Duke Ellington: la personificación del jazz

Compositor, pianista, líder de una de las mejor orquestas, merecedor de innumerables reconocimientos y hasta apodado "duque". Todo eso y más fue Edward Kennedy Ellington.

Call me old fashioned… please! | Por Mónica Castro Lara |

Compositor, pianista, líder de una de las mejor orquestas, merecedor de innumerables reconocimientos y hasta apodado "duque". Todo eso y más fue Edward Kennedy Ellington, el hombre que para muchos es el encargado de personificar la palabra “jazz”, desde los roaring twenties hasta la fecha. Y es que no deja de asombrar cómo, su evolución musical, es evidente en sus cincuenta años de trabajo en los que compuso entre tres y cinco mil piezas. Una verdadera leyenda.


Me permito confesar que, hasta hace más o menos un año, no tenía ni idea de quién era Duke Ellington –a pesar de mi recurrente obsesión por la Era del Jazz-, hasta que una exalumna me lo presentó (Sibo, si estás leyendo esto, ¡muchas gracias!). Y es que ojo, no soy una experta en jazz ni mucho menos, me gusta como a cualquier amateur, pero nadie me quita el enorme gusto de investigar sobre él y enamorarme poco a poco con cada pieza que escucho y ese placer de descubrir por primera vez la riqueza auditiva que nos regala Duke Ellington, fue francamente incomparable. En serio, les apuesto lo que quieran a que no podrán dejar de escuchar “In a sentimental mood” junto a John Coltrane, una y otra vez. No en vano es la primera canción que aparece de Duke en Spotify.


A la edad de quince años escribe su primera canción y tan sólo cuatro años más tarde, decide profesionalizar su carrera musical, codeándose en los grandes bares de Broadway con su banda “The Washingtonians”, que pasó de ser un sexteto a una orquesta de quince músicos. Y fue en el “Cotton Club”, uno de los bares más exclusivos, donde obtuvo mucha más fama al enlazar sus presentaciones en vivo a una estación de radio; los que no podían entrar al bar, podían deleitarse con su música desde la comodidad de sus hogares. Es en esta época cuando comienza su legado musical y personal: graba un sinfín de canciones, conoce y se alía con excelentes músicos, se enamora, se casa y se va de gira por Europa.


Y bueno, a pesar que haber tenido una muy buena racha durante veinte años, los vestigios de la Segunda Guerra Mundial, lo afectaron bastante. Los gustos musicales de la gente, se centraban más en cantantes solistas como Frank Sinatra en vez de las grandes orquestas. Duke perdió a varios de sus músicos al tener que enlistarse en el ejército y no le queda de otra: tiene que seguir componiendo y presentándose a muy bajo costo, tratando de no caer en el ya tan comercial swing de inicio de los años cuarenta, diciendo que “el jazz es música, el swing es negocio”. Ligeramente contradictoria su declaración, ya que él escribió la tan famosa “It don’t mean a thing if you ain’t got that swing”, ¿no creen? Pero bueno, a Duke se le perdona TODO.


A pesar de las vicisitudes, el éxito de Duke continuó creciendo hasta sus últimos días. Su amor por la música fue tan grande que escribe su propia autobiografía “Music is my mistress” y es publicada en 1976, dos años después de su partida. Se dice por ahí, que sus últimas palabras fueron: “Music is how I live, why I live and how I will be remembered”, tan dramáticas como algunas de sus canciones. Mi querida amiga Ella Fitzgerald, que grabó el disco “The Duke Ellington Song book” y colaboró con él en otras ocasiones, marcó al 24 de mayo del ’74, como “un día muy triste… un genio ha muerto” y efectivamente lo fue.

Escuchar canciones como “Chloe”, “Solitude”, “The star-crossed lovers” y “Take the A Train”, nos pueden dar una idea muy general del jazz clásico estadounidense.

Y claro, la historia de Duke Ellington, es la historia del jazz en sí.

La Autora: Publirrelacionista de risa escandalosa. Descubrió el mundo del Social Media Management por cuenta propia. Gusta de pintar mandalas y leer. Ácida y medio lépera. Obsesionada con la era del jazz. Llámenme anticuada… ¡por favor!
 
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