Nostalgia de un cinéfilo empedernido y una de macacos

Recuerdo vívidamente una frase del realizador estadounidense Tim Burton, el cual decía que “Quien hace cine es porque no tuvo citas en el bachillerato”, jejeje, ese Tim tenía mucha razón.






¿Quién recuerda cómo era una visita al cine hace unos 19, 20 años? Al menos en “mi rancho” seguían existiendo las permanencias voluntarias; los cinemas "gemelos" (enormes espacios para disfrutar una película con más de 300 o 400 butacas); las funciones dobles; los piñones y las palomitas en bolsas de papel (ya con logotipos de la cadena exhibidora, no como las de papel todavía más antiguas). Ahora no puedes quedarte a ver el principio de la cinta si es que llegaste tarde a la función; los gemelos dieron a luz a diversos multicomplejos de 8, 10, o hasta 14 salas, pero con menor cobertura de asientos; y, tal parece que la mayoría asiste más por consumir combos de refrescos y palomitas que por disfrutar la calidad del film. De vez en cuando no hay “bronca”; pero, el no comprar tan seguido esas palomitas de 40 pesos, bien podría servirles hasta para ver otra película en miércoles o en funciones de matinée; la cuestión es buscarle. Al cine se le busca, se le pretende, te exige, no como la televisión que te llega "gratis" pero, la mayoría de las veces, sólo para contarte las mismas mierdas o reforzar estereotipos peligrosos, para promoverte la mediocridad.

Cuando yo era un mocoso, babeaba cada vez que había un estreno los viernes, me súper emocionaba ver una película con efectos visuales. Recuerdo todavía, y con suma alegría, que en un intercambio estudiantil en la secundaria, percibí uno de los motivos por los que me enamoré de la magia del séptimo arte: ver la sonrisa de un niño, de una escuela de la sierra, que carcajeaba con los efectos visuales de los animales de “Jumanji”, los cuales hacían desmán y medio dentro del contexto de la historia.

Actualmente, sin avisarnos siquiera, los Cinepolis y los Cinemex (el duopolio de la exhibición peliculera en México) han cambiado los días de estreno a los jueves. Además, el cine 3D de aquella época consistía en unos lentes pero con papel estraza, uno azul y otro rojo. Hoy el 3d ha mejorado y ya se observa profundidad de campo y más calidad en los efectos, claro, existen sus horrorosas excepciones.

Recuerdo vívidamente una frase del realizador estadounidense Tim Burton, el cual decía que “Quien hace cine es porque no tuvo citas en el bachillerato”, jejeje, ese Tim tenía mucha razón; aunque su frase también puede aplicar al que consume celuloide. Puedo decir, abiertamente y sin tapujo alguno, que mis primeras citas románticas fueron con Meg Ryan, Julia Roberts, Sandra Bullock y Natalie Portman.

Heme hoy aquí escribiendo y hablando de cine, eso sí, sin querer convertirme en uno de esos críticos odiosos que sólo sueltan la lengua, pero que no mueven su trasero para descubrir todo el trabajo que existe detrás de la realización de un filme. He de confesar que, cuando se puede, trato de colaborar con la producción o creación de cortometrajes. Esto me ha llevado a darme cuenta de lo complicado, tedioso, pero profundamente apasionado y fantástico, que es la misión de contar historias, narrar aventuras y crear magia.

Así que, más que un columnista de cine, quiero que se me lea como un cinéfilo declarado, de esos que exigen una historia cuasi perfecta en forma y fondo, pero con profundo respeto a toda la gente que nos lleva a lugares inimaginables, como lo que sucede con mi primera película a comentar: “El planeta de los simios: Confrontación” o “Dawn of The Planet of Apes” en su título original.
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Se trata de la secuela de aquel reboot de una franquicia exitosa que inició a finales de los años 60´s y que, en 2011, bajo la dirección de Rupert Wyatt, sorprendió a propios y extraños, por la calidad de su historia, donde se habla de la soberbia o arrogancia del ser humano por querer “cambiar el mundo” afectando el mundo de otros (en este caso, el de los simios con los que experimentan).

Esta segunda parte, “Confrontación”, tiene como gran acierto adentrarnos en el mundo de los simios 10 años después de su levantamiento. La película es de ellos, los humanos pasan a segundo plano y muchas de las escenas nos muestran la cotidianidad de los monos para cazar, organizarse, comunicarse y sobrevivir. Son liderados por César, el simio inteligente de la primera parte, que, además de hablar, posee otro tipo de inteligencia, la emocional, esa que -irónicamente- lo humaniza.

El argumento de la cinta gira en torno a esa tregua que César quiere hacer respetar entre simios y humanos, permitiendo que cada especie se desarrolle en sus propios mundos, ya que él desea evitar la guerra y la muerte. Sumado lo anterior, desea impedir, a cualquier costo, un daño mayor a su grupo, a los demás simios que lo siguen. Sin embargo, existe un antagonista peludo y resentido, de nombre “Koba”, quien junto con un grupo de humanos, que buscan una presa para proveerse de energía eléctrica, van a meter el desorden en todo lo que ha tratado de construir César.

En forma, la cinta es excepcional, cumple a creces. La textura, expresiones y movimientos de la especie simia son maravillosos, los efectos digitales cumplen las expectativas. No por algo la película terminó costando 170 millones de dólares.

El ritmo de la trama es bueno, rompe un poco con la dinámica de las clásicas cintas de verano que nos acostumbran a mucho efecto visual, poca sustancia en los diálogos y montajes bruscos con miles de cortes de edición. Acá se percibe una cinta que se toma su tiempo para mostrarnos la cotidianidad de los simios y su encuentro con los humanos. No hay abuso de las escenas de acción o guerra, suceden cuando tienen que suceder.

Sin embargo, el guión me generó ciertos sentimientos encontrados, porque se muestra más indulgente con la raza humana, cuando soy de la idea de que los animales pueden manifestar odio extremo, no por naturaleza propia, sino por defensa propia y experiencias traumatizantes. Recordemos un documental maravilloso que trata de exponer las razones de la violencia de las orcas (“Black Fish”) o, para no ir más lejos, traigamos a nuestra mente todo lo que sucede en la vida “real”, dentro de los circos, lugares en los cuales el espectáculo principal son los animales, los cuales, por desgracia, son sometidos a un adiestramiento y cautiverio realmente criminales. Por lo tanto, sus reacciones son producto del abuso del humano, quien en su afán de creerse raza superior, no sienten empatía alguna por otras especies, aunque conviva diariamente con muchas de ellas. Koba, el antagonista peludo de la historia, es buen reflejo de esto: tiene una razón detrás de su conducta, que nos permite entenderlo mas no justificarlo, razón ésta que se relaciona mucho con las acciones de los humanos.

En fin, considero que “Dawn of the Planet of Apes” es una película superior al promedio de las cintas de verano, aunque me hizo sentir menos emotividad que su antecesora, que sigue prometiendo consolidar, o reconsolidar, de manera elegante e inteligente, tanto en forma como en el fondo, la saga en cuestión. Siento algo desperdiciado el personaje de Gary Oldman, pero, en general, el mundo reflejado en la cinta es digno de comentarse y hasta de analizarse concienzudamente.
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