El Banquete de los Pordioseros | Por Rodolfo Popoca Perches |
Este año, si Dios no dispone lo contrario, B.B. King cumplirá
90 años, sí, noventa años el próximo 16 de septiembre, cualquier cosa,
¿no te parece?, se dice fácil, es como si se tratara de cualquier
minucia, como si fuera cosa de todos los días. Y sí, sucede todos los
días, aunque no todos lleguen, o lleguemos, no sé, a esa edad. Pero B.B.
King es todo un caso, sigue trabajando, sigue regalándonos su talento,
sigue entregándonos su vida, su mismo espíritu en cada blues, en cada
solo que ejecuta en su inseparable guitarra Lucille.
Es una indiscutible leyenda, tampoco esto es exclusivo de su
majestad, además de B.B. King ha habido y seguirá habiendo en el blues,
en el rock, en el jazz, en la música clásica, grandes leyendas cuya
inmortalidad está asegurada por su legado musical. Hay leyendas que han
pasado de esta vida a la otra y cuya partida, en algunos casos, ha
contribuido a enfatizar su esencia, a convertirlos en mito, por ejemplo,
Jimmy Hendrix, el punto de convergencia entre el blues, el rock y el
jazz. Muddy Waters, verdadero culpable de electrificar el blues con la
única y sana intención de hacerse escuchar mejor y poder presentarse en
auditorios más grandes, por eso, y sólo por eso se permitió el
atrevimiento de amplificar su sonido, pero nunca buscando recursos
alternativos a la naturaleza de su guitarra. Willy Dixon, uno de los
mejores contrabajistas, ¿el mejor? en el blues. Frank Zappa, inagotable
fuente de creatividad que se supo desarrollar con la misma solvencia,
tanto en el rock como en la música de concierto con obras tan
contundentes como “The Yellow Shark” y “The Perfect Stranger” en donde
contó con la colaboración de una de las batutas con mayor autoridad en
la música contemporánea, me refiero a Pierre Bolulez. Jim Morrison y Lou
Reed, dos de los más grandes letristas que registra el rock, cuyas
canciones, verdadera poesía, nos hacen con frecuencia olvidar sus
argumentos musicales. El pianista Glen Gould, que me enseñó, a mí tan
ortodoxo y purista en mis concepciones musicales, que sí era posible
tocar a Bach en el piano y no únicamente en el clavecín. En fin, Janis
Joplin, Charlie Parker, John Lennon, Louis Armstrong, John Lee Hooker,
Duane Allman, Stevie Ray Vaughan, Oscar Peterson, Jaco Pastorius, … la
lista sería interminable.
Para beneplácito de quienes encontramos en la música una buena razón
para vivir, contamos con verdaderas leyendas que siguen vivas, y mejor
aún, siguen trabajando. Ahí está Bob Dylan, Eric Clapton, Paul
McCartney, Chick Corea, Stevie Winwood, los tres sobrevivientes de Led
Zeppelin: Jimmy Page, John Paul Jones y Robert Plant; los eternos
Rolling Stones, Claude Bolling y Keith Jarret, estos dos oscilando con
una gracia incuestionable del jazz a la gran música de concierto, Jarret
está parado en esa delgada línea que divide estos dos lenguajes
musicales, aborda con la misma solvencia los ritmos sincopados que las
delicias de Bach y Mozart, verdadera ambrosía, exquisitos manjares
sonoros. Sí, las manos de Keith Jarret son las del rey Midas,
transforman en oro todo lo que tocan.
Cierto es que dentro del blues quedan vivas muy pocas leyendas, la
mayoría de esos íconos de las región del delta del río Mississippi han
entregado su alma al creador, y es lógico, todos andarían rondando los
90 años, justamente como B.B. King.
Riley B. King, ese es su verdadero nombre, ha sido modelo para varias
generaciones, tanto de melómanos como de músicos, ha tocado con algunos
de los nombres más influyentes del rock, ha sido su gran gurú, por
ejemplo, Eric Clapton como su chofer en la portada del álbum “Riding
with the King” del año 2000, lo lleva sentado en la parte trasera de un
cadillac convertible, como corresponde a su jerarquía de verdadero
monarca. Mick Jagger y Keith Richards están dispuestos a pagarle tributo
para siempre. Bono y The Edge de U2 se notan hasta nerviosos cuando
tocan con él, como lo podemos ver en el film “Rattle and Hum”. Los
Beatles, quizás uno de los grupos de los años 60 que tuvieron un
contacto más discreto con el blues, lo mencionan en su canción “Dig it”
del álbum “Let it Be”. Tocó con el jazzista Joe Sample, líder de The
Crusaders y con la Royal Philharmonic de Londres. También ha compartido
créditos con el bajista Stanley Clark, el guitarrista John McLaughlin y
la lista de grandes músicos continúa indefinidamente.
B.B. King nos ha enseñado que el blues no es sólo tristeza o lamentos
inconsolables, es eso y muchas cosas más, nos ha enseñado el rostro
feliz y sonriente del blues. Definitivamente es un verdadero jefe, un
incuestionable icono de la música, ha roto los límites territoriales del
blues para abordar cualquier repertorio, es, me atrevo a decirlo, la
leyenda viviente y viva más influyente en estos tiempos. Mucha de la
música que se ha hecho en los últimos 30 o 40 años gira en torno a él,
imposible poder entender no sólo el blues, sino también el rock y el
jazz sin la indispensable presencia de B.B. King. Pero todo esto no es
fácil, ser esa figura tiene sus consecuencias y compromisos. Lo vemos
siempre sonriente en el escenario como despreocupado y ajeno a todo lo
que él representa para la música, sin duda está pagando el costo de ser
el jefe, como dice su célebre canción: “Payin’ the cost to be the boss”,
pero parece no importarle, él sigue disfrutando del blues, sigue
haciendo llorar a Lucille y sí, 90 años parece ser una buena edad para
tocar el blues. ¡Larga vida al Rey!
rodolfo_popoca@hotmail.com