"Los que se quedan", nueva joya de Alexander Payne y las relaciones humanas

Payne tiene el tino de juntar de manera armónica a tres personas averiadas, que en su convivencia encuentran un poco de sanación y esperanza.



Cinetiketas | Jaime López |



Desde mediados de enero, varias salas comerciales del país proyectan "Los que se quedan", la nueva realización del cineasta estadounidense Alexander Payne, que tiene cinco postulaciones al premio Oscar 2024.

Con su habitual solvencia narrativa y humor, el creativo vuelve a erigir un retrato agridulce sobre la humanidad, que está ambientado en un internado de Nueva Inglaterra de los años setenta.

El protagonista es un docente de larga experiencia y amargado, interpretado por Paul Giamatti, el cual es sumamente estricto con la educación de sus alumnos.

En plena víspera de Navidad, se ve orillado a cuidar o ser el tutor de cinco jóvenes que no tienen a dónde ir en el marco de las vacaciones debido a que sus progenitores están ocupados o porque se encuentran a miles de kilómetros de sus países de origen.

Es ahí en donde conoce a "Angus", un estudiante sumamente impulsivo, con fuertes conflictos emocionales, que pone a límite la paciencia del personaje estelar.

Les acompaña "Mary", interpretada por Da'Vine Joy Randolph, la líder de la cocina o cafetería del internado, que decide quedarse con motivo de una reciente pérdida familiar en su vida.

El trío en cuestión va formando a lo largo de la trama una inesperada y bizarra relación de autoconocimiento, tolerancia y amistad, aderezada con el humor negro que caracteriza el cine de Payne.

La crítica ha elogiado las actuaciones de Giamatti y Joy Randolph, quienes sin lugar a dudas son el alma del filme y lo mejor de la historia escrita por David Hemingson.

Y es que ambos se roban las sonrisas y las lágrimas de la audiencia por sus orgánicas caracterizaciones. Los dos intérpretes logran tejer roles llenos de matices, con momentos de brillo, pero también de oscuridad.

En cuanto a la trama, "Los que se quedan" evita los diálogos simplones o repletos de cursilería, para dar paso a conversaciones punzantes, directas, sin adornos, en las que se abordan temas profundos como las huellas que deja la familia, así como el sexo y las frustraciones personales.

Payne tiene el tino de juntar de manera armónica a tres personas averiadas, que en su convivencia encuentran un poco de sanación y esperanza. Recomendable, sin lugar a dudas.



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