Día del libro en México, ¿el país que no lee?

La falta de interés en la lectura se ha convertido en un lastre para la sociedad mexicana.
Por Sergio Martínez


La lectura en nuestros días es un hábito mal valorado, incluso despreciado por la mayoría de los estudiantes y la sociedad. En general en la educación escolar en todos sus niveles, la lectura se ve como una carga, y no como una herramienta para adquirir conocimiento o como ejercicio de esparcimiento. Gómez (citada en Gutiérrez & Montes de Oca s/f) define la lectura “como un proceso interactivo de comunicación en el que se establece una relación entre el texto y el lector, quien al procesarlo como lenguaje e interiorizarlo, construye su propio significado. En este ámbito, la lectura se constituye en un proceso constructivo al reconocerse que el significado no es una propiedad del texto, sino que el lector lo construye mediante un proceso de transacción flexible en el que conforme va leyendo, le va otorgando sentido particular al texto según sus conocimientos y experiencias en un determinado contexto”.

Según estadísticas publicadas por la UNESCO en el año 2000, en México se leían en promedio 2.8 libros al año por habitante, lo que colocaba al país en el penúltimo lugar de una lista de 108 naciones,[1] cifra sumamente alejada de los 25 libros que recomienda leer este organismo, y del promedio de lectura de países como Canadá, Finlandia o Noruega, que ocupan los primeros lugares de lectura per cápita con 47 libros leídos al año.  En el 2012 la Encuesta Nacional de Lectura (ENL) ilustró que una década después, los hábitos no habían cambiado; los mexicanos leían al año un promedio de 2.9 libros por habitante. Esta misma encuesta demostraba que en comparación con 2006, el índice de lectura en el país había disminuido diez por ciento; cifra que coincidía con los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que establecen que de 2000 a 2009 el índice de lectura referente al segmento de alumnos de 15 años y más que leen por placer, descendió diez puntos porcentuales. La ENL señala que las principales causas para no leer son la falta de tiempo, las actividades recreativas y la falta de gusto. Los datos del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE 2018 (PISA, por sus siglas en inglés), establecen que los estudiantes mexicanos obtuvieron un puntaje bajo el promedio OCDE en lectura, matemáticas y ciencias. En México, solo el 1% de los estudiantes obtuvo un desempeño en los niveles de competencia más altos (nivel 5 o 6) en al menos un área (Promedio OCDE: 16%), y el 35% de los estudiantes no obtuvo un nivel mínimo de competencia (Nivel 2) en las 3 áreas (promedio OCDE:13%). Según datos del INEGI, referentes al Módulo sobre lectura (MOLEC) 2019, en los últimos cinco años, el porcentaje de población que leyó algún material considerado por el MOLEC presentó un decremento cercano a los 10 puntos porcentuales: 84.2% en 2015 contra 74.8% en 2019.

Diversos estudios, señalan que casi el 50 por ciento de los estudiantes mexicanos de educación media superior y superior dedican entre una y cinco horas a la semana a la lectura de textos escolares, y casi el 22 por ciento dedican entre cinco y diez horas a la semana a la misma actividad. En este mismo sentido, Lomelí señala que “la generalidad de los estudiantes lee. Pero lee sólo lo que le es obligatorio por la institución educativa misma. Es decir, el aliciente a la lectura rara vez va más allá del que impulsa la coerción de los sistemas de enseñanza: si no lees, te repruebo. Esto, por descontado, es un fracaso estrepitoso de la enseñanza en México”. Infiriendo estas cifras podemos establecer que el 28 por ciento de los estudiantes antes referenciados no lee, o lee lo mínimo para realizar sus trabajos escolares.

Vargas (2012) apunta que “los bajos índices de comprensión lectora que padecemos en México, y por tanto la pobreza de vocabulario, tienen su origen en la infancia. Por eso es necesario promover un mejor acercamiento a la lectura desde los primeros años. Hay una riqueza enorme de la lengua que no se está utilizando, y un medio fundamental para mejorarla es la lectura”. Lomelí (s/f) establece que en México no se lee “porque, aunque todos dicen que es bueno leer, parece inútil”. Las causas de la poca lectura en el país son multifactoriales, Zaid (citado por Argüelles s/f) da un poco de luz al respecto: “Hay millones de personas con estudios universitarios. Por mal que estén económicamente, pertenecen a la capa superior de la población. Pues bien, estos millones de personas superiores en educación y en ingresos, no dan mercado para más de dos o tres mil ejemplares por título, o mucho menos. Y si las masas universitarias compran pocos libros, ¿para qué hablar de masas pobres, analfabetismo, poco poder adquisitivo, precios excesivos? El problema del libro no está en los millones de pobres que no saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir. Publicar es parte de los trámites normales en una carrera académica o burocrática. Es como redactar expedientes y formularios debidamente llenados para concursar. Nada tiene que ver con leer y escribir. Leer es difícil, quita tiempo a la carrera y no permite ganar puntos más que en la bibliografía citable. Publicar sirve para hacer méritos. Leer no sirve para nada: es un vicio, una felicidad”. Argüelles (s/f) expone, “Existe un analfabetismo cultural (que es algo mucho más que funcional) representado por las personas que aun sabiendo decodificar una palabra, una frase, una oración, un párrafo, una página, al mismo tiempo no sólo carecen del hábito de leer sino que, además, no creen que la lectura cotidiana de libros constituya una experiencia digna de disfrutarse. Leer no es un ejercicio muy popular en el mundo, y leer buenos libros es todavía más impopular lo mismo en México que en otros países, con la única diferencia de que en los países ricos la población culta es más amplia, el tiempo del ocio más prolongado y mejor invertido y la tradición editorial y literaria más respetada y estimada”. Otra arista del problema es la poca o nula alimentación del habito de la lectura desde la niñez, los padres no les leen a sus vástagos; esto sumado a los precios actuales de los libros nos podría explicar los bajos niveles de lectura en el país.

Este problema de falta de interés en la lectura se ha convertido en un lastre para la sociedad mexicana, ya que no tener el hábito de la lectura genera atraso educacional, de formación académica y humana, lo que afecta  directamente en el individuo; “ya que sin una capacidad lectora plenamente desarrollada, los individuos y estudiantes no alcanzan un nivel básico de eficiencia, pues fallan en demostrar rutinariamente habilidades y conocimientos que les permitan afrontar retos del futuro, así como en analizar, razonar y comunicar ideas de manera efectiva y en su capacidad para seguir aprendiendo a lo largo de su vida”.[2]

Ante este panorama se pudiera pensar que en México no existe un orden jurídico que norme y estimule el ejercicio de la lectura, sin embargo existe la Ley de fomento a la lectura y el libro; en 27 apartados articula, cómo y quiénes son los encargados de fomentar la lectura. También existen (y han existido por lo menos en los últimos veinte años) diferentes programas e iniciativas públicas y privadas para fomentar la lectura: Hacía un País de Lectores, México Lee, Plan Nacional para la Educación Básica, Salas de Lectura, Diviértete leyendo, A leer, entre otras. Sin embargo, todo esto no ha servido en lo absoluto para sembrar en la niñez, estudiantes y ciudadanía el hábito de la lectura.

A pesar de que existen los diversos talleres de lectura antes mencionados a nivel institucional en el sector privado y público, y teniendo una cobertura nacional, estos esfuerzos no han acercado a la población al placer y práctica de la lectura. Castillo (2012) alude el fracaso de estos programas y talles a diferentes causas; poca efectividad por burocracia, falta de diseño de acuerdo a las necesidades específicas del público receptor, cambio de régimen político, falta de promoción, poco o nulo presupuesto, desvirtuación de los objetivos y/o metas de los programas, falta de profesionalismo o preparación de los impartidores; pero principalmente una cadena de falencias en la organización estratégica, operatividad, implantación y evaluación de los proyectos, además de una completa desarticulación entre todos los esfuerzos de la promoción de la lectura. Por la misma no sólo se llega al conocimiento y dominio de la teoría y la técnica, sino se estimula el desarrollo, la conciencia, la crítica, alimenta las habilidades cognitivas, mejora la comunicación oral y escrita; además al leer, el lector se apropia del conocimiento, lo hace suyo para edificarse a sí mismo. Es un punto de reflexión y diversión a la vez. 

Vargas (2010) dice sobre la lectura: “gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas.

Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola. Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.

La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectivo, el alma, el sentido”.




Bibliografía
Argüelles, J. (s/f) Los usos de la lectura en México. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.uaemex.mx/plin/colmena/Colmena35-36/Aguijon/Arguelles.html
Avilés, K. (2012) México, uno de los países de la OCDE donde más bajó la lectura por placer. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.jornada.unam.mx/2012/02/16/sociedad/047n2soc
Camacho, F. (2011) Los bajos índices de lectura generan pobreza de vocabulario: especialista. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.jornada.unam.mx/2011/11/14/sociedad/041n2soc 
Castillo, L. (2012) De los programas de Fomento a la lectura en México. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.gestioncultural.org.mx/revista/04/A2-N4-Castillo.pdf  
Felipe, L. (s/f) ¿Por qué no leen, los que no leen? Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.fundacionpreciado.org.mx/biencomun/bc162/L_Lomeli.pdf   
Fundación Mexicana para el Fomento de la Lectura (2012) Encuesta Nacional de Lectura 2012. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://observatorio.librosmexico.mx/files/enc-nac-lec-2012.pdf
Gutiérrez, A.; Montes de Oca R. (s/f) La importancia de la lectura y su problemática en el contexto educativo universitario. El caso de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (México). Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://rieoei.org/RIE/article/view/3265
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2019) Población lectora en México con tendencia decreciente en los últimos cinco años. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2019/EstSociodemo/MOLEC2018_04.pdf
Ley de fomento a la lectura y el libro (2008) Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LFLL_190118.pdf
Montaño, E. (2012) Decrece en México el número de lectores, según encuesta. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.jornada.unam.mx/2012/11/28/cultura/a05n1cul
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (2018) El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.oecd.org/pisa/publications/PISA2018_CN_MEX_Spanish.pdf
UNESCO. World Education report 2000: The right to education: towars education forall throughout life. París: UNESCO Publishing, 2000. 178 p.
Vargas, M. (2010) Elogio de la lectura y la ficción. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160304/asocfile/20160304095428/rev120_MVargasLlosa.pdf
Yunes, E. (2005) Políticas públicas de lectura: modos de hacerlas. Consultado en línea (23 de abril de 2020): www.oei.es › politicas_publicas_lectura_yunes




[1] UNESCO. World Education report 2000: The right to education: towars education forall throughout life. París: UNESCO Publishing, 2000. 178 p.

[2] Gutiérrez, R.; Montes de Oca R (s/f) La importancia de la lectura y su problemática en el contexto educativo universitario. El caso de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (México).

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