Letrinas: Penélope nomás sentada

Jessica Sevilla se dedica a la gestión cultural, la enseñanza y la grilla. Vive en Mexicali y nació en Tijuana en el 88.


Penélope nomás sentada
Por Jessica Sevilla


Estoy esperando al siguiente tren. Por el calor parece que es agosto, no diciembre. Y en esta estación no hay salas de espera, ni pantallas. Llegan con mochilas sobre la espalda pero no vienen en vagones de pasajeros. Vienen montados en contenedores de mercancías. Para mí son muñecos. Así ha de venir y por eso tarda tanto. Aquí estoy en mi banca de pino verde. Al otro lado de las vías hay una de metal. Las dos en el solazo. De aquí ya vamos a agarrar camino. No debe demorar. Y tengo que estar presentable para cuando llegue, pero con este calor tengo pegado el cabello a la cara y el vestido a las nalgas. Estoy usando mi bolsa café como sombrilla, pero no me cubre nada. Así que saco mi abanico de madera roja, que coordina con mis zapatitos de tacón. Además tiene aroma de sándalo, patchouli y canela. Con esos aromas que me perfumen no se va a dar color del olor a pescado que desprende mi vestido y entrepierna. Me va mirar toda devota, aquí ya empezando a hablar su idioma y quemándome. Parece que ahí viene. Escucho un silbido, un poco aplastado por los carros del distribuidor vial de la López-Lázaro y este zumbido insoportable de mi oído izquierdo. Ahí viene. Lo escucho más cerca, en el crucero. Escucho su fricción en los rieles. Me voy a levantar ya, para que se me oree el vestido y me vea toda bonita, esperándole y recibiéndole. No es. Es un tren de carga vacío. Ya será el que sigue. Me vuelvo a sentar, pero en lo que espero me pondré boca abajo sobre mi banca y levantaré mi vestidito blanco para broncearme las piernas. Para que cuando llegue me vea toda doradita por este fuego de diciembre. Me quedé dormida, pero en lo que despierto noto que aún no viene el tren. Me doy la vuelta, de frente al sol, para quemarme este lado de las piernas y estar completamente rojita cuando llegue. Y que admire el grado de mi fervor, de mi resistencia. Me tapo la cara con mi gran bolsa de piel. Me vuelvo a quedar dormida un rato, pero pronto escucho otro silbido. Tengo que causar una buena impresión y verme mejor que en mi foto de perfil, pero con este aire caliente estoy toda sudada y mi vestidito también. Me levanto. Estiro la tela de la falda. Me vuelvo a sentar, pero ahora con las nalgas directamente sobre la banca para no sudar más el vestido. Voy a estar esperando así, de pierna cruzada. Me acomodo el cabello y lo peino con el sudor, usando las uñas como peine. Saco de nuevo mi abanico, para estar destellando grana cuando llegue. Y oler a planta con madera. Y voy a mover el piecito de la pierna de arriba en circulitos lentos, para que vea que estoy esperando ansiosa pero con paciencia. Y me voy a retocar los labios rojos para que enmarquen la sonrisa que le voy a dar ahorita que llegue. Saco mi espejito para embarrarme el lipstick, pero en el reflejo no estoy yo, está una vieja calva con patas de gallo en los ojos y la frente despellejada. Me doy cuenta que estoy aquí ya toda vieja. Esperando como pendeja. Ya me achicharré con este vestido sucio. Siento que se me va a salir la bomba de sangre por la garganta, que el vagón se soltó y se está yendo pabajo. Ay, de dónde me agarro, no se me vaya a desrielar. Me voy a acostar, a cerrar los ojos, a sentir el calor del sol para calmarme. El vagón agarró velocidad con la caída, así que se adelantó ocho mil novecientos kilómetros en un minuto y ya viene más cerca. Estoy escuchando su silbido sobresaliendo entre los carros. Ya va a llegar y tengo que incorporarme. Tengo que acomodarme este pelo para verme fabulosa cuando llegue la gran Maestre de la orden, que vamos a ir a la gran fiesta, en ese tren, con todas las del movimiento.




*Jessica Sevilla es gestora, profesora y artista visual. Nació en Tijuana en el 88 y vive en Mexicali desde el 98. Su trabajo es un proyecto de autoaprendizaje vinculado al lugar, con el que explora bordes entre prácticas y dominios. Actualmente trabaja, desde la galería Planta Libre en la región deltaica del Río Colorado, sobre la relación humano-agua. Tiene formación en arquitectura y es profesora universitaria. Se ha dedicado a la gestión de proyectos culturales de forma independiente y con instituciones públicas, también ha trabajado con grupos ciudadanos y asociaciones civiles. Actualmente incursiona en la narrativa de ficción usando medios visuales y textuales. Ha sido beneficiaria de los estímulos FONCA Jóvenes Creadores (2017-18), PECDA BC (2016) y David Rockefeller Center for Latin American Studies (2015), con los que desarrolló tres proyectos de sitio específico.

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