"Babylon", ambiciosa historia sobre la decadencia y creatividad de Hollywood

El metraje de Damien Chazelle incluye secuencias e histriones innecesarios, que solo alargan la trama y no aportan nada significativo.


Cinetiketas | Jaime López |


Aunque "Babylon", la nueva película de Damien Chazelle, tiene secuencias de gran brillantez, que muestran la madurez y atrevimiento del ganador del premio Oscar en lo que respecta a la coordinación de los apartados técnicos, existe una sensación de poca originalidad en la columna vertebral de la historia.

Si bien es cierto que el cineasta originario de Estados Unidos se caracteriza por homenajear algunas de las expresiones artísticas más conocidas de su país, tales como el jazz o los filmes musicales, en su más reciente producción son muy notorias las referencias a "Cantando bajo la lluvia", al grado que la premisa parece una calca de la planteada en 1952 dentro del clásico protagonizado por Gene Kelly, Donald O´Connor y Debbie Reynolds.

Ello en virtud de que se expone el ocaso de las carreras o trayectorias que causó el paso del cine mudo al séptimo arte sonoro, una arista que también ya había sido abordada por la cinta francesa "El artista".

Lo anterior no es un obstáculo para disfrutar de todo el metraje de Chazelle, que alcanza los 180 minutos de duración y que destaca por su prólogo de media hora y sus primeros dos actos.

En los fragmentos aludidos, el guionista y realizador concatena oportunamente distintas imágenes que reflejan la decadencia, caos y excesos que rodean la industria hollywoodense de los años veinte (no muy diferentes a los propios de la época actual), mismas que son reforzadas con una oscuridad y un humor negro nunca antes vistos en su filmografía.

"Babylon" es dueña de escenas fuera de serie, como el paseo de un elefante en medio de una fiesta de élite o la batalla que tiene la protagonista con una serpiente debido a que quiere evidenciar la charlatanería de su progenitor.

Lo anterior demuestra la ambición de Chazelle por superarse a sí mismo, algo que logra en diversos rubros, por ejemplo, el diseño de arte, el manejo de extras o gran parte de la edición.

Sin embargo, el también productor se pierde en el desarrollo de sus múltiples historias, porque no solamente se enfoca en la evolución de la pareja protagonista (Margot Robbie y Diego Calva), sino también da seguimiento a otros roles como el de Brad Pitt, que es el epítome de las estrellas venidas a menos.



Así, uno de los personajes secundarios de "Babylon", el de la artista lesbiana "Lady Fau Zhu", interpretado por Li Jun Lo, no tiene el cierre que se merece, pese a que contaba con todo el potencial para remarcar la doble moral de la legendaria fábrica de sueños occidental.

Por otra parte, hay una percepción de que Chazelle trata de honrar la industria que ha amado desde su juventud, pero también quiere vomitar la ira y sinsabores que le ha provocado la misma.

En esa dualidad es donde el cineasta incluye secuencias e histriones innecesarios, que solo alargan la trama y no aportan nada significativo o innovador al metraje en general.

Respecto a las interpretaciones, Margot Robbie confirma su enorme calidad artística. Ojo a una de las secuencias más llamativas de la película, en donde la actriz tiene un colapso por los problemas que padecían las producciones en los inicios del cine sonoro.

Acerca de Pitt y Diego Calva, se agradece el aplomo y frescura, respectivamente, de ambos histriones, pero son superados por la veterana Jean Smart, quien tiene uno de los diálogos más descarnados de la película consistente en evidenciar a través de su personaje (una periodista) que, tarde o temprano, los seres humanos son desechables en la vida, sin importar que antes hayan gozado de una enorme fama o estatus.



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