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«¿Qué comen lxs poetas?» | Ep. #03 Elisa de Gortari


Host: Jorge Sosa

“¿Qué comen lxs poetas?” es un podcast que nace de la idea de que los poetas se mueren de hambre, el propósito del programa es invitar a un poeta en cada episodio para que hable de algo que le guste comer y algo más que consuma diferente a los alimentos. 

El tercer episodio de “¿Qué comen lxs poetas?” recibió a Elisa de Gortari, la poeta de Veracruz que compartió su afición por el Chow Mein y los superhéroes de cómics, además de leer un fragmento de su nueva novela.

Éste es un fragmento de la entrevista con Elisa que puede escucharse completa en Spotify o Apple Music.


***


¿Cuál sería tu aproximación a la idea de que los poetas se mueren de hambre?


Me encantaría, de entrada, que los poetas no murieran de hambre pero es completamente cierto. Hace no mucho, escuchaba a un divulgador de la filosofía alegar que en un mundo muy ideal no existirían las becas del FONCA, ni ningún subsidio de ningún tipo que existen también en los países muy desarrollados y todo, porque eso significaría que, en ese mundo ideal, la gente compraría nuestros libros y podríamos vivir de ellos. Pero yo creo a veces que nos estamos acercando a ese extraño mundo ideal. Porque si hay algo que pasa ahora que nunca había ocurrido, al menos es muy claro en la música, es que no necesitas más de mil fans de hueso colorado para poder vivir de lo que haces. Con los músicos sí es muy evidente eso ahora. La manera en que se organiza la música independiente ha cambiado radicalmente en la última década y media. Y una banda, por más oscura que sea, mientras tenga de verdad mil fans de huesos colorados que compren los viniles, que vayan a los conciertos, la banda no puede vivir de eso. Y yo diría a veces, ¿no podríamos tener mil lectores? No pido más, mil lectores, tal vez nos acerquemos a eso aunque sea porque somos mucha gente.



La primera parte del programa está dedicada a que nuestra poeta invitada nos cuente un poco acerca de algo que le guste comer. En tu caso, nos propusiste el Chow Mein, que es un platillo muy popular y me gustaría primero que nos contaras un poquito acerca de por qué el Chow Mein es importante para ti.


A mí lo que me encanta del Chow Mein es que lo puedo hacer. Creo que eso es lo que más me gusta de todo. Cuando me fui a vivir con mi ex pareja, con Marcela, nos nació la idea de ampliar nuestros menús. Yo decía, ¿es que qué tiene la comida china que es tan especial? El misterio no se puede reducir al glutamato monosódico, algo más tiene que haber. Tiempo después se cruzó la pandemia y fue la oportunidad perfecta para poder aprender eso. Yo sé que todo el mundo se puso a hacer pan durante la pandemia, mucha gente se enamoró de hacer panqué de plátano. Yo me metí de lleno en la comida china y lo primero que aprendimos a hacer Marcela y yo en ese momento fue arroz frito y Chow Mein porque en realidad las versiones que aprendimos son muy parecidas y con ingredientes muy semejantes. Entonces descubrimos que realmente con la misma nube de ingredientes, podíamos comer tan bien como en los restaurantes chinos que nos encantaban antes de que cerraran todo a cal y canto.  



Estaba pensando, hay una cosa acerca de estos platillos de comida china, que es que justo parecen muy replicables. Aunque así como no hay una traducción exacta de una lengua a otra, seguramente no hay una traducción gastronómica por decirlo así, del Chow Mein original al nuestro, sí producen este resultado muy agradable y muy armonioso.


A mí me parece muy loable nuestra comida china y me parece muy auténtica. Hace no mucho, yo era reportera. Digo, sigo siendo periodista pero antes salía mucho a campo y me tocó conocer más lugares de los que habría podido imaginar, metiéndome en problemas, y a mí lo que siempre más me fascinó era la comida que deberíamos tener en común todos. Yo sé que está mal pero yo a donde me paraba, no importaba el país, yo probaba las hamburguesas. Y cuando había, probaba la comida china. Porque para empezar, no en todos lados hay como la conocemos nosotros. Creo que nuestra comida china es muy auténtica a su manera. Tiene una historia que a mí me parece tan fascinante como dolorosa. Porque al final del día es el producto de una migración que tuvo bemoles desastrosos para los que cruzaron el Pacífico en algunos momentos. Todos sabemos de la terrible historia de la xenofobia en Norteamérica porque ni siquiera es algo sólo de México, es algo que cruza todo el subcontinente. Pero la verdad es que descubrí que me gustaba mucho el Chow Mein y la comida china en general de acá. Pero además descubrí que era algo que sí nos puede salir muy bien. Yo siento que aunque es como un silabario muy distinto de ingredientes, sí hay como una gramática semejante con la comida mexicana. Es decir, los ingredientes son como de esferas muy distintas. El Chow Mein, por ejemplo, a mí lo que más me impresionó aprender era que incluyera, al menos en la versión que yo aprendí a hacer en casa, la salsa de calamar. Eso a mí me sorprendió muchísimo porque era una clase de sabores que yo siempre había visto, particularmente en la costa que es de donde yo vengo, de Veracruz, pero nunca los había visto de esa forma. Es algo que nunca mezclaríamos con maíz necesariamente pero, a la hora de que te lo pones a hacer, dices esta comida es tan rápida de hacerse como hacer cualquier platillo mexicano. Yo no creo que nunca me haya tardado más de quince minutos haciendo Chow Mein. Ahora, eso sí, al menos a mí lo que me quedó claro es que tienes que tener todos los ingredientes a la mano desde el principio. Algo que no siempre pasa en la comida mexicana, que puedes postergar los pasos indefinidamente. Aquí no. Aquí si no tienes todo listo de antemano, va a ser un desastre y te vas a arrepentir de hacerlo todo a destiempo. Eso sí, tiene un ritmo muy particular, pero la constelación de cómo se hace a mí me recuerda mucho a la comida mexicana. Y no siempre me pasa con platillos de otras latitudes.  



Le pedimos a nuestra invitada que nos hablara un poquito acerca de otra cosa que le guste consumir. Elisa eligió cómics de superhéroes que es un tema muy bonito y muy vasto. ¿Nos quieres hablar de tu acercamiento a los cómics, si tienes algunos superhéroes de cómics favoritos? 


Lo primero que quiero mencionar es que es completamente accidental que yo hoy traiga una playera de Hulk, de verdad fue un accidente. A mí me encantan los cómics por la sencilla razón de que eran un magnífico entretenimiento para la gente que no teníamos cable en los noventa y que era relativamente barato. En ese entonces el papel era asquerosísimo y a diferencia de hoy en día, se encontraban en todos los puestos de periódicos que eran mucho más abundantes. Entonces me queda claro que era como un entretenimiento que marcó una época muy específica, tal vez de la humanidad. Digo, seguramente el entretenimiento gráfico narrativo va a continuar muchos siglos, ojalá tanto como continúe la humanidad, pero la verdad es que los cómics se han vuelto con las décadas un nicho mucho más cerrado de lo que quisiéramos. Yo cuando tenía doce años, sí podía ir de vez en cuando al puesto de revistas y comprar un cómic. No quería comprar muchos, podía comprar uno. Por lo general, tenía que dividirme entre Spider-Man o Dragon Ball, el que estuviera disponible. Al menos para mí, no había diferencia entre el manga y el cómic. Pero me queda claro que hoy es mucho más difícil que a un niño o una niña de doce se le prenda el foco y diga: voy a comprar un cómic, pese a que nunca en la vida los superhéroes habían sido tan populares. Eso para mí es lo más extraño del mundo, que los superhéroes han conseguido el nivel de fama más absurdo que podrían haber imaginado sus creadores hace cincuenta o setenta años y es en cambio la época en la que probablemente menos cómics se están leyendo y con la fruición con la que nosotros leíamos en los noventa. Y la gente de antes todavía más. Es un fenómeno extraño pero no quiere decir que yo dejé de querer a los cómics como antes. 



Tocas un punto bien importante porque generalmente cuando hablamos de cómics de superhéroes, estamos hablando específicamente de los cómics gringos. Algo que me llama mucho la atención y de lo que decidí leer un ratito al respecto antes de nuestra llamada, es esta transición que se llama la época de plata, en la que a partir de la creación de la Comics Book Authority se autorregulan respondiendo a una preocupación por temas de violencia, sexo y horror, y no sé si esto habrá funcionado un poquito como las máquinas de escribir de los surrealistas que decían: bueno, es más fácil escribir si no puedes utilizar una una vocal. ¿Tú qué piensas de este fenómeno, en particular de cómo funcionó la restricción para los creadores de cómics? 


Me parece magnífico que lo hayas mencionado. Porque yo creo que es una de las cosas más brillantes que ocurrieron en el cómic, no como tal el ánimo de autocensura, pero sí lo constreñido que es el género y que era en ese entonces. La gente tiende a despreciar mucho a Stan Lee. Más allá de sus apariciones en las películas y cómo se convirtió en un personaje muy notable en sus últimas décadas, la gente a veces no recuerda que, por muchas décadas, Stan Lee no fue precisamente el tipo más querido en la industria. Y que tenía mucho que ver con que él fue, en buena medida, quien propició que fuese de verdad una industria. Y una industria en los aspectos más absurdos. Fue el que inventó el cómic como una fábrica a la Ford en el que cada quién hacía una parte específica y diseñó un sistema en el que ni siquiera tenían que ponerse de acuerdo el dibujante y el escritor para que coincidieran los diálogos. Era como: pues mira, el número va a tratar tal vez de esto y entonces el dibujante se iba por un lado y dibujaba. Y al final llegaba el escritor que ponía los diálogos en los globos que ya estaban dispuestos. Pero eso me parece que sí despertó mucha creatividad en esa generación, porque además tenían que cumplir reglas muy específicas.


A Stan Lee le gustaba decir que cada cómic era el primer cómic de alguien y la verdad es que a mí me avergüenza un poco que los escritores rara vez nos pongamos a pensar en eso. Nuestro librito de poemas va a ser el primer libro de poemas de alguien, nos guste o no.


Yo sé que a muchos poetas les gusta mucho la idea de ser algo que requiere un proceso, una iniciación, un proceso educativo en el que aprendes a leer. Y entonces a muchos poetas les gusta imaginar que van a estar como al final de ese proceso, como: a mí nada más me va a leer la gente que ya lee bien chingón.


Y en los cómics era completamente lo opuesto. Había que pensar desde el principio en esa persona que iba a caer por accidente en tu cómic, que seguramente iba a ser un niño o un adolescente. Por eso, Stan Lee dispuso que siempre los cómics de Marvel incluyeran un brevísimo resumen de qué estabas leyendo. Y de hecho, incluso se mencionara el origen del personaje. Entonces tú abres Daredevil y siempre decía: después de haber sufrido un accidente con un camión adquirió poderes, bla bla bla, y ahora es Daredevil, bla bla bla, y ahorita está luchando contra Bullseye en tal circunstancia. Esa costumbre que ahora tengo entendido que ya no se respeta, y digo tengo entendido porque yo ya casi no compro cómics individuales, compro los TPBs porque descubrí que era carísimo en estos días, esa costumbre permitió a mucha gente, permitía a los niños, abrir cualquier número y decir: ah, mira, éste es el personaje, de esto se trata, y disfrutarlo. Podías tener un solo ejemplar y lo podías disfrutar, no necesitabas lo demás. Era un entretenimiento rápido y creo que era muy eficiente. A veces tenemos una idea un poco caricaturizada de esa época porque las épocas que siguieron se volvieron mucho más complejas y la forma en que narraban era mucho más compleja. Pero si tú revisas los primeros números de Spider-Man por ejemplo o de Daredevil, sí llegaban a hacer cosas realmente eficientes y realmente admirables. El primer número de Spider-Man es una gran obra literaria y todas las cosas que siempre nos han gustado de Spider-Man ya estaban en ese número a un grado brutal. Hay otros personajes que tal vez requirieron un mayor desarrollo a lo largo de las décadas, que dependieron de varios autores para volverse icónicos. Pero en el caso de Spider-Man es muy notable, desde el primer número como cada película que sale es solamente una reelaboración de ese específico número. Ya ni siquiera de ese personaje en general, de ese específico número. Algo que tal vez se repita con Hulk y tal vez con cierto Superman que paradójicamente yo creo que es mi superhéroe favorito actualmente, porque ahora Spider-Man me parece demasiado adolescente para mí



Como última parte lo que le pedimos a nuestros invitados es que nos compartan algo de lo que escriben. En este caso, Elisa, en un gran regalo para el podcast, nos va a leer un fragmento de su nueva novela y estoy muy emocionado por escucharla. De repente, va a romper un poquito la estructura del podcast en el que seguramente va a haber más poemas pero me hiciste pensar en algo muy al principio de la conversación. Me hiciste recordar un meme con el estilo de este meme del infame de Drake “esto muy mal/esto muy bien” y que decía “el poema del narrador muy mal/la novela del poeta muy bien”.


Mira, es muy chistoso porque yo no sé porque siempre me sucede eso. Me recuerda un poema de Ángel González en donde dice “yo no sé por qué mi familia me dice que vivo en las nubes si en cambio todos los críticos me dicen que soy el poeta más parco de España”. Justo creo que eso es lo que nos pasa a todos los que además de escribir poemas, eventualmente escribimos narrativa. Esta novela se llama “Todo lo que amamos y dejamos atrás”, la edita Alfaguara, es mi segunda novela. La primera fue “Los suburbios” que salió en Chile en 2015, ya hace casi 10 años y que curiosamente nunca fue editada en México. Yo creo que ya es improbable que ocurra. No tanto porque yo no quisiese sino porque luego es difícil recuperar las obras a través de los países, es algo que he aprendido con los años.


“Todo lo que amamos y dejamos atrás” es una novela de ciencia ficción donde la tierra tiene anillos, como los de Saturno y narra las búsquedas de una periodista, que se llama Grijalva, y que debe viajar a Veracruz para atender un caso que ha llegado hasta ella, es un mundo en donde no hay luz eléctrica.


A mí me sirvió esa novela, uno para destruir Veracruz que era como un sueño de infancia, al fin voy a destruir Veracruz, no va a quedar nada, nada va a sobrevivir. Y pude aprender mucho sobre cocina en el fin del mundo, sobre hacer jabón en el fin del mundo. Parece broma pero sí tuve que aprender a hacer jabón. Yo ya sabía programar porque era una afición de adolescencia pero tuve que desempolvar muchos conocimientos para esta novela. Y descubrí que las novelas y la narrativa en general es un espacio que me permite aprender cosas. Seguramente a muchos poetas les pasará en sus poemas, pero a mí esa sensación de “cómo se hace el jabón” me ha pasado nada más con las novelas y he tenido que aprender a hacer jabón. Ahí un día estaba aquí en el patio juntando grasa y ceniza. Y sorprenderme que sí se ponía caliente la chingada mezcla y que ya después se solidificaba en este proceso que se llama saponificación. Al final del día a mí lo que me gusta mucho es escribir. Parece una jalada, pero tú lo has de saber bien, hay muchos escritores que no disfrutan escribir, hay muchos escritores que sufren escribir, hay algunos que ni siquiera quieren escribir y hay otros que lo sufren, y yo me siento en otro equipo completamente. Yo me siento en el equipo de los que disfrutan escribir, a mí me mama escribir, me encanta, y aprender esas cosas para después escribir para mí fue un proceso muy, muy divertido. Y además un proceso en el que pude hacer muchas cosas que nunca había hecho antes en un libro. Entonces fue realmente un proceso que extraño. Voy a leerles unos cuantos párrafos de la primera página y bueno, ya me dirán ustedes si es poético, yo espero que no pero también si ustedes lo opinan, pues ni modo.


***


Aún recuerdas cuando las noches eran oscuras. Las noches anteriores a que un azar cósmico plantara una cicatriz luminosa en el cielo. Los anillos: pedazos de roca y metal que reflejan la luz del sol, polvo que orbitará la Tierra por eones antes de precipitarse hacia la atmósfera en meteoritos. La noche ya nunca se cierra por completo, la tarde se detiene en el último suspiro y se queda así hasta el amanecer.

Escuchas tu nombre, Grijalva, por encima del ruido del tren y respondes con un simple “dime” sin quitar la vista de la ventana.

“¿Qué pensaste cuando aparecieron los anillos? ¿Te daban miedo?”, pregunta Indiana desde su asiento. Se encuentran en el punto más alto del recorrido y la locomotora ruge a toda marcha antes de iniciar el descenso por las faldas de la sierra, entre pinos cubiertos de nieve.

“Al principio me daban vértigo. Sentía que en cualquier momento podían caerse”, respondes.

“Pero van a caerse”.

“En millones de años. Para ese entonces, quien domine el planeta no sabrá que estuvimos aquí”, agregas casi con placer, pues ese olvido futuro te vuelve contemporánea de este chico alto y desgarbado, aunque ahora mismo parezcan salidos de galaxias distantes. Él no conoció las cajas de cristal donde la luz invisible que llenaba el aire se transformaba en pixeles —celulares, móviles, teléfonos: todas esas palabras cada día parecen más lejanas—, en una época donde cada objeto sabía tu nombre.

“Era como cargar contigo una ventana que daba hacia donde tú quisieras”, explicas cuando Indiana pregunta con desconfianza y asombro parejos, como si fuera un cuento de fantasmas, sobre las máquinas inmateriales que te diste el lujo de despreciar toda una vida y que en efecto perdiste hace veinte años. La división entre las dos eras que has vivido es tan clara como esa brillante rajadura que cubre el flanco sur del horizonte, mientras el tren se dirige cuesta abajo por la montaña, hacia las costas de Córdoba, Veracruz.


***

El resto de la conversación con Elisa de Gortari lo puedes escuchar en Spotify o Apple Music.

Si quieres saber cuándo sale el próximo episodio, sigue a @jorge_kfgc en Instagram.

El «Sindicato Rupestre»: casa de un movimiento que trasciende


Por Iván Gutiérrez | Fotos: Sindicato Rupestre


En la historia del Movimiento Rupestre ha habido diferentes actores y plataformas que han llevado este legado musical por diferentes rumbos y espacios, pues se trata de un movimiento que ha tenido momentos históricos significativos en las últimas décadas, siendo una corriente contracultural que sigue teniendo gran repercusión e impacto en miles de músicos y oyentes en México.

Entre los participantes quizás más “recientes” de esta vertiente musical se ubica el “Sindicato Rupestre”, un lugar que en la última década se ha convertido en la casa de aficionados y músicos pertenecientes a este movimiento. Decididos en ahondar más sobre los inicios de este espacio y en su rol como promotor de lo rupestre, platicamos con Arturo Gutiérrez Zamora, alias “Simon” Zamora para el barrio. A continuación una charla cuya lectura seguro se disfrutará más con una playlist que incluya a Gerardo Enciso, Rafael Catana, Jaime López, Rockdrigo González y todos esos grandes compositores agrupados bajo el nombre de “Rupestres”. 

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I: ¿Cómo, cuándo y dónde nace el Sindicato Rupestre? Según pude investigar en línea, lo fundan en el 2015 Simon Zamora y Omar Hernández, si bien la tradición rupestre tiene muchos años más detrás, cierto…

S: Siempre me ha gustado el rock mexicano en general, tengo un grupo en Facebook que se llama “Los Discos Fundamentales del Rock Mexicano”, y he colaborado en diferentes revistas y libros desde el punto de vista del coleccionista. En los 80s me gustó sobre todo el movimiento “Rupestre”, estos cantores de estilo folk. Los descubrí cuando murió Rockdrigo González en el temblor del 85 y se hizo de culto, me compré su cassette en El Chopo y empecé a descubrir que había más compositores del estilo, y me gustaron mucho, por las letras, la poesía, era un género que no encajaba mucho con el rock urbano que dominaba por aquellos años o las propuestas de rock mexicano que ya firmaban con compañías más grandes.

Los Rupestres siempre tocaron en lugares pequeños y muy undergrounds, nunca se masificaron, no sabía bien dónde ubicarlos, no podían ponerlos en festivales muy grandes porque como no traían banda la gente no los recibía bien, y tampoco los podían invitar a lugares de cantautores, como las peñas, porque su propuesta era un poco más rockera, estaban como en medio de ambos.

Desde que los descubrí siempre me gustaron los Rupestres. A principios de los dosmiles un amigo tenía un bar ahí en Coyoacán, y por esas fechas fui a ver a Jaime López a un lugar muy pequeño, éramos unas quince personas, yo lo conocía desde los 80s, y en esa ocasión le dije “oye, un amigo tiene un lugar, ¿cuánto nos cobrarías por tocar ahí?”, hablé con mi compa y organizamos así la tocada. A partir de ese concierto conocí gente que me dijo “oye por qué no contactas a Arturo Meza para que venga a tocar”, y me lo encontré en el Alicia tiempo después y lo invité, y también fue a tocar con nosotros, y así empezó a crearse una pequeña red de gente, imprimíamos flyers y los íbamos a pegar a CU y la gente nos llamaba para preguntar por boletos, y de repente se llenaban los eventos.

En aquel tiempo solo el Alicia jalaba a los Rupestres, sobre todo en el aniversario luctuoso de Rockdrigo hacían un evento con todos ellos, pero faltaba un lugar para el movimiento, para los Rupestres y los que no eran del movimiento primigenio pero se fueron uniendo, como Gerardo Enciso, Carlos Arellano, Armando Rosas.

Por ahí del 2013 me habla Carlos Arellano y me dice, voy a estar allá en Ciudad de México con Gerardo Enciso. Con Gerardo nunca habíamos hecho nada, porque como era de Guadalajara ya traerlo estaba cabrón, entonces Carlos me propuso que hiciéramos algo en Coyoacán, le hablé a mi amigo Omar Hernández —a quien conocí en una tocada de Arturo Meza— y le pedí que me ayudara con la logística. Al final fue un evento muy padre porque se llenó, y aparte llegaron al lugar otros músicos como Armando Rosas, Armando Palomas, entonces la gente dijo “éste es el Rincón Rupestre”, y otro amigo dijo “¿por qué no nos ponemos el Rincón Rupestre y hacemos tocadas de este tipo?”, y le dimos para adelante.

En ese colectivo éramos Omar, tres amigos más y yo, y nos lanzamos a hacer el Rincón, en el Bar San Francisco, ahí en Coyoacán. Después tuvimos un par de diferencias con el lugar y nos fuimos a un punto en la Roma, pero no funcionó porque la gente de ahí, cuando vieron que sí había bastante asistencia, ya querían parte del cover (que iba íntegro para el artista). Entonces mejor lo dejamos por la paz.

Tiempo después, en 2015, fui a Sonart, una escuela de música donde mi sobrino tomaba clases, y aunque el lugar se me hizo chico y no cabían mesas, pensé que podía funcionar para algo alternativo, como una fiesta; hablé con Germán (el dueño) y llegamos a buen acuerdo. Le dije entonces a Omar que hiciéramos algo ahí con Iván García con la idea de jalar al público joven, porque necesitábamos recaudar fondos para comprar una bocina, entonces hicimos el primer show con el nombre “Del Rincón para El Rincón”, y a la gente le gustó, se sentía como una reunión de amigos en el patio.

En esa primera tocada tuvimos malentendidos con los otros amigos del Rincón, total que se disolvió el Rincón esa noche. Días después Omar y yo decidimos renombrar el proyecto, y le pusimos el “Sindicato Rupestre”, jugando con la onda sindical, y le pusimos la mano obrera con la guitarra. Poco después nos llamó Enciso, que quería armar algo en Ciudad de México, le comentamos del espacio y dijo “va hay que armarlo”, y estuvo genial porque ese día se llenó y luego llegó Jaime López, se echaron un palomazo, y poco a poco se empezó a posicionar como un lugar donde llegaban de visita los músicos rupestres. 


Platícanos de la tradición rupestre, cómo la podrías describir para quienes no tienen mucho conocimiento sobre esta corriente musical… ¿Cuáles son sus ideales? ¿Quiénes son algunos de sus exponentes? ¿Qué tipo de música es?

Los rupestres son músicos que venían tocando desde principios de los 80s en sus proyectos individuales, músicos como Jaime López, José Cruz (de Real de Catorce), Roberto González, Emilia Almazán, varios músicos que no encontraban en las peñas espacio, que tenían una onda más folk, en sus letras no eran tan románticos clásicos, sino más urbanos, con mucho sentido del humor. Se empiezan entonces a agrupar y a tocar en el Foro Tlalpan, ahí tenían un espacio que se llamaba “Cada quien sus rolas”.

Rafael Catana era de los que procuraba mucho presentarlos entre ellos, “mira él es Arturo Meza, es de Michoacán”, y se juntaban mucho en un café-bar en Tlalpan que se llamaba “El Cometa”, para armar la bohemia, ahí presentaron a Rockdrigo a los demás. Fue algo muy espontáneo, para muchos nunca fue un movimiento, más bien una reunión de amigos, para otros sí fue un movimiento porque tenían ciertas características, leían más o menos la misma literatura, escuchaban a los mismos músicos, tenían una onda social-política parecida.

La foto famosa de Los Rupestres es cuando deciden hacer el Colectivo Rupestre, Rockdrigo escribe un manifiesto con su humor, diciendo cosas como “los Rupestres somos músicos que tocamos con instrumentos de palo”. En esa foto aparecen Fausto Arrellín, Nina Galindo, Eblen Macari, Roberto González, Roberto Ponce, Rafael Catana y Rodrigo González. Algunos como Jaime López no quisieron entrarle de lleno a esa etiqueta de “rupestre” pero eran del mismo grupo. Había también muchos músicos de bandas que eran afines como Botellita de Jerez, Mamá-Z, Cecilia Toussaint y Arpía.

Básicamente el movimiento dura muy poco, porque Rockdrigo llega a Ciudad de México en el 83, y muere en el 85, dos años fue lo que duró ese esplendor. Para algunos, a partir de que muere Rockdrigo es cuando empieza realmente el movimiento, porque es cuando los compositores empiezan a buscar espacios, pero hay diferentes versiones. En “Rupestre: ElDocumental” lo abordan muy bien, con la opinión de varios músicos.  


 

Hablando del rock-folk urbano de los 70s… ¿Rock rupestre y rock urbano es lo mismo?

No… aquí en México, en los 70s, lo más cercano que hubo fue El Pájaro Alberto, que era el cantante de Love Army. Cuando se acabó esa banda, Alberto empezó a hacer sus rolas muy al estilo Dylan, se le considera como el primer Rupestre, el primero que sonaba a rupestre, con rolas en español hechas a guitarra y armónica. Luego hay como un vacío ahí, pasa el Festival de Avándaro, y en principios de los 80s había bandas como El Tri, Dug Dugs, que estaban más en el ryhtm & blues o hasta en el progresivo, pero realmente no había onda rupestre. El rock rrbano son rolas más de la banda, con letras un tanto más sencillas. 


¿Crees que en México se le da el reconocimiento y valor que se merecen a este tipo de cantautores, que trabajan detalle a detalle la canción, que son poetas urbanos de la canción?

No, creo que se le ha dado reconocimiento a cantautores digamos más “clásicos”, dígase Fernando Delgadillo, Alejandro Filio, ellos tienen otro tipo de canción, pero para este tipo de músico, que es más una canción de propuesta, no, no se le ha dado su reconocimiento. De hecho, gente que no está inmersa en lo Rupestre piensa que muchos ya se retiraron, que ya no tocan, lo ven como algo del pasado, pero las redes sociales han ayudado a darle nueva vida.

En México el rock siempre ha sido alternativo, nunca ha sido lo más popular, y si a eso le agregas que es un rock independiente, autogestivo… no hay un gran público para este tipo de canción, nació con esa onda de que no hay un gran público. Yo siempre pongo el ejemplo de Argentina, donde el rock es muy popular, tú vas por la calle o te subes al taxi y están escuchando rock, porque allá el rock sí es música popular, aquí es la banda, el corrido. Es algo cultural. Hay un público, pero no para hacerlo masivo. Aquí hay bandas que alguna vez tuvieron cierto nivel y siguen batallando, a menos de que sean Caifanes, Café Tacuba, que bueno ahora con las redes hay bandas que ya logran conectar con su nicho y llenar sus tocadas.


Cuéntanos un concierto memorable en el Sindicato que te venga a la mente en este momento…

El que más recuerdan todos fue con Trolebús, una banda de aquí de la capital de los años 80s, que precisamente sí estaba entre el rock urbano y el rupestre, porque musicalmente es muy urbana pero las letras son muy rupestres. Sacaron un álbum en el 87 producido por El Mastuerzo. En los 90s “Choluis”, el cantante de Trolebús, se fue a vivir a España y se desintegró la banda, pero siempre quedó como una banda de culto, sacaron varios hits y se quedaron como en la añoranza.

Bueno, era el 2017 y entra un personaje muy importante, Rodrigo de Oyarzabal, él trabajó en Radio Educación muchos años, y se encargó de grabar a todos los rupestres cuando iban a cabina, a Rockdrigo, a Jaime López, a Cecilia, a todos, hay cassettes que hasta ahora siguen rolando en El Chopo, de rupestres que solo tienen grabaciones de las que hizo él.

Va, pues en el 2017 me habla Oyarzabal y me dice “Choluis viene de España, va a estar unos días, ¿por qué no lo invitas al Sindicato a que se eche unas rolas con ustedes?”, y unos días después me habla por teléfono Choluis preguntando por un lugar donde tocar, y le comento del Sindicato, lo invito a hacer un concierto pero me dice que no tiene las rolas preparadas, pero a lo largo de un mes lo vamos platicando, él empieza a invitar a los músicos de Trolebús, y al final terminamos armando un concierto increíble. Muchos descubrieron el Sindicato por ese concierto, había fila para entrar en la calle. Fue Catana, Jaime López, Armando Rosas… el mismo público eran músicos legendarios. Después de ahí Trolebús ha hecho varias tocadas.



Cinetiketas: entrevista con Diego Enrique Osorno


"La Montaña" es el nuevo documental del periodista Diego Enrique Osorno, que sigue a un grupo de zapatistas, que creen en un mundo diferente y se embarcan a Europa en pleno confinamiento por el Covid-19. La obra se estrenó el pasado 5 de septiembre.


Acerca de la inclusión de Ofelia Medina como parte de los narradores, el realizador señaló que buscaba alguien que le diera legitimidad a la película. Relató que Ofelia va a Acteal cada año para hacer una celebración a la vida y a la resistencia.


En 'La montaña', Diego Enrique Osorno convive durante más de 50 días con siete delegados zapatistas que se lanzan a un viaje trasatlántico, que emula a aquellos en los que los conquistadores llegaban al llamado Nuevo Mundo. Además, Osorno hace una semblanza del movimiento zapatista, desde aquel grupo guerrillero clandestino de los años ochenta, hasta el grupo contemporáneo que ha sabido crear comunidades autónomas desde el Buen Gobierno.

«¿Qué comen lxs poetas?» | Ep. #01 Antonio León


Host: Jorge Sosa |

“¿Qué comen lxs poetas?” es un podcast que nace de la idea de que los poetas se mueren de hambre, el propósito del programa es invitar a un poeta en cada episodio para que hable de algo que le guste comer y algo más que consuma diferente a los alimentos.

El primer episodio de “¿Qué comen lxs poetas?” recibió a Antonio León, el poeta de Baja California que compartió su gusto por el ramen y Billie Holiday, además de leer un poema de su libro más reciente “Cuaderno de Courtney Love”.

Éste es un fragmento de la entrevista con Antonio que puede escucharse completa en Spotify y Apple Music.

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JS: ¿Qué piensas de la idea de que los poetas se mueren de hambre?

AL: Primero tendríamos que decir que en este país, como están las cosas, no morirse de hambre es una suerte, independientemente de a qué te dediques.

Yo soy de una localidad al sur de Ensenada, Baja California, que es un pueblo así bastante de terror donde la mejor fortuna es dedicarse a algo. A mí nunca me dijeron: te vas a morir de hambre si te pones a escribir tus poemitas. A mí lo que mi madre y mis tías me dijeron fue: ah, mira, qué bien, a ti no te van a meter al bote. No como a sus primos. Entonces, pues no sé, creo que lo de no comer nunca estuvo en la mesa. Vamos, no soy de una de estas familias de tradición y abolengo científico o intelectual que de repente dicen: solamente en el mundo de la academia se puede vivir o solamente en el mundo de la ciencia se puede vivir, y ves que los papás tienen una maestría, un postdoctorado y todo. No, en mi caso fue: mira, tú estudia y dedícate a algo y el resto es ganancia. Ya lo de los poemas fue: mira, ahí está. Y en algún momento fue: ah, era en serio.


La primera sección de este programa siempre se va a tratar de un platillo que le guste comer a nuestro invitado y en tu caso, elegiste el ramen.

Me pusiste en aprietos, mi querido Jorge. Me pusiste en aprietos porque tengo gustos bien específicos en cuanto a cosas que me gustan y además como un poco endémicas. Por ejemplo, soy un gran fanático de los tamales pero mayormente son los tamales que hace mi jefa, entonces hay que estar en situación de pueblo pintoresco para comerlos. De repente no soy tan complicado, contigo he ido a comer a este restaurante que está en tu edificio y yo pudiera ir a comer ahí la semana completa, no tengo ningún problema. Pero también está esto otro que es la comida japonesa que me gusta mucho. En la ciudad de la que yo soy, la ciudad cabecera, que es Ensenada, hay una presencia muy fuerte de los japoneses y chinos mayormente, gente que llevó al puerto una cierta forma de hacer preparaciones de mariscos y obviamente la comida de ellos, que se fusionó. En este caso, el ramen a mí me encanta, mayormente pido el tonkutsu que es mi favorito, no pido el picoso porque luego se pasan y le avientan como si se fuera a acabar el mundo.


A mí me gustó mucho tu elección del ramen porque yo siento que mucho de lo que tú haces, mucho de tu trabajo como poeta, no tiene nada de pudor para enlazar referencias de diferentes lugares, productos culturales de otro lado, música, futbol. Uno de tus poemas que me gusta mucho habla de Messi. Veo una exploración de tu mirada en otros lugares, ¿tú sientes que haces mucho eso?

Yo creo que dijiste dos cosas bien interesantes, obviamente esto de ver hacia otros productos de consumo cultural y no nada más de consumo cultural, están los deportes y consumos de otro tipo. Y otra cosa que es que no me da pena, no, yo no tengo ningún problema con hacer referencias directas. Por ahí, en alguno de mis libros, donde sí era como mucho más constante, alguien me decía: para leerlo tengo que estar conectado al buscador. Y entonces, de repente me parece que sacralizamos tanto el poema que la sola necesidad de ir a buscar una referencia ya nos causa problema, ya es como: no, lo tengo que entender todo. Estamos muy casados con entenderlo todo cuando históricamente sabemos que el poema ha sido explorado desde otras latitudes: el sonido, la parte plástica, la grafología, obviamente la sintaxis.

La forma de escribir y producir con el lenguaje no se reduce al significado, no se reduce a: vamos entendiéndolo todo. Entonces no pasa nada si vamos y buscamos, ¿no? Lo hacemos todo el tiempo con otros productos, con el cine, los videoclips, la música.

Yo conozco a gente que conoció hace poquito a Camarón de la Isla, este cantante español, por la Rosalía. Por una parte de una canción que dice: traigo a Camarón en la guantera. Entonces la gente era: ah, ¿cómo?, ¿traía una hielera ahí? Toda una generación nueva lo conoció por esa canción y Camarón es un cantante vital para la cultura del flamenco fusión en España. Entonces, no, yo no tengo ningún problema.

Me pasa algo que me sucede en la vida cotidiana y que creo que es un sentimiento que todos hemos experimentado que es ver algo que te gustaría que una persona o un grupo de personas, tus amigos, estuvieran ahí. Yo siento eso con el poema, yo conozco esto, a lo mejor ustedes no, me gustaría que lo conocieran. Voy a hablar de esta actriz afroamericana de los años 50 porque creo que era gloriosa y porque creo que la máquina de Hollywood la sepultó, como es la maravillosa Miss Dorothy Dandridge, que creo que fue la primera que lo hizo en Hollywood. Y que puedes hacer que funcione en el poema, y si no funciona, pues ahí sigue estando la referencia. Yo creo que el punto clave es que no pasa nada, vamos sacudiéndonos el miedo a no ser un poeta totémico, canónico y que tu oficio sea arder porque en este mundo hay problemas de verdad. En este mundo hay gente que golpea perritos, hay gente que hace cosas terribles. No pasa nada si en un poema tuviste que ir a buscar una cosa a internet, si no te gustó, si es mal poema según tú, no pasa nada.

 

Como una segunda parte de nuestro programa, uno no nada más se alimenta de comida, y le pedí que me ayudara a elegir algo más que fuera parte de su sustento, y eligió a la increíble cantante Billie Holiday de la que tengo que admitir que nunca había escuchado un disco completo seguido, así que me hiciste un gran favor, Antonio.

Qué gusto que te hayas detenido escucharla, es probablemente mi cantante favorita. Yo escucho música de muchos registros, no estoy casado con algo en particular. Soy muy fan de mi Billie Holiday pero también soy muy fan de Madonna o cosas nuevas así como Caroline Polachek que es increíble y hace como cosas de spoken word y de repente te recuerda a cantantes como Kate Bush que también me gusta mucho. Siempre estoy viendo qué está sucediendo pero siempre regreso a Billie Holiday. Me parece que Billie Holiday tiene la cualidad de que cualquier canción la hace sonar bien. Yo creo que si le damos las mañanitas que es una de las canciones que más odio, la podría cantar. Odio las mañanitas y nunca he entendido porque a media canción los convertimos en argentinos, así de “levantate, levantate de mañana”, ¿por qué hablamos así?

Muy bien que la encontraste y que te gustó. El año pasado salió una película en la que se narra el duro momento que ella pasó a causa de una de las canciones de su repertorio, una canción emblemática de su repertorio, que es Strange Fruit en la que ella habla de un linchamiento de afroamericanos y que llega en un momento muy fuerte para todo el discurso de los Estados Unidos que aún soñaban con ser esclavistas. La América blanca que lo veía como una gran pérdida y que tenía grandes problemas para asimilar que eran un pueblo con un pasado así, y cómo todavía seguían segregando a los afroamericanos. La película me parece que es muy muy interesante, la actriz canta los temas con su voz, entonces es una variación también interesante de escuchar. Es un registro muy parecido pero que no se fue con la grabación.


Billie Holiday es una cantante atípica, de repente cambia las notas de las canciones, hay un trabajo formal ahí muy interesante. Algo que leía y que se me hace muy acertado es que Billie Holiday técnicamente inaugura un estilo que ahorita es difícil de diferenciar porque ya muchos intérpretes más lo han retomado pero que no existía.

Sí, bueno, la tradición en la que ella se adscribe de alguna manera tiene que ver uno con los estándares de jazz, dos con esta tradición blusera del sur de Estados Unidos que es hasta un poco spooky, ¿no? De estas canciones de Jimmy Reed, de esas canciones de Robert Johnson que parecen embrujos y en las que se cuentan cosas oscurísimas: violencia, pacto con los espíritus, el diablo te vino a visitar. Es como, ¿qué estaban pensando en el sur galante de Estados Unidos en esa época? Y bueno, también esto que es ya una aportación de Billie que es tomar la influencia de cantantes como Bessie Smith, estas intérpretes que la antecedieron pero que de alguna manera eran mucho más agresivas en el abordaje. La interpretación de Billie es completamente sentida en todo momento, cada sílaba tiene un sentimiento detrás. Es una interpretación que se funde con una cosa que me parece bien importante que es la contención. A ella no le interesa que tú sepas que puede hacer veinte malabares con su voz y que puede alcanzar notas altísimas, a ella lo que le interesa es interpretar, llevar la canción a su terreno, hacerla suya, contártela y la narratividad de la canción. Te desgarra la canción de una manera súper cercana, te está contando algo que te puede pasar a ti. Sus anhelos, sus sueños, los momentos de romance más ligero de algunas canciones como What a little moonlight can do son así completamente, son algo que nos toca directamente y todo eso lo hace con una voz tan vulnerable, tan dulce pero al mismo tiempo con un poder muy especial. Yo ya estoy aquí en un plan muy muy fan, pero para terminar con mi ataque de fan, yo recomiendo mucho su último disco que se llama Lady in Satin. Es un disco de cuando ella ya estaba con problemas muy fuertes con las drogas y su voz lo resiente, su voz ya no era la misma en ese disco, pierde algunos matices muy interesantes pero gana unos tonos graves súper demoledores. Me parece que es un disco escrito desde una parte del sentimiento que no todo el tiempo estamos listos para nombrar. Lady in Satin es un testamento musical de una cantante que ha ido y ha venido del dolor, y ha inaugurado maneras nuevas de dolerse.

 

Como última parte de nuestra de nuestra entrevista, no pude haber soñado un mejor primer invitado para este podcast, te agradezco muchísimo tu tiempo y tu ánimo para esta conversación pero me gustaría mucho saber si nos podrías leer un poema de tu último libro.

Te voy a leer un poema precisamente de Cuaderno de Courtney Love, que es uno de los poemas que no se tratan de Courtney Love. El libro está dividido en dos partes, la primera que es el Cuaderno que son poemas que alguna manera se enlazan con la con la figura de Courtney Love, pero la segunda son poemas sueltos que no tienen que ver gran cosa y el que te voy a leer es un poema de una ocasión en la que yo estaba viendo un documental acerca de la comunidad polaca en la Ciudad en ciudad de México, que en algún momento llegó en una especie de éxodo en plena guerra mundial. Me conmovió mucho lo que una de las señoras contaba y en ese momento me paré a escribir, entonces les voy a leer este poema que se llama Polonia.

***

 

nos pusieron en el barco aquella tarde

 

Hermitage se llamaba el barco

 

diario morían personas a bordo

y no había panteones en el mar

o una losa para llorar por fuera

 

yo recuerdo cuando vertían cadáveres al océano

 

aquel sonido

yo lo tengo tan presente

 

podría estar de vacaciones en una alberca

y reconocerme en el sonido de cuerpos

que entran al agua después de morir

 

yo era una niña de ojos verdes

pero recuerdo los pasos de olmo

 

la línea de clavos al fondo de zapatos

que tuvieron dueños distantes

 

y recuerdo los cadáveres del mar

 

las sonrisas en improbable duelo de dulces

traídos de Polonia

 

porque la felicidad es un simulacro de pieles hendidas

por el verano

 

en que el mar me llevó a otra parte

 

***

El resto de la conversación con Antonio León lo puedes escuchar en Spotify o Apple Music.

Puedes leer más poemas del libro más reciente de Antonio León aquí.

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«De ida y vuelta» de Iván Farías




La entrevista... ese género | Por Óscar Alarcón

@metaoscar

 


Se puede pensar que por ser uno de los estados más pequeños de nuestro país, Tlaxcala no cuenta con una tradición artística. No sólo escritores como Yassir Zárate, Dania Corona Muñoz, Jaklin Parada Cuatecontzi o Gabriela Conde Moreno tienen su lugar de nacimiento en el estado vecino a Puebla, sino una pléyade de pintores, fotógrafos, artistas plásticos y promotores culturales viven ahí.


Iván Farías, quien en algún momento dijo que había nacido en Tlaxcala, pero después dijo que no, que su lugar de nacimiento era la Ciudad de México –o quizá sólo fue un rumor y ahora no sabemos en donde haya nacido, pero sabemos que por el momento vive en Francia– hizo una serie de entrevistas a artistas tlaxcaltecas contemporáneos. O si no son tlaxcaltecas, por lo menos que tengan un arraigo con el estado.


Los creadores a los que Iván Farías les da voz pertenecen a una generación de artistas mexicanos que se ha encargado de revitalizar el arte en nuestro país, sus trabajos van desde el grabado y la pintura –artes canónicas– hasta lo experimental –gráfica digital y videoarte–, considerando que el libro se publicó hace 15 años.


En el libro aparecen las entrevistas a Jorge Barrios, Samuel Ahuactzin, Abel Benítez, Malena Díaz, Enrique Pérez, Gonzalo Pérez y Polo Praxedis, quienes con su tono particular comentan cómo crecieron en el arte y cómo viven Tlaxcala desde su disciplina.


Uno de los raseros que Farías empleó para entrevistar a estos creadores fue que su obra se hubiese expuesto en el extranjero.


El pintor Jorge Barrios nació en Tlaxiaco, Oaxaca y obtuvo el Primer Lugar del Tercer Concurso de Pintura Tlaxcala-México.


Samuel Ahuactzin, oriundo de Chiautempan, escultor y docente, ha cincelado el mármol, pero también conoce el barro, la cera y los metales.


Abel Benítez, artista plástico, músico, docente y artista multimedia, es coordinador de La Colmena, espacio en donde se imparten talleres de cultura digital.


Malena Díaz, nacida en Tlaxcala, Tlaxcala, es fotógrafa y artista plástica ha realizado más de 150 exposiciones, en donde el maíz o las muñecas fueron sus temas. Además, es directora del Festival Internacional de Fotografía Foto 13, que se realiza en Tlaxcala.


Enrique Pérez Martínez, coordina Titegrafías, un portafolio que se realiza de manera anual en grabado. Participan diversos artistas gráficos de México y el mundo. Ha realizado más de 90 exposiciones en donde prioriza la técnica del grabado.


Gonzalo Pérez es fotógrafo y ha realizado más de 20 exposiciones en México, Canadá, Indonesia, Estados Unidos y Francia. Obtuvo el Premio Estatal de Periodismo; fue fotógrafo para la agencia de noticias EFE.


Polo Praxedis, grabador, ha montado diversas exposiciones y su trabajo lo ha llevado a realizar una carpeta conmemorativa sobre el poeta Ernesto Cardenal titulada “23 cantos para quien le canta a México”.


La voz de Farías es sólida, le da paso a las historias que los pintores, fotógrafos y grabadores tienen que contarnos. Las preguntas son puntuales. Es un libro de entrevistas en donde regularmente todas las pláticas comienzan como deben comenzarse las grandes amistades: con comida y unos tragos de por medio.


Farías platicó con siete artistas importantes de Tlaxcala –número cabalístico para el autor– pues, aunque quería desmarcarse del número, las circunstancias lo obligaron a cerrarlo el libro sobre él.


La curiosidad es grande y se refleja en lo anecdótico y la libertad de las entrevistas, en donde cada uno de los protagonistas expone su poética particular y cotidiana, su incursión en el arte, viajes y andanzas y sus contemporáneos.


Veracruz, Tlaxcala, París, Barcelona, la Ciudad de México y sus zonas populares son los escenarios que los artistas describen, además de cómo fueron sus años de formación, lo cual se traduce en un trabajo creativo diario.


Iván Farías salió bien librado del reto que se impuso y de manera excelente nos ofrece un libro de indudable valor. Después de este libro vendrían más obras narrativas para el autor y un libro de crónicas en donde el librero juega el papel protagónico. Sin embargo, no se le volvió a ver a Farías en los caminos de la entrevista.


Sobre el trabajo que se realizó en aquella época en Tlaxcala, Iván Farías apuntó:

 

“En Tlaxcala hacen falta estudios sobre el arte que diversos artistas han producido en la entidad […] si un investigador externo viniera a buscar bibliografía sobre la actividad artística en Tlaxcala, se encontraría con un gran vacío”.


El trabajo periodístico de este libro nos arroja luz sobre el momento en el que estaban trabajando y se vuelve un documento histórico ya que, después de 15 años de su publicación, podemos comparar y hacer crítica sobre lo que ha ocurrido en la plástica tlaxcalteca durante ese tiempo. ¿En dónde está el trabajo de otros autores? ¿Cuál es la salud creativa de Tlaxcala en materia plástica?


De ida y vuelta, puede ser un libro de arranque para los estudios actuales sobre el arte realizado en la región de Tlaxcala, o más: para cualquier lector interesado en la fotografía, pintura y grabado en México, que de estas disciplinas, tenemos gran tradición en el país.

 


*De ida y vuelta de Iván Farías. CONACULTA/Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, México, 2010.

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