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Birdman: volando alrededor de nuestras obsesiones


Por Alejandro Carrillo Cortés |



El Negro, Alejandro González Iñárritu, tiene una suerte negra, eso creo desde Amores Perros, pasando por 21 gramos, Babel y Biutiful, y es que sus vitrinas, con tan excelentes cintas, debieran está saturadas de Óscares; el mexicano multinominado, no ha cosechado las estatuillas que se merece porque ha tenido la mala suerte de competir en años altamente disputados y creo que con Birdman no será la excepción.

Sí, cuando pensamos que Iñárritu por fin tenía una cinta para acaparar la estatuilla dorada en gran número, aparecieron junto a ella películas de gran calado como El Gran Hotel Budapest y The Imitation Game, qué decir de Boyhood, favorita para muchos y El Francotirador que sin hacer ruido, dará batalla mostrando el gran talento de Clint.

Pero pasemos a destripar la cinta que tiene nueve nominaciones y dejemos los pronósticos para otra ocasión, empecemos por dos de sus trampas: Birdman por principio de cuentas es la primera comedia del mexicano y no por eso deja de desbordarse por la frontera del drama, en tanto que de entrada esperábamos todos que la historia girara alrededor de un superhéroe y termina mostrando muchos personajes, de los que ninguno es superhéroe, sino hombres y mujeres comunes y corrientes, no del otro mundo, sino justamente de nuestro mundo y cotidianeidad.

Birdman, si se pudiera hacer una apretada sinopsis, cuenta la historia de Riggan Thomson, una estrella de cine que un día interpretó a un superhéroe, la fama del pasado se ha ido y desesperado intenta regresar a aquellos días de gloria, pero debe enfrentar a su propia hija que trabaja como su asistente, a su novia, a su ex esposa y por si fuera poca cosa, a un actor problemático; sí, se trata justamente de nuestra actualidad: cuando las cosas van mal, siempre es factible que empeoren.

Conocíamos al Negro, desde Amores Perros, por dirigir dramas descomunales en los que no hubo espacio para el humor, sorprende pues que ahora optara por la comedia, sin embargo se trata de una historia tremendamente dramática, narrada con una especie de realismo mágico que invade los espacios del drama, aunque sería más preciso decir que recurre a un realismo sucio del estilo del Bukowski.


El eterno plano secuencia en el que parece haber sido rodada la película, que en realidad es una acción continua y un prodigio fotográfico del 'Chivo' Emmanuel Lubezki, ayuda en mucho a reducir al mínimo la descripción de ambientes y objetos, pues se escurre por paredes resaltando a los personajes y sus interiores: la frustración del otrora superhéroe víctima de su propia fama; la rabia de su hija atrapada entre sus errores y los de sus padres; el cinismo de un actor estrella al borde de un abismo del que él mismo es responsable; el mundo de dudas de las mujeres que rodean al personaje que lo obstaculizan una y otra vez y que no terminan por definir qué hacer de sus vidas.

No se trata solamente, como se pudiera creer, de la historia de un hombre con un pasado luminoso que se ha ido y que pretende recuperar, enfrentando un futuro incierto e inesperado, se trata, sí, de una obsesión que encarna el personaje, pero que todos llevamos dentro, de esas obsesiones que nos persiguen en el inconsciente: eso que no hicimos, eso que dejamos sin terminar, eso que queremos hacer y no afrontamos del todo por quién sabe qué motivos; se trata también de mostrar la rabia de estos tiempos, hay mucha rabia en los personajes de Birdman como en nuestra realidad, rabia por tratar de entender un mundo que nunca deja claro lo que quiere, un mundo que ha sido víctima de sus indecisiones, de esas aspiraciones que están pero que no detectamos o no queremos ver, así, justamente, como los espacios que nos descifra Bukowski en sus universos.

Nuestro personaje central, no es un hombre frustrado, aunque pudiera parecerlo, es un hombre visceral, verdadero y tremendamente humano, como lo definiera el actor que lo interpreta, Michael Keaton, cuya actuación le merece desde ahora el Óscar; el paralelismo del guion con la vida misma de Keaton ha sida ya motivo de todo tipo de comentarios, lo cierto es que, sin duda, se trata de su mejor papel desde que protagonizó la versión de Batman de Tim Burton, no había actor mejor para encarnar al personaje y seguramente Iñárritu lo sabía, pero de eso hablaremos más adelante.

Estamos pues ante una historia increíblemente trágica, pero igualmente entretenida, porque es trágico y divertido mirar la solemnidad con que a veces intentamos triunfar y ver las jugarretas que se atraviesan en nuestro camino, no es entonces casual que el Negro haya recurrido a un humor ácido que tiñen por igual desde diálogos hasta en el diseño de audio, ejemplo de ello es el hecho de que Iñárritu haya decidido que el duelo al interior de la cabeza de Riggan se representara con el recurso de un personaje externo al propio Keaton.

En efecto, a Riggan lo acecha dentro de su cabeza atribulada el superhéroe que lo llevó a la cúspide de su carrera, quien le hace creer que puede levitar y mover objetos con la mente como en la historieta que interpretó en antaño, con él también dialoga y hasta discute, pero el pajarraco no merodea su mente para impulsarlo, sino para recriminarlo, empujarlo al conformismo y acrecentar sus resentimientos; Birdman es sin duda ese otro yo que todos llevamos dentro y que nos conducen de la mano de la angustia a la ira, es el enemigo en nuestro interior disfrazado de compañero, es la máscara que nos cuesta la vida quitarnos y que cuando decide despojarse de ella, termina enfundado en otra máscara de vendajes.

Iñárritu nos muestra a ese Riggan Thompson que todos somos de alguna manera, ese personaje que puede perder, pero también levantarse y luchar contra sí mismo y contra cualquier cosa que se interponga tan solo para volver a reencontrarnos en los demás, no se trata de recuperar la fama personal, sino el reconocimiento en el otro, no se trata de triunfar, sino lo que piensan los otros de ese triunfo, no se trata de encontrar un reconocimiento interior, porque nada importa lo que uno piense de sí mismo, sino el reconocimiento del que esté enfrente, así sea este reconocimiento un simple “me gusta” en Facebook.

Y para eso nuestro personaje decide adaptar, dirigir y protagonizar una obra de Carver en Broadway, enfrentar el temperamento de su hija, la amenaza legal de uno de sus actores al que le provoca un accidente para correrlo de la obra, la actitud insolente de la estrella que llega como reemplazo, con talento pero conflictivo y borracho, a la novia y actriz de la obra, que casi en el estreno le anuncia que están esperando un hijo, el posible rechazo del público exigente del teatro neoyorquino, los prejuicios de la crítica especializada de Broadway y a su sombra interior, el auténtico Birdman.

Y sin darnos cuenta, de pronto encontramos que la historia también carga contra el universo de Hollywood exhibiendo los actores que se venden por dinero sin importar credibilidad, ejecutivos interesados solo en la taquilla, críticos despiadados movidos por la trivialidad, todo narrado desde un filme que de alguna manera es producto de uno de los principales estudios precisamente de Hollywood, permitido quizá porque Iñárritu tiene licencia creativa para hacer lo que le venga en gana, más claro de lo anterior lo es ese cuestionamiento que se hace al espejo el personaje de Watts en uno de los momentos de mayor dramatismo de la trama: “¿Por qué no tengo ni pizca de respeto por mí misma?” se pregunta, “Porque eres actriz”, le responde Riseborough.

Terminemos por ahora abordando el comentado hecho de que Riggan representa muy bien la propia figura de Keaton, que interpretó Batman para después afrontar cierto declive en su carrera, ciertamente el paralelismo pudiera ser claro, ¿pero no acaso muchos de los cuestionamientos y reflexiones tienen más cercanía a la propia carrera de Iñárritu? No lo sé, pero el Negro es un cineasta genial, talentoso, y siempre buscando poner en movimiento todas sus capacidades, y sin embargo al mismo tiempo ha mostrado una marcada obsesión por probarlo y probárselo con cada trabajo que realiza.

Mucho queda por hablar de tan interesante obra cinematográfica, el gran trabajo de los actores, el deslumbrante montaje del Chivo que junto con Keaton debe levantar la estatuilla de la Academia; la música que sin nominación es genial, en fin, temas que dejaremos para después de la alfombra roja, en tanto esperemos que la suerte del Negro, no vaya del tono de su apelativo.


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