Max Rojas, el poeta del caos

Compartimos parte de la vida y obra del poeta Max Rojas, que murió hace unos días en la ciudad de México.
El poeta Juan Máximo Rojas Proenza, mejor conocido como Max Rojas, murió la semana pasada -el viernes 24 de abril- en su casa de la ciudad de México, a los 74 años de edad.

Nacido en la capital del país, en 1940, el también promotor cultural se distinguió por mantenerse en la periferia de la poesía mexicana, aunque, debido a la fuerza y cuidado de su obra, logró ser reconocido por un público amplio.

En una semblanza del autor, realizada por Iván Cruz Osorio, se destaca que Rojas estuvo siempre lejano a las grandes editoriales y que sus libros se publicaron en sellos independientes, con tirajes cortos y distribución casi inexistente.

“A contracorriente de cualquier modelo de marketing, la obra de Max Rojas ha sido puesta en la arena principal de la poesía mexicana por una legión de lectores y escritores jóvenes, no como una simple moda, sino como un trabajo consciente de crítica y relectura”, se apunta en dicho perfil.

Max Rojas realizó estudios de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue director del Instituto del Derecho de Asilo-Museo Casa de León Trotsky durante 1994-1998 y Presidente del Fomento Cultural en Iztapalapa A. C., entre 1998 y2004.

Es autor de los libros de poesía: El turno del aullante, Ser en la sombra y Cuerpos, los cuales, según la editorial Malpaís ediciones, lo constituyeron como una de las figuras de mayor influencia en la poesía mexicana reciente.

Fue miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA en los periodos 2005-2008 y 2010-2013. Obtuvo el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer 2009 para obra publicada, por el libro Cuerpos uno: Memoria de los cuerpos.

Sus más recientes trabajos poéticos publicado son Cuerpos, editado por Conaculta en 2011, y Poemas inéditos, Malpaís, en 2013. (Vía La Jornada)


A continuación compartimos una de las semblanzas más acertadas del autor, escrita hace algún tiempo por la también escritora mexicana Mónica Gameros.

Por Mónica Gameros |

Lo verdaderamente animal que me sostiene
está dolido.

Max Rojas

Max Rojas es un hombre del tiempo en caos. Constructores de la Nación Zapoteca, y políticos exiliados de Cuba, de ascendencia española, opositores al dictador Machado, a Batista y a Franco, son las raíces de Max, quien nace en nuestro país en 1940 y crece rodeado de artistas rebeldes socialistas.

No es de extrañar que este hombre haya sido comunista, poeta de culto desde su primer libro "El Turno del Aullante" y un vago que ha ido por las calles y los barrios de Iztapalapa para promover la cultura toda su vida.

Alguna vez director de la Casa de Cultura Trotsky, es fumador empedernido, promotor cultural, rebelde de los de a de veras y aún así, Max Rojas se hizo poeta en completa y absoluta soledad. Su cercanía a José Revueltas, Efraín Huerta, León Felipe, Juan Rijano y Emilio Prados entre muchos otros, le llevó a la vida noctámbula frente a las teclas, ¿cómo sería de otra forma?, si las horas del día estaban dedicadas a la difusión de la cultura…

El Turno del Aullante, libro que hoy nos ocupa, fue publicado por primera vez en 1973 con sólo 100 ejemplares de una plaquete que se gestó lentamente desde 1958.

El Turno del Aullante es un clásico de la poesía mexicana, a pesar de su limitado tiraje, a pesar de su poca difusión en medios, a pesar de la esquemática cultura mexicana que prefiere televidentes a lectores, espectadores y no creadores, pasivos neandertales mediáticos.

Max dice “me convertí en poeta de culto porque edité El Turno del Aullante en plaquete y lo regalé a unos cuantos, nadie sabía que era poeta y eso se convirtió en el detonante de una fama pre postuma de la que viví hasta que escribí "Cuerpos"… llegó a ser uno de los libros más fotocopiados en México”.

Se cosecha lo que se siembra, infancia es destino o llámele como quiera. Cuando se habla de un artista, un creador, un inventor de historias hechas poesía como lo es Max, surge la pregunta: Qué detona la bomba literaria de alguien que escribe de esta manera que hiere, que nos transporta por el vacío, la oscuridad, la muerte, la locura, la soledad que lo quema todo:

Tal vez sea la historia de la familia atacada por la represión, el terrorismo de la dictadura, las consecuencias de la segunda guerra mundial, el mundo bipolar, las bombas atómicas, el capitalismo devorándolo todo, las publicaciones clandestinas para juntar fondos para el activismo, sus pasos por encima de tierra, húmedas fábricas, rocas en vez de caminos, cloacas & ciudades perdidas.


Tal vez sea su natural espíritu rebelde, medio anarquista, medio ermitaño, su vida trazada por su Max solitario, un hombre que fue perdiendo su vida colectiva debido a su decepción por la incredulidad y la apatía en la que hemos caído todos. Pero momento, no se equivoquen, porque Max Rojas no es un misántropo, hoy es el poeta de mayor reconocimiento entre escritores y poetas de todas las generaciones, es Premio de Poesía Iberoamericana Calos Pellicer por su libro inicial de Cuerpos, es un filósofo que comparte su tiempo libre con cualquiera que tenga la osadía de plasmar sus demonios con letras, grabar sus palabras en pliego, dejar su voz en el eco abismal que nos rodea.




Max es un vago, un revoltoso, un humanista, un poeta de culto publicado por editores independientes, un poeta poco publicado en papel, muy fotocopiado, mucho muy leído en internet, es un poeta suicida que busca la muerte en un poste por adicción de adrenalina, es un joven al que le ganó el tiempo.

El tiempo siempre el maldito tiempo
presuroso e imparable,
me ha permitido conocer a Max, acercarme al escritor,
tomar tequila con el solitario, leerlo sin duda alguna,
me ha tocado la suerte de escuchar sus versos con su ronca voz,
con el jaguar que mantiene vivo a Max.

Su letra oscura recoge los vocablos de los de abajo y los convierte en arte. Quién dijo que la poesía pertenece a los excelsos, a los académicos, a los intelectualoides bien entendidos de los “secretos que guarda la poesía”, no conocen a Max y se han perdido en el vasto campo de la poesía bonita y artificiosa que hace de la belleza una droga destructiva

Si no tienen el libro El Turno del Aullante llévenlo con ustedes, porque tendrán la oportunidad de viajar al inframundo con este oráculo que lo sabe y lo ve todo, si ya lo tienen, vuelvan a llevarlo en sus bolsas porque este libro es una edición de autor, una cosa de colección, un libro que vale más de lo que ha costado en su producción, es una caja de Pandora que les llevará por las oscuras calles de la memoria de Max y tendrán en sus bibliotecas a un poeta clásico, un oráculo que desde sus años de juventud ya nos responde a cualquiera de las posibles preguntas que surgen en el transcurso de una vida: la rabia, el amor, el orgullo, la desazón, la soledad como efecto secundario del amor.

I
Lo furioso, lo verdaderamente animal
que me sostiene, lo que me guarda en pie
con el rencor crecido, esto como de hueso,
como de dientes que me muerden
después de haber mascado el polvo,
esto de sangre, esto de grito ahorcado
como un aullido en la garganta,
esto como un muro, como un sollozo
largo de noche sin hogueras, lo animal,
lo verdaderamente bronco que me duele en los ojos.
Dije que el mar es algo así como esa diaria muerte
de mi cuerpo. Hoy me sale lo bronco
y me revuelvo, hoy me sale lo herido
y me desgarro –perdón por esta forma
de amargura, pero es que hoy
de muy dentro me sale lo animal desbocado,
la verdadera furia que me empuja:
esto de maldecir espinas por la boca
lo formalmente triste
lo exactamente amargo como el llanto.
Max Rojas, El Turno del aullante


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