Muerte Caracol: el libro como presentación del lector

Reseña de Muerte Caracol, novela de Ivonne Reyes Chiquete que explora violencia, lectura, memoria y la naturaleza del mal desde un juego narrativo.


Por Alis Flores | Falses Beatniks


La novela llegó a mis manos hace apenas un par de días. Lo primero que captó mi atención fue el color llamativo de su portada. Dicen por ahí que “quien de amarillo se viste, en su belleza confía”. Aunque coloquialmente se dice que no se debe juzgar a un libro por su portada, esta me llamó a gritos y yo quería comprobar su osadía. Muerte caracol es una novela mexicana escrita por Ivonne Reyes Chiquete y republicada por la editorial Casa del libro de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) en 2023.

Desde un inicio, la autora pone al lector en el centro de su juego. Nos hace pensar si, acaso, el libro en nuestras manos tiene algún problema de imprenta. “¿Y los demás capítulos?”, te preguntas. Conforme la trama avanza, lo notas. Sin embargo, las preguntas no dejan de surgir. Muerte Caracol no sigue una estructura lineal, en su lugar, hace uso de la narración enmarcada, es decir, cuenta una historia dentro de otra con el propósito de profundizar en la psique del personaje principal

La novela comienza en in media res y está organizada en once capítulos numerados de acuerdo a la historia secundaria. Ésta se empalma de manera en que cada acción en ella provoca una reacción o un pensamiento decisivo en el protagonista. Del mismo modo, recurre a una variedad de voces narrativas y tiempos que se entrelazan entre sí, brindando una perspectiva diferente de la historia.

El personaje principal, Carlos Sobera, es un lector ávido de la novela negra, esta práctica es su tarjeta de presentación. Carlos es un hombre solitario con una vida aparentemente cotidiana; trabaja en el área administrativa de un hospital, regresa a su hogar en transporte público y descansa en la soledad de su departamento después de su jornada laboral. Tiene, además, una rutina particular; antes de checar su salida pasa por el área de urgencias y siempre está leyendo como una manera de sobrellevar la realidad. “El asesino del caracol” es su lectura del momento, contiene una trama policial con personajes que van tejiendo en él una reflexión detallada sobre la pregunta: “¿qué hace a un asesino?” pregunta que se encuentra también en la contraportada del libro en mis manos.

La atmósfera impregnada en la novela está cargada de violencia, incluso en la descripción de actos comunes o rutinarios. Por ejemplo, comparar el sonido de un checador con el sonido de una guillotina u observar a alguien más en el transporte público, imaginándolo en situaciones intensas. Así mismo, apela a la experiencia como lector, pues refleja los modos propios al leer como un recurso para conectar emocionalmente con la trama a través de acciones como resaltar frases, doblar las páginas del libro para marcar el avance, ensimismarse en un libro hasta perder la noción del espacio y del tiempo o sospechar sobre los posibles giros en la trama.

De esta manera, puntualiza la introspección en el reflejo de algo nuestro entre las páginas de un libro, como si la autora quisiera recordarnos continuamente que estamos leyendo sobre algo de lo que somos parte de una u otra forma. Por esta razón, los temas de su obra no son ajenos a nuestro contexto actual, a la realidad que podemos ver, escuchar o sentir todos los días. La novela nos posiciona en el centro de un tema muy debatido, a saber, la naturaleza del mal en el ser humano. ¿Es, acaso, innata o su origen está en las circunstancias? La autora sólo plantea las preguntas, pero es el lector quien debe responderlas por su cuenta, tal como su protagonista lo hace a través de la exploración de la otredad reflejada en “El asesino del caracol”.

Por otro lado, la figura del libro funciona como metáfora del espejo: “Cuando por suerte se encuentra con algún lector, no necesita nada más que echar un vistazo al título para conformar toda la personalidad. Dime qué lees y te diré quién eres, piensa” (p. 28). En Japón, por ejemplo, la gente acostumbra a cubrir las portadas de sus libros con fundas de tela o de papel, pues creen que revela mucho sobre la personalidad de una persona y, al cubrirlas, pueden tener cierto control sobre su privacidad. Esta puede ser una idea algo controversial e incluso incómoda, pero no irracional. La figura del libro es también una herramienta que el ser humano tiene para acceder a su fantasía: “Las novelas que más le gustan son aquellas que lo han retratado, que al entrar a la página 23 le dicen algo así como “este personaje podrías ser tú” y que en la 102, le expone una tesis con la que él está completamente de acuerdo” (p. 40).

El recuerdo es un factor útil de esta fantasía y de la necesidad de comprender el origen de todo. Los personajes de “El asesino del caracol” funcionan como una especie de guía y, a la vez, como el reflejo de las personas que marcaron la infancia y la juventud de Carlos Sobera, quien puede contemplarlos desde “lo alto”. La narración de los personajes en la segunda historia va conformando un todo en el entendimiento del protagonista sobre sí mismo y su relación con personas cercanas a él.

Otro punto importante dentro de la novela es, justamente, la contemplación de los otros, formando una espiral de acciones y reacciones. Para escribir, es necesario hacer uso de nuestros sentidos, pues a través de ellos podemos comprender el mundo y nuestra posición en él. Observar es parte de esto, no se escribiría sobre algo que no se conoce y, la violencia, en todas sus facetas; rechazo, burla, golpes, etc., es algo que el ser humano parece conocer demasiado bien, aunque aún no responda a la pregunta de su origen. La novela no pretende ser una crítica de la sociedad, o al menos no de manera explícita sino más bien lúdica. Expone los argumentos conocidos sobre la naturaleza del mal en el ser humano, pero lo hace desde la imparcialidad, como un: “mírate, míralos, míranos, ¿qué opinas?”. Al final, queda en el lector de Muerte Caracol encontrar sus respuestas y su postura.

En conclusión, considero que es una novela con una trama llamativa igual o más que su portada. El cambio constante en los tipos de narradores provoca que la novela se perciba fragmentada en algunas partes y algo pesada por momentos, como si estuviera descuartizada, pero supongo que ese es su propósito. El final fue mi parte favorita, creo que fue muy humano, pero sobre todo conciso y con una decisión que no me esperaba por parte del protagonista. Un acto tan impredecible, tal como a él le gusta.

Es una obra que recomendaría leer a quiénes no son fanáticos de las novelas policiacas, creo que es un buen inicio porque es solo un guiño a ellas y una crítica a la vez. Quién sabe, igual y despierta su curiosidad o trae sus memorias de regreso, tal como le pasó al protagonista. Aunque, claro, es un libro para todo tipo de lectores. La recomendación es que no subestimen Muerte Caracol, no es solo una portada bonita.


Observaciones fuera de lugar que quizá no sirvan para nada:

Por momentos, algunas citas me recordaban a canciones o series, porque, si lees y tu mente no divaga, ¿de verdad estás leyendo? A continuación, algunas divagaciones sobre el libro:

  1. “¿Cómo se había atrevido a siquiera pensar que la venganza no era motivo suficiente? ¿Qué no era Dios el ser más vengativo?” (p. 96) Me recordó a: “Si quitáramos la venganza de las sagradas escrituras, no quedaría texto suficiente ni para llenar un panfleto” Blair Waldorf, Gossip Girl (serie). Creo que es un argumento muy común para  justificar la venganza. Y algo osado, si me lo preguntan. 
  2. “Podrán acabar conmigo, pero siempre habrá alguien más” (p. 84) Me recordó a Heathens de Twenty One Pilots (canción). Uno de los puntos que el libro referencia es que cuesta imaginarse a sí mismo y a los demás como posibles agresores, quienes sólo necesitarían un detonante para activar ese lado.
  3. “Es una idea ya muy manida esa de que el criminal en el fondo es igual al detective que intenta atraparlo. Los dos tienen las mismas dudas, el mismo dolor, solo que uno erró el camino” (p. 97) Me recordó a Death Note (anime). Creo que se explica por sí mismo: en mis tiempos, ser team Kira o Team L decía mucho de ti. 
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