Montaña rusa sin emociones o "Avengers: Age of Ultron"

“Avengers: Age of Ultron”, dirigida otra vez por Joss Whedon, funciona como un espectáculo de acción y de efectos visuales continuo, pero nada más.
 Cinetiketas | Por Jaime López Blanco | 


La secuela fílmica que reúne, nuevamente, a varios de los personajes favoritos del universo Marvel, “Avengers: Age of Ultron”, dirigida otra vez por Joss Whedon, funciona como un espectáculo de acción y de efectos visuales continuo, pero nada más. Carece de la emoción natural  y de la buena química entre los personajes de la primera producción. Mucho menos consigue tornarse oscura como varias de las bien logradas segundas partes de sagas de superhéroes que, últimamente, han destacado en el firmamento hollywoodense, tales como “The Dark Knight”, de Christopher Nolan; “X2: X-Men  United”, de Bryan Singer; o “Spider-Man 2”, de Sam Raimi.

  
La principal falla radica en su guión, plagado de constantes escenas de pelea, con el fin de sobreexplotar los apartados técnicos de la película, pero dejando de lado la evolución de la historia y de casi todos los personajes que aparecen en pantalla. Robert Downey Jr., como “Iron Man”, luce ya encasillado y acorralado por la habitual y predecible arrogancia que rige a su rol; Chris Evans y Chris Hemsworth evidencian sus limitaciones histriónicas al sólo aportar, sin sorpresas, su consabida galanura a los personajes de “Capitán América” y “Thor”. Únicamente logran destacar las interpretaciones de Mark Ruffalo y Scarlett Johansson, gracias a las escenas de flirteo entre “The Hulk” y la agente “Natasha Romanoff”. Eso sí, a diferencia de la primera “Avengers”, se otorga más importancia a Jeremy Renner con su “Hawkeye”, lo cual hace que salga bien librado de esta cinta, misma que bien pudo reducirse a menos minutos, tanto en papel como en celuloide.

Las destrucciones de coches, edificios, monumentos, etc., se encuentran al por mayor, cayendo en la acción vacía y gratuita de sagas como “Transformers”, de la que se imita, enfatizándolo, el discurso ideológico de la hegemonía/supremacía estadounidense, presentándose como los únicos salvadores sensatos del universo. La realidad es que los motivos de los superhéroes de Marvel son inverosímiles y rayan en la mojigatería.


“Avengers: Age of Ultron” es la reproducción de la peor esencia de los blockbusters hollywoodenses: poca sustancia, mucha pirotecnia, escaso entretenimiento y un argumento simplón y predecible. 

De lo nuevo, se rescata la presencia de la actriz Elizabeth Olsen como “Scarlet Witch”, ya que otorga cierta sensibilidad a su drama personal; además, resaltan las caracterizaciones de James Spader y Paul Bettany como “Ultron” y “Vision”, respectivamente. El que falla, a juicio de quien suscribe esto, es Aaron Taylor-Johnson como “Quicksilver”, uno de los “modificados”, quien luce desangelado y grisáceo en comparación al “Quicksilver” de “X-Men: Days of Future Past”. Existe una escena simpática, en la cual casi todo el equipo  “Avengers” intenta levantar el martillo de “Thor”, pero sólo es un gag que funciona de forma aislada, ya que no aporta nada relevante a la trama principal.

“Avengers: Age of Ultron” es la reproducción de la peor esencia de los blockbusters hollywoodenses: poca sustancia, mucha pirotecnia, escaso entretenimiento y un argumento simplón y predecible, el cual permite anticipar que a “Los vengadores” se les verá pelear en conjunto (para la emoción de los más fanáticos); de forma individual (para el lucimiento de las supuestas habilidades de cada héroe); que en medio tendrán una que otra derrota (para extender la cinta); pero que, al final, los buenos triunfarán sobre los malos (para la complacencia del espectador promedio).

  
¿Dónde quedan entonces los discursos, diálogos, acerca de titiriteros y títeres, que tanto pregona “Ultron” o esa línea crítica que lanza el villano del filme sobre los invasores estadounidenses? Supongo que en la sala de edición, o desde la revisión y desarrollo del guión, intervenido por los productores de la película, evitando así que se incluyera algo que, sin duda, hubiera dotado a la obra en cuestión de mayor oscuridad y, por lo tanto, de mayor profundidad. Lo peor de todo esta producción desafortunada consiste en que son contados los momentos en que la acción logra conectar con nuestro niño interior, porque tanta escena de pelea y efecto visual hostiga, provocando que la montaña rusa de emociones prometida quede en una simple lomita cuesta abajo.          
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