«Jauría de ángeles»: letras rabiosas entre la niñez y la resignación

El joven autor Itzamatul Ikal (1992) nos entrega un poemario sui géneris en forma y fondo, bajo el sello de la Editorial Agujero de Gusano.


Alejandra Sosa |


Como lumbre llega hasta nuestras manos junto con el sofocante calor, el nuevo título de Editorial Agujero de Gusano, un libro quizá igual de sofocante que el mundo en el que vivimos que nos hace recordar que todo tiempo pasado fue mejor. Todo desde la singular voz de Itzamatul Ikal, joven autor hidrocálido por convicción, aunque nacido en la Ciudad de México, que también forma parte de la antología de poesía hidrocálida: Breviario Pandémico (2021).

Nunca se sabe lo lejos que se está del asombro hasta que se cae en lo profundo de ello. Como si fuera el hilo conductor para tal descenso, Jauría de ángeles disecciona e introduce en la mente del lector textos incómodos, escandalosos, viscerales e infantiles por igual.

El modo en que el autor desnaturaliza el lenguaje desde su cotidianidad, no hace otra cosa más que remontarnos a los grandes poetas y antipoetas que han estado en esta tierra. Decir de otro modo lo mismo es el trabajo del poeta y la virtud para que lo ordinario nos parezca lo más sublime e inconcebible del mundo.

Entre prosa y verso libre, navegamos en una infancia agridulce. Jauría de ángeles más allá de una antología poética, es el registro de una evolución literaria, el desarrollo de una pluma que madura en cada página frente a nuestros ojos, jugando entre la niñez y la resignación.

Jauría de ángeles de Itzamatul Ikal es el segundo volumen de poesía publicado por la editorial independiente Agujero de Gusano, ya disponible en línea con envío a todo México. El arte de la obra corrió a cargo de Erick Cuevas aka Nespy5€. A continuación compartimos algunas líneas incluidas en el poemario.



Itzamatul Ikal

Había encontrado el cadáver de un perro y decidió comerlo. Ese día, por más que sumó 2 + 2 hasta el cansancio, el resultado siempre fue el sufrimiento. Lo engulló crudo y pidió perdón; y juró por el recuerdo de su madre que un día escribiría un libro que lo dijera todo. Amaba a los perros, porque un perro ardiendo siempre es la bandera de Dios. Lo engulló todo y se persignó, no por lo que había hecho, sino por lo que estaba a punto de hacer.

En textos antiguos que ya pocos recuerdan, se afirma que el cadáver de un perro es un sutil signo de victoria. Y él conocía esto desde que su infancia le enseñó el placer.

En estos mismos textos 2 + 2 jamás es igual a 4; probablemente porque un perro es un número más (o una palabra menos).

Es cierto, todo pasa y se niega a sí mismo; la muerte puede no ser la muerte, y un cadáver puede ser un perro



o la misericordia divina.



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