"Jay Kelly", imperfecta como la vida, pero con una sorprendente actuación de Adam Sandler

Reseña de Jay Kelly: una comedia dramática íntima sobre el paso del tiempo, la pérdida y la imposibilidad de editar la vida.


Cinetiketas | Jaime López


Aunque en apariencia "Jay Kelly" puede percibirse como una nueva comedia dramática acerca de los claroscuros que tiene la gente que trabaja en la industria fílmica estadounidense, en el fondo la propuesta en cuestión hace una reflexión sobre lo irrepetible de nuestras existencias, en donde no hay oportunidades para segundas tomas, mucho menos para editar nuestros errores.

Protagonizada por el ganador del premio Oscar, George Clooney, la historia sigue a un actor veterano que enfrenta una crisis personal tras el fallecimiento de uno de sus seres queridos y el inevitable paso a la edad adulta de su hija menor.

Dicha crisis lo hace tomar decisiones impulsivas como viajar a Europa para tratar de aprovechar el último verano con la joven antes de que ésta se vaya lejos de casa por la universidad.

"Jay Kelly" comienza con una secuencia en la que el estelar está finalizando la grabación de su más reciente película y en donde pide insistentemente una nueva toma al director de la obra.

Esa línea tendrá una resonancia más relevante en el último acto de la historia, sobre todo para las audiencias que buscan un significado más profundo en el arte.

Y es que el guion escrito por Emily Mortimer y Noah Baumbach logra reflejar oportunamente temas universales con los que muchos espectadores se sentirán identificados como el distanciamiento de personas que fueron importantes en nuestras vidas.

"Jay Kelly" tiene la virtud de combinar secuencias cómicas y dramáticas para versar sobre la soledad, las personas narcisistas y las heridas del pasado que afectan las relaciones humanas.

Si bien es cierto que el guion no es perfecto y tiene momentos que rozan el cliché, no hay mucho que criticar en este rubro debido a que la vida es así: imperfecta y repleta de convencionalismos.

Ahora bien, "Jay Kelly" también tiene una gran representación de las personas que son fieles a sus amigos y se sacrifican con la finalidad de hacerlos brillar.

Dicha representación se percibe en el rol de Adam Sandler, quien da vida a "Ron", el manager del protagonista, que se ha mantenido a su lado durante tres décadas.

El actor en cuestión exhibe una sencillez epidérmica y también muestra su capacidad de dar una pausa a los personajes tontos o infantiles que han caracterizado su trayectoria.

Asimismo, Sandler tiene en sus manos una de las escenas más inteligentes y divertidas del reciente año fílmico, en donde hace mofa sin caer en la comedia barata acerca del rompimiento entre un actor y su agente.

Probablemente, el "pero" más grande en "Jay Kelly" es que no hay un buen balance en el desarrollo de sus personajes femeninos y, por tanto, algunos de ellos se sienten desperdiciados.

Es el caso de Laura Dern, que en la historia interpreta a la publicista del estelar y el exinterés romántico de "Ron", pero a pesar de su fuerte personalidad, no tiene escenas inolvidables como sí la tienen sus contrapartes masculinas.

En contraste, Riley Keough y Grace Edwards destacan como las hijas de "Jay Kelly", las cuales tienen personalidades diametralmente opuestas y fungen como la brújula emocional del protagonista.

Al final, el filme estrenado en la plataforma Netflix es altamente recomendable para quienes buscan propuestas íntimas y versátiles. Eso sí, no es la mejor cinta de Baumbach, pues tiene algunos momentos artificiosos o forzados, que le restan ritmo y autenticidad a la propuesta.



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