“Nunca hubo un tiempo en el que Yo no existiera, ni tú, ni todos estos reyes; y en el futuro, ninguno de nosotros dejará de existir.”― Anónimo, Bhagavad Gita
Now and Then: The Beatles forever
Iván García y Los Yonkis: componiendo la vida desde el underground poblano
Iván Gutiérrez | Foto: Gema Moreno |
Si uno deambula por el centro de Puebla y tiene la suerte de llegar a la cantina correcta, es probable que entre letras, callejones y mezcales se encuentre a Iván García, músico poblano que tras varios años de practicar el arte de crear canciones ha logrado perfeccionar la composición de relatos de folk, hermanando la poesía y la música en una decena de canciones que hablan de todo un poco: el amor, la muerte, los amigos, la ciudad, la música, el underground, la soledad. Prepárese un buen trago y adéntrese con nosotros por los recovecos de este gran compositor y su full band Los Yonkis.
¿Si tuvieras que tomarte un último trago, éste
sería de mezcal, whisky, ron, tequila o cerveza?
Difícil decisión… yo creo que me tomaría un vodka tonic.
Hacemos esta entrevista desde Baja California. Si
tuvieras que presentarte con la banda de por acá, ¿cómo lo harías? ¿Quién es
Iván García, qué hace, a qué se dedica?
Les diría que soy un cantautor con casi 15 años de trabajo. Me
identifico como un cantautor alternativo, en el sentido de que he ahondado en
muchos estilos del lado de la música alternativa, abarcando desde el rock
clásico hasta psychobilly, new-wave, post-punk. Tenemos tres discos con
grabaciones que se han concentrado más en el folk, que es el género que más me
gusta. Yo empecé haciendo rolas por Bob Dylan, ya después me entró lo más
oscuro.
¿Cómo empezaste en el arte de hacer canciones?
Tenía una guitarra… y aprendí a tocar con cancioneros. A pesar
de que estudié en el Conservatorio de Música de Puebla, cursé un año de
guitarra, y nunca lo aprobé. Es una escuela muy ortodoxa, dirigido a entender
la música académica, no hay nada de armonía moderna ni de composición. Estuve
ahí, aprendí a solfear, y la guitarra la aprendí a tocar con los cancioneros
que vendían en los puestos de periódicos. Entonces empecé a imitar armonías que
veía eran constantes en las canciones populares, y les empecé a poner letra.
También me adentré en la canción de autor, con Luis Eduardo
Aute o Serrat, pero nunca me encantó este lado de la trova, me caía muy gordo.
Entonces conocí al cantautor Carlos Arellano, de aquí de Puebla, nos hicimos
amigos por nuestro gusto común por Dylan, y empecé a experimentar más con este
tipo de letras que hablaran más de la cotidianidad, de la calle, sin caer en lo
urbano, que es más crónica. Más bien una cuestión intimista, inspirado por
músicos como Tom Waits, Leonard Cohen.
¿Cómo surgió la idea del álbum de X?
Es un disco que festeja los diez años de la banda, pero llegó
pandemia y se retrasó su lanzamiento. La idea nació porque amigos, colegas, me
decían “me hubiera gustado componer esta rola o grabar una versión”, y dije
bueno para el festejo vamos a hacer eso: que cada quien se aviente su versión. Es
una selección en su mayoría poblana, pero también hay otros amigos foráneos
como Gerardo Peña, Lázaro Cristóbal, Paulo Piña y otros más.
Me parece fantástico que hayan reunido a diferentes intérpretes y bandas y que cada uno logré ponerle su sello característico a cada canción. ¿Tenías en mente eso?
Creo que este álbum habla de la versatilidad que tienen mis canciones. Hay composiciones que muchas suceden en mi cabeza, y a la hora de materializarlas, no suenan como uno cree. Por eso es muy importante esta onda de la producción, que igual como artistas independientes muchas veces carecemos de recursos para lograrlo, tenemos que ingeniárnosla. En el caso de X, hay canciones que son más parecidas a lo que tenía en mi mente que lo que salió en algún momento, y otras que le dieron completamente la vuelta a la canción. Esa es la belleza de la canción, que puede ir para muchos lados.
Me parece que todas las grabaciones en ese álbum lograron ponerle ese toque de inspiración para querer cantar las canciones, ¿desde que escribiste estas rolas tenías ese efecto en mente, o fue algo que se dio, digamos, por sí solo?
Es parte de mi sello, mis canciones tienen una estructura
popular, muy pop. Hace poco toqué en Ciudad de México, y me fue a visitar un
querido amigo, Perasalolmo (Andy Mountains), y me dice “tú no haces rolas,
haces himnos”. Y no lo digo exaltándome, es algo que me han dicho mucho, porque
la gente los hace suyos, y hago coros para cantarse, que hace que los
conciertos sean tan lúdicos.
La melodía de 'Panteón' me parece genial, como que te adentra en esa sensación de melancolía desde los primeros segundos de la canción. La letra a su vez es increíble, tiene sus momentos de vida y muerte, ¿cómo y cuándo nace 'Panteón'?
Hasta hace unos años componía solo con resaca, me daba
una lucidez maravillosa, entre botellas, hambriento, sediento, ceniceros llenos.
Panteón nace de esas vivencias, habla de un estilo de vida hedonista y
destructivo.
La muerte es algo muy presente en tus canciones, me imagino por tu coincidencia con autores de literatura y filosofía existencial, ¿qué es lo que más te llama la atención de este tema?
Son los tópicos más comunes de la literatura. Toda la vida me
ha gustado leer, y nunca lo he hecho por lampareo, es un gusto que tengo, y en
la literatura esos son los tópicos que más he encontrado, el amor, la muerte… los
aspectos sociales, aunque ese lado siempre me ha fallado. Esto no quiere decir
que no tenga una postura política, pero siempre he pensado que es
complicadísimo escribir canciones sociales, muy complicado no caer en lo
panfletario.
A pesar de no meterte mucho en lo social, tienes esta canción de “La Resistencia”…
Es una canción inédita, nunca la he grabado, sólo existe en X.
Los compas de Rockercoatl, mitad tlaxcaltecas y mitad poblanos, tienen una
banda de metal en náhuatl. El acordeonista toca conmigo y cuando escuchó esta
canción me dijo, “oye, por qué no nos das esa rola…” y le dije va, claro, y
quedó en este disco.
Tengo otra social que se llama “En algún lugar del cielo”, en
el Sal Paraíso, dedicada a los desaparecidos. Pero sí me cuesta mucho, admiro a
gente que lo hace maravillosamente, como León Chávez Teixeiro, o por ahí Israel
Belafonte me parece que tiene rolas muy chingonas.
Hablemos de Ciudad Soledad, esta contradicción urbana, ¿para quién fue compuesta esta canción, para quién es esta invitación?
Para mí es un tema muy común hablar de mi ciudad, porque estoy
muy enamorado de ella. Entonces es una frase que digo mucho, porque mis amigos
se enamoran de su tranquilidad, su gastronomía, su clima, y siempre me dicen
“me gustaría vivir en Puebla”… y les digo “ven a vivir en Puebla”, es un cliché
mío, invitarlos.
Esta canción sale a media pandemia, salía a ver a una amiga, me
iba en mi moto cruzando la ciudad y era maravilloso, espeluznante y poético, no
había nadie en el centro… era hermoso, y se me ocurrió esa frase.
¿La frase “por el amor de mi parvada he terminado enjaulado” es ficción o no ficción?
Todos hemos tenido ese lado oscuro… pasaron varias veces por
diferentes situaciones, es parte de lo emocionante que es vivir, de romper las
reglas… Nunca me imagino haber sido una persona muy en el “statu quo”, siempre
fui un tipo raro, como dice la rola, me he metido y me sigo metiendo en
problemas, la vida contracultural.
¿Qué opinas del fenómeno contracultural en los tiempos posmodernos?
Es muy complejo, nos daría para un debate. Ahorita con todo este rollo del reguetón y los corridos tumbados, es complicado saber qué es la contracultura, porque si bien es cierto que estos géneros hablan de temas que eran tabú, como el sexo, la violencia, y que ellos los están sacando de donde estaban escondidos, también es verdad que es música de establishment.
Tú pasas por una construcción y los albañiles están oyendo a Peso Pluma, pero también los chavos fresas de Angelópolis lo escuchan, es la música que se oye en todos lados. Entonces no sé si eso sea contracultural, porque está establecido, está de moda, su nivel de masificación es devastador… pero en cuanto a temas puede que sí guiñen con lo contracultural. Es complicado, como te digo, un tema que hay que platicarlo con unos tragos.
¿Hubo un tema que fuera tu favorito de este álbum?
Hay varios, para mí todos tienen una aportación magnífica. Hay
unos que me llegan ahorita de rápido, diría que Panteón la versión de Sinuhé García,
me parece propositiva, porque habla de esa otra parte de la canción, porque la
rola habla de los excesos del lado festivo, cuando en realidad también hay una cruda
moral, que es como esa parte que versionó Sinuhé. La de Grito, en versión ska
de Los Marginados, me parece sensacional, está chido porque están dando la
canción a conocer. Obviamente todas las canciones me gustan, son mis hijos,
pocas mamás dicen que sus hijos son feos; en mi caso igual, todas las veo
hermosas.
¿Por qué la frase “si un día pretendes escribir, entre lobos tendrás que vivir”, en la canción de Ajedrez?
Creo poco en los escritores de escritorio, creo más en los escritores vivenciales. Alguna vez pensaba en un cuento de Vargas Llosa, “Los Cachorros”, que habla sobre la onda de los rebeldes sin causa, los 50s, y nunca se la creí.
Creo que es importante eso, que las canciones tengan óxido, víscera, por lo menos hacerle como Solá, que se iba a las cantinas a escuchar de qué hablaba la gente. De eso trata ese verso, de que hay que vivir para escribir.
¿Qué viene para Iván García?
Estoy pasando por una situación de análisis… ya tengo escrito todo
el próximo álbum, tengo ya los músicos… estoy en la parte de entender cómo lo
vamos a producir, de qué manera le vamos a dar ese sonido que traigo en la
cabeza. Es un disco complicado para estos nuevos estándares comerciales, pero
me parece que, como te digo, siempre me ha gustado ser propositivo en este lado
de hacer lo incorrecto: soy un necio y lo voy a publicar así como lo tengo en
la cabeza.
Estoy en esa parte, donde ya estoy dando últimas pinceladas, de
a diario lo toco, de a diario me gusta, es una lista muy larga donde tengo que
hacer la selección. Espero que ahora que vea a todos mis carnales en el Festival Resistencia, puedan ayudarme a elegir y a resolver un poco esto que
tengo en la cabeza. Creo que siempre, siempre hay que ayudarnos con los amigos,
sobre todo gente con la que te sientes identificado musicalmente.
Dos cosas que te gusten y que no te gusten de Puebla
Me encanta el centro, arquitectónicamente es bellísimo, he
andado en muchos centros borracho de noche, y ninguno tan maravilloso como el
de Puebla. Otra cosa que me gusta son los tacos árabes, es mi comida favorita, es
un taco delicioso y aparte es el papá de los tacos al pastor.
No me gusta todavía este apego tan grande que tiene el poblano
a la religión, son ultra católicos, son de derecha, conservadores. Otra es…
esto del público poblano, es complicado, no es como el público de otras
ciudades que se parten la madre por su escena contracultural, aquí está muy
segmentado y aparte no son tan apasionados. Sí hay banda, hay público acérrimo,
pero, por ejemplo, en Ciudad de México hay una pasión por la música de otro
tenor. Aquí en Puebla la hay, pero no a esas magnitudes, somos más parcos,
tibios…
Si Iván García fuera una película, ¿cuál crees que sería el género y de qué trataría la trama?
Me gusta mucho el terror, pero por lo cursi y romántico que soy, me gustaría ser una película de Jim Jarmusch, algo en blanco y negro, que tenga tragos, taxis, ciudad, y algo terrorífico por ahí, algo de novela negra.
Sputnik Fanzine #03 para leer y descargar
Compartimos el tercer número de Sputnik Fanzine, publicación de arte y contracultura de libre distribución en la ciudad de Aguascalientes, con colaboraciones desde diversos puntos del país. Recuperemos la cultura del fanzine creando espacios comunitarios de difusión.
Una edición sumamente melancólica en donde reproducimos esta entrevista con el compositor mexicano Lázaro Cristóbal Comala, y compartimos el trabajo de artistas locales hidrocálidos que han llevado su trabajo y talento hasta el otro lado del Océano Atlántico en lo musical (Trailer) y lo gráfico-audiovisual (Nespy5€).
En la parte literaria el lanzamiento oficial del libro más reciente de Editorial Agujero de Gusano: 'Jauría de ángeles' del poeta Itzamatul Ikal, además de algunos poemas rabiosos de Marco A. Pérez.
Acompaña esta lectura con tres discos imprescindibles para oscurecer además de una playlist creada desde las entrañas de nuestro bar: Ummastalgia (disponible en Spotify).
Aunque tú no lo sepas: 200 discos chingones del rocanrol mexicano
Hablemos de «Daisy Jones & The Six»

Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |
Quiero creer que mis niveles de intensidad ante
las cosas y la vida son más un aspecto positivo que una red flag. Y es
que, desde niña, si algo llama mi atención, me O B S E S I O N O de inmediato hasta
que esa obsesión se diluye a causa de otra obsesión y así on and on. Pues
resulta que, a inicios del pasado mes de febrero, comencé a ver en Instagram y en
Twitter, un tremendo “buzz” por una serie llamada “Daisy Jones & The
Six” que se estrenaría a inicios de marzo en Prime y que está basada en el
libro homónimo de la autora estadounidense Taylor Jenkins Reid. Todo tweet o
post que hablaba de “Daisy Jones & The Six” estaba inevitablemente ligado a
Fleetwood Mac (una de mis bandas favoritas) y, como soy re curiosa (por
no decir chismosa) y re intensa, comencé a indagar al respecto y como era de
esperarse, ya estoy en plena etapa de obsesión a pesar de las múltiples
críticas que tengo de la serie.
Resulta que “Daisy Jones & The Six” es el primero de los libros de Taylor Jenkins Reid en adaptarse a la pantalla chica y al parecer, no será el último. El muy sonado “The Seven Husbands of Evelyn Hugo” (que, si alguien de por aquí ya lo leyó, díganme qué les pareció porque ya me lo recomendaron varias veces) de 2017, se convertirá en una película de Netflix, mientras que “Malibu Rising” de 2021, se adaptará para Hulu. Pero para esta adaptación inicial de Daisy Jones, Reid sabiamente se asoció con la actriz y productora Reese Witherspoon cuya casa productora “Hello Sunshine” ha perfeccionado a lo largo de seis añitos la ciencia de adaptar bestsellers tan adictivos de ver como de leer. Parte de la estrategia es una especie de integración vertical: Witherspoon seleccionó “Daisy Jones & The Six” para su club de lectura mensual, lo que ayudó desde un inicio a construir y consolidar una fanbase que indiscutiblemente, apoyaría el lanzamiento de dicha novela a la televisión. Antes de continuar, aclaro un detallito bien importante: yo no he tenido la oportunidad de leer el libro y les prometo que algún día lo haré, pero mientras tanto, ya me estuve informando un poco acerca de su estilo narrativo, de cómo lograron plasmarlo y adaptarlo a lo audiovisual y las grandes diferencias entre ambos.
A sus tiernos 13 años, Taylor Jenkins Reid veía fascinada el especial de televisión de 1997 de una banda setentera llamada Fleetwood Mac, que celebraba veinte años del lanzamiento de su icónico álbum “Rumours” y como era de esperarse, le llamó muchísimo la atención la feroz versión del himno de rupturas amorosas por excelencia “Silver Springs” y la electrizante química que había entre dos miembros de la banda: Stevie Nicks y Lindsey Buckingham. De ahí le llegó la inspiración para escribir “Daisy Jones & The Six” años después, cuyo estilo narrativo, toma la forma de una historia oral acerca del ascenso de Daisy Jones y el grupo The Six al estrellato y su infame separación. Se cuenta en su totalidad a través de entrevistas con la banda, otros personajes clave y testigos. Las entrevistas se realizan de 30 a 40 años después de la separación de la banda, mientras los miembros reflexionan con distancia y (algo) de madurez todo lo que vivieron. Cada miembro recuerda cómo sucedió todo de manera ligeramente diferente (como acontece en la vida real), dejando lo que realmente sucedió elusivo y sujeto a interpretación del lector. La escritora dice: "[…] también se debe tener en cuenta que, en asuntos grandes como pequeños, a veces los relatos del mismo evento difieren. La verdad a menudo se encuentra, sin reclamar, en el medio".
Por lo tanto, un estilo documental encaja naturalmente para una adaptación televisiva y los episodios cobran vida al estructurar sus historias en torno a eventos o periodos de tiempo específicos con esas mismas entrevistas. Al dar el salto de la página a la pantalla, “Daisy Jones & The Six”, en su mayor parte, ha tratado de recrear la experiencia de lectura del libro (o al menos eso es lo que dicen sus fans menos exigentes y flexibles). Pero como con cualquier adaptación, ciertos detalles no pasan el corte y tanto los personajes como algunos eventos, son inevitablemente alterados de manera significativa, para bien o para mal.
La historia (tanto del libro como de la serie) básicamente trata del recorrido de una banda de soft rock al estrellato y nosotros somos testigos de cómo navegan el mundo de la fama, las drogas, los excesos, los dramas personales, los triángulos (rectángulos) amorosos, la creatividad e innovación musical, las rencillas y celos profesionales. La banda es una especie de supernova que arde brillante y efímera, disolviéndose definitivamente después de un show en Chicago a finales de la década de los 70s, tras un exitoso y único álbum titulado “Aurora”. Daisy Jones, nuestra protagonista, es el huracán en el centro de esta historia. Es una hermosa, carismática, errática, inmadura y talentosa cantautora que irrumpe sorpresivamente a los integrantes de la banda “The Six” y, por ende, cambia drásticamente la vida del grupo, en especial la de Billy Dunne. Líder y vocalista de “The Six”, Billy es un tipo desagradable, autoritario, perspicaz y terriblemente talentoso que no disfraza los celos hacia su nueva vocalista, quien no tiene reparos en robarle protagonismo y al mismo tiempo, generan una conexión profunda y natural a partir de sus vivencias y traumas del pasado que obviamente, será el meollo de las crisis de la banda.
Adentrándome ahora sí en la serie (que es con lo que estoy realmente familiarizada), hay un montón de cosas que me gustan y un montón que no. Voy a ir por partes para no mezclar demasiado mis propias contradicciones. Creo que toda la cuestión de producción, es decir, ambientación, vestuarios, fotografía, etc. etc. etc. me parecen maravillosos. Realmente reflejan un presupuesto nivel Jeff Bezos (el modestito dueño de Amazon) y nos sumergen en la década que se encargó de “moldear” mucho del soft rock, folk y pop que tanto me gusta con muchísimo estilo y autenticidad. Todas las escenas de los conciertos nocturnos son espectaculares: cuentan con una iluminación increíble, innovadora, con movimientos de cámara que nos adentran al escenario y, por ende, directamente a las emociones de la banda.
Otra cosa que aplaudo muchísimo, son las actuaciones a pesar de algunos diálogos cursis y storylines comunes. Todo el elenco, encabezado por Riley Keough y Sam Claflin, me parece extraordinario y sirve muchísimo que la química, sobrepasa la pantalla. Los he visto en un sinfín de entrevistas y realmente hay mucho amor entre ellos y parece que auténticamente disfrutaron muchísimo trabajar en este proyecto. La modelo inglesa Suki Waterhouse, Will Harrison, Josh Whitehouse y Sebastián Chacón, quienes interpretan a Karen, Graham, Eddie y Warren (miembros de la banda), tenían ya ciertos conocimientos musicales ya que, desde niños tocaban la guitarra, cantaban y así. De todos modos, tuvieron que aprender a tocar sus respectivos instrumentos y son ellos quienes realmente tocan e interpretan las canciones en vivo en las escenas de los conciertos, lo cual francamente hizo que me estallara la cabeza. Peeero… Riley (a pesar de ser la mismísima nieta de Elvis Presley y de que todo mundo dé por sentado que tiene la capacidad vocal y el talento de su familia, lo cual me parece una tremenda estupidez, pero bueno) y Sam, quienes interpretan a Daisy y Billy, no. Han comentado ya en varias entrevistas, que a pesar de lo horrible que fue la pandemia, para ellos fue benéfico el año y medio que estuvo detenida la producción de la serie para aprender, tanto a cantar, como a tocar la guitarra y ambos tuvieron intensas lecciones para lograrlo. Los integrantes estuvieron meses en una especia de “band camp” donde aprendieron realmente a convertirse en estrellas de rock y francamente la química entre Riley y Sam es sublime. No me da pena admitir que soy una hopeless romantic y que me fascinan esas tramas que van del amor al odio o al revés.
Actualmente, la banda ficticia tiene un álbum en los primeros números de las listas de Billboard y once canciones que cuentan ya con millones de reproducciones diarias en las plataformas musicales como Spotify y Apple Music.
“Aurora” es un álbum atemporal y logra capturar el drama de esta banda en sus puntos más altos y bajos, ya que muchas de las canciones están vinculadas directamente con la narrativa de la serie y al menos el concepto o la intención de cada letra, fueron creadas por la misma Taylor Jenkins Reid, pero obviamente perfeccionadas y modificadas para hacerlas sonar más auténticas; somos testigos de cómo nace “Aurora” y su impacto a lo largo de los diez episodios. Phoebe Bridgers, Madison Cunningham, Marcus Mumford y Jackson Browne son algunos de los artistas y músicos de la vida real que ayudaron a escribir y producir las canciones de “Aurora”, por eso también el éxito del álbum. Éste, lucha por aprehender la audacia de Fleetwood Mac, combinando un poco de ese rock tan característico de los 70s, con baladas fáciles de escuchar. En particular, me agradó bastante cómo estructuraron y enlazaron las canciones durante el episodio final. Yo les recomiendo muchísimo el álbum y no solo porque llevo semanas escuchándolo y enamorándome de él. Además, la serie en sí tiene una banda sonora buenísima, con canciones de Carole King, Toto, Patti Smith, The Beach Boys, Barry Manilow, etc. que refuerzan con mucho detalle e intensión, determinadas escenas.
Y bien, ahora va el montón de cosas que NO me gustaron de la serie y creo que básicamente se reduce a la historia en sí, a la forma en cómo fue escrita, desarrollada y modificada para la televisión. Prometo no hacer ningún spoiler significativo, aunque me den hartas ganas jajaja. Pues bien, por lo poco o mucho que he investigado, tengo ya claras las diferencias más tajantes entre el libro y la serie y, a pesar de que la novela raya en muchísimos clichés y lugares comunes, por momentos la serie los sobrepasa y termina encarnando los estereotipos superficiales que dice aborrecer. Si bien se presenta de manera convincente en ciertas escenas, en general es una dicotomía que hemos visto muchas veces antes. Incluso creo yo que el título hace alusión a algo que claramente no existe en esos diez episodios: la verdadera unión entre Daisy y la banda. Siempre es Daisy por aparte y The Six por aparte. No existe esa relación de familiaridad entre la cantante y la banda que tanto insisten en mencionar y los escritores, prefieren enfocarse en el “romance” tormentoso entre Daisy y Billy. Se supone que Daisy llega para revolucionar a la banda desde lo más profundo, pero son muy pocos los momentos de interacción entre ella y los demás (haciendo a un lado las escenas de los conciertos) y, por lo tanto, jamás se siente esa cohesión y cuesta mucho trabajo creer o asimilar ciertas escenas. Incluso Daisy, en sus entrevistas actuales, jamás J A M Á S habla de la banda, de sus integrantes, de sus talentos o carencias. Solo se dedica a hablar de sí misma y, por supuesto, de su dupla caótica con Billy y, por lo tanto, es difícil conectar con ella.
En ese sentido, otra cosa que me molesta muchísimo (ya sé, sueno a meme del fascista ese), es la construcción de los personajes femeninos. Dichos personajes, divagan entre ser mujeres auténticamente empoderadas, inteligentes, audaces, dueñas de sus propias vidas, dispuestas a labrarse un camino profesional serio pese al mundo recontra machista donde están inmersas y terminan cayendo en los clichés absurdos que tanto aborrecemos. Mi mayor problema, es con Daisy quien obviamente encarna el estereotipo de la chica rota que hace estupidez tras estupidez al pedo. Disculpen si no encuentro otra forma más formal de expresarlo, pero es la verdad; nunca se siente lo suficientemente propia y no sé qué tanto esté bien darle el peso de una heroína cuyos impulsos, están siempre fuera de control. Las muchas escenas de Daisy inhalando cocaína, tomando pastillas o garabateando letras, podrían tomarse de cualquier cantidad de biopics, y en lugar de entenderla, más bien te provocan ganas de cachetearla. Encima, la relación entre ella y los otros personajes femeninos como Karen, Simone y en especial con la bellísima Camila (protagonizada por la argentina Camila Morrone), deja muchísimo que desear, a pesar de ciertos destellos de sororidad que se agradecen. Y luego, esta insistencia patriarcal de poner a dos mujeres a “competir” por un hombre, de bancarle sus machiruladas, o de representar a la mujer como una especie de ancla divina para rescatar y beneficiar únicamente a un hombre sumamente roto, YA NO VA y desespera.
5 discos ineludibles de David Bowie
“Después de Bowie no hubo ningún ícono pop de su altura porque el mundo pop que produce esos dioses del rock ya no existe“.
THE RISE AND FALL OF ZIGGY STARDUST AND THE SPIDERS FROM MARS
Producción: D. Bowie/Ken Scott
RCA - Inglaterra (1972)
“Subvirtió enteramente el concepto de lo que una estrella de rock debe ser”.
RCA - Inglaterra (1977)
“El feroz partidismo del culto a Bowie es también único; su influencia duró más y fue más creativa que quizás ningún otro dentro del fanatismo del pop”.
HEROES
Producción: D. Bowie/Tony Visconti
RCA - Inglaterra (1977)
“Bowie, una estrella e ícono. Su trabajo ha creado quizá la mayor adoración en la cultura popular, su influencia ha sido única, ha permeado y alterado más vidas que ninguna otra figura comparable”.
Bowie fue votado por más de cien estrellas del pop como el artista más influyente de música, de acuerdo a la revista NME.
El álbum final de la Trilogía Berlinesa supone una polémica complicada ya que, a pesar de ser un álbum brillante, toma en general una gran distancia en la mayor parte del material respecto a sus antecesores puesto que ya no tiene tanto que ver krautrock experimental, salvo en momentos muy marcados.
Abre con la elegante y suave Fantastic Voyage; una maravilla que sin ningún problema podría ser parte de "Station to Station". Es a partir de esta pieza donde Bowie ya hace incursiones de world music (como también lo harían David Byrne, Peter Gabriel y el mismísimo Eno).
Icónica y con un trabajo de guitarras alucinante Boys Keep Swinging es una pieza de pop vanguardista (que bien podría entrar en "Low" con mínimos tratamientos) y donde luce en todo su esplendor la colaboración de Adrian Belew con un solo legendario.
En Repetition, donde el ritmo invita al baile también se escucha el sello de la guitarra para finalizar con Red Money: una perfecta pieza de salida que recuerda a piezas como TVC15 del 76 bajo los nuevos procesos de producción.
Red Money es también una canción que termina por recordar que, aunque esta serie de álbumes son algunos de los más osados intentos por desafiar su propia obra y la mayor inspiración para una siguiente generación de artistas de la más diversa clase, la Trilogía Berlinesa fue precursora seminal de nuevos géneros. Ya lo había dicho David: "Sólo busco impresionarme a mí mismo", lo único que no logró.
Cuidado editorial: Mariana Noséqué
Ilustraciones: Ox Echegoyen
Strange Fascination
David Bowie: The Definitive Story
de David Buckley
Un mezcal en el 'Belmont' con Lázaro Cristóbal Comala
Por Iván Gutiérrez | Entrevista especial |
IG: En tu nuevo álbum, Belmont, pusiste un sample de una canción de Nacho Vegas, Monomanía, al inicio de Faisanes, en lo que pareciera un homenaje a este compositor español…
LCC: Sí, extendí
algo que ya había hecho Nacho Vegas. Monomanía es una canción en la que Nacho
agarró la melodía de otra parte, que es básicamente lo que yo hice. Entonces mi
forma de hacer Faisanes fue extender
ese ejercicio. Le escribí a Nacho y le dije “oye, hice una canción robándome la
melodía de Monomanía y es ésta,
quisiera meter un sample de ahí”, y me dijo “sí, para eso son las canciones, yo
también me las robo”. Y hasta cierto punto el tema de la canción es el mismo:
es una extensión. Por lo mismo, siempre que canto Faisanes le pego Monomanía.
Un ejemplo
de lo que te comento es que Nacho hizo lo mismo en Ciudad Vampira: tomó prestada la melodía de Devil Town, de Daniel Johnston. De hecho, en la versión del álbum,
cuando empieza Ciudad Vampira, tiene al principio a una mujer cantando
la canción de Johnston en catalán.
Hay dos canciones en el Belmont que hablan de otros creadores, Reinaldo Arenas y Pablo Perro, y pareciera que con estas canciones buscaras restituirles un poco de… ¿reconocimiento? a estos autores. ¿Cómo nacen estos dos temas?
Lo que pasa con escritores como Reinaldo Arenas o Roberto Bolaño es que admiro mucho su trabajo, pero admiro mucho más su vida, me llama mucho más lo tortuoso, lo perseguido, lo exiliado. Y bueno, Pablo Perro es un amigo de hace muchos años, ya tenía esa canción por ahí, y se la debía.
¿Hay alguna canción que sea tu favorita en el Belmont, en lo que a tocar en vivo se refiere?
Viene de que
crecí en una familia cristiana, de cristianos protestantes. Lo de “el diablo ha
hecho más por mí que Dios” es una metáfora, lo que pasa es que el cristianismo
protestante de Durango está muy basado en el cristianismo gringo, que es muy
capitalista, basado en algo que se conoce como el “Evangelio de la
Prosperidad”, que te enseña que Dios te quiere con dinero, Dios te quiere sano,
Dios te quiere con estudios, una casa, una familia, es el “American Dream”.
Cuando me separé de la iglesia, lo hice porque yo era toda la antítesis de eso: Dios me quería con una familia y mis padres estaban divorciados; Dios me quería sano y yo estaba enfermo; Dios me quería con trabajo y yo estaba desempleado. Era todo lo que no debería haber sido. Eso implicaba que yo estaba haciendo algo mal, que yo era lo que estaba mal. Y por eso me alejé.
Entonces El
Diablo ha hecho más por mí que Dios es una metáfora de que… ya en
recapitulación, no tener trabajo, en lugar de tener trabajo, te da más, porque
te hace crecer; tener papás divorciados en lugar de una buena familia, te hace
más maduro; de ahí va que todo lo malo te da más, que uno aprende más de los
malos ratos que de los buenos: uno no aprende nada de estar feliz, uno no
aprende nada de estar sano.
Y bueno, Líbano
tampoco es religiosa, es más bien familiar, por eso dice “el Dios de mis
padres”, porque una cosa es Dios y otra lo que te enseñan a ti. Líbano y
Manhattan son canciones familiares, de antepasados. Y de cristianos
pendejos pues sí, porque toda mi vida estuve rodeado de ellos.
¿Qué es para ti
Dios?
No sé… la
mayor parte de mi vida creí que era real, pero desde hace una década pienso que
no existe: nada, cero. Como dice Nick Cave, “no creo en un Dios
intervencionista”. Lo que pasa con Dios es que si no es intervencionista, no es
nada, porque, ¿de qué sirve un Dios que no interviene? Digamos que sí existe,
pero no interviene, ¿entonces para qué existe? Creo que Dios es una
consolación: al final te da cáncer y sabes que te vas a morir, y acudes a él.
Por eso mi Dios es el de Líbano, no
es “el Dios”, sino el Dios de mis padres, con el que te educan.
En varias de tus
canciones de Belmont se asoma una visión medio nihilista de la vida… incluso
tienes una canción titulada Cioran…
Sí, es
necesario hablarlo. Durango es de los estados donde más suicidios hay en todo
el país, es enfermizo la cantidad de personas que se suicidan aquí, es un tabú…
y es dolorosísimo. Y una de las cosas más tristes que se me hacen es que… una
vez, en el trabajo que tenía, una de las chambas era revisar notas del
periódico, y en una ocasión uno de mis compañeros que era diseñador, que casi
nunca se expresaba para nada, me dijo sobre una nota, “lo que tiene que pasar
por la cabeza y la vida un niño de 10 años para tomar la decisión de
suicidarse…”.
El hecho de
yo escribir esta clase de cosas, no es ni siquiera por una cuestión pasajera,
sino que es un tema del estado, como hay músicos o compositores de Colombia que
hablan sobre lo que pasa en sus entidades, el narco… una persona como Nacho
Vegas que escribe sobre el contexto en el que vive, en su caso sobre cómo
expulsan a la gente de sus casas. Entonces ya el pedo de temas como No me da la gana ser feliz, no viene
tanto de una cuestión punk o una persona depresiva, tiene más que ver con el
entorno, y el mío es el suicidio. No tiene nada que ver conmigo, sino el estado
en el que vive el estado. Y ya no estamos hablando solo de adolescencia o
juventud, sino que llega un punto tan mierda en el que estamos hablando de
infancia.
¿Has pensado cómo
te gustaría morir?
No… no
pienso en eso porque… no me quiero morir, pero… sí, colgado, eso… o un balazo,
pero ahorita no tenemos acceso a pistolas, aunque sería lo más rápido.
Medicamentos no, sí lo he intentado, pero con ellos me da ansiedad… o sea, si
me meto veinte pastillas, primero me aviento a un carro antes de que hagan
efecto, por la ansiedad de la espera. Entonces colgado, algo más seguro y
definitivo.
¿Dirías que es un estado triste?Sí, total, porque es un estado… que se siente separado, todos nos sentimos así, como aislados, y eso lleva a la depresión, y a su naturalidad con el suicidio. Durango es un estado triste.