. Anteriormente mencioné que nos
fascina The Beatles y nos gusta pensar que somos una especie de Lennon-McCartney.
Es decir, somos un dueto donde a veces no se sabe quién compuso más que el
otro, pero que a fin de cuentas tenemos el mismo producto. En mi disco
acústico, Danny grabó varias guitarras y percusiones. Igualmente, yo en su
disco grabé guitarras, bajos y aporté ideas. Por lo general, cada quien lleva toda
la pieza hecha, pero los riffs, la batería y el resto lo vemos en el
proceso. Sucede también que a veces yo tengo una melodía y Danny le pone la letra.
DV: Si Robért tiene una idea empezamos a
trabajar sobre ella. Lo mismo en mi caso, si yo tengo una canción que considero
podría funcionar para Jardín Verneú la abordamos. A veces uno aporta más que el
otro, pero sin duda ambos cooperamos para el mismo resultado. Entonces no vemos
este asunto como si alguno fuera el compositor principal. Eso sí, Robert canta
las canciones que propone y yo las mías, pero siempre intentamos elaborarlas entre
los dos. Ahora nos dividimos el trabajo a causa del poco tiempo, ya que no nos abastecemos
para hacer todo lo que quisiéramos. Yo me encargo de la mezcla, el audio y las
grabaciones. En tanto Robért se ocupa más de los aspectos visuales, las
portadas de los sencillos y los videos.
Veo
el gran esfuerzo y la completa dedicación que le imprimen a sus proyectos.
Lanzar y promover todo lo que implica Jardín Verneú desde la independencia o la
autogestión es muy complicado. ¿Además de la falta de tiempo qué otros
obstáculos tienen que sortear?
RV: Creo que mencionas una parte muy interesante, porque desde el principio y por nuestras circunstancias familiares hemos tenido varias bardas que saltar. Abrazamos la cultura del “hazlo por ti mismo”, ya que no tuvimos otra opción. Si queríamos producir nuestras ideas no había otra manera más que ir echando a perder algunas cosas y aprender en el camino. Todavía tratamos de observar y crecer junto a otros proyectos que tienen más experiencia. Pese a que requiere bastante dedicación hacer esto, no nos vemos en otra cosa y realmente lo disfrutamos. No contamos con un “Plan B”. Efectivamente, nosotros también tenemos grupos de covers y tocamos todos los fines de semana. Vivimos de la música desde hace años. Lo desconocido a veces supone equivocarse, pero lo importante es hallar nuevamente el camino y no quedarse estancado. No obstante y volvemos al punto, por el momento el inconveniente más grande es el tratar de darnos el tiempo para todos los proyectos que queremos hacer. Otra complicación relativa es el vivir en la ciudad de Oaxaca, pues indudablemente es un estado culturalmente rico y aporta mucho a las tradiciones como la música regional, la Guelaguetza, etcétera.
Sin embargo el rock está un poco en el subterráneo. El público y la gente que goza con este ámbito está totalmente ajena de las cuestiones gubernamentales. Las oportunidades que hemos tenido de viajar a otras entidades las recibimos de apoyos diferentes o externos, más que de aquí. Es saltar la barrera de lo tradicional. No quiero decir que se quite, sino que se enriquezca con otras tendencias que se hacen desde la electrónica, el rap, el rock, el indie, etcétera. Tenemos suerte de tocar en otros lados y expandirnos.
¿Alguna
vez han considerado instalarse en CDMX para posicionar mejor su música?
RV:
Estamos dispuestos a
dirigirnos hacia donde nos lleve el proyecto. Aquí en Oaxaca tenemos nuestro
estudio. Yo ya estuve algunas temporadas en CDMX y Xalapa, pero si debemos movernos
lo haremos en algún momento.
DV:
Otra posibilidad es
hacer temporadas fuera de Oaxaca. Ahora estamos ocupados en los nuevos
sencillos y en cuanto terminemos queremos seguir girando. Es complicado ya que
tenemos aquí las herramientas, los instrumentos y todo. Afuera nos sentimos un
poco desarmados, porque solo podemos llevar nuestras mochilas y las guitarras. Por
eso queremos terminar este EP y después lo que venga, trasladarnos a donde sea.
¿Cuál
es el nombre de su estudio y cómo lo armaron?
DV:
Cuando comenzamos a registrar
los primeros demos hace más de diez años, por ahí de dos mil diez, fue Robért
quien descubrió un programa para grabar en multipista.
RV:
Al iniciar nuestras composiciones
nos tocó esa etapa de cuando las disqueras estaban cuesta abajo. En algún
momento yo dude si invertir mi dinero en comprar equipo para grabarme o ir a un
estudio. Recuerdo que en un cumpleaños mi mamá me regaló una grabadora de
reportero. Grababa alguna cosa, cantaba y tocaba el bajo encima. Entonces, buscando
por internet me topé con un programa súper básico de edición de audio. Lo
descargué y grabé la batería, el bajo, las guitarras y la voz. Admito que quedó
todo feo, pero me sentí muy contento al escucharlo, porque era la primera vez
que estaba todo en una pista. Fue como si hubiéramos descubierto el fuego. De
hecho, quemé el puerto de mi computadora, porque no sabía que necesitaba una
interfaz de audio y conecté directamente los instrumentos.
DV:
No conocíamos nada de
ese mundo y así iniciamos. Como dije antes, yo me involucré un poco más y en mi
cuarto monté un home studio, que en realidad solo era mi computadora, un
micro y una interfaz. Pasaron varios años y fuimos aprendiendo a grabarnos
mejor. Después pensamos que ya era hora de formalizar el estudio e infundirle
un sello propio que identificara todos nuestros proyectos. Invertimos en equipo
y logramos formalizarlo hace tres años. Finalmente teníamos un espacio dedicado
especialmente a nuestra música. Se llama Van Records Studios.
RV:
Una temporada tocamos
bastante con muchas bandas de los años sesenta y setenta (La Resurrección, El
Gruhpo y Los Beethoven’s), acá en Oaxaca. Nos empezaron a jalar como bajistas o
guitarristas y nos fue bien. Tocábamos toda la semana y nuestra paga la
invertimos en el equipo. Nos gusta mucho las sonoridades de los instrumentos
sesenteros y setenteros. Prácticamente eso es lo que grabamos en Jardín Verneú,
lo que le da parte de su identidad sonora.
Jardín
Verneú tiene tres sencillos lanzados: “Mañana”, “Error” y “Cada día”. ¿Cuál es su
próximo sencillo en publicarse?
RV:
Desde el año pasado ya
casi lo teníamos listo, pero por estar de gira lo aplazamos. En este momento
nos encontramos trabajando dos nuevos tracks, más el próximo sencillo y
con eso completamos el EP. Adicionalmente en unas semanas estrenaremos el
videoclip de “Cada día”. Es una propuesta visual que abraza un redescubrimiento
de nuestra mexicanidad y lo divino. Lo vamos a presentar con un show
acústico aquí en Oaxaca. Antes de que acabara el año pasado lamentablemente nos
quedamos roncos, se nos fue la voz y eso retrasó los planes, pero sirvió para
aprovechar el tiempo en el estudio. Lo único que nos falta del siguiente
sencillo es grabar unas partes de la voz, pero estamos esperando a que Dany se
componga para que pueda cantar. En un mes o mes y medio estará listo e inmediatamente
después lanzaremos el EP.
¿Qué
detalles pueden adelantar sobre el EP debut de Jardín Verneú? ¿Planean una
edición en formato físico?
RV:
Sigue la línea de lo que
se ha escuchado hasta ahora, la misma esencia, guitarras con overdrive, sintetizadores
y también cierta influencia de música francesa. Nos recuerda al cine galo de
los setenta, en blanco y negro y al género noir. Las letras están
inspiradas en la poesía beat, con alusiones celestiales o divinas. Solo podemos
adelantar eso, el nombre está encaminado hacia tales temas y una vibra britpop.
DV: Las pocas personas que ya escucharon
el próximo sencillo dicen que les ha gustado mucho. Que de todas las canciones
de Jardín Verneú, es su favorita y en vivo seguramente irradiará abundante
energía. En efecto, estamos considerando lanzarlo también en formato físico, ya
que apreciamos el arte que contienen los discos. Escucharlos mientras uno observa
el contenido.
¿Además
del EP qué otros planes tienen para este año?
RV:
Con el lanzamiento
del videoclip vamos a estrenar nueva mercancía: playeras, posters, etcétera.
Durante las giras a veces no podemos llevar mucho, pero vamos a preparar nuevos
souvenirs centrados en los lanzamientos. También planeamos salir de gira
y presentarnos en donde haya espacio para la nueva música. Igualmente
quisiéramos participar en algunos festivales. Buscamos ampliar los escenarios,
que la gente conozca nuestra música y lo que pasa en la escena oaxaqueña.
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El «Sindicato Rupestre»: casa de un movimiento que trasciende
Por Iván Gutiérrez | Fotos: Sindicato Rupestre
En la historia del Movimiento Rupestre ha habido diferentes actores y plataformas que han llevado este legado musical por diferentes rumbos y espacios, pues se trata de un movimiento que ha tenido momentos históricos significativos en las últimas décadas, siendo una corriente contracultural que sigue teniendo gran repercusión e impacto en miles de músicos y oyentes en México.
Entre los participantes quizás más “recientes” de esta vertiente musical se ubica el “Sindicato Rupestre”, un lugar que en la última década se ha convertido en la casa de aficionados y músicos pertenecientes a este movimiento. Decididos en ahondar más sobre los inicios de este espacio y en su rol como promotor de lo rupestre, platicamos con Arturo Gutiérrez Zamora, alias “Simon” Zamora para el barrio. A continuación una charla cuya lectura seguro se disfrutará más con una playlist que incluya a Gerardo Enciso, Rafael Catana, Jaime López, Rockdrigo González y todos esos grandes compositores agrupados bajo el nombre de “Rupestres”.
I:
¿Cómo, cuándo y dónde nace el Sindicato Rupestre? Según pude investigar en
línea, lo fundan en el 2015 Simon Zamora y Omar Hernández, si bien la tradición
rupestre tiene muchos años más detrás, cierto…
S: Siempre me ha gustado el rock mexicano en general, tengo un grupo en Facebook que se llama “Los Discos Fundamentales del Rock Mexicano”, y he colaborado en diferentes revistas y libros desde el punto de vista del coleccionista. En los 80s me gustó sobre todo el movimiento “Rupestre”, estos cantores de estilo folk. Los descubrí cuando murió Rockdrigo González en el temblor del 85 y se hizo de culto, me compré su cassette en El Chopo y empecé a descubrir que había más compositores del estilo, y me gustaron mucho, por las letras, la poesía, era un género que no encajaba mucho con el rock urbano que dominaba por aquellos años o las propuestas de rock mexicano que ya firmaban con compañías más grandes.
Los Rupestres siempre tocaron en lugares pequeños y muy undergrounds, nunca se masificaron, no sabía bien dónde ubicarlos, no podían ponerlos en festivales muy grandes porque como no traían banda la gente no los recibía bien, y tampoco los podían invitar a lugares de cantautores, como las peñas, porque su propuesta era un poco más rockera, estaban como en medio de ambos.
Desde que los descubrí siempre me gustaron los Rupestres. A principios de los dosmiles un amigo tenía un bar ahí en Coyoacán, y por esas fechas fui a ver a Jaime López a un lugar muy pequeño, éramos unas quince personas, yo lo conocía desde los 80s, y en esa ocasión le dije “oye, un amigo tiene un lugar, ¿cuánto nos cobrarías por tocar ahí?”, hablé con mi compa y organizamos así la tocada. A partir de ese concierto conocí gente que me dijo “oye por qué no contactas a Arturo Meza para que venga a tocar”, y me lo encontré en el Alicia tiempo después y lo invité, y también fue a tocar con nosotros, y así empezó a crearse una pequeña red de gente, imprimíamos flyers y los íbamos a pegar a CU y la gente nos llamaba para preguntar por boletos, y de repente se llenaban los eventos.
En aquel tiempo solo el Alicia jalaba a los Rupestres, sobre todo en el aniversario luctuoso de Rockdrigo hacían un evento con todos ellos, pero faltaba un lugar para el movimiento, para los Rupestres y los que no eran del movimiento primigenio pero se fueron uniendo, como Gerardo Enciso, Carlos Arellano, Armando Rosas.
Por ahí del 2013 me habla Carlos Arellano y me dice, voy a estar allá en Ciudad de México con Gerardo Enciso. Con Gerardo nunca habíamos hecho nada, porque como era de Guadalajara ya traerlo estaba cabrón, entonces Carlos me propuso que hiciéramos algo en Coyoacán, le hablé a mi amigo Omar Hernández —a quien conocí en una tocada de Arturo Meza— y le pedí que me ayudara con la logística. Al final fue un evento muy padre porque se llenó, y aparte llegaron al lugar otros músicos como Armando Rosas, Armando Palomas, entonces la gente dijo “éste es el Rincón Rupestre”, y otro amigo dijo “¿por qué no nos ponemos el Rincón Rupestre y hacemos tocadas de este tipo?”, y le dimos para adelante.
En ese colectivo éramos Omar, tres amigos más y yo, y nos lanzamos a hacer el Rincón, en el Bar San Francisco, ahí en Coyoacán. Después tuvimos un par de diferencias con el lugar y nos fuimos a un punto en la Roma, pero no funcionó porque la gente de ahí, cuando vieron que sí había bastante asistencia, ya querían parte del cover (que iba íntegro para el artista). Entonces mejor lo dejamos por la paz.
Tiempo después, en 2015, fui a Sonart, una escuela de música donde mi sobrino tomaba clases, y aunque el lugar se me hizo chico y no cabían mesas, pensé que podía funcionar para algo alternativo, como una fiesta; hablé con Germán (el dueño) y llegamos a buen acuerdo. Le dije entonces a Omar que hiciéramos algo ahí con Iván García con la idea de jalar al público joven, porque necesitábamos recaudar fondos para comprar una bocina, entonces hicimos el primer show con el nombre “Del Rincón para El Rincón”, y a la gente le gustó, se sentía como una reunión de amigos en el patio.
En esa primera tocada tuvimos malentendidos con los otros amigos del Rincón, total que se disolvió el Rincón esa noche. Días después Omar y yo decidimos renombrar el proyecto, y le pusimos el “Sindicato Rupestre”, jugando con la onda sindical, y le pusimos la mano obrera con la guitarra. Poco después nos llamó Enciso, que quería armar algo en Ciudad de México, le comentamos del espacio y dijo “va hay que armarlo”, y estuvo genial porque ese día se llenó y luego llegó Jaime López, se echaron un palomazo, y poco a poco se empezó a posicionar como un lugar donde llegaban de visita los músicos rupestres.
Platícanos de la tradición rupestre, cómo la podrías describir para quienes no tienen mucho conocimiento sobre esta corriente musical… ¿Cuáles son sus ideales? ¿Quiénes son algunos de sus exponentes? ¿Qué tipo de música es?
Los rupestres son músicos que venían tocando desde principios de los 80s en sus proyectos individuales, músicos como Jaime López, José Cruz (de Real de Catorce), Roberto González, Emilia Almazán, varios músicos que no encontraban en las peñas espacio, que tenían una onda más folk, en sus letras no eran tan románticos clásicos, sino más urbanos, con mucho sentido del humor. Se empiezan entonces a agrupar y a tocar en el Foro Tlalpan, ahí tenían un espacio que se llamaba “Cada quien sus rolas”.
Rafael Catana era de los que procuraba mucho presentarlos entre ellos, “mira él es Arturo Meza, es de Michoacán”, y se juntaban mucho en un café-bar en Tlalpan que se llamaba “El Cometa”, para armar la bohemia, ahí presentaron a Rockdrigo a los demás. Fue algo muy espontáneo, para muchos nunca fue un movimiento, más bien una reunión de amigos, para otros sí fue un movimiento porque tenían ciertas características, leían más o menos la misma literatura, escuchaban a los mismos músicos, tenían una onda social-política parecida.
La foto famosa de Los Rupestres es cuando deciden hacer el Colectivo Rupestre, Rockdrigo escribe un manifiesto con su humor, diciendo cosas como “los Rupestres somos músicos que tocamos con instrumentos de palo”. En esa foto aparecen Fausto Arrellín, Nina Galindo, Eblen Macari, Roberto González, Roberto Ponce, Rafael Catana y Rodrigo González. Algunos como Jaime López no quisieron entrarle de lleno a esa etiqueta de “rupestre” pero eran del mismo grupo. Había también muchos músicos de bandas que eran afines como Botellita de Jerez, Mamá-Z, Cecilia Toussaint y Arpía.
Básicamente el movimiento dura muy poco, porque Rockdrigo llega a Ciudad de México en el 83, y muere en el 85, dos años fue lo que duró ese esplendor. Para algunos, a partir de que muere Rockdrigo es cuando empieza realmente el movimiento, porque es cuando los compositores empiezan a buscar espacios, pero hay diferentes versiones. En “Rupestre: ElDocumental” lo abordan muy bien, con la opinión de varios músicos.
Hablando del rock-folk urbano de los 70s… ¿Rock rupestre y rock urbano es lo mismo?
No… aquí en México, en los 70s, lo más cercano que hubo fue El Pájaro Alberto, que era el cantante de Love Army. Cuando se acabó esa banda, Alberto empezó a hacer sus rolas muy al estilo Dylan, se le considera como el primer Rupestre, el primero que sonaba a rupestre, con rolas en español hechas a guitarra y armónica. Luego hay como un vacío ahí, pasa el Festival de Avándaro, y en principios de los 80s había bandas como El Tri, Dug Dugs, que estaban más en el ryhtm & blues o hasta en el progresivo, pero realmente no había onda rupestre. El rock rrbano son rolas más de la banda, con letras un tanto más sencillas.
¿Crees que en México se le da el reconocimiento y valor que se merecen a este tipo de cantautores, que trabajan detalle a detalle la canción, que son poetas urbanos de la canción?
No, creo que se le ha dado reconocimiento a cantautores digamos más “clásicos”, dígase Fernando Delgadillo, Alejandro Filio, ellos tienen otro tipo de canción, pero para este tipo de músico, que es más una canción de propuesta, no, no se le ha dado su reconocimiento. De hecho, gente que no está inmersa en lo Rupestre piensa que muchos ya se retiraron, que ya no tocan, lo ven como algo del pasado, pero las redes sociales han ayudado a darle nueva vida.
En México el rock siempre ha sido alternativo, nunca ha sido lo más popular, y si a eso le agregas que es un rock independiente, autogestivo… no hay un gran público para este tipo de canción, nació con esa onda de que no hay un gran público. Yo siempre pongo el ejemplo de Argentina, donde el rock es muy popular, tú vas por la calle o te subes al taxi y están escuchando rock, porque allá el rock sí es música popular, aquí es la banda, el corrido. Es algo cultural. Hay un público, pero no para hacerlo masivo. Aquí hay bandas que alguna vez tuvieron cierto nivel y siguen batallando, a menos de que sean Caifanes, Café Tacuba, que bueno ahora con las redes hay bandas que ya logran conectar con su nicho y llenar sus tocadas.
Cuéntanos un concierto memorable en el Sindicato que te venga a la mente en este momento…
El que más recuerdan todos fue con Trolebús, una banda de aquí de la capital de los años 80s, que precisamente sí estaba entre el rock urbano y el rupestre, porque musicalmente es muy urbana pero las letras son muy rupestres. Sacaron un álbum en el 87 producido por El Mastuerzo. En los 90s “Choluis”, el cantante de Trolebús, se fue a vivir a España y se desintegró la banda, pero siempre quedó como una banda de culto, sacaron varios hits y se quedaron como en la añoranza.
Bueno, era el 2017 y entra un personaje muy importante, Rodrigo de Oyarzabal, él trabajó en Radio Educación muchos años, y se encargó de grabar a todos los rupestres cuando iban a cabina, a Rockdrigo, a Jaime López, a Cecilia, a todos, hay cassettes que hasta ahora siguen rolando en El Chopo, de rupestres que solo tienen grabaciones de las que hizo él.
Va, pues en el 2017 me habla Oyarzabal y me dice “Choluis viene de España, va a estar unos días, ¿por qué no lo invitas al Sindicato a que se eche unas rolas con ustedes?”, y unos días después me habla por teléfono Choluis preguntando por un lugar donde tocar, y le comento del Sindicato, lo invito a hacer un concierto pero me dice que no tiene las rolas preparadas, pero a lo largo de un mes lo vamos platicando, él empieza a invitar a los músicos de Trolebús, y al final terminamos armando un concierto increíble. Muchos descubrieron el Sindicato por ese concierto, había fila para entrar en la calle. Fue Catana, Jaime López, Armando Rosas… el mismo público eran músicos legendarios. Después de ahí Trolebús ha hecho varias tocadas.