Mostrando las entradas con la etiqueta Especial. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Especial. Mostrar todas las entradas

Crónica de una Buba anunciada (en el Alicia)


Conrado Parraguirre

 

Pudo ser una tarde como cualquier otra, en la que el sol caía lentamente sobre el lomo pardo del horizonte, y yo pude haber seguido rascando un instrumento musical de seis cuerdas sobre mi músculo cervecero, de no ser por un mensaje que tornó el día en poco habitual.

Tras una breve comunicación, el maestro José Quintero me convocó a ayudarle con su puesto de venta para la presentación del 25 aniversario del libro Buba vol. 1, en el emblemático Multiforo Alicia. Acordamos vernos en un punto estratégico durante la tarde del día siguiente –9 de octubre del año en curso– para emprender el viaje a la CDMX. 

Al rededor de las 15 horas pasaron por mí a una gasolinera, cercana a un lugar conocido como “el puente de la junta”, de la ciudad de Puebla. Elvia, quien es gestora y directora del centro cultural Musa; José, quien es dibujante, poeta y psicovaguito; y su servidor, quien esto escribe; enfilamos hacia la gran ciudad. Durante el trayecto discurrieron temas, datos, anécdotas, y chismes varios, que mi distraída mente no se distraerá en replicar.

La ciudad fue amable y nos dejó fluir por sus calles y avenidas, sin que hubiera ningún atisbo de tráfico. Por lo que llegamos con muy buen tiempo para comer algo antes de que iniciara la presentación. El día estaba nublado y todavía lloviznaba un poco. Al bajar del vehículo una mujer reconoció a Quintero, se acerco con cierto entusiasmo y le preguntó algo sobre la hora del evento. Tras obtener su respuesta, nosotros fuimos a buscar dónde apaciguar el hambre. “Las Ramonas” fue el sitio cercano que se puso en el camino.

Para nuestra sorpresa dentro del lugar se encontraba Ricardo Peláez Goycochea (quien –junto con Eric Proaño “Frik”– fue invitado a los festejos de Buba). Los maestros se saludaron como dos viejos buenos eneamigos, y nos sentamos en una mesa contigua. Me di cuenta que ya no me encontraba en territorio poblano, porque tuve que pedir queso para mi quesadilla. Por cierto que en la portada del menú figuraban personajes mexicanos como Jaime Sabines, Dr. Atl, Amado Nervo y José Alfredo Jiménez. Más adelante me enteraría de la razón de esto.

Mientras intercalábamos la charla con el ñam ñam ñam y el glu glu glu, afuera pude notar a un par de seguidores de Quintero. A pesar de estar de espaldas a la calle, una de las personas reconoció la silueta del maestro; observé cómo sin disimular su emoción le comunicaba a su acompañante: “ahí está”, mientras señalaba en dirección de quien en ese momento le daba una mordida a su sope. La pareja no cometió la indiscreción de interrumpirlo y continuaron su marcha en dirección al Alicia.

Nosotros hicimos lo propio después de terminar de comer. Bajamos los sofisticados artículos de la Buba Chop y los acomodamos en unas mesas que generosamente nos facilitaron para tal propósito. Apenas me encontraba consultando sobre los precios de algunos stickers, cuando le dieron acceso a la gente. Una persona me pidió una playera, tomó unos libros, un pin, y me dijo: “¿cuánto es?”. Y en menos de lo que canta un gallito comix, Elvia y yo nos encontramos rodeados de seguidores de Buba. Unicamente escuchaba: “¿cuánto cuesta esto?”, “¿qué otras tallas tienes?”, “¿es el único modelo?”, “¿sí me haces mi cuenta?”, “¿cuánto te debo de esto?”, y cosas por el estilo. Por fortuna los fans de Buba son amables y pacientes. Incluso una chica, al ver como mis matemáticas empezaban a colapsar, me ayudó a hacer una cuenta.

Aunque la charla ya había iniciado, los minutos de intensidad en el puesto duraron aproximadamente media hora. Lamenté no poder atender a lo dicho en el evento, pero en mi calidad de personal de la Buba Chop tuve que darle prioridad a intereses más pecuniarios.

En la ronda de preguntas, hubo momentos entrañables, por ejemplo, cuando se anunció que entre la audiencia se encontraba Ricardo Camacho, quien también formó parte de la camada del icónico Taller del Perro (colectivo de autores de historieta mexicana independiente de finales del siglo XX). También hubo quien le obsequió al festejado, una figura impresa en 3D de Buba.

Al final de esta dinámica, los asistentes se levantaron a hacer fila para poder obtener un autógrafo. Logré ver como algunos y algunas de ellas salían satisfechos, con cierto júbilo en sus rostros, tras interactuar brevemente con el autor y conseguir un dibujo de Buba. Y pude reconocerme en aquellas expresiones de entusiasmo, pues años atrás yo también estuve en ese lugar, antes de que se torciera el camino y terminara en la condición actual de amigo/chalan/admirador.

Algo notable es que las generaciones lectoras de Buba se renuevan. Gente joven acoge al personaje con el mismo entusiasmo que sus lectores de hace 25 años. Lo cual es digno de admiración, pues Quintero no sale mucho a eventos, no se promociona demasiado en redes, y no obstante, el alcance de su obra crece de manera orgánica. Tal vez por esto su audiencia no es masiva, y sin embargo su personaje avanza, lento, pero con paso firme. Porque sus seguidores son fieles y le guardan aprecio.

De hecho tengo la hipótesis de que el libro “rosa” es el que más se ha prestado y nunca ha retornado a manos de sus propietarios; o ha sido regalado en algún arranque de pasión y desmesura; por lo que sus fans han adquirido el ejemplar más de una vez. 

Parafraseando a un bibliotecario argentino, “La Buba debe ser una de la formas de la felicidad, y no se puede obligar a nadie a ser feliz”, evidentemente no se obliga a nadie, pero hay algunos que se agandallan esa felicidad.

Otra cuestión que me pareció vislumbrar, mientras me encontraba ahí paradito atendiendo el puesto, fue que los lectores de Buba son atípicos. A su audiencia no necesariamente le interesa la literatura, ni la historieta; les interesa Buba, el personaje liminal que habita en el subconsciente de la memoria de sus seguidores, salpicando fatalismo humorístico, desamor vital y pesimismo alegre. O al menos eso supongo.

En el microcosmos universal de Buba, conviven las obsesiones de símbolos teológicos del autor, junto con las chabacanerías complejas del personaje. La religión, dios, los querubines, entre otros, son elementos presentes en varias de sus viñetas.

Esto último viene a colación por una casualidad. Resulta que el recinto donde ahora se alberga el Alicia, antes fue la capilla de unas monjas. Justo en el centro, en la parte superior del escenario, donde presumiblemente pudo estar un vitral de ábside, ahora se encuentra adornado con el gato del logo del foro, y un poco más abajo en el muro, la figura en relieve de un querube; mientras que a los costados unas cortinas negras cubren los espacios donde, sospecho, también hay vitrales. Por lo que bien podríamos enunciar que: “a cada capillita le llega su Bubita”.

Pero regreso a lo que estaba. Las preguntas terminaron poco después de las 20h, y la fila casi llegó a su final antes de las 23h. Por fortuna, ya casi no hubo nada que recoger, pues la mayoría de los libros y souvenirs se agotaron. Un par de seguidoras esperaron hasta el final, para que les firmasen sus libros, y como ya habíamos rebasado el horario de cierre del foro, el maestro sugirió ir a cenar, para ahí terminar su labor. Nos dirigimos a una taquería cercana, y en ese momento nos tocó hacer fila a nosotros para conseguir una mesa.

Una vez instalados, Quintero concluyó su maratónica jornada de repartir trazos a diestra y siniestra. Yo también iba a solicitarle un garabato, pero mejor pedí unos tacos. Durante la conversación de la cena, me enteré del motivo por el cual en el menú del restaurante “Las Ramonas”, aparecían aquellos artistas mexicanos. De acuerdo con el diseñador de la última edición de Flor de Adrenalina, varios de esos personajes vivieron por la zona, o frecuentaban alguna cantina del área. Quizás en el futuro, también agreguen a Buba en la portada de su carta, pensé.

Ligeramente después de la media noche, nos despedimos de quienes nos acompañaron hasta el final, y emprendimos el camino de regreso. Y bueno, como amigo/chalan/admirador del trabajo de Quintero, he de confesar que me sentí muy agradecido de poder ser parte de los festejos de Buba en su edición de 25 años. Como dice la vox populi: “y que cumpla muchos más”.

El futbol como religión apócrifa: rituales, supersticiones y santos inventados

Editorial | El Otro Mundial


El eco hacia 2026: la tribuna que viene

El Mundial de 2026 —que por primera vez será organizado por tres países: México, Estados Unidos y Canadá— no solo será el más grande de la historia, con 48 selecciones y 104 partidos, sino también el más cercano en geografía y cultura para millones de aficionados latinoamericanos. Para México, el torneo significa un regreso a casa tras las ediciones de 1970 y 1986; para Estados Unidos, la consolidación del “soccer” como espectáculo masivo; para Canadá, la oportunidad de presentarse ante el mundo como una nueva plaza futbolera. Pero para la afición, para la tribuna real —la que vibra, sufre, canta y sostiene a los equipos más allá de las estadísticas— el torneo abre un nuevo capítulo emocional.

En los estudios recientes sobre comportamiento de hinchadas se observa un fenómeno interesante: el sentimiento de pertenencia aumenta cuando un torneo global se celebra en territorio compartido o cercano, lo que genera un incremento en consumo cultural deportivo, búsqueda de contenidos especializados y participación en comunidades digitales. Según un estudio de Nielsen de 2024, el interés por el Mundial creció un 57% en México y más del 30% en Estados Unidos entre jóvenes de 18 a 34 años, un rango que cada vez más combina el estadio físico con la tribuna digital.

En ese contexto, las barras tradicionales se mezclan con nuevas formas de afición: grupos que viajan para vivir la experiencia completa, comunidades que se organizan desde la migración o la diáspora, y una audiencia enorme que vive el torneo desde pantallas múltiples. Eso significa que la emoción ya no se concentra únicamente en el estadio, sino en cada espacio donde un grupo de personas decide mirar, debatir y sentir el partido. La tribuna se expande y se vuelve más compleja, más híbrida.

Para 2026 se espera que más de 5 millones de aficionados internacionales viajen a Norteamérica —la cifra más alta registrada para una Copa del Mundo— y que el impacto económico total supere los 10 mil millones de dólares entre sedes, infraestructura y turismo. Pero lo más interesante no es la derrama: es el relato que se formará. Inmuebles como el Estadio Azteca, el SoFi Stadium o el BMO Field funcionarán como templos modernos en los que se cristalizará una narrativa compartida por tres culturas futboleras distintas, unidas por la misma pulsación: el deseo de pertenecer a algo más grande, aunque sea por 90 minutos.

El Mundial 2026 no solo será un espectáculo; será una prueba para medir cómo ha cambiado la afición latinoamericana, cómo se conecta la tribuna del barrio con la tribuna global, y cómo se construyen nuevas identidades deportivas en un continente que por fin comparte una sola cancha.

Abrimos esta sección porque el futbol no solo se juega: se cree.
Se canta, se reza, se adora.
Y la cultura —la música, la literatura, la pintura, la filosofía— ha encontrado en él un espejo fascinante.

Aquí inicia un recorrido por el lado cultural, emocional y a veces místico del juego más popular del mundo.


Un templo sin púlpito

El sociólogo francés Christian Bromberger, uno de los mayores estudiosos del futbol, definió los estadios como “los grandes teatros de la modernidad”. No exagera: en un partido convergen hasta 70 mil personas repitiendo gestos, ritos y cánticos que han sobrevivido por décadas. Solo en la temporada 2022–23, la Premier League reunió más de 15 millones de asistentes, una cifra comparable a festivales religiosos de escala nacional.

Las gradas funcionan como templos laicos donde la gente deposita fe, miedo, identidad. En México, el Estadio Azteca —con capacidad para 83 mil 264 espectadores— ha sido descrito por cronistas como “la catedral de los milagros improbables”. En Argentina, La Bombonera resuena con un movimiento sísmico medido más de una vez por sensores cercanos. Literalmente: la fe hace temblar la tierra.


La liturgia secreta de los hinchas

El manual de las supersticiones futboleras podría competir con el de cualquier religión ancestral.

Carlos Bilardo llevó la cábala al extremo:

  • obligó a su equipo a repetir rutas exactas rumbo al estadio,

  • prohibió pronunciar ciertas palabras (“cábala” incluida),

  • y en el Mundial 86 pidió que se mantuviera una botella de Coca-Cola vacía porque “traía suerte”.

No era un chiste: jugadores como Burruchaga y Ruggeri confirman que la botella terminó viajando con ellos varios partidos.

Pero la superstición traspasa fronteras:

  • Gigi Buffon admitió usar siempre la misma camisa térmica en torneos importantes.

  • El delantero español Fernando Torres comía siempre un plato de pasta con atún.

  • El brasileño Ronaldo Nazário se afeitó la cabeza dejando el famoso “casquito” antes de la final de 2002 porque “era lo único que podía controlar” entre tantas presiones y una lesión.

Y del lado de la afición, los patrones se repiten: el sillón "de la suerte", la playera que no puede lavarse, el ritual de cerveza por gol, la postura exacta en los penales. Un estudio de la Universidad de Colonia registró que el 63% de los hinchas europeos admite tener al menos un ritual supersticioso relacionado con el futbol.



Santos que no pasaron por el Vaticano

Si una religión necesita iconos, el futbol los tiene en abundancia.

La Iglesia Maradoniana, fundada en Rosario en 1998, cuenta con más de 350 mil seguidores en todo el mundo. Sus “mandamientos” incluyen frases como: “No serás cabeza de termo y no le preguntes a Diego lo que hizo con su vida; mira lo que hizo con la tuya”.
Celebran navidad el 30 de octubre (nacimiento de Maradona). No es parodia: es devoción (en México hay una capilla en Cholula, Puebla).

Messi, sin quererlo, también se ha convertido en un santo laico. En 2021, el artista Maximiliano Bagnasco terminó un mural de 12 metros en Buenos Aires donde el capitán aparece con aureola dorada. En Barcelona, otro mural de Lionel —con estética bizantina— se volvió punto de peregrinación turística.

En México, basta caminar por Tepito, Iztapalapa o Nezahualcóyotl para ver altares mixtos: virgencitas acompañadas de estampas de Cuauhtémoc Blanco o algún otro ídolo americanista. No hay ironía: hay cariño espiritual.



Coros que son oraciones, cánticos como mantras

La FIFA estima que durante el Mundial de 2014 se cantaron más de 200 mil cánticos distintos en las 64 sedes. Pero los que perduran son menos: los himnos de tribuna funcionan como rezos colectivos.

En Argentina, “El que no salta es un inglés” existe desde los años 80. En Brasil, el “Eu sou brasileiro, com muito orgulho, com muito amor” se documenta desde los 70. En Chile, “Chi-chi-chi, le-le-le” se remonta a la Copa del Mundo de 1962.

Son frases simples, pero cuando se repiten por decenas de miles, liberan una potencia emocional comparable a un mantra religioso. El psicólogo deportivo Daniel Wann lo estudió: cantar en grupo reduce la ansiedad y eleva los niveles de oxitocina, la hormona del vínculo.

Por eso un estadio no solo suena: sana.


El estadio como laboratorio de emociones

El estadio concentra emociones en bruto. La final del Mundial 2022 entre Argentina y Francia fue vista por más de 1,500 millones de personas: casi una quinta parte del planeta unida por un mismo pulso emocional.

El antropólogo británico Desmond Morris analizó al hincha como “el último miembro de una tribu premoderna”: alguien que necesita rituales para lidiar con un mundo incierto. Por eso las cábalas, las promesas, las prendas sagradas. El futbol no es un deporte racional: es un sistema emocional.



¿Por qué creemos?

Una estadística explica mucho: solo 2.6% de los partidos en grandes ligas terminan 0-0 (no aplica España).
Casi cualquier cosa puede pasar en noventa minutos.
Un gol en el segundo 90+8 puede cambiar historias, fortunas, memorias familiares.

Ese margen mínimo entre lo previsible y lo imposible es el espacio donde nacen las supersticiones. Sin caos, no habría fe.


La fe que se comparte

Un estudio del MIT detectó que en un estadio, cuando una multitud salta al unísono, el movimiento puede igualar el equivalente a un temblor de 1.5 grados.
Es casi literal: la fe futbolera se mueve.

Lo que sucede cuando un gol se grita no es solo ruido: es sincronía. Un instante donde miles de personas respiran al mismo tiempo, un breve acuerdo colectivo que en la vida cotidiana es prácticamente imposible.

Ese es el verdadero milagro del futbol.

Ummagumma: 14 años siendo el refugio de los solitarios


Por Jonatan Frías |


Durante 14 años el Ummagumma ha sido para mí algo más que el lugar de los encuentros: ha sido refugio, ha sido referencia: ha sido identidad. No voy ahí porque sea el lugar de moda o en el que sirvan los mejores tragos, voy ahí porque lo siento mío, al igual que lo hacen todos los demás que de tanto vernos las caras hemos terminado por conocernos por nombre. Vamos a refugiarnos de las vanguardias y de las modas; vamos a sentarnos a ver cómo abren y cierran lugares mientras este rincón de fachada verde permanece.

Hemos envejecido con él, porque aquellas primeras personas que empezamos a ir desde aquel diciembre de 2010, celebrando que por fin teníamos un lugar en donde escuchar a The Cure, a Bowie, a Bauhaus, a Joy Division, a Depeche Mode, seguimos siendo las mismas personas que estamos ahí. También nosotros nos caemos a pedazos y también a nosotros nos hace falta una modesta restauración. Algo no ha cambiado: el gusto que tenemos por la música todos los que vamos. Serían incontables las veces en que, ya puestos a discutir sobre algún disco, se juntaron más de dos mesas de perfectos desconocidos para determinar de una buena vez y para siempre, quién tenía la razón.

Lejos quedan ya los jueves en que iba yo a sentarme a programar durante algo más de dos horas la misma música que sigo poniendo en mi casa: Radiohead, Sonic Youth, Patti Smith. Llegaba con Vico a la misma mesa donde siempre lo encontramos y pedía una cerveza y un mezcal, conectaba mi vieja computadora azul y nos poníamos a indagar en la memoria no sólo las viejas canciones, si no las distintas versiones que podíamos encontrar de cada una de ellas. Esa historia duró poco más de un año, pues los caminos me llevaron a mudarme a otra ciudad en la que en vano agoté los lugares buscando encontrar un espacio que remplazara al Ummagumma. Eso evidentemente nunca ocurrió.

Regresé y aunque podía pasar temporadas muy largas sin poner un solo pie ahí, algo de paz se respiraba en el ambiente con sólo saber que el Ummagumma seguía en pie y que era cosa de un día cualquiera pasarse por Carranza para poder escuchar, como siempre, las mejores propuestas de música; porque si algo distingue a este lugar en el que la Música es identidad, es que nunca ha traicionado su visión de descubrir, apoyar y promover proyectos de altísima calidad. No son pocas las bandas que hoy dominan la escena indie y alternativa del país que hicieron algunas de sus primeras presentaciones ahí.

Por eso es algo más que el lugar de los encuentros, el refugio de los solitarios, la elección de los que aman la música, la opción incuestionable de los que quieren descubrir nuevas propuestas, el búnker de la resistencia. El Ummagumma cumple 14 años y los que hemos estado ahí desde el inicio, los que hemos sido testigos de sus distintas etapas, sabemos plenamente todo lo que nosotros le debemos. Larga vida al Ummagumma.

Pequeña historia sangrienta: un repaso al cine de terror/horror/gore



Jorge Tadeo Vargas |
 

Nota aclaratoria: en este texto se usa la palabra “gore” más como un concepto en el que se engloban todas aquellas películas de violencia explícita, sangre, desmembramientos que podemos ver en algunas películas de los géneros o subgéneros como el slasher, el folk horror, terror y por supuesto algunas que son representativas del gore.

 

Los Inicios

A principios de los años 40, en los Estados Unidos, las grandes compañías cinematográficas formaron, lo que se conoció como el “Studio System”, que fue el método con el que controlaban todos los aspectos del cine; desde la producción, distribución, hasta la exhibición. Con esto mantenían un absoluto y total control dentro de la industria, ahogando a la ya de por sí pobre industria independiente.  

Este monopolio continuó hasta finales de la década de los 40, cuando la Suprema Corte declaró que los estudios, estaban realizando prácticas monopólicas, forzándolos a renunciar al control de los cines. Con esta nueva resolución por parte del gobierno, los grandes estudios se ven en la necesidad de cambiar su estrategia, abandonando las producciones de serie B, dedicándose únicamente a las grandes producciones.

De esa manera abrieron las posibilidades a que productores independientes pudieran manejar temas que la censura de los grandes estudios no se atrevía a tocar, y es así como en 1963, la pareja de productor y director respectivamente David F. Friedman y Gordon Lewis crean Blood Feast, una alucinante historia llena de sangre y desnudos, causando conmoción en la audiencia no acostumbrada a ver tanta sangre en la pantalla. Pero no fue sino hasta 1964, cuando esta misma pareja estrena una versión de un musical de Broadway, que bautizan con el nombre de 2000 Maniacs, que es cuando el gore queda estipulado como género cinematográfico, capaz de vender e interesar a la gente llevando a la saturación del mismo, convirtiendo al cine gore, en una fórmula para vender y no como un medio de expresión fuera de la industria.


El Renacimiento

En 1968 con el medio saturado de películas que utilizaban la sangre como un fin más que como un medio, surge un joven director que utiliza el gore como una herramienta para la crítica social, el cual abre las puertas a una nueva generación de realizadores más comprometidos que vuelven a llevar al género al movimiento independiente y como contestación a las grandes producciones de Hollywood.

Este nuevo director que reinventó el gore o lo llevó hacia otros géneros como es el caso del subgénero zombie fue George A. Romero que con su Nigth of the Living Dead, mostró una sociedad idiotizada y alienada. Con un claro ataque a la guerra de Vietnam y la discriminación racial, Romero dio un punto de vista oscuro y desesperanzador para la sociedad en general, y así les dio paso a directores como John Waters, que con Multiple Maniacs, mostró el mismo punto de vista depresivo de Romero.

Aunque el gore sufrió una metamorfosis con las películas de Romero y Waters, —dejando implícita la sangre y la violencia—, no fue sino hasta 1974 cuando Tobe Hooper redefinió el camino que tomaría el género en los últimos años. Mezclando la violencia excesiva y los litros de sangre con la crítica social.                      

Considerada por la crítica especializada como la mejor película gore de todos los tiempos, The Texas Chainsaw Massacre, muestra una visión caótica y enfermiza de la familia modelo americana, tomando como punto de partida, la vida del serial killer Ed Gein, y retratando de una forma casi perfecta la vida burguesa y alineada de los EEUU. A pesar de que Romero hasta su muerte y Hooper suavizaron un poco su cine, ninguno de los dos ha logrado superar sus óperas primas, sin embargo, ellos dieron pauta para que el gore sirviera a los jóvenes para expresar sus desencantos con la sociedad en la que viven y/o la parte más oscura de esta.

A raíz de esta “nueva actitud” dentro del gore, sirvió para que artistas de otras corrientes mostraran interés de expresarse con esta fórmula. Andy Warhol filma en 1973 Blood for Drácula y Flesh for Frankenstein, dándole al gore cierto aire de cine de autor y permitiendo la llegada de directores noveles que, con sus óperas primas, se volvieron de culto; de esta manera el neoyorquino Abel Ferrara filma El Asesino del Taladro.

El estadounidense y canadiense respectivamente David Lynch y David Cronenberg, nos presentan Eraserhead y Shivers. El italiano Darío Argento que con su filme Suspiria coquetea con esta clase de cine sin mucho éxito y regresa a su forma convencional dándonos grandes películas de terror.

Cabe señalar que, aunque el “gore de autor” no fue una corriente de mucho éxito y sus creadores no se mantuvieron, de vez en cuando podemos disfrutar pinceladas de sangre y violencia en sus filmes, recordándonos lo que son capaces de hacer.


Los 80’s la decadencia y cumbre del género

Para principios de la década de los 80’s, el cine gore, decayó, en cuanto a calidad y forma, volviéndose un género (slasher) para adolescentes, con películas como Halloween de John Carpenter que con el tiempo, se volvería uno de los pocos directores de esta corriente capaz de sobresalir, Zombie de George Romero que intenta volver a sus grandes glorias sin conseguirlo, Friday the 13th, que comienza con las grandes sagas donde lo que importa es la película y no el realizador y Nigthmare on the Elm Street de Wes Craven que ya había mostrado su capacidad a principios de los 70’s con The Last House on the Left. Con Nigthmare on the Elm Street intenta crear un nuevo estilo manejando sangre, terror y humor sin conseguir quitarse la etiqueta que a la larga sería llamada Teenage Horror Movie, es decir filmes que solo servían para mostrar desnudos y sangre como en sus inicios, llevando esta vez a los grandes estudios a participar de la tajada que estaban dejando y poniendo las grandes producciones a la par del cine gore ( Friday the 13th se encuentra en la lista de las 15 películas más taquilleras, junto al The Exorcist y Jaws, dos películas de estudio que juegan con el gore para asustar a un público poco conocedor del género).


A la par de este estancamiento, surge un joven de 18 años que, con un presupuesto menor al sueldo de cualquier camarógrafo de Hollywood, fue quien revolucionaría el género cuando junto a su hermano y un grupo de amigos filma Evil Dead, filme que maneja el humor y la sangre por partes iguales, causando al espectador cierta angustia, en los momentos más ridículos y extravagantes.

Este joven de nombre Sam Raimi se convertiría como ya le había pasado en la década anterior a Tobe Hooper en el ejemplo a seguir dentro de la industria y permitiendo a una nueva generación de directores expresar su arte con poco dinero, mucha imaginación, violencia, humor y sangre.

A la par del gore americano, resurge en Italia el Mondo o Cinè Veritè, que mostraba el lado más extremo del género y cintas como Snuff de Michel y Roberta Findlay y Mondo Caníbal y/o Holocausto Caníbal, de R. Deodato, hicieron temblar a la audiencia, asegurando que las escenas eran reales, un subgénero que duró poco y que aún se mantiene con un puñado de fans, y el cual merece un artículo aparte por la patología del mismo.

En América nacen dos parejas, que aun a la fecha siguen siendo los amos y señores del género. Nos referimos a los creadores de la saga de Maniac Cop y Re-Animator, filmes hechos por Larry Cohen y William Lusting la primera, y Brian Yuzna y Stuart Gordon la segunda.

A pesar de la calidad y la influencia de Raimi en sus películas, amén de que Re-Animator y Maniac Cop, son dos películas de culto, no fue hasta 1987 cuando un australiano consiguió, lo que Raimi quiso plasmar en Evil Dead (consiguiéndolo en las dos secuelas de ésta), que es el humor como principal ingrediente del género y la sangre y la violencia como sátira del mismo.

Este australiano de nombre Peter Jackson redescubrió el gore con la magnífica cinta Bad Taste (curiosamente este filme fue grabado de la misma manera que Raimi lo hizo con el suyo, con poco dinero y con la ayuda de sus amigos, recibiendo ambas una gran acogida en el Festival de Cannes, cada una en su tiempo) y refirmándolo con su obra cumbre dentro del género Braindead.

Este género después de Peter Jackson no volvió a ser el mismo y mantuvo una línea por mucho tiempo, manejándose en la industria independiente y volviéndose tan underground, que sus fans son vistos como bichos raros por otros cinéfilos.


El fin de una Era

Para la década de los noventa el género se volvió poco comercial como tal, pero muy comercial como fórmula y directores que de cierta manera provenían de él o crecieron con él, lo vendieron a Hollywood como una fórmula nueva, maquillado de películas novedosas; podemos ver a Quentin Tarantino, Robert Rodríguez y hasta el mismo Steven Spielberg, utilizarlo para atraer jóvenes y de esta manera subsistir en el viciado y poco original medio de las grandes producciones.

El Slasher o el Teenage Horror Movie tuvo su revival con sagas como Scream –que se mantiene a la fecha- y Final Destination, entre otras que utilizaron la fórmula para lograr éxito masivo.


Siglo XXI: la corrección política, el cine de arte, la presunción y el intento de regresar a sus raíces

El cine de terror/horror/gore de finales de la primera década del siglo XXI sufrió de un intento de la industria de venderlo más allá de los fans más aferrados, sin embargo esto no resultó como se esperaba hasta años recientes cuando de la mano de la productora A24, se intentó venderlo como “cine de arte” y comenzó a crear todo un mercado, que tomando ciertos elementos del cine de terror/horror/gore, se ha logrado posicionar con una nueva generación de espectadores. Aunado a esto, con la corrección política y la nostalgia como estandarte, sagas que surgieron en la década de los setentas y ochentas como Halloween y Child’s Play entre otras, tienen su segundo aire, por llamarlo de alguna forma, pero desde una idea políticamente correcta, donde la violencia sin sentido y la sangre, han desaparecido para darle entrada a otra forma de ver este subgénero.

Sim embargo el terror, el horror, el gore se han destacado por reinventarse cada vez que caen en las garras de lo establecido, esta corriente cinematográfica siempre ha logrado tomar un camino diferente cada vez que Hollywood encuentra su fórmula. Hoy de cierta forma el subgénero más allá de una fórmula comercial, ha regresado a donde pertenece, por lo que es fácil encontrar cine que cumpla con los estándares, logrando sobrevivir y aunque películas como Terrifier y Thanksgiving lograron el éxito comercial, son claramente una pequeña parte de lo que se mantiene alejado del mainstream.



Desde el (auto) exilio en los bosques de Klatch City
Jorge Tadeo Vargas: sobreviviente de Ankh-Morpork, activista, escritor, traductor, anarquista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena.
Desde hace años construye una caja de herramientas para sobrevivir.
A veces viaja a Mundodisco

Alexander Payne: el significado de un pesimismo humanista



Jorge Tadeo Vargas | 


 “Considero que el mundo es un lugar amargo y complicado. Y éste parece sentir lo mismo por mí. Creo que tú y yo tenemos eso en común”.

Paul Hunham, The Holdovers

 


Denis Villeneuve, en una ocasión mientras lo entrevistaban para hablar sobre su cine, declaro que, para él, el cine eran más imágenes que diálogos, que deseaba hacer una película sin un solo diálogo. Un enorme reto, pensando que la humanidad ha ido evolucionando a la par de los descubrimientos tecnológicos y el habla, o los idiomas, como se quiera ver, pero dialogar entre individuos y sociedades es lo que ha permitido mucho de los avances civilizatorios. Lo que propone Villeneuve es arriesgado, aunque se lee interesante pensar en una historia contada solo por imágenes.

Por otro lado, sin decirlo o hacer declaraciones Alexander Payne es parte de una generación de directores que antecede el diálogo a las imágenes, o al menos van de la mano creando historias ordinarias con un tratamiento que puede parecer común y corriente, pero que esconde mucho más de lo que dice.

Payne, nacido en Omaha, Nebraska en 1961, creció viendo cine, pero como muchos otros de sus contemporáneos, su aprendizaje no solo se centraba en lo que vio en las pantallas de un cinema, sino también en la televisión, que para muchos niños de la década de los sesenta y después de ellos ha sido parte de su educación.

Es así como va moldeando su forma de ver el arte de contar historias por medio de imágenes en movimiento y al igual que muchos cineastas de su generación fueron formándose fuera de la industria, aunque lo suficientemente cerca para poder acceder al presupuesto de los grandes estudios, sin comprometer su independencia.

Una generación de directores/guionistas que buscan contar historias de las personas comunes, desde una vida ordinaria, sobreviviendo sin pensarlo mucho, aceptando las adversidades y viviendo con ellas. De eso tratan sus películas y con excepción de The Descendants (2011) es fácil sentirse identificado con sus personajes.

A pesar de que la trayectoria como director de Payne inició en 1985 con el cortometraje “Carmen”, su filmografía no es muy amplia, no es un director que se quiera pasar la vida entre producciones, al contrario, se toma su tiempo, decide tranquilamente cuál será su próximo proyecto y lo lleva a cabo. De 1996 a la fecha ha dirigido y coescrito junto a Jim Taylor ocho películas, entre cada una de ellas al menos se ha tomado dos años. No es pues un director de prisas y eso se traduce en que cada una de sus películas tiene una historia importante que contar.

Después de “Carmen” cortometraje que escribió y dirigió aun siendo estudiante de en la Universidad de California, se tomo diez años para su ópera prima; con “Citizen Ruth” (1996) Payne lleva a debate el tema del aborto, y lo hace desde una transgresión aun mayor, pues la protagonista es una sin hogar, la cual se convierte en el centro de la discusión de republicanos y demócratas sobre el derecho abortar. Con una crítica a la sociedad estadounidense, influenciable por los medios de comunicación, Payne ya comenzaba a dibujar ese humanismo pesimista de todo su trabajo posterior. En esta su primer película, ya comenzaba a dibujar ese cuidado que tiene a la hora de perfilar a sus personajes, la sátira como la forma de enfrentar la critica social, si bien es claro que aún la faltaba madurez, es una película que vale la pena rescatar en estos tiempos de polarización sin sentido.

Tomándose el tiempo más corto que se ha tomado entre una película y otra, para 1999, dirige y adapta “Election”, una de las mejores críticas al sistema electoral y su forma de manipulación por parte de quienes participan en el desde arriba.

Basada en la novela de Tom Perrota, cuenta la historia de una adolescente en preparatoria, que quiere ser elegida presidenta de la clase y está dispuesta hacer lo necesario para conseguirlo, como seducir a su profesor, acusarlo de acoso sexual, destruirlo a él y a quien se interponga e incluso cometer fraude para lograr lo que quiere. La estupenda adaptación de la novela y la dirección de Payne que había madurado bastante a la hora de armar la historia, permiten que tanto Reese Whiterspoon y Matthew Broderick sobresalgan en sus papeles protagonistas.

Aquí el papel de Broderick ya comienza a perfilarse como uno de esos personajes fracasados, sin suerte tan comunes en el cine de Payne. Con “Election” tuvo su primera nominación al Oscar como mejor guion adaptado, permitiéndole afianzarse en el círculo de directores que se mantenían en el borde de Hollywood y la industria independiente. Algo similar a Richard Linklater.

Para 2004, ya afianzado como un director en acenso, dirige “About Schmidt” donde cuenta con Jack Nicholson en el último papel importante de su carrera. La historia se centra en un jubilado que se encuentra entre muchas decisiones a tomar, entre secretos que la saltan a la vista y la decisión de impedir que su hija se case. Con “About Schmidt” Payne muestra otra de sus filias a la hora de contar historias: las road movies y ese encanto de tomar carretera por el simple hecho de hacerlo. Cualquier pretexto es bueno.

También aparece esa fijación por el drama familiar, esa obstinación por seguir juntos, a pesar de no soportarse entre sí. En lo personal de esa película guardo recuerdos desagradables a la hora de la comida, que era justo cuando el drama familiar explotaba, así que, entre gritos y desmanes, los protagonistas van metiéndose comida a la boca, un recurso que le da un toque desagradable a la trama, en el buen sentido. Tuvo dos nominaciones al Oscar. Payne se estaba convirtiendo en un frecuente de la academia, aunque no ganara nada, era un reconocimiento.

Dos años después presenta “Sideways”. Adaptada de la novela de Rex Pickett, cuenta la historia de dos amigos que deciden hacer un recorrido por el valle vinícola de Santa Ynez a modo de despedida de soltero. Un viaje que termina siendo un descubrimiento para los dos, especialmente para uno de ellos que va cargando con un enorme saco de culpas de su pasado.

De nuevo están presentes las filias y fobias de Payne, los miedos que expresan sus personajes en una espiral de autodestrucción que termina con ese sentimiento pesimista esperanzador tan característico de las películas de este cineasta. También aquí inicia una relación de trabajo con Paul Giamatti, con quien ha hecho ya algunas de sus pocas películas como protagonista. Con cinco nominaciones al Oscar, se lleva la de mejor guion adaptado, de nuevo junto con Jim Taylor, su escritor de cabecera y con quien más seguro se siente a la hora de contar sus historias, que se llegan a sentir en momentos muy personales. Su filia con los profesores es una constante, por decir lo menos.

Siete años se toma para regresar a presentar una nueva película, The Descendants (2011), que  adaptó de la novela de Kaui Hart Hemmings y en la cual a pesar de que están presentes muchas de sus fobias, especialmente aquellas relacionadas con la familia, se sale un poco de su estilo de historia -no de contarla, ese sigue siendo su estilo y formato- donde nos habla del duelo de una familia con un ser querido en coma, cómo se vive, cómo puede destruirlos e incluso el desapego al no relacionar el coma con la muerte. Al final el cuerpo sigue presente, funcionando con máquinas, la esperanza se mantiene.

Una de sus películas más exitosas tanto en la taquilla como en la crítica, pero que en lo personal es la que menos me gusta. De cierta forma, me parece que es la que menos refleja, lo que Payne ha venido dejando en cada una de sus historias, mucho mas cercanas a la clase trabajadora y como van sobreviviendo a pesar de ellos. Pero esto es una opinión, por lo cual tampoco refleja la importancia del cine de Payne y sus historias.

En 2013 llega la que considero es su mejor película. Nebraska es un tratado a la vejez y la forma en que la enfrentamos, tanto los viejos como quienes nos toca acompañarlos. Una de sus películas más emotivas, con la que retoma el road movie para contarnos la historia, el rencuentro de un hijo con su padre. Un camino que va más allá de ir a recoger un premio falso, sino la necesidad de un viejo de ser tomado en cuenta.

Nebraska es un ensayo cinematográfico como pocos al momento de hablar de una etapa de la vida donde se pasa a ser un mueble, un elemento más, y como los viejos luchan por ser más que eso, continuar siendo humanos.

Todo cineasta tiene una obra en su filmografía que lo define, que lo hace ser quien es, Nebraska es justo eso para Alexander Payne, la película que mejor define lo que le interesa contarnos, lo que él quiere que sepamos sobre la vida. Será una obra difícil de superar si es que lo logra hacer.

Después de Nebraska, Payne apuesta con “Downsizing” (2017), una de sus películas más arriesgadas y con la cual se sale de su estilo narrativo para experimentar en la ciencia ficción. Como una crítica a las absurdas soluciones a la crisis socio-ambiental, Payne narra la historia de una pareja que entra a un proyecto para ser miniaturizados y vivir en una ciudad diminuta como una prueba piloto, y así contrarrestar la crisis ecológica que vivimos. De ahí es que se van desarrollando los conflictos que esto genera previo a ser miniaturizados y después de que lo hacen. No es la mejor película de este director y como experimento se quedó a medias, sin embargo, era/fue un proyecto que tanto Payne como Taylor estuvieron desarrollando por décadas.

Seis años después regresa con “The Holdovers”, otra road movie que hace un análisis a muchos momentos entre personas con distintas personalidades, que de cierta forma se reunen alrededor -de nuevo- de un profesor con una personalidad de esas que le gusta perfilar a Payne; pesimistas, gruñones, sin sentido del humor.

Esta es la primer película en la que el director no participa como guionista, ni tampoco tiene a su compañero Jim Taylor. El guion corrió a cargo de David Hemingson. The Holdovers, es una de las películas más maduras de Payne, se le nota el crecimiento como director.

Si pensáramos en el cine de Payne en cuestión de música, tanto sus historias, su forma de narrar, podríamos compararlo con Damien Jurado -quien participa en el soundtrack de The Holdovers-: personajes que luchan contra sus miedos, sus fracasos, sus propias personalidades, sus demonios más cercanos, justo ahí radica la calidad de su cine, en llevarnos por caminos que nos resultan familiares, al punto del temor.

Tras tres décadas filmando historias que evocan la sensibilidad del cine de la década de los sesenta, una forma de hacer cine, de contar historias que parece estar en extinción.


Desde el (auto) exilio en los bosques Klatch City

Jorge Tadeo Vargas: sobreviviente de Ankh-Morpork, activista, escritor, traductor, anarquista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena.
Desde hace años construye una caja de herramientas para sobrevivir.
A veces viaja a Mundodisco

"La Bonita" Sánchez, de superviviente de acoso a la defensa del título mundial



Especial | Jaime López |


Gabriela Sánchez, mejor conocida como "La Bonita" Sánchez en el ámbito boxístico, reconoce que nunca se imaginó estar defendiendo un título mundial en el cuadrilátero a 14 años de arrancar su trayectoria.

Desde el parque nacional La Malinche, rememora con representantes de la prensa los logros y aprendizaje que ha obtenido desde que su progenitor decidió inscribirla a un gimnasio para defenderse de cualquier tipo de agresión.

Ello luego de ser víctima de acoso, tanto en su paso por la secundaria como en parte de su estancia en el bachillerato.

Con una sencillez a flor de piel, que se percibe en su trato tanto a los medios de comunicación como a la gente que la rodea, "La Bonita" Sánchez se dice lista para enfrentar a su retadora, Valeria "La Pequeña" Pérez.

"Estoy súper enfocada en lo que es lo principal, que es la pelea, para el 30 de marzo llegar al cien y defender lo que es mío, lo que me ha costado mucho tiempo, mucho esfuerzo, y sé que vamos a salir, de la mano de Dios, con la mano en alto", apuntó.

En entrevista para Revista Sputnik, explicó que eligió el parque de La Malinche como su centro de preparación, porque no hay señal de internet y eso la ayuda a mantenerse alejada de cualquiera distractor virtual.

Abundó que el sitio referido se encuentra a más de cuatro mil metros de altura, lo que le ayuda a tener una mejor respiración de cara a su enfrentamiento.

La deportista poblana también relató que, un día antes de subir al ring, lleva a cabo el pesaje marcado por el reglamento oficial y, posteriormente, trata de relajar su mente.

Admitió que le gusta ser un ejemplo de motivación para las nuevas generaciones, en especial, para las infancias, pues señala su interés porque sepan que todo es posible con esfuerzo y dedicación.

"Me gusta ir a dar pláticas y decirle a los niños, a las niñas, que todo lo que ellos creen que pueden hacer es posible y que, apesar de pasar una situación difícil, eso no nos detiene, podemos seguir adelante", sostuvo.

Aunque no se jacta de ser un referente del feminismo, señaló abiertamente la desigualdad salarial que existe en el ámbito deportivo entre mujeres y hombres.

"Siendo retadora a un título mundial, a nosotras no nos dan ni siquiera la mitad de lo que ellos ganan", dijo.

La pelea de Gaby "La Bonita" Sánchez tendrá lugar en el gimnasio Miguel Hidalgo alrededor de las 21 horas. Previamente, habrá otros enfrentamientos locales, que incluye el debut de dos promesas boxísticas.

Spike Lee: cine, violencia racial y orgullo afroamericano



Jorge Tadeo Vargas |


“El arte tiene el poder de provocar cambios sociales”

Spike Lee
 

En mis años de preparatoria, fue cuando me inicié en el activismo; lo hice de la mano del anarquismo y su relación con el movimiento/escena punk que tuvo en la década de los noventa su momento más intenso y activo. Fue una década coyuntural para los movimientos sociales, se gestó el movimiento por la justicia global y todo el altermundismo que se traducía en aquella idea de “otro mundo es posible”. Desde ahí fue que me involucré en distintas movidas, siempre desde el anarcopunk.

Como todo lo que pasaba dentro de ese movimiento, mis inicios fueron bastante dogmáticos y rechazaba todo lo que no fuera anarquismo, con la música hacia ciertas excepciones, lo cual me permitió explorar otras ideas y formas de pensar, especialmente lo relacionado con el rap y fue así que conocí a los Black Panthers y su idea política más cercana al marxismo, y con Eldridge Cleaver me di cuenta que las ideas cuando se llevan a la acción no pueden caer en dogmas o actos de fe, sino al cuestionamiento y la autocrítica.

En esos años mi gusto por el cine se iba desarrollando; así que gracias a mi acercamiento a la cultura afroamericana conocí a Spike Lee, que si bien no fue con el que aprendí la ecuación cine + activismo, si fue quien me enseñó que la cultura pop es un medio muy interesante y efectivo para hacer propaganda social y no solo de mercado.

La primera película que vi de Spike Lee fue “Jungle Fever” (1990) con la que este director intenta darles una vuelta a las comedias románticas que a inicios de esa década comenzaban a ponerse de moda; desde la idea del romance, Lee decide hablar de racismo, de violencia, de ciudades dividas por formas de pensar, de actuar, donde el amor no todo lo puede, al contrario, es la razón por la que todo se va al carajo. Una película repleta de carga sexual, de dogmas religiosos que prefieren exiliar a los hijos e hijas que reconocer lo que esta mal. En la subtrama de esta película se hace una denuncia a la entrada del crack a las comunidades afroamericanas como método de control.

Aunque “Jungle Fever” recibió duras criticas por parte de la comunidad italoamericana, ofendidas por el supuesto cliché violento y racista en que los convierte Spike Lee, el director se defendió argumentando que el guion se basó en la historia de un afroamericano asesinado por salir con una chica del área italiana del barrio de Bensonhurst en la ciudad de Nueva York, por lo que no estaba haciendo nada más que contar una historia lamentablemente muy normalizada en esa ciudad y en esos barrios.

Después del golpe de realidad que significo “Jungle Fever” busqué algunas de sus primeras películas. Era común que estos filmes no estuvieran exhibidos en los videoclubs de mi pequeña ciudad norteña, así que gracias a la buena voluntad de mis amigos de la capital del país, pude ver -y aumentar mi videoteca- “Mo' Better Blues” (1990) donde entendí la intensidad con la que la comunidad afroamericana vive la música y la importancia que tiene para ellos; también descubrí que para Spike Lee, la música es una parte esencial de su filmografía -Jungle Fever tiene una banda sonora compuesta por Stevie Wonder por citar un ejemplo-. También vi su ópera prima “She's Gotta Have It” (1986) una película adelantada a su tiempo, mostrando a una mujer que tiene el control de su vida, principalmente en el tema sexual, donde ella decide vivirlo a plenitud sin importarle nada más.


Con “She's Gotta Have It”, Lee tomó por asalto una industria que no estaba preparada para un cineasta como él: contestatario, confrontativo, irreverente y con una fuerte declaración de principios. Además sorprendió a la industria con su propia productora a la que le dio un nombre muy provocativo: “40 Acres and a Mule Filmworks”.

Si tomamos en cuenta que el nombre de su productora hace sugerencia a lo que era entregado a los esclavos cuando terminó la esclavitud como compensación, no deja de ser una transgresión a la industria de Hollywood.

La cuarta película que vi fue justamente la que lo llevó a la popularidad que mantiene hasta hoy. “Do The Right Thing” (1989). Un filme que es propaganda pura de esa urbanidad racista en la que se mueven muchos de los barrios estadounidenses, mostrando un día en esos lugares, un día de los más calurosos y como en un solo momento todo puede terminar con un caos y un asesinato a manos de la policía. “Do The Right Thing” muestra un barrio dividido entre ítalo y afroamericanos que conviven en una tensión diaria, pero que por una circunstancia muy simple, esa tensión puede ceder y dar pie a mucha violencia. Aquí Lee hace ya una crítica directa al actuar de la policía y aunque para muchos, esta puede ser una forma de invitar a la violencia y a los disturbios, para el director era una forma de mostrar lo que se vive día a día en cualquier barrio, de cualquier ciudad de los Estados Unidos. Habrá que recordar que esto fue muchos años antes del “Black Lives Matter” y que la polémica que se dio en torno a la película fue mucho más perjudicial que benéfica, al menos en esos años.

Para 1992 llega su primera película por encargo. Le piden que tome el lugar de Norman Jewison en la dirección, lo cual hace no sin antes cambiar la dirección de la historia, hacer una revisión aún más a profundidad de las ideas políticas y religiosas de Malcolm X y pasando de las teorías conspirativas a la realidad del asesinato del líder político. Esto le causó muchos problemas a Lee en todo el rodaje, pero al final, se tradujo en su primera película masiva, con éxito en la taquilla y en los premios, siendo la primera nominación de Denzel Washington al Oscar.

La década de los noventa ha sido la época más prolífica de Spike Lee, que, aprovechando las coyunturas globales de esos años, se permitió hacer de su cine una propaganda política y social contra el trato hacia los afroamericanos en los Estados Unidos. Esto se puede ver en películas como Crooklyn (1994), una historia semibiográfica, donde muestra lo que implica crecer dentro del racismo gringo y las luchas que tiene que librar para poder sobresalir en la creación artística. O en la comedia “Girl 6” donde da un giro a “She's Gotta Have It” mostrando los peligros y la violencia con la que viven las mujeres, especialmente las afroamericanas. También fue mucho más directo en su propaganda y crítica como en “Get on the Bus” (1996), donde tomando como punto de partida la marcha del millón para presentar la diferencia que existe en los afroamericanos dentro de Estados Unidos según la clase social, la comunidad en que viven y su religiosidad. Una fuerte crítica a las diferencias entre los propios afroamericanos. También muestra su amor por el deporte, principalmente por el básquetbol y en “He Got a Game” (1998) hace una crítica a la industria del deporte que convierte a los jóvenes en esclavos, en mercancía al mejor postor.

Cierra esa década con dos películas por encargo que muestran su capacidad como cineasta más allá de la propaganda política. Retomando un proyecto rechazado por Martin Scorsese y que Lee pasó de convertirlo en una historia policiaca a una historia más cercana al gueto y lo que se vive en él. “Clockers” (1995) es la semilla de lo que después veríamos en series como “The Wire”. Basada en la novela de Richard Price, quien contribuyo con Lee para armar el guion y entregar para la pantalla grande una historia de corrupción, crímenes y violencia racial.

“Summer of Sam” (1999) fue la película con la que cerró el siglo XX. También por encargo, pero dándole su toque, por primera vez sale del gueto afroamericano y muestra la vida entre los italoamericanos, donde va mostrando el prejuicio y la violencia, teniendo como escenario el verano más caluroso de Nueva York, y como protagonista al asesino en serie conocido como “El hijo de Sam” y a la mejor temporada de béisbol que vivió Reggie Jackson, la única referencia afroamericana de toda la película. Las estupendas actuaciones de Mira Sorvino, John Leguizamo y Adrien Brody son un ejemplo de que Spike Lee es un director capaz de salir de su zona de confort para darnos muy buen cine.

En este siglo, a pesar de que su producción filmográfica se mantiene, la calidad ha disminuido bastante, salvo contadas excepciones como “25th Hour” (2002), una estupenda crítica al sistema penitenciario, “Inside Man” (2006), otra de sus películas por encargo que muestra su capacidad como cineasta, “BlacKkKlansman” (2018) con la que fue nominado de nuevo a los Oscares, basada en una historia real, donde desenmascara cómo funcionan los supremacistas blancos desde la década de los setenta a la fecha. Más allá de esto sus otras películas son prescindibles. Tal vez “Bamboozled” (2000) merece reconocimiento, pues al ser una película con la que Lee trató de experimentar con la cámara, termina perdiendo de vista la historia que es bastante buena, pero no es capaz de desarrollarla a tope o “Chi-Raq” (2015) que basada en la comedia griega “Lisístrata” intenta hacer una crítica a la violencia de pandillas que se vive en Chicago. Por otro lado, películas como Da Sweet Blood of Jesus” (2014) o la desafortunada adaptación por encargo de “OldBoy” (2013) no vale la pena ni mencionarlas.

Hay que aclarar que Spike Lee no es un director político, al menos no lo es desde la lógica de Ken Loach, pues, aunque su cine está lleno de denuncias sociales, al final es un afroamericano privilegiado, que usa su arte para denunciar prácticas racistas, claro desde el sistema, pero tampoco es que quiera cambiarlo de raíz, solo busca que el pastel capitalista se comparta de otra forma. Esto es claro si vemos cómo su productora no tiene empacho en trabajar en el mundo de la publicidad haciendo comerciales para empresas como Nike, Converse, Levi's, Taco Bell, entre otras muchas marcas que son responsables de muchas de las prácticas racistas y segregacionistas en todo el mundo.


Spike Lee se siente cómodo con el capitalismo, siempre y cuando este sea desde su óptica del “color correcto” y hacer esta mención, esta crítica a su persona, más que a su cine, al menos para mí es relevante, pues al final fue parte importante de mi formación activista y de mi cuestionamiento al modelo económico y sus formas de destruir a las poblaciones más vulneradas.

Vale la pena mencionar que Lee es un difundidor de la música afroamericana, no solo invitando a músicos con compromiso a participar en su banda sonora, como lo ha hecho con Public Enemy, Aretha Franklin o Stevie Wonder; sino también ha dirigido videos musicales de artistas a los que considera valiosos en la difusión de su identidad. Es una forma de contribuir a la expansión de una cultura musical que ha recibido muchos atracos a lo largo de la historia estadounidense.

Spike Lee pertenece a una generación de directores que en la década de los noventa apostaron por mantenerse al borde de la industria cinematográfica de Hollywood, pero sin alejarse del todo, conservando cierta independencia creativa a la hora de contar historias y llevarlas a la pantalla grande. Esta fue una generación de directores, escritores, actores que buscaban que sus películas representaran algo, que dijeran algo, una especie de declaración, un manifiesto. Lee lo usó como un medio propagandístico que sin comprometer su calidad como cineasta, logró llevar a cabo una labor de denuncia muy loable.



Desde el exilio en Ankh-Morpork

Jorge Tadeo Vargas; activista, escritor, anarquista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Desde hace años construye una caja de herramientas para sobrevivir.

A veces viaja a Mundodisco.

© Copyright | Revista Sputnik de Arte y Cultura | México, 2022.
Sputnik Medios