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5 discos ineludibles de David Bowie


Imprescindibles | By Weltschmerz Vic | Ilustraciones: Ox Echegoyen |


Cinco grandes placas del Duque Blanco para entender su exilio en Alemania y todo lo que representó esta etapa para su carrera y el rock en general. Artículo publicado originalmente en nuestro fanzine bimestral, impreso y distribuido en Aguascalientes, México. 


HUNKY DORY
Producción: D. Bowie/Ken Scott
RCA - Inglaterra (1971)

“Después de Bowie no hubo ningún ícono pop de su altura porque el mundo pop que  produce esos dioses del rock ya no existe“
.

Esta placa es sin duda la primera obra maestra de Bowie pese a su predecesor, el impecable “The Man Who Sold The World”, estupendo álbum mucho más orientado al hard rock con seminales tintes de lo que sería su posterior sonido glam. “Hunky Dory” abre con el enorme tema Changes, que presagiaría su virtud en el futuro, su leitmotiv: los cambios.

En la obra encontramos una extraña accesibilidad en la mayoría de las canciones pese a tener una variadísima selección de temas y de elementos instrumentales no tan convencionales para la época como: mellotron, pianos, saxofones y trompetas, aparte de la instrumentación tradicional de cualquier banda de rock.

Oh! You Pretty Things es un tema pop cabaretero en donde entra una base rítmica potente. Con abiertas alusiones a Nietzsche y el concepto de súper hombre en el coro -you gotta make way for the Homo Superior-, es sin duda un tema con un gancho extremadamente pegadizo.

Eight Line Poem, el tercer sencillo del álbum, es una extravagante melodía con el piano como base precedente a Life on Mars?, quizá la joya más conocida de este trabajo con exuberantes arreglos casi orquestales y una guitarra tanto precisa como preciosa. Una pieza absolutamente entrañable.

Destacan también Queen Bitch de un estilo velvetundergroundiano y el homenaje mejor logrado, así como The Bewlay Brothers. Ésta última, en un estilo art folk, aborda una de las obsesiones y miedos profundos de Bowie: la demencia, su temor a padecerla debido a sus antecedentes familiares. Cabe destacar que la parte vocal y los efectos recuerdan un poco a Bike de Syd Barret.

El disco es un repentino despertar de la genialidad inigualable de Bowie. Una parte importante de sus seguidores consideran “Hunky Dory” el mejor álbum del músico; independientemente de las preferencias, es uno de sus tantos trabajos prodigiosos.




THE RISE AND FALL OF ZIGGY STARDUST AND THE SPIDERS FROM MARS
Producción: D. Bowie/Ken Scott
RCA - Inglaterra (1972)

“Subvirtió enteramente el concepto de lo que una estrella de rock debe ser”.


¡Ineludible! No hay otra manera de pretender “hacer” una lista con los discos clave de Bowie. No la hay. “Ziggy Stardust” es un álbum conceptual sin parangón (como casi todo en el universo bowiano). Ziggy es el alter ego más famoso de Bowie y con el que finalmente logra llegar al súper estrellato en el Reino Unido. “The Rise and Fall of Ziggy Stardust” fue junto con “Electric Warrior” de T-Rex la piedra de toque del glam-rock británico.

La historia de un alienígena, por demás andrógino y extraño, tiene entre sus múltiples virtudes haber tenido un impacto brutal en una juventud que forjó su identidad con él; es el mesías de los incomprendidos, los raros, los diferentes y los marginados, aparte del atractivo y carisma de nuestro personaje que cambiaría para siempre los códigos sexuales.

Ziggy cambió la vida de miles y miles después de su interpretación de Starman. El personaje de cabellera rojiza y extravagantes atuendos, tendría de aquí en adelante la más grande y prolongada influencia que ningún artista inglés tendría en la historia. Bowie transformó el concepto de estrella de rock.

Starman además de ser uno de los sencillos más emblemáticos del género, es un perfecto himno del glam; el mesías extraterrestre comunicándose con la juventud.

El álbum culmina de manera decadente y con una emotividad genuina y estremecedora con Rock ´n´ Roll Suicide. Como Ziggy bien lo dice: con él nunca estás solo.

Extraordinarios arreglos, un bajo memorabilísimo, un juego de guitarras excelsas y llenas de expresividad igual que la interpretación vocal. Muy probablemente mi tema favorito de esta épica porque soy un rocanrolero suicida (Iván García dixit) -No es lo que debo ser, es lo que quiero ser, es lo que soy-.

Uno de los mejores discos de rock and roll de todos los tiempos, clásico atemporal, mucho más que influyente y totalmente ineludible.




LOW
Producción: D. Bowie/Tony Visconti
RCA - Inglaterra (1977)

“El feroz partidismo del culto a Bowie es también único; su influencia duró más y fue más creativa que quizás ningún otro dentro del fanatismo del pop”.


“Low” es, en mi muy particular gusto, mi favorito de la llamada por Bowie, Trilogía Berlinesa. Las piezas de este disco eran en su mayoría descartes o partes inconclusas de sus dos previas obras (“Young Americans” y “Station to Station”) y no fueron creadas en Berlín, pero sí ideadas.

Las razones por las que decanto por esta obra son variadas; una de ellas es la mancuerna que consiguió David con el exmiembro de Roxy Music, Brian Eno. Un genio visionario creador del ambient, inventor de nuevas técnicas y desarrollador de algunas de las más vanguardistas formas de trabajar en el estudio gracias a sus sonidos únicos a base de sintetizadores.

La complejidad y calidad de “Low” viene influenciada por una serie de circunstancias: desde la mudanza de Bowie de Los Ángeles a Berlín; sus sesiones de grabación en París, Nueva York y Berna; la participación de Eno y la producción innovadora de Visconti que ayudaron al giro radical y apasionante en el estilo musical; y la influencia de bandas del momento como NEU!, Cluster y Kraftwerk -con quienes intentó colaborar-. El resultado es un álbum de la más alta vanguardia en el pop.

“Low”: vanguardia y más vanguardia radical. Un álbum que contra toda expectativa fue un éxito comercial por su inusual selección de temas avant-garde.

Abriendo con Speed of Life, pasando por Sound and Vision, Always Crashing in the Same Car y Be My Wife hasta finalizar con el lado B de piezas instrumentales impresionantes como Warzawa (que daría nombre a una célebre banda), Art Decade o la estremecedora Subterraneans.

Un nuevo Bowie atemporal e influyente creó un clásico de clásicos dando un nuevo salto al vacío. El futuro está aquí.




HEROES
Producción: D. Bowie/Tony Visconti
RCA - Inglaterra (1977)

“Bowie, una estrella e ícono. Su trabajo ha creado quizá la mayor adoración en la cultura popular, su influencia ha sido única, ha permeado y alterado más vidas que ninguna otra figura comparable”.
  


“Heroes” (así, entrecomillado, irónico) es el único álbum de la Trilogía Berlinesa que íntegramente es de manufactura e inspiración germana. Oscuro y por momentos ominoso con atmósferas opresivas, fue grabado en partes por casi el mismo grupo de músicos que grabaron Low y refleja a un Bowie que, junto con Eno, continúa tratando de encontrar nuevas formas e ideas consiguiéndolo de manera cabal. Una obra que sabe retratar la atmósfera de la ciudad alemana en fríos grises, la decadencia de su vida nocturna y de sus personajes.

Es de vital importancia la participación e influencia de Robert Fripp de King Crimson así como la persistencia del sintetizador y otros instrumentos electrónicos que le dieron un sonido único y una gran recepción tanto para el público y la crítica a pesar del contenido sombrío y sus formas instrumentales en lo que se podría llamar “lado B”.

La canción homónima Heroes es un célebre himno romántico en el original sentido de la palabra; inspirado en un beso junto al Muro de Berlín entre Visconti y May Pang observados desde los Hansa Studios, Bowie escribiría la frase:

“I can remember, standing by the wall and the guns shot above our heads, and we kissed, as though nothing could fall, and the shame was on the other side“.

Enorme e inmortal “Heroes” tiene el slogan que leí de una discografía y que definía al artista: “está la Old Wave, está la New Wave… y está David Bowie”.




LODGER
Producción: D. Bowie/Tony Visconti
RCA - Inglaterra (1979)

Bowie fue votado por más de cien estrellas del pop como el artista más influyente de música, de acuerdo a la revista NME.

 


El álbum final de la Trilogía Berlinesa supone una polémica complicada ya que, a pesar de ser un álbum brillante, toma en general una gran distancia en la mayor parte del material respecto a sus antecesores puesto que ya no tiene tanto que ver krautrock experimental, salvo en momentos muy marcados.

Abre con la elegante y suave Fantastic Voyage; una maravilla que sin ningún problema podría ser parte de "Station to Station". Es a partir de esta pieza donde Bowie ya hace incursiones de world music (como también lo harían David Byrne, Peter Gabriel  y el mismísimo Eno).

Icónica y con un trabajo de guitarras alucinante Boys Keep Swinging es una pieza de pop vanguardista (que bien podría entrar en "Low" con mínimos tratamientos) y donde luce en todo su esplendor la colaboración de Adrian Belew con un solo legendario.

En Repetition, donde el ritmo invita al baile también se escucha el sello de la guitarra para finalizar con Red Money: una perfecta pieza de salida que recuerda a piezas como TVC15 del 76 bajo los nuevos procesos de producción.

Red Money es también una canción que termina por recordar que, aunque esta serie de álbumes son algunos de los más osados intentos por desafiar su propia obra y la mayor inspiración para una siguiente generación de artistas de la más diversa clase, la Trilogía Berlinesa fue precursora seminal de nuevos géneros. Ya lo había dicho David: "Sólo busco impresionarme a mí mismo", lo único que no logró.


Artículo de Vic Blackstar
Cuidado editorial: Mariana Noséqué
Ilustraciones: Ox Echegoyen

Todas las citas tomadas del libro:
Strange Fascination
David Bowie: The Definitive Story
de David Buckley
              

Fuego lento (con la flama encendida)

Por Parraguirre

A finales del siglo XX aparecieron ciertas obras que fueron un parteaguas dentro de la narrativa gráfica mexicana, pienso, principalmente, en lo realizado por la camada del Taller del Perro: Buba Vol. 1 (2000), Operación Bolívar (1999), y Fuego lento (1998). Tres libros que, en la humilde opinión de quien esto escribe, fueron significativos en la producción historietística del país, al salirse de la norma. Pero esas son notas para otra melodía. Por lo pronto me enfocaré en el trabajo de Ricardo Peláez Goycochea, pues gracias al esfuerzo editorial de Pura Pinche Fortaleza Cómics y Animal Gráfico, se ha reeditado una versión revisitada de su libro.

Lo primero que se advierte, en comparación con la versión anterior, es que la nueva antología deja fuera la novela gráfica breve de nombre Madre Santa, con guion de Erik Proaño (Frik). Sin embargo, para compensar lo anterior, se añadieron catorce nuevas piezas que el autor fue acumulando a lo largo de los años. Otro aspecto editorial que merece la pena mencionar, es que se incluyen 16 páginas a todo color, lo que me parece un mérito, pues actualmente hay pocas posibilidades de que un trabajo de narrativa gráfica sea editado de esta manera. Pero dejemos los detalles técnicos del libro a un lado.

La labor como narrador gráfico de Peláez es notable, una gran parte de las viñetas no contienen diálogos, pues su prosa gráfica permite que el lector capte lo que sucede en las historias de manera sutil.

El relato “Mujer” es una buena muestra de ello, en la historia podemos ver la vida cotidiana de una chica, quien evoca mejores tiempos de su vida, cuando hace esto el estilo gráfico cambia por un dibujo más “simple”, mientras que el resto del trazo que remite al presente es más elaborado. Por otra parte, la historia de nombre “El segundo adiós”, es una prosa poética narrada en voz off que logra transmitir la sensación de vacío y desasosiego tras una ruptura amorosa.

Los temas que aborda Peláez son diversos, pero en su mayoría, los relatos giran en torno a una cotidianidad poco amable, y para el tiempo en que fueron hechas las historias resulta destacable que el narrador gráfico se adelantase a su tiempo (o quizás las cosas no han cambiado desde entonces), pues en ellas podemos ver la actual marginación, violencia, desamparo e incertidumbre, contadas de una manera explícita, pues Peláez no le saca la vuelta a la realidad, sino que afronta su crudeza sin tapujos, a través de los discursos implícitos en su obra.

Dentro de la recopilación también se encuentran algunas aproximaciones poéticas al amor/desamor, unas ficciones futuristas, e incluso, incorpora las voces de otros escritores en adaptaciones gráficas, tal es el caso del periodista contracultural Rogelio Villareal, en “Ángeles de la noche”, y el autor de la novela Cuartos para gente sola (1999), J. M. Servín, en “El antojo”, por mencionar a algunos.

Hablar de antologías siempre es un reto, pues existen piezas que pueden parecer mejor ejecutadas que otras, sobre todo porque al inicio los autores se encuentran experimentando con diversos estilos gráficos y modos narrativos. Sin embargo, a pesar del tiempo de creación que existe entre las historietas, en Peláez ya se puede notar un sello personal, que, dicho sea de paso, remite a la historieta europea o argentina que lo influyó (ya sé que las comparaciones son odiosas, pero esto no es menor, considerando la calidad de trabajo hecho en esas latitudes).

Otro acierto editorial, que nos permite notar las aptitudes gráficas del autor, es la distribución de las historietas, que no fueron acomodadas de manera cronológica, sino por apartados temáticos, lo cual genera un equilibrio en su conjunto. Aun en las páginas a todo color, donde Peláez se aleja un poco de su estilo, y experimenta con otras técnicas pictóricas, se logra un balance que no defrauda al lector.

En fin, es grato que de nueva cuenta se ponga al alcance de las manos, una de las obras cumbres de una generación que al parecer no tuvo continuidad (con el nivel discursivo y politizado que venían haciendo). Y en una época tan acrítica y complaciente, es necesario retomar estos discursos, que no han sido superados y que, por el contrario, parecen agravarse. Sin más, los invito a leerla para actualizarse con el pasado, y mantener encendida la flama de la narrativa gráfica mexicana.

 

Ricardo Peláez Goycochea, Fuego lento, Pura Pinche Fortaleza Cómics/Animal Gráfico, Ciudad de México, 2021, 144 pp.

Dos jóvenes. Ajá. Afroamericanos. Ay no. (Hot L.A. o del racismo)

Por Parraguirre


Los errores en la historia de la humanidad son necios y tienden a repetirse. En Hot L. A. de Horacio Altuna, podemos dar cuenta de ello. Las cuatro historias breves que componen este trabajo de narrativa gráfica, están situadas en los hechos acaecidos en la ciudad de Los Ángeles en 1992, en un evento conocido como la revuelta de Rodney King (aunque, también pudieron haber sucedido tras la muerte de George Floyd el pasado 2020, por ejemplo. Lo dicho, la historia es terca).

Altuna, con una narrativa vertiginosa, y una gráfica contundente –que logra transmitir el desorden y desconcierto que atraviesan los personajes y la ciudad misma–, nos muestra el derrumbe moral y ético que impera cuando la violencia se impone. En el primer relato, que sirve como preámbulo de lo que está por detonar, un par de jóvenes afroamericanos, que han resistido a caer en las pandillas y las drogas, son conscientes de la miseria y marginalidad en la que habitan. Pero la tensión de la realidad en la que viven, ante la que se les impone, los obliga a buscar alternativas. “¡Yo quiero lo que me ofrecen en la tele, güey!”, dice uno de ellos.

En otro relato, uno de los personajes reclama: “¡Los blancos se han adueñado de nuestra cultura, de nuestra música, de nuestras raíces! ¿Qué hemos recibido a cambio?”. Lo anterior se sabe de sobra, con casos como el del blues y el jazz, que fueron géneros musicales marginados en sus inicios, al ser interpretados por afroamericanos. En cuanto los blancos comenzaron a apropiarse del estilo, esa música subió de categoría, para –en la actualidad– ser considerada de prestigio. Lo que me remite a lo escrito por Irene Herner en su libro Mitos y monitos:

“La cultura manejada por las instituciones culturales dirigida por los opresores, ya sea colonialistas o clasistas, no refleja más que el lado formal de un arte que antes fluía del contenido de una realidad social”.

La mayor parte de los relatos están atravesados por esta dicotomía racista entre negros y blancos, salvo la historia número tres, donde el conflicto se presenta dentro de las propias pandillas de afroamericanos, y la violencia alcanza su cúspide, pues ante la brutalidad y el desconcierto no hay bandos a los que asirse. Como proclamó Frantz Fenon: “Para nosotros el que adora a los negros está tan «enfermo» como el que los abomina. A la inversa, el negro que quiere blanquear su raza es tan desgraciado como el que predica el odio al blanco”.

En el último relato, narrado en voz off, con una prosa poética muy bien lograda entre imagen y texto, se hace un balance derivado del entrecruzamiento de negros, blancos, asiáticos, y latinos, que habitan un mismo territorio. La síntesis a la que llega el autor es una invitación a repensar en nuestro humanismo, es decir, la manera en que convivimos con los otros.

El trabajo de Altuna goza de vigencia en estos días (por desventura), ya que los conflictos raciales parecen estar en boga, y no solo desde fuera, como los movimientos de Brexit y Black Lives Matters sugieren, sino al interior de nuestro propio país, pues como dice Irene Herner: “El racismo, así como el clasismo –pues de alguna manera todas las formas de opresión se relacionan–, están presentes y lo estarán en la medida en que sobreviva la organización social que los sustenta”. Y para hablar de clasismo México se pinta solo. En fin, poner de nueva cuenta el tema del racismo/clasismo sobre la mesa es muy necesario, y hacerlo desde el lenguaje de la narrativa gráfica, también resulta significativo. Les invito a dialogar con esta obra, para evitar que la historia se siga obstinando.

*Horacio Altuna, Hot L. A., Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 2020, 54 pp.


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