Letrinas: Nuestro capitán sueña con ríos azules

Liliana López León (Mexicali, 1984). Es una escritora bajacaliforniana de narrativa y poesía radicada en Barcelona.


Nuestro capitán sueña con ríos azules

Liliana López León
Ilustración: @hectormexia


Con cariño para Arià Clotet y Mr. Flow.

 

He activado la velocidad crucero. La tripulación y yo charlamos sobre cómo todos los niños desean ser astronautas alguna vez, y que según los mensajes que recibimos en el buzón, los adultos también. Durante el tiempo de ocio asignado por Tobby, nuestra amigable Inteligencia Artificial, hemos comido unas frituras de espinaca algo sosas pero que sacian bastante. Durante esta cena aprovechamos para no olvidar que somos humanos. Brindamos con un suero saborizado parecido a la champaña.

La tripulación está conformada por la doctora Gloria Isaac, el médico Julien Mer, los gemelos ingenieros Von y Tan, y nuestro perrito de terapia, Berry. Un corgi tricolor de pelo suave y barriga tibia que nos acompaña. A Tobby le han dicho frecuentemente que tiene el nombre de un perro, y él, que no puede ofenderse, escuchó y su algoritmo solo buscó un equilibrio en el equipo. Por ello, lo bautizó así. Sí una máquina es un perro; un perro puede ser una fruta. Tobby también está programado para recoger algunas funciones de marketing; no es casualidad que Berry sea el nombre de aquel famoso sustituto de alimento: las tabletas que salvaron a varios países durante la última gran sequía.

Estoy yo, Ariandt Clay. Es mi tercera misión como capitán. Recuerdo, mientras chocamos nuestras copas y decimos salud, que también fui un niño que soñaba con volar al espacio. Aunque el mar también me llamaba, el agua sigue en mis deseos. Nuestra nave fue bautizada como Frog 7: nombre elegido por una votación mundial. Entre los nombres posibles había algunos patrocinados por empresas cinematográficas. Sentimos alivio de que ganara una especie casi olvidada de la Tierra; y porque los seguidores como los de la saga Aros Circa se vuelven amantes y odiantes al mismo tiempo. Ser capitán de un Frog, es neutral; es mejor.  

Discutimos si nos conviene hibernar, o disfrutar este año que queda de regreso para aprender algún idioma. Tobby aconseja hibernar, como siempre. Está programado para reducir el consumo. Yo propongo cenar juntos antes de ello y recapitular nuestros últimos ocho años de misión. Una misión exitosa, dice Julien Mer. Entre nuestra lista de tareas estaba recoger el lnituom, algo muy parecido al litio, más limpio y potente. Generará energía más de un siglo, según cálculos de la Dra. Isaac. Ella es Gloria Isaac, cerebro de la misión, y no lo digo solo por la amistad.

Von y Tan, hablan al mismo tiempo. A Gloria le incomodaba eso los primeros tres años, y ahora los observa con ternura. Yo pensaba que Von y Tan podían ser infiltrados de otra compañía energética aeroespacial. Lo creí e incluso lo anoté en mi bitácora personal. Asunto que Tobby leyó y tomó en cuenta para observar sus signos vitales y sus emociones durante varios meses. Los resultados arrojaron que solo eran una chica y un chico muy inquietos. Así supe también que mis pensamientos más privados estaban en el ojo de todo el sistema Tobby.

Julien Mer nos ha revisado: ha analizado nuestra sangre y nos advierte que el lnituom puede ser radioactivo. Nos realiza un análisis y sin decir mucho del diagnóstico, hace que Tobby nos suministre algo que prevendrá el deterioro celular. Mer dice que mi cuerpo tiene una edad biológica menor a la cronológica. Es una broma que le gusta repetir, pues entre tantas hibernaciones; cuando lleguemos a casa festejaremos más años de los que hemos vivido.

—¿Por qué le llamamos hibernar y no estivar a la animación suspendida?

Me da un golpecito en el hombro y me dice:

—Eso. Eso mi querido capitán, no lo sé.

Mer cumplirá 82 años y yo 95. Mi pregunta le deprime: estivar le recuerda que su hija cumple años en verano y será mayor que él cuando regresemos. Pero como casi todos los bromistas, evade con elegancia el tema que él mismo partió.

Ahora vamos a dormir. Hay que desinfectar completamente nuestros trajes de hibernación, porque si hubiera una bacteria ahí dentro sería un embrollo. Para inducir el sueño Tobby nos ha inyectado un sedante con el parche que tiene en su brazo mecánico: una droga que todos los soldados apodan el birthday cake. Los primeros segundos, el efecto es casi imperceptible. Solo sabes que está funcionando, cuando el suelo, la cama, y el propio cuerpo tienen la textura de un bizcocho cuya masa tuvo buen aire. La sensación mejora cuando tienes en la nariz el aroma dulce de un betún fresco, a chocolate fino con fresas.

Al pobre Berry no se la podemos poner, por eso lo cuidamos hasta que duerme de verdad, como él cuida de nosotros. Lo ayudamos, acariciándolo, pues se desespera mucho en la cámara de animación suspendida. Ahí estamos, pasándole las manos. Parecemos niños que nunca han tenido una mascota y de repente se encuentran una por la calle. Los perros no comprenden este proceso. Eso sí: cuando despiertan suelen ser los primeros en ponerse de buen humor. Para despertar, yo necesito al menos una hora, suero volcán y algunos suplementos alimenticios que calcula Tobby al analizarme.

Con el birthday cake te recuestas, y puedes escuchar cada parte de tus músculos relajarse. Aquí es cuando escuchas la amable voz de Tobby, indicándote cómo respirar. De repente, el año que perderás, no te preocupa mucho. La cápsula se siente como un capullo al que siempre perteneciste, del que nacerás de nuevo.

Si mientras dormimos algo saliera mal, hay otra droga que los soldados llaman el coffee crack. Odio ese nombre, sobre todo por su precisión. Esta droga nos la pone Tobby en caso de emergencias. Sirve para despertarte de la hibernación si él mismo no puede manejar un problema. Solo me la han puesto una vez durante el entrenamiento, y de estar, prácticamente en coma, despiertas alerta y listo para utilizar cualquier arma o herramienta. A mí me pidieron que realizara un aterrizaje forzoso en un simulador, y la verdad no parecía que el ejercicio fuera falso. Solo reaccionas y puedes concentrarte como un poseído, no sientes miedo. El efecto de esa droga pasa, y el cuerpo queda, digamos, con una resaca de fiesta de cumpleaños multiplicada por cien. Para aliviar eso hay otras drogas, aunque la sensación nunca se olvida.

Ya puedo oler mi birthday cake. Todo es suave, mi traje es ahora terciopelo. Me duermo y sueño. En el sueño hay un río. En verdad nunca he visto uno. Bueno, en mi curso de Historia me gustaban los videos de ríos y mares que eran muy azules. Mis compañeros de la escuela decían que eso no era posible. Yo siempre pensé que fueran verdaderos o falsos, eran muy bellos. Nuestra profesora mencionó haber visto uno cuando era pequeña, y que en la antigüedad las personas hacían vida alrededor de ellos. Recuerdo el diagrama con el que explicaban por qué el agua se veía azul. Mi cerebro está recuperando esa imagen para llevarme, supongo, a un sueño relacionado con la naturaleza.

Quizá Tobby me programó algo de su repertorio; a veces se pone creativo. Veo a una mujer desnuda que medita. A su alrededor bailan unos niños y unos ancianos cantan. Ella está sentada sobre el suelo de tierra, y me dejo llevar por su canto que es como un mmm continuo. El sonido del río es un cri hipnotizante. Quien diseñó este contenido binaural merece una donación a su academia de artes. Te digo, seguro lo pusieron a propósito para que a mi regreso les dé una beca. No sería la primera vez.

Ahora, una mujer de pelo plata se posa frente a ella y le cubre la cara con las manos. Le pregunta qué ha visto, con voz amorosa y firme. Ella abre los ojos con lentitud y exhala un aire que parece retenido desde hace horas. Dice que ha visto a un hombre acostado sobre una burbuja.

—¿Qué más?

—El hombre está en un sitio que no comprendo, donde muchas cosas son del color de la nieve. A su lado, otras personas duermen también sobre burbujas que no se rompen. Además, con ellos va el extraño cachorro de un lobo, también en una burbuja. Duermen y viajan tranquilos en un cielo oscuro.

A pesar de que el birthday cake no me permite sentir miedo, estoy entrenado para identificar algo inquietante. Si planearon esto como una broma, habrá consecuencias: cualquier militar lo sabe. Es peligroso hacer este tipo de bromas, porque la meta narrativa y la auto ficción pueden volver loco hasta al más sensato. He sabido de militares que, aunque distinguían el sueño de la realidad, se quedaron con dudas. Quizá Tobby pueda identificar mis signos, no sé cuánto tiempo real ha transcurrido. La mujer sigue hablando de mi traje:

—Nunca he visto ropas así.

—Explora hija, el significado de tu visión. Parece poderosa.

—No lo sé.

—Entonces, con el tiempo lo sabrás.

Despierto. Tobby me ha puesto un cuarto de dosis de coffee crack en los pies con la aguja parche. Me levanto de prisa.

—Ariandt, durante los tres meses que has dormido, la nave ha sufrido unos desperfectos. Requiero tu autorización para despertar al menos a uno de los gemelos.

Le pido que no lo haga. A causa de la droga, tengo energía en el cuerpo que puedo aprovechar. Además, según la clave del diagnóstico, es una reparación sencilla. Cuando pequeños asteroides logran colarse en algún compartimento, rasgan la superficie. En principio son inofensivos, pero si esto continúa durante algunas semanas pueden estropear todo. Se reparan desde adentro con una G5630, una herramienta que parece una pequeña barredora que se maneja con un control y un monitor externo.

Mientras me dedico a la nave, le pregunto a Tobby si ha detectado mi preocupación por el tema del sueño. 

—No. Capitán, ¿quieres hablar de ello?

Me conoce, hemos compartido otras misiones. Posee más datos míos que de los otros. Sabe que deseo contárselo. Le hablo de la mujer desnuda y de la descripción precisa que dio sobre nuestra nave y tripulación.

—Encuentro eso muy peculiar e interesante: según el código IV del inciso A de Publicidad y Contenidos Artísticos, no es posible insertar temas que se relacionen de ningún modo con la realidad del usuario. Ariandt, ¿quieres que lo reporte? Te pondré algo más fuerte para que puedas calmarte, ¿quieres que despierte a Berry?

—No, no, estoy bien. Es que nunca me había pasado.

Necesito algunas horas para volver a dormir. Hago un poco de tenis con un holograma entusiasta que me regaló mi ex esposa. Es un buen ejercicio, pero preferiría tener el simulador de surf. Ya sé: eso voy a regalarme en mi próximo cumpleaños terrestre. Sigo jugando, y llama mi atención que, de todas las animaciones suspendidas que hemos realizado en esta misión, Tobby no me había despertado nunca. No alcanza a preocuparme, pero sigue siendo curioso.

—Voy a proporcionarte unos nutrientes y sedantes para que vuelvas a tu cápsula, ¿estás de acuerdo?

Me recuesto. Siento la mente ligera, como si mi cabeza no pesara, creo que esto no es un birthday cake. Tobby me confiesa que ahora que estoy más relajado, ha calculado que es mejor compartirme una información, y me pide permiso para ello. Me río, no puedo contener mi carcajada. Cierro los ojos, y entre balbuceos lo animo a que hable.

—Ariandt, he revisado en tu panel de control onírico y no ha sido instalada ninguna historia artificial en los últimos seis meses.

No lo culpo, alguien lo programó para que fuera sobreprotector. En general, el diseño de historias oníricas implanta contenidos productivos o historias artificiales parecidas al entretenimiento cinematográfico. Mi sueño es natural. Algunos todavía tenemos el privilegio de soñar con el subconsciente. Sé que lo recomiendan para la salud cerebral. No puedo preocuparme, solo quiero sentir algo. No resisto más y duermo. Veo a la mujer, ya no está desnuda. Bueno, casi lo está. Solo que ahora porta unos collares y una corona de flores rosas. Es de noche y le han pintado la cara y el cuerpo con signos que no comprendo. Por el tamaño de su vientre, veo que un bebé nacerá pronto. La última vez que vi a una mujer en ese estado fue hace más de cuarenta años. Ella respira profundo y vuelve a deleitarme con su canto de mmm.  Le están dando a beber algo. Ella se asusta de nuevo y en medio del ritual llama a la mujer mayor:

—Madre, puedo ver de nuevo al hombre recostado en la burbuja. Él puede verme, no puede hablar. Algo lo mantiene en un sueño muy profundo, quiere asustarse, no lo logra.

—¿Qué está pasando? Tobby, investiga qué están induciendo los patrocinadores, por favor.

No puedo moverme, ni hablar, es verdad. A la mujer le preguntan si puede ver mi rostro:

—Es un hombre blanco, su ropa es abultada y le cubre todo el cuerpo. Su cabello es muy corto. Sus manos son grandes y suaves. Creo que este hombre no ha sido tocado por el sol en mucho tiempo.

—Oma Azul, hija. Parece que Pequeño Árbol está por nacer y te quiere decir algo.

—No sé. Se siente muy real. No parece venir de mí, ni de Pequeño Árbol. Siento el dolor y el miedo que este hombre no puede sentir con su piel.

La mujer llora. No logro ver más, porque Tobby nos despierta con un coffee crack a todos. Ahora es una dosis completa. Debe ser algo grave, pero estamos listos. Los gemelos han hecho unas piruetas cerca de mí. La Dra. Isaac ya se encuentra en su sitio leyendo los parámetros. Julien Mer no despierta, Tobby se encargará, nosotros ahora mismo no podemos. En automático, pido que hagan una valoración en voz alta del cero al diez. Todos han dicho tres al unísono. La cosa no pinta bien. El diagnóstico: un escudo y cuatro motores desaparecidos. Así, sin más, no están.

Quedan cinco meses para llegar a casa. La Frog 7 no resistirá. Gloria me informa que Julien se ha esfumado. Le digo que no puede ser, y pido a Tobby que lo busque. ¡No despierten a Berry! No necesita ver este momento. Ahora activo el protocolo de emergencias. Según Tobby, un compresor también se ha ido. Observamos juntos el mapa activo de la nave, y vemos que desaparecen ante nuestros ojos, los talleres de reparación y el área de ingeniería. Las pantallas son lo único que ilumina la cabina. Ordeno a Tobby que active nuestros trajes de exploración y que ponga a Berry en una cápsula móvil de rescate.

Sé que no hay mucho que podamos hacer, pero sigo el protocolo. Si los trajes nos conceden ocho horas, una nave de rescate podría recogernos y revivir nuestros cuerpos si no hay daño neuronal. Ahora los trajes se activan. El casco automático se sella y enseguida se empaña con nuestro aliento. Luchamos por conservar la vida y la misión. Conservo mi posición de capitán, hablándoles con autoridad como si eso sirviera de algo:

—Dra. Isaac, ¿diagnóstico? 

—¡Pareciera que caímos en un hoyo negro! Pero al mismo tiempo no…

Gloria desaparece ante nuestros ojos. Entro en pánico, no distingo entre mi adrenalina natural y la reacción aumentada del coffee crack. La nave atraviesa más turbulencia. Los gemelos me miran como dos niños perdidos:

—Capitán, ¿vamos a morir?

Von y Tan, tomados de las manos, desaparecen antes de que pueda contestarles algo. He quedado solo en la cabina de mando. Una de las alarmas de emergencia cede. Solo hay silencio. Siento el latir de mi corazón. El suelo a mis pies desaparece. El traje y yo flotamos en la nada.

—Tobby, ¿sigues ahí? Mi muerte es inminente, solo intenta enviar nuestra caja negra a la central.

Suena débil y una interferencia distorsiona su confirmación.

—Tobby, ¿qué ha sucedido? No identifiqué la amenaza.

—No la hay.

—Tobby, ¡estás desconfigurado! Vuelve en ti. Es una orden.

—No ha ocurrido nada. Estás cansado, mi capitán. Vuelve a dormir. Te espera un gran día.

Cierro los ojos. Veo el río azul. El andar de su agua es música. Cerca, alguien ha hecho fuego con madera. Sudor, sangre y lágrimas de alegría: nace Pequeño Árbol. Llora con buenos pulmones y lo acercan al pecho de Oma Azul, que ha dejado de soñarme.




Liliana López León (Mexicali, 1984). Es una escritora bajacaliforniana de narrativa y poesía radicada en Barcelona. Es doctora en Medios, Comunicación y Cultura por la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha publicado en la revista Pez Banana, en la Revista Espejo Humeante y en la Revista Sputnik ha colaborado con Un camiseta de los Coquette para GabiUn año sin la Carrà y fue entrevistada por Antonio León . Forma parte de la antología Letrinas del Cosmódromo (Agujero de Gusano, 2022). Ha publicado poemas en El Septentrión y en Especulativas. Obtuvo el Premio Estatal de Literatura 2022 de Baja California en la categoría Poesía con el libro Este vientre es un conejo de carbón (2023).

 

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