Reglas que deben observarse en una cantina

Por Eusebio Ruvalcaba | Reglas que deben observarse en una cantina: 1) No llevar mujeres.
 Por Eusebio Ruvalcaba |


Aforismos

Reglas que deben observarse en una cantina

Las mujeres

1) No llevar minifalda, ni menos falda provista de una espléndida abertura. (Sabido es que, con ciertos alcoholes encima, las faldas tienden a multiplicar en ráfaga la imaginación de los consumidores varones. Sabido es que una abertura al frente o al costado, puede capturar la vista masculina hasta un grado altísimo de peligrosidad.)

2) No llevar un perfume fino y sutil, de esos bendecidos por los ángeles; cuyo rocío las mujeres colocan en cuello, reverso de muñecas, muslos, nacimiento de senos y parte posterior de lóbulos. (Sabido es que un buen perfume puede distorsionar la realidad y extraer los más íntimos instintos de un hombre. Sabido es que, aunado al alcohol, un perfume exquisito es capaz de levantar en vilo a un hombre de su silla y obligarlo a levitar ante el aplauso de la mayoría. Pero sin lugar a dudas que ese hombre, por más que la buena fe lo anime, habrá perdido su voluntad y seguirá a la mujer en cuestión hasta depositar la punta de su nariz en la parte perfumada.)

3) No llevar medias negras. (Sabido es que las medias negras —peor aún, aquellas que se ajustan al muslo por sí solas— son parte del encanto femenino en el sentido más tradicional del término; sabido es que gentes como Lautrec, Orozco o Ensor hicieron de dicha prenda una constante de su arte; tal vez porque las putas se vestían con ellas. Las mujeres que en una cantina cruzan las piernas y muestran el privilegio de unas medias negras, están dando pie a que el inspector de incendios revise el sistema de alarma y clausure el negocio.)

4) No mirar de frente. Porque en los ojos radica todo. Y más allá de la intención que aviva una mirada, un par de pupilas bien dirigidas mueve al hombre de la mesa vecina a cerrar el puño con la cuba en la mano, y embarrar de sangre su pantalón. 

5) No hablar. Porque cuando la mujer abre la boca, son irresistibles las ganas de meterle el dedo y frotar suavemente. O bien la lengua y enredarla con la suya.

6) No mover las manos —excepto para tomar su trago. Porque cuando la mujer mueve las manos, la reacción del varón es aproximarse para que esas manos se posen en su pecho, en su espalda y dejarse acariciar. Esta acción acaece porque el hombre siempre desea ser apapachado. Que se tenga piedad y conmiseración de él.

7) No caminar. Porque cuando las mujeres caminan ejercen la provocación del deseo. Caminan y todo en rededor se cimbra. Se trastorna. Cuando una mujer camina, los ojos masculinos se aprestan a la contemplación de aquel trasero. Lo miran tras la tela. Lo miran refugiado en aquellas nalgas. Oculto a las miradas distraídas.

8) No pestañear. Porque cuando la mujer pestañea —o entremira— sus ojos se tornan doblemente bellos —y peligrosos. Aun la mirada más peregrina, se revela astuta y provocativa. 

9) No reírse —ni mucho menos sonreírse. Porque cuando una mujer se ríe —o sonríe—, su risa —o sonrisa— sale por los aires. Se detiene en la lámpara más próxima, para que cualquier hombre se ponga de pie y la capture con ayuda de una red para cazar mariposas.

10) No morderse las uñas. Porque este solo hecho pone nerviosos a más de tres. Algo tiene de diabólico este simple acto en manos de una mujer. Como si el hombre fuera el mordido. Una parte del hombre. Una bendita parte sin la cual no habría humanidad.

Los hombres

1) No llevar mujeres. 



El Autor: Nacido en la ciudad de Guadalajara en 1951, Eusebio Ruvalcaba se ha dedicado a escuchar música. Cabal y rotundamente. Pese a que ha publicado ciertos títulos (Un hilito de sangre, Pocos son los elegidos perros del mal, Una cerveza de nombre derrota, El frágil latido del corazón de un hombre…), pese a que se gana la vida coordinando talleres de creación literaria y escribiendo en diarios y revistas, él dice que vino al mundo a escuchar música. Y a hablar sobre música. Y a escribir sobre música.  
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