7NN: El violinista

Al término del concierto Jan se dirigió hacia su camerino, en la entrada había un ramo de rosas decorado con un moño color dorado, una nota en la cual estaba escrita una dirección y hora.
El violinista 
Isaías García

Se escuchaban aplausos en todo el auditorio mientras se abría el telón, la sonrisa perfecta ante el éxito de un hombre que era reconocido por los ahí presentes, una melodía resonaba vigorosamente y aquel concertista arrancó con gran maestría el espectáculo, alegremente movía de lado a lado el arco que sostenía en su mano derecha, las luces daban brillo a su traje oscuro y al peinado perfecto que mostraba magistral belleza. 

Al término del concierto Jan se dirigió hacia su camerino, en la entrada había un ramo de rosas decorado con un moño color dorado, una nota en la cual estaba escrita una dirección y hora, aquella era la cuarta de la semana, un lugar especificado y sin remitente. La curiosidad se apoderaba de aquel hombre, nacía la curiosidad de saber quién era su admirador secreto pero cierta inquietud provocaba pánico de sólo pensar que se encontraría a lo inesperado, sin importarle su sentir se encaminó al lugar acordado. Al encender un cigarrillo era como aumentar el ego, jugaba con el humo con aires de grandeza, altanero y burlesco mientras imaginaba a una mujer hermosa de grandes pechos a la cual llevaría a un cuarto de hotel. Pasó por un callejón de la ciudad, los maullidos de los gatos producían un ruido ensordecedor provocándole preocupación y un presentimiento extraño. El miedo se apoderó de sus sentidos, sintió que alguien lo perseguía, creía que había alguien detrás de él, aceleró el paso, tiró la colilla del cigarro y a su vez limpiaba el sudor de su frente, las manos le temblaban y sentía no avanzar. De un parpadeo a otro, se encontró en el lugar descrito en la nota, había avanzado quince cuadras sin haberse dado cuenta. 

Aquel lugar era un restaurante fino, las puertas eran de cristal que permitían una visión más precisa de cada rincón, personas elegantes y bien parecidas, un lujoso establecimiento para gente de alcurnia. 

Por algunos minutos Jan dudaba en entrar, mientras esperaba sentía un hueco en el estómago, una presión en su pecho y las ganas de huir de ahí. Al entrar lo atendió un mesero de nombre Alfred, lo condujo hacia una mesa y le entregó una carta del menú del día. Pasaron 20 minutos y no llegaba la persona que lo citó en aquel sitio. Enojado se levantó encaminándose a la salida, algo acaparó su atención, detrás de las puertas un hombre desaliñado, gabardina, playera, zapatos y pantalones rotos, desgastados y sucios; su cara, cabello y manos se veían grasientos por la mugre, con una mirada triste dirigida hacia él, sus ojos lo veían con lastima y tristeza, aquel sujeto sostenía en su mano derecha un pequeño baúl y en la izquierda un violín viejo, Jan quedó impactado, sentía pena, señaló en darle una moneda, al buscar en su bolsillo se percató que el pantalón era el mismo que de aquel vagabundo, sus manos tenían mugre, sus zapatos se veían cenizos y con agujeros, miró las paredes del lugar y a las personas, el sitio se transformaba en una cantina de mala muerte, fue cuando comprendió que aquel ser era su reflejo, respiró aquel olor a sueños rotos y así dejó caer sus ilusiones cristalizadas en una lágrima, esa situación era tan triste como el escuchar un violín desafinado que emite sonidos discordantes abriendo paso a los crueles sueños frustrados.



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Editorial

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