Andrea Pizarro y su 'Manual del nuevo hidrocálido': instrucciones para sobrevivir al progreso inmobiliario

Andrea Arellano Pizarro (Durango, 1998) es escritora y artista visual. Reside en Aguascalientes desde 2022.

 

Reyes Rojas


Aguascalientes es la tierra de la gente buena, o al menos eso se dice desde que los alientos de la Guerra Fría, en 1949, llevaron a la administración en turno a que incluso un estado que no aportaba más del 1 por ciento del PIB nacional, tomara partido frente a la “amenaza comunista”. “Gente Buena” en ese entonces significaba ser católico y admirador del libre mercado.

¿Qué tan vigente será, hoy en día, dicha expresión? Esta pregunta es la que se hace la artista visual y escritora Andrea Pizarro. A partir de esta pregunta surge su Manual para el nuevo hidrocálido.

Pizarro no redacta un folleto turístico. Levanta un manual de supervivencia urbana con tipografías retro y consignas que invitan a “dirigirse a las torres”, expresión que hace alusión al crecimiento o boom vertical que tanto se vende como parte del supuesto y exitoso desarrollo del llamado Gigante de México.

Su Manual observa el centro de Aguascalientes, retrata la vivienda abandonada y parodia el lenguaje que promete plusvalía garantizada. El resultado no sermonea. Instruye con ironía.

Me pregunté qué tanta vivienda abandonada existía”, dice Pizarro durante la entrevista.

La pregunta guía el proyecto y sostiene el humor negro de los afiches, que exhortan a identificar al enemigo en los jóvenes con pensamiento crítico y sin posibilidad real de adquirir una vivienda digna. El enemigo no llega del exterior. Habita las políticas que celebran nuevas torres mientras calles rotas y multifamiliares cumplen cuarenta años en deterioro.

¿De dónde sale este manual?

Andrea Pizarro camina su ciudad, la estudia, recorre el primer cuadro y reconoce dos detonantes. Primero, la memoria ferroviaria y un pasado que imaginó progreso a toda máquina. Segundo, el dato duro: el INEGI reporta que, en 2020, había 70 mil viviendas deshabitadas en Aguascalientes. Ella añade un cálculo que circula en la conversación pública tras el caso La Pona:

Creo que al menos hay 100 mil viviendas abandonadas”.

Pizarro no presume certezas. Confirma en fuentes oficiales y levanta alertas visuales. El INEGI aparece como brújula.

La artista planea una siguiente entrega centrada en datos y cartografías. Por ahora articula señales: anuncios que prohíben estacionarse “ni por un minuto”, puertas selladas, fachadas que exigen atención. Los fantasmas urbanos no nacen del mito. Nacen de una red de servicios que se deteriora.

El manual no demoniza la altura.

Andrea lo aclara: Apoyo la vivienda vertical bien pensada”.

Su crítica apunta a torres que funcionan como oasis privados y separan barrios con muros y amenidades encapsuladas. Ese modelo densifica sin tejido y multiplica inseguridad, plagas y focos de infección en el entorno inmediato.

El lenguaje gráfico desarma esa promesa. En una lámina aparece un caballero con sombrero que apunta al lector:  “¡Hidrocálido! Es hora de salir a construir”.

En otra, dos jóvenes reciben la etiqueta de “promotores del reuso” por querer habitar lo existente. Con humor muestra la lógica del mercado: construir, vender, mantener vacía la propiedad para que la demanda nunca muera.

 

Esa lógica gana eco en discursos empresariales y académicos que hoy dominan la conversación regional. Hablan de eficiencia del suelo, densificación inteligente y ciudades de 15 minutos. Prometen plusvalía, liquidez y preventa como vehículo. Señalan que la gente ya no quiere vivir lejos y enfatizan que la verticalidad acerca servicios, oficinas y parques. Plantean tasas y seguridad como variables decisivas. El manual no discute los conceptos. Los interroga desde los vacíos que deja el entusiasmo.


Lo que dicen los números y lo que muestran las calles

El auge inmobiliario local no se entiende sin migración y empleo industrial. Distintas fuentes del sector insisten en una demanda creciente de vivienda; algunas incluso calculan más de 200 mil llegadas anuales a la entidad y proyectan una proporción 70/30 entre vivienda horizontal y vertical dentro del Tercer Anillo. El relato inmobiliario añade cinco argumentos recurrentes:

      Crecimiento del PIB de la construcción

      Protección contra la inflación

      Tasas en descenso

      Inversión extranjera al alza

      Estabilidad frente a la incertidumbre.

El Manual del nuevo hidrocálido coloca estos mensajes junto a escenas del centro histórico. En una página, la leyenda “Atención, ciudadano obediente” se sobrepone a la imagen de un inmueble sostenido con puntales, donde “hogares huecos” y “vagabundos en modo decorativo” conforman el panorama.

En otra página, un cuestionario pregunta: “¿Permanece encadenado al glorioso pasado que lo hunde?”. Andrea rehúye el choque frontal. Yuxtapone la promesa con la otra ciudad con preguntas que podría hacerse cualquier aguascalentense el día que el cura lo manda a rezar un padre nuestro:

El manual adopta el lenguaje comercial típico del curso express que ofrecen supervivencia y plusvalía garantizada mientras invitan a mantenerse alerta y evitar el mal gusto. La artista escribe con afiches, sellos falsos y logos de constructoras fantasma. La ironía funciona como antídoto contra la normalización.


Verticalidad sin burbuja: la propuesta detrás de la sátira

La propuesta de Pizarro no cancela la vivienda en altura. Redirige la conversación. Andrea es una aficionada, una experta autodidacta en cuestiones de urbanismo y arquitectura, y como tal propone usar primero lo construido, rehabilitar multifamiliares y casas del primer anillo, y después densificar con criterios claros: conectividad, movilidad activa, agua suficiente y mezcla de usos.

Ella pide espacios que integren colonias, no moles cerradas que bloqueen el barrio contiguo. El manual exhibe costos de no actuar. El abandono trae inseguridad, adicciones y trámites olvidados.

El manual recurre al detalle mínimo para mostrar esos costos: un letrero que amenaza con “se ponchan llantas”, una puerta con la marca “ni por 1 minuto”, un asiento público con el escudo local frente a un edificio descascarado. La composición sugiere una ciudad que mira hacia arriba y no mira sus cimientos.

Además, Pizarro recuerda la dimensión comunitaria.

Perdimos rituales”, explica. “Ya no organizamos posadas, rosarios ni redes vecinales”.

Ella admite que vive en un complejo y no conoce a todos sus vecinos. Esa confesión no moraliza. Dibuja un déficit relacional que la verticalidad podría agravar o reparar, según el diseño y la gestión.


Datos, archivo y ciudad vivida: el manual que viene

La autora no deja el manual como pieza única.

Quiero dividirlo en varias partes”, anticipa.

La próxima entrega exploraría bases de datos, mapas y series históricas. También quisiera construir un archivo urbano que hable de ex haciendas demolidas, cines cerrados o edificios públicos con arquitectura prehispánica reinterpretada. Ella valora ese patrimonio moderno y propone una lectura sin nostalgia.

El proyecto crece como diario de campo. Cada casa descubierta suma una página. Cada historia barrial abre un pie de foto.

“Me parece agradable hacer de mi vida aquí un proyecto”, dice.

La frase resume la metodología: caminar, escuchar, fotografiar y cruzar esas observaciones con estadística pública.


Entre el eslogan y la política del suelo

La conversación local impulsa la verticalización como solución a la escasez de tierra. Los manuales corporativos promueven preventa, amenidades y rentas institucionales. Las escuelas privadas actualizan programas para formar a la nueva mano de obra que construye en altura. La narrativa enfatiza eficiencia y sostenibilidad.

El Manual para el nuevo hidrocálido no invalida esa agenda. La complementa con una condición previa: habitar lo existente. Rehabilitar lo vacío reduce demoliciones, rescate de arbolado y huella hídrica. Y, sobre todo, teje comunidad donde hoy predomina la puerta cerrada.

Quiero entender mejor la ciudad”, insiste Andrea.

En el Manual el lector no recibe órdenes. Encuentra instrucciones que dudan. La ciudad ofrece promesas de velocidad y torres con vista. El centro reclama mantenimiento, política de vivienda y cuidado básico. Entre ambos extremos, la ironía de Pizarro abre espacio para una agenda mínima: contar las viviendas vacías, priorizar su rescate y diseñar verticalidad con barrio.

Andrea Pizarro elige la risa incómoda para reencuadrar la conversación. El manual, entonces, funciona como espejo portátil. Quien lo abre lee consignas y, al mismo tiempo, mira las calles que esas consignas ordenan olvidar.

El Manual para el nuevo hidrocálido puede consultarse en las redes de Andrea Pìzarro y de Neo Nada Estudio, un taller de producción arquitectónica arte y diseño con sede en Guanajuato.

 


 

Andrea Arellano Pizarro (Durango, 1998) es escritora y artista visual. Reside en Aguascalientes desde 2022, año en que publicó su primer poemario es posible amueblar una infancia, presentado en espacios como el CIELA y el Museo de Arte Contemporáneo de Durango. Su escritura dialoga constantemente con la arquitectura y las artes visuales, campos en los que también se ha formado.

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