En ese sentido, el autor de "Good boy" y dueño del estelar, Ben Leonberg, ha explicado que solo filmaba tres horas al día y en sets controlados, lo que hace suponer que su objetivo era no estresar a su mascota.
"Good boy", un gran protagonista y buenos enplazamientos de cámara, pero con algunos lugares comunes
"Camina o muere", crudo retrato sobre la explotación a los jóvenes y la gente de a pie
Muy al estilo de "El juego del calamar" y la saga de "Los juegos del hambre", el premio para quien se mantenga como la última persona viva es un apoyo económico.
Las Muertas: de la sátira feroz al drama televisivo impecable
Cinema Coyote | Alejandro Carrillo
En 1977, Jorge Ibargüengoitia publicó Las Muertas, una novela que diseccionaba con ironía, humor negro y un filo narrativo irrepetible el escándalo real de “Las Poquianchis”: una red criminal ocultada bajo los mantos del moralismo provinciano. Casi cincuenta años después, Netflix adapta la obra al formato de serie, una apuesta que en principio parecía arriesgada: ¿cómo trasladar a la pantalla el tono corrosivo, la crítica social disfrazada de carcajada, la voz inimitable del autor guanajuatense? Contra todo pronóstico, Las Muertas (2025) consigue honrar el espíritu literario y, al mismo tiempo, trazar un lenguaje propio, potente, visualmente magnético y dramáticamente contundente.
Ibargüengoitia, un narrador imposible de copiar… pero sí de reinterpretar
Hablar de Las Muertas implica reconocer el genio de Ibargüengoitia para desnudar el absurdo mexicano. Su novela es, ante todo, un espejo deformante: muestra un país donde la corrupción tiene sotana, el poder huele a establo y las víctimas terminan convertidas en notas al pie. La mirada del autor no es piadosa, pero tampoco cruel; es, más bien, quirúrgica. Con un estilo seco, preciso y dolosamente divertido, Ibargüengoitia reconstruye el expediente judicial de las Poquianchis para evidenciar la hipocresía que normaliza lo monstruoso.
La serie parece consciente de que competir con ese tono sería suicida. En lugar de intentar imitar la prosa del escritor, apuesta por rescatar su esencia: el retrato de un México rural donde la miseria económica se mezcla con la miseria moral; la denuncia disfrazada de anecdótico; la violencia presentada sin morbo, pero tampoco sin anestesia.
De esa decisión nace la mayor virtud de la adaptación: comprender que Las Muertas no es solo una historia criminal, sino un comentario sociopolítico que sigue vigente.
El director Luis Estrada y el equipo creativo optaron por una estética cuidada al detalle: vestuarios opacos, atmósferas áridas y una paleta de colores que captura la sensación de encierro físico y emocional. No es la típica “serie de época” reluciente; aquí predomina la textura terrosa, las paredes descascaradas y la iluminación que evoca la precariedad de la vida marginal.
El diseño de producción logra algo crucial: hace visible el sistema que permitió a las hermanas González (las Poquianchis ficcionalizadas) operar durante décadas. Los burdeles disfrazados de “casas de huéspedes” están recreados con una sobriedad que incomoda; los despachos de funcionarios corruptos —desde policías municipales hasta políticos locales— transmiten la complicidad invisible que Ibargüengoitia denuncia con sorna. La fotografía, además, alterna planos cerrados que acentúan la claustrofobia de las víctimas con composiciones amplias que exponen la indiferencia del entorno. Ese contraste es quizá la forma más visualmente efectiva de trasladar la ironía del autor al lenguaje audiovisual.
Si la serie funciona con la fuerza que funciona, es porque el elenco la sostiene como un coro trágico. Joaquín Cosío, Alfonso Herrera y Mauricio Isaac que encarna magistralmente el personaje de "La Calavera", complementan el magnífico trabajo de Arcelia Ramírez y Paulina Gaitán, que le dan vida a las hermanas Baladro, ofreciendo protagónicos a la altura de la producción con lecturas y actuaciones matizadas y profundamente humanas, evitando caer en la caricatura que —por el carácter satírico de la novela— habría sido un riesgo tentador. En pantalla, Serafina y Arcángela no son monstruos estrafalarios, sino mujeres moldeadas por la ambición, el resentimiento y la impunidad que heredaron y reforzaron. Esa complejidad dota a la historia de un peso dramático que enriquece, sin contradecir, la visión literaria.
El reparto joven que encarna a las víctimas aporta la otra mitad del corazón narrativo: sus actuaciones transmiten vulnerabilidad sin caer en el sentimentalismo. La serie acierta en mostrar su humanidad sin romantizarlas ni convertirlas en símbolos abstractos; son personas atrapadas entre la pobreza y un sistema que nunca pretendió protegerlas. Ese equilibrio actoral permite que la historia sea dolorosa sin ser sensacionalista, respetuosa sin ser tibia.
Completan el cuadro varios secundarios memorables: policías que parecen burócratas de oficina, funcionarios que hablan en eufemismos, testigos que desfilan entre el miedo y la ignorancia. Aquí las actuaciones funcionan como engranes narrativos, articulando esa sociedad absurda que Ibargüengoitia tantas veces retrató.
Una de las adaptaciones mexicanas más sólidas de los últimos años
Lo más valioso de Las Muertas es cómo transforma la sátira literaria en una crítica televisiva contemporánea. Si la novela desmontaba los ridículos del México posrevolucionario, la serie señala continuidades incómodas: feminicidios normalizados, autoridades omisas, la facilidad con la que la violencia estructural se oculta bajo discursos vacíos.
La serie evita el panfleto. Todo está narrado desde la intimidad y la cotidianidad; no es un ensayo político sino un relato humano que expone las costuras del país a través de la vida (y la muerte) de mujeres invisibles. Esa mezcla de fidelidad histórica, sensibilidad contemporánea y rigor narrativo hace que Las Muertas no solo funcione como adaptación, sino como una obra con identidad propia, capaz de dialogar tanto con lectores de Ibargüengoitia como con audiencias jóvenes que quizá descubran aquí la fuerza del autor.
Las Muertas de Netflix es una serie que respira respeto por su origen literario, pero también valentía para reinventarse. Sus valores de producción, su dirección contenida pero incisiva, su guion bien articulado y, sobre todo, sus actuaciones, conforman una obra que honra la mordacidad de Ibargüengoitia sin sacrificar profundidad emocional.
El resultado es un híbrido afortunado: una pieza televisiva estética y narrativamente poderosa que recuerda por qué Las Muertas es una novela fundamental, y por qué sus ecos —dolorosos, irónicos, necesarios— siguen resonando en el México contemporáneo.
"Una batalla tras otra", contestaria e imperdible
Sin embargo, el propio director y guionista del filme (Anderson) ha declarado que su propuesta no es una adaptación como tal del texto aludido, sino que toma prestado varios de sus elementos clave para hacer una versión actualizada.
"El gran viaje de tu vida", decepcionante, forzada y nada grandiosa
Ese quizá es el mayor defecto de "El gran viaje de tu vida", que su premisa aparentemente mágica se ve diluida con motivo de las distintas escenas impostadas a lo largo del metraje.
"Las guerreras K-pop", la gran sorpresa de Netflix y de la animación 2025
Cinetiketas | Jaime López
Además, "Las guerreras K-pop" logra combinar comedia, romance, fantasía, acción y música pegajosa a través de una estética vistosa, que no solamente honra los animes, sino que también hace una sátira de los dramas o de las novelas coreanas.
"Haz que regrese": un retrato perturbador y cautivador de la condición humana
En el caso de "Haz que regrese", los autores recurren nuevamente a escenas sumamente impactantes a nivel visual, que algunos estómagos no acostumbrados a dicho tipo de secuencias podrían resentir fácilmente.
El secreto de sus ojos: pasión, justicia y futbol en un clásico argentino que nunca pasa de moda
Plano Secuencia | Nico Ledezma
En el vasto universo del cine argentino, pocas películas han logrado el estatus de culto y reconocimiento internacional como El secreto de sus ojos (2009). Dirigida por Juan José Campanella y protagonizada por el imponente Ricardo Darín, esta obra maestra se convirtió no sólo en un hito para la cinematografía nacional, sino en un fenómeno que traspasa fronteras y géneros. ¿Por qué sigue siendo tan relevante 15 años después? La respuesta tiene mucho que ver con su combinación perfecta entre thriller judicial, drama humano y, sobre todo, pasión en estado puro.
Más que un thriller: una historia que cala hondo
Basada en la novela La pregunta de sus ojos de Eduardo Sacheri, la película nos sumerge en la historia de Benjamín Espósito (Darín), un empleado judicial retirado que decide escribir una novela sobre un caso que marcó su vida: el brutal asesinato de una joven en Buenos Aires durante los años 70. A medida que se desgrana el caso, la película nos invita a explorar no sólo la búsqueda de justicia, sino también las emociones más profundas de sus personajes, sus amores, sus frustraciones y la implacable memoria de un país que lucha por recordar y reparar.
No es casualidad que El secreto de sus ojos haya ganado el Oscar a Mejor Película Extranjera en 2010. La mezcla de suspenso, política, historia y romance está construida con un guion inteligente, diálogos memorables y una dirección que sabe cuándo acelerar el pulso y cuándo dejar que el silencio hable por sí mismo.
La pasión como motor: el guiño futbolero que conecta generaciones
Uno de los momentos más emblemáticos y celebrados por la audiencia argentina (y por quienes entienden la cultura del país) es el diálogo sobre la pasión. En una conversación que parece casual pero es profundamente simbólica, los personajes discuten cómo la pasión —ese sentimiento que mueve masas en las tribunas y en las calles— es algo que no se explica, sino que se siente.
Este pasaje es oro puro para los amantes del futbol, pero también para cualquiera que haya sentido que algo en la vida lo mueve sin lógica aparente. En Argentina, el futbol no es sólo un deporte; es una religión, un fenómeno social y un espejo donde se refleja la identidad nacional. Y esa misma pasión desbordada está presente en la película, en sus personajes y en la forma en que enfrentan sus dilemas.
Este guiño futbolero no sólo sirve para conectar con el público local, sino que también universaliza el mensaje: la vida está llena de pasiones intensas, muchas veces irracionales, que definen quiénes somos y cómo enfrentamos la justicia, el amor y el destino.
Un elenco y una dirección que hacen magia
Ricardo Darín, uno de los actores más emblemáticos de Argentina, entrega una actuación sobria, intensa y conmovedora. A su lado, Soledad Villamil y Guillermo Francella aportan personajes que quedan grabados en la memoria, lejos de los estereotipos, con matices que humanizan incluso a los más conflictivos.
La dirección de Campanella es otro de los grandes aciertos. Su capacidad para equilibrar el ritmo, la tensión y el drama humano evita que la historia se convierta en un mero policial. En lugar de eso, construye un universo donde la política y la historia reciente de Argentina se entrelazan con las emociones más íntimas de los personajes.
La escena de la famosa toma en el estadio, donde la cámara sigue a Espósito corriendo por las gradas, es un claro ejemplo de cómo la técnica se pone al servicio de la emoción y la narrativa, convirtiéndose en un momento icónico que muchos recuerdan con admiración.
Vigencia y legado: por qué verla hoy
Si bien la película está ambientada en un contexto específico de la Argentina de los años 70 y 80, sus temas son universales y siguen resonando hoy. La búsqueda de justicia frente a la impunidad, la memoria como un acto necesario para no repetir errores, el amor que se mantiene a pesar del tiempo y la pasión que nos mueve son elementos que trascienden épocas y geografías.
Ahora que El secreto de sus ojos está disponible en Netflix, es una oportunidad perfecta para redescubrirla, para dejarse atrapar por su intensidad y para entender por qué se ha ganado un lugar sagrado en la historia del cine argentino.
No es sólo una película para amantes del cine de autor o del thriller; es una historia para quienes creen en la fuerza de la pasión, en la importancia de la memoria y en el poder de la justicia, incluso cuando parece inalcanzable.
La hora de la desaparición: suspense, estructura perfecta y una antagonista memorable
La nueva "Superman", no apta para masculinades tóxicas
Y es que Gunn, quien también se hace cargo del guion, decide alejarse de la estética sombría que Zack Snyder le otorgó al personaje, presentando en su lugar a un protagonista más vulnerable, que incluso es derrotado en distintas peleas.
En cuanto a su protagonista, David Corenswet, les guste o no a las masculinidades tóxicas que insisten en ver al héroe alienígena sumamente competitivo, hace una labor decorosa.
"Concierto para otras manos", un documental con gran final y sin ninguna condescendencia
Narrativamente, el director/escritor divide su documental en cinco partes basadas en los nombres de distintos movimientos musicales, que anticipan el ritmo lento o frenético que tendrán sus secuencias.
"Exterminio: la evolución", la madurez de Boyle-Garland y una reflexión sobre la pérdida de la inocencia
En resumen, la cinta es cumplidora en términos visuales y mantiene la edición frenética que ha caracterizado la filmografía de Boyle, sobre todo, en propuestas como "Trainspotting", "Millions" y "Slumdog millonarie".
Misión imposible, sentencia final: entretenida, pero le faltó espectacularidad
Respecto al primer conjunto de ideas, "Misión Imposible: Sentencia final" (el título completo de la película) da continuidad al último desafío del agente "Ethan Hunt", interpretado por Tom Cruise, que busca atrapar a una inteligencia artificial, la cual amenaza con destruir el ciberespacio y apropiarse de los sistemas nucleares de los países más poderosos del mundo.
La trama tiene más énfasis en el ámbito político, lo que recuerda propuestas como "El caballero de la noche", en donde se cuestionan ciertas decisiones morales del gobierno estadounidense.
"Mamá reinventada": forzada, con fallas en su edición y con poco corazón
Acerca del guion, se agradecen las buenas intenciones de los creativos por tratar de mostrar las nuevas dinámicas entre las madres e hijas mexicanas, pero la manera en que va transitando la historia es poco orgánica y desangelada.
















