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'Cuando te habla Julio Scherer, es como si Zeus te hablara desde el Olimpo': Juan Villoro

Ciudad de México, 8 de enero (SinEmbargo).– La muerte de Julio Scherer García en la víspera dejó huérfano al periodismo combativo y crítico que ha perdido así una figura irrepetible, maestro de reporteros y él mismo hasta el final un soldado de la información.

“Cuando te habla Julio Scherer García y tú te dedicas al periodismo, pues es como si Zeus te hablara del Olimpo y te dijera: tienes una encomienda. Naturalmente dices: –Sí, don Julio, qué quiere que haga, qué guerra quiere que cubra, das la patria potestad de tu hija si es necesario”, contaba a esta cronista el escritor Juan Villoro en una entrevista reciente.

Hablaba de un reportaje sobre Cuba que el maestro mexicano del periodismo le había encargado entonces al jovencísimo autor de El testigo y Dios es redondo.

Las palabras de “Juanito” no son exageradas. Decir Julio Scherer entre los conocedores del periodismo nacional es originar una profunda y sincera reverencia, como la enunciada por el guionista de Amores perros, Guillermo Arriaga, en su cuenta de Twitter.

“Se ha ido una de las grandes voces críticas de este país: Julio Scherer. Hará una falta enorme, más ahora. Una dolorosa pérdida”, dijo el también director de cine.

Scherer, que falleció a los 88 años, dedicó más de cuatro décadas a denunciar con su pluma los abusos del poder y dibujar los caminos más comprometidos del periodismo en México, un país donde nunca ha sido fácil ejercer el oficio.

“Toda su carrera la hizo contra la corriente y se ha demostrado que tenía razón”, dijo el escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, al entregarle en 2002 el premio de la Fundación Nuevo Periodismo en la categoría de homenaje.

Y precisamente la revista Proceso, que fundó en 1976, destaca entre otras muchas notas dedicadas a honrar la memoria del legendario periodista, la crónica de ese día en que Gabo premió a Julio.

“–No sabes cuánto te quiero, me jodiste” –dijo Gabriel García Márquez a Julio Scherer García en el momento de entregarle el premio en el estrado del Marco.

–Gabriel, Gabriel, Gabriel –fue la respuesta, al tiempo del abrazo estrecho y el beso en la mejilla”, dice la crónica titulada El oficio de Scherer.

UNA MISA EN EL PANTEÓN FRANCÉS

A muchos llamará la atención que una misa en el Panteón Francés haya sido la ceremonia elegida para despedir al maestro; sin embargo, se cumplía así un deseo del también recientemente fallecido Vicente Leñero, su gran cómplice y católico de fe militante.

Como sea, don Julio, nacido el 7 de abril de 1926 en la Ciudad de México, inició sus pininos en el periodismo en una publicación estudiantil de raigambre jesuita, por lo que no habría de extrañar que si Dios existe, allí lo estará esperando con una Olivetti bien aceitada para que narre historias desde el Cielo.

Porque más allá de las ideas, nadie supo concentrar tanto respeto desde diferentes posiciones políticas. Así lo demuestra el pésame del escritor Jorge Volpi enviado a María Scherer desde su cuenta de Twitter.

“Lamento la muerte de don Julio Scherer, figura clave de nuestra vida pública: infatigable, siempre crítico”, escribió el autor de En busca de Klingsor.

El hombre que en 1952, comenzó a destacar en la edición matutina de Excélsior, uno de los diarios más antiguos de México, hasta llegar a la dirección en 1968, crece en la memoria de su hija María, quien publicó un texto conmovedor en la revista Letras Libres.

“Creo que comprendí que mi padre era un gigante hasta que me matriculé en la universidad. Sabía, por supuesto, que era un hombre importante, querido y respetado, que todo el mundo lo conocía, lo mismo que él conocía a todo el mundo.

Casi todos mis maestros me interrogaban sobre él. Querían saber qué me aconsejaba, qué me confiaba sobre el oficio periodístico. La mayoría se alegraba de tenerme entre sus alumnos, como si yo emanara alguna de sus virtudes profesionales. Aunque sus preguntas eran repetitivas, me encantaba escuchar –las más de las veces– la admiración que expresaban”, cuenta.

“Prácticamente a diario –juro que no exagero–, mi papá dejaba una nota en mi buró. La colocaba ahí temprano en la mañana, antes de salir, o por la noche, cuando me encontraba dormida. Conservo muchísimas tarjetas suyas que dicen solo Te amo. Dos cajas protegen cientos más. Elegí una al azar, porque no puedo decidirme por ninguna. Escribió: Hija preciosa: Ya no más amor, ya no tanto. Hay horas en que cubres mi pensamiento íntegro. ¡Basta!”, comparte María Scherer, periodista como su padre y también novelista.

DE LA SALIDA DE EXCELSIOR AL “MAYO” ZAMBADA

En 1976, en la cúspide de su carrera periodística, fue echado de Excélsior por una maniobra atribuida al entonces presidente Luis Echeverría. Julio Scherer no se amilanó y fundó Proceso, un semanario político que se mantiene en circulación como el semanario político con mayor peso y trayectoria en México.

Scherer dejó en manos más jóvenes la dirección del semanario en 1996, pero siguió activo, renuente a convertirse él mismo en objeto de entrevistas y reportajes.

En 2001, entrevistó al subcomandante Marcos, cuando el líder indigenista llegó a la capital mexicana al frente de la hoy mítica caravana zapatista.

En los últimos años publicó varios libros, entre ellos Parte de Guerra, con revelaciones inéditas sobre la masacre estudiantil de 1968 en la Plaza de Tlatelolco, Los Patriotas: de Tlatelolco a la guerra y El perdón imposible: No sólo Pinochet. También escribió La pareja, un libro crítico sobre el presidente Vicente Fox y el protagonismo de su esposa, Martha Sahagún.

En abril del 2010, una foto de portada anunciando el reportaje “En la guarida con el Mayo Zambada” y en la que don Julio aparece junto al famoso narcotraficante, generó la polémica y puso en la boca de todos.

Su valentía y su ética estaban para entonces blindadas y fuera de discusión, por lo que podría decirse sin ninguna duda que murió con el prestigio intacto, abrazado a una imagen de sí que ha iluminado a las nuevas generaciones.

“Tantas alegrías regó don Julio a su paso que no se pueden cuantificar las penas de quienes fuimos atraídos por su luz”, dice el periodista y escritor Juan Pablo Proal, editor de la versión digital de la revista Proceso y a quien don Julio estimuló como nadie para que escribiera su primer libro, Vivir en el cuerpo equivocado.

“Hoy murió el periodista más grande que ha dado México: Julio Scherer García. Era grande no sólo por su pluma, por su incorruptibilidad, por su valentía, sino también por su infinito amor a la vida y a la humanidad; por su enorme corazón, siempre desprendiendo generosidad y alegría. Forjó a generaciones de periodistas y deja el único medio impreso del país que semana a semana es consecuente con la vocación esencial del periodismo: ser un contrapoder. Lejos de opacar con su gigante figura, Don Julio nos incluyó a todos en su inmensa planta de luz: jamás se cansó de impulsarnos a que brilláramos también. Gracias por tu vida, por esa admirable y milagrosa vida”, añade Proal.

“Cómo extrañaremos su mirada, sus textos, sus lecciones únicas de generosidad y fuerza, se lamenta el periodista Genaro Villamil.

Desde nuestra trinchera, no dejamos de lamentar la partida del maestro.

“El equipo de SinEmbargoMX lamenta la pérdida de Julio Scherer, padre de generaciones de periodistas críticos”, fue nuestro pésame público.

En privado, cada uno de los que abrazamos con pasión este oficio a veces demasiado ingrato, siempre demandante, dedicamos un minuto de silencio a reflexionar cómo haremos para emular el tino y el amor que don Julio Scherer dedicó a este raro privilegio de ser, después de todo, simples periodistas.

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Por qué no debemos 'superar' Ayotzinapa


Por Juan Pablo Proal |

MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Es evidente que el gobierno está tembloroso: Echa perros y policías, calumnia, da la instrucción de golpear, detener e intimidar. No sabe cómo parar la crisis: Hizo que rodara la cabeza de Ángel Aguirre, quitó a Grupo Higa la concesión del tren México-Querétaro, y obligó a Angélica Rivera a dejar su mansión.

En un gesto torpe y desesperado, ayer el presidente dijo que deberíamos “superar este momento de dolor”. En realidad quiso decir que nos olvidemos de Ayotzinapa, regresemos a nuestras casas y sigamos  como si nada. Anhela que todo fuese como antes, cuando encabezaba esa promesa llamada “Mexican Moment”.

Al priismo le está resultando imposible mantener el control y la sumisión en un mundo dominado por las redes sociales y la información en tiempo real. Han querido trasladar los acarreados del siglo XX  a la era del Twiitter y Facebook; los resultados han sido bufonescos. No han entendido que son tiempos donde todo se ve, se graba y se difunde.

Hay una pizca de picardía en todo esto: La televisión pública mexicana sigue hablando maravillas del presidente, las estaciones de radio y la prensa primordialmente hacen lo mismo. Pareciera que el PRI la tiene fácil: gobiernos aliados, partidos de oposición súbditos, mayoría en las Cámaras… Aun así, Peña Nieto no es querido por seis de cada diez mexicanos (Reforma, 1 de diciembre de 2014).

Es evidente que un sector de la ciudadanía se informa por cuenta propia, no cree más en los medios tradicionales. El mismo que ha comenzado a documentar la corrupción o los abusos policiales y los exhibe viralmente; el que encuentra a sus desaparecidos por cuenta propia y se defiende con sus recursos. Que no se cree las actuaciones frente a cámara de la dupla Peña Nieto-Rivera.

Quisiera pensar que el caso Ayotzinapa le está enseñando a la sociedad a percatarse de que las cosas no cambiarán solo con una cadena de oración, ni con un fugaz golpe de éxtasis.

Resuena una pregunta: ¿Qué hacer? ¿Quién podrá encabezar la batalla? Se mencionan los nombres de Javier Sicilia, Daniel Giménez Cacho y o el sacerdote Alejandro Solalinde. Y al mismo tiempo hay un escepticismo que el subcomandante Moisés del EZLN resumió con claridad en un mensaje a los padres de los normalistas:  “Puede ser que quienes ahora se amontonan encima de ustedes para usarlos en beneficio propio, los abandonen y corran a otro lado a buscar otra moda, otro movimiento, otra movilización”.

Y ese es el deseo del gobierno de Peña Nieto: El olvido de Ayotzinapa.

La sociedad no debe olvidarse que 43 normalistas están desaparecidos gracias a una policía municipal aliada al crimen organizado y cobijada por el Ejército. Hacerlo sería pasar por alto lo que lo ocasionó.

No podemos olvidarnos de los nombres José Luis Abarca, Eduardo Bours, Juan Molinar Horcasitas, Fidel Herrera, Javier Duarte, Rafael Moreno Valle, Genaro García Luna, Humberto Moreira, Tomás Yarrington y Carlos Salinas de Gortari. Ni de la Guardería ABC, ni del Casino Royale, ni de Aguas Blancas, ni de los mineros muertos ni de nuestros 52 mil mexicanos desaparecidos.

Ni dejar de grabar a cada líder político que pague con dinero público su cuenta del prostíbulo, a cada hospital que permita que una indígena dé a luz en la calle o a cada policía que vulnere los derechos humanos de un civil.

El PRI anhela los tiempos donde podía controlar todo con una torta, una gorra y -si hacía falta-, una macana. Aún le tiene fe a esa vía, por eso ruega que dejemos en paz lo de Ayotzinapa.


 
@juanpabloproal Periodista, escritor. Publica en . Autor de los libros Voy a morir, la biografía de José Cruz (Lectorum) y Vivir en el cuerpo equivocado (UANL) 

La carta de Bukowski al hombre que le pagó por escribir


En esta carta, escrita a los 66 años, Charles Bukowski emprende una furiosa arenga en contra del carácter alienante del trabajo, con motivo del golpe de suerte que tuvo al encontrarse con un mecenas de la publicidad que le pagaba 100 dólares mensuales por dedicarse a escribir.


La condición existencial del trabajo es paradójica. Por un lado, el discurso de la normalidad dicta que es necesario trabajar para vivir, trabajar para ganar el dinero que nos permita sostener una vida, trabajar para emplear nuestro tiempo y nuestra energía en algo productivo. Pero, desde otra perspectiva, parece pertinente citar el título de la novela de Milan Kundera y decir que la vida está en otra parte. Si es cierto que el ser humano está llamado a realizarse, a ser más que los confines que lo limitan, quizá el trabajo no sea la mejor manera de conseguirlo.

A mediados de la década de 1980, Charles Bukowski se encaminaba ya a los 70 años. Para entonces era, irónicamente, un autor respetado, un escritor que de las márgenes del vagabundeo y la vida desenfrenada se asentó en el canon de la literatura estadounidense, no con plena comodidad, pero había ganado ese lugar y lo defendía con suficiencia.

A esa época pertenece la carta que ahora compartimos. Grosso modo, se trata de una disertación en torno al trabajo y sus consecuencias sobre el ser humano —así, casi filosóficamente. Bukowski eligió este tema porque el destinatario fue John Martin, publicista de Black Sparrow Press que en 1969 le hizo una proposición extraordinaria: le pagaría 100 dólares mensuales con tal de que Bukowski renunciara a su trabajo y se dedicara únicamente a escribir. Bukowski, que llevaba casi 15 años trabajando como cartero para el servicio postal de Estados Unidos, aceptó de inmediato y un par de años después entregó a Black Sparrow Press su primera novela: Post Office (traducida como Cartero en español).

¿Un golpe de suerte? Probablemente. Quizá tan importante como tener el talento suficiente para responder a eso. O, por lo menos, el deseo de hacerlo.



12 de agosto de 1986

Hola, John:

Gracias por la carta. A veces no duele tanto recordar de dónde venimos. Y tú conoces los lugares de donde yo vengo. Incluso las personas que intentan escribir o hacer películas al respecto, no lo entienden bien. Lo llaman “De 9 a 5”. Sólo que nunca es de 9 a 5. En esos lugares no hay hora de comida y, de hecho, si quieres conservar tu trabajo, no sales a comer. Y está el tiempo extra, pero el tiempo extra nunca se registra correctamente en los libros, y si te quejas de eso hay otro zoquete dispuesto a tomar tu lugar.

Ya conoces mi viejo dicho: “La esclavitud nunca fue abolida, sólo se amplió para incluir todos los colores”.

Lo que duele es la pérdida constante de humanidad en aquellos que pelean para mantener trabajos que no quieren pero temen una alternativa peor. Pasa, simplemente, que las personas se vacían. Son cuerpos con mentes temerosas y obedientes. El color abandona sus ojos. La voz se afea. Y el cuerpo. El cabello. Las uñas. Los zapatos. Todo.

Cuando era joven no podía creer que la gente diera su vida a cambio de esas condiciones. Ahora que soy viejo sigo sin creerlo. ¿Por qué lo hacen? ¿Por sexo? ¿Por una televisión? ¿Por un automóvil a pagos fijos? ¿Por los niños? ¿Niños que harán justo las mismas cosas?

Desde siempre, cuando era bastante joven e iba de trabajo en trabajo, era suficientemente ingenuo para a veces decirle a mis compañeros: “¡Eh! El jefe podría venir en cualquier momento y echarnos, así como así, ¿no se dan cuenta?”.

Ellos lo único que hacían era mirarme. Les estaba ofreciendo algo que ellos no querían hacer entrar a su mente.

Ahora, en la industria, hay muchísimos despidos (acererías muertas, cambios técnicos y otras circunstancias en el lugar de trabajo). Los despidos son por cientos de miles y sus rostros son de sorpresa:

“Estuve aquí 35 años…”.

“No es justo…”.

“No sé qué hacer…”.

A los esclavos nunca se les paga tanto como para que se liberen, sino apenas lo necesario para que sobrevivan y regresen a trabajar. Yo podía verlo. ¿Por qué ellos no? Me di cuenta de que la banca del parque era igual de buena, que ser cantinero era igual de bueno. ¿Por qué no estar primero aquí antes de que me pusiera allá? ¿Por qué esperar?

Escribí con asco en contra de todo ello. Fue un alivio sacar de mi sistema toda esa mierda. Y ahora estoy aquí: un “escritor profesional”. Pasados los primeros 50 años, he descubierto que hay otros ascos más allá del sistema.

Recuerdo que una vez, trabajando como empacador en una compañía de artículos de iluminación, uno de mis compañeros dijo de pronto: “¡Nunca seré libre!”.

Uno de los jefes caminaba por ahí (su nombre era Morrie) y soltó una carcajada deliciosa, disfrutando el hecho de que ese sujeto estuviera atrapado de por vida.

Así que la suerte de, finalmente, haber salido de esos lugares, sin importar cuánto tiempo tomó, me ha dado una especie de felicidad, la felicidad alegre del milagro. Escribo ahora con una mente vieja y con un cuerpo viejo, mucho tiempo después del que la mayoría creería en continuar con esto, pero dado que empecé tan tarde, me debo a mí mismo ser persistente, y cuando las palabras comiencen a fallar y tenga que recibir ayuda para subir las escaleras y no pueda distinguir un azulejo de una grapa, todavía sentiré que algo dentro de mí recordará (sin importar qué tan lejos me haya ido) cómo llegué en medio del asesinato y la confusión y la pena hacia, al menos, una muerte generosa.

No haber desperdiciado por completo la vida parece ser un logro, al menos para mí.

Tu muchacho,

Hank



 

Pulp Fiction: 15 datos que -quizá- no conoces de la obra maestra de Tarantino

La obra maestra de Quentin Tarantino vuelve a nuestras salas de cine 20 años después de su estreno. Hoy en día Pulp Fiction se mantiene en los primeros lugares de los mejores filmes de la historia según IMDB (puesto 5) y Film Affinity (puesto 10). Antes de arrasar en las salas americanas, ya había pasado por el más exigente de los festivales de cine internacionales: Cannes. Ahí Tarantino logró hacerse con la Palma de Oro, el máximo premio. Nada mal para una cinta en la que se menciona la palabra fuck 265 veces.

Es por eso que compartimos este bien logrado artículo de Manel Carrasco publicado en el blog de filmin, sitio especializado en cine. Una joya. Por cierto, no dejen de ir al cine a ver la peli, la experiencia vale la pena y para los más cinéfilos resulta hasta 'sentimental', además no creo que vuelva en cinco o diez años a las pantallas grandes de nuestro país.



Por Manel Carrasco |

Nos hacemos viejos. Hace no tanto, un clásico era una película en blanco y negro en la que los personajes vestían gabardina y se besaban juntando las cabezas, y la música era de Max Steiner. A veces el film en cuestión se exhibía en la epatante escalera cromática del Technicolor, con Charlton Heston en falda corta y James Dean rebozado en lúbrico petróleo, pero el efecto era el mismo: cine antiguo, de nuestros padres y abuelos, de sesión doble y No-Do dando la turra con los pantanos del Generalísimo. En general, no llegábamos en verlos en pantalla grande, si no era en la Filmoteca o en un cineclub de provincias. Los clásicos se estrenaban antes de que naciéramos, pero mucho, muchísimo antes.

Y un día te despiertas, te sirves tu leche con galletas, te ajustas la dentadura, coges el bastón, rezas dos avemarías, te calzas las pantuflas, pones el “Saber vivir” en la tele, te vas a tu cuenta de filmin, abres el catálogo, buscas Pulp Fiction… y descubres que te estás haciendo viejo. Porque la película de Tarantino, señoras y señores, es de 1994, y tú recuerdas cuándo se estrenó, recuerdas verla en el cine. Han pasado 20 años, la película ha quedado fijada en la memoria colectiva, ha sido imitada, referenciada, revisada y homenajeada, pero nunca superada. Vince y Mia en el Jack Rabbit Slim’s, la tirita de Marsellus, HonneyBunny, una maleta misteriosa, Ezequiel 25:17, el señor Lobo pidiendo calma, el reloj de Butch, un cuarto de libra con queso… Los que han visto la película conocen los referentes, y los que no a menudo también. Un clásico, ni más ni menos. Uno que hemos visto en los cines. Nos hacemos viejos.

1-Tres cortos: En 1990, Tarantino y Roger Avary se lanzan a producir un corto. El proyecto deriva a un largo de tres episodios, movido por el interés del director en trabajar los diferentes registros que permiten tres historias más o menos independientes. Avary escribe “Pandemonium Reigns”,  que se convertirá en el segmento del boxeador y el reloj dorado. Tarantino por su parte plantea la historia de unos atracadores cuyo último golpe sale fatal. Su relato toma cada vez más fuerza y acaba por alzar el vuelo en solitario. Pasará a la historia bajo el nombre de Reservoir Dogs (1992).

2-Amsterdam: Tras el rodaje de su opera prima, Tarantino se instala en Amsterdam y retoma el proyecto junto a Roger Avary. Tras enhebrar la historia de Butch, Tarantino se sirve de dos escenas eliminadas del guión de Amor a quemarropa (1993): la casualidad que permite a Vincent y a Jules esquivar las balas y la absurda muerte del topo de Marsellus en la parte de atrás del coche. Dos momentos, por cierto, escritos por Avary. La estancia de los dos guionistas en la capital de Holanda explica todas las referencias de la película a dicha ciudad. También, por supuesto, la Royale con queso y la asquerosa manía de los europeos de poner mayonesa en las patatas.

3-Miramax: Una vez han finalizado el guión, Tarantino y Avary vuelven a Los Angeles. Allí, junto al productor Lawrence Bender, venden el proyecto a Jersey Films, una productora participada por Danny DeVito. El interés que despiertan es tan grande que el guión se vende sin que nadie haya visto Reservoir Dogs. El problema es que ni Jersey Films ni A Band Apart, redientemente creada por Tarantino y Bender, tienen suficiente capital como para financiar la película. Todos se frotan las manos cuando TrisStar Pictures entra en la terna como garantía de que habrá dinero suficiente, pero lo que tenía que pasar acaba pasando: el guión asusta a los mandamases de la productora, por su estructura y su contenido, por su fondo y su forma. Vuelta a empezar. Es en este punto cuando Bender tiene la brillante idea de enseñar el guión a los hermanos Weinstein, que dirigen Miramax. Tiene guasa, si tenemos en cuenta que acaban de ser comprados por Disney: el conservadurismo y la mojigatería del tío Walt deben convivir con el desparpajo y la irreverencia de QuentinTarantino. Miramax produce la película sin dudarlo. Pulp Fiction hará de la productora una de las puntas de lanza de los 90 y convertirá a Harvey Weinstein en uno de los hombres más influyentes de Hollywood. La alianza entre productor y director se prolonga hasta la actualidad.

4-El cásting: Se podría hacer un artículo solamente con los mareos de reparto, el aluvión de nombres mezclados pero no revueltos que se barajan para conformar las tres historias de la película. Algunos son perfectamente lógicos. Otros… errr…

-Mia: La mujer de Marsellus tiene (y debe tener) los rasgos de Uma Thurman, pero la actriz rechaza el papel en un primer momento. Entran en competición nada más y nada menos que Isabella Rossellini, Alfre Woodard, Molly Ringwald, Halle Berry, Joan Cusack (¡Joan Cusack!), Anabella Sciorra, Meg Ryan, Holly Hunter, Amy Irving, Kim Basinger, Melanie Griffith, Daryl Hannah, Bridget Fonda, Meg Tilly, Patricia Arquette, Helen Slater o Michelle Pfeiffer. Julia Roberts queda descartada de entrada por sus exigencias salariales. De todas ellas, Michelle Pfeiffer es la preferida de Tarantino, pero va tan loco por conseguir a Uma Thurman que la llama desesperado y le lee sus diálogos para que reconsidere su decisión. El resultado es de sobras conocido.

-Jules: Tarantino descubre a Samuel L. Jackson en el casting de Reservoir Dogs y, aunque el papel es para Tim Roth, la verdad es que queda encantado. El rol de Jules se concibe especialmente para él. El problema es que el actor Paul Calderon hace un casting tan espectacular que a punto está de birlárlselo. Jackson vuela a Los Angeles, hace una segunda prueba y pone las cosas en su sitio. Calderon se queda con el papel de barman en el bar de Marsellus.

-Honey Bunny y Pumpkin: Tim Roth quiere trabajar con Amanda Plummer, así que se la presenta a Tarantino. El director va sobrado de ojo para ver el potencial de la situación y escribe los roles de Honey Bunny y Pumpkin exclusivamente para ellos.

-Butch: El papel del boxeador es uno de los menos definidos del proceso de casting. Entre los nombres que se barajan figura Matt Dillon, Mickey Rourke o (tatatachán) Sylvester Stallone. Bruce Willis quiere interpretar a Vincent, pero el papel ya tiene dueño. Tras una charla con su amigo Harvey Keitel cambia de idea, puja por el rol de Butch y acaba por calzarse los guantes y el pantalón corto.

-Kurt y Courtney: No hay un solo indicio serio sobre el tema, pero Courtney Love insiste a quién comete la imprudencia de sacarle el tema que Tarantino propuso que ella y Kurt Cobain interpretaran a Lance y a Jody. Darían el pego, pero el cineasta lo ha negado siempre.

-Vincent: En principio, no era Vincent sino Vic, su hermano, el que interpreta Michael Madsen en Reservoir Dogs. El problema es que Madsen prefiere participar en Wyatt Earp (1994) antes que volver sobre el personaje y Tarantino tiene que reescribir el papel. Huelga decir que el actor mete la pata, pero en su lugar una miríada de nombres se ponen en fila: Daniel Day Lewis, Mel Gibson o Liam Neeson quieren estar en el proyecto. Tarantino se planta un día en la puerta de John Travolta y le recuerda que un día fue grande, que se comía el mundo, que Bertolucci lo puso por las nubes. Ya lo tiene en el bote. Travolta será Vincent.

-Señor Lobo: Caballeros, antes de que empecemos a… desbarrar, dejemos las cosas claras: Solo hay un Señor Lobo posible. Tarantino escribe el papel para Harvey Keitel. ¿Alguien lo dudaba?

5-Bruce Willis: Aunque la película tiene un presupuesto muy limitado, Miramax quiere contratar al mayor nombre de estrellas posible. Para ello, y sin arrobarse lo más mínimo, plantean pagar el mismo sueldo a todos sus protagonistas. Pero estamos en los 90 y los actores cobran un pastizal desorbitado, a menudo un porcentaje muy significativo del coste total de una producción. ¿Quién querrá bajarse el sueldo por trabajar con una banda de majaderos que, por así decirlo, acaban de empezar en esto del cine? Su hombre es Bruce Willis, ni más ni menos. La estrella cobra cachés de infarto, pese a vivir un mal momento profesional, y sin embargo no tiene ningún problema en adaptarse al presupuesto. Tarantino está encantado con el actor, por su físico, por su disponibilidad y porque abre la puerta a que otros intérpretes hagan lo mismo. El fichaje de Willis valida el interés por el proyecto, lo sitúa en el mapa de las comidillas de Hollywood, y de paso inaugura la moda de las grandes estrellas que se bajan el sueldo para participar en películas de prestigio.

6-Roger Avary: El coguionista de facto de Pulp Fiction también es el principal damnificado de la película. Avary y Tarantino se conocen durante la adolescencia, trabajando en un videoclub. Tras años de sintonía total, Avary colabora en el guión de Reservoir Dogs… pero no aparece en los créditos. Más tarde, coescribe con Tarantino Amor a quemarropa… y sigue sin aparecer en los créditos.Durante su estancia en Amsterdam Quentin y Roger escriben Pulp Fiction… pero éste renuncia a la autoría del guión para recibir solamente un crédito por la idea y el concepto. Encima, el debut de Avary, Killing Zoe (1993) pasa desapercibido al ser considerado una burda copia de… Tarantino.El pobre Roger acaba hasta el gorro de su partenaire, lo acusa de robo y apropiación sistemática de sus ideas y la asociación se rompe. Avary desarrolla una carrera tirando a errática y en 2008 es detenido por provocar un accidente bajo el efecto de las drogas que acaba con un muerto. Actualmente trabaja en un biopic de Ian Fleming y ha dirigido una adaptación de Brett Easton Ellis que nunca verá la luz por problemas de derechos. Y mejor no le hables de Tarantino.

7-Ezequiel, 25:17: “El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos…” El pasaje de la Bíblia que Jules repite como un mantra es, al menos en parte, una invención. Sólo el final del parlamento se corresponde con la cita de Ezequiel 25:17, el resto pertenece a una línea de guión de Sonny Chiba en la película Karate Kiba (1976). Tarantino es un fan irredento de Chiba, una de las principales estrellas del cine de artes marciales de los 70, e incluso le da el papel de Hattori Hanzo en Kill Bill vol.1 (2003). Por cierto, la cita bíblica se escribe para el personaje de Harvey Keitel en Abierto hasta el amanecer (1996), pero se cae del guión y acaba en Pulp Fiction.

8-Hitchcock: Butch detiene su coche frente a un semáforo en rojo. Marsellus cruza la calle. Sus miradas se cruzan. Se reconocen. El momento precede una de las escenas más bizarras de la película, pero también es un homenaje a Psicosis (1960). Marion Crane huye con el dinero y se encuentra en un paso de peatones con su jefe, que la reconoce. La escena es idéntica.

9-Godard: La escena del baile en el Jack Rabbit’s Slim está inspirada en Bande à part (1964) de Jean-Luc Godard. Concretamente, en el bailoteo de Anna Karina y sus amigos que detiene la película durante unos minutos. La influencia del cineasta suizo se extiende hasta el mismo nombre de la productora de Tarantino: A Band Apart.

10-La maleta: Ni la codicia que despierta su contenido, ni el número de la Bestia como combinación para la cerradura, ni la luz anaranjada que despide su interior: la maleta que recogen Jules y Vincent no contiene nada en concreto. No es nada más que un MacGuffin. Eso sí, uno de los más famosos de la historia del cine. Inicialmente la maleta contenía diamantes, pero Tarantino lo considera demasiado banal y opta por dejar que el espectador dé rienda suelta a su imaginación. Que cada uno decida qué hay en su interior.

11-El lavabo: Cada vez que Vincent entra en un lavabo se organiza un maldito embrollo: la cocaína de Mia, el encuentro con Butch y el robo en el bar. De hecho, toda la película está sembrada de escenas que tienen lugar en lavabos y que parecen diseminadas de manera casual por un cineasta que no deja nunca nada al azar.

12-Quentin, ¿dónde está tu coche?: El Chevelle Malibu de 1964 que conduce Vincent en la película pertenecía a Quentin Tarantino. Y decimos “pertenecía” porque durante el rodaje de la película es afanado vilmente. Tarantino se queda compuesto y con película, pero sin coche. Caprichos del destino, el pasado 18 de abril el coche reaparece en San Francisco Bay, diecinueve años más tarde. Ni rastro de los ladrones.

13-El cogote de Marsellus: Marsellus entra en escena a partir de un primer plano de espaldas que nos deja ver una tirita en la nuca. Inicialmente, Tarantino planea que el primer plano sea frontal, pero entonces Ving Rhames se corta afeitándose y la visión de la herida cubierta despierta la imaginación del director. Un plano de espaldas, de la cabeza imponente cruzada por un vendaje adhesivo. No hay mejor presentación posible.

14-Tequila en un jacuzzi: Travolta no se droga. Vincent, en cambio, no le hace ascos al tema. ¿Cómo puede el bueno de Tony Manero interpretar a un personaje que va hasta las trancas si no tiene experiencia previa, si no sabe qué se siente? Un amigo de Tarantino tiene la solución: si se sumerge en una piscina de agua caliente mientras bebe tequila logrará una sensación razonablemente parecida. Dicho y hecho. Travolta y su mujer Kelly Preston pasan la noche en el jacuzzi del hotel, con una hilera de chupitos de tequila a mano. Hay que ver, los sinsabores de la vida laboral.

15-El orden correcto: Por si aún hay alguien que se pierda con el orden de las  historias, esta sería la secuencia cronológica de los hechos:

1.     El coronel Koons entrega al pequeño Butch el reloj de su padre.
2.     Jules y Vincent consiguen el maletín.
3.     Jules y Vincent conocen al Señor Lobo.
4.     En el bar, Jules perdona las vidas de HonneyBunny y Pumpkin.
5.     Jules y Vincent entregan el maletín a Marsellus, en presencia de Butch.
6.     Vincent sale con Mia, la mujer de Marsellus.
7.     Butch traiciona a Marsellus y debe huir.
8.     Butch se dirige a recuperar el reloj de su padre y se encuentra con Marsellus.


Resignarnos a que México no tiene remedio



Por Juan Pablo Proal |
 
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- ¿De verdad podemos seguir como si nada? No estamos exentos de ser torturados, desaparecidos, desmembrados, disueltos en ácido, encarcelados, violados… Los prados, los besos, las sonrisas, las caricias, la vida no puede florecer entre tanta maleza. Podemos fingir, tratar de actuar algo que se le parezca, taparnos los ojos y los oídos, pero es imposible descansar entre tantas pesadillas. No sin Prozac.

Nos acostumbramos a cenar entre fosas clandestinas, bombazos y amputaciones. Quisimos seguir nuestras rutinas entre granadas, convoyes militares y daños colaterales. Hubo quienes se indignaron por “tanto amarillismo”, “porque no todo Juárez es muerte”, “porque no todos somos narcos”, “¡porque las buenas noticias también son noticia!”. “Estamos en el Mexican Moment, ¿no lo ven?”.

Ni las muertes más mediáticas, ni los poetas que decidieron no escribir más, ni los huérfanos de “Los Zetas”, ni las ultrajadas por el Ejército, ni los menores calcinados por la corrupción nos movieron el corazón. No lo suficiente para que nos decidiéramos a poner un alto. Cuando mucho fueron tema de sobremesa, motivo para compartir links en redes sociales y culpar de todo a los políticos.

Dejamos que Rafael Moreno Valle siga pisoteando a los más pisoteados. Permitimos que Javier Duarte siga burlándose de nuestros muertos. Que Manuel Velasco dilapide nuestro dinero para construir otra candidatura de telenovela. Que Raúl Plascencia se promueva grotescamente a costa de nuestros derechos humanos. Que un tipo con evidente incapacidad y pobreza moral asumiera la silla presidencial.

Permitimos que nuestras mujeres sean desaparecidas, que los sicarios sean el modelo de nuestros niños, que graben nuestras conversaciones telefónicas y nos arranquen de nuestros hogares bajo cualquier pretexto. Que convirtieran nuestros hospitales públicos en antesala al cementerio, nos robaran el derecho a una jubilación digna, nos paguen salarios de esclavos, nos vendan a plazos diminutas viviendas chatarra y nos cierren las puertas de las universidades públicas.

Si el caso Ayotzinapa no sirve para que pongamos un alto, nada lo hará.

Si somos tan indulgentes como para creer que eso que llamamos vida puede continuar como si nada, habremos sepultado las reservas de esperanza que le quedan al país. Si el dolor no nos hermana, habremos de resignarnos a que nuestra única posibilidad de cohesión social es un triunfo de la selección mexicana en octavos de final del Mundial.

Leía una publicación en Twitter de un usuario que les reclamaba a quienes tomaron la presidencia municipal de Iguala, Guerrero. Escribía, con ese lenguaje soberbio y clasista que reina en las redes sociales: Los respetaré cuando marchen contra los narcos.

He visto también cómo los escudos del poder intentan denostar las movilizaciones. Como siempre, desprestigian la conciencia social. Tachan a las almas solidarias de “muchedumbre rabiosa”, “acomplejados”, “amargados que intentan desestabilizar al país”.

Otros más, desde la lejana indiferencia, introducen la absurda discusión de sobremesas clasemedieras: manifestarse sí, pero sin afectar a los demás. Muchos cayeron nuevamente en el falso debate alentado por los más corruptos periodistas: Estás o no con López Obrador. No es tiempo para tantas frivolidades.

Es momento de desafilar los cuchillos, encontrar a cada desaparecido, silenciar cada bala, exhumar cada cadáver y ponerle fin al contador de feminicidios. No podemos tolerar más Marios Marines, más “Tutas”, ni más Amados Yáñez. No podemos ser tan testarudos, tan desalmados, tan idiotas.

Si todo este infinito dolor no nos mueve, entonces la sociedad de consumo no tiene remedio. Habremos de aceptar que sólo el individualismo, el egoísmo y el triunfo bobalicón son la religión imperante y no sabe de disidencias.

Habremos de entender que “el éxito” sólo crece entre la sangre y la basura, entre guerra y desechos, egoísmo e indiferencia. Que sólo se puede subir al estrado encaramado por cadáveres. Resignarnos a que México no tiene remedio.
 
 
 
 
@juanpabloproal Periodista, escritor. Publica en . Autor de los libros Voy a morir, la biografía de José Cruz (Lectorum) y Vivir en el cuerpo equivocado (UANL) 

Deep Purple sigue siendo la banda más ruidosa del mundo

Por Juan Pablo Proal-

En la década de los setenta, el libro de récords Guinness catalogó a Deep Purple como “la banda más ruidosa del planeta”. Hoy, 40 años después y con sus integrantes instalados en la llamada tercera edad, el grupo no defrauda su reputación.

Ayer su potentísimo sonido eléctrico martilló los oídos de sus incondicionales seguidores que acudieron a la Arena Ciudad de México. Deep Purple no decepcionó a quienes querían ver a una de las bandas más pesadas en la historia, pionera en el hard rock y el heavy metal.

Solos de guitarra chillantes, tan veloces que la mirada no alcanza a codificarlos; gritos que harían que tu vecino tocara la puerta de tu casa exigiéndote bajar el volumen del estéreo; una batería tan ruidosa como el tiroteo más largo de una película de acción hollywoodense. Una verdadera banda de rock, de las de antes, de las legendarias.

Muchos van solos al concierto. Es el caso de Humberto, contador jubilado de 62 años de edad. Se enteró dos días antes de la presentación de Deep Purple, sus amigos, que también son fieles roqueros, no pudieron acompañarlo por trabajo. Tampoco su hija, ahora dedicada a su vida de casada. Pero él no quería pagar el precio de perderse a un grupo que escucha desde finales de los sesenta. “Cada año vienen menos”, lamenta en referencia a que sus bandas favoritas poco a poco comienzan a desvanecerse.

Las mujeres escasean entre los asistentes, las poquitas que se ven acompañan a sus parejas, como Flor, bailadora de música tropical que no quiso dejar solo a su esposo, Óscar, un chofer que ahorró durante dos meses para poder pagar los boletos. Los padres de Óscar le prohibieron el rock: “Me decían que me iba a volver rebelde por escuchar esa música”.

— ¿Y sí?
— Sí, un poco –reconoce con orgullo-.
— ¿El rock lo cambió?
— Sí, forma parte de mi vida.
— ¿Le gustan los grupos de ahora?
— No, yo pienso que para todo hay un tiempo, el mío fue aquél.

La mayoría de los 8 mil 45 asistentes –cifra oficial brindada por los organizadores- ronda los cuarenta, cincuenta, sesenta e incluso setenta años de edad. Pero también hay algunos adolescentes, ataviados como el clásico roquero: melena, chamarra de piel, playera negra de alguna banda clásica y mirada de renegado.

Entre estos nuevos seguidores de Deep Purple está Luis, estudiante de Ciencias de la Informática del Instituto Politécnico Nacional. A sus padres no les gusta que escuche rock, menos que tenga la greña larga. “Mi papá me dijo: ‘pareces niña’”. El rock aún tiene significado en algunos adolescentes: El puente para rebelarse a las leyes de casa.

Deep Purple hizo lo que sólo una banda de rock legendaria puede: Exhibir su virtuosismo. El escenario fue sobrio. No hubo diablos inflables, ni pirotécnica ni muchos menos sus integrantes se desnudaron al estilo de la estrella de pop de moda. Tampoco pasaron la bandera de México por sus nalgas.

No, lo suyo es demostrar que son verdaderos músicos. Ian Paice, el baterista y único integrante que ha estado desde el nacimiento del grupo, en 1968, zarandeó su batería hasta poner de pie a los asistentes. Steve Morse mostró por qué se ha impuesto en los registros como uno de los guitarristas más completos en la historia del rock. Pero si alguien asombró es Don Airey, el tecladista que reemplazó a Jon Lord, uno de los pilares del grupo, muerto de cáncer hace dos años.

En su solo, Airey pasó por Chopin, el Jarabe Tapatío, el Himno Nacional Mexicano, bluses y psicodelia.

Deep Purple, una de las bandas más productivas en la historia del rock, interpretó temas de su más reciente disco, Now What?, de 2013, entre ellas Après vous y Vincent Price. Las canciones nuevas, repletas de rock duro y velocidad, fueron bien acogidas entre sus seguidores; sin embargo, lo que realmente los llevó a niveles de euforia fueron las piezas viejitas.

En Smoke on the Water el vocalista Ian Gillan tuvo que dejarle a los seguidores los coros, ante lo ensordecedor de su participación. No fue menor la embriaguez de los fans con los clásicos Mule, Space Truckin, Hush, Strange Kind of Woman y Black Night. El único himno que faltó fue Highway Star, que los asistentes pidieron con insistencia.

En una entrevista concedida semanas antes, Ian Gillan se quejaba de que en sus conciertos muchos se quedaban sentados. Un hombre de 69 años de edad que pasa más de la mitad del año de gira por todo el mundo bien puede reprocharle eso a sus fans. No obstante, el concierto de ayer no fue reflejo de esa pasividad. La mayoría pasó la noche parada sobre sus asientos, bailando como sólo los roqueros saben: con desparpajada torpeza arrítmica.

El grupo tocó una hora con cuarenta y cinco minutos. A las 23:15 horas las luces artificiales de la Arena Ciudad de México se prendieron para enceguecer temporalmente a los asistentes. Los anuncios de Elektra, Banco Azteca y las empresas del Grupo Salinas se proyectaban por doquier.

Afuera del recinto muchos usuarios se peleaban con taxistas que querían cobrar 350 pesos por un trayecto a la delegación Benito Juárez. La mayoría optó por el Metro. Los vagones semivacíos fueron ocupados por sesenteros que iban con jóvenes que parecían ser sus sobrinos, familias completas que no paraban de hablar del virtuosismo de Deep Purple.

En una esquina un hombre canoso con traje se aflojó las cuerdas de sus zapatos y se durmió. En sus manos cargaba tazas, fotografías y recuerdos del grupo inglés. Junto a él, un señor de bigote entrecano y rostro arrugado les cuenta a dos jovencitos de coleta que compraba sus discos en una tiendita y los cuidaba con celo. Les habla de cómo oía por horas a Grand Funk y a los Doors, de cómo el gobierno inventó la tenencia para financiar los Juegos Olímpicos del 68 (aunque en realidad el impuesto fue incluido por primera vez en La Ley de Ingresos de la Federación de 1962). Los chavos lo escuchan sin interrupciones, con la inocente curiosidad del discípulo.
 
 
 
 
@juanpabloproal Periodista, escritor. Publica en . Autor de los libros Voy a morir, la biografía de José Cruz (Lectorum) y Vivir en el cuerpo equivocado (UANL)
 
 

Camaradas cosmonautas de cuatro y más patas


Laika en un sello de Hungría. Fuente: wikipedia



Contrariamente a lo que muchos piensan, Laika no fue la primera en surcar los cielos rumbo al Espacio, pero sí fue el primer animal en pasearse por donde lo haría Gagarin cuatro años más tarde: la órbita. 

El honor de ser los primeros soviéticos en llegar al Espacio, aunque no orbitar, le corresponde a los perros Tsygan y Dezik en 1951. De hecho, éstos fueron los primeros organismos vivos superiores que fueron recuperados con éxito tras el viaje. Pero la hegemonía de los perros espaciales fue rota por Marfusa en 1959, el primer conejo en ir al Espacio. A partir de ahí, la Unión Soviética hizo volar ratones, monos (como ya hacía EE UU), ranas, e incluso cerdos de Guinea. 

Pero a este punto, cabría entender la razón por la cual estos seres vivos han sido los fieles compañeros del ser humano en la expansión de sus fronteras. 

Cuando los primeros automóviles comenzaban a tomar las calles eran numerosos los artículos publicados en periódicos en los que se alertaba de lo peligrosa que podía ser  para el organismo humano una velocidad superior a los 20 Km/h. Al fin y al cabo, en aquel momento no había muchas posibilidades de experimentar con velocidades superiores… y poder contarlo. 

En los comienzos de la era espacial sucedía lo mismo. Por un lado, se disponía de los medios para poder llegar al espacio pero por el otro, se desconocían los efectos sobre el organismo de un entorno nunca antes visitado y, de ser nocivo, las acciones necesarias para mitigarlo. 

Es así como nació la Bioastronáutica, un área que investiga numerosos aspectos relacionados con la Biología, el comportamiento y la Medicina tanto de seres humanos como otros organismos durante un viaje espacial. En esta área entraría el diseño de las cargas útiles, hábitats espaciales y sistemas de soporte vital. En otras palabras, la Bioastronáutica persigue el hacer posible y mejorar las condiciones de vida en el Espacio. 

 Módulo de soporte vital canino perteneciente a las misiones soviéticas. Fuente: Wikipedia
Y es que orbitar alrededor de lo que Tsiolkovski calificaba como “la cuna de la Humanidad” (y de la cual deberíamos salir) puede suponer una actividad de riesgo. A día de hoy sabemos que la microgravedad provoca males tan dispares como pérdida de masa muscular/ósea, mareos graves y alteración de la visión. Y esto no es nada comparado con una sobreexposición a la radiación proveniente del Espacio. 
Pero claro, los efectos antes mencionados son conocidos a posteriori. Por lo tanto, y desde el primer momento, la cosmonáutica decidió abordar el desconocimiento de las condiciones de 'allá arriba' a través de los denominados organismos modelo. 

Esta línea de trabajo se había iniciado a mediados del siglo XIX gracias al trabajo de Darwin y Mendel. Básicamente, se trata de escoger un determinado organismo que posea algún sistema común con el humano y que por tanto pueda ser objeto de estudio en las condiciones deseadas. 
 
Por ejemplo, los perros han sido desde siempre muy importantes porque su sistema cardiovascular y respiratorio son similares al nuestro. Los ratones permiten un estudio orientado a la musculatura. Por otro lado, los gatos responden a una línea de trabajo más neurofisiológica. 

El uso de organismos modelo permite no solamente un mayor conocimiento del funcionamiento del cuerpo humano, sino que además permite conocer más de los propios organismos empleados. Por ejemplo, Arabella y Anita fueron en 1973 las primeras tripulantes arácnidas del Skylab (el primo estadounidense de la Mir). 

Al principio de su estancia sufrían de la misma desorientación que el resto de los seres vivos que llegan a un entorno de microgravedad, y por tanto tejían sus telarañas siguiendo patrones totalmente aleatorios. Tras el proceso de adaptación que duró unos pocos días, sus telas volvían a ser perfectas pero con una peculiaridad, las arañas habían adaptado los ángulos y el grosor acordes a la nueva gravedad.

 
La araña Arabella a “sus labores”. Fuente: NASA

Como curiosidad, la Estación Espacial Internacional también ha hospedado a una pareja de arañas en 2008, las cuales tuvieron en jaque a la tripulación porque se escaparon de su contenedor. Afortunadamente pudieron ser recuperadas sin mayor problema, provocando eso sí alguna que otra broma relacionada con la saga de Alien. 

Volviendo a los perros, éstos eran los preferidos por los entrenadores de cosmonautas. Habitualmente los perros callejeros eran los más indicados, ya que su dureza les permitía aguantar las inclemencias del viaje espacial. Su entrenamiento consistía en ir reduciendo el tamaño de la jaula hasta que llegaran koa sentirse a gusto (si esa podía ser la definición correcta) en el módulo diseñado específicamente para ellos.


Pero además, los perros son los que más reconocimiento se han llevado y han protagonizando historias de lo más peculiares. 

Ahí está la historia de Damka y Krasavka, cuyo vuelo en 1960 se vio truncado por un fallo en la última fase del cohete. Su cápsula aterrizó en un lugar bastante inaccesible y a temperaturas extremas. 

 Serguéi Koroliov, padre del programa espacial soviético, con uno de sus cosmonautas, fue un ingeniero y diseñador de cohetes durante la carrera espacial. Fuente: NASA
Cuando el equipo de rescate llegó ya se había hecho de noche, no teniendo luz para desactivar el mecanismo de autodestrucción que detonaba a las 60 horas (no olvidemos que la Guerra Fría estaba en su apogeo). Pudiendo abandonar el lugar para evitar sufrir las bajas temperaturas (-45ºC), el equipo decidió dar una oportunidad a los tripulantes, que no habían dado signos de vida, y esperaron a la mañana siguiente. 

El premio llegó en forma de ladridos y lametazos. Después de volver sanas y salvas a Moscú envueltas en innumerables pieles de oveja, Krasavka fue inmediatamente adoptada por Oleg Gazenko, el principal investigador del área de animales cosmonautas. 

De hecho, fue el mismo Gazenko el que en una rueda de prensa en 1998 expresó su gran pesar por la pérdida de Laika, ya que “lo aprendido gracias a ella jamás pudo justificar su muerte”.

 
Belka, perro cosmonauta soviético en el museo de la cosmonáutica. Fuente: wikipedia / Pretenderrs

Incluso la descendencia de estos cosmonautas caninos dio bastante que hablar, puesto que Pushinka, hija de Strelka (toda una heroína que pasó un día en el Espacio en 1960) y Pushok (campeón de los experimentos en tierra) fue llevada por Jrushchov a la Casa Blanca. Allí surgió el romance entre ella y Charlie, el perro de Caroline Kennedy, teniendo una serie de cachorros que todavía viven a día de hoy. 
Pero Strelka alimentó más todavía la iconografía soviética, puesto que su gesta al lado de Belka dio la idea para una película de animación rusa estrenada en 2010, cuya versión completa está enlazada al final de este artículo. 

A día de hoy, “nuestros compañeros en la Creación” siguen jugando un papel muy importante en la exploración del Espacio. Sirva como ejemplo las misiones rusas Bion-M, que recogen el testigo de unas similares de la Unión Soviética. El primer “biosatélite” de esta serie fue lanzado en abril del año pasado y estuvo un mes orbitando. 


Creo que en el futuro que sería imposible imaginar una colonia humana en otro planeta sin contar con la inestimable compañía de los descendientes de aquellos que aún de pequeño tamaño, nos hicieron llegar tan lejos. ¿Quién sabe? Quizás dentro de bastantes años incluso versiones modificadas genéticamente del gato noruego de los bosques (que resistan más bajas temperaturas todavía) y con el pertinente sistema de respiración se dediquen a mirar con curiosidad cierto “punto azul pálido” desde algún montículo de la región de Tharsis, en Marte. 

Esto será una de las señales inequívocas de que la Humanidad está lista para dar otro gran salto, pero siempre junto a nuestros camaradas cosmonautas de cuatro y más patas.

Luchadores gringos, más guapos que los panzones mexicanos

Por Juan Pablo Proal-

“Porque los luchadores gringos impactan más con sus físicos. Los mexicanos son panzones y parecen policías municipales de rancho”. “Es simple, yo la veo (la lucha estadunidense) por las divas, no es lo mismo ver a Kelly Kelly que ver a Martha Villalobos”. Con estos argumentos, lectores del periódico El Universal respondieron en un foro por qué preferían la lucha libre producida en el país vecino a la mexicana.

No es diferente lo que ocurre con el futbol local. Cada vez es más común escuchar en los aficionados a este deporte comentarios despectivos respecto a la liga mexicana. La empresa Consulta Mitofsky publicó en 2012 un estudio en el que indicaba que los equipos nacionales habían perdido alrededor de 5 millones de aficionados. “La gente prefiere ver jugar al Barcelona que ver un partido de un equipo de media tabla de la liga en México”, reconoció Miguel Couchonnal, director general del Atlante, en una entrevista publicada con el portal CNN-Expansión.

La preferencia por la producción extranjera se extiende a conciertos, películas, literatura y exposiciones pictóricas. El mexicano arrastra con la histórica vergüenza por su espejo.

La apertura a la competencia internacional no sólo ha arrasado con los productores de maíz, frijol o zapatos; los músicos, los pintores, los basquetbolistas, los escritores, los científicos y un largo etcétera ahora luchan no sólo por subsistir en el mercado local, sino por hacerse visibles frente a gigantes de los fenómenos de masas.

Si bien la amplia oferta proveniente de todo el globo terráqueo puede enriquecer a los consumidores y obligar a mejorar la calidad de la producción local, también deviene en desfigurar la borrosa identidad del mexicano de estos tiempos, debilitar la de por sí enclenque cohesión nacional, amén de llevar a la bancarrota a quienes carecen de herramientas sólidas para subirse a la competencia avasallante.

El 26 de abril de hace dos años en menos de 120 minutos se vendieron las localidades más caras en la preventa para el concierto de la cantante estadunidense Madonna en el Foro Sol. Con esa misma neurótica velocidad fueron comprados los boletos para las bandas Metallica y Foo Fighters. En contraste, cuando la ahora fallecida pianista mexicana María Teresa Rodríguez recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2008 en la categoría de Bellas Artes, lamentó en una entrevista concedida al periódico La Jornada:

“Este premio es para mí gran alegría, pero me interesa sobre todo que pueda servir de ejemplo para que los jóvenes que ahora están estudiando arte no claudiquen, porque desgraciadamente en México tenemos un ambiente pobre en el arte. No hay, por ejemplo, suficientes lugares para tocar.

“En otras partes, como en Europa, hay la conciencia de que el arte es necesario, mientras para los mexicanos, en general, la principal distracción es ir al cine.

“En términos más materiales, espero que el premio me sirva como ayuda, para que pueda jubilarme, porque aún trabajo en la Escuela Superior de Música; no me he jubilado, porque de hacerlo ganaría una tercera parte menos. Naturalmente, necesito ese dinero, porque soy viuda. ¿Vivir como concertista? Imposible. No hay espacios ni oportunidades”.

Todo escritor mexicano sabe que publicar su primer libro es un logro equivalente a escalar el Everest sin equipo especial. Que te lean es aún más improbable que obtener un asiento en el Metro a las ocho de la mañana. Y que algún día sea presidente de México un ser humano medianamente honesto es más viable que vivir de las regalías. A pesar de este panorama, los mexicanos sí consumen libros, a montones. Entre las obras más vendidas en México el año pasado, de acuerdo con el periódico Publimetro, destacan los bestsellers: “Infierno”, de Dan Brown; “Perdida”, de Gillian Flynn y la trilogía de E.L. James, “50 sombras de Grey”.

Desde los años cuarenta, en su obra de referencia La industria cultural, Thedor Adorno y Marx Horkeimer señalaban cómo el arte se había esfumado, siendo reemplazado por divertimento comercializado:

“El arte es una especie de mercancía, preparada, registrada, asimilada a la producción industrial, adquirible y fungible; pero esta especie de mercancía, que vivía del hecho de ser vendida y de ser, sin embargo, esencialmente invendible, se convierte hipócritamente en lo invendible de verdad, tan pronto como el negocio no sólo es su intención sino su mismo principio”.

Al recibir la medalla Bellas Artes 2013 por su trabajo fílmico, Arturo Ripstein explicaba en ese mismo sentido la falta de demanda del cine mexicano:

“En los más de 100 años que tiene de existir el cine, es doloroso ver que el cine mexicano no ha logrado acercar a su público, duele ese rechazo. Para el gran público el cine es un entretenimiento, no arte; existe para olvidarse de la medianía de sus vidas, en México se cree que la cultura es gratis, pero lo que es gratis no vale nada.

“Hay un cine que aspira al éxito descomunal y que poco tiene qué ver con el arte; los mexicanos se asombran por aquellos que se han ido de este país buscando otras tierras, otras lenguas y lo lograron, bien por ellos, los respeto, pero no es posible que se contrapongan con lo que nos representa, ¡ay Malinche, sigues dominando nuestros corazones!” (Milenio, 25 de febrero de 2014).

No se trata de hacer una simple defensa patriotera. El multiculturalismo es parte intrínseca de la historia de los pueblos. Hollywood, Random House, Warner Music, Sony o los estudios Ghibli han enriquecido nuestra visión del mundo. No obstante, la apertura de tantos y tan potentes grifos también está esfumando la posibilidad de que las expresiones locales puedan ser escuchadas y vistas. Todo aquel que quiera grabar un disco, vivir del box o exponer en una galería enfrenta un panorama desolador, originado, precisamente, por la poca empatía de sus connacionales, ávidos de consumir preferentemente lo extranjero. A este paso nadie querrá ir a un América-Chivas por quedarse en casa a disfrutar un Real Madrid-Barcelona; sólo los familiares de los músicos de una orquesta irán a sus presentaciones mientras Justin Bieber atiborra el Foro Sol, al tiempo que una veintena de personas asistirá a un cine pequeño a ver la película más reciente de Ripstein, mientras Transformes 5 se exhibe simultáneamente en cuatro salas de un centro comercial.
 
 
 
@juanpabloproal Periodista, escritor. Publica en . Autor de los libros Voy a morir, la biografía de José Cruz (Lectorum) y Vivir en el cuerpo equivocado (UANL)
 

Conspiración para que todos seamos homosexuales

Por Juan Pablo Proal-

El gobierno de Estados Unidos sabe que los teléfonos celulares provocan cáncer, contagió a miles de afroamericanos con VIH, es cómplice de las farmacéuticas para provocar autismo en los niños mediante la aplicación de ciertas vacunas e impide el acceso a remedios naturales para tratar enfermedades mortales. 

El 49 por ciento de la población estadunidense cree que estas premisas son ciertas, de acuerdo con un estudio aplicado por la Universidad de Chicago (periódico El Mundo, 21 de marzo de 2014). En una investigación aparte dada a conocer el año pasado, la Universidad Fairleigh Dickinson descubrió que el 63% de los votantes registrados en Estados Unidos da por cierta alguna teoría de conspiración política.
Las hipótesis de que un grupo ultra secreto e híper poderoso está detrás de las principales tragedias del mundo no sólo están plenamente vigentes, sino que actualmente se extienden hasta los asuntos más mundanos. 

Le propongo un ejercicio: Inicie sesión en su cuenta de la red social Facebook y lea durante 60 minutos las actualizaciones de sus contactos. Estoy seguro de que encontrará a más de uno difundiendo teorías de la conspiración. Complots para todo: Para matar a Justin Bieber o al Papa, para que todos seamos homosexuales o evitar que Brasil ganase la copa del mundo; para exagerar los daños que provoca el tabaco o que el mundo sea infestado por zombis. 

Es cierto, los complots existen, pero hay de complots a complots, como diferencia el escritor mexicano Julio Patán en su libro Conspiraciones. Tomando como referencia la definición del diccionario de la Real Academia Española (RAE), conspirar es “unirse contra un superior o soberano”, descripción que incluye a una revolución o golpe de estado; sin embargo, existen otras supuestas conjuras, cimentadas primordialmente en lo irracional y la superchería, como recuerda el autor:

“El mundo, según las teorías de la conspiración, es un lugar ordenado. No hay en él sitio para el azar, no hay errores, ni por lo tanto incertidumbres. La bolsa no se desploma por el hecho de que en un momento dado sea imposible controlar los vaivenes de la economía mundial, sino porque una camarilla oculta se beneficia con ese desplome, que ocasiona artificialmente y por lo tanto puede revertir en cuanto le convenga. En suma, una teoría de la conspiración es retorcidamente consoladora, porque en ella cualquier forma de incertidumbre es sustituida por la marcha incuestionada de una lógica operativa de validez universal, una lógica sin cuarteaduras, perversa, sin duda, pero que sirve no sólo para darnos ciertas certezas, sino para librarnos de responsabilidades, individuales y colectivas”. 

Los creyentes de las teorías de la conspiración por lo regular son infinitamente obstinados, sostienen que sólo ellos poseen la verdad; rechazan otros credos, ideas o posiciones políticas. Son fundamentalistas, muchas veces prestos a utilizar la violencia para combatir a quienes consideran sus enemigos. 

Más allá de lo anecdótico, el hecho de que con más frecuencia nos enteremos de militantes panistas que simpatizan con el nazismo –movimiento cimentado en la teoría de que el judaísmo controla el mundo- o de grupos que se asumen como anarquistas y cometen atentados con bombas molotov, representa un escenario altamente peligroso para la convivencia pacífica y la discusión política. 

El doctor en Sociología Pablo Santoro publicó en la revista Nómadas de la Universidad Complutense de Madrid el ensayo La deriva de la sospecha: conspiraciones, ovnis y riesgo, en el que enfatiza: 

“Más que una perspectiva teórica, la imagen de la conspiración ha funcionado la mayor parte de las veces como un discurso de movilización política. Tradicionalmente, el recurso retórico del complot y la conspiración ha servido como una estrategia política de control y movilización, desde el ejercicio del poder y desde la oposición a él. Los Estados modernos, especialmente en el caso extremo de los regímenes totalitarios, han recurrido históricamente a escenas de intrigas y confabulaciones de grupúsculos secretos, ya sea en la forma tradicional de los Estados Unidos e incluso en la actual obsesión global por el terrorismo”. 

La clase política mexicana, impregnada de las más abusivas, cínicas y extravagantes corrupciones, utiliza la teoría de la conspiración para defenderse cuando es evidenciada en flagrancia. Cuando Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del Distrito Federal, fue abucheado durante el informe de labores de la senadora Dolores Padierna a finales del año pasado, sus operadores filtraron la versión de que se trató de un complot en su contra. El mismo recurso fue utilizado por militantes priistas para defender al defenestrado exlíder capitalino Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, acusado de dirigir una red de trata de personas. Y de igual forma han actuado, en diferentes contextos, Mario Marín Torres, Andrés Manuel López Obrador, Gustavo Madero, Víctor Hugo Romo y un extendidísimo etcétera. 

En tanto, los votantes desconfían de todo y de todos. El Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía, presentado el 16 de junio por el Instituto Nacional Electoral, arrojó que en México siete de cada diez ciudadanos cree que no se puede confiar en la mayoría de las personas y el 75 por ciento dice no conocer a alguien que le pueda ayudar a defenderse de una injusticia. Un estudio aparte, elaborado por la empresa Parametría, concluyó que los mexicanos tienen muy poca confianza en los partidos políticos, la policía, los jueces y los bancos. 

La posición de que la realidad sólo puede explicarse mediante teorías de la conspiración sumada a la exacerbada desconfianza nutre la apatía, la violencia y la exclusión. Si la razón del pobre crecimiento económico es que hay un grupo de banqueros que controla el país, el rumbo de la nación está definido por la oligarquía y Televisa es dueña de nuestro destino, no hay esperanza posible, la derrota nos sepultó. 

Más que extraterrestres, judíos y monopolios invencibles, el verdadero enemigo del ser humano es y seguirá siendo la ignorancia.



 
 
@juanpabloproal Periodista, escritor. Publica en . Autor de los libros Voy a morir, la biografía de José Cruz (Lectorum) y Vivir en el cuerpo equivocado (UANL)

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