"Concierto para otras manos", un documental con gran final y sin ninguna condescendencia

Narrativamente, el director/escritor divide su documental en cinco partes basadas en los nombres de distintos movimientos musicales.

Cinetiketas | Jaime López



La ópera prima de Ernesto González Díaz, "Concierto para otras manos", no solamente compite como Mejor Largometraje Documental dentro de la edición 2025 del premio Ariel, sino también es un retrato fílmico inspirador sobre la relación entre David González Ladrón de Guevara, un pianista joven, y José Luis González, padre y maestro musical de dicho joven.

Dicha relación no es endulcorada por el realizador, ni tampoco abordada desde una perspectiva maniqueísta que recurra a la denominada "pornografía emocional".

Al contrario, González Díaz muestra a David y su padre en los momentos cotidianos de su interacción, lo que incluye aquellos en los que no hay coincidencias entre ambos o en donde salen a relucir sus enojos.

Eso último se agradece, porque el director, guionista y editor evita la condescendencia al hablar respecto a su protagonista, un músico que nació con el Síndrome de Miller, cuyos síntomas son alteraciones en los sentidos, así como en las extremidades.

En el caso de David, cada uno de sus pies y manos tienen solamente cuatro dedos; su brazo derecho es menos largo que el izquierdo, y además padece sordera.

Narrativamente, el director/escritor divide su documental en cinco partes basadas en los nombres de distintos movimientos musicales, que anticipan el ritmo lento o frenético que tendrán sus secuencias.

Eso es un plus para su historia, en donde también se permite a la audiencia conocer a David como un ser humano con virtudes y defectos, que está madurando a la par de la relación con su padre y que, en sus momentos de ocio, le gusta oír reguetón o entretenerse con videojuegos.

Asimismo, hay que resaltar la oportuna fotografía de Rafa Ramírez y Daniel Gama, quienes no se sienten como dos intrusos en el día a dia del joven músico, captando sus rutinas sin condescendencias, pues plasman sin manipulaciones los distintos hábitos de David, al que le dan un tratamiento visual idéntico al que le otorgarían a una persona sin alguna discapacidad.

Por otro lado, los cinefotógrafos filmaron distintos ángulos de las prácticas o ensayos de David y su padre, tanto cuando están juntos como cuando se preparan de manera individual. Esto ayuda a que el relato no se sienta monótono.

Y qué decir de la secuencia final en donde la audiencia puede disfrutar del "Himno de la esperanza", la partitura compuesta por el joven en su etapa más adulta y que también muestra la consolidación de su arte, así como su independencia creativa y emocional. Un momento sublime de cine, con un estupendo sonido directo cortesía de Edith San.



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