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Las Muertas: de la sátira feroz al drama televisivo impecable


Cinema Coyote | Alejandro Carrillo 


En 1977, Jorge Ibargüengoitia publicó Las Muertas, una novela que diseccionaba con ironía, humor negro y un filo narrativo irrepetible el escándalo real de “Las Poquianchis”: una red criminal ocultada bajo los mantos del moralismo provinciano. Casi cincuenta años después, Netflix adapta la obra al formato de serie, una apuesta que en principio parecía arriesgada: ¿cómo trasladar a la pantalla el tono corrosivo, la crítica social disfrazada de carcajada, la voz inimitable del autor guanajuatense? Contra todo pronóstico, Las Muertas (2025) consigue honrar el espíritu literario y, al mismo tiempo, trazar un lenguaje propio, potente, visualmente magnético y dramáticamente contundente.


Ibargüengoitia, un narrador imposible de copiar… pero sí de reinterpretar

Hablar de Las Muertas implica reconocer el genio de Ibargüengoitia para desnudar el absurdo mexicano. Su novela es, ante todo, un espejo deformante: muestra un país donde la corrupción tiene sotana, el poder huele a establo y las víctimas terminan convertidas en notas al pie. La mirada del autor no es piadosa, pero tampoco cruel; es, más bien, quirúrgica. Con un estilo seco, preciso y dolosamente divertido, Ibargüengoitia reconstruye el expediente judicial de las Poquianchis para evidenciar la hipocresía que normaliza lo monstruoso.

La serie parece consciente de que competir con ese tono sería suicida. En lugar de intentar imitar la prosa del escritor, apuesta por rescatar su esencia: el retrato de un México rural donde la miseria económica se mezcla con la miseria moral; la denuncia disfrazada de anecdótico; la violencia presentada sin morbo, pero tampoco sin anestesia.

De esa decisión nace la mayor virtud de la adaptación: comprender que Las Muertas no es solo una historia criminal, sino un comentario sociopolítico que sigue vigente.

El director Luis Estrada y el equipo creativo optaron por una estética cuidada al detalle: vestuarios opacos, atmósferas áridas y una paleta de colores que captura la sensación de encierro físico y emocional. No es la típica “serie de época” reluciente; aquí predomina la textura terrosa, las paredes descascaradas y la iluminación que evoca la precariedad de la vida marginal.

El diseño de producción logra algo crucial: hace visible el sistema que permitió a las hermanas González (las Poquianchis ficcionalizadas) operar durante décadas. Los burdeles disfrazados de “casas de huéspedes” están recreados con una sobriedad que incomoda; los despachos de funcionarios corruptos —desde policías municipales hasta políticos locales— transmiten la complicidad invisible que Ibargüengoitia denuncia con sorna. La fotografía, además, alterna planos cerrados que acentúan la claustrofobia de las víctimas con composiciones amplias que exponen la indiferencia del entorno. Ese contraste es quizá la forma más visualmente efectiva de trasladar la ironía del autor al lenguaje audiovisual.

Si la serie funciona con la fuerza que funciona, es porque el elenco la sostiene como un coro trágico. Joaquín Cosío, Alfonso Herrera y Mauricio Isaac que encarna magistralmente el personaje de "La Calavera", complementan el magnífico trabajo de Arcelia Ramírez y Paulina Gaitán, que le dan vida a las hermanas Baladro, ofreciendo protagónicos a la altura de la producción con lecturas y actuaciones matizadas y profundamente humanas, evitando caer en la caricatura que —por el carácter satírico de la novela— habría sido un riesgo tentador. En pantalla, Serafina y Arcángela no son monstruos estrafalarios, sino mujeres moldeadas por la ambición, el resentimiento y la impunidad que heredaron y reforzaron. Esa complejidad dota a la historia de un peso dramático que enriquece, sin contradecir, la visión literaria.

El reparto joven que encarna a las víctimas aporta la otra mitad del corazón narrativo: sus actuaciones transmiten vulnerabilidad sin caer en el sentimentalismo. La serie acierta en mostrar su humanidad sin romantizarlas ni convertirlas en símbolos abstractos; son personas atrapadas entre la pobreza y un sistema que nunca pretendió protegerlas. Ese equilibrio actoral permite que la historia sea dolorosa sin ser sensacionalista, respetuosa sin ser tibia.

Completan el cuadro varios secundarios memorables: policías que parecen burócratas de oficina, funcionarios que hablan en eufemismos, testigos que desfilan entre el miedo y la ignorancia. Aquí las actuaciones funcionan como engranes narrativos, articulando esa sociedad absurda que Ibargüengoitia tantas veces retrató.


Una de las adaptaciones mexicanas más sólidas de los últimos años

Lo más valioso de Las Muertas es cómo transforma la sátira literaria en una crítica televisiva contemporánea. Si la novela desmontaba los ridículos del México posrevolucionario, la serie señala continuidades incómodas: feminicidios normalizados, autoridades omisas, la facilidad con la que la violencia estructural se oculta bajo discursos vacíos.

La serie evita el panfleto. Todo está narrado desde la intimidad y la cotidianidad; no es un ensayo político sino un relato humano que expone las costuras del país a través de la vida (y la muerte) de mujeres invisibles. Esa mezcla de fidelidad histórica, sensibilidad contemporánea y rigor narrativo hace que Las Muertas no solo funcione como adaptación, sino como una obra con identidad propia, capaz de dialogar tanto con lectores de Ibargüengoitia como con audiencias jóvenes que quizá descubran aquí la fuerza del autor.

Las Muertas de Netflix es una serie que respira respeto por su origen literario, pero también valentía para reinventarse. Sus valores de producción, su dirección contenida pero incisiva, su guion bien articulado y, sobre todo, sus actuaciones, conforman una obra que honra la mordacidad de Ibargüengoitia sin sacrificar profundidad emocional.

El resultado es un híbrido afortunado: una pieza televisiva estética y narrativamente poderosa que recuerda por qué Las Muertas es una novela fundamental, y por qué sus ecos —dolorosos, irónicos, necesarios— siguen resonando en el México contemporáneo.


"Las guerreras K-pop", la gran sorpresa de Netflix y de la animación 2025

Cinetiketas | Jaime López


Hablar de "Las guerreras K-pop" significa hablar sobre el fenómeno más exitoso de las plataformas streaming en lo que va de este año, pues dicha propuesta tiene el récord de reproducciones en Netflix, con más de 300 millones de vistas.

El suceso en cuestión no es producto de la casualidad, sino de la habilidosa mancuerna de Maggie Kang y Chris Appelhans, directores del filme, quienes entregan una obra fresca y dinámica. 

Ello con base en un guion coescrito por ellos mismos, junto con Danya Jiménez y Hannah McMechan, quienes abordan temas universales con los que es fácil identificarse como la aceptación personal o la búsqueda de nuestra identidad. 

Además, "Las guerreras K-pop" logra combinar comedia, romance, fantasía, acción y música pegajosa a través de una estética vistosa, que no solamente honra los animes, sino que también hace una sátira de los dramas o de las novelas coreanas. 

La premisa se centra en un grupo femenino de K-pop, integrado por Rumi, Mira y Zoey, que, cuando no están en una presentación musical o en un concierto, se dedican a aniquilar demonios. 

Sin embargo, su principal enemigo ha dado luz verde a un plan inesperado, que las pondrá en jaque de distintas maneras, confrontándolas consigo mismas. 

Es ahí donde radica una de las principales virtudes de la película, pues la historia es un espejo de las dudas, miedos y altibajos que tienen las personas a lo largo de sus existencias. 

Asimismo, la trama se enfoca en un grupo de jóvenes que, en ocasiones, solamente desean ser felices comiendo uno de sus alimentos favoritos o tomando una siesta, pero por otros momentos, deben tomar decisiones sumamente complejas. 

Exhibida desde hace más de tres meses en Netflix, en donde se ha mantenido entre los tres primeros lugares de preferencia, "Las guerreras K-pop" también se destaca por la inclusión de personajes místicos en su narrativa, que hacen recordar las obras de Hayao Miyazaki. 

En cuanto a las canciones inéditas escritas para el filme, varias de ellas tienen un enorme potencial de ser nominadas en la edición 2026 del premio Oscar. 

Sin embargo, "Golden" es quizá la pieza o composición más destacable por su significado dentro de la historia, pues representa un apapacho para el alma y  también transmite una sensación de emancipación. 

Sumado a lo anterior, la canción ha hecho historia en Estados Unidos al liderar la lista Billboard, pese a que es interpretada por un grupo ficticio, algo que no había ocurrido desde hace varias décadas. 

Finalmente, "Las guerreras K-pop" puede ser disfrutada sin necesidad de ser un experto o aficionado a las bandas de K-pop, porque su trama no está dirigida a un segmento de mercado y, además, promueve la multiculturalidad, algo que se agradece infinitamente.


El secreto de sus ojos: pasión, justicia y futbol en un clásico argentino que nunca pasa de moda


Plano Secuencia | Nico Ledezma


En el vasto universo del cine argentino, pocas películas han logrado el estatus de culto y reconocimiento internacional como El secreto de sus ojos (2009). Dirigida por Juan José Campanella y protagonizada por el imponente Ricardo Darín, esta obra maestra se convirtió no sólo en un hito para la cinematografía nacional, sino en un fenómeno que traspasa fronteras y géneros. ¿Por qué sigue siendo tan relevante 15 años después? La respuesta tiene mucho que ver con su combinación perfecta entre thriller judicial, drama humano y, sobre todo, pasión en estado puro.


Más que un thriller: una historia que cala hondo

Basada en la novela La pregunta de sus ojos de Eduardo Sacheri, la película nos sumerge en la historia de Benjamín Espósito (Darín), un empleado judicial retirado que decide escribir una novela sobre un caso que marcó su vida: el brutal asesinato de una joven en Buenos Aires durante los años 70. A medida que se desgrana el caso, la película nos invita a explorar no sólo la búsqueda de justicia, sino también las emociones más profundas de sus personajes, sus amores, sus frustraciones y la implacable memoria de un país que lucha por recordar y reparar.

No es casualidad que El secreto de sus ojos haya ganado el Oscar a Mejor Película Extranjera en 2010. La mezcla de suspenso, política, historia y romance está construida con un guion inteligente, diálogos memorables y una dirección que sabe cuándo acelerar el pulso y cuándo dejar que el silencio hable por sí mismo.


La pasión como motor: el guiño futbolero que conecta generaciones

Uno de los momentos más emblemáticos y celebrados por la audiencia argentina (y por quienes entienden la cultura del país) es el diálogo sobre la pasión. En una conversación que parece casual pero es profundamente simbólica, los personajes discuten cómo la pasión —ese sentimiento que mueve masas en las tribunas y en las calles— es algo que no se explica, sino que se siente.

Este pasaje es oro puro para los amantes del futbol, pero también para cualquiera que haya sentido que algo en la vida lo mueve sin lógica aparente. En Argentina, el futbol no es sólo un deporte; es una religión, un fenómeno social y un espejo donde se refleja la identidad nacional. Y esa misma pasión desbordada está presente en la película, en sus personajes y en la forma en que enfrentan sus dilemas.

Este guiño futbolero no sólo sirve para conectar con el público local, sino que también universaliza el mensaje: la vida está llena de pasiones intensas, muchas veces irracionales, que definen quiénes somos y cómo enfrentamos la justicia, el amor y el destino.


Un elenco y una dirección que hacen magia

Ricardo Darín, uno de los actores más emblemáticos de Argentina, entrega una actuación sobria, intensa y conmovedora. A su lado, Soledad Villamil y Guillermo Francella aportan personajes que quedan grabados en la memoria, lejos de los estereotipos, con matices que humanizan incluso a los más conflictivos.

La dirección de Campanella es otro de los grandes aciertos. Su capacidad para equilibrar el ritmo, la tensión y el drama humano evita que la historia se convierta en un mero policial. En lugar de eso, construye un universo donde la política y la historia reciente de Argentina se entrelazan con las emociones más íntimas de los personajes.

La escena de la famosa toma en el estadio, donde la cámara sigue a Espósito corriendo por las gradas, es un claro ejemplo de cómo la técnica se pone al servicio de la emoción y la narrativa, convirtiéndose en un momento icónico que muchos recuerdan con admiración.


Vigencia y legado: por qué verla hoy

Si bien la película está ambientada en un contexto específico de la Argentina de los años 70 y 80, sus temas son universales y siguen resonando hoy. La búsqueda de justicia frente a la impunidad, la memoria como un acto necesario para no repetir errores, el amor que se mantiene a pesar del tiempo y la pasión que nos mueve son elementos que trascienden épocas y geografías.

Ahora que El secreto de sus ojos está disponible en Netflix, es una oportunidad perfecta para redescubrirla, para dejarse atrapar por su intensidad y para entender por qué se ha ganado un lugar sagrado en la historia del cine argentino.

No es sólo una película para amantes del cine de autor o del thriller; es una historia para quienes creen en la fuerza de la pasión, en la importancia de la memoria y en el poder de la justicia, incluso cuando parece inalcanzable.




"Emilia Pérez", una alucinante reflexión sobre la identidad de género



Cinetiketas | Jaime López



Para las y los analistas más exigentes, hacer una película sobre las desapariciones y crimen organizado en México, contada desde la visión de un cineasta francés, se vuelve una especie de apropiación y burla culturales.

Lo anterior es parte de las reacciones que ha generado "En busca de Emilia Pérez", la obra más reciente del realizador galo, Jacques Audiard, la cual inauguró el Festival Internacional de Cine de Morelia de este año, después de haber obtenido en Cannes los premios del Jurado y a Mejor Actriz.

Si bien es cierto que el filme en cuestión cae en un enfoque simple y reduccionista sobre la violencia en el territorio mexicano, también lo es que cuenta con distintas virtudes artísticas que justifican su buena acogida en distintos países.

Para empezar, se trata de un musical inesperado, que sigue la historia de un poderoso líder del narcotráfico, cuyo mayor sueño es retirarse para convertirse en mujer.

Esa línea argumental la distingue de otras cintas similares, pues la dota de una originalidad innegable y propicia un debate interesante sobre la identidad género.

Si a eso se le añade que la protagonista es Karla Sofía Gascón, primer mujer trans en ganar Cannes, el discurso de la obra, acerca de buscar una vida libre, se torna realmente auténtico.

Además, nadie puede negar que el trabajo de la actriz es profesional desde su primera secuencia en la pantalla grande, pues muestra un empoderamiento a flor de piel, pero también una vulnerabilidad conforme avanza la trama.

Su "Emilia Pérez" tiene que asumir las consecuencias de sus decisiones y, a la par, experimentar situaciones inéditas como volver a enamorarse, tratar de corregir sus errores o aprender a soltar el pasado.

Por otra parte, el resto del elenco demuestra su virtuosismo para cantar y actuar, en especial, Zoe Saldaña y Adriana Paz, quienes también se hicieron acreedoras al galardón de Mejor Actriz en Cannes 2024.

Ambas tienen bajo su cargo roles complejos e inolvidables, que transitan entre el dolor y la esperanza. La primera como una abogada que defiende a criminales de poca monta, pero que halla cierta paz al conocer a "Emilia Pérez". Y la segunda, cautivando con su dulce "Epifanía" a la audiencia y la crítica.

Eso sí, la incursión de Selena Gómez en el casting es lo más cuestionable de la película, pues su pronunciación del español es irritante y desentona con la ejecución de sus colegas.

En cuanto al aspecto técnico, la propuesta de Audiard goza de grandes coreografías y una brillante edición de sonido, misma que es reflejo del asombro del francés respecto a distintos peculiares sonidos de la cotidianidad mexicana.

Así, en la escena inicial, se vuelve una protagonista indiscutible la famosa grabación de "se compran colchones tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que vendan".

Igualmente, el diseño de arte y la fotografía son excepcionales, pues la Ciudad de México se recrea correctamente en un estudio de Europa.

En resumen, "Emilia Pérez" es un alucinante montaje audiovisual que reflexiona sobre la identidad autopercibida, cuyo punto negativo principal es usar maniqueamente la tragedia en algunas de sus secuencias.



"KeMonito: La última caída", la gran lucha del pequeño guerrero


Cinetiketas | Jaime López 


En la secuencia final del documental 'KeMonito: La última caída", dirigido por Teresa de Miguel, es inevitable experimentar un sentimiento de tristeza justo en donde comienza el desfile de créditos. 

Eso se debe a que, durante 23 minutos, la realizadora recientemente nominada al Ariel muestra sin miramientos la decadencia del petit personaje, quien durante cuatro décadas fue mascota oficial del Consejo Mundial de Lucha Libre.

El hombre detrás de KeMonito, Jesús Juárez Rosales, revela la explotación económica y física que ha padecido en parte de su trayectoria. No lo hace de forma evidente ni sensacionalista. 

A diferencia de la película de ficción de Darren Aronofsky, "El luchador", Teresa de Miguel nos adentra en el ocaso del protagonista sin necesidad de escenas viscerales, maniqueístas o explosivas. 

La manera en que la creativa visual y periodista relata su argumento es elegante y orgánica, algo que ayuda a sentir una empatía natural por el creador de KeMonito.

Con la cinefotografía de Moisés Anaya, la realizadora nos lleva a recorrer el cuerpo adolorido y venido a menos del famoso pugilista, que trata de salir de las adversidades a lado de su familia y con la ayuda de una vieja máquina de coser. 

Sin ser explícita en los problemas económicos que prolongan el retiro del estelar, la audiencia puede comprender la lucha constante de KeMonito para mantenerse a flote. 

Asimismo, se agradece que Teresa de Miguel decide no incluir en su historia la confrontación legal que actualmente tiene el atleta con el Consejo Mundial de Lucha Libre, esto a fin de enfocarse en su cotidianidad, esa que no está bajo ningún reflector. 

Éxito viral, pero desafortunado en sus trabajo y finanzas, KeMonito es el retrato honesto de un hombre sencillo que continúa forjando su leyenda, a pesar de la voracidad de una rapaz corporación.



Harold Torres y "Desaparecer por completo": vivir sin la posibilidad de los placeres



Cinetiketas | Jaime López


A propósito de las recientes nominaciones al premio Ariel 2024, es oportuno destacar el papel de Harold Torres en la cinta "Desaparecer por completo", de Luis Javier Henaine, pues da vida a un fotógrafo de nota roja que, por azar, empieza a perder los sentidos.

En ese contexto, el intérprete mexicano reveló a esta casa editorial lo complejo que le resultó la construcción de su rol, que tiene un par de referencias a Enrique Metinides, el artista visual que hacía belleza con accidentes vehiculares y otro de tipo de escenas no aptas para todos los estómagos.

En entrevista, el nominado para Mejor Actor explicó que una de sus principales inspiraciones para "Desaparecer por completo" fue un documental sobre el vocalista de INXS, el cual entró en una fuerte depresión.

Igualmente, leyó material de neurología escrito por Oliver Sacks y averiguó sobre rituales y casos de brujería, que forman parte de la trama:

"Lo más difícil fue investigar sobre la pérdida de los sentidos", dijo.

El también protagonista de "González: falsos profetas" mencionó que "Desaparecer por completo" tiene como propósito central reflexionar sobre cómo sería vivir sin la posibilidad de los placeres.

Abundó que se abordan distintos tópicos tales como la ética de los fotógrafos al momento de capturar una imagen escandalosa o sangrienta y compartirla sin pudor alguno.

Al respecto, Torres dijo que no se debe de tratar como niños a la audiencia, sino que se le debe de mostrar la realidad de las cosas.

El intérprete recordó que en una de las locaciones donde tenía contacto con una cocina, su olfato se agudizó y percibió el olor de una fuga de gas, algo que en su momento la gente a su alrededor no captaba o no lo tomaba en serio.

"Desaparecer por completo" está disponible en la plataforma de Netflix y obtuvo un total de 8 nominaciones al Ariel, que son mejor actor, mejor sonido, mejores efectos especiales, mejor fotografía, mejor música, mejor maquillaje, mejores efectos visuales y mejor dirección de arte.

El 'live action' perfecto sí existe: bienvenidos al universo de One Piece



Samanta Galán Villa |


Kaizoku ou ni ore wa naru!, es una de las frases más reconocidas en el mundo del anime y el manga, que en español significa Yo me convertiré en el futuro Rey de los Piratas.

One Piece ve la luz en junio de 1997 dentro de la Weekly Shōnen Jump, escrito por el gran mangaka Eiichiro Oda. Dos años después, en 1999, sale el primer capítulo del anime, realizado por Toei Animation.

El pasado 31 de agosto, One Piece entró por la puerta grande en el mundo de los live action. Producida por Tomorrow Studios y Shūeisha para la plataforma Netflix, One Piece se ha colocado como la serie más vista en ochenta y cuatro países, rompiendo el récord impuesto por Merlina y Stranger Things.

Sin duda siempre es una moneda al aire cuando de live action se trata. Adaptaciones, cambios de personajes, de tramas y de arcos. Mucho se habló del fracaso que podía significar este proyecto, tal como fue la suerte de Cowboy Bebop o en su momento Avatar: the last airbender. Sin embargo, One Piece ha dejado un buen sabor de boca en propios y extraños.

Si ya eres conocedor del manga/anime, sabrás que el protagonista, Monkey D. Luffy, es un chico despreocupado, alegre, un poco bobo y siempre hambriento de carne que sueña en convertirse en el próximo Rey de los Piratas. En su travesía va reclutando a su tripulación, conocida como Los sombreros de paja (Mugiwara no ichimi). A la par se va haciendo de enemigos, tanto piratas como de oficiales de la Marina. Sin embargo, Luffy nunca titubea en realizar dicho sueño, llevando en esta convicción, a su vez, los sueños de sus nakamas.

One Piece es un manga que tiene más de veintiséis años dentro del mercado y ha logrado conseguir una audiencia fiel, entregada y exigente. Era de esperarse que una temporada de ocho capítulos, cada uno de cuarenta y tantos minutos, tuviera algunos cambios y tomara lo esencial desde el arco Romance Dawn hasta Parque Arlong.

La audiencia recibió muy bien el proyecto, dejando en claro que detrás de esta adaptación está la vista minuciosa de Eiichiro Oda. Gran parte de esta aceptación se debe a que ninguno de los cambios significó un revés dentro de la lógica de la historia. De hecho, el live action de One Piece parece estar más apegado al manga que al anime, mostrando escenas crudas que en algún momento se llegaron a censurar por parte de Toei.


El reparto de actores parece que fue hecho con lupa. Cada uno realiza de una manera sublime, entregada y única su papel, dejando ver la esencia de los personajes. Algo que también vale la pena apreciarse, es la diversidad de nacionalidades y acentos sin introducciones forzadas.

Entre las actuaciones más destacadas está la de Iñaki Godoy, como Luffy. Jeff Ward con la épica interpretación de Buggy El Payaso y Vincent Regan como Monkey D. Garp.


Cada actor parece haber nacido para interpretar el papel. Tanto aliados como antagonistas abrazaron la esencia de los personajes del manga para entregarnos una serie pulida, sin perder el sabor original.

El presupuesto para cada capítulo está estimado en 18 millones de dólares, superando a la aclamada serie Juego de Tronos, algo que se ve reflejado minuto a minuto.

Sin duda cada detalle de los escenarios, de los maquillajes, la banda sonora y los efectos audiovisuales han valido la pena, ya que en las plataformas oficiales de la serie, los usuarios han manifestado sentirse agradecidos y satisfechos con el estupendo trabajo de todo el equipo detrás de One Piece.

Esperemos que pronto pueda salir la segunda temporada, que de seguir el orden natural, iniciaría en el arco Arabasta.

Una suerte que el mal nombre de los live action se levante con esta monumental entrega, un live action que quedará registrado como uno de los mejores de la historia.

División Palermo: la irreverencia de lo “políticamente correcto”


Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |



Tiene ya un par de semanas que he estado dándole vueltas a qué serie reseñar y recomendarles en este espacio; mi mente divagaba entre un par que vi a finales de 2022: la controversial “Smiley” (y controversial por ser todo menos controversial), o “Guía Astrológica Para Corazones Rotos” (una serie italiana fenomenal de esas que ves con una sonrisita cursi en la cara) y pues… realmente no sé por qué no me convencía escribir acerca de una u otra. Mi ansiedad estaba escalando cada vez más porque no me gusta dejar pasar tanto tiempo sin escribir acá en Sputnik, hasta que hace un par de días (y por azares del destino), me apareció como sugerencia en Netflix “División Palermo” y, como siempre he tenido una conexión bien chula con Argentina (gracias Elo, gracias Hugo) vi el tráiler y sin dudarlo, comencé a ver el primer capítulo sin esperarme los tremendos cagones de risa que me iba a provocar tan solo ese primer episodio. Así que, vayamos por partes. 

“División Palermo” se estrenó el pasado 17 de febrero en Netflix y rápidamente, ha escalado al Top 10 de series más vistas en Sudamérica. Ocho capítulos irreverentes, de aproximadamente media hora cada uno, perfectamente escritos y bien desarrollados. La serie es creada, codirigida, coescrita y protagonizada por Santiago Korovsky, un compi neurótico millennial (digo compi porque ya estuve leyendo su biografía y también es de esos desafortunados individuos que decidieron estudiar Comunicación) con un peculiar sentido del humor y que me parece sabe con exactitud quirúrgica lo que funciona actualmente en pantalla y lo que las nuevas audiencias realmente buscamos para entretenernos y maratonear a gusto sin sentir que se nos va la vida en ello.

La serie trata acerca de un grupo de personas (civiles) que, de manera muy inusual e incluso forzada, se enlistan en la Guardia Urbana argentina denominada ante todo “inclusiva” y cuyo objetivo, es brindar un servicio a la comunidad ayudándolos en su día a día y así, mejorar la convivencia ciudadana. La ministra de seguridad de Buenos Aires, con el fin de proyectar una imagen más humana e incluyente del municipio y al mismo tiempo, una narrativa políticamente correcta, insiste en que la Guardia Urbana esté conformada por elementos que formen parte de minorías que usualmente experimentan los vaivenes de sus respectivas condiciones. Y a pesar de que dicha Guardia Urbana fue creada precisamente para solventar esta idea de inclusión y diversidad, lo cierto es que solamente revela la discriminación que habita en muchas personas y que siempre queda falsamente aplacada por ese discurso políticamente correcto. La serie insta a la audiencia a reflexionar (a través de cientos de chistes incómodos) si esta mezcla de falsa compasión y diversidad no es más que una dupla engañosa y riesgosa.


La apuesta total en “División Palermo” es por un humor increíblemente ácido, que no se anda con rodeos al momento de mostrar lo que viven cotidianamente estas minorías, sin faltarles el respeto y en ocasiones, rebasando los límites de lo que uno consideraría como correcto o no. “[…] nosotres nos reímos con ustedes y no los demás se ríen de nosotres”, explica Valeria Licciardi, actriz que interpreta a Vivianne Figueroa, la única mujer trans del grupo (y mujer trans en la vida real). Es una de las tantas cosas que me fascinan de la serie, el que no se victimiza a nadie al crear personajes reales y complejos sin este cliché absurdo que tenemos de las personas con discapacidad. Hay, además, un timming P E R F E C T O para cada chiste, para cada línea, para cada toque de comedia física, mezclados con momentos inesperados y plot twists violentos que hacen que veintitantos minutos se vayan rapidísimo y queramos ver más y más. El elenco, muy bien casteado, es una chulada.

He de confesar que en muchos momentos de la serie, me estaba riendo a carcajadas (de esas escandalosas horrorosas) y dentro de mí había una pequeña vocecita que me cuestionaba si estaba bien reírme de lo que acaba de ver o no. Y me parece una genialidad que eso provoque una simple comedia como “División Palermo”, que te empuje a lo incómodo y te cuestione qué tanto de esas narrativas reproduces nada más porque sí o qué tan ¿discriminatorio, discriminativo? eres para las cosas más sencillas.

Leí una reseña por ahí que hablaba acerca de que hoy en día ese tipo de humor y de chistes “pueden verse sometidos a una cultura de cancelación, pero que acá forman parte de una reconciliación con sentimientos más verosímiles” y, por lo tanto, la serie da mucho de qué hablar.

Quiero creer que quienes somos fans de “Brooklyn Nine-Nine” (otra serie policiaca de comedia) disfrutaremos aún más de “División Palermo” porque además hay —según yo— un “nod” a la serie. Por favor, véanla, cáguense de risa, disfruten el soundtrack (que además está súper cool) y pidamos… no, no pidamos, EXIJAMOS una segunda temporada al ya incómodo tío Netflix.


 


"Ruido", la interferencia de las emociones



Cinetiketas | Jaime López |


El zumbido de la ineficiente burocracia lascera su oído, cerebro y alma. Es una de las primeras interferencias que se encuentra durante la búsqueda de su hija "Gertrudis", la cual, sin duda aumenta su desasosiego.

Es "Julia", el personaje protagónico de la más reciente película de Natalia Beristáin, "Ruido", que refleja el pesar de las miles de progenitoras mexicanas, cuyos familiares han sido víctimas de desaparición forzada.

Con una conmovedora interpretación por parte de Julieta Egurrola, la obra en cuestión recorre varios de los sentimientos que viven las mamás buscadoras durante su periplo.

Es así como la "Julia" de "Ruido" pasa del coma emocional a la ira y de la ira a la desesperación, no sin antes haber realizado una parada temporal en la sororidad y en la indignación.

"Su pinche protocolo es el que nos trajo aquí", reclama de manera enérgica la protagonista en una secuencia del filme, luego de que los servidores públicos encargados del caso de su hija han cometido un error con el expediente de la misma.

El enojo de "Julia" no se detiene ahí. Crece cada vez más hasta hartarse de la inusual compasión que le tiene su esposo, con quien al parecer ya no vive bajo el mismo techo:

"Me encabrona que sea tan amable", expresa con rabia y exasperación en una reunión de mamás buscadoras. Lo anterior es apenas una pincelada de la manera en que la realizadora va construyendo su radiografía acerca de uno de los terrores más actuales de la sociedad nacional.

Un monstruo de mil cabezas que no solo implica la pérdida de la tranquilidad de las familias de las víctimas, sino también el saber sortear la insensibilidad de las autoridades y el acecho del crimen organizado.



Teniendo la ayuda en el guion de Diego Enrique Osorno y Alo Valenzuela Escobedo, Beristáin logra generar una empatía inigualable hacia su "Julia", algo que se agradece enormemente, porque muchas veces la problemática retratada suele ser ignorada por los connacionales.

Sin ser aleccionadora o didáctica, el "Ruido" de la cineasta es una muestra clara de cómo el séptimo arte puede ser una oportuna herramienta de denuncia, que visibiliza con coherencia y profundidad una de las más crecientes pandemias en México.

Sumado a ello, Beristáin recoge con gran acierto parte de los conceptos o neologismos que se han ido incorporando en la población como consecuencia de la desaparición forzada, por ejemplo, "acuerpar", "hijes" o "revictimizar".

Aunque en su recta final, la historia alcanza un tono más melodramático, que no da tregua a falsas esperanzas, "Ruido" es una pieza imperdible de conocer, de difundir boca en boca, para que quienes todavía son ajenos al problema de las desapariciones entiendan un poco mejor las sensaciones y protestas que provoca ese fenómeno.

Cabe agregar que la cinta también es dueña de una gran coactuación por parte de Teresa Ruiz y, además, tiene apariciones especiales muy dignas como las de Nicolasa Ortiz Monasterio y Mónica del Carmen.

A diferencia de "La civil", cuya premisa también se centra en una mamá buscadora, en "Ruido" la ficción no es evidente e incluso recurre al apoyo de una agrupación civil que se ha especializado en la búsqueda de personas.

Eso, junto con las convicciones de Beristáin por seguir reflejando los dolores y esperanzas de las mujeres que han trastocado su vida (abuelas, escritoras famosas o madres coraje), convierten al filme mencionado en una de las propuestas indispensables de este año.


"A plena luz: El caso Narvarte", cine contra la desmemoria y la impunidad



Cinetiketas | Jaime López |


A finales del año pasado, Alberto Arnaut estrenó su nuevo largometraje titulado "A plena luz: El caso Narvarte", que continúa con su interés por sacar a la luz crímenes que las autoridades mexicanas han tratado de mandar al olvido, porque evidencian su negligencia y corrupción.

La propuesta en cuestión también muestra nuevamente el nivel de impunidad que sigue presente en la sociedad nacional.

Cuatro años después de desenmarañar el asesinato de Javier y Jorge, estudiantes del Tecnológico de Monterrey que fueron ultimados por elementos del ejército mexicano, el cineasta ahora se adentra en el multihomicidio de la colonia Narvarte, en donde fueron ejecutadas cinco personas, entre ellas, la activista Nadia Vera y el fotoperiodista Rubén Espinosa.

El ilícito en cuestión tuvo lugar el 31 de julio de 2015, entre las 14 y 15 horas, es decir, en un lapso del día en el cual se supondría habría mayor vigilancia policiaca y seguridad para la ciudadanía.

Contada como un reportaje a profundidad, con un gran rigor periodístico, "A plena luz: El caso Narvarte" tiene como una de sus primeras virtudes humanizar a cada una de las víctimas.

Lo anterior significa que evita citarlas solamente como cifras, como otros daños sin rostro de la delincuencia que impera en el territorio mexicano, actitud que regularmente no se ve en las noticias exprés que abundan en el país.

En ese sentido, para Arnaut es imprescindible platicar con los familiares de Mile Virginia Martín, Yesenia Quiroz y Olivia Alejandra Negrete, a fin de ahondar en las personalidades y sueños de quienes, al parecer, únicamente se encontraban en el lugar equivocado.



Ello contribuye a contrarrestar la imagen negativa y omisa que las autoridades encargadas del caso quisieron difundir en su momento respecto a ellas, en una era donde la capital del país era comandada por Miguel Ángel Mancera y el estado de Veracruz, por Javier Duarte. Este último acusado por algunas voces de orquestar el multihomicidio en comento, debido a que en su gestión recibió enérgicas críticas por parte del ya referido Rubén Espinosa.

Aunque en la realidad nunca pudo comprobarse la relación de Duarte con el asesinato registrado en la colonia Narvarte, el documental de Arnaut sugiere que uno de sus exfuncionarios fue la mente siniestra del incidente: Arturo Bermúdez Zurita alias "el capitán tormenta".

Cabe resaltar que el realizador recurre a testimonios de abogados y especialistas para sustentar su discurso, el cual tiene como uno de sus principales objetivos combatir la desmemoria y la falta de justicia.

Como un plus, Arnaut no necesita manipular su relato para mostrar el cinismo de la clase política nacional, ya que basta con las declaraciones vertidas por uno de sus entrevistados, Javier Duarte, para que la audiencia emita sus propias conclusiones al respecto.

Producido por el prestigiado periodista Diego Enrique Osorno, "A plena luz El caso Narvarte" es una pieza necesaria de ver en una época donde pululan las notas amarillistas, sin contenido social y carentes de profesionalismo.


"Dale gas", adrenalina y traiciones al límite



Cinetiketas | Por Jaime López


En las últimas semanas, la popular plataforma de streaming de la n mayúscula roja estrenó la serie de acción "Dale gas", que retrata la historia de dos jóvenes mecánicos y la abuela de uno de ellos, los cuales deben de huir de su lugar de residencia al verse involucrados en el homicidio accidental de un corredor de autos, que es hijo de un poderoso mafioso de Monterrey.

Contada muy al estilo de la saga fílmica "Rápidos y Furiosos", debido a que abundan los cortes frenéticos de edición, la música urbana de moda y las escenas de carreras clandestinas, la producción en cuestión sirve para posicionar a las nuevas promesas de la industria audiovisual mexicana, entre ellas, el ganador del premio Ariel, Benny Emmanuel ("Chicuarotes"), y la prestigiada cantante-actriz-youtuber, Renata Vaca ("Clases de historia").

Asimismo, la audiencia podrá descubrir a talentos emergentes como los de Andrés Delgado ("Cosas imposibles") y Tania Niebla ("La casa de las flores"), que cada vez están teniendo mayor presencia en los seriados nacionales.

Aunque "Dale gas" tiene como principal finalidad brindar altas dosis de adrenalina a los espectadores, su argumento también ofrece interesantes apuntes sociales, porque cuestiona el sistema de clases y el fanatismo religioso.

Sumado a lo anterior, uno de los elementos temáticos más destacados de la serie es el referente al conflicto familiar que padecen los protagonistas, porque abarca traumas del pasado, así como envidias o traiciones entre personas que tienen la misma sangre.

Eso último recuerda, en mayor o menor medida, la pluma de William Shakespeare, quien indagaba o profundizaba en las dinámicas y claroscuros filiales.

Otro elemento a resaltar son las oportunas interpretaciones de Sylvina Pasquel ("El diablo entre las piernas"), Silverio Palacios ("Matando cabos") y Gerardo Taracena ("El violín"), quienes, sin lugar a dudas, aportan un alto nivel de credibilidad y profesionalismo a cada capítulo.

Además, los histriones en cuestión dan vida a seres apegados a la realidad, que no son totalmente buenos o malos, sino que buscan sobrevivir conforme sus creencias y circunstancias personales.

Pasando al lugar en donde se desarrollan los eventos principales de la historia, la colonia Buenos Aires en la Ciudad de México, se corre el riesgo de que la audiencia estereotipe a los residentes o vecinos de dicha demarcación debido a que se les muestra como seres marginados con pocas opciones para salir adelante.

Finalmente, la dirección de escena es irregular en los episodios comandados por Alejandro Fernández y Edgar Nito, pero tiene mayor solidez cuando se pone al frente del proyecto Ernesto Contreras, quien sabe sacarle el mejor provecho a todo su elenco.

"El comediante", de aceptar nuestros fracasos a dejarnos abducir por la luz


Cinetiketas | Por Jaime López |

@JaimeComunidad3


"Estás lleno de miedos, de oscuridad y todavía quieres encerrarte más, tienes que dejar que la luz fluya" es una de las frases que le expresan al protagonista de "El comediante", cinta estrenada a mediados de enero en la plataforma de streaming más famosa del mundo, la de la N roja.

 

Las palabras en cuestión adquieren un peso enorme a lo largo de la historia escrita por Alo Valenzuela Escobedo y Gabriel Nuncio, porque son el reflejo del estado emocional en el que se encuentra el personaje central, un standupero que vive de la comedia, pero que ha perdido la capacidad para reírse de sí mismo y de sus tragedias.

Es ahí donde "El comediante" funciona como una analogía sobre la trascendencia y la búsqueda de la felicidad, que en ocasiones no llega como la imaginamos o la planeamos; ello porque se muestra a un hombre de mediana edad, estancado en su vida profesional y en sus relaciones, que está empecinado en llevar a cabo una idea sólo de una manera o forma.

Sin embargo, la vida le tiene preparada otra jugada, que lo hará involucrarse en situaciones incómodas y absurdas, pero un tanto reveladoras. De eso va la película ganadora del Premio Mezcal en la pasada edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara.

Integrada por un elenco de gran calibre (Adriana Paz, Cassandra Ciangherotti, Cecilia Suárez y Tenoch Huerta) y codirigida por Rodrigo Guardiola y Nuncio, "El comediante" también puede apreciarse como la fábula de los eternos deprimidos, de los seres que se encuentran extraviados o perdidos y que no tienen idea de qué hacer con su vida, aderezado con un ritmo similar a las comedias del cineasta neoyorkino, Woody Allen, en donde los diálogos tienen mucho humor negro o comentarios irónicos sobre la condición humana.


Un muestra de lo anterior es cuando el personaje central visita a su tío moribundo y se disculpa por haber estado alejado de él durante mucho tiempo, aunque para ello recurre a un diálogo inesperado y sarcástico:

"Soy un egoísta, quizá es porque soy Leo".

En cuanto a la estructura narrativa, los directores no están preocupados por echar mano de escenas frenéticas o llenas de cortes de edición para que su historia avance, sino que concentran la atención en las conversaciones e interpretaciones del elenco.

En ese sentido, quizá algunos espectadores no se familiaricen con el ritmo de "El comediante", que también apuesta por secuencias oníricas y ambiguas. Eso es lo que dota a la puesta de Guardiola/Nuncio de un peculiar encanto, que muy difícilmente puede hallarse en las producciones estelarizadas por la familia Derbez, las cuales tratan de hacer reír a la audiencia mediante una comedia fácil y barata.

Pasando al rubro interpretativo, es grato ver nuevamente en la industria fílmica nacional a la tres veces ganadora del premio Ariel, Adriana Paz, que borda de manera orgánica a su "Melissa", un personaje que quizá no sea del agrado de muchos, pero que sirve como catarsis del protagonista. Por su parte, Cassandra Ciangherotti y Cecilia Suárez confirman el gran carisma del que son dueñas.

Cabe agregar que algunos analistas han visto en "El comediante" un presunto retrato de la generación millennial, por la falta de estabilidad laboral y patrimonial del protagonista, mientras que otras voces la perciben como una historia de maduración personal. Hay un poco de verdad en ambos casos, aunque lo cierto es que el desenlace de la película puede tener dos interpretaciones, dependiendo del estado emocional con el que se vea, pero en ambas la luz juega un papel fundamental.

Es ahí donde resuena fuertemente la frase mencionada en líneas anteriores:
"Estás lleno de miedos, de oscuridad y todavía quieres encerrarte más, tienes que dejar que la luz fluya", y pues que fluya, aunque a veces duela.

 

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