Miles Davis, el gigante del jazz

Uno de los músicos más excéntricos y que más aportes hizo al jazz fue el trompetista por excelencia: Miles Davis

Call me old fashioned… please! | Por Mónica Castro Lara |

 
Si algo he aprendido en estos dos años y medio de escribir sobre jazz en Sputnik, es que hay figuras emblemáticas que forman parte obligatoria de la evolución de este género musical e incluso de su nacimiento más comercial; personajes de los que ya escrito anteriormente, como Duke Ellington, Louis Armstrong, Billy Holiday… y otros que aún me faltan abordar, como John Coltrane, Charlie Parker, Dave Brubeck y que espero hacerlo sin falta en artículos próximos. Pero, uno de los músicos más excéntricos y que más aportes hizo al jazz en sus 50 años de carrera, fue el trompetista por excelencia: Miles Davis. Me parece que debo añadirle un ‘FUCKIN’ entre su nombre y apellido porque realmente fue un fenómeno musical y se merece todo nuestro respeto y admiración posibles.

¿Mi primer acercamiento a la música de Miles Davis? A mis tiernos e inocentes 10 años. Lo recuerdo perfectamente ya que es una anécdota bastante hollywoodense: es gracias a la película ‘Runaway Bride’ (sí, la de Julia Roberts y Richard Gere) que escuché por primera vez ‘It Never Entered My Mind’ y la verdad es que me dejó bastante boquiabierta, más allá del hecho de que forma parte importante dentro de la trama la película. Esa trompeta no es común… ni la trompeta, ni el piano, ni la suave batería. Y déjenme decirles que me llevé una inesperada y rara sorpresa hace apenas un par de meses cuando supe que ni siquiera es autoría de Miles, pero definitivamente, su versión es la mejor de todas; he escuchado la misma canción con Sinatra o con Ella Fitzgerald y NO es lo mismo. Me parece que lo que logra Miles es una joya: no necesitamos de una sola palabra, la trompeta nos lo dice y nos lo transmite todo. Eso es justamente lo que tanto lo caracterizó y por lo que es tan increíble aún en pleno Siglo XXI.




Me da gusto haberme tomado mi tiempo para animarme a escribir sobre Davis porque me dio la oportunidad de empaparme aún más de su vida y de sus tantísimos logros; vi documentales, entrevistas, leí varias biografías y hasta anécdotas muy personales que en definitiva ayudaron a ‘moldearme’ una idea mucho más cool de este jazzista al que le chocaba que lo clasificaran como tal… ‘mejor llámenme músico’ decía en repetidas ocasiones. ¿Pero cuál era ese afán Miles? Si tú prácticamente hiciste al jazz lo que es ahora… en fin. Esa enorme capacidad evolutiva que poseía, la tuvieron pocos de sus contemporáneos para ser franca y su indudable talento, dejó imborrables huellas en el bebop (al que le costó trabajo adaptarse), el cool jazz, jazz fusión, modal jazz y jazz rock. Sé justo lo que están pensando… ¿en serio existen tantos estilos de jazz? Créanme, son reales y faltan un montón. Imagínense la capacidad bestial que tuvo Davis de sumergirse en estas variantes con toda la premeditación de no estancarse y dejar fluir su creatividad cada que se sentía inspirado por algo o alguien. Se me ocurre un ejemplo bastante claro: cuando Miles vio tocar a Jimi Hendrix en algún festival y se quedó anonadado con la capacidad del guitarrista y buscó rápidamente hacer lo mismo, hipnotizar a todo un público de 10 mil espectadores pero, con su ‘humilde’ trompeta. Para no hacerles el cuento más largo, lo logró y con bastante éxito. Si no me creen, chéquense el álbum ‘Bitches Brew’ de 1970 y deléitense con un par de melodías bien psicodélicas y muy awesome, dignas representantes de la época.

Pues bien, la historia de Miles Dewey Davis, comienza en Illinois por allá de 1926.; proveniente de una familia de clase media, se puede decir que el buen Davis tuvo una infancia bastante ‘normal’ plagada de buena música y de una estabilidad económica que no gozaron muchos de los artistas sobre los que he hablado anteriormente. Su papá, un dentista con renombre y su mamá, una violinista y maestra de música, lo impulsaron en todo momento a escuchar y apreciar la música del momento; no tardó mucho tiempo en recibir su primera trompeta y tomar clases particulares con Elwood Buchanan, un trompetista de jazz bastante conocido y al que le debemos el estilo tan particular de Miles frente a dicho instrumento; como yo no sé de tecnicismos ni de musicología, lo único que puedo platicarles es que este señorón fue quien impulsó a Miles a tocar SIN ‘vibrato’ y el resultado, son las miles y miles de piezas que Davis compuso con tantísimo éxito. A los 13 años, estaba ganando la bonita cantidad de 85 dólares a la semana, al tocar en bandas locales y por alguna que otra competencia de música. A regañadientes, terminó su high school, y digo a regañadientes porque mientras ‘estudiaba’ ya pertenecía a varias bandas e incluso era el director de muchas de ellas y obviamente el estudio, no formaba parte de sus planes.

Es a los 18 años que, como por arte de magia, llega de gira a St. Louis la banda de Billy Eckstine (sí, el mismo descubrió a la Vaughan), conformada por (chequen esto): Charlie Parker, Art Blakey y Dizzy Gillespie. O sea… ¡NO INVENTEN! Ya sé que ya he hablado de eso anteriormente y ya sé que siempre digo lo mismo, pero en verdad se me enchina la piel de pensar que todos estos genios (porque no son otra cosa), convergieron en un mismo tiempo y espacio y que eran amigos, colegas, se inspiraban y retaban al mismo tiempo y que juntos crearon música maravillosa. Son leyendas, carajamadre LE-YEN-DAS. Me pregunto a quiénes consideraremos como leyendas dentro de unos 60 años… chale. Bueno… volviendo a los inicios triunfales de Miles, lo invitan para sustituir a un enfermo Buddy Anderson y prácticamente, el resto es historia. Se va de gira con la banda, no sin antes embarazar a su novia de la prepa y comenzar una de sus relaciones personales más tormentosas porque vaya que Miles Davis era bastante hijo de puta. Ya les contaré más adelante por qué.

Cuando se junta con todos estos astros del jazz, Miles se da cuenta que indudablemente tiene que estar, vivir y respirar Nueva York, por lo que se muda junto con su novia e hija al mismo edificio donde vivía Charlie Parker (siguen los hechos impresionantemente random) y, después de una brillante audición en la ‘Juilliard School’ (el conservatorio de artes más importante de Nueva York y de Estados Unidos, creo…), comienza a trabajar en distintos bares y se codea con lo mejor del jazz en la épica Calle 52. Luego de tres semestres de dura teoría en Juilliard, abandona los estudios con el apoyo de su padre y se dedica exclusivamente a forjar su carrera, haciéndola de trompetista freelance para varias bandas y grabando uno que otro disco al lado de sus incondicionales. Es aquí cuando comienza a experimentar con el bebop y básicamente crea el cool jazz junto con otros músicos a quienes no les convencía del todo el rumbo que estaba tomando el jazz en esos momentos. Lo que buscaban era lograr sonidos similares a la voz humana a través de composiciones cuidadas y que pudieran a la vez, ayudar a que las improvisaciones fueran melódicas y relajadas. Basta con escuchar piezas como ‘Deception’ o ‘Moon Dreams’ para comprender un poco lo que intento explicar.




Para no hacerles el cuento muy largo, porque la vida de Miles Davis tiene demasiados altibajos, es a inicios de los años 50 que se ve envuelto en un torbellino de emociones y vivencias contradictorias: viaja por primera vez a París al ‘Festival Internacional de Jazz’, donde queda impactado con la gente y con sus consumos culturales. Le asombra lo bien que trataban a los negros en la capital francesa, muy por el contrario de su país. Es aquí cuando los blancos le dejan de caer tan mal y deduce que también estaban haciendo buenos aportes al jazz. Regresa a Estados Unidos sintiéndose bastante descolorado y plenamente enamorado de Juliette Grecó, cantante y actriz francesa con quien vivió varios años de romance... de ese tipo de romance bastante conflictivo, pero bueno... Trata a toda costa de reinventarse y de reinventar su estilo pero desafortunadamente, su fuerte adicción a la heroína y al alcohol, hace que viva una década bastante tormentosa. No daba el 100% ni en sus conciertos, ni en sus grabaciones y mucho menos en sus composiciones; se convirtió en un obsesionado del box y su salud era bastante deplorable. Era sumamente violento con sus mujeres e incluso con las prostitutas que frecuentaba; tuvo más hijos a los que obviamente no veía ni mantenía y su carácter y temperamento eran insufribles. En fin. Es entonces que decide regresar a casa de su padre y, literalmente encerrase hasta que los efectos de la heroína dejaran de hacer tantos estragos en su mente y en su cuerpo.

Tras varios discos y éxitos medianos, junta a su banda compuesta por un sexteto de estrellas (incluyéndolo): Bill Evans, John Coltrane (o sea), Jimmy Cobb, Paul Chambers y Julian Adderley y es en 1959 cuando graban 'Kind Of Blue' el disco que revolucionaría POR COMPLETO al jazz y pasaría a ser la leyenda por excelencia. Hasta la fecha es el álbum más vendido de jazz en la historia y cuyos aportes, han influenciado a muchos géneros musicales. Dicen por ahí que prácticamente se grabó en dos días y que las composiciones de Miles estaban hechas en garabatos de hojas rotas pero que la sinergia entre los músicos, los productores y los ingenieros de audio fue sublime. A Miles se le conoció en años posteriores por ser un exagerado perfeccionista que repetía y repetía las grabaciones hasta que estuviera plenamente satisfecho pero, aquí no... Aquí estamos escuchando la primera y única grabación, gozando de varias improvisaciones. MAGNÁNIMO. Cuando tengan la oportunidad, escúchenlo... es de otro mundo. Los expertos aseguran que ‘So What’ tiene uno de los mejores intros en la historia de la música –que casualmente es la primera canción del disco- y que su título, la describe bastante bien: comienza dejándonos bastante confundidos con lo que estamos escuchando y no sabemos muy bien hacia dónde nos dirige... Después comienza la trompeta de Miles, un platillo estridente de Cobb en el minuto 1:32 y lo que sigue, es maravilloso. La traigo pegada desde hace días y bueno... podría escucharla todo el tiempo sin problemas y descubriendo en cada ocasión, detalles nuevos. 'Kind Of Blue' hace referencia no nada más a la influencia que obtuvo del blues, sino también al estado anímico de Miles… algo triste. Otras piezas del álbum, también son reflejo de ello, como ‘Blue In Green’ y ‘All Blues’. Además, el disco está compuesto de 5 canciones… ¡tan sólo 5 canciones son las que alborotaron al jazz en 1959! Pff…




Pues justo aquí  es cuando su fama se desborda y comienza esta lucha interna por no repetir lo que había venido haciendo; esa fue su obsesión y al mismo tiempo su trauma. Con decirles que en sus conciertos o apariciones, se negaba rotundamente a interpretar sus éxitos porque insistía en que eso era cosa del pasado y que mejor disfrutaran las genialidades que componía en el presente. Grabó un total de 50 álbumes de estudio, 36 álbumes en vivo, 35 álbumes compilatorios, 4 soundtracks, 57 singles y 3 álbumes de remix (¡gracias Wikipedia!) todos con buen éxito y críticas constructivas y destructivas. Había fans que lo aborrecían y maldecían esta necedad evolutiva y de experimentación y otros, que se lo agradecían porque sentían que iban creciendo a la par que Miles. Y siguió con las drogas, con la mala alimentación y si ustedes ven alguna de sus fotografías finales, parece un Miles de 80 años y no uno de 65. Imagínense también lo difícil que debió haber sido el perder a tus amigos, por las drogas, por cáncer… por lo que fuera. Era gente con la que creciste e inevitablemente hizo que Miles fuera una persona excesivamente reservada, grosera y demás… aunque ojo, no es justificable.

Aunado a ello (y es la parte que detesto de Miles), era un misógino de lo peor, celoso, controlador y con una ligera ninfomanía que afectó sus relaciones con la bailarina Frances Davis y con otros amoríos que tuvo por ahí, hasta que en 1981 por fin hubo una mujer que lo aguantara, la santa Cicely Tyson. Con la que siempre tuvo una relación ‘estable’ fue con su trompeta, esa que lo llevó a recorrer el mundo y que le aguantaba todos y cada uno de sus desplantes. Acá entre nos y como dato bien extra, les digo que me considero fan de su imagen y de su estilo por allá de los años 50s: sólo eran necesarios un buen traje y unas gafas bien awesome.  

Para algunos críticos, el escuchar y que te guste Miles Davis, es de lo más mainstream que tiene el jazz. Pero mainstream o no, Davis es simplemente un gigante que, con sus sublimes composiciones, arrasó y aplastó a cualquiera que gustase hablar mal de él y de su música nada más porque sí. Reitero mi admiración por este músico que seguramente estará vigente por toda una eternidad. ¡Ah! Y recién me entero que hay una película que se llama ‘Miles Ahead’ con Don Cheadle y Ewan McGregor. Corro a verla…



La Autora: Publirrelacionista de risa escandalosa. Descubrió el mundo del Social Media Management por cuenta propia. Gusta de pintar mandalas y leer. Ácida y medio lépera. Obsesionada con la era del jazz. Llámenme anticuada… ¡por favor!

 

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