La noche que Bob Dylan tomó Zacatecas

El 25 de marzo de 2008, el genio de Duluth, Minnesota, tomó por asalto la Plaza de Armas de la tierra del zacate.

Por Sergio Martínez

Este texto lo escribí el 1 de abril de 2008, hasta hoy era inédito.

La noche cayó sobre nosotros, el viento frío empieza a hacerse sentir, tenemos no menos de tres horas sentados en las gradas esperando que empiece el concierto, se apagan las luces y una voz en off anuncia: señoras y señores, con ustedes, el Sr. Bob Dylan.  A no más de treinta metros, vestido de negro con sombrero blanco, el tipo toca el teclado y la armónica, cuando canta arrastra las letras de tal manera que no sólo se dificulta escucharlo sino también entenderlo en su idioma natal. Pero ese tipo que canta acompañado por su grupo ha compuesto más de 300 canciones, muchas de ellas, las más representativas del rock y ha dejado huella en muchos de sus escuchas.

Se podría pensar que en un país donde se habla castellano un cantautor que habla inglés no tendría convocatoria, pero no es así, Bob Dylan “tomó” la Plaza de Armas de Zacatecas, aquel lugar que tomara Pancho Villa durante la revolución mexicana y que fue bastión principal para que el “Centauro del Norte” se volviera leyenda.

Pero los tiempos cambian… y ahora a la tierra del zacate llega la gente para ver a una leyenda viviente, a un tipo que ha sido candidato al Premio Nobel de Literatura (que nunca se lo darán*, porque él no se asume como literato, sino como cantante, y los escritores son muy celosos y muy rapaces) y ganador de un Oscar, varios Grammys y del Príncipe de Asturias.

Mister Zimmerman nos deleita con las canciones: When the deal goes down, Just like a woman, Highway 61 revisited, Thunder on the mountain, Like a Rolling Stone; The Band no desmerece en la ejecución de cada acorde, son una maquinaria bien aceitada, pareciera que tocan sin moverse, el público se prende con la música, dudo mucho que más de la mitad conozcamos todas las canciones y lo que dicen, pero extrañamente hay una comunión entre el público y el cantante, un “algo” que muchos llaman magia.

Dylan en su papel, ni se inmuta; toca, canta, le sopla a la armónica, pero en cada canción la banda se prende, desde mi lugar observo a los de hasta adelante, corean cada estrofa, Bob al percatarse entra al juego con ellos, el toca, ellos cantan, así lo hará no menos de tres veces en tres diferentes momentos del concierto… sus seguidores lo logran, hacen que Dylan se salga de su papel e interactué con ellos.

Cuando canta Forever young un hombre canoso y de barba descuidada alza las manos y haciendo la “V” de la victoria empieza a cantar a garganta abierta la canción, después desde su lugar junta las manos hace una plegaria agradece a Dylan la canción, cuando el concierto termina la banda junto con el cantante se reúnen en el proscenio del escenario, Dylan sin sonreír sólo levanta los pulgares en señal de satisfacción, hace una reverencia y se pierde detrás del escenario.

Acudimos con la historia, nos encontramos con el poeta, con el cantante, con el referente de una generación en la que no nací, con quien se desmarco de ser un líder o un profeta, pero a él la historia no lo absolvió, a él, y a sus canciones, las hemos adoptado como aquello a lo que aspiramos, sus canciones -aun en estos tiempos- son una referencia de aquellos años sesenta en los que aquellos jóvenes contemporáneos de Dylan soñaban que otro mundo es posible, como en aquellos años hoy, nosotros, los de esta otra generación aspiramos a encontrar la respuesta en el viento, a ser por siempre jóvenes.



*Dylan es el primer compositor en ganar el Premio Nobel de Literatura. El 13 de octubre de 2016, la Academia Sueca le otorgó el premio por «haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción estadounidense». El genio de Duluth aceptó el premio hasta 2017 y concluyó tajante: "Nuestras canciones están vivas en la tierra de los vivos. Pero las canciones no son como la literatura. Están pensadas para ser cantadas, no leídas. Las palabras de las obras de Shakespeare estaban destinadas para ser interpretadas sobre el escenario. Como las letras de las canciones están destinadas a ser cantadas, no leídas sobre el papel. Y espero que algunos de vosotros tengan la oportunidad de escuchar estas letras en el modo en que se pretendía que fueran escuchadas: en concierto o en una grabación, o de la forma en que la gente escuche las canciones ahora. Regreso de nuevo a Homero, que dice, 'Canta en mí, oh Musa, y a través de mí cuenta la historia'."
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