"Bardo", el alucine de Iñárritu que escupe unas cuantas verdades sobre México

La más reciente película del "Negro" nos puede hacer reflexionar sobre nuestras propias existencias y, además, rinde un tributo a la magia del sonido.


Cinetiketas | Por Jaime López |


Muchos comentarios se han hecho con motivo de la más reciente película de Alejandro González Iñárritu, "Bardo...", los cuales, en su mayoría, están enfocados en juicios anticipados acerca de lo plasmado por el ganador del premio Oscar.

Que si la película es un homenaje a su ego; que si el personaje central, interpretado por el extraordinario Daniel Giménez Cacho, es una representación disimulada del director; o que si "El negro" (como le apodan al realizador nacido en la capital del país) recurre a escenas "mafufas" para suplir su presunta falta de solidez argumental.

Para quien suscribe este texto, la obra en cuestión es una hermosa reflexión sobre la vida, la trascendencia y el ilusorio concepto del éxito sembrado por la sociedad.

En una edición cuasi circular, que abre y cierra con la misma escena, donde una silueta negra intenta emprender el vuelo, el filme de González Iñárritu honra su kilométrico título: "Bardo, falsas crónicas de unas cuantas verdades".

Lo anterior en virtud de que el también guionista de la película revela parte de la filosofía que ha adquirido a lo largo de su carrera y de sus experiencias personales, pero las reviste de elementos oníricos que sacarán del confort a los espectadores acostumbrados a que les expliquen las cosas de manera digerida.

En el camino, la obra también incluye apuntes sobre el sistema y la historia nacional; además, lanza algunas críticas a Estados Unidos, algo que se agradece en un mundo que, generalmente, es mojigato e hipócrita.

A pesar de sus secuencias aparentemente ilógicas, por ejemplo, cuando el rol de Giménez Cacho busca un pez en un transporte que se inunda de la nada o cuando el protagonista adquiere una forma niñezca al reencontrarse con su padre, la historia tiene un aire melancólico y honesto.

Las "falsas verdades" escupidas a lo largo de la trama por el realizador propician una revisión de nuestras propias existencias y del legado que probablemente vamos a dejar a nuestro alrededor, ya sea mediante los amigos que se emocionan con nuestros triunfos o con las historias que contamos y transmitimos a través de nuestro trabajo.

La trascendencia que plantea González Iñárritu también se extiende a las personas que, por diversas razones, se convirtieron en enemistades longevas e incómodas.

Es cierto. "Bardo..." no es para todos los gustos y puede parecer algo larga y pretenciosa. No lo es, según el humilde cinéfilo que escribe esta reseña. Sin embargo, requiere una lectura más epidérmica, no superficial, no típica, mucho más compleja, como la vida misma.

A final de cuentas, el proceso existencial de cada individuo no es circular, ni lineal y está conformado por altas y bajas.

Cabe agregar que la obra también incluye una mofa a los programas ridículos producidos por el mainstream televisivo nacional y, además, plantea un bello homenaje a los sonidistas y los actores que trabajan en doblaje o hacen voz en off, como el propio Giménez Cacho.

A eso hay que sumar la lente de Darius Khondji, que acentúa el surrealismo de la nueva cinta de González Iñárritu, pero que también ensalza a la Ciudad de México, demarcación que puede considerarse como una latitud llena de magia, historia y verdades incómodas.



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