Hello Louis!

¿Cómo empezar a describir a Louis Armstrong con tantas facetas profesionales? No es tarea fácil...
 Call me old fashioned… please! | Por Mónica Castro Lara |



Sí, el título de mi presente artículo claramente hace alusión a la canción “Hello Dolly!” de 1964 que tanto popularizó mi queridísimo Louis Armstrong y, aunque no la escribió ni la compuso, vaya que se apropió de ella y le dio vida como sólo él sabía hacerlo o, ¿acaso alguno de ustedes tiene más presente la versión de Sammy Davis Jr. o de Andy Williams? ¿Verdad que no? Cabe mencionar también que dicha canción, a pesar de la edad de Louis y que claramente ya no estaba en el auge de su carrera, compitió fuertemente por el primer lugar de la lista Billboard de ese año contra “I Want to Hold Your Hand” y “She Loves You” de una banda británica de la cual no recuerdo bien el nombre… (Si creen que hablo en serio, entonces probablemente no me conozcan en lo absoluto).


Ya falta muy poco para conmemorar su fecha luctuosa y de nacimiento, así que me parece muy bien adelantarme un poquito para platicarles brevemente por qué Louis Armstrong es otra gran personificación del jazz y también por qué el estilo y carisma de Satchmo (uno de los tantos apodos que tenía gracias a su gigante boca) revolucionó e influenció a tantos y tantos artistas de este género musical.


A mí no deja de asombrarme cómo es que la mayoría de los artistas sobre los que he escrito en esta sección, tuvieron infancias bastante turbulentas y difíciles, y por supuesto Louis no sería la excepción. Nacido en la bella Nueva Orleans (cuna del jazz), fue abandonado por su padre al poco tiempo de haber nacido y su madre, a veces sirvienta y a veces prostituta, no tenía ni el dinero ni el tiempo para cuidar de él y de su hermana, así que se los “encargaba” a su abuela y a su tío. Debido a que “the Battlefield” -barrio donde vivía- estaba ubicado en uno de los distritos donde la prostitución y las drogas estaban reguladas y medio legalizadas, era de esperarse que abundaran los prostíbulos, bares y salones de baile y, nuevamente como por arte de magia, descubre su verdadera pasión: el jazz. Imagínense la escena: un pequeño Louis siguiendo y escuchando atentamente a una banda que tocaba como desfile en plena calle, para después internarse en el famoso “Mahogany Hall” de la glamurosa madame Lulu White. Aquí yo opino que la curiosidad HIZO al gato.


Con la ayuda y el respaldo económico de los Karnofskys, una familia judía que vivía en el barrio, consigue algunos trabajitos para después empezar con clases de corneta y, al mismo tiempo, comienza a tocar en algunas bandas locales hasta que el experimentado Joe “King” Oliver, lo apadrina y se convierte en su mentor profesional y personalmente hablando. A partir de este momento, comienza algunas giras locales, a dominar también la trompeta y el resto es historia.


Músico, cantante, actor, comediante, locutor y escritor. Así como en la película “Mean Girls” en dónde se preguntan cómo pueden describir a Regina George y todo mundo dice cosas maravillosas y exageradas sobre ella, así es como yo empecé a escribir este artículo: 

¿cómo empezar a describir a Louis Armstrong con tantas facetas profesionales? No es tarea fácil, y además son tantas y tantas las cosas maravillosas que tiene (porque a pesar de que falleció hace un par de añotes, su legado nos permite hablar de él en tiempo presente), que cuesta trabajo hacer una selección de ellas, pero qué les parece si de dos características que me impactan, empezamos por su voz.


Estamos hablando de la década de 1920, los inicios de la Era del Jazz, los impresionantes roaring twenties de los cuales nunca me cansaré de hablar. Ahora, para los que más o menos están familiarizados con la época, sabrán que no había voz como la de Armstrong. ¡Es increíblemente particular! Ni siquiera puedo describirla con tecnicismos porque no los conozco, pero sí puedo hablar de cómo interpreta las canciones… ¡qué belleza! en verdad impacta; es sutil, innovadora, melódica, tal y como lo son sus canciones. Yo no me canso de escucharlo cuando pongo alguno de sus discos. Y aunque Edith Piaf sea Edith Piaf (que también amo por cierto), siempre me inclinaré mucho más por la versión de “La vie en rose” de Louis que de ella.


En muchas de sus canciones, incluía varias improvisaciones vocales que dieron pie al famoso “scat singing”, cuya definición es utilizar la voz como un instrumento más y no tanto como un medio de habla. Son vocablos sin palabras, sílabas o palabras sin ningún sentido; es dejar que la música te guíe. Hay quienes aseguran que la canción Heebie Jeebies fue la primera en utilizar el “scatting” y obviamente tenía que ser de un genio llamado Louis Armstrong. Luego, mi querida Ella Fitzgerald también lo utilizó en muchas de sus canciones, no en vano fueron grandes amigos y grabaron dos álbumes juntos.


Ahora, la segunda característica que más me gusta de un artista como Armstrong es la personalidad. Los invito a que vean cualquiera de sus presentaciones en vivo y se darán cuenta que él amaba y disfrutaba lo que hacía con cada uno de sus dientes (digo dientes porque pareciera que tuviera muchísimos). A pesar de todos sus problemas, les apuesto a que sí era un hombre feliz, se nota en su expresión. El rey George V de Inglaterra le regaló una trompeta por el amor de Jesucristo, ¿quién no estaría feliz de recibir ese tipo de regalos y reconocimientos?


“What a wonderful world” es obviamente su canción más conocida, pero hay un sinfín de recomendaciones que puedo hacerles, entre ellas: “A kiss to build a dream on”, “Only you”, “Mack the knife”, “Cool Yule”, “The nearness of you” al lado de mi hermosa Ella, etc, etc, etc. Termino y me despido con esta frase de Don Duke Ellington:


“If anybody was Mr. Jazz it was Louis Armstrong. He was the epitome of jazz and always will be. He is what I call an American standard, an American original”




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La Autora: Publirrelacionista de risa escandalosa. Descubrió el mundo del Social Media Management por cuenta propia. Gusta de pintar mandalas y leer. Ácida y medio lépera. Obsesionada con la era del jazz. Llámenme anticuada… ¡por favor!

 
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