"When you see Elvis Presley singing early in his career ... imagine he is channeling Sister Rosetta Tharpe. It's not an image I think we're used to thinking about when we think of rock & roll history – we don't think about the black woman behind the young white man."
-Gayle Wald-
No puedo empezar el siguiente artículo sin antes desearles
mucha felicidad y armonía en este 2018, un año que de por sí ya es difícil y tediosa
por toda la basura electoral que estaremos viviendo. Y, cambiando radicalmente
de tema, los que me conocen saben que enero es de mis meses favoritos, y no
sólo porque es mi cumpleaños ehh, sino porque hay otros festejos muy grandes y
merecidos: cumplo 3 años de colaborar ininterrumpidamente con mi súper
consentida Revista Sputnik y eso siempre es digno de celebrar; espero con todo
mi corazón, no dejar de hacerlo (hasta que me lo pidan directamente jajaja) y
seguir contándoles sobre extraordinarios artistas de la escena musical.
El diciembre pasado, cinco nuevas bandas y/o artistas
individuales, ingresaron al famoso ‘Rock
& Roll Hall Of Fame’ un museo que se dedica a celebrar la trayectoria
de artistas influyentes en la música, a través del género rock. Con muchísimo
entusiasmo les comparto que nuestra irreverente Nina Simone, por fin forma parte de tan prestigioso salón de la
fama, ya que “[…] su voz triunfante cantó
lo que significa ser joven, dotado y negro en un mundo a veces injusto y
problemático”. Además de Nina, hubo otra mujer que en sí, no formó parte de
la categoría convencional de ‘artistas’ en dicho salón, sino más bien, tuvo una
mención especial en la categoría de ‘Early Influences’ al ser considerada una
figura esencial en la historia del rock and roll: la heroína de la guitarra, Sister Rosetta Tharpe.
No me avergüenza en lo absoluto admitir que me sentí
(siento) bastante inspirada con el speech
de Oprah Winfrey en la pasada edición de los premios ‘Golden Globe’, en donde
el empoderamiento, la celebración a la mujer y la petición de trabajar todos
juntos por un mañana más justo y equitativo, fue la constante. Al mismo tiempo se
trató de hacer visible la invisibilidad (valga la redundancia) de las personas
cuyas historias han abierto un muy necesario debate sobre la violencia de
género y otros temas. Y mientras reflexionaba sobre dicha ‘invisibilidad’, me
inspiré un poco (un mucho) para escribir brevemente sobre Rosetta Tharpe, quien
influyó a todo tipo de artistas en diferentes géneros musicales, y desafortunadamente
es muy poco el reconocimiento que se tiene sobre su trabajo a pesar de la
infinidad de estigmas que rompía constantemente durante sus cinco décadas de
carrera musical, no en vano es apodada ‘la madrina del rock and roll’.
Elvis Presley, Chuck Berry, Bob Dylan, Little Richard y
Johnny Cash, probablemente hubieran tenido unas carreras muy diferentes de no
ser por Rosetta Tharpe; todos y cada uno de estos increíbles artistas, admitieron
y le gritaron al mundo entero que una de sus principales inspiraciones, fue la
música de esta maravillosa mujer que con su voz y su guitarra eléctrica,
cambiaron la forma de hacer y apreciar la música contemporánea, así de
‘simple’. El jazz, el blues, el rock, el r&b, el country y por supuesto la
música góspel, no serían lo que son de no ser por esta extravagante mujer, muy
evolucionada para la época en que le tocó vivir, me parece.
Su historia comienza en 1915 en Cotton Plant, una ciudad de Arkansas.
Sus padres eran recolectores de algodón y vivían muy modestamente; del padre
prácticamente no se sabe nada, más que era un buen cantante; de su madre, se
sabe que también era cantante y tocaba la mandolina con mucha facilidad, don
que obviamente adquirió a su vez Rosetta
Nubin o Atkins (no se sabe en
realidad cuál fue su apellido). Además de los dones musicales, su madre era una
famosa oradora de la iglesia de Cristo en Dios, que acogía obviamente a la
comunidad negra y permitía todo tipo de expresiones artísticas, como el baile,
el canto, la música y bueno, la oración en sí. Tharpe rápidamente aprendió a
cantar y tocar la guitarra y a la cortita edad de cuatro años, ya era
considerada como una niña prodigio por su comunidad y tan sólo dos años después, ambas abandonan
a su padre y Rosetta se embarcan en un viaje por el sur de los Estados Unidos
en una especie de ‘tour evangélico’ que asistía a iglesias a hacer
presentaciones que eran, mitad sermón, mitad concierto de góspel.
Muchas de las personas que conocieron a Rosetta, concuerdan
en que su madre, Katie Bell, fue quien le impregnó esa personalidad tan
extrovertida; ambas eran mujeres muy independientes y con un sentido muy
especial de lo que era ser un buen evangélico; ambas eran mujeres fuertes, sin
miedo de enfrentarse a una sociedad machista y racista ya que por encima de
eso, estaba su gran amor por la música y unas ganas enormes de compartirla con
la gente.
Unos diez años después, a mitades de los años veinte,
continuaban las giras, los conciertos y las convenciones evangélicas, donde atraían
al público vendiéndola como ‘el milagro que canta y toca la guitarra’ porque
era rarísimo ver a una niña negra con dichas cualidades, por lo que la
audiencia y la curiosidad, eran muy grandes. Lo que más sorprendió –y por lo
tanto inspiró- a esta pequeña artista en desarrollo, fue que se vio inmersa en
un mundo artístico fuera de lo rural, y era raro porque era música góspel pero
urbana, característica esencial de sus canciones en años posteriores. Tras unos
años con la misma agenda, Rosetta y su madre se establecen en Chicago donde
conoce al orador –de la misma iglesia- Thomas Thorpe con quien se casa a los
tiernos 19 años. Él las acompaña a las giras y tienen una relación más o menos
‘estable’ al principio, hasta que comienza a explotar el lado artístico de
Rosetta, convirtiéndola en su ‘minita de oro’ para luego, regocijarse con su
dinero sin darle crédito a su esposa, por lo que ésta decide abandonarlo para
irse a la ciudad santuario: Nueva York. Aquí, su carrera se dispararía de
formas impensables. Como dato curioso, Rosetta decide usar una variante del
apellido de su ex marido como nombre artístico, por ello es Tharpe y no Thorpe.
En realidad, no hay información concreta de cómo o por qué
recibe su primera oportunidad de grabar en la disquera Decca Records, pero es a
los 23 años que lo logra teniendo como apoyo a la orquesta de jazz de Lucky
Millinder, famoso por no saber escribir ni leer música, ni tampoco tocar un
instrumento, pero cuyo talento innato e incomprensible, lo llevó a tener una de
las bandas más fructíferas de jazz a finales de la década de los años treinta. Las
canciones que grabó con dicha disquera, fueron éxitos instantáneos y unas de
sus canciones más representativas durante toda su carrera que tenían algo en
común: se alejaban de las letras góspel que había interpretado toda su vida.
Canciones como: ‘Rock Me’, ‘That’s All’ y ‘This Trian’ enloquecieron a los radioescuchas ávidos por conocer y
consumir ritmos totalmente nuevos y, aunque hubo mucha controversia sobre lo
que se estaba escuchando, nadie era capaz de negar los aspectos tan revolucionarios
de esta gran artista: el incorporar instrumentos nuevos, una voz fuerte y con
buena dicción, la guitarra eléctrica como ‘primer plano’ y una clara influencia
góspel sin serlo en su totalidad, que daba pie a la interminable lucha de las
mujeres por demostrar nuestras enormes capacidades. El gran problema aquí fue
que a Tharpe, siempre se le catalogó como ‘la mujer que toca como hombre’.
Pero, ahora podemos decir, con mucha fortaleza y puños en alto, que en realidad
los hombres querían y deseaban tocar como ella.
A pesar del éxito que estaba construyendo, la gente de su
comunidad evangélica prácticamente la ‘desterraron’, porque era imposible creer
que estaba cantando esas letras, trabajando en clubes nocturnos y juntándose
con personas poco amables. Y se sintieron traicionados y solos, al creer que el
mundo del espectáculo les había arrebatado tajantemente a su gran estrella. Pronto
Rosetta se vio en el gran dilema de ‘escoger’ entre su fe o su carrera musical,
hasta que decidió que no dejaría ambas cosas: por las mañanas se presentaría en
la iglesia y por las noches, en los bares y clubes donde fuera contratada. Es
entonces cuando graba otro gran éxito: ‘Tall
Skinny Papa’ una divertida canción que causa aún más controversia que la
que ya estaba haciendo.
Comienza a escribir sus propias letras, combinando aspectos
espirituales con ritmos innovadores y surgen temas como "Strange
Things Happening Every Day", "Up Above My Head" and "Gospel Train", continuaron los conciertos, las giras, las
entrevistas y seguía demostrando sus enormes capacidades con la guitarra
eléctrica y hasta con el piano. Fue una de las pocas artistas góspel que pudo
seguir trabajando y grabando álbumes durante la Segunda Guerra Mundial. En 1946
conoce a la también cantante de góspel y R&B Marie Knight e inician una
colaboración artística que duraría varios años, tiempo en el que se rumora,
estuvieron involucradas también se manera sentimental, originando uno de los ‘affairs’ más discretos de la industria
musical, a pesar que Rosetta se casó otras dos veces más.
Otra cantante, Mahalia
Jackson conocida por también por su trabajo en la lucha por los derechos
civiles y estar presente en el famoso discurso de Martin Luther King, empezó a
opacar la popularidad de Rosetta quien decide bajarle un poco al ritmo de vida
que llevaba y a agendar cada vez menos conciertos. Pero, es en 1964 que firma
un muy buen contrato para irse de tour por Europa y regalarnos uno de los
conciertos en vivo más memorables en la historia de la música. Interpretando 'Didn't It Rain' literalmente bajo la
lluvia y en un escenario en plenas vías del tren, Tharpe animó a la audiencia
inglesa como parte del tour ‘The American Folk Blues Festival’.
En 1973, y tras haber sufrido
un previo ataque al corazón y la amputación de una de sus piernas debido a la
diabetes que padecía, fallece en Philadelphia el 9 de octubre una noche previa
a una sesión de grabación de un álbum nuevo. La carrera de Sister Rosetta Tharpe
nunca obtuvo el gran reconocimiento como sus colegas masculinos de los años 60
o 70s debido a su devoción e insistencia por hacer música religiosa pero creo
que la gran lección que nos deja, es precisamente que después de tantos años,
uno pueda ‘descubrirla’ y comenzar a comparar su trabajo con otros grandes y
concordar en la enorme y tremenda influencia que tuvo. ‘Rock Daniel’, ‘My Journey To The Sky’, ‘My Man And I’ y ‘Down By The
Riverside’ son tan sólo una muestra del talento de esta mujer a la que
admiro más y más cada que leo o escucho algo nuevo de ella. Así que celebremos
su entrada al salón de la fama como sólo ella se lo merece: escuchando su
talento.