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Letrinas: Mujer sin moral






Cual princesa esperando a su blanco corcel ella aguarda junto a un poste al camión que a su castillo la llevará el día de hoy. Sin elegancia alguna eleva su muñeca izquierda adornada por un juego de pulseras de plata e inmediatamente la vuelve a bajar, apenada de que alguien haya percibido ese gesto tan vulgar que en este contexto indica que requiere del servicio del transporte público. Por la ventana la observo, es difícil no percatarse de la presencia de una mujer así, cuya profesión es secreto a voces y su moral es tachada de inexistente. Una mujer que usualmente es descrita como vulgar y que durante el día es víctima de aproximadamente cincuenta miradas de desprecio de parte de las mujeres en el mercado y unas cien miradas de deseo durante la noche de parte de los hombres que pagan por bailar una pieza con ella bajo las luces de neón. Aparenta entre 25 y 27 años, aunque algo me hace creer que tiene menos y que tuvo que crecer demasiado rápido. El cabello ondulado le llega a media espalda, el corto vestido rojo se adhiere a su cuerpo como sí fuera una segunda piel, las doradas zapatillas le aportan unos quince centímetros extra de altura y sus delgados dedos están rodeados por un par de anillos de fantasía, pero ninguno en el anular de la mano izquierda; es fácil suponer que no es una mujer que esté en facultad de entregar su corazón puesto que los hombres casi nunca están dispuestos a aceptar un corazón que habita en un cuerpo que cada noche comparten tres o cuatro sujetos. 

La observo ocupar el asiento que está frente al mío pero del otro lado del pasillo del camión de pasajeros mientras pienso: ¿Cuáles serán sus pasatiempos? ¿Irá al cine en sus días libres o preferirá pasear por el parque? ¿Habrá llorado con Titanic? ¿Leyó "El cantar del mío Cid" en la secundaria? ¿Tuvo un amor de secundaria? ¿Terminó la secundaria? ¿Perdió la virginidad en la secundaria? Como siempre, mi imprudente manía de ponerme a divagar sobre el pasado de las personas. Sobre su regazo tiene dos bolsas, en una guarda su apariencia y en la otra su realidad. La primera es de tamaño mediano y color negro, de esas que las mujeres usamos para cargar lo indispensable sin tanto lío -maquillaje, móvil, espejito, chicles, llaves, compresas- mientras que la segunda no es más que una bolsa de plástico azul cuyo contenido es posible distinguir a primera vista debido a su transparencia, dentro hay un suéter y unas sandalias de piso que mañana por la mañana reemplazarán a los despampanantes tacones para traerla de vuelta a sus 155 centímetros de altura. La veo presionar una tecla de su celular para encender la pantalla -uno de esos modelos que hace 10 o 12 años eran el último grito de la moda en dispositivos móviles y que hacían las veces de agenda digital, creo que su nombre es Palm-, pero parece que no ve lo que desea ya que de inmediato se queda mirando fijamente hacia la ventana con aire pensativo y se esta así durante diez minutos... Pienso que tal vez tiene un hijo enfermo en casa y espera noticias de quien sea que lo esté cuidando, probablemente su madre está en el hospital y su hermana quedó de llamarle, o tal vez quisiera recibir un mensaje de ese hombre especial que finalmente está logrando conquistar su corazón de condominio, también cabe la posibilidad de que esté llegando tarde al trabajo y vaya a ser regañada, pero sólo ella sabe lo que pasa por su mente.

Estaba tan absorta reflexionando sobre sus posibles pensamientos que casi brinco del asiento cuando la vi tomar su celular, escribir un mensaje de texto, enviarlo y guardar el artefacto en el bolso de las apariencias para reemplazarlo por un esmalte de uñas rojo que al instante en que lo abre inunda el camión con su característico olor. Con toda la delicadeza comienza a pintar sus uñas, frunce el ceño cuidando de no ir más allá de la lámina que recubre la parte superior de sus dedos, cual pintor haciendo una obra de arte. Seguramente su madre o alguna hermana mayor le enseñaron a hacerlo así cuando tenía ocho años y aún creía en los cuentos de hadas.

Posa sus delicadas manos sobre sus piernas mientras el barniz color carmín se seca, me recuerda a una reina esperando a que le sirvan un espléndido platillo. Lentamente, sus oscuros ojos pasan a observar sus pies enfundados en las zapatillas doradas, son del tipo que cuando eras niña creías que eran de princesa, pero al crecer te diste cuenta de que son las que usan las "putains". Tal vez ella está pensando lo mismo que yo, o también puede ser piense en la deuda que se echó encima para que fueran suyas o simplemente no pasa nada por su cabeza, sólo espera a que el barniz sobre sus uñas se seque. 

Unos minutos después saca nuevamente el móvil, pero sigue sin haber nada, entonces la veo pegar la pantalla a su oreja y esperar unos veinte segundos sin respuesta ¡qué gran decepción! Hasta yo sentí un hueco en el pecho cuando me di cuenta de que no hubo contestación. Oh, pobre princesa de la noche, los pocos sueños que te quedan están siendo destrozados ¿por qué la vida goza tanto el verte adolorida? Tú no mereces esto, y lo sabes, simplemente no tomaste las mejores decisiones, pero tampoco es como que alguien te haya enseñado a hacerlo, fuiste derrumbada mil veces y esas mil veces te has levantado. Me das tanta ternura con tu maquillaje barato, tu brasier con relleno y tus pocas ilusiones apretadas dentro de tu bolso de las apariencias que quisiera abrazarte y decirte que todo va a salir bien, que está noche serás la reina del bar para caballeros, que bailarás con un viejo ricachón que resultará ser el hombre de tu vida y te sacará de ahí y te hará el amor dulcemente cada noche en una casa bonita donde vivirás con él y con el hijo que tuviste a los 16 años. Quisiera decirte que nunca más tendrás que endeudarte por unos zapatos que te sacan ampollas, que ya no pasarás noches en vela dando placer a cambio de dinero, que los idiotas degenerados con aliento alcohólico serán cosa del pasado y que tal vez hasta tengas la oportunidad de estudiar la prepa abierta, pero no tengo el valor suficiente. 

Te observo bajar del camión frente al club nocturno donde te ganas del pan de cada día. Eres tan linda, realmente linda, pero tu realidad me hace verte como una muñeca rota, de verdad quisiera decirte tantas cosas, hacerte sentir que hoy serás la estrella más brillante de la noche y que tu suerte cambiará para siempre, pero no lo hago, ¿sabes el porqué? Porque por muchas ilusiones que las dos tengamos, ambas sabemos que eso es algo que nunca ocurrirá.

 

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La autora lee, piensa, duerme, come y luego existe. Comenzó escribiendo reseñas de Harry Potter a los 10 años para revistas sociales, ahora escribe de cualquier cosa que se le viene en gana. Es una mujer de hábitos, escribe de madrugada con un bolígrafo negro en una libreta roja, si no, no escribe. Lee datos curiosos mientras come cereal por las mañanas, cree que para que algo sea dicho es necesario que sea más bello que el silencio.





Letrinas: Abandono

 
 
Excomborāre-
Por Breña Román-


Después de una agridulce estancia en tu vida he decidido largarme, mi amor. No me pidas que me quede, me sobran razones para tomar el primer autobús y formar parte de tu pasado. De nuestros buenos tiempos ya no queda nada más que el recuerdo, ¿quién lo diría? Ni siquiera yo lo creo, y eso que lo estoy viviendo en carne propia, carne que besaste y tocaste cientos de noches hasta el cansancio, pero he llegado a un punto en el que me siento más enamorada de tus viejas cartas y postales que de tu persona. Eso duele tanto que prefiero renunciar a ti y a la parte de mí que te pertenece en lugar de cargar con ello un día más. Chao, me cansé, I'm done with you. Todos los días encontraste un motivo para destrozarme, y las excusas para perdonarte siempre me sobraron, sin embargo el día de hoy ya no hubo más, comenzaste con tu drama de siempre, tus comentarios mamones y las comparaciones con tus amiguitas. 

Mientras yo en la puerta te anunciaba que me iba, tú en la regadera apostabas a que no llegaría ni a la esquina, y me conoces tan perturbadoramente bien que acertaste, no llegué, estoy sentada en un banco de esta imitación barata de bar irlandés que se encuentra a dos casas del techo donde a partir de ahora dormirás solo.

Las personas me ven como sintiendo pena, ¿cómo no va a ser así? Estoy que me caigo de borracha, pero no de borracha alegre que se ríe y canta 'Like a virgin' de Madonna, no, borracha mal pedo, con lágrimas, rímel corrido y tragos de amargo licor. Me quiero morir.

Te escribo estas líneas en servilletas ya que las palabras son lo único que me queda, sólo ellas lograrán salvarme de ahogarme en mis sentimientos de mierda. Literalmente las palabras son todo lo que tengo ahora, el dinero se convirtió en alcohol y en unos Marlboro Light, no tengo donde pasar la noche, no puedo pagar un hotel, y no tengo ni un puto amigo en esta ciudad de mierda. Eso pasa cuando lo dejas todo por amor, como lo hice yo, ¡oh ingenua y pendeja yo! dejé mis libros, mi casa, mis gatos y a mi madre por la promesa que te hice de venir a seguir a tu cabecita llena de utopías e ideales pendejos hasta el fin del mundo, lo deje todo por ti, hasta mi dignidad, y te di tanto, tanto amor que no supiste qué hacer con él; fue tal la cantidad de este sentimiento que invertí en tu persona que no me quedó ni una sola pizca para mí. Sólo tengo que encontrar la manera de sobrevivir a esta fría noche, después todo será más fácil, mañana me regreso a casa de mi madre, mañana consigo trabajo, mañana nos reconciliamos, mañana te jodes, mañana me atropellan, me muero, y fin, pum pam, cierren el telón, se acabó mi drama. 

Que prometedor es el mañana, ¿no crees, mi amor?. La gran paradoja de mi vida es escribirte eso y jurar que no quiero saber de ti nunca más mientras volteo a la puerta esperando verte entrar y sacarme de aquí, llevarme a tu casa, hacerme el amor y después tomar té juntos. Quiero que me salves, cual caballero salvando a su damisela en apuros, pero no lo haces, ni lo harás, no te importa mi ausencia, así que yo hago como que no te necesito.

En caso de que sobreviva a esto haré algunos cambios, por ejemplo, reemplazaré las botas por tacones (las revistas femeninas dicen que la vida se ve mejor desde unos Steve Madden de once centímetros), me haré militante de algún partido político, teñiré mi cabello de castaño como una mujer ordinaria y lo dejaré crecer para poder peinarme, comprare vestidos de cóctel y asistiré a reuniones sociales donde conoceré a algún oficinista experto en el manejo de los recursos humanos, que vea a López-Doriga y le guste usar corbatas con grabados ridículos. Un hombre que cuando este tomado baile 'Perfume de gardenias' conmigo y no sepa la diferencia entre Pablo Neruda y Mario Benedetti. Cuya formalidad lo caracterice y que no sea espontáneo como tú. Alguno que haga del sexo un rutinario ritual sagrado y me llame 'gorda' en las comidas familiares de los domingos. Que tenga un apellido medio mamón, y que me haga olvidar tu marxismo, tus poesías de mierda y tu mierda de jazz, tu alcohol barato y tu pasión por las películas de Tarantino. Un hombre ordinario que se lleve el recuerdo de esta noche y nuestros planes de envejecer y morir juntos para elevarnos a otro plano astral. Que logre hacerme creer que nunca dejé todo por ti, que nunca me quedé sola y me sentí indefensa. Pero principalmente que sea capaz de hacerme borrar de mi mente el hecho de que alguna vez amé hasta enloquecer. 

Con esto me despido, fue un placer haberte amado, sí alguna vez anhelas sentirte querido, búscame, será un gran gusto volver a perder la cabeza por ti, baby.   

Pronombres Posesivos

Excomborāre-
Por Breña Román-

El breve espacio que solía delimitar tu ausencia ahora se ha ido expandiendo hasta ser lo único que me rodea. Por las tardes camino desnuda en este departamento, que era tan nuestro y ahora que es tan mío, sólo mío. Me duermo en el viejo sillón donde tantas veces te escuché hablar de socialismo mientras fumabas puros y me abrazabas, este sillón fue testigo de tu afición al fútbol y a los filmes franceses, y es el mismo sillón que dejaste aquí para irte con esa rubia de piernas largas que usa iPhone y comulga con el tío Sam. 

Siempre despierto a la medianoche, a esa hora siento que algo me aprieta, me sofoca, no me deja respirar; así que me pongo pantalones, tenis y la sudadera gris que antes era tan tuya, y que ahora es sólo mía. Abandono el edificio y camino por las calles lanzando colillas de cigarros por las alcantarillas, observando gatos entre las sombras y escuchando el silencio que abriga a esta ciudad durante la madrugada. Es el mismo silencio que solía flotar entre nosotros cuando despertábamos en la misma habitación. De regreso al departamento me veo obligada a pasar por calles llenas de burdeles y bares de mala muerte, a veces me dan ganas de entrar, me gusta pensar que la suerte estará de mi lado y que bailando una vieja canción con algún desconocido encuentre el amor, aunque me dure tan sólo unas cuantas horas. Pero nunca lo hago, nunca me atrevo a entrar, la melancolía que se me escurre por debajo de los ojos me hace sentir irremediablemente vulnerable. 

Me tumbo en la cama y me vuelvo a dormir. Cuando despierto pienso en llamar a cualquier amigo, pero me doy cuenta de que no tengo ni uno sólo, y que en este departamento solo existe lugar para ti, para mí y para las extravagancias que compartíamos. Me llena de tristeza pensar en esa soledad que era tan nuestra, y ahora es sólo mía. Me preparo algo de comer, le doy un trago a la botella de mezcal y me meto a bañar. Me siento en el suelo de la regadera y abrazo mis piernas, siento el agua caer por mi espalda y recuerdo todas las veces que tus labios la recorrieron. Pienso en mí y me vienen a la mente esas escenas de películas de drogos que se quedan sin coca y se ahogan en su desesperación. -Chingada madre- me digo en un susurro -es un pendejo-, y aunque no quiera, y aunque tú seas un pendejo, me pongo a llorar. Es el único momento del día en el que me permito ser débil. Salgo del baño y contemplo mi figura en el espejo, mis huesos saltan a la vista de inmediato, mientras que las recién adquiridas ojeras adornan mis ojos y demandan atención. Me desconozco, de verdad parezco una yonki en abstinencia, no soy la misma de hace dos semanas que era tan tuya, a la de ahora, que soy tan mía.


Sin tí-tulo

Por Breña Román

Es la una con veinte pinches minutos y yo ni de chiste puedo dormir. Acostada desde las 10:58, por ahí de las 12:20 me puse a ver nuestras viejas fotos, leer tus mensajes y escuchar el playlist que lleva tu nombre con un insípido corazoncito a un lado, tú sabes, la bonita y estoica pinche mala costumbre de autoflagelarme pensando en ti, y ahora sí, de plano, no podré dormir... Una vez más me has robado el sueño, como en los viejos tiempos, de una manera tan discreta y siniestra que aterra y hace pensar en un asesino oculto en las sombras, calculando el momento ideal para abalanzarse a su presa, así tú querido, tú eres el asesino y tu recuerdo el arma mortal que destruye mis posibilidades de encontrarme con Morfeo, obligándome a permanecer en el mundo del insomnio toda la jodida madrugada. Me pregunto si alguna vez yo te he robado el sueño de esta manera tan galante y a la vez funesta como tú lo haces conmigo. Me muero por mandarte un mensaje y decirte que te extraño, que vuelvas, que te quiero, pero mejor lo pienso dos veces, pues si tu simple recuerdo es capaz de robarme el sueño un lunes en la madrugada, no me quiero ni imaginar las consecuencias que me podria acarrear el tenerte a mi lado, igual y terminarías por robarme el alma, pero esa ya la perdí; hace mucho tiempo se la aposté al diablo, muy segura de que volverías y al final tú, el diablo y yo sabemos no lo hiciste; me quedé sin alma y sin ti. 

Así que ahora estoy aquí, escribiendo estas líneas, mientras cigarro tras cigarro me fumo lo poco que queda de mí, inhalo tabaco, me exhalo a mí misma, lentamente subo convertida en humo y me evaporo buscando entrar en tu mente, intentando mezclarme con el humo que tu también exhalas en la oscuridad de tu habitación, tratando de expulsar de tu ser lo mucho que queda de mí dentro de ti.


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