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En corto: entrevista y lectura con Ana Fuente



Ana Fuente es narradora. Ha publicado cuento y ensayo en revistas y diversas antologías. Escribió 'Chicharrón de oso y algunos cuentos del fracaso' (FETA, 2018) y en 2019 recibió el Premio Dolores Castro de Narrativa por 'La ley Campoamor'.

En 2021 publicó 'Mosaico de lo insólito' en la colección del Fondo Editorial La Rumorosa, que está inspirado en un acontecimiento fuera de lo común de cada uno de los 32 estados de la República Mexicana. En esta cápsula nos narra uno de estos singulares sucesos.




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Vacunas contra la poesía: narrativa redentora desde Mexicali


La Secretaría de Cultura de Baja California a través del Fondo Editorial "La Rumorosa", ha publicado una nueva antología de cuento como parte de su colección dedicada a difundir las letras y el talento emergente de dicha entidad en materia literaria.

Vacunas contra la poesía reúne cuentos de que intentan salir del estereotipo: no quieren ser literatura del norte ni de la frontera, quieren ser literatura nada más, aunque sean del norte y también de la frontera; quieren ser una literatura que trascienda su circunstancia geopolítica

La escritora Elma Correa fue la encargada de coordinar la antología, producto de un taller literario impartido por la misma autora y que reúne los textos de Zulma Rodríguez, Hiram de la Peña, Karla Michelle Canett, Saúl Martínez, Zeth Arellano y Vladimir Galindo.

Aunque la edición impresa de “Vacunas contra la poesía. Antología de relato corto” está próxima a salir, ya podemos descargar sin costo alguno la versión digital de la obra desde este enlace para leer, disfrutar y difundir el extraordinario trabajo de estos autores fronterizos que llevan al perrito Cheems y a la perrita Laika como estandartes literarios.

Aquí hay seis opciones sobre uno de los motivos literarios que me resulta más entrañable: Laika, esa perrita a la que solo la literatura es capaz de dar otro destino o por lo menos de traer de vuelta un momento que, mientras ocurra la lectura, será imperecedero. —¿Por qué Laika? —Porque yo soy la profe.

Elma Correa

«El huésped», un cuento de Amparo Dávila

Recordamos a la escritora Amparo Dávila con uno de sus extraordinarios relatos. Tremenda cuentista y una de las grandes plumas de la literatura fantástica y de terror que ha dado México.

“Que no muera un día nublado ni frío de invierno” pidió durante la celebración de sus 90 años y, al parecer, su deseo se cumplió: murió en primavera.



El huésped

Nunca olvidaré el día en que vino a vivir con nosotros. Mi marido lo trajo al regreso de un viaje.

Llevábamos entonces cerca de tres años de matrimonio, teníamos dos niños y yo no era feliz. Representaba para mi marido algo así como un mueble, que se acostumbra uno a ver en determinado sitio, pero que no causa la menor impresión. Vivíamos en un pueblo pequeño, incomunicado y distante de la ciudad. Un pueblo casi muerto o a punto de desaparecer.

No pude reprimir un grito de horror, cuando lo vi por primera vez. Era lúgubre, siniestro. Con grandes ojos amarillentos, casi redondos y sin parpadeo, que parecían penetrar a través de las cosas y de las personas.

Mi vida desdichada se convirtió en un infierno. La misma noche de su llegada supliqué a mi marido que no me condenara a la tortura de su compañía. No podía resistirlo; me inspiraba desconfianza y horror. “Es completamente inofensivo” —dijo mi marido mirándome con marcada indiferencia. “Te acostumbrarás a su compañía y, si no lo consigues...” No hubo manera de convencerlo de que se lo llevara. Se quedó en nuestra casa.

No fui la única en sufrir con su presencia. Todos los de la casa —mis niños, la mujer que me ayudaba en los quehaceres, su hijito— sentíamos pavor de él. Sólo mi marido gozaba teniéndolo allí.

Desde el primer día mi marido le asignó el cuarto de la esquina. Era ésta una pieza grande, pero húmeda y oscura. Por esos inconvenientes yo nunca la ocupaba. Sin embargo él pareció sentirse contento con la habita­ción. Como era bastante oscura, se acomodaba a sus necesidades. Dormía hasta el oscurecer y nunca supe a qué hora se acostaba.

Perdí la poca paz de que gozaba en la casona. Durante el día, todo marchaba con aparente normalidad. Yo me levantaba siempre muy temprano, vestía a los niños que ya estaban despiertos, les daba el desayuno y los entretenía mientras Guadalupe arreglaba la casa y salía a comprar el mandado.

La casa era muy grande, con un jardín en el centro y los cuartos distribuidos a su alrededor. Entre las piezas y el jardín había corredores que protegían las habitaciones del rigor de las lluvias y del viento que eran frecuentes. Tener arreglada una casa tan grande y cuidado el jardín, mi diaria ocupación de la mañana, era tarea dura. Pero yo amaba mi jardín. Los corredores estaban cubiertos por enredaderas que floreaban casi todo el año. Recuerdo cuánto me gustaba, por las tardes, sentarme en uno de aquellos corredores a coser la ropa de los niños, entre el perfume de las madreselvas y de las buganvilias.

En el jardín cultivaba crisantemos, pensamientos, violetas de los Alpes, begonias y heliotropos. Mientras yo regaba las plantas, los niños se entretenían buscando gusanos entre las hojas. A veces pasaban horas, callados y muy atentos, tratando de coger las gotas de agua que se escapaban de la vieja manguera.

Yo no podía dejar de mirar, de vez en cuando, hacia el cuarto de la esquina. Aunque pasaba todo el día dur­miendo no podía confiarme. Hubo veces que, cuando estaba preparando la comida, veía de pronto su sombra proyectándose sobre la estufa de leña. Lo sentía detrás de mí... yo arrojaba al suelo lo que tenía en las manos y salía de la cocina corriendo y gritando como una loca. Él volvía nuevamente a su cuarto, como si nada hubiera pasado.

Creo que ignoraba por completo a Guadalupe, nunca se acercaba a ella ni la perseguía. No así a los niños y a mí. A ellos los odiaba y a mí me acechaba siempre.

Cuando salía de su cuarto comenzaba la más terrible pesadilla que alguien pueda vivir. Se situaba siempre en un pequeño cenador, enfrente de la puerta de mi cuarto. Yo no salía más. Algunas veces, pensando que aún dormía, yo iba hacia la cocina por la merienda de los niños, de pronto lo descubría en algún oscuro rincón del corredor, bajo las enredaderas. “¡Allí está ya, Guadalupe!”, gritaba desesperada.

Guadalupe y yo nunca lo nombrábamos, nos parecía que al hacerlo cobraba realidad aquel ser tenebroso. Siempre decíamos: —allí está, ya salió, está durmiendo, él, él, él...

Solamente hacía dos comidas, una cuando se levantaba al anochecer y otra, tal vez, en la madrugada antes de acostarse. Guadalupe era la encargada de llevarle la bandeja, puedo asegurar que la arrojaba dentro del cuarto pues la pobre mujer sufría el mismo terror que yo. Toda su alimentación se reducía a carne, no probaba nada más.

Cuando los niños se dormían, Guadalupe me llevaba la cena al cuarto. Yo no podía dejarlos solos, sabiendo que se había levantado o estaba por hacerlo. Una vez terminadas sus tareas, Guadalupe se iba con su pequeño a dormir y yo me quedaba sola, contemplando el sueño de mis hijos. Como la puerta de mi cuarto quedaba siempre abierta, no me atrevía a acostarme, temiendo que en cualquier momento pudiera entrar y atacarnos. Y no era posible cerrarla; mi marido llegaba siempre tarde y al no encontrarla abierta habría pensado… Y llegaba bien tarde. Que tenía mucho trabajo, dijo alguna vez. Pienso que otras cosas también lo entretenían...


Una noche estuve despierta hasta cerca de las dos de la mañana, oyéndolo afuera... Cuando desperté, lo vi junto a mi cama, mirándome con su mirada fija, penetrante... Salté de la cama y le arrojé la lámpara de gasolina que dejaba encendida toda la noche. No había luz eléctrica en aquel pueblo y no hubiera soportado quedarme a oscuras, sabiendo que en cualquier momento... Él se libró del golpe y salió de la pieza. La lámpara se estrelló en el piso de ladrillo y la gasolina se inflamó rápidamente. De no haber sido por Guadalupe que acudió a mis gritos, habría ardido toda la casa.

Mi marido no tenía tiempo para escucharme ni le importaba lo que sucediera en la casa. Sólo hablábamos lo indispensable. Entre nosotros, desde hacía tiempo el afecto y las palabras se habían agotado.

Vuelvo a sentirme enferma cuando recuerdo... Gua­dalupe había salido a la compra y dejó al pequeño Martín dormido en un cajón donde lo acostaba durante el día. Fui a verlo varias veces, dormía tranquilo. Era cerca del mediodía. Estaba peinando a mis niños cuando oí el llanto del pequeño mezclado con extraños gritos. Cuando llegué al cuarto lo encontré golpeando cruelmente al niño. Aún no sabría explicar cómo le quité al pequeño y cómo me lancé contra él con una tranca que encontré a la mano, y lo ataqué con toda la furia contenida por tanto tiempo. No sé si llegué a causarle mucho daño, pues caí sin sentido. Cuando Guadalupe volvió del mandado, me encontró desmayada y a su pequeño lleno de golpes y de araños que sangraban. El dolor y el coraje que sintió fueron terribles. Afortunadamente el niño no murió y se recuperó pronto.

Temí que Guadalupe se fuera y me dejara sola. Si no lo hizo, fue porque era una mujer noble y valiente que sentía gran afecto por los niños y por mí. Pero ese día nació en ella un odio que clamaba venganza.

Cuando conté lo que había pasado a mi marido, le exigí que se lo llevara, alegando que podía matar a nuestros niños como trató de hacerlo con el pequeño Martín. “Cada día estás más histérica, es realmente doloroso y deprimente contemplarte así... te he explicado mil veces que es un ser inofensivo.”

Pensé entonces en huir de aquella casa, de mi marido, de él... Pero no tenía dinero y los medios de comunicación eran difíciles. Sin amigos ni parientes a quienes recurrir, me sentía tan sola como un huérfano.

Mis niños estaban atemorizados, ya no querían jugar en el jardín y no se separaban de mi lado. Cuando Guadalupe salía al mercado, me encerraba con ellos en mi cuarto.

—Esta situación no puede continuar —le dije un día a Guadalupe.

—Tendremos que hacer algo y pronto —me contestó.

—¿Pero qué podemos hacer las dos solas?

—Solas, es verdad, pero con un odio...

Sus ojos tenían un brillo extraño. Sentí miedo y alegría.

La oportunidad llegó cuando menos la esperábamos. Mi marido partió para la ciudad a arreglar unos negocios. Tardaría en regresar, según me dijo, unos veinte días.

No sé si él se enteró de que mi marido se había mar­chado, pero ese día despertó antes de lo acostumbrado y se situó frente a mi cuarto. Guadalupe y su niño dur­mieron en mi cuarto y por primera vez pude cerrar la puerta.

Guadalupe y yo pasamos casi toda la noche haciendo planes. Los niños dormían tranquilamente. De cuando en cuando oíamos que llegaba hasta la puerta del cuarto y la golpeaba con furia...

Al día siguiente dimos de desayunar a los tres niños y, para estar tranquilas y que no nos estorbaran en nuestros planes, los encerramos en mi cuarto. Guadalupe y yo teníamos muchas cosas por hacer y tanta prisa en realizarlas que no podíamos perder tiempo ni en comer.

Guadalupe cortó varias tablas, grandes y resistentes, mientras yo buscaba martillo y clavos. Cuando todo estuvo listo, llegamos sin hacer ruido hasta el cuarto de la esquina. Las hojas de la puerta estaban entornadas. Conteniendo la respiración, bajamos los pasadores, después cerramos la puerta con llave y comenzamos a clavar las tablas hasta clausurarla totalmente. Mientras trabajábamos, gruesas gotas de sudor nos corrían por la frente. No hizo entonces ruido, parecía que estaba durmiendo profundamente. Cuando todo estuvo terminado, Guadalupe y yo nos abrazamos llorando.

Los días que siguieron fueron espantosos. Vivió mu­chos días sin aire, sin luz, sin alimento... Al principio golpeaba la puerta, tirándose contra ella, gritaba deses­perado, arañaba... Ni Guadalupe ni yo podíamos comer ni dormir, ¡eran terribles los gritos...! A veces pensábamos que mi marido regresaría antes de que hubiera muerto. ¡Si lo encontrara así...! Su resistencia fue mucha, creo que vivió cerca de dos semanas...

Un día ya no se oyó ningún ruido. Ni un lamento... Sin embargo, esperamos dos días más, antes de abrir el cuarto.

Cuando mi marido regresó, lo recibimos con la noticia de su muerte repentina y desconcertante.

37 cuentos de Juan José Arreola

 
El escritor, académico y editor Juan José Arreola es considerado uno de los autores mexicanos más destacados, capaz de conquistar al mundo con sus obras plagadas de humor, que se desarrollan entre la realidad y fantasía. Nació el 21 de septiembre de 1918 en Zapotlán el Grande, Jalisco (hoy Ciudad Guzmán) y murió en diciembre de 2001 en la ciudad de Guadalajara. 

Compartimos parte de su obra para leer en línea y para su difusión. Haz clic en el cuento de tu elección.

Ágrafa musulmana en papiro...
Alejandrina
Anuncio
Baby H. P.
Baltasar Gérard
Carta a un zapatero que compuso mal...
Cláusula III
Corrido
Cuento de horror
De balística
El converso
El discípulo
El faro
El guardagujas
El rinoceronte
El rinoceronte
El sapo
El silencio de Dios
En verdad os digo Eva
Felinos
In Memoriam
La canción de Peronelle
La migala
Los alimentos terrestres
Monólogo del insumiso
Nabónides
Parábola del trueque
Parturient montes
Pueblerina
Sinesio de Rodas
Teoría de Dulcinea
Topos
Un pacto con el diablo
Una de dos
Una mujer amaestrada
Una reputación

‘Sobre la lectura’ de Estanislao Zuleta


Venga y le cuento | Por Tuto Flórez |


El propósito de la presente reseña, es dar a conocer un análisis y reflexión desarrollado por el autor Estanislao Zuleta, en torno al significado, alcance e impacto del proceso de leer, esto es dar cuenta de las características y especificidades de la lectura desde el punto de vista del autor en mención, para quien la lectura como proceso, es una actividad sumamente dinámica y compleja, que exige primero un reconocimiento de su carácter interpretativo y en segundo lugar una valoración que no se limite a simples reglas gramaticales, sintaxis o prosodia, esto último con el fin de apreciar en su conjunto el valor real que abarca el acto mismo de leer y que interpela a cualquier autor cuando como lectores nos comprometemos a descifrar un texto.

Estanislao Zuleta nació en Medellín, Colombia, el 3 de febrero de 1935 y falleció en Cali, el 17 de febrero de 1990. Fue un filósofo, escritor y pedagogo colombiano; cuyo rasgo más distintivo fue su carácter inquisitivo, y su naturaleza autodidacta, lo que le permite lograr amplias y variadas interpretaciones en diversas disciplinas sociales.

En el texto titulado, sobre la lectura; el autor Estanislao Zuleta, desarrolla de forma progresiva un análisis a la par que una reflexión por definición teórica en torno a una de las actividades aparentemente más simples y llevada a cabo por la mayoría de la humanidad, pero que sin embargo dado su carácter aparentemente simple exige realmente une esfuerzo por develar y conocer sus secretos para descubrir su real naturaleza, su fuerza y sentido autentico, por ello con acierto ya advertirá Zuleta al lector que las cosas jamás son como aparecen, por lo menos no a simple vista. Este aforismo aplica igualmente al caso de la lectura como actividad del quehacer humano, pues su complejidad no estriba en el acto mismo sino en la falta de capacidad por parte de los individuos para pensar realmente y de forma autónoma respecto a la lectura como proceso interpretativo.


Zuleta parte su exposición de una ejemplificación de lo que a juicio de este es una lectura que si bien aparenta ser simple como la mayoría, posee una vastedad interpretativa que exige al lector una verdadera labor de desciframiento, a saber, cita a Nietzsche y sus dos obras tituladas, genealogía de la moral y el capítulo titulado del leer y escribir que forma la primera parte del Zaratustra.


Asimismo citará como ejemplo también la obra el Quijote de Cervantes y el Capital de Karl Marx, entre otras más representativas. Naturalmente el propósito de Estanislao, con el recurso de estos autores importantes en el marco de la escritura humana es llamar la atención del lector, justamente sobre un punto crucial, a saber: que existe la ilusión de haber leído, cuando todavía no se ha interpretado el texto, este primer momento pone de manifiesto precisamente que la lectura en sí misma exige mucho más a cada lector que el simple hecho de pasar de corrido los ojos por un texto, en efecto bajo esta consideración la mayoría de personas asumen que están en condiciones de leer cuando en realidad sólo están recreando un proceso que no logran entender, pues se hallan alejados de capturar el sentido y significado de leer.


Para Zuleta la lectura implica un proceso de construcción de códigos, no de aquellos códigos comunes que vía el lenguaje damos por sentados, sino más bien de aquellos códigos que escapan al diseño inicial de una obra por parte de su autor. Esto es un aspecto sumamente llamativo si tenemos en cuenta la lectura implica entonces un desciframiento y una interpretación de la obra en un sentido fuerte, es decir, que al interpretar lo que el lector debe hacer realmente es producir el código que el texto oculta, de ahí la belleza de obras como el Quijote, el Capital o el Zaratustra, donde más que el contenido o el cuestionarse respecto a lo que trataba el autor, se trata es de explorar todas aquellas significaciones que escaparon al autor mismo en cada una de dichas obras y para ello como lo expone Zuleta es necesario distanciarse de la ideología dominante, en la cual el lector como un ente pasivo espera que el autor de una obra le explique y transmita sus intenciones.


Partiendo de la observación crucial que hace Zuleta en relación con que, todo texto siempre dice cosas que se le escapan al autor y que por ello mismo no pueden existir obras fáciles, es preciso reflexionar sobre el papel que como lectores desempeñamos en la producción de sentido, en cierta medida podemos como lectores vernos a sí mismos en calidad de coautores de toda obra, cuyo proceso e interacción entre lector y autor es posible gracias a aquella lectura que se hace realmente desde la interpretación y el desciframiento.


Finalmente a modo de cierre junto al mismo Zuleta y siguiendo su línea argumentativa estamos en condiciones de esbozar porque la lectura como actividad nos ofrece una visión prospectiva de aquellas posibilidades que en cualquier obra quedan indicadas mas no expuestas de forma abierta por el autor, leer es casi el equivalente a escribir pues no encontramos frente a la producción de sentido y significado de problemas con los cuales nos ocupamos e interpelamos nuestro espíritu, en suma nos encontramos más capacitados para pensar y al hacerlo desarrollar mucho más nuestra conciencia crítica.


REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA: Sobre la lectura. Estanislao Zuleta. N. 1. 1974. Universidad Nacional, sede de Medellín/ Colombia. Bibliotecas. Se trata de una transcripción de una conferencia dictada por Estanislao Zuleta en la Universidad Libre; Bogotá, en 1978. Consta de 19 páginas.




El autor: Tuto Flórez, nacido en el departamento de Santander, en la caótica y convulsionada, pero hermosa tierra del suramericano país llamado Colombia. Melómano consumado, amante del rock, de la música hecha con sentido, sobre todo de los años noventa y la cultura underground. Cinéfilo por convicción. Crecí entre los textos, de Henry Miller, Charles Bukowski, Allan Stewart Königsberg más conocido como Woody Allen, H. P: Lovecraft y Allen Ginsberg. tuto201333


60 años de la obra maestra de Juan Rulfo: Pedro Páramo


Tantas veces se ha repetido que Pedro Páramo es la mejor novela mexicana del siglo XX que con ello se olvida que es, simplemente, una de las mejores novelas del siglo pasado.
 
Por Francisco Méndez | 

Diversos mitos han dificultado un reconocimiento aún mayor de su importancia: en primer lugar, ha tenido que lidiar con la fama de ser la novela mexicana «por excelencia», dejando a un lado su modernidad y su vigor universal; en segundo, ha debido soportar el desprecio de algunos críticos -incluido un célebre jurado del premio Nobel- ante su escaso centenar y medio de páginas, cuando en ellas se cifra un universo literario completo. Por si no fuera suficiente, las lecturas meramente antropológicas o realistas de su estilo han ocultado la extraordinaria invención lingüística que su autor logró en ella, e incluso su rápida celebridad ha tenido que eludir los rumores maledicientes, sobre todo en el medio mexicano, que despreciaron el talento de Rulfo aduciendo que él nunca imaginó el resultado final del libro, reconstruido por las manos de amigos, consejeros y correctores que todavía hoy se disputan su paternidad. Son tan numerosos los lugares comunes que la crítica ha esparcido, que resulta casi imposible desprenderse de ellos. Aun así, quizás convenga eludir por un momento el caudal de tesis, artículos, reseñas y notas escritas en torno a él para recuperar el asombro que produjo tras su aparición en 1955 y que se repite cada vez que un lector desprejuiciado se adentra en sus páginas. Si el título original escogido por Rulfo para esta obra era Los murmullos -más sobrio pero menos contundente que Pedro Páramo-, es necesario evitar que esos murmullos asesinen también a quien inicia el viaje hacia ese limbo que es Comala. 
 
 
 
Pedro Páramo 
 
 
"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.” Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas. 
 
Todavía antes me había dicho: 
 
-No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro. 
 
-Así lo haré, madre. 
 
Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala. 
 
Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de la saponarias. 
 
El camino subía y bajaba: “Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para él que viene, baja”. 
 
-¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo? -Comala, señor. 
 
-¿Está seguro de que ya es Comala? 
 
-Seguro, señor. 
 
-¿ Y por qué se ve esto tan triste? 
 
-Son los tiempos, señor. 
 
Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: 
 
“Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche”. Y su voz era secreta, casi apagada, como si hablara consigo misma… Mi madre". 
 
 
"Pedro Páramo" es la primera novela del escritor mexicano Juan Rulfo, originalmente publicada en 1955. Escrita, según el mismo Juan Rulfo, «en cinco meses, de abril a septiembre de 1955». 
 
En apenas 23 ediciones y reimpresiones, la novela había vendido 1 millón 143 mil reproducciones en Estados Unidos hasta noviembre de 1997, mientras otras ediciones en su tierra natal, México, así como de otros países de habla hispana, han vendido incontables reproducciones adicionales. 
 
Se trata del segundo libro de Rulfo después de El llano en llamas, que fuera una recopilación de cuentos que aparecieron inicialmente insertos en diarios de México. 
 
Pedro Páramo ha tenido una gran influencia en el desarrollo del realismo mágico y está contada en una mezcla de primera y tercera persona. 
 
La novela de Rulfo ha sido considerada como una de las cumbres de la literatura en lengua castellana por Carlos Fuentes. Gabriel García Márquez dijo que ninguna lectura lo había hecho sentir de ese modo desde que leyó "La metamorfosis" de Franz Kafka. Jorge Luis Borges comentó que Pedro Páramo es una de las mejores novelas de la literatura universal. 
 
Fue incluida en la lista de las 100 mejores novelas en español del siglo XX del periódico español «El Mundo». La novela ha tenido traducciones a incontables idiomas, así como ha recibido numerosas adaptaciones al cine: la primera, dirigida por Carlos Velo y protagonizada por John Gavin en 1967. 
 
Se han preguntado, ¿Por qué ya no volvió a escribir Juan Rulfo después de escribir Pedro Páramo? ¿El porqué del abandono de la literatura? Hay una frase de Juan de la Bruyère: "La gloria o el mérito de ciertos hombres consiste en escribir bien; el de otros consiste en no escribir." 
 
Enrique Vila-Matas, un escritor español, en su libro "Bartleby y Compañia" nos refiere de la explicación ingeniosa de Rulfo para justificar su abandono de la literatura: 
 
-"¿Que por qué no escribo? -se le oyó decir a Juan Rulfo en Caracas en 1974-. Pues porque se murió el tío Celerino que era el que me contaba las historias. Pero era muy mentiroso. Todo lo que me contaba eran puras mentiras, y entonces, naturalmente, lo que escribí eran puras mentiras". 
 
Más adelante Vila-Matas nos comparte una fábula de Monterroso: "Sobre el mítico silencio de Juan Rulfo escribió Monterroso, su buen amigo en la oficina de copistas mexicanos, una aguda fábula "El zorro más sabio". En ella se habla de un zorro que escribió dos libros de éxito y se dio con razón por satisfecho y pasaron los años y no publicaba otra cosa. Los demás comenzaron a murmurar y a preguntarse qué pasaba con el zorro y cuando le encontraban en los cócteles se le acercaban a decirle que tenía que publicar más. -Pero si ya he publicado dos libros-, decía con cansancio el zorro. Y muy buenos, le contestaban, por eso mismo tienes que publicar otro. El zorro no lo decía, pero pensaba que en realidad lo que la gente quería era que publicara un libro malo. Pero como era el zorro no lo hizo." 
 
Escritores que, después de una obra tan breve, entran en el silencio... literario. 
 
 
 

23 cuentos de Ray Bradbury

20 cuentos de Charles Bukowski para llevar



Charles Bukowski era un cartero gordo, feo y alcohólico, adicto al sexo y a la buena literatura. Era un tipo fuera de lo normal. Siempre quiso ser escritor, aunque comenzó ganándose la vida lo mejor que pudo con todos los trabajos que se le ponían a tiro.

A menudo se le relaciona de manera errónea con la generación Beat, debido a lo parecido de su estilo. Pero Bukowski era diferente, lo suyo era el realismo sucio, que (también erróneamente) se relaciona con decir muchos tacos y muchas guarradas.

El realismo sucio elimina todas las figuras retóricas sobrantes, dejando el escrito lo más sencillo posible. Es un estilo minimalista que reduce las narraciones a sus partes más básicas, sus protagonistas suelen ser seres vulgares, que llevan vidas convencionales.

El realismo sucio tomó como referentes a J.D Sallinger o O.Henry y se extendió a escritores como Raymond Carver o Chuck Palahniuk.

Bukowski sigue siendo un referente, un icono. Muchos quieren imitarlo, algunos se conforman con mencionarlo. Su protagonista Henry Chinasky sigue estando presente en la cultura pop, en él se basa el personaje de Hank Moody, protagonista de la serie Californication (quien en realidad es una mezcla de Chinasky y del mismo Bukowski).

Pero si por algo debería seguir presente el viejo este, es por que ser un símbolo de la literatura independiente.

Bukowski era un ser nihilista, que representó como nadie la decadencia americana de post-guerra. No se comprometía con nada, ni con nadie. Murió de leucemia y dejó cientos de cuentos, relatos, poesías y libros sin publicar.

20 cuentos de Charles Bukowski para leer gratis (Clic sobre el título)

  1. Se busca una mujer.
  2. Clase.
  3. Kid Stardust en el matadero.
  4. Una noche helada.
  5. La máquina de follar.
  6. Deje de mirarme las tetas, señor.
  7. Los escritores.
  8. Púrpura como un iris.
  9. El principiante.
  10. Grita cuando te quemes.
  11. La chica más guapa de la ciudad.
  12. Quince centímetros.
  13. Un hombre.
  14. Una ligera resaca.
  15. Esa pena de escoria.
  16. Notas sobre la peste.
  17. La manta.
  18. No puedes escribir una historia de amor.
  19. Delicadeza de la langosta.
  20. Reunión.
Si te gusta Bukowski y quieres saber más sobre él y sobre su obra, te recomiendo la página sobre el escritor de Sergi Puertas, llena de información y de material de lectura: cuentos, cartas, relatos, poemas. No te la pierdas.

10 cuentos de Roberto Bolaño para llevar


Tras su prematura muerte en julio de 2003, Roberto Bolaño se ha convertido en uno de los autores contemporáneos más leídos de hispanoamérica. Escribió más de veinte libros, entre los cuales destacan sus novelas Los detectives salvajes, ganadora del Premio Herralde en 1998 y el Premio Rómulo Gallegos en 1999, y la póstuma novela 2666.

La naturaleza de su obra ha llevado a Roberto Bolaño a ser comparado con autores gigantes de la talla de Borges o Cortázar. Aquí recomendamos 10 cuentos del poeta y escritor chileno. Que los disfruten haciendo click en cada título.

1. Llamadas telefónicas

2. Otro cuento ruso

3. Últimos atardeceres en la tierrra

4. Playa

5. El gusano

6. Dos cuentos católicos

7. Sensini

8. El ojo Silva

9. Jim

10. Dentista

Letrinas: Un lugar limpio y bien iluminado

 
Un lugar limpio y bien iluminado
 
Por Ernest Hemingway
 

Era tarde y todos habían salido del café con excepción de un anciano que estaba sentado a la sombra que hacían las hojas del árbol, iluminado por la luz eléctrica. De día la calle estaba polvorienta, pero por la noche el rocío asentaba el polvo y al viejo le gustaba sentarse allí, tarde, porque aunque era sordo y por la noche reinaba la quietud, él notaba la diferencia. Los dos camareros del café notaban que el anciano estaba un poco ebrio; aunque era un buen cliente sabían que si tomaba demasiado se iría sin pagar, de modo que lo vigilaban.

-La semana pasada trató de suicidarse -dijo uno de ellos.

-¿Por qué?

-Estaba desesperado.

-¿Por qué?

-Por nada.

-¿Cómo sabes que era por nada?

-Porque tiene muchísimo dinero.

Estaban sentados uno al lado del otro en una mesa próxima a la pared, cerca de la puerta del café, y miraban hacia la terraza donde las mesas estaban vacías, excepto la del viejo sentado a la sombra de las hojas, que el viento movía ligeramente. Una muchacha y un soldado pasaron por la calle. La luz del farol brilló sobre el número de cobre que llevaba el hombre en el cuello de la chaqueta. La muchacha iba descubierta y caminaba apresuradamente a su lado.

-Los guardias civiles lo recogerán -dijo uno de los camareros.

-¿Y qué importa si consigue lo que busca?

-Sería mejor que se fuera ahora. Los guardias han pasado hace cinco minutos y volverán.

El viejo sentado a la sombra golpeó su platillo con el vaso. El camarero joven se le acercó.

-¿Qué desea?

El viejo lo miró.

-Otro coñac -dijo.

-Se emborrachará usted -dijo el camarero. El viejo lo miró. El camarero se fue.

-Se quedará toda la noche -dijo a su colega-. Tengo sueño y nunca puedo irme a la cama antes de las tres de la mañana. Debería haberse suicidado la semana pasada.

El camarero tomó la botella de coñac y otro platillo del mostrador que se hallaba en la parte interior del café y se encaminó a la mesa del viejo. Puso el platillo sobre la mesa y llenó la copa de coñac.

-Debía haberse suicidado usted la semana pasada -dijo al viejo sordo. El anciano hizo un movimiento con el dedo.

-Un poco más -murmuró.

El camarero terminó de llenar la copa hasta que el coñac desbordó y se deslizó por el pie de la copa hasta llegar al primer platillo.

-Gracias -dijo el viejo.

El camarero volvió con la botella al interior del café y se sentó nuevamente a la mesa con su colega.

-Ya está borracho -dijo.

-Se emborracha todas las noches.

-¿Por qué quería suicidarse?

-¿Cómo puedo saberlo?

-¿Cómo lo hizo?

-Se colgó de una cuerda.

-¿Quién lo bajó?

-Su sobrina.

-¿Por qué lo hizo?

-Por temor de que se condenara su alma.

-¿Cuánto dinero tiene?

-Muchísimo.

-Debe tener ochenta años.

-Sí, yo también diría que tiene ochenta.

-Me gustaría que se fuera a su casa. Nunca puedo acostarme antes de las tres. ¿Qué hora es esa para irse a la cama?

-Se queda porque le gusta.

-Él está solo. Yo no. Tengo una mujer que me espera en la cama.

-Él también tuvo una mujer.

-Ahora una mujer no le serviría de nada.

-No puedes asegurarlo. Podría estar mejor si tuviera una mujer.

-Su sobrina lo cuida.

-Lo sé. Dijiste que le había cortado la soga.

-No me gustaría ser tan viejo. Un viejo es una cosa asquerosa.

-No siempre. Este hombre es limpio. Bebe sin derramarse el líquido encima. Aun ahora que está borracho, míralo.

-No quiero mirarlo. Quisiera que se fuera a su casa. No tiene ninguna consideración con los que trabajan.

El viejo miró desde su copa hacia la calle y luego a los camareros.

-Otro coñac -dijo, señalando su copa. Se le acercó el camarero que tenía prisa por irse.

-¡Terminó! -dijo, hablando con esa omisión de la sintaxis que la gente estúpida emplea al hablar con los beodos o los extranjeros-. No más esta noche. Cerramos.

-Otro -dijo el viejo.

-¡No! ¡Terminó! -limpió el borde de la mesa con su servilleta y movió la cabeza de lado a lado.

El viejo se puso de pie, contó lentamente los platillos, sacó del bolsillo un monedero de cuero y pagó las bebidas, dejando media peseta de propina.

El camarero lo miraba mientras salía a la calle. El viejo caminaba un poco tambaleante, aunque con dignidad.

-¿Por qué no lo dejaste que se quedara a beber? -preguntó el camarero que no tenía prisa. Estaban bajando las puertas metálicas-. Todavía no son las dos y media.

-Quiero irme a casa.

-¿Qué significa una hora?

-Mucho más para mí que para él.

-Una hora no tiene importancia.

-Hablas como un viejo. Bien puede comprar una botella y bebérsela en su casa.

-No es lo mismo.

-No; no lo es -admitió el camarero que tenía esposa-. No quería ser injusto. Sólo tenía prisa.

-¿Y tú? ¿No tienes miedo de llegar a tu casa antes de la hora de costumbre?

-¿Estás tratando de insultarme?

-No, hombre, sólo quería hacerte una broma.

-No -el camarero que tenía prisa se irguió después de haber asegurado la puerta metálica-. Tengo confianza. Soy todo confianza.

-Tienes juventud, confianza y un trabajo -dijo el camarero de más edad-. Lo tienes todo.

-¿Y a ti, qué te falta?

-Todo; menos el trabajo.

-Tienes todo lo que tengo yo.

-No. Nunca he tenido confianza y ya no soy joven.

-Vamos. Deja de decir tonterías y cierra.

-Soy de aquellos a quienes les gusta quedarse hasta tarde en el café -dijo el camarero de más edad-, con todos aquellos que no desean irse a la cama; con todos los que necesitan luz por la noche.

-Yo quiero irme a casa y a la cama.

-Somos muy diferentes -dijo el camarero de más edad. Se estaba vistiendo para irse a su casa-. No es sólo una cuestión de juventud y confianza, aunque esas cosas son muy hermosas. Todas las noches me resisto a cerrar porque puede haber alguien que necesite el café.

Hombre! Hay bodegas abiertas toda la noche.

-No entiendes. Este es un café limpio y agradable. Está bien iluminado. La luz es muy buena y también, ahora, las hojas hacen sombra.

-Buenas noches -dijo el camarero más joven.

-Buenas noches -dijo el otro. Continuó la conversación consigo mismo mientras apagaba las luces. Es la luz, por supuesto, pero es necesario que el lugar esté limpio y sea agradable. No quieres música. Definitivamente no quieres música. Tampoco puedes estar frente a una barra con dignidad aunque eso sea todo lo que proveemos a estas horas. ¿Qué temía? No era temor, no era miedo. Era una nada que conocía demasiado bien. Era una completa nada y un hombre también era nada. Era sólo eso y todo lo que se necesitaba era luz y una cierta limpieza y orden. Algunos vivieron en eso y nunca lo sintieron pero él sabía que todo eso era nada y pues nada y nada y pues nada. Nada nuestra que estás en nada, nada sea tu nombre nada tu reino nada tu voluntad así en nada como en nada. Danos este nada nuestro pan de cada nada y nada nuestros nada como también nosotros nada a nuestros nada y no nos nada en la nada mas líbranos de nada; pues nada. Ave nada llena de nada, nada está contigo. Sonrió y estaba frente a una barra con una cafetera a presión brillante.

-¿Qué le sirvo?- preguntó el cantinero.

-Nada.

-Otro loco más -dijo el cantinero y le dio la espalda.

-Una copita -dijo el camarero.

El cantinero se la sirvió.

-La luz es bien brillante y agradable pero la barra está opaca -dijo el camarero.

El cantinero lo miró fijamente pero no respondió. Era demasiado tarde para comenzar una conversación.

-¿Quiere otra copita? -preguntó el cantinero.

-No, gracias -dijo el camarero, y salió. Le disgustaban los bares y las bodegas. Un café limpio, bien iluminado, era algo muy distinto. Ahora, sin pensar más, volvería a su cuarto. Yacería en la cama y, finalmente, con la luz del día, se dormiría. Después de todo, se dijo, probablemente sólo sea insomnio. Muchos deben sufrir de lo mismo.
FIN
 
 
NOTA: Las palabras en cursivas están en español en el texto original.

Efraín Huerta y sus poemínimos




El poeta y traductor César Navarrete (Ciudad de México, 1981) nos presenta una muy completa selección de los poemínimos de Efraín Huerta (1914), a treinta años de su fallecimiento. Según Huerta, “el poemínimo está a la vuelta de la esquina o en la siguiente parada del Metro. Un poemínimo es una mariposa loca, capturada a tiempo y a tiempo sometida al rigor de la camisa de fuerza”.


En Estampida de poemínimos (el numero 18 de la colección de Los libros del bicho de Premiá editora de libros), Efraín escribió:

Creo que cada poema es un mundo. Un mundo y un aparte. Un territorio cercado, al que no deben penetrar los totalmente indocumentados, los censores, los líricamente desmadrados. Un poemínimo es un mundo, sí, pero a veces advierto que he descubierto una galaxia y que los años luz no cuentan sino como referencia, muy vaga referencia, porque el poemínimo está a la vuelta de la esquina o en la siguiente parada del Metro. Un poemínimo es una mariposa loca, capturada a tiempo y a tiempo sometida al rigor de la camisa de fuerza. Y no la toques ya más, que así es la cosa. La cosa loca, lo imprevisible, lo que te cae encima o tan sólo te roza la estrecha entenderá —y ya se te hizo.


EL POEMÍNIMO

Primero, hubo algo así como un desconcierto; después, cierta agitación. Medio calmados los ánimos, los poetas —sobre todo los poetas jóvenes— se dedicaron a copiarlos, a imitarlos, con la peor fortuna. El poemínimo parece facilísimo (cualquiera lo hace), pero los imitadores descubrieron que era endemoniadamente difícil.
Hacerlo requiere de una espontaneidad diferente a la del meditado epigrama, y de un maligno toque poético que lo coloca a cien años de luminosa oscuridad del hai-kai (haikú); tampoco es un aforismo ni un apotegma ni un dogma. Para llegar o medio llegar a un acuerdo, inventé el término apodogma —y todos tan intranquilos.
Dislocar y trastocar; crear, es el único secreto de esta singular forma de expresar referencias maternales sin llegar jamás a los extremos líricos y delictuosos de la mentada por la mentada misma.
José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis los comprendieron desde el primer puñetazo —golpe artero, descontón— de vista. Otros, amigos y enemigos, los elogian por inercia y tratan enfermizamente de imitarlo. Imposible. En mi libro de 1947, Los Eróticos, el poemínimo que originó el caudal está en el lugar de honor y con la fecha bien clara. Ya un año antes, en Poemas prohibidos y de amor, un racimito de poemínimos fue como un ligero buscapiés. La cosa comenzó a humear y provocó el incendio previo a la estampida cuando aparecieron, casi al hilo, Circuito interior y los letales 50 poemínimos, librito, este último, inencontrable.


LO POEMÁXIMO

Una vez le entregué a Monsi varios poemínimos y uno grande. El conjunto se llamó “15 poemínimos y un poemáximo” lo cual me hizo feliz. Con la misma felicidad que sentí cuando en plena euforia poeminizante, soñaba poemínimos. Un medio día le confesé al poeta Alejandro Aura:
—“Fíjate Ale, que anoche soñé cinco hermosos poemínimos…
—¿Y los apuntaste?
—¡Coño, carajo, caballero! ¿No te estoy diciendo que los soñé?”
(También soñaba con Sofía Loren, con la que hacía, no lo poemínimo sino lo poemáximo. Hay dos cosas que nunca me cuestan nada: soñar y consultar el Larousse)
Bueno, pues cuando publiqué Poemas prohibidos, escribí unas impertinentes aclaraciones. La parte correspondiente a los poemínimos dice así:
“…durante mucho tiempo, supuse con ingenuidad que estos breves poemas podían ser algo así como epigramas frustrados. Error. Mi hija Raquel (de 8 años), al leer algunos declaró lo siguiente: “Son cosas para reír”. Poco después, en la casa de un famoso pintor, Octavio Paz (58 años) lo definió de esta manera: ‘Son chistes’. Me alegró en extremo que, separados por medio siglo de experiencias y cultura, Raquelito y Octavio hubieran coincidido”.
(Raquel tiene ahora 17 años. Octavio y yo andamos dando bandazos en los 67.)
En este volumen se verá que muchos poemínimos tienen fecha. Quiero así significar históricamente, si se quiere, por qué fueron escritos. Otros se llaman “Plagio Equis” o “Plagio Zeta”. Es que me incomoda que una hermosa imagen o frase de legítima brillantez caiga en manos de un poeta incapaz de aprovecharla. Entonces tomo la frase o la imagen y la redondeo, le doy ritmo, cobijándole a las sombras de las palabras en flor de un viejo neurótico llamado Federico Nietzsche: “Sé que en mi palomar hay palomas forasteras, pero se estremecen cuando les pongo la mano encima”.


A OTRA COSA

Traducido al español, cierto latinajo viene quedando así: “El que se equivoca se llama caballo”. Así yo, al trote corto, que es como el paso tardo de un pobre viejo (tango clásico), cometo errores de cierta gravedad, que algún buen amigo descubre y me lo restriega en las narices. Por ejemplo, tengo un poemínimo llamado “Weimar”, en el que atribuyo a Goethe (Don Wolfango) una frase que no es suya: “No es de Goethe sino de Heine”, me aclararon. Está bien.
Creo basta y sobra, ya lo dice un poemínimo: “A lo hecho, pechos”.
29-IV-80                                                                                                                 E. H.



I.
PEQUEÑO LAROUSSE


“Nació
En Silao.
1914.
Autor
De versos
De contenido
Social.”
Embustero
Larousse.
Yo sólo
Escribo
Versos
De contenido
Sexual.



II.
AY POETA

Primero
Que nada:
Me complace
Enormísimamente
Ser
Un buen
Poeta
De segunda
Del
Tercer
Mundo

30 de junio de 1969



III.
TANGO

Hoy
Amanecí
Dichosamente
Herido
De
Muerte
Natural



IV.
CANDOROSO TESTAMENTO

Ahora
Me
Cumplen
O
Me
Dejan
Como
Estatua



V.
ALTURA

Estoy
Exactamente
A
Un metro
Con 74 centímetros
Sobre
El
Nivel
Del mal



VI.
EL CÓMICO

Regularmente
Hago
Una
Vida
Bastante
Irregular



VII.
IMPOSIBILIDAD

Por ahora
No puedo ir
A San Miguel
De Allende
No tengo
Ni para
El
Paisaje

25 de junio de 1971



VIII.
ARENGUITA

Paranoicos
De todos
Los
Matices
¡Uníos!



IX.
CON PASIÓN

Y así
Le dije
Con desolada
Y cristiana
Bondad:
Desnúdate
Que yo
Te
Ayudaré



X.
CINISMO

Ayer
También
Tengo
Ganas
De
Emborracharme



XI.
DISTANCIA

Del
Dicho
Al
Lecho
Hay
Mucho
Trecho



XII.
PROTAGÓRICA

El
Hambre
Es
La medida
De todas
Las
Cosas



XIII.
TLÁLOC

Sucede
Que me canso
De ser dios
Sucede
Que me canso
De llover
Sobre mojado
Sucede
Que aquí
Nada sucede
Sino la  lluvia
lluvia
lluvia
lluvia



XIV.
ORACIÓN

Sufro
Bonitamente
Líbreme
Dios
De los
Malos
Sufrimientos

20 de agosto de 1969



XV.
REDIL

Como
Buena
Oveja
Descarriada
Que soy
Me vendo
Bien
Al mejor
Pastor



XVI.
RESIGNACIÓN

Buenos
O malos
(Más malos
Que buenos)
Todos mis
Poemas
Son del
Demonio
Público



XVII.
ÁNGEL II

Y
Si
Me
Caigo
Qué
Del
Cielo
No
Paso



XVIII.
D.D.F

Dispense
Usted
Las molestias
Que le ocasiona
Esta
Obra
Poética



XIX.
FRACASADO

Nunca
Pude
Llegar
A ser
Un buen actor
Siempre
Tuve
Muy mala
Drogadicción



XX.
LA CONTRA

Nomás
Por joder
Yo voy
A resucitar
De entre
Los
Vivos



XXI.
SALVAJEZ

Todos
Los lunes
Descubro
Que llegué
Muy tarde
A mi
Fin
De
Semana



XXII.
PUES SÍ

Hablando
Se
Enciende
La
Gente



XXIII.
AMENAZA

Bienaventurados
Los poetas
Pobres
Porque
De ellos
Será
El reino
De los
Suelos



XXIV.
MERCADOTECNIA

Salido
El poema
No se
Admite
Reclamación



XXV.
HANDICAP

No puedo
Dejar
De
Escribir
Porque
Si me
Detengo
Me alcanzo



XXVI.
APODOGMA

El
Respeto
Al
Complejo
Ajeno
Es
La
Paz



XXVII.
MOCAMBO

Hasta
Ayer
Comprendí
Por qué
El mar
Siempre está
Muerto
De brisa



XXVIII.
SALEM

Sería
Más
Fácil
Hallar
Una
Bruja
En un
Pajar



XXIX.
PROPO

Un monumento
Para el
Que
Cometió
Un crimen
Con todas
Las de
La ley



XXX.
MANDAMENTADA

Ama
A tu
Patria
Como
A ti
Mismo
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