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Literatura y migración: «Libro centroamericano de los muertos»



LITERATURA Y MIGRACIÓN CENTROAMERICANA


“Bienvenidos al cementerio más grande de Centroamérica,
Fosa común donde se pudre el cadáver del mundo”
Balam Rodrigo


Isaac Gasca Mata

La literatura centroamericana en las últimas décadas ha tenido una mayor difusión entre el público latinoamericano y más allá de los países hispanoparlantes. Autores como Ernesto Cardenal, Roque Dalton o Gioconda Belli practicaron discursos literarios con amplias resonancias tanto dentro como fuera del continente. Entre sus obras la poesía de protesta es de primordial importancia debido a que denuncia los múltiples problemas que azotan la región tales como las pandillas de la Mara Salvatrucha, el tráfico de personas, el narcotráfico, la violencia de Estado, el desempleo, la pobreza, en fin, dificultades contemporáneas que obstaculizan el desarrollo socioeconómico de la región, tal como antaño, en los años 80, lo hizo la guerrilla.

Centroamérica es un territorio compuesto por 37.4 millones[1] de personas distribuidas en siete países: Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Belice y Guatemala. De estas naciones, el llamado triángulo norte centroamericano (Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala) expulsa anualmente una cantidad considerable de migrantes ilegales que abandonan sus países y sus familias en busca de un futuro mejor en Estados Unidos y Canadá.


“Los inmigrantes de El Salvador, Guatemala y Honduras -países que conforman el triángulo norte centroamericano- representan el 86 por ciento de todos los centroamericanos en Estados Unidos. (…) A día de hoy, muchos centroamericanos continúan huyendo de la inseguridad y pobreza exacerbadas por sequías y malas cosechas. Los países del triángulo norte son especialmente afectados por un alto índice de homicidios (aunque éstos han disminuido en años recientes), actividad pandillera, extorsiones e instituciones públicas corruptas” .

>(https://www.migrationpolicy.org/article/inmigrantes-centroamericanos-en-los-estados-unidos)


Ante este panorama, el arte en general, y la literatura en particular, manifiestan interpretaciones del éxodo masivo que obliga a nicaragüenses, salvadoreños, hondureños y guatemaltecos a arriesgarlo todo, incluso la vida, para emprender un viaje hacia Norteamérica, la tierra de los sueños capitalistas, aunque eso signifique cruzar México, un país mortífero para los migrantes. Películas como La jaula de oro (2013), dirigida por Diego Quemada-Díez, o La vida precoz y breve de Sabina Rivas (2012), del director Luis Mandoki[2], documentan las duras pruebas de supervivencia a las que son sometidas las personas migrantes durante su travesía. A pesar de que la Carta Universal de los Derechos Humanos afirma que éstos son inalienables e intransferibles, lo cierto es que los migrantes sufren torturas, abusos, violaciones, injusticias y asesinatos por parte del crimen organizado mexicano, los kaibiles guatemaltecos, las maras salvatruchas, los polleros que trafican con las vidas humanas e, incluso, el Instituto Nacional de Migración, una institución gubernamental mexicana que supuestamente debiera actuar conforme a la ley, pero en la práctica, en ocasiones, está coludida con las redes de narcotráfico, tal como denunció el Colegio de la Frontera Norte en un artículo de 2016 titulado Entregaba INM migrantes al narcotráfico, en el cual se exhibe la complicidad de agentes del Instituto Nacional de Migración en la matanza de migrantes perpetrada en San Fernando, Tamaulipas:


“Durante la investigación por las masacres en San Fernando, Tamaulipas, la PGR descubrió que había agentes involucrados en el secuestro y entrega de migrantes al crimen organizado.

El 4 de abril de 2011, personas que se identificaron como agentes del INM interceptaron un autobús en Altamira, Tamaulipas, y bajaron a los salvadoreños Gingli Esaú Ortiz Melgar y Douglas Coronado Flores Guevara...”.

>(https://observatoriocolef.org/noticias/entregaba-el-inm-migrantes-al-narco/)  

  

La migración centroamericana hacia el norte del continente es una situación de urgencia humanitaria que debe solucionarse desde la perspectiva internacional. Por ello, los periódicos, la televisión, el cine y la literatura denuncian los actos de barbarie quizá con la esperanza de que los gobiernos generen redes de apoyo y organicen soluciones para el problema. Los hijos del jaguar (2016), de John Vaillant, es una novela que narra la agonía de un grupo de migrantes ilegales encerrados y abandonados por su pollero en una pipa de agua en medio del desierto de Arizona. Esta ficción está inspirada en hechos reales que ocurren de manera frecuente en el desierto fronterizo entre México y Estados Unidos[3]. Otro ejemplo de denuncia literaria es la obra de teatro Odisea (2009), de boliviano César Brie, en la cual se superponen las situaciones de la Odisea homérica con las peripecias que padecen los migrantes centroamericanos en el tren conocido como la Bestia sobre el que viajan a través del hostil territorio mexicano. Ambos recorridos están llenos de peligros: cíclopes, narcos, lestrigones, kaibiles, sirenas, Instituto Nacional de Migración, etcétera.


En este sentido, en 2018 Balam Rodrigo ganó por unanimidad el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes con el poemario titulado Libro centroamericano de los muertos. En este documento el autor describe con lenguaje testimonial el peligroso desplazamiento que sus coterráneos centroamericanos emprenden en busca de una vida mejor. El libro es polifónico ya que los poemas están escritos desde voces diferentes, por víctimas mortales de los incontables obstáculos que encuentran en México. Lo mismo hallamos el testimonio de un niño que cayó a las vías del tren luego de dormirse sobre la Bestia que una adolescente vendida como prostituta por sus propias primas, las víctimas de la Mara Salvatrucha o el testimonio de un sicario contratado por los grupos criminales para destrozarle la vida a los migrantes ilegales. Todos los testimonios, expresados en forma de poemas, son pronunciados por muertos, víctimas del viaje.


“Allí cumplí 20 y sumé a mi cuenta no sé cuántos cuerpos

más. Veía a los hombres torcerse de dolor, a las mujeres pedir

que ya no las montara; después de destazarlos, jugaba a completar

los cuerpos. Siempre me equivocaba con las piezas (…)

En México todas las fosas son comunes, y sin contra la

mía, llené docenas” (Rodrigo, 61)

 

El Libro centroamericano de los muertos estremece tanto por su forma como por su contenido. En cada capítulo el autor hace un palimpsesto con el libro Brevísima relación de la destruición de las indias, del obispo Fray Bartolomé de las Casas, para que el lector reflexione que el sufrimiento de las y los centroamericanos de todas las edades parece repetirse como una condena a través de la historia: una región sometida de la que otras naciones abusan. Balam Rodrigo le pone cara al sufrimiento de las víctimas. En su poemario, aunque la mayoría de veces el testimonio aparece anónimo, las víctimas fatales de la xenofobia dejan de ser una cifra más en los registros de decesos de migrantes, para convertirse en una historia, una persona con anhelos, con recuerdos y familia.

                           

“rogando en cada estación la misericordia de la migra, de la policía,

del narco y la mara, la compasión de compañeros de camino

quienes ofrecían mi sangre para ofrendarla a la lujuria de los otros

y salvarse; les rogué que ya no nos violaran, que no sembraran más

su asco ni la mierda de su ser en nuestros vientres. Estéril esta tierra

que me sepulta, estéril este país y su cruel fardo de hombres que viola,

mancilla y descuartiza a las hijas inocentes de Centroamérica…” (Rodrigo, 84)

 

“En este mar humano no alcanzarían

ni todas las estrellas ni los granos de arena del desierto

para contar la muchedumbre de los muertos,

los desaparecidos, los violados, los torturados, los vejados,

los prostituidos, los aniquilados, los desmembrados,

los masacrados, los hijos de Centroamerica deambulando

entre las llamas de un abismo llamado México.” (Rodrigo, 112)

 

En conclusión, la poética de Balam Rodrigo representa una faceta escatológica, pero no por ello exagerada, de los múltiples problemas que aquejan la región de Centroamérica para los cuales la muerte de los migrantes es el punto culminante de toda una estructura socioeconómica fallida. El Libro centroamericano de los muertos expresa lo que Noah Chomsky escribió: “Uno se siente tentado a creer que alguna gente en la Casa Blanca adora a los dioses aztecas, con sus ofrendas de sangre centroamericana” (Chomsky, 18).




[2] Dirigió también la cinta Voces inocentes (2004) que retrata la violencia de la guerrilla en los 80´s en un grupo de niños salvadoreños que la sufrieron. Ese conflicto fue determinante para la configuración de los actuales problemas centroamericanos, pues los niños de la guerra que se quedaron huérfanos y sin oportunidades de desarrollo educativo o laboral, son los migrantes de la actualidad o, en el peor de los casos, los mara salvatruchas. El conflicto armado suscitado hace cuatro décadas es uno de los precursores de la migración masiva que en la actualidad continúa vigente. Al respecto, las investigadoras Allison O´Connor, Jeanne Betalova y Jessica Bolter en su estudio Inmigrantes centroamericanos en Estados Unidos afirman que: “Durante la década de 1980, las guerras civiles en El Salvador, Guatemala y Nicaragua impulsaron un número importante de centroamericanos a emigrar hacia los Estados Unidos. Sucedió una época de desplazamientos, inestabilidad económica e inseguridad y, aunque los conflictos civiles cesaron de manera formal en los tres países después de la firma de los acuerdos de paz en la siguiente década, la incertidumbre política y económica continuó azotando a la región, al igual que la migración hacia el norte, a donde muchos individuos llegaron de forma ilegal. Entre 1980 y 1990, la población inmigrante centroamericana en los Estados Unidos se triplicó.” (https://www.migrationpolicy.org/article/inmigrantes-centroamericanos-en-los-estados-unidos


Isaac Gasca Mata (Puebla, 1990). Licenciado en Lingüística y Literatura Hispánica por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y pasante en la Maestría en Literatura Hispanoamericana de la misma casa de estudios. Becario para posgrado de excelencia del CONACYT. Ha presentado sus cuentos en diversos foros a nivel nacional como la FIL Guadalajara 2019. Ganó algunos premios literarios en su ciudad natal, en Ciudad de México y en Monterrey, Nuevo León. Como investigador participó en foros internacionales, entre los que destaca el “Coloquio estudiantil sobre identidades en América Latina”, celebrado en Ciudad de México y en Bogotá, Colombia. Algunos de sus textos aparecen en revistas como Círculo de PoesíaArmas y Letras, Oficio y Monolito. En 2016 realizó una estancia en Texas, Estados Unidos de América, para compartir estrategias educativas con docentes del área de lenguaje. En 2018 participó en el “II Encuentro Latido Latino, región LATAM”, de la red global Teach For All, realizado en Lima, Perú. Es autor de los libros Yo, el maldito (BUAP, 2022), Guerra y Rabia (Vortoj, 2021), El libro de las personas invisibles (Ariadna, 2020), Tristes ratas solas en una ciudad amarga (UANL, 2019) e Ignacio Padilla; el discurso de los espejos (BUAP, 2016). Fue becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes del Estado de Puebla, en el rubro poesía, año 2019. Laboró en escuelas públicas y privadas de Monterrey, Nuevo León, y Los Cabos, Baja California Sur. Actualmente se desempeña como docente de literatura y humanidades en un colegio de alto rendimiento.

 

BIBLIOGRAFÍA

BABICH, Erin; BETALOVA Jeanne (21 septiembre de 2021) Inmigrantes centroamericanos en los Estados Unidos. Migration Policy Institute https://www.migrationpolicy.org/article/inmigrantes-centroamericanos-en-los-estados-unidos (Rescatado 04.04.2022)

BRIE, César (2009) Odisea. Bolivia. Ed. Teatro de los Andes

CHOMSKY, Noah (2017) Hegemonía o Supervivencia. La estrategia imperialista de Estados Unidos. México. Ediciones B

CONSEJO CENTROAMERICANO DE TURISMO (CCT) https://www.sica.int/busqueda/busqueda_archivo.aspx?Archivo=odoc_2588_2_29082005.htm (Rescatado 04.04.2022)

EL COLEGIO DE LA FRONTERA NORTE (2016) Entregaba el INM migrantes al narco. Observatorio de migración y política migratoria. https://observatoriocolef.org/noticias/entregaba-el-inm-migrantes-al-narco/ (Rescatado 04.04.2022)

REVISTA PROCESO (2022) Rociaron sazonador a los migrantes para evitar a los perros rastreadores, https://www.proceso.com.mx/nacional/2022/6/29/rociaron-sazonador-los-migrantes-para-evitar-los-perros-rastreadores-288661.html (Rescatado 02.07.2022)

RODRIGO, Balam (2020) Libro centroamericano de los muertos. México. Ed. FCE

VAILLANT, John (2016) Los hijos del jaguar. México. Ed. Planeta

 

Letrinas: Breve antología poética de Marco A. Pérez


 

Breve antología poética de Marco A. Pérez




LOS QUE ENTENDIERON LA REALIDAD

No vamos a engañar a nadie:

después de la tormenta

nunca llega la calma.

Nos quedan la inundación

y la tristeza de los árboles mutilados.

 

¿Qué nos espera a nosotros

si hasta un tronco atado a la tierra

se inclina ante la tempestad?

 

Habrá que renunciar

al heroísmo,

dejarnos llevar por

estas cloacas

que nos arrastran

inevitablemente

como cuerpos de animales muertos.

 

No nos mintamos,

aquí ni ganan los buenos

ni los hijos de puta

reciben su merecido;

aquí apenas se salvan

los que entendieron la realidad

y se arrojan al mar

atados a su peso.

 

Benditos sean los suicidas:

si tuviera una religión,

ellos serían mis santos.

 



HOY HE LEÍDO A VALLEJO

Hoy no tengo ganas de nada

ni siquiera de estar muerto.

 

Mis manos pesan

como puños

de boxeador noqueado.

 

Me he forjado esta boca

besando la lona

más que tus labios.

 

Apenas puedo escuchar

la cuenta regresiva

y levantar mi voz

para intentar sostener

algo mío en alto.

 

Alcanzar el cielo

es asunto de pájaros,

yo me limito a pensar

con las alas de los libros:

abrir páginas

para no destaparme el cráneo.

 

Y me bebo la vida

como un alcohólico

a las diez de la mañana.

 

No quiero saber nada

de la esperanza:

que venga la muerte

a ver el mundo a mi lado

y entonces sabrá

por qué la deseamos tanto.

 

Pienso en toda la gente

que me ha querido,

por cinco minutos o cinco años,

no importa la medida

cuando es equivalente el daño.

 

Pediré perdón por última vez,

aunque uno se cansa

de recibir clemencia.

 

No me despido,

hoy he leído a Vallejo,

perdonen la tristeza.

 

 

 

ANIMALES DOMÉSTICOS

Me duele el perro del vecino.

Atado.

Limitado a un pequeño

espacio todo el día

a cambio de techo y comida.

 

Triste, pero seguro...

¿Seguro de qué?

¿De su soledad entre ladridos

de ansiedad?

¿De dos o tres caricias

que no valen la condena?

 

Me apena el perro del vecino,

como si mi corbata

asfixiara menos que su correa.

 

No hay mucha diferencia

entre mi horario de oficina,

el miedo,

y su docilidad doméstica.

 

Mientras él se acostumbró

al tintineo de sus cadenas,

yo me voy acostumbrando

al sonido de estas teclas.

 

  

 

SOY

Soy el poema mal hecho de otro imitador de Bukowski.

La canción más desafinada de Corcobado.

El loco que no se atreve a ser rey de su propio mundo

imaginario,

aterrado del resplandor blanco

en una habitación marginada del viejo hospital.

Soy la sonrisa salpicada de sangre en el rostro del

asesino serial.

La bala dorada que perforó el cráneo del niño soldado.

El pensamiento perverso del sacerdote,

o sus dedos,

persignándose.

Pálidos dedos que minutos antes

se introducían húmedos en la entrepierna de otra víctima.

Soy el político sonriendo en la foto con el pobre.

El vagabundo que morirá de frío y nadie notará.

El cáncer que matará a tu madre en cinco años.

El niño que no volverás a ser.

Soy la tierra sobre tu ataúd.

La cuerda que alguien tirará

después de descolgar tu cuerpo aún tibio.

El perro atropellado por un conductor borracho

que se destrozará el cráneo a un kilómetro de ahí.

 

Soy el mundo destruido por el hombre.

 

Y tú,

¿me reconoces?

 

 

 

SEGURO QUE ESTA HISTORIA TE SUENA

Hoy vi a un niño llorando

al lado del cadáver

de su pequeño poodle.

Otro perro más grande

lo había matado.

 

Ese tipo de cosas siempre me ponen mal.

 

Pensé en qué es

lo que se le puede decir.

Cómo explicarle.

Pero sólo vino a mi mente

el verso final

de un poema de Iribarren:

 

es la vida, hijo...

y no ha hecho más que empezar.

 


 

EL DOLOR MÁS PROFUNDO

Aquí no hay poesía,

sólo esto:

la realidad.

 

Más allá de las palabras que inventamos,

más allá de la fuerza de todas las catástrofes,

la soledad es lo único que sobrevive.

 

El miedo es la unidad de medida de la muerte

y la muerte es la máscara del tiempo.

 

Pero hay un dolor más profundo

que supera todos nuestros temores.

No es de la muerte

de lo que en realidad huimos

sino de algo aún más inevitable.

Terrorífico.

Ordinario:

 

el olvido.

 



LA FORTUNA DE LAS MOSCAS

Somos nada

y a la nada pertenecemos.

Pequeños seres pretenciosos,

primates de un metro setenta

y a veces ni eso.

 

Más parecidos a las células de un cáncer

que a las estrellas en el cielo.

 

Nacemos, crecemos, follamos, fallamos y morimos.

Millones de ciclos repetidos

en una danza absurda entre la mierda y la soledad.

Almas frustradas, ancladas

al mismo deseo de eternidad.

 

Reafirmamos nuestra arrogancia odiando.

 

Creemos que no guardamos relación

con nada que consideremos inferior.

Ahí están las moscas, por ejemplo,

nos provocan asco y las preferimos lejos.

 

Nos cuesta admitir

que aunque no somos moscas

nos encanta la mierda.

 

Incluso,

nuestra fortuna es menor:

ellas,

en su miserable condición,

apenas viven unos días

y además saben volar.

 

Somos superficies,

limitados por cinco sentidos

y cuatro dimensiones.

 

No nos cuestionamos nunca nuestra existencia;

sólo aceptamos las ideas

con las que nos violaron la mente

nuestros padres.

Y las defendemos.

Nos aferramos a ellas

como si los muros de nuestra percepción

fueran un sagrado monumento,

pero sólo somos

maquinarias del miedo.

 

Para qué seguir.

Para qué insistir.

Para qué tanta palabra seca

taladrándome el cerebro,

si mañana vuelvo al mismo encuentro:

dormir, comer, cagar, trabajar, embriagarme

y comenzar de nuevo.

 

Si no nos jugamos la vida,

¿Para qué la queremos?

 

¿No sería entonces mejor la muerte?

¿El abandono por voluntad

y no esta permanencia por cobardía?

 

Tanto ruido y al final

nuestro cadáver apenas servirá

de patria para las nuevas larvas

que fundarán nuestro esqueleto.

 

Se desnuda la cruda anatomía del universo:

 

Morir no significa irse

sino regresar a casa.

 

A dónde pertenecemos.

 

A la nada.

 

 

 

LOS DÍAS NORMALES

Huimos de la trivialidad,

de la costumbre,

de la mediocridad,

de lo simple,

de lo común,

de lo insípido:

de lo que nos une al resto.

Huimos, en fin,

de los días normales.

 

Y sin embargo,

son lo que más nos sucede.

 

Observa a todos

esos perros en la calle,

avanzan como si supieran

siempre a donde van.

 

Quisiera tener

esa misma certeza.

Conservar el instinto.

 

No hay ni un rastro

de furia por las banquetas.

Ni un camino que

nos lleve a la deserción.

 

¿Civilidad o imbecilidad?

 

Incluso el árbol envejecido,

con raíces y paciencia, aprendió

a reventar el concreto usando

la sabiduría de su propia naturaleza.

 

A morir de pie entre los arrodillados.

 

Nos arrancaron la rabia

pero no la esperanza.

 

La trampa es mantener

nuestra pasividad intacta:

un rebaño de carne

anhelante y acostumbrada.

 

Porque un pueblo desesperanzado

sabe que morirá peleando.

 

No hay nada más incendiario

que la desesperación.

 

 

 

INCENDIO UNIVERSAL

Hay algo que se pudre,

que cruje cada vez que sonrío,

como una máquina averiada

en medio de un sistema productivo.

 

No es para ponerse de pie

que nos levantamos.

Es para continuar, simplemente.

 

Arrastrados por la inercia del propio juego:

la realidad que nos ha tocado

sin poder elegir la casilla de inicio.

 

Somos el insecto que el azar amenaza

poner bajo la bota.

 

Hemos hallado algunas salidas,

es cierto, pero no todos sobreviviremos

a los caminos que nos llevarán a ellas.

 

Mi corazón es del tamaño de un puño

y mi puño tiene el tamaño de la ira.

 

Nada es más inútil

que algo que funciona, impecable,

dentro de un cuerpo que no sabe

para qué sirve.

 

Reunamos toda la tristeza de nuestra generación

y prendámosle fuego.

 

Será el gran incendio universal:

las ciudades hermanadas por las llamas,

desatando su hedor a mierda y consuelo.

 

Arderemos

para cicatrizar el dolor en cenizas.

 

Y si no sobrevivimos,

al menos

iluminaremos.

 


Marco A. Pérez. Poeta originario de San Martín Texmelucan, Puebla. Publicó el libro de poemas La fortuna de las moscas (2021), en la editorial El Viaje y El Camino. Ha participado en festivales culturales como Tlalancarock, Encuentro de Blues del callejón y Encuentro Nacional de Poesía Max Rojas. Actualmente se encuentra trabajando en su segundo poemario. Es papá de Galia.
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