Letrinas: Sospechaba

Comencé a verlo salir por las mañanas, agitado, entrando al granero y saliendo con un balde metálico... Un relato de César Zetina.

Sospechaba
Por César Zetina Peñaloza

Los manierismos, los pensamientos felices y repetitivos, aunados a una súbita transición de personalidad sosegada y taciturna a una alegre y rebosante, fueron de mi interés y el de sus cercanos. Como amigo suyo, sospeché que eso era un cambio extraño y, sin su consentimiento, comencé a ver qué era lo que pasaba ya que, nunca me brindó en sí una explicación o cuando apenas tocaba el tema, lo cortaba abruptamente. Una tarde de viernes mientras arreglábamos su coche, me di cuenta de una marca larga y profunda en su pierna, parecida a una quemadura reciente. Al preguntar, musitó molesto.

Entonces, comencé a verlo salir por las mañanas, agitado, entrando al granero y saliendo con un balde metálico que depositaba en el interior de la cajuela de su camioneta. En las tardes, asistía a la parte más alejada del lago y con el balde en mano, registraba el fangoso suelo, en búsqueda de pescados muertos. No entendía su obsesión con ese alimento pútrido y poco nutritivo que se repetía al menos cinco veces por semana… Nunca lo entendí hasta hoy, hoy que estoy sudando frío mientras veo a aquel calamar medio moribundo. Su apariencia me repugna, pues de cada tentáculo salen alas como las de un cuervo, negras como carbón. De los lugares donde deberían estar las ventosas, miles de picos de pájaro se asoman. El ser parecía sufrir mientras se aferraba con sus tentáculos al brazo de mi amigo postrado en el suelo, consolándolo, por la herida de mi escopeta.

-¡Aun así sufres por él, después de que sólo te uso para sobrevivir! –grite, despabilándolo.

Él sólo respondió con una melancólica sonrisa: él… era el único que no me hacía sentir solo.

Y dos tentáculos salieron de su pierna.


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