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¡Concierto de lujo en Puebla! LP presentará nuevo álbum en el GNP Seguros


Jaime López


La cantante y compositora estadounidense, LP, visitará la capital poblana este 9 de febrero con la finalidad de compartir su nuevo álbum discográfico, el séptimo de su trayectoria.

Reconocida mundialmente por el éxito "Lost on you", así como por su particular timbre de voz y estilo, la creativa estará en el Auditorio GNP Seguros a partir de las 20 horas. 

Mediante un video de 12 segundos, LP invitó a sus seguidores a adquirir sus boletos lo más pronto posible, a través de la plataforma digital E-Ticket. 

De acuerdo con fuentes hemerográficas, las entradas más económicas son de 480 pesos, mientras que las más caras son de mil 880 pesos. 

LP cobró gran popularidad en México en el año 2018 gracias a su interpretación de "Lost on you", melodía inscrita en el género indie rock, que fue la número uno en 13 países. 

En su formación musical, la artista ha escrito canciones para estrellas del pop en inglés como Cristina Aguilera, Rihanna y hasta los Backstreet Boys. 

Es oportuno destacar que el concierto de LP en Puebla antecede su presentación en el Palacio de los Deportes, que tendrá lugar el 10 de febrero.


Fui al Eras Tour de Taylor Swift en CDMX… ¡Y SOBREVIVÍ!

 



Por Mónica Castro Lara |

Ya sé, ya sé. Ya pasaron días de los conciertos de la güera en CDMX, pero acá esta millennial geriátrica se enfermó de gripa (mi garganta lo resintió bastante y me puse de imprudente días después creyendo que estaba como si nada) y comprenderán que no estaba al cien para escribir y compartirles un poquito de mi *inolvidable* experiencia. Además, aprovecho que hace unos días anunciaron el Eras Tour Film en cines y otra vez la euforia regresó a nuestros cuerpos cansados y gastados. Como era de esperarse, esos boletos también se agotaron en cuestión de minutos a pesar de que Cinépolis se tiró al suelo, hizo berrinche y salió con diez mil jaladas, pero bueno. Nuevamente iremos a ver el concierto, pero ahora desde la comodidad de un asiento acojinado (y no la porquería de grada del Foro Sol al cual siempre odiaré) y a tan solo minutos de casa. Como podrán comprobar, el impacto del Eras Tour de Taylor Swift en 2023 es bestial y llegó para quedarse un bueeen rato en nuestro país.

*(Tantito imaginen que es la madrugada del 26 de agosto) *. Escribo estas líneas mientras regreso de lo que es, sin duda alguna, el concierto de mi vida. Digo… tampoco es que haya ido a muchos conciertos en mi vida, pero en definitiva, éste llegó para ocupar cada rincón de mi gélido corazoncito y créanme cuando les digo que, lo que acabo de vivir el día de hoy, dudo que pueda revivirlo con algún otro artista. No sé qué tan simple sea mi historia con el concierto, pero de todos modos la voy a contar. Así como millones de personas, me registré en el Verified Fan en Ticketmaster (que también odio, por cierto) sin recibir una respuesta positiva. Mi amiga Mary fue la suertuda que recibió el muy codiciado “código” (que en realidad era un link privado) y gracias a ello pudimos comprar los boletos sin mayor problema y, sobre todo, sin la intervención de ningún revendedor horroroso o tener que buscar los boletos por otros medios (cosa que, en definitiva, no estábamos dispuestas a hacer). Escogimos una zona bastante razonable económicamente hablando (porque a pesar de la euforia, hay que medio ubicarse) y afortunadamente no tuvimos ningún otro contratiempo (tipo que se cayera la página, que no nos aceptara el pago o esas cosas nefastas que suelen pasar con Ticketmaster). Como verán, efectivamente suena muy simple (porque debería serlo), pero en verdad fuimos de las pocas afortunadas en lograr una compra exitosa y sin percances. Ese era apenas el inicio de una larga y muy emocionante travesía; como buenas poblanas, necesitábamos transporte, planear el viaje en sí, pensar, comprar o incluso diseñar nuestros outfits, hacer las famosas friendship bracelets, ahorrar lo más que se pudiera y un largo etcétera. No les miento: fue una experiencia muy, muy linda pero también de mucho derroche económico. Prefiero no entrar en ese tipo de detalles porque si me pongo a indagar, a hacer cuentas y a reflexionar un poco más, entra una en un círculo capitalista vicioso e infinito y creo que es mejor disfrutar digamos… la esencia del por qué estamos haciendo y gastando todo esto, que es a grandes rasgos, ir a ver a una de nuestras artistas favoritas en sus primeros shows en nuestro país y pasarla muy, muy bien. Y por fortuna, así fue. 

Un factor estresante (no solo para mí, sino para miles de personas) era el saber que lo más probable es que se cayera el cielo en la Ciudad de México en las cuatro fechas del concierto (porque sabemos que en agosto llueve, eh Taylor) y que lo usual en dicha ciudad y en especial, en el muy mal construido Foro Sol (sí, lo odio) es que se inunden. No sé si recuerdan, pero en 2020, justo días antes de que cerraran TO-DO por la pandemia de COVID y cuando el virus ya estaba bien instalado en nuestro país, estuve en el concierto de Billy Joel en el Foro Sol y a partir de esa muy mala experiencia, juré no volver a ir a ningún otro concierto o a algún evento en dicho lugar. Lo que no sabía es que tres años después, me iba a terminar mordiendo la lengua hasta sangrarme y que estaría asistiendo al mismo recinto que tanto me choca y al que tanto le echamos caca los mexicanos. “¿¡POR QUÉ NO LO HICIERON EN EL ESTADIO AZTECA!?” nos preguntamos varixs. ¿Será muy costoso gestionar un concierto en el Azteca? ¿O de plano los dueños del Foro Sol son más perros? Quién sabe. Lo importante aquí es que, Tláloc, al parecer íntimo amigo de Taylor Swift, nos dio tregua los cuatro días del concierto a pesar del cielo cerradísimo y nubladísimo que había. Sí nos llovió muy poquito cuando apareció la telonera Sabrina Carpenter, pero hasta ahí. Yo, como buena millennial geriátrica (sí, se los reitero), me fui muy preparada para un 25 de agosto lluvioso, es decir con botas de camping, dos impermeables (sí dos, pero solo usé uno) y la verdad es que, por cuestiones de comodidad, no planee más allá de lo que otrxs planearon, pero qué pinche bonito fue ver a un montón de gente vestida de su era favorita de Taylor Swift o de algún video musical en específico o de la letra de alguna canción. No me queda la menor duda de que la gente (y en especial lxs mexicanxs) es muy creativa, súper animada, arriesgada y que una lluvia o posible mal clima no iban a impedir que se expresaran a través de sus outfits, de sus espectaculares peinados y de las toneladas de glitter que iban a usar en sus impecables maquillajes. Así que todo mi respeto, todo mi amor y toda mi admiración a todas y cada una de esas personas que decidieron ir en contra del pronóstico del clima y del de por sí cansancio que implica el asistir a un concierto así (a la chica que vi con botas de tacón de aguja mientras caminábamos kilómetros rumbo a la entrada, quería darle un abrazo o un sape, francamente).

Estoy segura de que a estas alturas ya saben cuál es el significado o más bien el origen de las friendship bracelets que muchas hicimos y compartimos antes del concierto, así que me parece medio redundante repetirlo, pero sí quiero platicarles (porque soy una ñoñísima y se aguantan) que para mí fue relindo y de lo que más disfruté previo al evento; hacerlas junto a mi hermana Elo, con Bunny a un ladito, escuchando las canciones de Swift y estar totalmente concentrada en lo que estaba haciendo, fue inesperadamente terapéutico (¿mindfulness? ¿eres tú?). Lo que sí es que reafirmo mi nula capacidad para hacer cosas manuales y ni modo. Si a estas alturas ya se reventaron las pulseras que intercambié, pido disculpas. 

Tras llegar con tiempo récord al Foro Sol, recorrer casi todos los puestos ambulantes de merch porque somos medio indecisas, mirar desconfiadas al cielo cada cierto tiempo y encontrar nuestros lugares, por fin inició el segundo concierto de Taylor Swift en México tras 17 largos años de espera. Empecé a gritar como desquiciada cuando apareció nuestra querida güera debajo de los pétalos gigantes que la escondían y ahí supe que me iba a desbordar de la emoción. A M É con locura las maratónicas tres horas y media que duró el concierto y que, además de ser increíblemente puntuales, fueron en todo momento electrizantes y francamente maravillosas. Sabemos que Taylor Swift tiene un equipo de altísima calidad y me dio muchísimo gusto que, a pesar de haber estado en gradas, vimos perfecto todo el espectáculo cuyas pantallas la dejan a una sin habla (Taylor y su equipo mandaron a quitar la cochinada de escenario que tiene el Foro Sol y nos dieron por fin, equipo de calidad). Los visuales del show son geniales, muy ad hoc a cada canción o era; el sonido brutal a pesar de la mala acústica del recinto (porque no, no la tiene) y el fueguito en “Bad Blood” nos calentó a todos bien entradas las diez de la noche. Les confieso que estoy muy, muy orgullosa de mí misma porque pude cantar (más bien gritar jejeje) las 43 canciones que se avienta la Taylor (yo sé que son 44 canciones en total, pero la canción sorpresa que me tocó –“Tell Me Why”– la he escuchado, pero no me la sé). Había visto videos en donde la gente afirmaba que, del shock, se les olvidaban las letras de las canciones, pero no fue el caso de esta ñoña que la verdad, ni es taaaan swiftie. Pero eso sí, bailé, canté, grité, lloré, berreé como nunca y me di cuenta de que justo esa era la terapia que necesitaba y que estaba ansiosa de vivir desde hace varios meses, porque si bien veía partecitas de los conciertos a través de Instagram o de YouTube, la experiencia de estar presente en el Eras Tour México es completamente distinta a lo que vemos en pantalla y mucho se debió al público mexicano. Agradezco que pude estar rodeada de personas que estaban igual de emocionadas y desbordadas que yo. O bueno, unas dos que tres no ¡já!. Obviamente en “Cruel Summer” que es LA canción del verano y la segunda que interpreta, yo ya no tenía voz. Y a la señora o chica de cubrebocas que estaba a mi izquierda adelante de mí a unos tres o cuatro lugares de distancia y que me miraba súper sacada de onda cuando estaba B E R R E A N DO durante “august”, le digo que sí, que estoy bien y que mejor deje de juzgar a la gente o andar de mirona. Aun así, no me inhibió en lo absoluto. Muchxs me han preguntado cuál fue la canción o el momento que más me gustó del concierto y he de confesarles que creo que no es uno muy habitual o que hayan mencionado mucho en publicaciones previas y así, pero yo Mónica Castro Lara sentí que el Foro Sol se desbordaba durante los 10 minutos de “All Too Well”. Es una canción compleja, larguísima, pero en verdad se me enchinó la piel de inicio a fin. Y por lo que viví, creo que a la mayoría le pega cañón.


“No sabía que te gustara tanto Taylor Swift”. Lo escuché y lo leí muchas veces antes del concierto. Resulta que hace quince años, cuando iba en la universidad, mis amigxs y yo recreábamos a modo de burla el video de “Teardrops In My Guitar” y de ahí, decidí descargar algunas canciones de Swift en mi iPod. Siento que ahí empezó todo. Pero como a la gente le encaaanta juzgar los gustos musicales ajenos y Taylor Swift es lo más blanco, lo más ñoño, lo más pop, lo más mainstream que existe, pues confieso que nunca me sentí cómoda gritándolo a los cuatro vientos. Hasta hace unos años que leí sobre lo que Dave Grohl dice de los guilty pleasures y pues… resulta que no me gusta Taylor Swift… ¡M E E N C A N T A! “I don’t believe in guilty pleasures. If you fucking like something, like it. That’s what’s wrong with our generation: that residual punk rock guilt, like, “You’re not supposed to like that. That’s not fucking cool.” Why the fuck not? Fuck you! That’s who I am, goddamn it! That whole guilty pleasure thing is full of fucking shit.” Yo sí creo en lo poderoso de sus letras; como muchxs siento que he crecido con ella y he constatado la evolución de sus canciones, la complejidad de muchas de ellas, lo bien que sabe contar una historia (porque es una extraordinaria storyteller), lo mucho que me interpela su música y lo bien que está rompiéndola en la industria musical.

Por último, Taylor es una titán en lo que hace. No solo en su carrera musical (que ha tenido miles de altas y bajas), sino en el concierto en sí. Cientos de videos hablando de qué dieta llevará, qué tipo de ejercicio debe estar haciendo para mantenerse en forma, que rinde más que los atletas más disciplinados, de cómo debe estar cuidando su voz, qué drogas debe estar inhalando/fumando/inyectándose para resistir y dar lo mejor de sí durante tres horas y media con intermedios y cambios de vestuario de menos de cinco minutos. David Harbour, nuestro Jim Hopper de “Stranger Things” no se explica cómo va al baño la Taylor o en qué momento toma agua. Así todxs, David, así todxs. Estoy muy orgullosa de la perseverancia de nuestra güera favorita, de su tour y de saber que tendremos Taylor para rato. Tú siguele facturando, mami. Factura todo lo que puedas.

Mi agradecimiento por siempre a Andy, por hacer T O D O el viaje una realidad. A Mary, por no quejarte de mis gritos horrendos mal entonados durante el concierto y vivirlo juntas. Y a mi Elo,
siempre.


Crónica: Más allá del agua se encuentra Durango




Por Iván Gutiérrez

Esta crónica musical tiene como hilo conductor la exploración de la ciudad de Durango, guiada por la curiosidad de saber si este lugar es, como canta Lázaro Cristóbal Comala, un destino triste donde los suicidios son una constante. En el camino el lector encontrará una entrevista con este compositor en el Bar Belmont, una cobertura narrativa de su concierto en el Teatro Victoria y un recorrido por otros rincones de la ciudad que son parte del universo lírico de Lázaro.


POR EL BOULEVARD FRANCISCO VILLA. “CUANDO ME VINE DE PUEBLA”

“De Durango salió Guadalupe Victoria, el primer presidente de México, y también Pancho Villa; ahora que andes por acá lo vas a ver por toda la ciudad”. Así el conductor del taxi colectivo que va del aeropuerto a la capital de Durango. Los alacranes, el mezcal, la infraestructura colonial y los suicidios son algunos de los distintivos más populares de este lado de la república, un estado con aires del viejo oeste que mezcla lo mejor (¿y lo peor?) del centro y el norte del país.

El motivo que nos trae hasta acá lleva por nombre Lázaro Cristóbal Comala, compositor que desmiente a Jaime López al cantar que No es cierto que nadie va a Durango. Quienes ya conocen a este músico duranguense saben que no requiere mucha introducción: sus letras son la total transparencia de su persona. Para quienes no lo conocen, les comento que se trata de un compositor de la estirpe de Johnny Cash, Bob Dylan, Nick Cave, Chavela Vargas y Tom Waits, asiduo lector de Bolaño, Pessoa, Borges y Castellanos.

En junio de 2022 Lázaro partió el año en dos cuando publicó su más reciente álbum “Belmont”, un disco doble de 20 canciones donde ha plasmado las emociones e historias que lo habitan en una desgarradora crónica musical sobre un momento fundamental de su vida. Ahora, tras cuatro años de no tocar en su ciudad natal (y afirmar que lo quieren más afuera que en su propia ciudad), está por presentar este disco en formato de banda completa en el Teatro Victoria, un lugar que se dice, es de los escenarios más importantes de Durango, sino el que más. Para documentarlo tenemos cámara y pluma listas.

Durango no es un estado que haga mucho ruido en el contexto nacional por atraer gran turismo. Al contrario, es más común escuchar a la gente preguntarse “¿Qué hay en Durango? ¿Dónde queda”. En el camino a este rancho me invaden algunas reflexiones al respecto, pues Lázaro ha construido toda una mitología personal de su estado a través personajes y espacios que menciona en sus canciones: la Catedral, el Casablanca Hotel, el Café Madrid, el Paseo del Viejo Oeste y, por supuesto, el Bar Belmont, por no decir que los contenidos visuales de sus obras —portadas, videoclips, live-sessions— también aportan a la creación de una visión lazaraina de la ciudad de Durango.

A partir de este campo semántico de tintes geográficos asoman algunas preguntas: ¿cuál es el aura y los detalles que distinguen a esta ciudad, y que forman parte de la inspiración de este compositor? ¿Qué tanto ha influido este lugar en la obra del autor? Y, sobre todo, ¿es este un estado tan triste, desolado y abandonado como afirma Lázaro en el subtexto de sus canciones, o será que más bien la angustia, melancolía y soledad habitan dentro del compositor?

Este viaje es emocionante no sólo por responder éstas y otras preguntas en entrevista directa con Lázaro Cristóbal, sino porque implica visitar el lugar donde se viven las historias que este músico nos comparte en sus canciones: uno se imagina que hay destinos y gente extraordinaria en este pueblo olvidado por Dios. Nosotros, claro, estamos listos para comprobarlo.



POR LA 20 DE NOVIEMBRE. “FAISANES”.

27 grados marca el termostato. “No se ha sentido el frío todavía, ha estado calientito”, dice el chofer. “Tacos de barbacoa, de asada, al pastor”, comenta ya entrada la plática de las recomendaciones culinarias.

Por la carretera que te lleva al centro de Durango se divisan parcelas amarillas que seguramente en primavera resplandecen de verdor. Al aproximarnos a la mancha urbana aparecen varias agencias automovilísticas, también muchos puestos de gorditas, y se siente una vibra que me recuerda a mi natal Ensenada, muy de esas ciudades que conservan ciertos gestos de pueblo, con sus plazas, sus walmart, hombres con sombreros en la terminal de autobuses, misceláneas y tiendas pequeñitas, hoteles viejos, canciones de José Alfredo Jiménez en la estación de La Lupe. El contraste me viene más bien de las colonias habitacionales hechas de calles angostas de un solo sentido. El cielo es sorprendente y las nubes parecen de pintura.

Caminando por las avenidas se siente el espíritu popular. La gente se ve sencilla. En el Mercado Gómez Palacios hay lo que uno busca en todo tianguis: alacranes dentro de botellas de mezcal, llaveros de objetos referentes a Durango y comedores mexicanos de precios accesibles. Me detengo en el “Comedor La Popis y los Iguales” (iguales son los hijos de La Popis) y pido un Caldo de Pollo, que sirven muy bien reportado con guarnición de arroz y abundantes tortillas de maíz: el platillo es increíble, sin mucha grasa, pero sí mucho sabor.

De vuelta a las calles sigo observando cada rincón de la ciudad. El aspecto de los edificios es totalmente colonial. Las tiendas de curious, librerías, taquerías y demás están integradas a los edificios de otra época, como en muchas ciudades del centro de México. Por la cantidad de rosticerías diría que también les fascinan los pollos. La palabra “fascinar” me recuerda a “Faisán”, que en plural es una canción del Belmont que retoma la melodía y un sample de Monomanía, tema grandioso de Nacho Vegas.

La tecnología hace lo suyo y esta canción empieza a reproducirse al retomar la calle 20 de noviembre, una de las principales de la ciudad. El match es perfecto, no solo por las escenas que nos canta Lázaro y que pueden imaginarse manifestándose en estas calles (“salimos del Juan, y fuimos al Belmont”), sino porque la misma melodía conecta bien con el bullicio urbano del centro. Los siguientes temas tendrán el mismo efecto de sincronía.

Avanzadas unas cuadras con los temas belmontianos de Manhattan, Cioran, Cristóbal y Líbano, llega la potencia acústica de Te Dije Cilantro, a mi parecer uno de los mejores temas de todo el álbum, mismo que empieza mientras atravieso el parque frente a Catedral (aquí debió nacer el verso de “y este blunt que armaste frente a catedral”), y en medio de los adornos navideños y las familias tomándose fotos empiezo a entender (o a creer entender) el rechazo de Lázaro a Dios y la iglesia, pues como la mayoría de los estados en el centro de la república, se respira un aire muy... como decirlo... muy “guadalupano”, muy de los santos, muy de que las culturas alternativas no son tan bien recibidas por estas bellas familias católicas.

Pienso esto porque en el breve trayecto que llevo a pie se han presentado ya un aproximado de cinco iglesias gigantescas y muy bien iluminadas, concordando con lo que había encontrado en internet, sobre que Durango llega a ser un estado muy atractivo para el turismo religioso. Horas más tarde, al encontrarme con Lázaro en el Belmont para nuestra entrevista, comprenderé que este rechazo de “lo cristiano” posee un origen más bien familiar que citadino.


POR LAS PUERTAS DEL CASABLANCA HOTEL. “QUIÉN TE HA MANDADO A INTENTAR SER FELIZ”.

Unas cuadras más enfrente de Catedral se presenta el Casablanca Hotel, que se mira viejo, gastado, pero que transmite esa sensación de tener mucha historia detrás. De diseño Art déco (un diseño que prendió mucho en Durango por allá de los 50), fundado por Don Eugenio Durán Vázquez, estas habitaciones alojaron en su momento a Lázaro Cristóbal para la producción de su EP en vivo “Cinco años con sed”.

Dentro del lugar, a unos pasos de la puerta, hay una foto del hotel tomada en 1945; el edificio luce casi igual, solo la pintura ha perdido algo de brillo. En otra pared hay retratos de artistas que se han hospedado en el Casablanca: Aleks Syntek, Gonzalo Vega, Damián Alcázar, Alfonso Arau (“para el Hotel Casablanca, tan bueno como la película”). Al fondo se oyen canciones navideñas tipo Sinatra.

Leyendo un periódico de 2001 colgado en la pared del hotel descubro que aquí fue donde se inventó el “Caldillo Duranguense” —uno de los platillos típicos de Durango—, por la cocinera María Ríos, además de ser el primer lugar de primera categoría que tuvo el estado, después del desaparecido Hotel Richeliu.

Estoy a punto de irme del hotel cuando la música de fondo se para y un detalle que me había pasado desapercibido se manifiesta: un señor de unos 60 años se ha sentado en un piano al lado de las escaleras y empieza a tocar una armonía por la que va improvisando, hasta llegar a la melodía de Blanca Navidad, misma que interpreta con maestría y mucho sentimiento. Lleva guardados un par de lentes oscuros en uno de los bolsillos de su camiseta y una cajetilla de cigarros Pall Mall azules en el otro. Cuando me acerco a tomarle una foto voltea y sonríe, después regresa a tocar con total atención las teclas de su piano, mismo que lleva tres años haciendo suyo. “Antes del Señor Chavita estuvo el Señor Rocha, quien tocó durante 30 años esas teclas, hasta que falleció”, me comparte la recepcionista. Pienso que en realidad así pasa con todos los instrumentos: van pasando de mano en mano, de corazón en corazón, viajando entre las almas del mundo, tal como lo hacen las canciones.

El Señor Chavita empieza a tocar “Quizás, quizás, quizás”, mientras sigo leyendo la entrevista del periódico hecha a Panchito Durán Alba, nieto del fundador, quien comenta que el Hotel Casablanca también fue la sede de muchas noches bohemias. Empieza una versión melancólica de “Cuando calienta el sol” y decido que es momento de partir; ya mero toca encontrarse con Lázaro en el Belmont.



POR EL BAR BELMONT. “CIORAN”

“Esta tristeza camina y va a un bar...”, canta Lázaro en Cioran. Lo imagino caminando justo como hago en este momento por las calles de Durango, envuelto por una bruma espesa que hay dentro de su cabeza. Al llegar al Belmont, Lázaro está sentado con su soledad en una mesa junto a la pared. Lleva unas ojeras enormes y bebe una cerveza junto con su mezcal. Va todo de negro: camiseta, chamarra, pantalón y botas negras empolvadas.

“Me la paso drogado todo el día… en cierto punto de embriaguez… es la única forma de soportar todo esto”, compartirá más adelante ya con la entrevista en marcha.

Aquí también habita un Chavita, se trata del músico invidente que ha salido en varias de las canciones y videos de Cristóbal. Para la ocasión toca una canción de los Cadetes de Linares. El Belmont tiene ese aire nostálgico y bohemio que uno siempre busca en las cantinas: hay fotos de personajes viejos en las paredes, una barra donde borrachos comparten historias, y claro, muchas botellas de licor.

Me siento con Lázaro y pido un mezcal. Empezamos a conversar sobre Roberto Bolaño, de su reciente presentación en Xalapa en el Serendipia Fest (donde también estuvieron bandas como Diles que no me maten), y de cierto documental biográfico que actualmente Carlos Sosa está preparando sobre su vida. Tras unos minutos de hablar de esto y aquello empezamos una entrevista que se prolongará por una hora y media. Pueden leerla completa aquí, de momento les comparto un fragmento:

—¿Qué es para ti Dios?

—No sé… la mayor parte de mi vida como cristiano creí que era real, pero desde hace una década pienso que no existe: nada, cero. Como dice Nick Cave, “no creo en un Dios intervencionista”. Lo que pasa con Dios es que, si no es intervencionista, no es nada, porque, ¿de qué sirve un Dios que no interviene? Digamos que sí existe, pero no interviene, ¿entonces para qué existe? Creo que Dios es una consolación: al final te da cáncer y sabes que te vas a morir, y acudes a él. Por eso mi Dios es el de Líbano, no es “el Dios”, sino el Dios de mis padres, con el que te educan.

—¿Qué piensas del suicidio?

—Es parte de… desde Canciones del Ancla lo traigo… lo he intentado algunas veces. Pero ahora tengo un hijo, si no lo tuviera seguramente ya no estaría vivo. Pero ahora no puedo. Admiro a la gente que se suicida con hijos; yo no puedo, no lo puedo dejar, aunque también he pensado que ahora es cuando, ya que mi hijo no tiene conciencia… quizás tendría alguna especie de memoria de su padre, pero… no, no puedo, ya lo hubiera hecho pero con mi hijo no, porque no soy irresponsable.

—¿Cómo y cuándo descubriste el Bar Belmont?

—No tiene mucho, yo creo que fue en el 2017 o 2018, por mi hermano Toño, él venía al Belmont, no mucho, pero me empezó a invitar y me gustó. Es un ambiente muy tranquilo. No me gusta venir de noche, porque hay mucho ruido, mucho relajo, mucho borracho, a mí me gusta más ir por la mañana o la tarde, más calmado. Es muy distinto el Belmont de la mañana y el de la noche. Yo siento que la gente que llega al Belmont a esas horas lo hace para tristear, no tanto a convivir ni a divertirse. No hay diversión a esas horas, es gente solitaria, mucho señor solo, mucho wey bronqueado: se les ve en los ojos, que están lidiando con algo.

—¿Por qué decidiste ponerle así al álbum?

—Lo que pasa es que en el Belmont se vive mucha camaradería, empatizas mucho con la gente que va. Pareciera que viene más que nada gente solitaria,viene va más gente sola que acompañada. Muchos llegan solos y se quedan bebiendo solos, otros llegan solos y ahí se encuentran. Ponle que el 80% de los que van se conocen, pero no es como que queden para verse, solo se encuentran. Y muchos de ellos son personas muy solitarias, entonces creo que por eso empatizas: se vuelve una especie de complicidad. En el Belmont me siento en casa.

—¿Dirías que Durango es un estado triste?

—Sí, total, porque es un estado… que se siente separado, todos nos sentimos así, como aislados, y eso lleva a la depresión, y a su naturalidad con el suicidio. Durango es un estado triste.

—En varias de tus canciones de Belmont se asoma una visión medio nihilista de la vida… incluso tienes una canción titulada Cioran…

—Sí, es necesario hablarlo. Durango es de los estados donde más suicidios hay en todo el país, es enfermizo la cantidad de personas que se suicidan aquí, es un tabú… y es dolorosísimo. Y una de las cosas más tristes que se me hacen es que… una vez, en el trabajo que tenía, una de las chambas era revisar notas del periódico, y en una ocasión uno de mis compañeros que era diseñador, que casi nunca se expresaba para nada, me dijo sobre una nota, “lo que tiene que pasar por la cabeza y la vida un niño de 10 años para tomar la decisión de suicidarse…”.

El hecho de yo escribir sobre clase de temas… no es ni siquiera por una cuestión pasajera, sino que es un tema del estado, como hay músicos o compositores de Colombia que hablan sobre lo que pasa en sus entidades con el narco… o una persona como Nacho Vegas que escribe sobre el contexto en el que vive, en su caso sobre cómo expulsan a la gente de sus casas.

Entonces ya el pedo de No me da la gana ser feliz, no viene tanto de una cuestión punk o una persona depresiva, tiene más que ver con el entorno, y el mío es el suicidio. No tiene nada que ver conmigo, sino el estado en el que vive el estado. Y ya no estamos hablando solo de adolescencia o juventud, sino que llega un punto tan mierda en el que estamos hablando de infancia.

Este tema de No me da la gana ser feliz era una burla al lema de cierto alcalde, que decía “Durango te quiero feliz”, siendo que es de los estados con más suicidios. Entonces esta canción ya no es un tema emo, es un tema social. Una de las razones por la que más me deprimí hace años fue cuando saqué Niños tristes de Durango, que salió cuando un amigo se suicidó: se quitó la vida, se hizo parte de la estadística.

[...]


—Estás por dar un concierto en la ciudad que te ha visto crecer. Sin embargo, en Belmont, tu último álbum, dices que “te quieren más afuera que en tu propia ciudad”, ¿sigues pensando eso?

—Bueno, es el primer concierto que doy en Durango tras casi cuatro años. El último que di acá fue también en el Teatro Victoria, cuando presenté al álbum de Samuel, en marzo de 2019. Este concierto es muy importante para mí, además del tiempo, porque siempre es más difícil jalar gente en tu propia ciudad, al menos así ha sido para mí. Lo que pasa es que a mí me tocó… un tiempo muy difícil para empezar, no por falta de espacios, sino por ataques que tuve hacia mi persona.

Lázaro salió en un tiempo en que todo era punk y todo mundo escribía en inglés: toda la escena andaba en modo anglosajón. Y pues de repente un wey empieza a hacer canciones con guitarra y cantar en español… yo era el extraño, el raro. Además de eso era un tiempo en el que había mucha competencia, mucha mala vibra, y tocaba un género que no le gustaba a las bandas; a la gente le empezó a gustar, pero a las bandas no… entonces llegó un momento en el que llegué a recibir amenazas de muerte; de hecho la canción de Préndanle fuego viene de eso.

—¿En qué sentido?

A mitad del paseo Constitución (una calle peatonal) hay una placa que le dedicaron a un payaso de camiones, muy popular en la ciudad. Se llamaba Bogar, se subía a los camiones y contaba chistes. Se volvió noticia porque se metía sus drogas, y en una madrugada tuvo un pedo con uno de sus amigos, creo por pedos de droga, entonces le arrojó gasolina y le prendió fuego (ambos eran escupe-fuegos).

Entonces, en una de esas que los músicos de bandas locales me andaban tirando mierda en una publicación de Facebook, alguien comentó “deberían prenderle fuego, como a Bogar”; por el estado emocional y mental en el que yo estaba, me afectó mucho que me dijeran eso, y me llevó a querer cerrar mis redes y dejar ya todo el proyecto musical. Por suerte, en ese momento el manager de Nacho Vegas me contactó, dijo que había escuchado mis canciones y que quería que le abriera un concierto en Guadalajara. Y eso me salvó. Entonces Préndanle fuego viene de eso, de que no me querían en la escena musical de Durango, no tanto de la gente.

Todos los inicios de Lázaro fueron eso: mucha crítica, mucha mierda, y una persona como yo, sensible a ese pedo, pues te llega más. Siempre me he sentido como un exiliado, soy una persona a la que le cuesta mucho tocar aquí, porque de estar, estoy: aquí vivo y trabajo. Siento que este concierto va a ser para sanar. Lo que pasa es que cuando uno lidia con estas depresiones, angustias y ansiedades, es el estado natural el enfocarse en todo lo malo. El mejor ejemplo es que si hay diez personas, y ocho te quieren, pero dos te tiran mierda, tú te enfocas en esas dos, en lugar de escuchar a las que te quieren.

Y ese ha sido mi error en todos estos años en Durango, que siempre me he enfocado en esos que me tiran mierda, en vez de los que me quieren y les gusta mi música. Es una lucha con tu mente, porque tu mente se enfoca siempre en lo malo. No significa que nadie me quiera o me sienta perseguido, sino que es mi cabeza. Pero ahora, después de cuatro años de no tocar aquí, va a estar precioso, porque el Teatro Victoria es increíble, o sea, no es un bar donde la gente anda cotorreando, sino que ahí van al silencio y a escucharte. Va a estar muy chingón.




POR EL TEATRO VICTORIA. “TE DIJE CILANTRO”

8:05 pm del jueves 8 de diciembre. Llego al teatro justo a la hora precisa. Como dijo Lázaro, el Teatro Victoria es sorprendente desde su entrada. Tiene esa arquitectura que dota a todo lo que ocurre en su interior con un aura de gloria y elegancia, muy adhoc al concierto de hoy. En ambos lados del escenario hay columnas dóricas gigantes y los barandales y butacas te transportan a la época de mediados de siglo.

Accedo al backstage justo cuando los músicos van entrando al escenario acompañados por el equipo que está grabando el documental de Lázaro. Tomo un vaso de whisky que dejaron por ahí y me lo bebo de un trago mientras preparo mi cámara. La banda se abraza al centro del lugar, se dicen lo que se tienen que decir, se van a sus puestos y se abren las cortinas para que empiece la función.

Lázaro nos sorprende iniciando con Cuando te canses de mí, una obra maestra de Nacho Vegas, ídolo de ídolos para quienes amamos las tormentas musicales (del vínculo de Lázaro con este compositor español también hablamos en la entrevista en el Belmont). La versión de Lázaro es precisa y preciosa. Al lado de sí tiene tres vasos de whisky, combustible para hígado y garganta.

Al concluir el primer tema, Lázaro deja guitarra de lado y de inmediato arranca la experiencia Gin con full band, con ese sonido shoegaze y el coro poderoso que es inevitable no cantar. “¡Gracias por lo dado, por el gallo, el gin y este error de vivir sin ti!”. Termina y viene un “Gracias a todos por estar aquí, les voy a cantar unas canciones y pues nada, un abrazo”, dice Lázaro antes de arrancar el swing de Cuando te hagan mierda. El sonido del full band es impresionante, dotan a Lázaro de un fondo increíble que llevan su música a otro nivel. Si a eso le agregamos las notas altas inesperadas de Lázaro en ciertas partes de la canción tenemos como resultado una experiencia folk-rock fantástica.

Cristóbal nos dice entonces que admira mucho a las personas que hacen canciones con buenas letras, pues logran plasmar lo que la gente siente de una manera extraordinaria, y arranca La inundación de 1905, tema que cita a los grandes de la canción: desde Sixto Rodríguez a Nick Cave, pasando por Tom Waits, Roberto Carlos, Bob Dylan, Palito Ortega, Jorge Drexler y demás.

A esta canción le sigue un solo magnífico del guitarrista “Güero”, primo de Daniel, y de ahí arrancan Todas las aguas, una dedicatoria a esa felicidad contradictoria que puede representar un amor terrible. Los gritos que hace la tecladista Gabi Garza en la parte del coro me hacen vibrar con intensidad.

“Vamos con una canción que nunca hemos tocado en Durango… me da miedo jaja, ahí les va, esto es Manhattan”, y empieza una dedicatoria furiosa hacia una ciudad que se ama y se odia: “estoy hecho, de todo lo que mi padre no pudo lograr, de todo lo que mi madre nos juró que estuvo mal, estoy hecho… de cristianos pendejos”.

Concluye el trago clásico sonorizado y Lázaro pasa a formato acústico. Como si estuviera aferrado a sorprendernos una y otra vez esta noche, el músico empieza a cantar un tema que mi generación entera conoce desde su infancia: “Por galaxias navegar, más allá del sol / En barco de plata, el sueño terminó / Y por fin ya comprendí / Quien soy y lo que hago aquí…”.



El homenaje tremendo a este tema de Toy Story hace entonces una transición que parece creada por Pixar, aterrizando en Te Dije Cilantro, con ese primer acorde que ya es tan clásico como la intro de Cuando te canses de mí. Se abre el paso a ese ritmo de vals con el que te dan ganas de llorar mientras Lázaro grita “este año me voy a matar”, haciendo un pequeño ajuste de lírica para sentir todo el dolor y dejar que caiga una o varias lágrimas, porque para eso es la música de Lázaro Cristóbal.

Acaba y se escucha el arpegio de Estar sobrio. Avanzados unos segundos Lázaro detiene la armonía y con una sonrisa (la primera que le he visto por estos días) dice “por aquí está mi mamá”, y retoma el tema con esa lírica donde canta sobre cómo “su psiquiatra engulle su quincena” y como éste cree vanamente que de aquí a abril le darán ganas de ser feliz, y bang, corta la rola de forma inesperada en un acorde y se va con el ritmo folk de No me da la ganas ser feliz, una canción inspirada en la cantidad terrible de suicidios que ocurren en Durango.

Me salgo del backstage y me lanzo a las escaleras para tomar fotos desde un ángulo superior justo cuando empieza La Sed (Nos volvimos laberintos), un himno para muchos seguidores del músico duranguense. Lázaro le imprime fuego a su interpretación y desde el público muchos nos subimos a la ola y empezamos a desgarrar la garganta en el coro que dice “y en mi vida esto ha ocurrido, nos volvimos laberintos. Porque te tengo, pero yo no a mí”. Lázaro se nota en trance, le dan algunos espasmos a ratos, como si la emoción quisiera sobrepasarlo, pero la amarra, la domina; es justo lo que, en palabras de un amigo de Mexicali, este poeta maldito ha logrado en su nuevo álbum: domar y llevar a su máxima expresión las emociones de angustia y desdicha.

Minutos después, al interpretar Reynaldo Arenas, Lázaro se desgarra al gritar la parte final del tema: “Pienso lo mismo en ti, que en araaaaaar”. Al concluir el músico nos comenta: “Esta canción que sigue también viene en el nuevo álbum”, y empiezan los arpegios de Cuanto abismo nos ha unido, un relato huracanado cuyos versos son para fumarse un cigarro: “Hace 100 gin tonics que no estás / haces bien en cogerte a alguien más / fue un ciclón y varios ciclos de terror / fue el mezcal que lo jodió para variar”.

Le sigue ese canto country sobre la historia de un hombre llamado Sue, un homenaje a Johnny Cash, mismo que cuenta la historia de un sujeto al que su padre lo bautizó como Sue. El público se sabe la letra completa y cuando llega el momento del encuentro del padre con el hijo dicen a coro “¡Yo soy Sue, buenas tardes, vengo a matarte!”, y letra por letra van acompañando a Lázaro en este relato cómico.

“Me siento muy contento de estar aquí... No iba a tocar ésta, pero como aquí está mi mamá, ahí les va… no sé bien dónde está porque no veo nada, pero sé que ahí anda”, dice el duranguense para introducir el folk de Martha Huracán, una rola compuesta para su jefita. Se prenden las luces del lugar como para que Lázaro busque a su jefa, pero momentos después éste deja de tocar y dice “¿para qué las prendieron?”; la raza se ríe, da unas palabras de agradecimiento y retoma.

Llegada la segunda mitad de la canción mete un fragmento de Quiero que sepas, de los Cardenales de Nuevo León: “Quiero que sepas que yo reconozco que tuve la culpa al perder tus amores, quiero también escuchar de tus labios que si no hay cariño que no haya rencores” y de ahí se avienta sobre el último coro en el que parece que va a romperse, se encierra sobre su guitarra y saca lo mejor de sí. Aparece un estruendoso aplauso del público y empieza una versión lenta de Silo y Pararrayos, que de nuevo es acompañada por el público: “esto es igual que sufrir para después cantar”. Se siente un ambiente muy chido, como que los que estamos aquí sabemos a lo que venimos: a escuchar y cantar estas historias nihilistas, suicidas, existenciales y reales.

“Esta canción no es mía… me hubiera gustado escribirla, pero bueno ahí les va”, nos cuenta Lázaro antes de empezar a tocar Estertor, una composición increíble de Iván García, un lamento del vacío que se queda cuando llega el abandono: “Dejaste lo nuestro por la paz y a mí atrincherado en un rincón. Dejaste un libro a la mitad y a la mitad el cadáver de una flor”.

Lázaro concluye el cover conectándolo con The Ballad of Bono Coronado, otro himno lazariano, una oda a esas ganas de desaparecer cuando los ansiolíticos no bastan y los domingos duran demasiado y apenas el licor ayuda un poco a paliar el dolor; eso y unas rolas del Lázaro, para ir acompañado la soledad. Previo al coro el músico sube la intensidad con que golpea su guitarra, como dando unos últimos latidos desde su corazón deshecho y de ahí todos a cantar lo que ya es un coro emblemático del músico: “¿Quién decide el derrumbe? ¿Quién decide quien puede dormir y quien no? Un domingo aburrido que huele a suicidio / Una oportunidad para no ser tú mismo”.


Recuerdo entonces lo que dijo una amiga que conocí anoche, sobre cómo tuvo depresión durante varios años y cada día pensaba en quitarse la vida. Luego de llevar tratamiento logró salir de ahí, y desde entonces ha procurado no volver.

Músicos entran de nuevo a escena y toman instrumentos. “Esta canción se la compuse a un wey que quiero mucho. Me hubiera gustado que estuviera aquí, pero de seguro andaría corriendo, gritando y eso; ahí les va”, comenta Lázaro para darle fuego al tema de Cristóbal, escrito para su hijo. “Meteorito, tu padre no sabe bailar, es un niño que solo va a trabajar, es muy frío vivir en un Durango sin Dios”.

Tras un par de risas tímidas el duranguense dice “Esta canción que sigue se la compuse a la bandita de Durango”, a lo que la raza responde con aplausos, pero luego agrega “no, pero en mal plan jajaja”, y arranca el estruendo de Préndanle Fuego: “Me quieren más afuera / que en mi propia ciudad”.

Lo peor de mí, otro tema clásico que el compositor grabó con el músico michoacano Walter Esaú, empieza a tronar con la banda acompañando y se disfruta a lo grande cantar ese primer y último verso: “Cuando al fin todo esto acabe, y te dé por hablar mal de mí…”.

“A ver si me sale ésta”, comparte Daniel antes de empezar a cantar en acústico el clásico de Elvis Presley Can't Help Falling in Love, y de ahí a darle con todo al rocanrol de Faisanes (tributo a Monomanía de Nacho Vegas), lo que me lleva a pensar lo grandioso de que para este concierto Lázaro haya integrado composiciones de tantos de sus autores predilectos. Casi como si leyera mi pensamiento, Lázaro concluye Faisanes tocando en acústico el principio de Monomanía: “necesito andar... en movimiento...”.

El show está por concluir, pero no sin antes disfrutar de Mira si no es un buen día para naufragar, ese tema en dueto con Pablo Perro que me trae a la mente imágenes de un videoclip de un par de amantes sangrantes entre los árboles. El coro revienta con todo: ¡Y aaaaaahoraaa, siento que estoy a deshoras, y aaaaaahoraaaa, vivo para naufragar!".

“¡Gracias a todos por venir!”, cierra Lázaro mientras los músicos se retiran y va de nuevo solo contra el mundo a cantarnos un último Adiós, que abras más ventanas. Mientras ocurre esto pienso en Lázaro tomándose un mezcal en la mesa del Belmont, en el tramo que nos aventamos caminando por la noche fría a tomar el taxi en la 20 de noviembre, en los terribles momentos de mi vida en que esta voz ha estado a mi lado, en Daniel sentado en la barra del Club Verde bebiéndose una cheve para calmar la ansiedad (“y si aún sigo en pie / es porque abrigo un poder no mío, me hice un laberinto y una sed / que nunca sacié...”), en las risas con los compas en El Pirata Bar, en un cigarro a medianoche acompañando el parpadeo de las luces de la ciudad, en un abrazo y otro y otro más y en la gente que llega y la gente que se va y en que al final la vida es esto: una canción de despedida, una voz rota que nos comparte un último canto.

Lázaro se despide, pero la gente clama por otra. Detrás del escenario Lázaro dice a sus compas “sí pero es que no sé cuál”, le da un trago a su whisky y en el camino encuentra la respuesta: “esta canción se la compuse a un hermano”, dice Lázaro antes de iniciar He visto demasiadas casas vacías en mi vida, el canto más limpio de Belmont, también uno de los más crudos, o mejor dicho, la voz de un alma que “nunca de los nuncas fue feliz”.



POR EL PASEO CONSTITUCIÓN Y EL CAFÉ MADRID. “NO ME DA LA GANA SER FELIZ”.

El centro de Durango es increíble. En sus museos hay pinturas de creadoras jóvenes con gran dominio conceptual y técnico; en sus calles encuentras librerías con joyitas a precios increíbles; en sus esquinas ves mujeres saxofonistas tocando improvisaciones. Pasan tantas cosas en lugares como éste los viernes por la tarde: una banda de música sube a un autobús hacia Zacatecas mientras un chico de 11 años le dice a su amigo “7 datos curiosos sobre Zacatecas: aquí matan gente”; un hombre que vende elotes pide un encendedor y luego le regala un vaso a quien se lo prestó; un guitarrista trata de parar un taxi para llevar una bocina a quien sabe dónde; un par de señores viejos platican en una banca sobre alguien que les hace falta; un señor repleto de collares y Tonayán lanza profecías; chicas con tatuajes en las piernas secretan algo al pasar frente a Catedral. ¡Es la vida manifestándose en su perpetuo caos!

Como bien me comentaron algunos de los nuevos amigos, el Café Madrid es un lugar muy curioso por el hecho de que no venden café, sino cerveza. El lugar tiene pinturas muy chidas en sus muros, un escenario bastante alto, rayones punks y un letrero parpadeante de Tecate. En el escenario un músico solista empieza a tocar temas clásicos de Los Beatles, The Who y de repente aparece The Man Who Sold The World en una versión impresionante por el parentesco de la voz que renace la canción del músico británico.

Pienso entonces en cómo Lázaro seguramente ha encontrado mucha inspiración en este bar, que ubicado en el centro del Paseo Constitución (una calle peatonal llena de vida y movimiento), permite sentir el pulso del centro de Durango. O quizás todo eso le viene en madres y solo le gusta venir a echarse un trago en soledad y pensar sus cosas: el suicidio, la muerte, su hijo, la música, la angustia, la nada.

Mientras bebo mi Corona y escucho al intérprete en el escenario vuelvo a las reflexiones con las que inicié este viaje. Tras varios días de navegar por esta ciudad, de conocer a algunos de sus actores culturales, rincones gastronómicos, músicos, museos y demás, me voy con la impresión de que Durango es una ciudad tranquila, plana, en apariencia sencilla, pero en el fondo compleja, que contiene esa contradicción de ser un lugar donde a la vez se puede tener mucho movimiento y mucha calma. Su ubicación geográfica lo hace a la par una ciudad “asilada” pero también un estado interseccional, con varias entidades de la república alrededor; punto para Lázaro cuando dice “No es cierto que una ciudad se ha alejado de otra tanto…”.

La realidad es que mi experiencia como foráneo-turista hasta ahora, si bien efímera, ha sido muy grata. Siento como si se tratase de una ciudad que te recibe con los brazos abiertos, donde puedes caminar a las dos de la mañana por las calles del centro borrachísimo sin ningún problema, comer rico en cada esquina, echarte un par de mezcales a precios increíbles y escuchar bandas independientes en varios bares locales. Cotorreando con la gente he escuchado todo tipo de historias; una que se me viene a la mente es la que me comentó Samuel Herrera anoche, sobre los rancheros haciendo disparos al aire en las quinceañeras y bautizos.

En la entidad parece haber una creciente escena musical, festivales de cine y pueblitos en los alrededores para visitar (por ejemplo, Nombre de Dios). Y bueno, también se dice por ahí que el crecimiento de la ciudad proviene del financiamiento del narco, que hay mucha raza loca que le pega al crico, que la cultura buchona está cada vez más presente, que el gobierno no apoya como debería a la cultura y al arte, que esto y aquello.

Como muchas ciudades con décadas detrás, Durango tiene la nostálgica integrada en varios lugares comunes como taxis, restaurantes, cantinas, parques y edificios viejos. También es verdad que es uno de los estados con mayor índice de suicidios. Tan solo en 2022 fueron más de 140, lo que equivaldría a por lo menos 10 suicidios por mes, la mayoría de jóvenes entre los 18 y 29 años. Según Lázaro, esto tiene que ver con una grave crisis de salud mental entre las juventudes, que desde temprana edad caen en vicios como el cristal.

Otros datos que rondan por el dicho popular es que el aislamiento no permite que entren tan fácilmente nuevas corrientes ideológicas, identidades y formas de ser, lo que mantiene una fuerte presencia de costumbres y estructuras conservadoras-tradicionales (por no decir cultos religiosos) que facilitan los abusos y represiones de todo tipo, abonando con ella a la crisis que atraviesan las juventudes. En fin, puede que las razones de tanto suicidio no las tengamos del todo claras, pero lo dicho por Lázaro en nuestra entrevista se sostiene: el entorno duranguense tiene a los suicidios como parte del ecosistema diario.

Traigo de vuelta las reflexiones con las que empecé esta crónica. ¿Qué tanto ha influido este lugar en la obra del autor? ¿Es este un estado tan triste, desolado y abandonado como Lázaro manifiesta, o más bien la angustia, melancolía y soledad habitan dentro del compositor? La verdad es que me voy con más dudas que respuestas, pero igual me atrevo a dejar por escrito algunas ideas.

Lo que sí podemos notar es que Durango tiene varios aspectos que fácilmente le pueden dar la categoría de ser un estado triste, una entidad donde se llegan a manifestar con gran profundidad los estados depresivos que llevan al suicidio. Sin embargo, también pienso que los sentimientos de soledad, aislamiento, melancolía, vacío y angustia existencial, tan presentes en la música de Lázaro, van más allá de este lugar, y son más bien el resultado de la propia biografía del autor, sumado a un modus existencial que los compositores de folk desarrollan tras mirar tan frecuentemente en el abismo.

La influencia recíproca entre Lázaro y Durango es clara, es un escenario de aires western que los vinculan de inmediato con autores como Johnny Cash, un lugar donde el suicidio está igual de presente en las noticias diarias como en la vida del compositor.

Sin embargo, pienso que Lázaro pudo haber nacido en algún otro rincón de México y seguiría manteniendo la esencia melancólica de su música: de una u otra manera habría encontrado su Belmont, ese destino donde las soledades se reúnen para beber y matar el tiempo. O quizás no, quizás, de haber nacido en Mérida o en Los Cabos, el autor nunca se habría enfrentado por tanto tiempo al abismo, y ahora no tendríamos tan buenas canciones para hacernos compañía en el día a día.

A Daniel Azdar, conocido como Lázaro Cristóbal Comala, le tocó nacer y forjarse aquí, en el triste estado de Durango. Ahora, queriéndolo o no, su música es una excusa perfecta para que los foráneos visitemos su ciudad que, al menos vista desde fuera, nos ha resultado un lugar no tan triste, sino lleno de vida, movimiento, fraternidad. Entiendo que “el pedo no es quien viene, sino quienes vamos”, pero bueno, mi estimado Lázaro, por aquí andamos dando un último trago de mezcal en tu rancho, para confirmar que No es cierto que nadie va a Durango.


PD: si usted quiere descubrir de primera mano cómo es este estado mexicano y formar su opinión al respecto, dese una vuelta cuando pueda por este bello destino mexicano; si no sabe por dónde empezar, pues empiece escuchando a Lázaro Cristobal.

PD2: Un agradecimiento especial a César Reséndiz, sin él este trabajo no habría sido posible. Gracias por darnos la oportunidad de hacer periodismo musical de calidad.

El NoroPop es una fiesta y está de gira


 Antonio León | 


En el noroeste se baila, se perrea, se bufa sabroso, se produce música y se fiestea de lo lindo. Todo lo anterior confluye en esta línea fronteriza que se encuentra hasta arribita del mapa de nuestro país y, de paso, se reinventa una escena que hoy tiene marca de origen y ganas de salir a esparcir sus signos a otras latitudes: el NoroPop. FRNCE, Cyber Vedette, HOSHI, Gael Isaías, ‘SHACH.’, Kozovo y anodeangel son los actos musicales implicados en esta excursión que llegará los días 2, 3 y 4 de junio a la CDMX y a Guadalajara arribará el 10 y 11 de junio.

El NoroPop nace del deseo y necesidad de una comunidad de artistas del Noroeste de México de nombrar a sus exploraciones dentro del umbral de la música pop, tanto en inglés como en español.

Se trata de un movimiento iniciado por el sello independiente y colectivo artístico Sonic Saliva, con sede en Mexicali, Baja California. Un colectivo que hace extensivo su trabajo a eventos como showcases, fiestas, experimentos virtuales y festivales multidisciplinarios. 

En este tour, la asistencia podrá escuchar a FRNCE, una Cat Power zentennial con un talento natural para las melodías folk en inglés y español, parte de su herencia cachanilla y californiana. También es parte de esta avanzada la artista Cyber Vedette, con un estilo cyber pop y de ciencia ficción, con elementos performativos heredados del cabaret y las narrativas distópicas.

HOSHI también es parte de esta gira, con el imaginario personal y espiritual de la música pop. La suya es una forma de crear que no deja fuera elementos eróticos, paranormales y festivos. Si lo de ustedes es el synthpop angustiado, energético y honesto influenciado por una formación en la música clásica, Gael Isaías llega con una propuesta latina, fronteriza y queer.

SACH es un músico con más de diez años de trayectoria sobre los escenarios explorando a través del SynthPop y otros ritmos bailables. Se ha dedicado a la producción musical a través del sello independiente ‘Sonic Saliva’ con el objetivo de crear redes entre artistas pop y LGBTIAQ+ del noroeste. Kozovo es un productor musical, vocalista y DJ indie nacido en Guadalajara cuya visión mezcla la música electrónica con un discurso sobre identidad, masculinidad, género y sexualidad.

Para cerrar este combo en gira, se presenta anodeangel, quien es un DJ y artista visual que mezcla reguetón y gabber en una atmósfera oscura y muy pop, influenciado siempre por la poesía, el hedonismo y la nostalgia.

La invitación a pasarla increíble con los sonidos del NoroPop está hecha, les invitamos a escuchar estas propuestas musicales y a localizar en el mapa de la fiesta sónica el show y la fecha que les queden más cercanos. El NoroPop es una fiesta está de gira.


Fechas en CDMX:

2 DE JUNIO. Bar doble x a las 8:00 PM. Artistas que participan: Cyber Vedette, Gael Isaias, MOK, y Amelia Wolf Band.

3 DE JUNIO. Aniversario YouMalaInfluencia – TBA a las 8:00 PM. Artistas que participan: Sonic Saliva Showcase: anodeangel (DJ set), Cyber Vedette, Gael Isaías, HOSHI, SACH.

En vivo desde Pulsus 8:00 PM. Artistas que participan: FRNCE, Mudo, Mundo

Aliciaroom a las 8:00 PM. Artistas que participan: Cyber Vedette, Prieto, Gael Isaías

4 DE JUNIO. Las Mixoladas. Artistas que participan: anodeangel (DJ set)


Fechas en Guadalajara:

10 DE JUNIO. Latido de Tierra / Artkaiko 4:00 PM – 11:00 PM. Artistas que participan: Sonic Saliva Showcase: anodeangel (DJ set), Cyber Vedette, Exhumación, FRNCE, Gael Isaías, HOSHI, SACH.

11 DE JUNIO. Ahogada Mutante de 12:00 pm – 5:00 pm. Sonic Saliva DJ sets. Artistas que participan: anodeangel, Kozovo, MRAK.

Tecate Península 2022: buscando la voz de Chicano Batman (Crónica)

Por Iván Gutiérrez (alias Ay Gregorio!) | Crónica y Fotos |


INTRO

Esto empezó como una cobertura “común” de un festival musical, pero en el camino se convirtió en una crónica gonzo sin quererlo. El detonador: un gallo y un show de Chicano Batman donde no pudimos disfrutar la voz de Bardo. Pero vamos al inicio.

Tras una noche en la que no dormimos mucho pero sí disfrutamos bastante, mi amigo Alex y yo nos lanzamos de nuevo a la carretera. En Tecate habíamos visto a Mi Banda El Mexicano la noche anterior, en un show un tanto extraño, pues la energía actual del vocalista no es la que uno esperaría de la potencia festiva de esta banda. Su hijo tiene bello rostro, muchas fans quedaron encantadas con las fotos que se tomaron con él cuando bajaba del escenario, pero unas clases de canto no le vendrían mal, si (como aparentan) su objetivo es que reemplace a su padre en los próximos años. En fin, creo que por igual la gente quedó complacida con esta primera edición del FESTEM, festival musical donde también tocó Café Tacvba.

De vuelta al presente. Omeprazol, agua, un gallo, cargadores, cámara, memoria, dos lucky strikes y stickers de Ay Gregorio! son el equipaje para hoy. Tras una hora aproximada de viaje llegamos a Playas de Tijuana poco antes de las 3pm. Arriba del Escenario Tecate toca The Warning y no suena para nada mal. Me lamento por no haber alcanzado a escuchar a las Margaritas Podridas, pero pienso que ya llegará el momento de verlas en acción. Damos una ronda general por la Plaza de Toros, ubicamos escenarios, área de comida, baños y área de prensa, justo donde está por iniciar una entrevista con Bruses.

Tras un par de minutos empieza el cuestionario en vivo con la joven compositora, quien este año fue nominada a dos Grammys tras 11 años de carrera artística independiente. Su maquillaje está impresionante, me recuerda al David Bowie del Aladdin Sane.

“Estamos muy contentos por estas nominaciones. Es difícil mantenerse independiente, pero se siente genial no tener que vender tu alma a una disquera por un adelanto mediocre, y sentimos que esto es prueba de que hay otros caminos para los artistas. Hace poco logré empezar a apoyar a mis padres económicamente, eso para mí es un verdadero éxito, porque mi familia es de clase trabajadora, y me siento muy contenta de poder regresarles un poco de todo lo que me han dado”.

Bruses comparte que se siente muy feliz de regresar a Tijuana, su ciudad natal, y comenta que a su parecer la industria musical se encuentra en un punto muy interesante para quienes crean música en su cuarto, pues las plataformas digitales y redes como TikTok permiten que uno conecte y construya una comunidad en línea como nunca se había podido hacer: “Con Internet las oportunidades están ahí. Nosotros como Bruses no seríamos nada sin el fandom. Gracias a ellos estamos donde estamos”, concluye la joven tijuanense.



GONDWANA Y CAMILO SÉPTIMO: RECUERDOS DE OTROS TIEMPOS

Gondwana empieza y me llegan recuerdos de cuando los vi hace años en el Parque Morelos de Tijuana, en una ocasión en que un amigo metió un gallo gigante entre sus rastas, mismo que roló entre decenas de asistentes. Armonía de amor sale de los speakers y es coreada por el público. Cae algo de neblina que refresca la tarde. La gente ondula. Morras con los ojos cerrados bailan con “Felicidad” de fondo y cantan “ya no estoy triste”.

Terminan los argentinos y a los pocos segundos se escuchan los gritos de “¡Camilo!, ¡Camilo!, ¡Camilo!” en el Escenario Tecate. El público clama por una de las bandas de indie pop mexicano que más seguidores han conseguido en los últimos años, y la respuesta llega pronto. Se encienden las luces y sale a escena la voz impresionante de Manuel Coe, vocalista de Camilo Séptimo.

Cuando inicia “No Confíes en Mí” vuelven algunos recuerdos de cierta aventura amorosa muy caótica, por allá de 2017, en aquellos tiempos cuando tendía a vincularme con personas conflictivas sin pensar mucho en las consecuencias, muy ad hoc con el tema de Séptimo. “No confíes en mí; Aún puedes escapar; Aún puedes librarte; De conocerme más”.

Manuel se desenvuelve muy bien en el escenario, juega con el deseo que despierta en el público: los hace aplaudir y gritar. Los visuales también están chidos, y los bajos se escuchan potentes, con una base funky que te pone a mover las caderas. Pienso que es música para coger y enamorarse, para dejarse llevar un rato por las energías intensas del amor.

Terminan los Camilos y me encamino a la rueda de prensa con Chicano Batman. Las áreas de la Plaza de Toros antes vacías comienzan a llenarse poco a poco. La tendencia es clara: esto va a reventar en las próximas horas.



SEN SENRA Y CALIGARIS: UN POCO DE LO BUENO NUEVO Y LO BUENO VIEJO

Al llegar al área de prensa se nos revela que fue cancelada la entrevista con Chicano. Pregunto por qué, pero no encuentro muchas respuestas. Saludo a una colega cachanilla que viene cubriendo el evento para Revista Machin y platicamos un rato de esto y aquello. Nos vamos juntos a ver el show de Sen Senra, músico español que me recuerda a compositores como Rosalía y C. Tangana (con quien ya tiene una colaboración), esa nueva ola de músicos ibéricos que están creando (y exportando) sonidos pop que se nutren del R&B, el trap, el Hip Hop, la canción de autor y demás géneros varios.

El Escenario Monumental es el más pequeño de los tres. Tiene forma circular y está rodeado por gradas. Empieza el show y Sen Senra se adentra al escenario caminando lentamente. Empieza un beat sensual y una guitarra con delay que le pone una textura espacial a la base armónica. Los gritos de las fans reflejan que es uno de los músicos que más prenden a esta generación.

El músico de 26 años se mueve muy bien por el escenario. Baila, toma el stand del micrófono y lo balancea mientras se sujeta el pantalón negro tumbado. Lleva el número diez en la espalda y unas gafas oscuras para ocultar la mirada. Varias chavas que están recargadas sobre la valla metálica bailan y gritan bajo las luces guindas.

Termina el segundo tema (Baby no me sueltes más) y al fondo gritan con euforia "¡Sen Senra, Sen Senra!". Lo acompaña una batería con una caja de beats que le dan ese toque hiphopero-trapero a la música, y una guitarra que toca acordes de un solo rasgueo prolongado con su necesario delay, poniéndole el toque seductor a la música. En cierto momento el músico se avienta un solo vocal imitando una trompeta, que con el auto-tune suena bastante bien. Me despido del español tras un par de canciones más, decidido a encontrar un buen lugar para ver a la banda que más me emociona de este festival: Chicano Batman.


Camino al Escenario Tecate me toca escuchar unas buenas rolitas de los Caligaris, justo cuando un rayo de luz logra filtrarse entre la nubosidad de los últimos días, coincidiendo perfecto con la música festiva de la banda argentina. El público que está frente a la banda está en pleno éxtasis.

“Vos sos esa simple razón, por la que volví a sonreír, por la que levanto la vista y veo lindo el cielo, aunque esté todo gris…”. Para terminar de hacer más cursi la imagen hay un arcoíris atravesando el cielo. "Queremos que todos cierren los ojos, respiren y piensen en esa razón que los hace estar acá”, dice Martín Pampiglione por el micro. “¡Estos son los recuerdos que no se olvidan nunca! ¡Gracias por este enorme regalo, a cambio les vamos a dejar este hermoso momento!", dicen los pibes con la cara pintada de payaso, antes de reventar la fiesta como solo ellos saben. La raza agita camisetas en el aire, baila y disfruta como nunca.



CHICANO BATMAN: LA DESILUSIÓN

El show de Los Caligaris lo presencio desde el Escenario Tecate, pues he decidido adelantarme para agarrar buen espacio en el show de Chicano Batman. La emoción se siente en el aire. Todo show en vivo de un artista que uno admira siempre condensa la magia de todas esas veces que lo escuchaste en diferentes momentos, planos y estados emocionales de tu día a día. Y bueno, si se trata de Chicano Batman, es bien sabido que escucharlos en vivo es otro pedo.

Se prenden las luces (yo prendo un gallo) y salen a escena los Chicanos. El público grita de emoción. Camarógrafos nos aventamos frente al escenario para hacer nuestro trabajo. Entonces inicia la catástrofe. Hay fallas en el audio y la voz no se escucha para nada como debería. Pareciera que algo falla, que el micro o las bocinas o el auto-tune fallan, dando como resultado un efecto muy raro en la voz, como un auto-tune mal ajustado que sube y baja el volumen de Bardo y que no permite que se entienda nada de lo que dice. El resultado es un sonido terrible, ininteligible.

Termina la primera canción y tanto público como prensa le intentamos avisar a Bardo de la situación, pero trae puesto un earphone y no capta nuestros mensajes (o eso parece). Considero la opción de arrojarle una botella de agua que traigo en la mochila para avisarle que no se escucha, pero pienso que por ello podrían sacarme del concierto antes de alcanzar a decirle algo.

Pasan tres canciones igual. Inconforme con lo que pasa le digo a un sujeto que está en el backstage que no se escucha el vocalista. Asiente, como saliendo de la esterilidad de no saber si esa falla en la voz era real o venía de su imaginación. Dice que irá a avisar. Bardo sigue entregándolo todo, a pesar de que en los speakers delanteros no se escucha absolutamente nada, solo gritos ahogados. Me pregunto si en los speakers de atrás se escuchará igual de mal.

Empieza el bajeo característico de Freedom is Free y todos gritamos de emoción, pero parece que no podremos disfrutar el tema como quisiéramos, pues el problema de la voz persiste, si bien Bardo se mueve en guitarra y piano con toda la actitud: es un verdadero rockstar, como demostrará dentro de poco cuando se quite la camisa a pesar del tremendo frío que debe hacer allá arriba. De fondo se escucha la voz de la otra vocalista, quien rescata un poco (pero muy poco) la situación.

Bardo pregunta entonces “Do you hear me?”, a lo que la gente a mi alrededor grita que no, luego le pregunta a los del otro lado y todos gritamos que no, entonces dice: “Les dije que subieran el volumen del micro, pero no hacen caso, ¡pero vamos a seguir este show!”. Los californianos prosiguen con Run, y es una verdadera lástima porque la música es realmente buena, la batería, la guitarra, los synthes, todo se escucha estupendo, pero necesitamos esa voz acariciándonos el alma.

Revienta la parte final de Run y los synthes te perforan el corazón. Empieza a llover y Bardo dice que tiene algo que compartimos. Se sienta al borde y empieza “Invisible People”, una canción de resistencia al sistema con esa vibe nostálgica muy Chicano Batman. No sé si soy yo proyectando mi interior alrededor, pero siento que en el ambiente hay una emoción de tristeza (obvio por el vibe de la rola) pero también de desilusión por las fallas en la voz de Bardo.

Empieza Itotiani y no nos queda más que cantar todos juntos a pesar de que nos falta la guía, pero con esta canción es imposible no navegar por la chicano-vibe. “¡Ella tiene aire a Teotihuacán, su piel tiene el color del mazapán!”. Bardo toma los synthes, checa que el amplificador esté bien modulado y empieza a improvisar en la parte final de la canción mientras sube el ritmo, ¡esto es un jamm y ahora sí se siente la música llegar hasta el fondo del alma! Se acaba la rola y el grito del público se siente diferente, más vivo.

“¿Quieren una canción en español?”, pregunta Bardo por el micro. El guitarrista pasa al frente para iniciar “Manzanita” y milagrosamente sí se escucha su voz al cantar. Bardo se queda al fondo tocando el bajo de espaldas al público al lado de la batería. “¿Significa esto que todo este tiempo Bardo no tuvo voz y solo fingieron una falla técnica?”, me pregunto, pensando en el por qué no intentaron cambiarle de micrófono. Me siento confundido ante la incógnita, y pensarla solo me llena de coraje por la posibilidad de que sea cierta.  “Quizás se enfermó de último momento… y por lo mismo fue que cancelaron la rueda de prensa”, medito mientras el show continúa.

Bardo se quita la camiseta y empiezan los teclados de Black Lipstick. “This is our favorite song! Are you having a good time over there?”, consulta Bardo al público. “Can we have some fucking volume on this microphone over here?!”, exclama, conectando nuestros sentires con el suyo. Empieza la música y nuevamente la falla técnica. Hay un sentimiento que quiere salir y conectar, pero no está el puente: la voz. Es como algo muy bello que pudo ser, pero no fue; otra desilusión más a la lista. En ese momento Bardo hace un último intento por hacernos vivir una gran experiencia: baja del escenario y se entrega al público, que lo abraza sin dudarlo.

Tras un minuto el vocal chicano sube de nuevo al escenario y dice “we have a last song for you and its called Magma!”. Bardo comienza a cantar y el sonido de nuevo es una enorme decepción. Estamos a un paso del éxtasis, pero nos quedamos a eso, a una voz de distancia. Chicano Batman cierra con un jamm potente, destructivo, performático. Dicen algo como “¡Adiós Tijuana!” y concluyen. Después el silencio.



EN BUSCA DE RESPUESTAS

Concluido el show sólo puedo pensar que, a mi manera de ver, Chicano Batman nos debe un concierto. No sé si por culpa del Tecate Península, por culpa de la banda o por culpa de algún ingeniero. Lo que sí sé es que mi pulso periodístico está ávido de descubrir la verdad, así que comienzo a recabar algunos testimonios de desconocidos y confirmo lo (casi) obvio: falla técnica, hubo.

Mis amigos no conocen a la banda y me comentan que pensaron que se escuchaba de esa manera porque así era el estilo. Caminando en búsqueda de respuestas me encuentro a un colega de Ensenada, quien me comenta que Chicano no traía ingeniero de sonido, que él lo conoce (porque es de Ensenada) y nunca lo vio al lado de los ingenieros.

Me acerco a los ingenieros en una base ubicada en la parte trasera de la zona VIP. Me dicen que el ingeniero de Chicano no está chido, que ahí estuvo la bronca (ah caray, ¿no que no había estado presente?). Otro dice que solo yo escuché las fallas, que para ellos todo se escuchó perfecto. Empiezo a sentir que se quieren desentender de la responsabilidad porque olfatean que soy reportero y no quieren meterse en problemas. Al salir de la zona VIP un morro dice que allá sí se escuchaba la voz, pero que a ratos se le bajaba el volumen. En el otro escenario Justin Quiles empieza a cantar sobre culear y fumar marihuana en un trap latino sabroso. Yo sigo aferrado: ¿Qué carajo pasó con Chicano Batman?

Pienso que es hora de ir a prensa. Nadar por el mar de gente comienza a ser una experiencia turbulenta; se siente subir la afluencia de público ante la proximidad de los Fabulosos Cadillacs en escena. En el área de prensa platico con una colega y me comenta que en la parte trasera sí se escuchó Chicano bien. “Solo adelante no había sonido… pero traen un cagadero con los ingenieros de sonido en todo el festival”. Otro colega periodista me dice que también traen un desmadre con las ruedas de prensa, pues aparte de Chicano, también canceló Camilo, y Sublime va tarde. “Chicano Batman no quiso rueda de prensa, que mejor hacían una prueba de sonido”, dice una morra del staff luego de preguntarle sobre por qué no hubo entrevista con los californianos. Bueno, ¿entonces qué pasó con esa prueba de sonido? ¿Qué pasó en Chicano?

Bueno, ahora sé que atrás hubo sonido bueno, enfrente nada. Pero la duda persiste, ¿de quién fue la maldita culpa de que cientos no disfrutáramos este concierto? Todo apunta a que hubo un ingeniero que no hizo bien su trabajo. Se empiezan a agotar las fuentes informativas al alcance para encontrar respuestas, pero me niego a quedarme con la duda. Se me ocurre entonces una idea.

Me meto a los baños de prensa, me lavo la cara y me veo al espejo: me siento seguro de quien soy. Me quito el gafete de prensa. Me recuerdo músico. Salgo del baño y entro con total normalidad al área de los artistas. Traigo el outfit. Traigo la energía. Traigo la vibe. Me mezclo. Soy uno de ellos y ellos son de los míos.

Pido lumbre para un cigarro. Hablo con el guitarrista de Bruses un momento. A la sorda busco la carpa de Chicano Batman. Paso al lado de Sen Senra, quien está platicando con algunos compas. El guitarrista de no sé qué banda dice que se irá a practicar unas rolas antes de salir a escena. Me acerco a un par de músicos jóvenes que están por ahí, pero no conocen a Chicano, no saben quiénes son. Otro sujeto me apunta en cierta dirección, diciendo que por allá está su carpa.

Paso a lado de la carpa de Siddhartha. Escucho que ya es hora, que faltan diez minutos para el show. No encuentro la carpa chicana por más que busco y busco. Me resigno un momento y me siento. No quiero parecer desesperado y que alguien me identifique como prensa. A fin de cuentas, traigo cargando la mochila de mi cámara en el costado y una pulsera color rosa que me identifica como tal.

Me paro y sigo. Me hago pendejo cerca de Sen Senra. Veo de nuevo al tipo que antes me indicó donde estaba Chicano y le pregunto de nuevo, me apunta la dirección otra vez, pero ahora la veo bien, le digo bromeando que me disculpe, que estoy ciego, a lo que se ríe y se va. Por fin llego y ahí está Bardo afuera de su carpa, platicando con un wey de los Caligaris que lleva rastas; la voz de Bardo se escucha impecable, así que descarto aquella idea de que estuviera enfermo. El músico de la banda argentina dice que mañana tendrán otro show en Guadalajara, ese de dos horas, que ahí sí van a desquitar.

Terminan su conversación y me preguntan si les puedo ayudar tomándoles una foto. Les digo que claro que sí. Tras la foto llega el momento de improvisar. Le digo a Bardo que soy guitarrista de otro proyecto que tocó más temprano, uno que se llama Sen Senra, de España, pero que yo soy de aquí de Tijuana, y que también tengo un proyecto solista que se llama Ay Gregorio! Le doy un sticker del Otro Caguamón a Bardo. “Es de folk, indie folk-punk. ¿Conoces a Juan Cirerol?”. Y así vamos platicando hasta que llegamos al “¿andan de gira ahorita? ¿Cómo viste este show? Yo los vi desde enfrente, y como que no se escuchaba muy bien fíjate…”, le comento.

“Pues no paré, no paré, a veces uno no siente a la gente, pero uno tiene que seguirle” …, dice Bardo.

“¿No crees que haya sido por lo del sonido?, le pregunto.

“Puede ser, puede ser…”, dice, “¿no se escuchaba la voz?”, me pregunta curioso.

En eso el wey que anteriormente me apuntó la carpa de Chicano aparece y yo siento que ya se dio cuenta de que soy prensa y me cago porque estoy a un paso de descubrir que pasó. Para mi suerte el tipo dice “Bueno, ya que te dije donde estaban estos cabrones, ¿nos puedes tomar una foto?”, y pues va la foto con su celular. Sigo la plática con Bardo; todo apunta a que fue culpa del ingeniero de sonido del festival.

“Ah te decía, no se escuchaba nada, se subía y bajaba el volumen, no se entendía… hasta pensé que estabas enfermo de la garganta”, le comento.

“Jajajaja, no para nada. Sí me di cuenta después, de hecho sí te vi desde el escenario, que me hacías señas, y la gente me lo dijo, y yo dije en el micrófono que le subieran al volumen, pero los cicles (o algo así, ininteligible en el audio que grabé) no estaban conectados, y pues ya arriba en medio del show no había mucho que hacer”.

Siento una especie de éxtasis correr por mi columna. Comprendo que el error fue técnico, aunque no me queda del todo claro si fue responsabilidad del equipo del festival o de la banda. Seguimos platicando un rato más. Bardo me cuenta que ahora están dando shows grandes en Nueva York, para 5-10 mil personas. En eso recuerdo que traigo los restos del gallo que prendí cuando comenzaron a tocar y le pregunto si quiere un poco. Me dice que él no pero quizás el bajista sí. Pasamos dentro de su carpa y les ofrece a los chicos y ellos dicen que simón. Nos saludamos y de nuevo me presento como el guitarrista de Sen Senra, de aquí de Tijuana. Fumamos el bajista, una morra con sombrero y yo.

“¿Cómo están, cansados?”, les pregunto para romper el hielo. “Pues una madre”, dicen. Empiezan a hablar de cuánto han dormido. Uno de ellos me ofrece unas uvas, “recién lavadas, bro”. Las acepto con agradecimiento. Hablamos en español. Les digo que el show que (en teoría) di con Sen Senra estuvo chido, que el escenario es más pequeño, “más íntimo”, dice el bajista, y yo digo que simón, que se siente la gente más cerca. “Claro, allá en los otros es como un mar de gente”, comenta.

Decido que es momento de partir: ya tengo lo que buscaba. Antes de eso les regalo un par de stickers del Otro Caguamón y los invito a escuchar las rolas gregorianas en Spotify. Nos despedimos y me siento liberado, esa libertad que te ofrece la verdad. 


SIDDHARTHA Y LOS FABULOSOS: YA ES HORA DE CERRAR 

Salgo a la multitud y me siento algo abrumado, en parte por la desvelada y toda la energía que implica cubrir un festival como éste, en parte por tanta gente, en parte por el psicoactivo circulando en mi cabeza. Pienso que lugares como los festivales son perfectos para perderse en el caos: es una experiencia de perderse, buscarse y encontrarse en la música, en los escenarios, en la fila del baño, en el “ya me cansé pero aquí voy a seguir hasta que salgan los Cadillacs alv”.

Me dirijo al Escenario Tecate a ver lo que resta del show de Siddhartha, a quien ya he visto en dos ocasiones previas (publicando en su momento una crónica de ello acá), y pienso que es interesante ver cómo va madurando y envejeciendo un músico, y uno con él, por supuesto.

Empieza “Ser Parte” y una chica se pone a bailar frente a uno de los puntos de venta de Tecate, fluyendo al ritmo de Siddhartha. Me sonríe y se da otra vuelta. Ya es esa hora de la noche al parecer. La cerveza y la música han hecho su efecto.

“¡Esta noche estamos aquí para pasarla bien, están todos invitados a bailar con nosotros!”, nos dice Jorge Ibarra, quien siempre logra hacerte sentir que estás en una noche especial. Me pregunto por dónde estarán mis amigos, pero bueno, tratar de encontrar a alguien en el mar de gente sin una mediación digital es toda una odisea. Pienso entonces que la forma más fácil de medir la energía de un concierto es a través de la dificultad para internarse entre el público hacia la parte delantera; en esta ocasión, está bastante complicado el asunto. “¡Gracias Tijuana, sean felices, nos vemos hasta la próxima!”, concluye el músico jalisciense. 

Entre la conversación con un par de compas descubro que al parecer Snow Tha Product reventó, que subieron gente al escenario y la pusieron a bailar, y que la vocalista le escupió brandy o whisky o algo de una botella a la gente. Otros compas me comentan que para ellos Los Caligaris se robaron el festival. “Esa madre con el sol y el pinche arcoíris fue otro pedo wey”, dice uno ellos.

En el Escenario Viva Aerobús toca Sublime With Rome, mientras miles aguardan la presentación de Los Fabulosos en el Escenario Tecate. Pienso que es interesante como un proyecto puede resurgir con otro vocalista. Supongo que crea muchos sentimientos encontrados entre los seguidores, pero de acuerdo a lo que leí en prensa, si bien se trata de las mismas canciones de Sublime, Rome Ramírez le mete un estilo totalmente diferente.

Termina Santeria y se empieza a sentir la efervescencia por los Cadillacs. Hay gritos que convocan a pasarla bien todos juntos. El festival está a reventar. Pienso que también me hubiera gustado ver a Sabino en vivo, pero bueno, uno no puede partirse en dos: hay que saber decidir.


Empiezan los Fabulosos y la música nos absorbe. Ver de tan cerca a artistas tan legendarios siempre me recuerda que, a fin de cuentas, se trata de seres humanos como nosotros. Claro, seres humanos con mucha magia y talento en el espíritu.

Empieza Siguiendo la Luna bajo la lluvia y se desliza el sentimiento Cadillac por los acordes menores. El coro es un llanto impresionante, liberador, como las gotas que nos arropan. Me acuerdo entonces de la vez que terminé en la cárcel por fumarme un gallo afuera del París de Noche con un compa. Me acuerdo mucho de las strippers bailando Siguiendo la Luna al compás de Vicentico.

Ondulando al ritmo de la canción decido internarme de nuevo a la marea de gente y sentir esa bella experiencia de conectar en vivo con desconocidos a través de un sentimiento musical en común. Porque si algo saben hacer los Cadillacs es crear comunión. Corrección: si algo saben hacer los músicos al tocar en vivo, es conectarnos. Me siento agradecido de estar aquí, y me voy siguiendo la luna.

“Siguiendo la Luna no llegaré lejos
Tan lejos como se pueda llegar
Son casi las cuatro de la madrugada
Mi casa brillaba
Cruzando ese mar”.


PUNTO FINAL

Cubrir un festival implica prepararse para ir en busca de lo que ese día será excepcional. A veces es una adivinanza: no puedes saber con certeza quien dará EL SHOW. Pero puedes informarte sobre quienes están sonando en ese momento, preguntarte en qué punto de su carrera está el artista. En esta ocasión, mi visión se centró en Chicano Batman por la expectativa que tenía, y finalmente el asunto resultó como resultó. Entiendo que no todos los shows serán buenos, y así como yo no pude disfrutar su show, seguro las personas en la parte trasera sí lo hicieron; a fin de cuentas, esta crónica fue sólo una de miles de perspectivas que se vivieron en este evento masivo.

El Tecate Península me parece un festival que es nuestro, de los bajacalifornianos, donde podemos escuchar bandas que de otra manera no llegarían a la península. Por lo mismo se agradece todo el esfuerzo que hay detrás. Dicho esto, también hay que apuntar que, según lo que pudimos investigar, hubo un problema técnico que fue responsabilidad del festival, que como podrá haber figurado el lector, no permitió vivir la experiencia chicano como se esperaba.

El vocalista suele ser el alma de muchas bandas, es el que refleja cómo está la energía vital de la agrupación; cuando ya no funciona como antes el instrumento vocal, es difícil disimularlo, mucho menos reemplazarlo, porque cada voz es única (claro, hay excepciones en que se logra una adaptación del grupo, ejemplo que pudimos ver con Sublime). Por eso cuando quitas la voz dejas sin cabeza a bandas como Mi Banda El Mexicano, los Fabulosos Cadillacs o, en este caso, Chicano Batman.

Somos de la idea de que un periodismo musical crítico debe hacer un análisis del show e ir más allá del fanatismo (algo que no es fácil y que en realidad seguimos trabajando). Para ello siempre sirven las preguntas. ¿Cómo se siente el show? ¿Qué transmite la banda? ¿Están bien ensayados? ¿Cómo se escucha la voz? ¿Cómo está cantando el vocal? ¿Y los demás instrumentos? ¿Cómo es la interacción con el público? Para la ocasión pusimos algunas de estas incógnitas en marcha, y aquí tienen el resultado.

Esperamos que esta pequeña aventura sirva para cuidar más los detalles de futuros festivales y que los organizadores no se lo tomen a mal, sino por el contrario, se motiven a seguir creando estas grandiosas experiencias para los miles de amantes de la música en vivo. ¡Hasta pronto y nos vemos en el siguiente!



POSDATA

Un par de semanas después de este festival tuve la oportunidad de conversar con una amiga de la Ciudad de México, quien también asistió en esta ciudad a un concierto de Chicano Batman. Su testimonio fue muy parecido, por no decir igual al que aquí compartimos, lo que me lleva a pensar que, o el problema técnico no fue responsabilidad del Tecate (ups), o Bardo está teniendo complicaciones con los efectos que le ponen a su voz, o quizás, sólo quizás (y citando a mi amiga), “al vocalista le quedaron grandes los músicos”. ¿Ustedes qué piensan? ¡Los leo!

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