60 años de la obra maestra de Juan Rulfo: Pedro Páramo

"Pedro Páramo" es la primera novela del escritor mexicano Juan Rulfo, originalmente publicada en 1955. Escrita, según el mismo Juan Rulfo, «en cinco meses, de abril a septiembre de 1955».

Tantas veces se ha repetido que Pedro Páramo es la mejor novela mexicana del siglo XX que con ello se olvida que es, simplemente, una de las mejores novelas del siglo pasado.
 
Por Francisco Méndez | 

Diversos mitos han dificultado un reconocimiento aún mayor de su importancia: en primer lugar, ha tenido que lidiar con la fama de ser la novela mexicana «por excelencia», dejando a un lado su modernidad y su vigor universal; en segundo, ha debido soportar el desprecio de algunos críticos -incluido un célebre jurado del premio Nobel- ante su escaso centenar y medio de páginas, cuando en ellas se cifra un universo literario completo. Por si no fuera suficiente, las lecturas meramente antropológicas o realistas de su estilo han ocultado la extraordinaria invención lingüística que su autor logró en ella, e incluso su rápida celebridad ha tenido que eludir los rumores maledicientes, sobre todo en el medio mexicano, que despreciaron el talento de Rulfo aduciendo que él nunca imaginó el resultado final del libro, reconstruido por las manos de amigos, consejeros y correctores que todavía hoy se disputan su paternidad. Son tan numerosos los lugares comunes que la crítica ha esparcido, que resulta casi imposible desprenderse de ellos. Aun así, quizás convenga eludir por un momento el caudal de tesis, artículos, reseñas y notas escritas en torno a él para recuperar el asombro que produjo tras su aparición en 1955 y que se repite cada vez que un lector desprejuiciado se adentra en sus páginas. Si el título original escogido por Rulfo para esta obra era Los murmullos -más sobrio pero menos contundente que Pedro Páramo-, es necesario evitar que esos murmullos asesinen también a quien inicia el viaje hacia ese limbo que es Comala. 
 
 
 
Pedro Páramo 
 
 
"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.” Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas. 
 
Todavía antes me había dicho: 
 
-No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro. 
 
-Así lo haré, madre. 
 
Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala. 
 
Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de la saponarias. 
 
El camino subía y bajaba: “Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para él que viene, baja”. 
 
-¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo? -Comala, señor. 
 
-¿Está seguro de que ya es Comala? 
 
-Seguro, señor. 
 
-¿ Y por qué se ve esto tan triste? 
 
-Son los tiempos, señor. 
 
Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: 
 
“Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche”. Y su voz era secreta, casi apagada, como si hablara consigo misma… Mi madre". 
 
 
"Pedro Páramo" es la primera novela del escritor mexicano Juan Rulfo, originalmente publicada en 1955. Escrita, según el mismo Juan Rulfo, «en cinco meses, de abril a septiembre de 1955». 
 
En apenas 23 ediciones y reimpresiones, la novela había vendido 1 millón 143 mil reproducciones en Estados Unidos hasta noviembre de 1997, mientras otras ediciones en su tierra natal, México, así como de otros países de habla hispana, han vendido incontables reproducciones adicionales. 
 
Se trata del segundo libro de Rulfo después de El llano en llamas, que fuera una recopilación de cuentos que aparecieron inicialmente insertos en diarios de México. 
 
Pedro Páramo ha tenido una gran influencia en el desarrollo del realismo mágico y está contada en una mezcla de primera y tercera persona. 
 
La novela de Rulfo ha sido considerada como una de las cumbres de la literatura en lengua castellana por Carlos Fuentes. Gabriel García Márquez dijo que ninguna lectura lo había hecho sentir de ese modo desde que leyó "La metamorfosis" de Franz Kafka. Jorge Luis Borges comentó que Pedro Páramo es una de las mejores novelas de la literatura universal. 
 
Fue incluida en la lista de las 100 mejores novelas en español del siglo XX del periódico español «El Mundo». La novela ha tenido traducciones a incontables idiomas, así como ha recibido numerosas adaptaciones al cine: la primera, dirigida por Carlos Velo y protagonizada por John Gavin en 1967. 
 
Se han preguntado, ¿Por qué ya no volvió a escribir Juan Rulfo después de escribir Pedro Páramo? ¿El porqué del abandono de la literatura? Hay una frase de Juan de la Bruyère: "La gloria o el mérito de ciertos hombres consiste en escribir bien; el de otros consiste en no escribir." 
 
Enrique Vila-Matas, un escritor español, en su libro "Bartleby y Compañia" nos refiere de la explicación ingeniosa de Rulfo para justificar su abandono de la literatura: 
 
-"¿Que por qué no escribo? -se le oyó decir a Juan Rulfo en Caracas en 1974-. Pues porque se murió el tío Celerino que era el que me contaba las historias. Pero era muy mentiroso. Todo lo que me contaba eran puras mentiras, y entonces, naturalmente, lo que escribí eran puras mentiras". 
 
Más adelante Vila-Matas nos comparte una fábula de Monterroso: "Sobre el mítico silencio de Juan Rulfo escribió Monterroso, su buen amigo en la oficina de copistas mexicanos, una aguda fábula "El zorro más sabio". En ella se habla de un zorro que escribió dos libros de éxito y se dio con razón por satisfecho y pasaron los años y no publicaba otra cosa. Los demás comenzaron a murmurar y a preguntarse qué pasaba con el zorro y cuando le encontraban en los cócteles se le acercaban a decirle que tenía que publicar más. -Pero si ya he publicado dos libros-, decía con cansancio el zorro. Y muy buenos, le contestaban, por eso mismo tienes que publicar otro. El zorro no lo decía, pero pensaba que en realidad lo que la gente quería era que publicara un libro malo. Pero como era el zorro no lo hizo." 
 
Escritores que, después de una obra tan breve, entran en el silencio... literario. 
 
 
 
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